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27 may 2021

"El verano sin hombres" de Siri Hustvedt

26 comentarios:

✔«El reloj despertador había sonado. Los ancianos languidecen y mueren. Todos lo sabemos, pero los ancianos lo saben mucho mejor que el resto de nosotros. Viven en un mundo de pérdidas continuas y eso, como había dicho mi madre, es muy ingrato.»

✔«El tiempo nos confunde, ¿verdad? Los físicos saben cómo jugar con él, pero el resto de nosotros tenemos que ajustarnos a un presente vertiginoso que se transforma en un pasado incierto y, por más embrollado que ese pasado resida en nuestra memoria, siempre avanzamos inexorablemente hacia nuestro final.»

A Siri Hustvedt, como tantas veces ocurre con algunas personas, llegué vía su pareja, el escritor norteamericano Paul Auster. La figura de Auster, sin embargo, y afortunadamente, no oscurece para nada la de su mujer. Tanto es así que pocas veces -quizás yo en este preciso instante esté entrando en contradicción conmigo mismo- se alude a ella como "la mujer de...". En fin, veo que estoy volviendo a decir casi lo mismo que escribí en junio de 2018 -¡tres años hace ya!- sobre esta estupenda escritora de la que la wikipedia dice que es "una novelista, ensayista y poeta feminista estadounidense de padres noruegos". Eso es lo que es, nada más y nada menos que eso. 

Pues bien, en esa fecha de 2018 leí "El mundo deslumbrante", mi primer acercamiento a la escritora norteamericana y quedé deslumbrado por la magia, poesía, ideas y buen hacer que demostraba allí. Escribí una entusiasta reseña sobre la misma que quien quiera puede leer aquí. Como no quisiera repetirme en exceso -parece que hoy voy de paradoja en paradoja como en el juego de la oca- recomiendo que paséis por esa reseña ahora o cuando acabéis de leer ésta si es que tenéis aguante de llegar hasta el final de la misma. ¿Por qué os recomiendo esa lectura? Pues simple y llanamente porque desde el punto de vista de estilo, tratamiento de la forma, asuntos que se tocan y tal, ambas obras son muy semejantes. Naturalmente la anécdota en una y otra son diferentes, aunque, si bien se mira, no tanto.  En fin, vamos a centrarnos en lo que toca, que no es otra cosa que hablar de "El verano sin hombres", novela de Siri Hustvedt aparecida en 2011, tres años antes que "El mundo deslumbrante".



Sinopsis (proporcionada por la editorial)
Un día, después de treinta años de matrimonio sin fisuras, el esposo de Mia, un reconocido neurocientífico, le pide una «pausa». Una petición inesperada que en realidad significa que tiene una aventura con una colega más joven que ella y que hará que Mia sufra una crisis y sea ingresada en una clínica. Tras recibir el alta, decide volver a la ciudad de su infancia, Bonden, donde pasará un verano inolvidable mientras reparte su tiempo entre las amigas de su madre, un grupo de ancianas autodenominado «los Cisnes», y un montón de chicas adolescentes a las que imparte un taller de poesía. 

Mi comentario
La novela me ha parecido muy interesante en cuanto a la forma, aunque quizás no sorprendente por el argumento: mujer abandonada por el marido tras muchos años de matrimonio y vida en común. Ella, Mia, es poeta y, tras su paso por una clínica mental para superar el abandono, busca refugio en su localidad natal donde reside su madre. Allí se repondrá del desequilibrio psíquico que la actuación del marido le ocasionó; lo conseguirá, además de visitando y conversando con su madre Laura, impartiendo un Taller de Poesía a siete chicas adolescentes; también contribuirá a su mejoría la amistad que hará con sus vecinos, una joven pareja que tiene dos niños pequeños. Lo magnífico de esta novela es, como digo, la manera de presentar la historia: con mezcla de géneros (narración, poesía, teatro...), de subgéneros (tragedia, comedia...) y de formatos (escritura, visual [incluye tres o cuatro dibujitos], guion cinematográfico...); con innovaciones tipográficas; a través de un fuerte culturalismo (literatura sobre todo, pero también Cine, y mucha mucha filosofía [el Maestro Eckhart, Schelling, Hegel, Heidegger)... Quienes hayan pasado ya por mi reseña sobre "El mundo deslumbrante" habrán comprobado que estos procedimientos formales coinciden con los que empleó en esa novela publicada en 2014 y que en mi comentario señalé.

editorial Seix Barral, editorial Anagrama
Formalmente, como digo, muchas cosas hay en esta novela que me han gustado. De ellas destacaré especialmente la metaliteratura que hay en ella. Me refiero a la manera que tiene la autora de plasmar, vía narrativa, contenidos y reflexiones sobre la construcción literaria. Quizás una muestra de ello pueda verse en la explicación del recurso "deus ex machina" que  ejemplifica en uno de sus personajes: 
«Pero entonces, como caído del cielo, igual que sucede en las novelas, especialmente en las novelas de los siglos XVIII y XIX, la madrina de Lola, una solterona frugal que había trabajado como administradora en la Universidad de St. Joseph durante cincuenta años, murió, y esa anciana deus ex máchina dejó a su ahijada una vajilla completa de porcelana de Wedgwood y cien mil dólares» 
Realiza Siri Hustvedt una novela que va construyendo dialécticamente; quiero decir, en constante diálogo con quienes la estamos leyendo a quienes nos interroga, comunica sus dudas e incluso interpela. Me ha parecido de lo más logrado el uso que hace del Club de Lectura al que pertenece Laura, la madre de Mía, para presentar a veces estas reflexiones sobre la arquitectura literaria. Este Club de Lectura está leyendo 'Persuasión', novela de Jane Austen, novelista de finales del XVIII y principios del XIX. Las mujeres que integran el grupo de lectura debatiendo sobre esta novela se enzarzan en dirimir si quien habla en ella es una narradora, un narrador o la propia autora, momento en que la mismísima Siri Hustvedt entra directamente en la narración para sin artificio alguno decir que «la palabra escrita esconde el cuerpo de quien la escribe. Después de todo, yo podría ser un HOMBRE que se hace pasar por una mujer. Diréis que eso es poco probable después de leer toda esa cháchara feminista, pero ¿podéis estar seguros?». Y a mí esto, amigos, me parece una genialidad pues la escritora está hablando de muchísimas cosas a un tiempo: de ella misma, del personaje de Mía, de la escritora Jane Austen, de los hombres y mujeres, de pura narratología. Este procedimiento formal tiene un nombre que ahora mismo no recuerdo, pero eso no es lo importante; lo que importa es el efecto del mismo.

Como se ve en la cita anterior la autora introduce mayúsculas en el texto con clara intención estilística. En la cita de marras para contraponer los dos géneros humanos y la preeminencia de uno sobre el otro. En otras, por ejemplo, «Yo conocía a personas que me mataban de aburrimiento porque carecían de discurso y de reflexión (el ESTÚPIDO CON AIRE DE SUFICIENCIA) y otras que, a pesar de ser capaces de complejas cavilaciones, vivían dentro de una caja impenetrable, inmunes al diálogo (los INTELIGENTES MUERTOS EN VIDA)», el juego tipográfico de mayúsculas entre minúsculas cumple la función de las acotaciones teatrales que aquí, en la narración, confieren viveza al texto evitando descripciones y circunloquios que de usarlos habrían producido un texto mucho más tedioso. Es otra muestra de hibridación literaria.

Pero sin lugar a dudas son las interpelaciones directas al lector lo que me parece más interesante dado que con esos interrogantes ella, Siri Hustvedt, muestra a lo vivo el proceso de escritura ante el lector. Así tras una reflexión de tipo metaliterario («La ficción constituye un vasto territorio de fronteras imprecisas y no hay certeza sobre dónde empieza y dónde termina. El mapa de las falsas ilusiones se va trazando según pautas acordadas de forma colectiva.») se pone en la piel del lector al ser consciente del escaso progreso que está experimentando su relato
«Pronto, pensaréis, llegaremos a algún cruce o a una bifurcación en el camino. Aparecerá la ACCIÓN
[…]
«a ver si alguna de esas ancianas o alguna de esas adolescentes poetas o la vecina joven y afable o la endeble versión de una niña de cuatro años que aspira a ser Harpo Marx o incluso el pequeñito Simón HACEN ALGO»
No se puede negar, como se ve, que la Hustvedt tiene sentido del humor. Efectivamente en estas reflexiones de naturaleza metaliteraria hay distanciamiento irónico, hay humor inteligente. Una inteligencia, que mezclada con lo que en cine se suele denominar chiste privado, me ha hecho sonreír al leer que una actuación idéntica en dos personas se produce  cuando suena «la música del azar», como lo ha expresado un eminente novelista norteamericano. Novelista que, a poco que se indague o se recuerden títulos literarios, no es otro que su marido Paul Auster. Evidentemente es una broma, un homenaje, un piropo, o como queramos denominarlo, de naturaleza privada muy emotivo. 

