Es el verano época propicia para lecturas más livianas, más breves y más seguidas, de manera que éstas, una vez realizadas, se me suelen ir amontonando sin haber hecho reseña alguna de las mismas. Es cierto que no todo lo que leo lo reseño, pero entre las muchas hechas durante estos meses de calor me gustaría dar noticia, siquiera breve, de algunas de ellas. Lo haré por parejas pues mi idea es sólo dejar constancia de sus títulos, de sus autores, y de algún pequeño detalle significativo más. Inicio pues con esta entrada esta serie de reseñas que denomino “A PARES”.
"Algodón en Harlem" de Chester Himes
La pareja de detectives policiales de color Grave Digger (Sepulturero) Jones y Coffin (Ataúd o Ataúdes) Ed Johnson indagan en esta ocasión unos asesinatos que en el curso de la investigación llevarán asociados la extraña pérdida, búsqueda y comercialización de una bala de algodón en el Nueva York de los años 40 (la verdad es que no se precisa la década en que transcurre la historia) aproximadamente. El reverendo O'Malley que preside una de las múltiples iglesias baptistas que adornan el Harlem neoyorquino está comercializando bajo el eslogan de "Regreso a África" unos viajes para la gente de color en busca de sus raíces. Cada viajero ha de pagar la abultada cifra de 1000 dólares en cuya cantidad se incluye el pasaje en un moderno trasatlántico hasta un país africano en el que se les darían unas hectáreas de tierra, unos cuantos aperos de labranza y animales de carga para poder establecerse allí y labrarse el futuro que les hurtaron los blancos cuando sus antepasados fueron esclavizados y enviados a Norteamérica. La inocencia de la gente hace que en las arcas de la supuesta benéfica organización de O'Malley se hayan acumulado 87000$. Pero todo es un auténtico fraude que provocará el robo de esta cantidad y una serie de muertes.
Los detectives Coffin Ed y Grave Digger, burdos, toscos, pero muy efectivos, investigarán la misteriosa desaparición del dinero y los asesinatos anejos a la misma. Chester Himes presenta aquí una novela negra en los términos ya habituales en su novelística:
- Estilo 'hard boiled':
"—Lo que más necesitan los barrios bajos norteamericanos es aseos —contestó Coffin Ed.
"Husmeando los olores a comida, cópulas, menstruación, excrementos, orines de gato, masturbación y la vaharada de vino rancio y tabaco negro, Grave Digger replicó:
"—Eso no valdría para gran cosa.", pág. 72)
- Erotismo en línea con el estilo antes señalado, un estilo que hoy no pasaría el filtro de lo políticamente correcto. El autor que tuvo que salir de su país definitivamente en 1956 harto del racismo que allí imperaba, hoy sería objeto de persecución por parte de movimientos intrasigentes y revisionistas que gozan, inexplicablemente en mi opinión, de buena salud. Afortunadamente en 1967, fecha de publicación de la novela, la sociedad tenía asuntos de mayor enjundia entre manos y la corrección política no formaba parte de ellos:
"Iris arrojó a un lado la revista y se incorporó. Llevaba un vestido de seda estampada y la falda se le subió, mostrando unos suaves muslos color amarillo crema por encima de las medias de nylon.
[…]
De la mujer emanaba un mareante olor a sexo húmedo, a sudor y a perfume.
—¡Maldita puta! —graznó el policía." (págs. 99 y 104)
- La música de jazz que suele sonar en los clubs que frecuenta la población negra:
"Sonaba una pieza de Ray Charles
De pronto los dos se pusieron a escuchar atentamente la pieza que estaba sonando.
—Pres —reconoció Grave Digger, utilizando una mano como pantalla de la oreja—. Y Sweets.
—Y también Roy Elridge —añadió Coffin Ed." (pág. 148)
"El piano sonaba frenéticamente, el saxofón gemía con ritmo afrodisíaco, el contrabajo latía de forma sugestiva, la trompeta sonaba imperiosa y la guitarra suplicaba" (pág. 218)
- La gran ciudad:
"La ciudad vivía, respiraba y dormía como de costumbre. Había gente que mentía, robaba, estafaba y asesinaba; gente que rezaba, cantaba, reía, amaba y era amada; y gente que moría y hacía. El pulso de la ciudad seguía igual. Nueva York. La Gran Urbe." (pág. 141)
- Los coches:
"El «Chevrolet» —el «Cadillac» del pobre— era exactamente igual a los otros cientos de coches de la misma marca que hay en Harlem" (pág. 129)
- La reivindicación social de su pertenencia a una clase desfavorecida y perseguida por tenérsela siempre bajo sospecha. En otras reseñas sobre otras novelas de este inmenso escritor aludo a lo poco que ha cambiado el panorama en USA respecto a esta discriminación [leer reseñas aquí y aquí]:
"Por los altavoces sonaba la tonante voz de un orador:Las anteriores características unidas a un sentido del humor muy Chester Himes hacen que la novela se lea con muchísimo gusto. No en balde el escritor fallecido en Moraira (Alicante, España) en 1984 y enterrado en el cementerio municipal de Benissa forma junto a Raymond Chandler y Dashiel Hammett el tridente de la novela negra clásica norteamericana.
