✔«El reloj despertador había sonado. Los ancianos languidecen y mueren. Todos lo sabemos, pero los ancianos lo saben mucho mejor que el resto de nosotros. Viven en un mundo de pérdidas continuas y eso, como había dicho mi madre, es muy ingrato.»
✔«El tiempo nos confunde, ¿verdad? Los físicos saben cómo jugar con él, pero el resto de nosotros tenemos que ajustarnos a un presente vertiginoso que se transforma en un pasado incierto y, por más embrollado que ese pasado resida en nuestra memoria, siempre avanzamos inexorablemente hacia nuestro final.»
A Siri Hustvedt, como tantas veces ocurre con algunas personas, llegué vía su pareja, el escritor norteamericano Paul Auster. La figura de Auster, sin embargo, y afortunadamente, no oscurece para nada la de su mujer. Tanto es así que pocas veces -quizás yo en este preciso instante esté entrando en contradicción conmigo mismo- se alude a ella como "la mujer de...". En fin, veo que estoy volviendo a decir casi lo mismo que escribí en junio de 2018 -¡tres años hace ya!- sobre esta estupenda escritora de la que la wikipedia dice que es "una novelista, ensayista y poeta feminista estadounidense de padres noruegos". Eso es lo que es, nada más y nada menos que eso.
Pues bien, en esa fecha de 2018 leí
"El mundo deslumbrante", mi primer acercamiento a la escritora norteamericana y quedé deslumbrado por la magia, poesía, ideas y buen hacer que demostraba allí. Escribí una entusiasta
reseña sobre la misma que quien quiera puede leer aquí. Como no quisiera repetirme en exceso -parece que hoy voy de paradoja en paradoja como en el juego de la oca- recomiendo que paséis por esa reseña ahora o cuando acabéis de leer ésta si es que tenéis aguante de llegar hasta el final de la misma. ¿Por qué os recomiendo esa lectura? Pues simple y llanamente porque desde el punto de vista de estilo, tratamiento de la forma, asuntos que se tocan y tal, ambas obras son muy semejantes. Naturalmente la anécdota en una y otra son diferentes, aunque, si bien se mira, no tanto. En fin, vamos a centrarnos en lo que toca, que no es otra cosa que hablar de
"El verano sin hombres", novela de
Siri Hustvedt aparecida en 2011, tres años antes que
"El mundo deslumbrante".
Sinopsis (proporcionada por la editorial)
Un día, después de treinta años de matrimonio sin fisuras, el esposo de Mia, un reconocido neurocientífico, le pide una «pausa». Una petición inesperada que en realidad significa que tiene una aventura con una colega más joven que ella y que hará que Mia sufra una crisis y sea ingresada en una clínica. Tras recibir el alta, decide volver a la ciudad de su infancia, Bonden, donde pasará un verano inolvidable mientras reparte su tiempo entre las amigas de su madre, un grupo de ancianas autodenominado «los Cisnes», y un montón de chicas adolescentes a las que imparte un taller de poesía.
Mi comentarioLa novela me ha parecido muy interesante en cuanto a la forma, aunque quizás no sorprendente por el argumento: mujer abandonada por el marido tras muchos años de matrimonio y vida en común. Ella,
Mia, es poeta y, tras su paso por una clínica mental para superar el abandono, busca refugio en su localidad natal donde reside su madre. Allí se repondrá del desequilibrio psíquico que la actuación del marido le ocasionó; lo conseguirá, además de visitando y conversando con su madre
Laura, impartiendo un Taller de Poesía a siete chicas adolescentes; también contribuirá a su mejoría la amistad que hará con sus vecinos, una joven pareja que tiene dos niños pequeños.
Lo magnífico de esta novela es, como digo, la manera de presentar la historia: con mezcla de géneros (narración, poesía, teatro...), de subgéneros (tragedia, comedia...) y de formatos (escritura, visual [incluye tres o cuatro dibujitos], guion cinematográfico...); con innovaciones tipográficas; a través de un fuerte culturalismo (literatura sobre todo, pero también Cine, y mucha mucha filosofía [el Maestro Eckhart, Schelling, Hegel, Heidegger)... Quienes hayan pasado ya por mi reseña sobre "
El mundo deslumbrante" habrán comprobado que estos procedimientos formales coinciden con los que empleó en esa novela publicada en 2014 y que en mi comentario señalé.