De la trama que ofrece la autora en esta novela he dicho al inicio de mi comentario que no me parece demasiado sorprendente. Sí, claro, que un marido tras 29 años de apacible matrimonio decida abandonar a su mujer por una mujer más joven desde luego no es nada novedoso; sin embargo a Mia, la protagonista, que Boris Izcovich la abandone la descoloca por completo. Sus conversaciones con su madre y con el resto de componentes de los Cinco Cisnes de Rolling Meadows [nombre del edificio donde reside la madre], en especial con Abigail, le servirán para analizar y sopesar debidamente lo sucedido y reencontrarse consigo misma a través de lo vivido por estas mujeres mayores. También el comportamiento del grupo de siete adolescentes a las que imparte un Taller de Poesía le sirve para mostrar una cierta especificidad distintiva de lo femenino respecto a lo masculino. 

Siri Hustvedt plasma en este libro una visión feminista coherente y equilibrada respecto de las supuestas  identidades del hombre y de la mujer. Afirma, apoyándose en estudios científicos de valor, que no hay diferencias biológicas de peso que afirmen un distinto modo de comportamiento entre ambos sexos («La extendida creencia de que las mujeres presentan un esplenio de dimensiones mayores que el de los hombres y, por consiguiente, piensan de forma distinta es insostenible.») y que no porque algo lo piense mucha gente eso se convierte en verdad. Lo que sí ha ocurrido, afirma en un momento en que la novela adopta casi casi el formato ensayístico, es que el hombre se ha apropiado con frecuencia de labores brillantes producidas por algunas mujeres. Y como argumento se va hasta la fenomenología de Merleau-Ponty y Edmund Husserl. De Husserl y sus trabajos sobre eso que llamamos identidad propia dice que «LA MUJER de este último, fue quien dirigió los pasos del pensador llevándolo de vuelta hasta Hegel, Kant y Hume cuando fue necesario». Y para universalizar el razonamiento, dirigiéndose a los lectores, concluye: «Después de todo, Queridos Lectores, os pregunto: ¿Cuántos hombres agradecen a sus mujeres tal o cual servicio?»

Lo que maravilla -al menos a mí me ha producido un efecto semejante- es comprobar cómo la escritora se mueve a lo largo y ancho del relato con facilidad encomiable. Salta del momento presente, de ese verano sin hombres que está pasando en Bonden, al pasado de su adolescencia y primeros escarceos eróticos para a renglón seguido recordar un poema de Lawrence o de Thomas Traherne (poeta inglés del siglo XVII), o a visualizar una foto de su madre Laura y su tío Harry de niños que parece estar  premonizando el futuro, o a una acción coincidente con su estancia en Bonden desarrollada en Nueva York por su hija Daisy junto a su padre Boris, o a recordar cuando ella y Boris se conocieron, o a esos recuerdos que el Cisne Abigail le cuenta a Mia mientras le muestra unos bordados que esconden algunas «picardías», etc.

Y es que el tiempo es asunto central en este relato. Se muestra en la novela todo el desarrollo temporal de los seres humanos: el nacimiento representado en la inocencia, dulzura y embeleso amoroso que provoca Simón, el bebé pelón de cinco meses de la vecina Lola; el mundo mágico infantil de Flora, hermana de cinco años de Simón, siempre disfrazada con una peluca; la adolescencia, etapa de formación en la que lo mejor y lo peor del ser humano van de la mano, representada en el comportamiento de las siete niñas capaces de realizar hermosos poemas y también de bromas crueles; la crianza de los hijos que mal que bien realizan Pete y Lola en medio de peleas y discusiones, aunque también de entrega amorosa; los 29 años de matrimonio de Mia y Boris con el miedo a que el tiempo se escape y el lógico deseo de atraparlo («¿Puedo en verdad culpar a Boris por su Pausa, por su necesidad de aprovechar la vida al máximo mientras pudiese, mientras tuviera todavía tiempo, tiempo para alguien que se estaba convirtiendo en un carroza?»); y por último, la estación término que supone el edificio de apartamentos para personas mayores -eufemismo para evitar la connotación negativa de la expresión Residencia de Ancianos- donde reside Laura con otras personas algunas de las cuales van quedándose por el camino (George, de 102 años, muere un día; Regina es trasladada a otro sector del edificio, a la zona de los residentes con alzhéimer; Abigail se rompe una cadera; y así).

Paul Auster, literatura norteamericana, Feminismo
Esta fugacidad del tiempo es materia reflexiva en este relato. La narradora en primera persona que es Mia -hay veces, muy ocasionalmente, en que cambia a la segunda- utiliza precisamente la escritura como (re)medio para retenerlo, o más bien, para fijarlo. Gracias al acto de escribir se puede romper la inexorable linealidad discursiva del tiempo haciendo presente -el único de ellos auténticamente real- el pasado y el que un día fue futuro para enseguida convertirse también en pasado:
«Lo que un día fue futuro es ahora pasado, pero el pasado vuelve en forma de recuerdo presente, está aquí y ahora, mientras escribo. De nuevo estoy escribiéndome en otro sitio. Pero no hay nada que me impida hacerlo, ¿no es así?»
También, y conviene no olvidarlo, Mia está pasando este verano en Bonden convaleciente de su paso por el Hospital mental en el que ha estado ingresada para superar la "Pausa" que Boris ha decidido tomarse. La escritura de este relato le va a servir para valorar en su justa medida todos los extremos de la situación a la que se ha visto abocada. Es un uso de la escritura como terapia.

Final
La novela sólo tiene 224 páginas, y en tan pequeño espacio contiene una elevada calidad literaria en forma de recursos utilizados, innovaciones estilísticas, tipografía diversa, figuras del narrador variadas, personajes bien caracterizados, hibridación de géneros y subgéneros literarios... Desde el lado de lo narrado mucho es lo que se toca aquí aunque sin duda alguna sea la condición temporal del ser humano la que prima sobre el resto. Y dentro del tiempo inmovilizado gracias a la escritura es la dualidad hombre-mujer la que se examina siempre utilizando un inmenso fondo de armario culturalista aplicado de forma pertinente: el Cine, citas de poetas, alusiones a filósofos (en especial a los existencialistas Heidegger y Kierkegaard. De este último Mia lee por sexta vez su obra "La repetición", lo que evidentemente nos devuelve de nuevo al ámbito temporal y a la relación de pareja), y sobre todo la narrativa de Jane Austen y su novela "Persuasión". 

Evidentemente -la misma escritora lo recalca en un momento del relato- la novela rezuma feminismo por todos sus poros. Es una historia de mujeres, escrita por una mujer, narrada y protagonizada por una mujer que busca puerto seguro en otras mujeres cuando su seguridad -«mi Muro», dice ella- ha decidido tomarse un tiempo -hacer «una pausa»- en su matrimonio. Y pese a esto trasciende del relato un cierto tratamiento humorístico de la situación gracias a lo cual la narración no se ahoga en un mar de reproches, insultos, etc. contra el macho tan frecuente en algunos relatos de corte feminista.