—Hombre blanco: nos has hecho trabajar de balde durante cuatrocientos años. Ya es hora de que pagues..." (pág. 169)
"La diosa ciega" de Anne Holt
Creo haberlo comentado ya en otras ocasiones. Me gusta leer durante mis viajes algo relacionado con el lugar o lugares que voy a visitar. Este verano he paseado con gusto infinito por los fiordos noruegos. Correspondía pues buscar alguna lectura surgida de ese país nórdico. Puesto a buscar me centré en la novela negra de la que los europeos más septentrionales son maestros indiscutibles. Quería, además, acercarme más a la realidad del país que iba a visitar: necesitaba autores noruegos, no me valían los suecos que son quienes llevan la delantera en ficción de suspense, thriller y detectivesco-policíaca. Busqué y pronto me fijé en una escritora, Anne Holt, que antes de dedicarse a la narrativa había sido durante unos meses Ministra de Justicia en su país. Si había sido Ministra de Justicia -pensé- debía de conocer a la perfección los entresijos de su administración y además sabría de asuntos que acontecen en localidades noruegas: en Oslo, en Bergen, en Stavanger…, ciudades por las que iba yo a deambular.
Anne Holt es escritora prolífica desde que en 1993 publicó "La diosa ciega", primera entrega de la serie protagonizada por la subinspectora Hanne Wilhelmsen. La serie consta hasta la fecha de 11 títulos, siendo el último del año 2015. A partir de 2001, paralelamente a las historias de la afamada policía, comienza a publicar otras protagonizadas por el inspector Yngvar Stubø y la criminalista Inger Johanne Vik. Por ahora esta segunda serie la forman cinco títulos, el último del año 2012. Pero Anne Holt no se conforma con los héroes de estas dos sagas, en 2010 inauguró una nueva serie escrita al alimón con su hermano Even Holt protagonizada por otra pareja de detectives, la doctora Sara Zuckerman y su padre Ola Farmen, que por ahora consta de sólo dos entregas.
En mi caso decidí comenzar por el principio y leer la primera novela que salió de su pluma. La he leído y me sirvió para lograr perfectamente mis objetivos: revelarme datos sobre la manera de vivir de los noruegos, entender algo de la organización de sus escasas ciudades y entretenerme con la historia que me propusiese. Éxito total.
Lo interesante de esta novela es lo bien que muestra los entresijos de la justicia criminal noruega pues aunque el relato lo escribió tres años antes de ocupar brevemente el puesto de Ministra de Justicia (de noviembre de 1996 a febrero de 1997) en esa época ella era asesora legal como abogada del cuerpo de Policía noruego. O sea que sus conocimientos de las profundidades de la justicia en su país las conoce -y las muestra en esta narración- a la perfección.
Tiene pues la novela mucho de base real como puede verse de lo dicho en el párrafo anterior. La figura de la protagonista, Hanne Wilhelmsen, bebe en la biografía de su creadora. Así vemos lo exigente que es consigo misma, las relaciones muy profesionales con sus compañeros y la muy sincera y estable que mantiene con su pareja, una médica, de la que porta "el anillo de su dedo anular, la única joya que llevaba y que le había regalado su pareja cuando se fueron a vivir juntas a los diecinueve años". Anne Holt en su vida real vive junto a su pareja Anne Christine Kjaer y su hija Iohanne.
La novela, además de la muy entretenida y muy bien llevada historia policíaca que plantea, esparce a lo largo de la narración referencias literarias, algunas poco conocidas como la que hace al escritor estadounidense Odell Gabriel Scott, si bien la mayoría son muy conocidas por los lectores como la que hace al "Ulises" de James Joyce ("Por séptima vez empezó a leer el libro que tenía en el regazo, el Ulises, de James Joyce") ya un tópico cuando se quiere señalar la dificultad de una obra y lo inalcanzable que es darle fin.
Abundan más las alusiones a la música, ámbito en el que la protagonista se mueve con soltura manifestando en más de una ocasión el aprecio que siente por la música rock que escucha preferiblemente durante sus desplazamientos en coche:
"Tina Turner berreaba un poco demasiado alto «We don’t need another hero» […] puso a Bruce Springsteen a todo trapo" (pág. 240 y 243)Pero sin lugar a dudas lo que más me gustó de compaginar mi visita a los fiordos noruegos con la lectura de esta novela noruega fue comprobar por ambos lados ('in vivo' e 'in dicendi') que sí, que los noruegos son seres que gustan de vivir aislados en casas hechas al estilo tradicional (cabañas), que la abundancia de nieve les lleva a que esquiar sea más que un deporte una manera cómoda de desplazarse, y que las pocas horas de luz durante el largo invierno provoca en muchos de ellos problemas de depresión mental que camina al lado o muy cerca de su desmedida afición al consumo de alcohol. La violencia que muestra esta novela surge no pocas veces del alcoholismo en que viven inmersos muchos de los personajes.
Sin duda leeré alguna novela más de esta novelista, profunda conocedora del funcionamiento de la Justicia ('la diosa ciega') en su próspero país.