En el prólogo de este relato,
Emmanuel Carrère (EC) dice que no escribe textos de ficción desde hace quince años, que está claramente instalado en la No ficción, aunque durante unos meses colaboró con
Fabrice Gobert (guionista y director de cine francés) y unos jovencísimos productores en la ideación de una serie televisiva ("
Les Revenants"); sin embargo molesto con la actitud de los jovencitos para quienes trabajaba decidió abandonar el proyecto. Considera que fue objeto de robo intelectual porque una noche, copiosa en comida y alcohol, contó a un auditorio del que formaba parte junto a otros el mismísimo Fabrice Gobert la historia sobre los primeros cristianos en la que venía trabajando desde hacía al menos cuatro años: La fábula sobre un hombre que, sin haberlo conocido, predica la palabra de un tal Jesús que fue crucificado, pero que resucitó al poco y -decía él- tal fenómeno era el anuncio de que algo grandioso iba a ocurrir. Sorprendentemente esta inverosímil historia consigue arrastrar tras ella a un sinnúmero de seguidores. Quien predica la doctrina de ese profeta crucificado es un romano de nombre Saúl que 16 años atrás cuando era un chiquillo -ahora en el año 50 después de Cristo ya es un hombre adulto- se encargó de recoger las prendas de vestir de los lapidadores que estaban enfrascados en apedrear al primer mártir de la Cristiandad, San Esteban.
Como se ve ya desde el mismo comienzo de la novela Carrère hace que la realidad interfiera, se mezcle con la historia que va a relatarnos, de manera que apenas podamos separar la una de la otra. Carrère ha tardado 7 años en escribir esta novela. Dice que la idea se le ocurrió a raíz de la investigación que llevó a cabo sobre la biografía de su abuelo
Georges Zurabishvili de origen ruso que buscó refugio en la fe cristiana y cuya historia plasmó en “
Una novela rusa”. A esa novela siguió “
De vidas ajenas”, luego “
Limónov”, considerada por algunos su mejor obra, y ahora esta última.
Si en “
Una novela rusa” el germen del relato estaba en unos cuadernos que el novelista descubrió de su abuelo ruso, en ésta la base está en la veintena de cuadernos de comentarios sobre el evangelio de San Juan que
Emmanuel Carrère escribió de 1990 a 1993 a raíz de su conversión al cristianismo de mano de su madrina
Jacqueline y a propuesta de su amigo
Hervé.
Antes de pasar a presentarnos estos cuadernos el novelista parte de su posición religiosa actual, el escepticismo, el cual le lleva a considerar el Cristianismo como algo totalmente inverosímil digno de la imaginación de
Philip K. Dick pues es ilógico de todo punto pensar que tras acabar nuestro paso por este mundo regresaremos a él igual que, -se dice-, le ocurrió al fundador de la secta si bien nadie fue testigo directo de ese fenómeno.
Entonces si esta creencia es de todo punto inverosímil ¿qué ha hecho que se convierta en uno de los pilares del mundo? Carrère entiende que es importante observar el proceso de extensión de la doctrina cristiana desde el momento de la desaparición del fundador. Y en eso consiste el relato de “
El Reino” en intentar entender este fenómeno en principio totalmente incomprensible. El responsable del éxito de esta creencia es
San Pablo, cuya trayectoria estudia Carrère a través de los relatos escritos por su discípulo
Lucas, el
tercero de los Evangelios y los “
Hechos de los Apóstoles”. Este último texto es verdaderamente el que mejor explica la conversión, el paso de la Secta cristiana a Iglesia. Y el responsable de esta transformación, en conflicto constante con los verdaderos apóstoles de Cristo, los pescadores iletrados judíos, será Pablo, natural de Tarso, una provincia de la Siria romana. Pablo de Tarso reivindicará en no pocas ocasiones su condición de ciudadano romano lo que le servirá alguna vez para evitar la cárcel e incluso el patíbulo, pero que al final será la causa de que su caso llegue a las más altas instancias del Imperio y le lleve a la muerte.
Al igual que “
Una novela rusa” le sirvió para superar una profunda depresión y liberarse de la castrante influencia de su madre
Helène, esta obra le va a servir a Carrère para reconciliarse con el verdadero sentido de la religiosidad que no está en seguir unos postulados con frecuencia absurdos como si de un Partido político se tratase (constantemente el novelista compara la actividad de Pablo, Santiago y Pedro con la que realizaron en su momento Trotsky, Stalin o Lenin) sino en tomar el verdadero testimonio de Cristo que él encuentra simbolizado en el lavatorio de pies que el Maestro hace a sus discípulos, en esa humillación del poderoso ante los humildes, y no en la superestructura que el de Tarso ideó en enfrentamiento abierto con los cristianos judaizantes (Pedro, Santiago, Juan…)
Novela en construcción: el proceso de escritura
Si en esta obra hay algo que me ha gustado mucho es ver al escritor metido en harina, o sea, al hombre que ha de elegir qué decir, qué palabra usar, qué interpretación dar... Carrère escritor se deja ver en no pocas ocasiones, como cuando intenta comprender por qué Lucas decidió seguir a Pablo. Tras echar mano del proceso habitual que se lee en los "Hechos de los Apóstoles" de unos partidarios y otros que lo insultan, intenta entender que habría un tercer grupo que exigiría más explicaciones, y entre éstos estaría Lucas. Pero a renglón seguido el novelista francés sorprende con un "Quizá sucedió de este modo. O bien... Creo que tengo una idea mejor" y nos presenta un capítulo entero en el que imagina que Lucas médico se interesó en Pablo por la enfermedad que le hacía desagradable e impresentablñe ante los demás. Bueno, vale, puede ser; sí, quizás.
Al igual que imaginó el encuentro Pablo - Lucas, Carrère necesita imaginar un encuentro, una conversación entre Lucas y un testigo directo de la vida de Jesús porque si no ¿cómo podría Lucas utilizar frases dichas por Jesús y que no aparecen en otros evangelios anteriores al suyo?
Del mismo modo que hubo forzosamente un primer encuentro entre Lucas y Pablo, encuentro cuyos detalles he imaginado pero que no es imaginario, hubo forzosamente un encuentro entre Lucas y un testigo directo de la vida de Jesús. Llamo Filipo a este testigo porque al leer atentamente los Hechos me parece verosímil, e imagino la conmoción que este encuentro debió de causar en Lucas. (pág. 236)
Con explicaciones así EC bordea los límites de la ficción propiamente dicha.: "Estoy seguro de que hubo un momento en que Lucas se dice que esta historia debía narrarse, y que él iba a hacerlo·. Y el escritor francés está convencido de ello porque él como autor lo ha experimentado en muchas ocasiones.