Como cierre de la reseña colocaré el Haiku que Mía recita en la sesión poética que no se sabe cómo acabaron haciendo un día ella y los Cisnes de Rolling Meadows. Creo que es una síntesis perfecta de lo esencial que transmite esta novela:
«yo recité el poema «Haiku» de Ron Padgett. "Eso sí ha sido rápido. / Me refiero a la vida."»
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21 may 2021

Ralph Waldo Emerson. "Naturaleza"

21 comentarios:
Leer, la lectura, el mundo de los libros, en definitiva, provoca con frecuencia que, tras acabar una obra que nos ha resultado grata, los lectores queramos continuar con otro título de la misma autoría; o bien que algo visto o intuido durante el acto de lectura en el finalizado volumen nos lleve a buscar con ahínco  esa novela citada en el texto o nos anime a profundizar en la manera de pensar de ese escritor reverenciado por este o aquel personaje e, incluso, como ha sido en mi caso, por el mismísimo autor. 

Quienes hayáis leído la reseña que escribí sobre la novela "El huerto de Emerson" del extremeño Luis Landero [quienes no lo hayáis hecho, pinchando aquí podéis hacerlo] recordaréis que dediqué un espacio importante a solventar el porqué del título. Resultó que todo procedía de la lectura de unos ensayos del escritor, filósofo y poeta norteamericano Ralph Waldo Emerson, quien en uno de ellos aconsejaba contentarse con lo que por naturaleza nos ha sido dado y sacar de ahí los más frutos posibles que contenga. Esto es lo que Landero denomina 'Huerto de Emerson'.

Me agradó esa traslación de la frase desde el plano de la filosofía del escritor del siglo XIX a una novela memorialista de un escritor del siglo XXI y me propuse saber algo más de Ralph Waldo Emerson y su ideario filosófico. Busqué por mi entorno títulos asequibles del bostoniano que me permitiesen conocer algo de su pensamiento y me topé con que la editorial Nórdica libros acababa de sacar una hermosa edición de uno de sus primeros ensayos. Y digo hermosa edición porque el texto se presenta acompañado de bonitas ilustraciones, -delicadas acuarelas-, realizadas por la argentina residente en Madrid Eugenia Ábalos. 

El autor
Ralph Waldo Emerson (Boston, 1803 - Concord, 1882) fue el líder del trascendentalismo filosófico a principios del siglo XIX. Estudió Teología en Harvard y tras finalizar los estudios se ordenó pastor unitario, aunque la muerte de su mujer le llevó a renunciar al sacerdocio. Su Obra y pensamiento filosófico influyó en discípulos suyos como Nathaniel Hawtorne y Henry David Thoreau; también poetas y filósofos como Whitman o Nietzsche reconocieron la deuda que debían a su producción.


Mi opinión
Trascendentalismo filosófico, Filósofos  americanos del XIX

Personalmente pienso que este breve ensayo presentado en ocho capítulos de escasa extensión, el escritor lo escribió en 1836 simplemente para exponer con argumentos su idea de que todo está creado por un espíritu superior infinito. Evidentemente, sin citarlo, se refiere a Dios y a sostener la idea de que la Creación de todo lo existente en el mundo natural la realizó él mismo a su imagen y semejanza. El hombre está dentro de esta Naturaleza, pero tiene entre los elementos que la componen un rango mayor gracias al entendimiento de que está dotado. En un siglo en el que el positivismo y las ciencias naturales estaban experimentando un auge espectacular Ralph Waldo Emerson quería señalar que si bien el científico observa las cosas, animales, plantas y objetos con afán puramente clasificatorio, debe este estudioso ser consciente de que hay una fuerza espiritual en esos elementos reflejo de quien los creó. E insiste en algún capítulo en que la Naturaleza es, frente a la idea de puro escenario en el que se acumulan objetos y especies de diversa índole, una unidad. A esta unidad es a lo que él llama Paisaje, cuya mera observación lleva al Uno, creador de todo.

El pensamiento de Emerson es claramente panteísta y enlaza directamente con la corriente filosófica del Idealismo. Por proximidad temporal, enlaza primero con el idealismo trascendental de Kant, pero en esencia también con el idealismo platónico. La Belleza, el Lenguaje, y todos los otros elementos que configuran el mundo natural los analiza el filósofo en este ensayo desde la perspectiva idealista. Según esto, todo es simbólico dado que todo es analogía, semejanza, y apunta -¡naturalmente!- a las cualidades inefables del gran Hacedor. 

Por el lado del asunto la obra es muy sencilla, como se ve. Pero ¿qué tiene de interesante además? Pues sin lugar a dudas lo más hermoso de ella es el lenguaje empleado para trasladar al lector estas ideas filosófico-religiosas. Emerson es un poeta y da buena muestra de sus habilidades en este ensayo. Presentar algunas citas tomadas de la obra creo que es mucho mejor que intentar explicar lo difícil o lo casi imposible:
  • «la belleza, en su sentido más amplio y profundo, es una expresión del universo. Dios es la hermosura absoluta pero la belleza de la naturaleza no es suprema. La verdad, la bondad y la belleza no son sino diferentes caras de un mismo todo. Pero la belleza de la naturaleza no es suprema.»
  • «No son sólo las palabras las que son simbólicas, son las cosas las que son simbólicas. Cada hecho natural es un símbolo de algún hecho espiritual
  • «El mundo visible y la relación entre sus partes son el cuadrante donde leemos lo invisible»
  • «Todas las cosas son morales; sus cambios incesantes guardan una relación constante con la naturaleza espiritual. [...] Una hoja, una gota, un cristal o un intervalo de tiempo guardan relación con el todo y participan de la perfección del todo.»
  • «El mundo procede del mismo espíritu que el cuerpo del hombre. [...] Pero difiere del cuerpo en un aspecto importante. No está, como éste, sometido ahora a la voluntad humana. Su orden sereno es inviolable. Es, por lo tanto, para nosotros, el intérprete actual de la mente divina.»
  • «cuando contemplo un paisaje exuberante no atañe tanto a mi propósito el recitar correctamente el orden y la superposición de los estratos como averiguar por qué toda noción de multitud se pierde en una apacible sensación de unidad.»
Finalizada la parte ensayística escrita en prosa, hay un segundo apartado en este libro referido a los mismos asuntos pero expresados ahora en verso. Son 12 poemas que Nórdica Libros ofrece en el idioma original en que fueron escritos y trasladados a nuestro idioma por el buen traductor que es Andrés Catalán.

Son estos poemas bellas composiciones que me han reafirmado en una idea que, ya leyendo el ensayo, sobrevolaba constantemente mi cabeza. Me refiero a que la poesía de nuestro Gustavo Adolfo Bécquer está sin duda alguna muy en la línea de este trascendentalismo emersoniano. Concretamente ha habido un momento en que en vez de estar leyendo a Emerson me parecía estarlo haciendo de la poesía de Bécquer. Véase si no lo siguiente: «todo espíritu se construye una casa, y más allá de su casa, un mundo, y más allá de su mundo, un cielo.» -se lee en el ensayo del norteamericano. Y Bécquer en su Rima XXIII escribe "por una mirada, un mundo / por una sonrisa, un cielo / por un beso... ¡Yo no sé / qué te diera por un beso,".  También, aunque ya no de manera tan directa, la lectura de los poemas del poeta y filósofo norteamericano me ha hecho recordar alguno de los de nuestro Antonio Machado. Dice Emerson: «El agua sirve para beber; el carbón, para calentar; la lana, para abrigar; pero no podemos beber la lana, ni tejer el agua, ni comer el carbón.», lo que ha repentizado en mi memoria unos versos del poeta sevillano contenidos en "Proverbios y Canciones": "bueno es saber que los vasos / nos sirven para beber, / lo malo es que no sabemos / para qué sirve la sed."

Y finalizo como comencé. O sea, volviendo a Luis Landero, el causante de que haya leído "Naturaleza", el primer ensayo filosófico de Ralph Waldo Emerson. En la reseña de "El huerto de Emerson" y también en otras que he hecho de obras del escritor de Albuquerque he resaltado el dominio del vocabulario que tiene, especialmente del léxico rural y campesino que él siempre anhela preservar. Deseo semejante me ha parecido ver en alguno de los poemas del poeta estadounidense contenidos en "Naturaleza". Y como para prueba vale un botón, aquí dejo unos versos de su poema "Añuelo", hermoso ya desde el propio título:
Dadme verdades, 
que estoy cansado de las superficies 
y muero de inanición. Si conociera 
tan solo las especies y hierbas de los bosques, 
la ruda, la potentilla, la hiedra terrestre, la verbena y la agrimonia, 
la alverjana, el trilio, la pelosilla, el sasafrás, 
la asclepia y los oscuros helechos, las pintorescas cañas y droseras, 
y las claras y virtuosas raíces [...]
editorial Nórdica, Ralph Waldo Emerson, Teología y Filosofía

No puedo acabar esta breve reseña sin llamar la atención sobre la belleza de las acuarelas de  Eugenia Ábalos que ilustran esta edición de la editorial Nórdica ya desde la misma portada. Sin duda alguna me atrevo a decir que hoy el libro tiene más valor por estas hermosísimas aguadas que por la propia filosofía contenida en el ensayo dada la superación actual de la misma.