Formalmente, como digo, muchas cosas hay en esta novela que me han gustado. De ellas destacaré especialmente la
metaliteratura que hay en ella. Me refiero a la manera que tiene la autora de plasmar, vía narrativa, contenidos y reflexiones sobre la construcción literaria. Quizás una muestra de ello pueda verse en la explicación del recurso "deus ex machina" que ejemplifica en uno de sus personajes:
«Pero entonces, como caído del cielo, igual que sucede en las novelas, especialmente en las novelas de los siglos
XVIII y XIX, la madrina de Lola, una solterona frugal que había trabajado como administradora en la Universidad de St. Joseph durante cincuenta años, murió, y esa anciana deus ex máchina dejó a su ahijada una vajilla completa de porcelana de Wedgwood y cien mil dólares»
Realiza Siri Hustvedt una novela que va construyendo dialécticamente; quiero decir, en constante diálogo con quienes la estamos leyendo a quienes nos interroga, comunica sus dudas e incluso interpela. Me ha parecido de lo más logrado el uso que hace del Club de Lectura al que pertenece Laura, la madre de Mía, para presentar a veces estas reflexiones sobre la arquitectura literaria. Este Club de Lectura está leyendo 'Persuasión', novela de Jane Austen, novelista de finales del XVIII y principios del XIX. Las mujeres que integran el grupo de lectura debatiendo sobre esta novela se enzarzan en dirimir si quien habla en ella es una narradora, un narrador o la propia autora, momento en que la mismísima Siri Hustvedt entra directamente en la narración para sin artificio alguno decir que «la palabra escrita esconde el cuerpo de quien la escribe. Después de todo, yo podría ser un HOMBRE que se hace pasar por una mujer. Diréis que eso es poco probable después de leer toda esa cháchara feminista, pero ¿podéis estar seguros?». Y a mí esto, amigos, me parece una genialidad pues la escritora está hablando de muchísimas cosas a un tiempo: de ella misma, del personaje de Mía, de la escritora Jane Austen, de los hombres y mujeres, de pura narratología. Este procedimiento formal tiene un nombre que ahora mismo no recuerdo, pero eso no es lo importante; lo que importa es el efecto del mismo.
Como se ve en la cita anterior la autora introduce mayúsculas en el texto con clara intención estilística. En la cita de marras para contraponer los dos géneros humanos y la preeminencia de uno sobre el otro. En otras, por ejemplo, «Yo conocía a personas que me mataban de aburrimiento porque carecían de discurso y de reflexión (el ESTÚPIDO CON AIRE DE SUFICIENCIA) y otras que, a pesar de ser capaces de complejas cavilaciones, vivían dentro de una caja impenetrable, inmunes al diálogo (los INTELIGENTES MUERTOS EN VIDA)», el juego tipográfico de mayúsculas entre minúsculas cumple la función de las acotaciones teatrales que aquí, en la narración, confieren viveza al texto evitando descripciones y circunloquios que de usarlos habrían producido un texto mucho más tedioso. Es otra muestra de hibridación literaria.
Pero sin lugar a dudas son las interpelaciones directas al lector lo que me parece más interesante dado que con esos interrogantes ella, Siri Hustvedt, muestra a lo vivo el proceso de escritura ante el lector. Así tras una reflexión de tipo metaliterario («La ficción constituye un vasto territorio de fronteras imprecisas y no hay certeza sobre dónde empieza y dónde termina. El mapa de las falsas ilusiones se va trazando según pautas acordadas de forma colectiva.») se pone en la piel del lector al ser consciente del escaso progreso que está experimentando su relato
«Pronto, pensaréis, llegaremos a algún cruce o a una bifurcación en el camino. Aparecerá la ACCIÓN.»
