El martes pasado vi en los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid una magnífica representación teatral. Se trataba de
"Principiantes. ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?". Lo primero que me llamó cuando la vi anunciada fue su autoría:
Raymond Carver. Desde que leyera
"Catedral", la primera colección de relatos suyos aparecida en España es un escritor que me captó por completo. En diciembre de 2015
publiqué en este mismo blog una reseña en la que daba cuenta de la impresión que la lectura de esa colección de relatos me había causado. Mi entusiasmo por este autor hasta ese momento desconocido para mí fue total.
Por lo dicho antes, que la función teatral la firmase Raymond Carver hizo que me interesara vivamente por ella. Por si esto fuera poco el elenco de actores era por demás interesante, nada menos que Javier Gutiérrez, Mónica Regueiro, Daniel Pérez Prada y Vicky Luengo. Los cuatro están fantásticos, en especial Javier Gutiérrez quien con su voz y buen hacer marca el tono desgarrado, duro y afable al mismo tiempo, de toda la obra. Ya por último decir que quienes montaban y dirigían la obra están también entre mis preferidos realizadores teatrales: Juan Cavestany y Andrés Lima.
Preparando esta reseña me entero de que el título de la función proviene de la mera unión de los dos títulos que con una importante diferencia de años se dieron a unos mismos relatos escritos por el autor norteamericano. Resulta que el editor, Gordon Lish, a una entrega de relatos que el escritor le hizo llegar para su posible publicación le cercenó el cincuenta por ciento eliminando elementos interesantes como la excesiva crudeza violenta y/o sexual o los referentes del pasado de los personajes a fin de amplificar la sensación de minimalismo y vacío existencial. Estos cuentos mutilados los publicó Lish bajo el nombre de uno de los relatos contenidos en el volumen, "¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?" en 1981. Casi treinta años después, en 2009, tras una labor de recuperación del texto original contenido bajo las correcciones efectuadas por Gordon Lish, estos mismos relatos aparecieron con el título de "Principiantes". He aquí la razón del título que tiene la obra a la que asistí.
Cualquiera que conozca un mínimo la literatura de
Carver sabrá que es un representante cualificado del denominado
realismo sucio ('dirty realism') -su fundador lo consideran algunos- del que junto a él forman parte
Bukowski,
Richard Ford o
Tobías Wolff. Todas las características literarias del movimiento que incluí en
mi reseña sobre "Catedral" (economía lingüística, narración que avanza y retrocede, momentos metanarrativos, referencias a otros textos literarios, etc.) están presentes y se pueden visualizar en el montaje teatral que sobre los relatos del autor de Oregon han hecho
Andrés Lima y
Juan Cavestany.
La Representación
El minimalismo carveriano se muestra desde lo más externo a la función (la Sala Verde de los Teatros del Canal elegida para la misma) hasta la propia puesta en escena. Los espectadores al encenderse las luces del escenario nos encontramos con la cocina de una casa donde se desarrolla una violenta discusión familiar por culpa de la adicción al alcohol que tiene el padre. Este hombre (Jota), sumido en el alcoholismo al que ha llegado no sabe cómo, recibe improperios por parte de su mujer (Marjorie) y de su hija (Bea) que se lo echan en cara. Esta escena inicial es un a modo de anticipo de lo que verdaderamente será la función. De hecho esta acción, sacada de un relato titulado 'Una cosa más', transcurre de noche y es de tal violencia que el contraste con lo que seguirá, -la misma estancia en la que dos parejas hablan animada y amigablemente mientras beben unos gin tonics junto a un amplio ventanal que da al desierto de Albuquerque por el que entra una luz cegadora-, deja al espectador algo perturbado buscando en su cabeza la posible relación entre lo visto al inicio y lo que ahora se muestra ante él. ¿De qué va esto?, parecemos preguntarnos. La solución, a lo largo de la función. Como dice el propio programa de mano «Va de amor. De lo que va todo siempre, porque,
afortunadamente, no sabemos hablar de otra cosa y no otra cosa
merece tanto la pena en la vida.»