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Nota:

La lectura de este ensayo de Ralph Waldo Emerson me sirve para seguir avanzando en el Reto Nos gustan los clásicos


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16 may 2021

Dominick Dunne. "Una mujer inoportuna"

28 comentarios:

«Jules sacudió la cabeza, pero por una razón diferente. Estaba locamente enamorado de una mujer cuya posición social era incompatible con la suya. Esa era la clase de conversación que nunca tendría con Pauline. Pauline entendía los asuntos internacionales y económicos lo suficientemente bien como para hablar de forma inteligente, y podía mantener su interés cuando hablaba de los acontecimientos y las personalidades del mundo en el que había nacido. Nada de disparatadas teorías sobre Marilyn Monroe. » (pág. 279)

Libros del Asteroide, Una mujer inoportuna, Dominick Dunne
"Una mujer inoportuna" es la tercera novela de Dominick Dunne que leo. La publicación original data de 1990; en España, Libros del Asteroide la publicó en 2019. Fue precisamente ese año cuando leí las otras dos de este escritor publicadas también por Asteroide: "Las dos señoras Grenville" y "Una temporada en el purgatorio". De ambas tengo reseña hecha en este blog que se pueden leer pinchando aquí y aquí.

"Una mujer inoportuna" me ha entretenido, sin duda alguna, pero no me ha sorprendido en absoluto. Quizás mi capacidad de sorpresa se agotó con las otras dos novelas. Algo más procaz y atrevida sí me ha parecido ésta, al mostrar la hipocresía de la alta sociedad y su doble moral sin ningún escrúpulo. A veces su procacidad me ha parecido que enfilaba decididamente hacia lo vulgar, especialmente por el lenguaje exhibido. Pero conviene remarcar que estos momentos son muy puntuales y no ensombrecen para nada los méritos de la novela. 

Al igual que en los dos anteriores títulos lo que se cuenta aquí también está muy unido a la propia experiencia vital del autor: cronista social de Vanity Fair, guionista, buen conocedor de los entresijos del mundo hollywoodense... Pero, ¿qué es lo que se cuenta en este relato? En síntesis, lo siguiente:

El potentado millonario Jules Mendelson, felizmente casado desde hace 22 años con Pauline Petworth, inicia una relación con una camarera de la cafetería a la que todas las mañanas acude. La relación, que podría haber sido banal y durar lo que dura una calorina, sin embargo se extenderá a lo largo de cinco años. Durante este espacio de tiempo Flo March, que así se llama la joven que por edad bien podría ser hija de Jules, irá conquistando espacio público al conseguir que su amante la saque de la jaula de oro en Beverly Hills donde vive y la lleve a cenar, siempre con precauciones, a restaurantes concurridos, aunque nunca dentro de su zona socio-económica de influencia. Pero, tanto va el cántaro a la fuente y es tal la popularidad que tiene el Sr. Mendelson que su infidelidad comienza a ser conocida por personas del entorno que no tienen nada para callarse. 

Pauline Mendelson, la perfecta esposa del importante político y hombre de negocios, dedica el grueso de su tiempo a dar fiestas en la lujosa casa familiar situada en lo alto de la colina de Los Ángeles; a estas fiestas acuden personajes de la política norteamericana y también muchos marchantes y conocedores del mundo del arte. La colección de cuadros que los Mendelson atesoran es objeto de deseo de más de un museo público o privado; todos ansían tener la oportunidad de hacerse con la colección. Estas reuniones y cenas son la manera de acercarse al gran hombre y de ofrecerse a él sin condiciones. Sólo hay un sector social que los Mendelson rehúyen: el del cine y el artisteo. Precisamente es a este mundo al que prestan especial atención Cyril Rathbone, mantenedor de una columna de cotilleos en la Revista Mulholland, y también es el mundillo en el que Flo March desearía verse incluida. Estos dos vectores externos a la realidad Mendelson propiciarán que la estabilidad familiar se tambalee. La causante de ello es esta mujer inoportuna o inconveniente [hay ediciones en las que se ha titulado así] totalmente ajena al mundo de Pauline Mendelson.

Junto a estos personajes y muchos otros más pertenecientes a las altas esferas socioeconómicas aparece un advenedizo, Philip Quennell, llegado a LA  (Los Angeles) para escribir el guion de un documental sobre los estragos de la droga en el mundo del Cine. Como quiera que este escritor se ha hecho famoso por un libro denuncia sobre un adinerado empresario neoyorquino relacionado con Jules Mendelson, Pauline se atreve a invitarlo a una de sus cenas. Allí Philip conoce al mundillo entre los que está Héctor Paradiso, homosexual, muy amigo de Pauline y de Cyril Rathbone. La muerte violenta de éste tras esa cena será el motor que ponga en movimiento todo el relato. Jules decide hacerlo pasar por un suicidio, pero Philip y otros, conocedores de las inclinaciones sexuales de Héctor, piensan que ha sido un asesinato.

El mundo de los negocios del gran hombre, la política en la que está a punto de participar como enviado USA a la Europa Unida que se está conformando en torno a la moneda única del euro, los secretos inconfesables que cualquier persona lleva en su mochila vital, la delincuencia mafiosa que siempre ronda por los tugurios donde los poderosos y bien pensantes alivian sus bajas pasiones, el amor y el sexo de los integrantes del abundante elenco de personajes que confluyen en esta narración, el mundo de los criados y menesterosos (Glyceria, la criada de la estrella del celuloide ya en vías de extinción, Faye Converse; los sirvientes de los Mendelson: Dudley, Jim, Blondell...; Lonny Lodge, chapero; Jo-Jo, pistolero al servicio del ganster Arnie Zwillman; la propia Flo March; etc.), el mundo de la alta sociedad (Rose, la rica alcohólica; los Marty, productores cinematográficos; la directora de la revista Mulholland; etc.)... Todos estos elementos confluyen en esta novela interactuando y creando un mundo plenamente verosímil. De ambos mundos -el de los criados y el de los señores- sirven de nexo de unión Philip Quennell y su novia, la señorita Camilla Ebury que es a su vez sobrina de Héctor y amiga de Pauline.