[…]
«a ver si alguna de esas ancianas o alguna de esas adolescentes poetas o la vecina joven y afable o la endeble versión de una niña de cuatro años que aspira a ser Harpo Marx o incluso el pequeñito Simón HACEN ALGO»
No se puede negar, como se ve, que la Hustvedt tiene sentido del humor. Efectivamente en estas reflexiones de naturaleza metaliteraria hay distanciamiento irónico, hay
humor inteligente. Una inteligencia, que mezclada con lo que en cine se suele denominar chiste privado, me ha hecho sonreír al leer que una actuación idéntica en dos personas se produce
cuando suena «la música del azar»,
como lo ha expresado un eminente novelista norteamericano. Novelista que, a poco que se indague o se recuerden títulos literarios, no es otro que su marido
Paul Auster. Evidentemente es una broma, un homenaje, un piropo, o como queramos denominarlo, de naturaleza privada muy emotivo.
De la trama que ofrece la autora en esta novela he dicho al inicio de mi comentario que no me parece demasiado sorprendente. Sí, claro, que un marido tras 29 años de apacible matrimonio decida abandonar a su mujer por una mujer más joven desde luego no es nada novedoso; sin embargo a Mia, la protagonista, que Boris Izcovich la abandone la descoloca por completo. Sus conversaciones con su madre y con el resto de componentes de los Cinco Cisnes de Rolling Meadows [nombre del edificio donde reside la madre], en especial con Abigail, le servirán para analizar y sopesar debidamente lo sucedido y reencontrarse consigo misma a través de lo vivido por estas mujeres mayores. También el comportamiento del grupo de siete adolescentes a las que imparte un Taller de Poesía le sirve para mostrar una cierta especificidad distintiva de lo femenino respecto a lo masculino.
Siri Hustvedt plasma en este libro una visión feminista coherente y equilibrada respecto de las supuestas identidades del hombre y de la mujer. Afirma, apoyándose en estudios científicos de valor, que no hay diferencias biológicas de peso que afirmen un distinto modo de comportamiento entre ambos sexos («La extendida creencia de que las mujeres presentan un esplenio de dimensiones mayores que el de los hombres y, por consiguiente, piensan de forma distinta es insostenible.») y que no porque algo lo piense mucha gente eso se convierte en verdad. Lo que sí ha ocurrido, afirma en un momento en que la novela adopta casi casi el formato ensayístico, es que el hombre se ha apropiado con frecuencia de labores brillantes producidas por algunas mujeres. Y como argumento se va hasta la fenomenología de Merleau-Ponty y Edmund Husserl. De Husserl y sus trabajos sobre eso que llamamos identidad propia dice que «LA MUJER de este último, fue quien dirigió los pasos del pensador llevándolo de vuelta hasta Hegel, Kant y Hume cuando fue necesario». Y para universalizar el razonamiento, dirigiéndose a los lectores, concluye: «Después de todo, Queridos Lectores, os pregunto: ¿Cuántos hombres agradecen a sus mujeres tal o cual servicio?»
Lo que maravilla -al menos a mí me ha producido un efecto semejante- es comprobar cómo la escritora se mueve a lo largo y ancho del relato con facilidad encomiable. Salta del momento presente, de ese verano sin hombres que está pasando en Bonden, al pasado de su adolescencia y primeros escarceos eróticos para a renglón seguido recordar un poema de Lawrence o de Thomas Traherne (poeta inglés del siglo XVII), o a visualizar una foto de su madre Laura y su tío Harry de niños que parece estar premonizando el futuro, o a una acción coincidente con su estancia en Bonden desarrollada en Nueva York por su hija Daisy junto a su padre Boris, o a recordar cuando ella y Boris se conocieron, o a esos recuerdos que el Cisne Abigail le cuenta a Mia mientras le muestra unos bordados que esconden algunas «picardías», etc.