La metanarratividad, el relato dentro del relato, lo que se desarrolla en la mente del creador literario, se patentiza de inmediato. Quienes en el relato inicial -un relato incrustado, en realidad- eran Marjorie (Mónica Regueiro), Jota (Daniel Pérez Prada) y Bea (Vicky Luengo) serán respectivamente en lo que sigue Terri, Nick y Laura. Terri es la mujer de Herb (Javier Gutiérrez), médico cardiólogo que sabe mucho del corazón físico y muy poco de los asuntos del corazón, razón por la que a la joven pareja de amigos que los visitan y a su propia esposa les pregunta: "¿de qué hablamos cuando hablamos de amor?". Y esta pregunta, simple e ingenua, servirá para ir destapando un sinfín de elementos ocultos en las personas: la sexualidad, el engaño, la violencia, el amor y el odio irracionales, el deseo, la pasión y su desgaste, etc. Estas cuestiones que forman parte intrínseca de nuestra vida pero de las que apenas si hablamos salen a la luz gracias al alcohol. Es la ginebra, los gin tonics que los cuatro beben los que van desatando sus lenguas, sus impulsos irracionales, su violencia, sus muestras de deseo, su desconfianza..., en un medido vaivén de aparición y ocultamiento hasta que por momentos se derraman aunque siempre se reconducen merced a la complicidad engañosa del consumo exacerbado de alcohol.
Si bien la cuestión del subtítulo, '¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?', queda meridianamente clara en lo dicho más arriba, el rótulo de "Principiantes" ('Beginners') quizás sea algo más escurridizo. De mano es evidente que la pareja madura de Terri y Herb, al ver y escuchar por boca de Laura las efusiones y declaraciones de amor que ella y su pareja se hacen, consideran a estos jóvenes que sólo llevan casados un año y medio unos debutantes, unos principiantes o beginners en lo del Amor. Parecen decirles, ya sólo con que los observen, que el futuro que les espera es o será semejante a lo que están viendo. Descorazonador, por supuesto, aunque ¿real? Les tocará a ellos descubrirlo. Parece que por ahora no quieran pensar en ello y prefieran seguir sumergidos en el alcohol, en esa tarde luminosa de verano junto a unos amigos sin plantearse ninguna otra cosa.
En el montaje de Cavestany y Lima el gran ventanal sirve para presentar la variabilidad del entorno: la luz cegadora, los espinosos cactus, el desierto, la noche, el paisaje inhóspito, la tristeza de la tormenta... Este paisaje sirve de acompañamiento, de explicación de la variabilidad incandescente que bulle a lo largo de esta tarde-noche en el interior de los personajes. Unos personajes que dudan, que se plantean sin citarlas expresamente situaciones posibles que ahora mismo no quieren contemplar aunque saben que yacen ahí abajo escondidas, aletargadas. Y junto al paisaje, en el montaje tiene un papel importante la música. Esa música de los años ochenta, para algunos la mejor música popular que hasta el momento se haya escrito.
La música, potente y arrolladora, que envuelve la representación logra conectar con el público que entiende lo que ocurre sobre las tablas porque la identificación con la problemática planteada es inevitable. De hecho las dudas en el amor, los fracasos, las ilusiones, la unión 'para siempre' y la muy frecuente separación posterior, el volver a intentarlo (de hecho los cuatro personajes vienen de relaciones anteriores fracasadas), el intentar levantarse constantemente, la renovada ilusión... Todo esto conecta con los espectadores porque quien más quien menos ha vivido, sufrido, pensado, dudado... sobre tantas cosas que se dicen los personajes. Este es, junto a su magnífico estilo, el gran mérito de
Raymond Carver.
De la conexión entre autor y público escribe atinadamente Andrés Lima:
«Como si de una borrachera se tratara, de hecho, se trata de una borrachera, Herb, Terry, Nick y Laura hablan, discuten, se besan, se pelean, se escuchan, se entristecen, se temen, se atreven, se desmayan, se enfurecen, se enternecen, se abrazan, se emborrachan, se desesperan, se preguntan qué es el amor. Y nos miran, nos reflejan, nos preguntan. Y es imposible no verse reflejado.»
Para finalizar sólo quisiera añadir que el texto teatral creado por Juan Cavestany es fruto de la unión de varios relatos de "Principiantes" (el homónimo que da título a la colección de relatos, varios fragmentos de otros contenidos en el volumen, el titulado 'Una cosa más' de la escena inicial, y el relato 'Catedral', del volumen de cuentos así titulado, que sirve para una historia intercalada puesta en boca de Laura.
Hacía tiempo que no disfrutaba tanto con una representación teatral. Es por lo que he contado en esta reseña y por mi enorme satisfacción por lo que no puedo menos que recomendaros que no os la perdáis. Veo que antes de llegar a Madrid, donde sólo estará hasta el próximo 5 de febrero, la obra giró por muchas localidades españolas. Espero y deseo que vuelva a girar y vuelva a reponerse porque no se debe privar a las personas del disfrute que supone esta magnífica representación.