La novela tiene todos los ingredientes típicos de un best seller: 
  • intriga: encontrar al posible asesino de Héctor Paradiso es un elemento importante sostenedor del relato. Habiendo elementos propios del thriller, sin embargo esto no es lo esencial de la novela. 
  •  adicciones: el alcohol es parte importante de la vida de no pocos personajes. El mismísimo personaje Philip Quennell está escribiendo un guion para un documental sobre los estragos de la droga en Hollywood-
  • corrupción en las altas esferas: en el ámbito policial, judicial, empresarial...
  • culturalismo al alcance de la mayoría de los lectores: pintores impresionista -Van Gogh, Manet...-, el Cine -Marilyn Monroe, Beverly Hills, guionistas, productores...-, etc.
  • sexo presentado de manera más abundante y procaz que en sus anteriores novelas. Hay abundancia de homosexuales en el ámbito de los creadores culturales (cronistas de sociedad, periodistas y algún escritor), que ocultan su inclinación yendo a buscar sexo a locales de baja nota. También se toca el mundo de mujeres que se relacionan con grandes hombres siendo sus amantes. Las esposas de éstos las consideran prostitutas, mientras que ellas y su entorno las califica de simples amigas. 
  • cosmopolitismo: Si algo entusiasma a los lectores de best sellers, ello es la presentación de una vida llena de placeres y lujos ajena a ellos pero ciertamente perteneciente a su oscuro objeto de deseo. El mundo de la gran ciudad con la vorágine de calles y avenidas, la noche, los lujosos barrios residenciales, la espectacularidad de los automóviles que circulan por ellos... Todo esto lo ofrece Dominick Dunne en no pocas ocasiones al hablar de Los Angeles:
    • «Salió de Sunset Boulevard por Benedict Canyon hacia Angelo Drive, donde giró a la izquierda, e inició el tortuoso ascenso por la colina, que tenía unas curvas que erizaban el vello y por las que los forasteros nunca se aventuraban de noche.» [...] «Philip Quennell y Camilla Ebury, de camino desde la casa de Camilla en Bel Air hasta la de Hector Paradiso en Hollywood Hills»
  • Los dos mundos. El "arriba y abajo" que tanto gusta en cualquier best seller aquí aparece. Por mucho que los de arriba quieran no mezclarse con la marginalidad, los bajos fondos de la sociedad, tal cosa se hace poco menos que imposible. 
Una mujer inoportuna, Dominick Dunne
Una mujer inoportuna
se publica, como ya he dicho, en 1990, cuatro años después de Las dos señoras Grenville y tres antes de Una temporada en el purgatorio. El dato me parece de interés a la hora de comprender la aparición de algún personaje en ella que ya lo hizo en la anterior o que lo hará en la siguiente. Así el cronista social, periodista y escritor Basil Plant que narra la historia en la novela aparecida en 1986, en ésta es citado como el autor de un manuscrito que cuando él fue asesinado [este hecho ha sucedido fuera de los hechos narrados en una y otra novelas, creo recordar] desapareció y que es buscado por el mundo editorial dado que su contenido acerca de la manera de vivir de los ricos y poderosos promete ser de lo más sabroso. El título de la supuesta novela inacabada es "Candles at lunch" («El libro será finalmente publicado en primavera. Ha despertado un enorme interés entre los clubes de lectura y la industria del cine.») y de manera azarosa ha ido a parar a la vacía biblioteca de un chapero, Lonny Edge, que tiene  en el relato un importante papel.

Del mismo modo, al haber caído en mis manos antes de este libro el de su última novela, Una temporada en el purgatorio, según que avanzaba en Una mujer inoportuna, la figura del abogado Sims Lord, que lleva con pulcritud y fidelidad los asuntos económicos de los Mendelson, me sonaba en mi cabeza como conocido. Y así es, si bien es en ésta donde tiene su primera aparición. De aquí puede inferirse esa máxima que entre lectores suele sostenerse y que podría formularse así: "De la importancia de leer las obras por el orden debido". En fin, es una pequeña broma que me hago a mí mismo en voz alta. 

Y al propósito de bromas, no quiero que se me escape el punto humorístico que Dominick Dunne introduce en algunos momentos en la narración. El más divertido e incisivo por atacar directamente al gremio del que el propio autor formaba parte es cuanto dice de la crítica literaria del Mullholand, Hortense Madden. Esta mujer, seria en apariencia y contrapunto de la superficialidad de, por ejemplo, Cyril Rathbone, el encargado de la columna de cotilleos sociales, también tiene su lado oscuro, divertido por demás. Es una gran humorada, a mi ver, colocar a una critica literaria engolfándose en un club nocturno gay haciendo de cantante «en su vida secreta como Marvene McQueen». Hortense Madden, la muy temida crítica literaria de la revista Mulholland que «habría descubierto el borrador perdido de Candles at lunch de Basil Plant, su famosa novela inacabada».

La narración es en 3ª persona. Es un narrador externo que se muestra omnisciente y conocedor de todos los entresijos. Los 30 capítulos en que se distribuye la narración están precedidos por unos breves fragmentos confesionales dictados por el personaje de Flo March a una grabadora en los que ella rememora, desde su particular perspectiva y en primera persona, el episodio que a continuación vamos a leer narrado por ese otro narrador externo a los sucesos. "Las cintas de Flo" que así se denominan estos dictados son 29 y cumplen en el desarrollo de la trama un importante papel que naturalmente aquí no se puede desvelar si es que no se quiere destrozar el placer de esta lectura.

Final
Repasando las reseñas que hice en este blog sobre las otras dos novelas que he leído de Dominick Dunne reparo en que la correspondiente a Las dos señoras Grenville finalizaba imponiéndome a mí mismo una tarea que para nada he cumplido. Era la de indagar un poquito sobre la evidente inclinación que el escritor muestra en estas novelas por nuestro país. Es verdad que España aparece siempre de una u otra manera citada en cualquiera de sus relatos. En ésta, por ejemplo, se nos dice que el marido de Camilla Ebury falleció de infarto repentino durante una visita turística que el matrimonio y su hija  hicieron a Barcelona; y también, como en las otras novelas, las alusiones a pintores españoles son más que frecuentes, si bien en Una mujer inoportuna aparecen en menor cantidad (p.e. [Casper, el joven productor de cine lucía una chaqueta Armani que] «se abría sobre su camiseta estampada con una reproducción del Guernika de Picasso») que en las otras dos en las que las alusiones a Dalí, Miró, Picasso... son abundantes. 

Sigo, pues, con la misma tarea que me impuse hace ya dos años: ¿Tenía una relación especial Dominick Dunne con España? Espero resolver esta cuestión algún día.  Pero si alguien tuviera alguna información me encantaría conocerla. Gracias de antemano.
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10 may 2021

"El huerto de Emerson" por Luis Landero

27 comentarios:

«Yo soy de los que viven, archivan en la memoria, y luego, al recordar, me lo reinvento casi todo. Yo solo necesito un poquito de realidad para escribir; lo demás es añadido imaginario.» (pág. 98)

El huerto de Emerson, Luis Landero, Novela
En 2015 cuando leí "El balcón en invierno" de Landero pocos se asomaban al muy humilde mío, quiero decir a este blog, que en ese momento tenía escaso tiempo de vida y era poco conocido por estos pagos. Tras haber visitado —leído— "El huerto de Emerson" con interés he ido como no podía ser de otro modo a recuperar mis impresiones sobre ese balcón al que salí hace seis años largos y no puedo por menos —perdóneseme la inmodestia— que reconocer que lo que allí vertí [pincha aquí para acceder a esa reseña] sobre la publicación de este Gran Faroni de nuestra literatura, Luis Landero, podría reproducirlo casi al pie de la letra para comentar esta última obra autobiográfica, novela memorialista, ensayo intimista o como quiera que el carácter proteico de la literatura hoy decida calificarla.

No es Landero un escritor al uso, quiero decir, facilón. No, desde luego que no. Su literatura surge de lo más profundo de sí mismo. Podría decir —repetir, pues creo haberlo ya dicho en otro lugar de este blog— que constantemente nos está hablando de él y su mundo. Si en otros de sus libros podría quedar algún atisbo de duda, en éste la declaración de lo que digo parte ya del propio título de la obra: "El huerto de Emerson". ¿De qué huerto nos habla? ¿Quién es Emerson? Hay que leer los 15 apartados en que se estructura esta obra para hallar la respuesta debida a ambas preguntas. Pero si aún no lo habéis hecho un poco de ayuda nunca viene mal. Seguid leyendo.

La primera cuestión no se entiende sin la segunda. Emerson es un escritor, poeta y filósofo estadounidense que vivió durante el siglo XIX y fue fundador del movimiento denominado trascendentalismo, pensamiento filosófico que parte de Kant, sigue por Fichte y desemboca en Schopenhauer. En esencia lo que venía a decir Emerson a cuyo huerto viene Landero a recoger lechugas y hortalizas es que el contacto de la persona con la naturaleza  provoca que a través de la intuición y la mera observación se pueda conectar con la 'energía cósmica', o sea, vamos, en último término con Dios; quiere decirse, pues, que el trascendentalismo es una especie de panteísmo. Pero a Luis Landero lo que más le sedujo del  pensamiento de Emerson es la declaración del norteamericano de que hay que valorarse en lo que uno es, que hay que conocerse a uno mismo, que «cada cual ha de aceptarse a sí mismo tal como es, y aceptarse además con orgullo y contento. Que a todos nos ha tocado en suerte un terrenito en el que laborar». Este terrenito es el huerto al que alude en el título. En definitiva, él mismo.