Y es que el tiempo es asunto central en este relato. Se muestra en la novela todo el desarrollo temporal de los seres humanos: el nacimiento representado en la inocencia, dulzura y embeleso amoroso que provoca Simón, el bebé pelón de cinco meses de la vecina Lola; el mundo mágico infantil de Flora, hermana de cinco años de Simón, siempre disfrazada con una peluca; la adolescencia, etapa de formación en la que lo mejor y lo peor del ser humano van de la mano, representada en el comportamiento de las siete niñas capaces de realizar hermosos poemas y también de bromas crueles; la crianza de los hijos que mal que bien realizan Pete y Lola en medio de peleas y discusiones, aunque también de entrega amorosa; los 29 años de matrimonio de Mia y Boris con el miedo a que el tiempo se escape y el lógico deseo de atraparlo («¿Puedo en verdad culpar a Boris por su Pausa, por su necesidad de aprovechar la vida al máximo mientras pudiese, mientras tuviera todavía tiempo, tiempo para alguien que se estaba convirtiendo en un carroza?»); y por último, la estación término que supone el edificio de apartamentos para personas mayores -eufemismo para evitar la connotación negativa de la expresión Residencia de Ancianos- donde reside Laura con otras personas algunas de las cuales van quedándose por el camino (George, de 102 años, muere un día; Regina es trasladada a otro sector del edificio, a la zona de los residentes con alzhéimer; Abigail se rompe una cadera; y así).
Esta fugacidad del tiempo es materia reflexiva en este relato. La narradora en primera persona que es
Mia -hay veces, muy ocasionalmente, en que cambia a la segunda- utiliza precisamente
la escritura como (re)medio para retenerlo, o más bien, para fijarlo. Gracias al acto de escribir se puede romper la inexorable linealidad discursiva del tiempo haciendo presente -el único de ellos auténticamente real- el pasado y el que un día fue futuro para enseguida convertirse también en pasado:
«Lo que un día fue futuro es ahora pasado, pero el pasado vuelve en forma de recuerdo presente, está aquí y ahora, mientras escribo. De nuevo estoy escribiéndome en otro sitio. Pero no hay nada que me impida hacerlo, ¿no es así?»
También, y conviene no olvidarlo, Mia está pasando este verano en Bonden convaleciente de su paso por el Hospital mental en el que ha estado ingresada para superar la "Pausa" que Boris ha decidido tomarse. La escritura de este relato le va a servir para valorar en su justa medida todos los extremos de la situación a la que se ha visto abocada. Es un uso de la escritura como terapia.
Final
La novela sólo tiene 224 páginas, y en tan pequeño espacio contiene una elevada calidad literaria en forma de recursos utilizados, innovaciones estilísticas, tipografía diversa, figuras del narrador variadas, personajes bien caracterizados, hibridación de géneros y subgéneros literarios... Desde el lado de lo narrado mucho es lo que se toca aquí aunque sin duda alguna sea la condición temporal del ser humano la que prima sobre el resto. Y dentro del tiempo inmovilizado gracias a la escritura es la dualidad hombre-mujer la que se examina siempre utilizando un inmenso fondo de armario culturalista aplicado de forma pertinente: el Cine, citas de poetas, alusiones a filósofos (en especial a los existencialistas Heidegger y Kierkegaard. De este último Mia lee por sexta vez su obra "La repetición", lo que evidentemente nos devuelve de nuevo al ámbito temporal y a la relación de pareja), y sobre todo la narrativa de Jane Austen y su novela "Persuasión".
Evidentemente -la misma escritora lo recalca en un momento del relato- la novela rezuma feminismo por todos sus poros. Es una historia de mujeres, escrita por una mujer, narrada y protagonizada por una mujer que busca puerto seguro en otras mujeres cuando su seguridad -«mi Muro», dice ella- ha decidido tomarse un tiempo -hacer «una pausa»- en su matrimonio. Y pese a esto trasciende del relato un cierto tratamiento humorístico de la situación gracias a lo cual la narración no se ahoga en un mar de reproches, insultos, etc. contra el macho tan frecuente en algunos relatos de corte feminista.
Como cierre de la reseña colocaré el Haiku que Mía recita en la sesión poética que no se sabe cómo acabaron haciendo un día ella y los Cisnes de Rolling Meadows. Creo que es una síntesis perfecta de lo esencial que transmite esta novela:
«yo recité el poema «Haiku» de Ron Padgett. "Eso sí ha sido rápido. / Me refiero a la vida."»
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