Trascendentalismo, William Carlos Williams, Paterson, Jim Jarmusch
A raíz de la lectura de este libro he recordado una hermosísima película que vi hace ya unos años que bebía en el pensamiento y filosofía de Ralph Waldo Emerson. Me refiero a "Paterson" del director Jim Jarmusch que hace cinco años ya reseñé en este blog. En el film, la pareja protagonista se siente atraída por la 'poesía de las cosas' de William Carlos Williams, poeta norteamericano que bebía de este transcendentalismo de Emerson. Todo como se ve está muy muy relacionado.

Pero a lo que vamos. Landero en esta novela-ensayo-memoria-metaliteraria adquiere un cuaderno nuevo y se dispone a escribir. Dice que en contra de lo que acostumbra piensa hacerlo sin plan previo («Siempre he planeado mucho mis libros, pero esta vez quiero que el libro se vaya haciendo solo, y que él solo vaya tomando la forma que mejor le parezca.»). Lo único importante para ser escritor, dice desdoblándose en personaje de su propia vida visto desde su posición de autor-narrador, «es tozudez y maña. Extraes un hilo de la primera frase, tiras de él y tejes la segunda, soplas sobre las ascuas de la segunda y con esa pequeña candela enciendes la tercera, luego tomas una palabra de la tercera, la frotas, a ver qué sale, [...] a la cuarta le pones alas y la echas a volar, y en cuanto a la quinta, a lo mejor esa llega sola, despistada, como caída de un guindo, o bien se presenta voluntaria, y hasta es posible que venga acompañada de otra, y así, [...]». ¿Se puede explicar de manera más poética el personalísimo proceso creativo de Landero? Creo que no. Pero no es el único momento en la narración que lo hace. Toda ella está plagada de explicaciones metaliterarias, de aclaraciones sobre su poética. Y esto es uno de los grandes valores de este librito, breve por el número de páginas y extenso por la profundidad de su contenido. 

Pero ¿de dónde saca los asuntos, el contenido, el fondo que subyace tras esas palabras que tiran unas de otras formando una conga de lo más solidaria? Siempre siempre de su propia memoria, o sea, de lo vivido, del propio huerto personalísimo. Así ha sido desde siempre en él, desde esos Juegos de la edad tardía hasta este que tengo en las manos. Piensa con acierto Landero que el tiempo nos agotará y de nosotros como ya comentaran nuestros antepasados renacentistas no quedará más que lo guardado en la memoria de quienes nos sobrevivan. ¿Y si esos —como es seguro que pasará— también abandonan este mundo? ¿Dónde irá a parar lo vivido por nosotros? Al olvido, evidentemente. Quizás el papel, ese cuaderno virgen que ha adquirido y espera sobre la mesa ser violentado amorosamente por la pluma, sea la solución
«Pensé en cómo mi mundo propio e irrepetible, con su infinita minucia de sucesos, al que a última hora vendría a agregarse el de la muerte, se perdería conmigo, igual que se perdió el de mis padres y el de todos los muertos que ahora me rodeaban.»

 Es El huerto de Emerson una obra memorialista y autobiográfica por donde quiera que se la mire: los orígenes extremeños del autor, el traslado de la familia a Madrid, la muerte del padre, sus diversos trabajos y ocupaciones: ayudante en un despacho de abogados, guitarrista, profesor ayudante de francés en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, profesor de instituto, conferenciante... Mil y uno oficios  han sido desempañados por Luis Landero si bien «Salvo cuando fui guitarrista, también yo me considero un hombre sin oficio, con solo algunas habilidades difusas que me han permitido ganarme la vida y encontrar un lugar en el mundo. Desde siempre, yo he admirado a quienes tienen y dominan una profesión y la desempeñan con esmero y con gusto.»

El escritor-narrador en este ensayo autobiográfico novelado se presenta a sí mismo como impostor, maestro de la apariencia, siempre a punto de abandonar cualquier oficio u ocupación atraído por los cantos de sirena de la pereza, su auténtica perdición, contra la que ha luchado desde siempre. Su impostura le lleva a confesar que más que un profesor que escribe, he sido un escritor que en sus horas libres se ganaba la vida dando clases, por aquello de la maldición bíblica del pan y del sudor. Sin embargo como profesor de Literatura en el madrileño Instituto Calderón de la Barca, de Literatura comparada en la Universidad de Yale o de Escritura y Ciencias Teatrales en la RESAD (Real Escuela Superior de Arte Dramático) sus clases se caracterizaban por la atención puesta en el detalle dejando de lado las grandes exposiciones teóricas («he sido un profesor de detalles, vislumbres y caprichos, en tanto que el grueso del saber académico lo encomendaba a los buenos oficios de cualquier manual.»)

Escritura a mano, Luis Landero
Y la verdad es que también en su narrativa —algo que en este libro se percibe muy especialmente— ese gusto por el detalle, por lo mínimo, se comprueba de varios modos. Uno es a través del vocabulario al que recurre en ocasiones; palabras como escuerzo (sapo), tueco (oquedad producida en la madera por la carcoma), garabato (instrumento de hierro con punta semicírcular que sirve para tener colgado algo, asirlo o agarrarlo), evónimo (tipo de arbusto también llamado 'bonetero') o aldabón (culebrilla inofensiva de mítica mala fama) le sirven para dar entrada en el relato al realismo mágico que por momentos se enseñorea en él: « Si te pica el alicante, llama al cura que te cante.Si te pica el aldabón,avisa al enterrador».Si el aldabón y su mala fama pertenecen a la esfera de lo imaginado, la niñez es terreno abonado a la fantasía y surtidor primordial de ese realismo mágico —mejor sería decir "memorialismo mágico"— en que a base de detalles mínimos en algunas ocasiones esta obra se transforma. Es muy ilustrativo al respecto la estampa en la que el autor rememora cómo un hombre gordo que caminaba junto a un niño en una feria se separaba del suelo y volaba elevándose; algo que al Landero niño e incluso al novelista adulto cuando ha sido preguntado por ello no le parece para nada inverosímil: al niño porque todos sus compañeros así lo veían, y al adulto porque, dice, "no es inverosímil que un hombre gordo, si es joven, salga volando". Sentido del humor no le falta al autor de Albuquerque. 

Muchos elementos sabrosos hay en este relato memorialista. A los recuerdos vividos se le añaden de una manera no menos vívida un gran número de frases escuchadas que por mecanismo inexplicable se quedaron grabadas en su memoria reapareciendo de manera recurrente a lo largo de su vida. Son expresiones aparentemente tan sin sentido como la que durante su adolescencia oyó decir en un ultramarinos del barrio («Aquí no trabajamos el mejillón pequeño"») o la que con seriedad profirió su tío Paco en un círculo masculino que el Landero niño observaba («El problema de las grandes ciudades es que los taxis libres van más despacio que los ocupados, y eso entorpece el tráfico»). A estas frases, oídas durante su adolescencia a hombres y mujeres en conversaciones mantenidas en torno al fuego o a la puerta de las casas durante las cálidas noches de verano, se suman otro sinfín de ellas leídas en Faulkner (El villorrio, especialmente), en Stendha(Rojo y negro), en Cervantes que sostenía que «Saber sentir es saber decir», o en Goethe cuando afirmaba que «Basta con sentir». Pero también en su memoria están los versos de Antonio MachadoEn el corazón tenía / la espina de una pasión; / logré arrancármela un día: / ya no siento el corazón»), de Juan Ramón Jiménez, de QuevedoCernudaValle... que afloran por doquier en este texto memorial como formantes intrínsecos de su propia experiencia vital. Esta presencia se plasma en intertextos que cualquier lector avisado puede reconocer durante la lectura. Así en una plegaria «al señor de la invención y de la gramática» leemos, entre muchas otras, una petición en la que resuena el poeta de Moguer («concédeme la gracia de encontrar el nombre exacto de las cosas») y sucede otro tanto en alusiones y citas que llevan a muñidores literarios que en Landero forman parte inseparable de su propio existir.

El lenguaje literario contenido en "El huerto de Emerson" de Luis Landero es poético por demás. La imaginería que utiliza para construirlo, la abundancia descriptiva, la metaforización, las alusiones y elisiones... Todo contribuye a crear una atmosfera lectora agradable y satisfactoria. Esta obra de apariencia sencilla, compendio de lo que su vida ha sido, se disfruta infinitamente cuando el lector reconoce las alusiones intertextuales, comprende las elisiones, desarrolla las imágenes y se deleita con el color y plasticidad derivada de su poder descriptivo
«Son días intensos, irrepetibles, perdurables, de no parar de contar, de escuchar, de preguntar, y de un continuo y deleitoso asombro que todos querrían que no acabara nunca. Pero luego, sin embargo, lento pero seguro, pasa el tiempo, haciendo su oficio, y llega el día en que los niños se han comido las golosinas, las mujeres han guardado sus ropas y perfumes, porque en aquellas soledades no tienen ocasión de lucirlos, las aventuras y noticias ya han sido despachadas, y sin saber cómo, vuelve la monotonía, y el camino liso de lo cotidiano, y el fastidio de la rutina, y la desgana de los días y el secreto sinsabor de vivir.»
Novela memorialista, Autobiografía, Novela introspectiva
Efectivamente es el tiempo, como no podía ser de otra manera, elemento esencial de un libro autobiográfico, un libro en el que se muestra el camino que la vida es, el viaje que ella supone. A través de la escritura memorial se pretende capturar el tiempo que huye y los tiempos que mudan. Landero muestra en este libro un mundo que desaparece si es que todavía existe: «Estas cosas se habían contado durante siglos alrededor del fuego, y en verano al fresco de la calle. Mi abuela Frasca y mi tía Cipriana me las habían contado a mí, pero yo ahora no tengo a quién contárselas. Como tantas cosas, aquellos tiempos también se han extinguido» Diríase que la experiencia vital no está completa hasta que no contamos o nos contamos lo vivido.

Es el momento actual, nuestro tiempo, época en la que el viaje físico se ha sacralizado. Es preciso viajar, es casi una obligación ciudadana. Si no se viaja, la economía se resiente. Luis Landero no gusta de estos desplazamientos físicos en el espacio pese a haberlos practicado en algún momento de su ya larga vida. Afirma que «de todos mis viajes, los que he vivido con más emoción e intensidad, los buenos, los inolvidables, los esenciales, los he hecho con Julio Verne, con Defoe, con Homero, con Stevenson, con Humboldt, con Darwin, con Kapuściński, con Shackleton y con tantos otros. Pocos lectores habrán disfrutado tanto como yo con los libros de viajes y las novelas de aventuras.» Y categórico, concluyente, y muy muy literario como es todo en él, añade

«Dejemos los viajes para los hombres sin imaginación, como dice Proust de las mujeres hermosas»


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7 may 2021

"El blog de Juan Carlos" premiado por la web Blog del Día

16 comentarios:
Con gran satisfacción recibí hace poco más de diez días un correo remitido por "Blog del Día" en el que me comunicaban la concesión a "El blog de Juan Carlos" del Premio "Blog de Calidad". Tras agradecerles tal distinción me realizaron una entrevista cuyas preguntas respondí con sinceridad e interés.


Unos pocos días más tarde esa entrevista apareció publicada en la página web de "Blog del Día". Mi satisfacción como podréis comprender fue grande. Si queréis leerla, pasaos por "Blog del Día". Para hacerlo no tenéis más que pinchar en la fotografía que ilustra esta entrada. 

Muchas gracias a Marta y  a Mamen de "Blog del Día" por su trabajo, interés y dedicación. 

3 may 2021

Ana Iris Simón y su primera novela: "Feria"

34 comentarios:

«Igual me da envidia la vida que tenían mis padres con mi edad porque a veces, sin casa y sin hijos en nombre de no sé muy bien qué pero también como consecuencia de no tener en el horizonte mucho más que incertidumbre, daría mi minúsculo reino, mi estantería de Ikea y mi móvil por una definición concisa, concreta y realista de eso que llamaban, de eso que llaman progreso.» (pág. 26)

He llegado hasta Ana Iris Simón y su primer libro, "Feria", por un comentario que sobre esta obra  realizó Andrés Trapiello hace poco más de dos semanas en prensa. Decía textualmente Trapiello entre otras muchas cosas en ese artículo periodístico que llamó mi atención:

«Los pijos de izquierda han dejado estos días las zonas residenciales de Madrid (el norte) para visitar los arrabales (el sur), demandando el voto que también allí les disputan los pijos de derechas. Pero a diferencia de estos, los de izquierda, dicen 'nosotros, los currantes' y 'lo reconozco, yo tengo un buen salario' [...] Los pijos han entrado en campaña justo cuando acabo de leer Feria, de Ana Iris Simón.
[...] Ana Iris Simón describe a los farsantes, esta vez de izquierdas: "han pasado los veranos en Irlanda", tienen "dos másteres y un doctorado antes de los treinta", "no han visto un gitano por primera vez antes de los veintisiete cuando fueron a Casa Patas" y le dicen "a los que viven en un bloque de VPO", que "no tienen ni puta idea por no ver en Sálvame el katejon antifascista. Nada nuevo bajo el sol: señoritos diciéndole al pueblo lo que el pueblo es (…), los que parece que sienten nostalgia de un barro que no han pisado en su vida". En su puta vida.»
Tras tan sabrosas y desusadas frases no tenía más opción que hacerme con la obra de esta joven del Campo de Criptana (Ciudad Real) que con inmenso desparpajo y sin sentirse constreñida por el dogma de lo políticamente correcto ha publicado en octubre de 2020 este su primer libro que ya va por su quinta edición, prueba de la buena recepción que está teniendo.

Dice la autora en esta obra memorialista, en la que ella aparece como testigo esencial de los sucedidos que relata, que «si lo que más me gustaba era escribir sobre la familia y la costumbre quizá es que lo que más me gustaba no era escribir, sino la costumbre y la familia» Y lo dice en unos tiempos en los que parece que hay que escapar, huir, de todo aquello que tenga resonancias a conformidad con lo recibido.  Y no, no es así para nada. Ana Iris, nombre hermoso donde los haya, cuya razón explica la autora en la obra relacionándola de manera hermosa y coloquial con la profesión de sus padres en la Oficina de Correos de Aranjuez por una parte y con la diosa del arcoíris que anuncia el pacto de unión entre el Olimpo y la tierra al final de la tormenta, por otra. La diosa Iris, al igual que Hermes, es la encargada de hacer llegar los mensajes de los dioses a los seres humanos. Desde luego más relación con el oficio que simboliza la cornamusa coronada no podría haber. 

En Ana Iris confluyen dos líneas genealógicas: la de los bisuteros por parte de su madre Ana Mari, -así eran llamados sus abuelos María Sola y Gregorio por ser feriantes-, y la de Mari Cruz y Vicente, sus abuelos por parte de Javier, el padre, que eran, digamos, más urbanitas, más asentados, más unidos a la tierra criptanera a cuyo cultivo se dedicaban. Es a estos dos mundos a los que la joven autora dedica la obra. Quizás más al de los feriantes por ser un mundo más evanescente mientras que el de su abuelo campesino es más estable y duradero como demuestra el árbol plantado por él, un almendro, que algunas tardes de verano iban a regar, abuelo y nieta, sin mayor finalidad que la de «cuando él falte, me dice, y yo pase por allí con alguien, podré señalarlo y decirle "mira, ese árbol lo plantó mi abuelo, así que pa mí es la sombra".»

El libro se organiza en nueve apartados más un décimo titulado La historia del Gigante. Este relato que cierra el volumen es, además de un encargo del padre que Ana Iris y su hermano Javi realizaron debidamente, un canto homenaje a la tierra manchega de la que la escritora está más que orgullosa, y, naturalmente, nada hay más manchego que la historia de don Quijote y de los gigantes convertidos en molinos. Se debe de leer el libro para entender debidamente el porqué de este décimo relato; sólo diré aquí que nace del deseo de Javier padre por conocer el antes de un hombre muy alto y algo herido con el que toparon él y sus dos hijos en la estación de Alcázar de San Juan un día que pasaron los tres juntos. 

 Si la Ana Mari puso a Ana Iris en contacto con la verdad de la tierra pateada y de los paisanos que pasaban por la caseta de feria, la figura de Javier, el padre, supone para ella el estímulo necesario de su afición por contar historias. Declara Ana Iris: «mi padre vivía en los relatos, en las historias que me contaba, pero sobre todo en las que se contaba a sí mismo». Fue él quien despertó y azuzó, seguramente sin saberlo, su afición por la escritura, él quien le había contado historias desde que era muy niña; ahora, cuando le pidió que le escribiera la historia de ese gigante manchego, venía a decirle que era llegado el momento de pasarle los trastos de la vida: hasta ese momento él «se había ocupado de ordenar la realidad, nuestra realidad, de inventársela o, más bien, de explicárnosla.»  

Desde la dedicatoria Ana Iris declara la devoción que siente por su familia. Una devoción que no excluye la disensión, el choque dialéctico, la critica. Pero siempre por encima de todo eso está el amor sentido por ella hacia sus padres, abuelos, primos, amigos..., y el que en justa correspondencia siente sobre sí. Eso debe de ser la felicidad; sí, así debe de ser y desde luego esta colección de relatos costumbristas cuyo epicentro es la persona de la autora rezuman afecto, cariño; en definitiva, amor. Hay amor incluso hasta cuando vemos a la pareja formada por sus padres, la Ana Mari y Javier, rota; incluso entonces la felicidad, el buen ambiente, la falta de improperios entre los progenitores, existe. Es evidente que llevarse bien no equivale a asentir en todo cual bestias irracionales, no. Por eso en este libro se comentan disensiones entre la narradora y otros partícipes en él: entre el padre y las abuelas a propósito de la religión, entre el padre y la madre por la educación que cada uno entiende hay que dar a los hijos, dentro del núcleo de amigos de Ana Iris también se disiente... Pero son siempre discrepancias que no van más allá del puro diálogo, y que sirven a quienes las protagonizan de estímulo en su crecimiento personal.

Los Bisuteros, Mercadillos populares
Lo que a mí más me ha interesado desde el punto de vista anecdótico es la mostración que Ana Iris realiza de un mundo en vías de desaparición si no ya totalmente fenecido: la Feria y los feriantes. Es "Feria" un homenaje claro a esa manera nómada de vivir que acababa en la Feria de Gerona a mediados de otoño tras haber pasado desde el mes de mayo por las de un sinfín de localidades españolas: Madrid, Alicante, Alcázar de San Juan, Salamanca, Valladolid, Zaragoza, Gandía, etc. Llegado el frío y la poca luz los bisuteros que eran la familia materna se acomodaban en los mercadillos semanales de las localidades próximas a Campo de Criptana. Era una vida nómada que a Ana Iris le encantaba pero de la que también se avergonzaba y de la que no se atrevía a hablar delante de sus compañeros del Vicente Aleixandre de Aranjuez:
«Cuando la profesora, que se llamaba Rosa, nos preguntó qué habíamos hecho en verano [...] no hablé de que me había pasado varias semanas durmiendo con mi abuela María Sola y mi abuelo Gregorio en una caseta, ayudándole a descargar la Mercedes, lavándome en una palangana y andando descalza hasta la fuente en la que cogíamos el agua mientras mi abuela me gritaba que no fuera descalza, que me iba a pichar e iba a coger el tétanos. No hablé de nada de eso porque me daba vergüenza, no fueran a pensar que éramos gitanos y que por eso no sabía leer, porque eso era lo que, fuera de la feria, había oído que éramos los feriantes.» (pág. 80)
Pero lo más meritorio de la primera obra de esta escritora novel es sin duda alguna la manera como está escrita. Es un estilo memorialista caprichoso que sigue los vaivenes dispares del pensamiento con paradas en el recuerdo desde un presente actualísimo. Se alternan sin orden preciso en la novela la más chirriante actualidad (alusiones a partidos políticos muy nuevos como Vox, o a Podemos formando parte del Gobierno de España…) y el pasado recordado vivamente pese a la corta edad de Ana Iris dada la conmoción ocasionada por el suceso (el asesinato de Miguel Ángel Blanco en 1997, por ejemplo) o ese otro pasado que a los mayores conmocionó y que verbalmente le transmitieron desde su niñez como por ejemplo cuando su padre Javier y el abuelo Vicente, simpatizantes comunistas, le cuentan a la joven narradora la lucha por la amnistía general finalmente conseguida en 1978 tras tantos años de dictadura.

Este traqueteo hacia adelante y hacia atrás provoca el choque emocional entre el mundo de hoy y el perdido del todo o quasi desaparecido. La España de las pesetas y la del €. La de las pesetas es la de los padres y abuelos de Ana Iris; la que se la estaba cargando era la de los Leclerc, los McDonald's, el Aquópolis, etc., etc. Esta era la modernidad que se avecinaba y que los feriantes sabían que acabaría con ellos. En medio de esta barahúnda, los niños como Ana Iris que aunque en verano viajaba en la Mercedes de feria en feria sin embargo ya se divertía con sus amigas y primos viendo series televisivas como 'Peaky Blinders' o jugando a videojuegos como 'Fortnites'. Era una pérdida sin retorno posible.

La Mancha mítica, literatura pop actual
El libro es una preciosidad por esa manera tan fresca y natural con la que está escrito. El ritmo es fluido y el tono que del escrito emana revela llaneza y ausencia total de impostura. Naturalidad narrativa en la expresión y por ende también en lo comunicado. La chica que cuenta sin dobleces su visión del mundo que le ha tocado vivir es tan auténtica como reveladoras son la serie de fotografías referidas a la vida real de la protagonista. Son fotos en blanco y negro de ella niña, de ella con sus padres, de su madre  Ana Mari, de La Mancha con sus molinos o esas casas-cueva de Ontígola (Toledo) donde vivieron unos años, etc. 

Algunas frases especialmente destacables
  • «Cuando era pequeña pensaba en mis abuelos, pensaba en los Bisuteros [...] como un vestigio de una España que fue y ya no es. Una España en la que había zoos chicos y enanos recortadores y en la que sonaba Camela, pero donde también había recitadores como Waldo, el amigo de mi abuelo Gregorio, que declamaba romances y coplas de pie quebrado en el teatro chino de Manolita Chen.» (pág. 129)
  • «Nos pasamos la adolescencia y la primera juventud deseando no parecernos a nuestros padres y cuando crecemos, o igual es que crecemos por eso, nos damos cuenta de que casi todo lo que tenemos de bueno no es nuestro, sino suyo.» (pág. 193)
  • «Quería decir, además de que si todo es fascismo -y parece que así es- nada lo es, y que a mí me llevan los demonios porque fascistas fueron los que se llevaron a mi bisabuelo primero a la cárcel y luego al exilio y no cuatro neocones en Twitter y en el Congreso y ellos no serían capaces de hacer algo tan grande, y esto no lo digo yo, lo dijo Pablo Iglesias.» (pág. 162)
  • «Sentía que [yo] era de la feria, que la feria me pertenecía y yo pertenecía a la feria porque sabía cómo se ponía en marcha, cómo era cuando nadie la veía. Siempre es así, supongo: para sentir que uno pertenece a algo o a alguien, o que algo o alguien le pertenece a uno, es necesario entender sus tramoyas.» (pág. 118) 
  • [Ana Iris es hija de] «un ateo monoteísta, porque mi padre no era ateo, sino que creía profundamente en el ateísmo»
La autora
Treinteañeras que quieren ser madres, España hoy
(biografía contenida en la solapa de la edición de la obra realizada por la editorial Círculo de Tiza)
[Campo de Criptana, 1991] Estudió en escuelas públicas de Aranjuez. Cursó Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Universidad Rey Juan Carlos en Fuenlabrada mientras doblaba y alarmaba camisetas en Desigual y hacía de guía en el edificio de Telefónica en Gran Vía. Su primera casa fue Telva y después fue redactora en Vice y guionista en Playz de RTVE. Con 28 años ha sido testigo de tres ERE. Actualmente colabora con distintos medios. Se acaba de ir de Madrid, donde vivió desde 2014, a una ciudad de provincias, en parte porque le da envidia la vida que tenían sus padres a su edad, aunque la Thermomix no se la ha comprado ni se ha metido en la hipoteca. Feria es su primer libro.

La novela ha sido distinguida con el Premio ‘Javier Morote’ 2021, consagrado a reconocer una obra especialmente sobresaliente publicada por un autor muy joven. Ha sido la cuarta edición de estos premios, creados en 2018 por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal).