Para que pueda ser
He de ser otro
Buscarme entre los otros
Los otros que no son
si yo no existo
Los otros que me dan plena existencia
26 jun 2023
El "Decamerón del siglo XXI". Presentación de la obra en la Librería Gaztambide de Madrid
El pasado viernes 23 de este mes de junio con el verano ya instalado e iniciándose la primera ola de calor estival tuvo lugar en la Librería Gaztambide de Madrid la presentación del Decamerón del siglo XXI. Todos los miembros de la sección madrileña del Colectivo Literario Bremen (Paloma, Laura, Antonio, Paco y quien esto escribe, Juan Carlos) estuvimos presentes en ella. El aforo de la librería se quedó pequeño distribuyéndose los asistentes primero en las sillas colocadas al efecto en la sala de presentaciones que tiene el local y, abarrotada ésta, en los peldaños de la escalera que da acceso a ella. El lleno fue total.
Antonio, alma de la sección madrileña e impulsor del proyecto "Decamerón", tras agradecer su presencia a los asistentes, comenzó explicando qué es y cómo nació el Colectivo Literario Bremen. Muy emotiva fue la referencia que realizó a Nano, amigo suyo ya desaparecido cuya participación en el Colectivo es recordada en el Proemio que da paso al contenido del volumen. Fue Laura, autora de este Proemio, quien leyó un párrafo del mismo en el que aludía la figura de Nano.
Tras esto los cinco bremenautas que estábamos en la mesa nos metimos de lleno a hablar de lo que allí nos convocaba: el Decamerón del siglo XXI. Antonio, impulsor del proyecto, habló de cómo a raíz de la pandemia del COVID y del confinamiento que se nos impuso pensó que estaría bien hacer algo semejante a lo que siete siglos atrás en su "Decamerón" ideara Giovanni Boccaccio imaginando a diez jóvenes que huían de otra peste, la peste negra de 1348, confinándose en una casa de campo a las afueras de la ciudad de Florencia. Pero ¿quién era este Boccaccio? Fui yo, Juan Carlos, el encargado de dar unas breves pinceladas sobre el escritor del trecento italiano: hablé de Fiammetta, nombre literario que él dio a su amada María d'Aquino. Relacioné este amor con el que sus coetáneos Dante y Petrarca tuvieron a sus respectivas, señalando que contrariamente a éstos, su amor fue carnal y no sólo platónico como el de ellos. Cerré citando dos o tres títulos suyos distintos al que le ha dado más fama.
Del "Decamerón" boccacciano en sí se encargó Laura. Con acierto y conocimiento habló del hilo conductor que existe entre los 100 relatos, de los distintos planos narrativos, de la figura de la reina... Fue una delicia escucharla y amablemente permitirnos meter baza en su exposición a todos los que la acompañábamos en la mesa. Se habló de que los problemas y reacciones humanas son las mismas hoy que 700 años atrás, de cómo quincena tras quincena nuestro Decamerón iba avanzando entre entusiasmos redoblados y algún que otro desánimo, de la labor directora siempre firme y clara que Antonio llevó a cabo, etc., etc.
Paloma y yo mismo expusimos brevemente lo que ya cada uno de nosotros habíamos escrito semanas atrás en nuestros respectivos blogs al reseñar el libro: Paloma, científica donde las haya, habló de lo que de siempre epidemias como la del siglo XIV, la última del COVID o la que cita Camus en su famosa novela han supuesto para la humanidad y las consecuencias que de ellas se han desprendido. La principal ha sido la tremenda mortalidad que acarrean; pero también ha habido alguna muy benefactora para el espíritu como lo demuestra la obra de Boccaccio y, ¡así lo desearíamos!, este Decamerón nuestro que sigue la estela, siempre inalcanzable, establecida por el florentino del Trecento. Yo, simplemente añadí que la diversidad siempre es buena y que en los 100 relatos que componen el libro que estábamos presentando cualquier lector podría encontrar una gran variedad de estilos, enfoques, tonalidades, géneros y modos de afrontar el tema o asunto sugerido por la reina de cada una de las diez jornadas. A quienes agrade escribir les encantará también por esto y a los demás la lectura de relatos tan variados les satisfará sin duda alguna.
Paco a modo de conclusión, hablando de la buena interacción y relación habida entre los miembros del Colectivo, recitó unos versos de Octavio Paz que hablan de la interacción del yo con los otros para crear existencia
Sólo quedaba ya decir algo de la portada, la contraportada y las solapas de la hermosa edición de nuestro libro. De la hermosura es responsable Simonetta Vespucci, que ocupa toda la portera. Simonetta fue en el Quatrocento musa y modelo de no pocos artistas como los hermanos Ghirlandaio, Piero di Cósimo o Sandro Boticelli. Precisamente a este último pertenece el bello retrato que el pintor florentino hiciera a la bellísima Simonetta fallecida con tan sólo 23 años de edad. De la contraportada y solapas destacamos especialmente el hecho de que todas las ganancias que puedan obtenerse de la venta del libro serán para ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
Como colofón del acto, al igual que se hace en cualquier oferta gastronómica a la que futuros posibles comensales asisten, los cinco miembros del Colectivo Literario Bremen leímos, unas veces en común y otras individualmente, el inicio de algunos relatos a fin de excitar la curiosidad y despertar el apetito de degustarlos en su totalidad por quienes hasta la Librería Gaztambide en una calurosa tarde veraniega habían asistido. La verdad es que la selección cumplió su objetivo, pues la librería agotó todos los ejemplares de que disponía para la presentación.
Tras algunas preguntas formuladas por algunos de los asistentes, el acto se cerró con la consiguiente firma de ejemplares por parte de quienes allí estábamos en representación de todo el Colectivo Literario Bremen. Sin duda alguna la presentación del Decamerón del siglo XXI resultó un completo éxito.
Para aquellos que no asistieron al evento y deseen deleitarse con la lectura de los relatos contenidos en el libro vuelvo a señalar las direcciones donde pueden adquirirlo. En cualquier librería pueden preguntar por él y seguro que lo tendrán, y si no se lo encargarán y en breve se lo entregarán. De manera online también se puede adquirir en una de estas direcciones:
25 jun 2023
Bartleby, el escribiente (Una historia de Wall Street). Herman Melville
«¡No querrás entregarlo a la policía y que encarcele a esa inocente palidez! Y qué razones aducirías para conseguir algo así? ¿Acaso es un vagabundo? ¿Cómo? ¿Un vagabundo? ¿Un trotamundos que se niega a moverse? Entonces, para que no se convierta en un vagabundo, es por lo que intentas considerarle un vagabundo. Eso es demasiado absurdo.»
Durante un viaje en avión a Istria que acabo de realizar he leído -más bien he vuelto a leer- Bartleby, el escribiente de Herman Melville. He vuelto a él movido por la estupenda reseña que mi amiga Lorena, del blog El pájaro verde, publicó en él no hace nada. Hace tan bien Lorena sus reseñas, reflexiona de manera tan atinada sobre lo que acaba de leer, y lo que es más importante, escribe tan bien esta mujer, que pocas veces logro sustraerme a la tentación de seguir su senda lectora, al menos en el propósito. Y digo "al menos en el propósito" porque en numerosas ocasiones no logro dar cabida en mi listado de lecturas a las suyas. Esta vez sí, y estoy satisfecho de haberlo hecho.He manejado la misma edición de la editorial Penguin que ella, dado que la introducción a la novela iba por cuenta de Enrique Vilá-Matas, novelista que admiro y quien con frecuencia usa al personaje literario de Bartleby como arquetipo de una manera de estar en el mundo, de un comportamiento humano. Tan es así esto que digo que el escritor de Barcelona, además de personajes sueltos en sus narraciones a los que atribuye las cualidades del creado por Melville, tiene en su haber un título que es un verdadero homenaje al mismo, Bartleby y compañía, publicado el año 2000.
En el prólogo, Vila-Matas señala lo emparentado que está este cuento con la literatura de Kafka. Cualquiera diría que Melville habría estado influido por el autor checo, si no fuera porque Frank Kafka nació 27 años después de que la novelita del estadounidense viera la luz en 1853. De haberla, pues, la influencia sería a la inversa; aunque tampoco existió tal, pues parece que el escritor de Praga no la leyó siquiera.
De todas maneras, y sin duda alguna, estamos claramente ante un texto precursor. Un texto que no sólo preludia a Kafka, sino que anticipa muchos otros textos de autores posteriores a él que contienen, todos ellos, una singular comicidad:
«comprendí que el cuento de Melville no era una metáfora del escritor, ni el símbolo de nada, y se trataba más bien, como sugería Gilles Deleuze, de un texto de una violenta comicidad: un relato emparentado con ciertas narraciones de Kleist, de Dostoievski, de Kafka o de Beckett, «con los cuales formaba una subterránea y brillante secuencia». (Enrique Vila.Matas en el prólogo)
El personaje de Bartleby es un auténtico hallazgo por parte del norteamericano. En él, en palabras de Enrique Vila-Matas, parece conjugarse de manera perfecta la disolución del mundo real en el ficticio y viceversa: «Una figura, la del copista de Wall Street, que parece que hubiera anticipado la aparición, un siglo después, del escritor Robert Walser.»
El comportamiento de Bartleby con su jefe y compañeros de trabajo es ciertamente extraño, manifestación de una especie de patología que yo describiría como 'apatía laboral'. Bartleby es un copista que cuando se le encomienda cualquier tarea contesta con un educado «preferiria no hacerlo». Al principio, su jefe, el abogado que lo ha contratado, y sus tres compañeros de oficina (Turkey, Níppers y Ginger Nut) aceptan de buen grado su resistencia pasiva al trabajo que se le encomienda. Pero poco a poco se van enfadándo y solicitan de su jefe una decisión drástica respecto a Bartleby.
El autor de Moby Dick, imbuido claramente del espíritu de la época, formula en su obra principal y también en este cuento reflexiones filosóficas cargadas de contenido religioso. A estos pensamientos le lleva el estilo de vida que por esos años -mitad del siglo XIX- se está instalando en los Estados Unidos. Allí -no conviene obviar el subtítulo del cuento, «Una historia de Wall Street»- el capitalismo despiadado se está abriendo paso. Wall Street, donde está la Bolsa de Valores y donde radican las principales oficinas de abogados neoyorquinos, es el centro de la deshumanización y la despiadada explotación del hombre por el hombre derivadas del positivismo y un liberalismo sin freno alguno. El trascendentalismo de Emerson del que ya he hablado en alguna que otra entrada de este blog [ver especialmente la dedicada a Naturaleza, una de sus obras] se percibe en Bartleby, el escribiente.
«¿Qué me dicta la conciencia sobre qué debería hacer con este hombre, o, mejor dicho, con este fantasma? Lo que debo hacer es deshacerme de él; que se vaya. Pero ¿cómo? No irás a echar a empujones a esa pobre criatura tan pálida y pasiva, tan indefensa, ¿verdad? No irás a deshonrar tu nombre con semejante crueldad, ¿verdad? No, no voy a hacerlo; no puedo hacerlo.»
Es claro que en la mente del narrador, el abogado jefe de Bartleby, la religiosidad tiene un peso indudable. Y es que en definitiva, a pesar del título del cuento, el personaje esencial, el actor principal del conflicto que se plantea, no es el desencadenante del mismo, o sea, el pasivo, indolente y estoico Bartleby del que apenas si sabemos algo, sino su jefe, el abogado norteamericano que ve cómo la actitud de su empleado le hace replantearse no pocas cosas.
La novelita o cuento largo está muy bien equilibrada en todos sus aspectos. Los personajes que gravitan en torno a los dos principales padecen neurosis peculiares y complementarias: Turkey, de 60 años, es un empleado activo y enérgico hasta las doce del mediodía; Nippers, de unos veinticinco años de edad, es su auténtico complementario dado que es a esa hora cuando su carácter encendido deja paso a uno más tranquilo y menos conflictivo; y Ginger Nut, de sólo doce años, es el chico de los recados que aprovisiona de manzanas y pasteles a Turkey y Nippers.
Bartleby, el escribiente es la expresión más alta de la filosofía social de su autor. En este cuento, a través de la figura del narrador, se ponen a prueba sus convicciones sociales, laborales y religiosas. Bartleby, con su comportamiento, logra llevar al extremo a éste; tanto que su filantropía y amor al prójimo cederán ante la austeridad practicada al límite por parte del empleado pasivo. No digo más para no desvelar qué pasa con Bartleby y con su jefe, las dos caras de una misma moneda.
Herman Melville y su relato Bartleby, el escribiente siempre sorprenden; da lo mismo las veces que se lea pues como dice el prologuista de esta edición, Enrique Vila-Matas, en cada lectura se produce una revelación. Los clásicos es lo que tienen, que nunca se agostan, que siempre emiten señales aprovechables que llegan a nuestro hoy hayan pasado los años que hayan pasado.
Nota
Este libro lo incluyo dentro del Reto Nos gustan los clásicos, séptima edición.
10 jun 2023
André Aciman. Memorias de la niñez. "Lejos de Egipto"
Acabo de leer Lejos de Egipto de André Aciman, un libro memorialista en el que de forma novelada el autor relata las peripecias vividas por su familia, judía de origen turco que, valiéndose de las relaciones entabladas por dos de los tíos abuelos del autor, Isaac y Vili, en 1905 abandonó Constantinopla para instalarse en Alejandría (Egipto). El tío Isaac aprovechó para ello la amistad que, mientras estudiaba en Turín, había entablado con su compañero Fuad, futuro rey de Egipto. Este golpe de fortuna se vería acompañado de otros muchos propiciados por Vili, exsoldado fanfarrón de la primera guerra mundial, fascista italiano de convicción y espía británico de conveniencia durante la segunda contienda mundial.
Es con el tío Vili, de ya más de ochenta años, en la propiedad que éste tiene en Surrey (Inglaterra), con quien al inicio del libro el autor dialoga. Las lagunas que André Aciman tiene sobre lo acaecido a su familia antes de que él naciera en 1951, así como atar debidamente algunos cabos sueltos de la historia familiar es el motivo por el que el autor narrador está en Surrey hablando con este hombre proteico, multifacético, camaleónico, conquistador..., que a las preguntas sobre Alejandría, la familia, la tía Flora y tal, le dice:
«Tonterías. Yo vivo el presente, Siamo o non siamo?»
La familia de André Aciman es una familia judía bien situada, con posibles. Una familia a la que no se le caen los anillos por tener que ponerse a practicar oficios poco avenidos a su condición si es que hay que levantarse de alguna operación fallida, salir de una mala época. Así los abuelos de André se dedicarán a su llegada a Alejandría a un negocio de billares, el paterno, y de bicicletas, el materno.
«el degenerado turc barbare llamó al juif árabe sucio judío sinvergüenza. Atónito, el dueño de la tienda de bicicletas, que era bastante devoto, dijo gracias, gracias, que era la manera en que el insultado le daba al insultador una lección de buenos modales y le recordaba al dueño de la sala de billares que estaba en verdad tentado de devolverle el insulto, pero había decidido no hacerlo, en vistas de que la propia esposa del turco, tal como el barrio entero podía oír con claridad cuando la princesa perdía los estribos, lo hacía mejor que nadie en el mundo.»
Fueron precisamente las esposas de estos dos judíos de distinto origen -turco, el uno, y sirio, el otro- aunque misma ascendencia -las dos familias eran sefarditas- las que entablarían en 1944 relación en Alejandría. Esta amistad daría paso al matrimonio entre Henri (hijo de Esther y de Albert, el turc barbare) y Gigi, la hija sorda de Adèle y de Jacques, el juif árabe. Estas dos mujeres se odian y simpatizan a partes iguales. Esther es apodada «la princesa» por su comportamiento y cultura elevada que la lleva a considerarse más que otros; por su parte Adèle es denominada «la santa» dado que la familia es más practicante de la religión, aunque su cultura es similar a la de Esther. Las dos mujeres se saben comunicar, o al menos farfullar, en seis idiomas, amén del ladino que se les escapa en cuanto se salen de sus casillas y que revela su origen español. Las dos, por este motivo, se dicen italianas, dado que muchos judíos europeos para esconder su origen se decían de Liorna (Livorno), ciudad portuaria próxima a Pisa a la que arribaron a finales del XV e inicios del XVI muchos judíos expulsados de España.
«—Pero nosotros somos de Liorna.—¡Y nosotros también! Qué maravillosa coincidencia.El mundo era de veras un pañuelo, dijeron en ladino (las dos se empeñaban en llamarlo español), una lengua que ambas habían descubierto que la otra hablaba porque, en el puesto del pescado, cuando una intentó explicar por qué ese día los salmonetes no estaban frescos, a las dos les pasó que de los seis o siete idiomas que cada una hablaba de modo fluido ninguna supo decir "salmonete" más que en ladino.»
La novela es muy entretenida y contiene puntos de humor indudables. El primero, sin lugar a dudas viene de la dispar procedencia cultural que tienen los padres de André: Henri es judío con una familia practicante y muy numerosa (su madre Esther, sus tíos Vili, Nessim, tía Elsa,…) y Gigi, su madre, es judía árabe y además es sorda. Esta dispar condición cultural y auditiva provoca una serie de situaciones la mar de simpáticas especialmente en la relación suegra - nuera. También hay mucho humor en comentarios y actitudes de los hombres de la familia. Así Albert, el abuelo de André y marido de la `princesa', le dice a Flora que lo visita:
«Me estoy haciendo mayor —dijo él—. Paso mucho tiempo en casa. Me aburro cuando me quedo en casa, me aburro cuando salgo. Voilà. Y duermo mucho —agregó, como si hubiese olvidado un detalle importante—. Cuando me llegue la hora de dar la cara allá arriba, me acercaré a san Pedro y le diré, "Disculpe, Santo Padre, pero estas últimas semanas he dormido tanto que me resulta imposible dormir más. Tal vez puedo volver dentro de unas semanas"».
A propósito de Albert, muerto y enterrado en Egipto, Jacques, el abuelo materno de André, le dice a éste:
«Odiaba Egipto y está enterrado en Egipto. A menudo me preguntaba, "¿Hay algo peor que el hecho de que a uno lo entierren en un cementerio donde no conoce a nadie, monsieur Jacques?"»
Y aunque actualmente no todo el mundo estaría de acuerdo conmigo hay clara intención humorística en las palabras que el tío Vili pronuncia a propósito de su consumada y habitual infidelidad a su esposa Lola:
- «Convertido ya en un ciudadano respetable, volvió a lo que más le gustaba: las mujeres casadas. Se dice que algunas de sus amantes quedaban tan destrozadas cuando las dejaba que se presentaban ante su esposa para suplicarle que intercediera por ellas, algo a lo que la pobre tía Lola, cuyo corazón era el órgano más grande de su cuerpo, accedía a veces.»
- «¿Somos o no somos hombres que comparten —dice el tío Vili amusgando los ojos—, hombres que exigen los máximos sacrificios, hombres a los que las mujeres adoran?»
La familia en Egipto siempre vivió bien. No se puede decir que pasase penurias de ningún tipo, salvo las derivadas de las comunes a todos durante los años de la primera y segunda guerras mundiales en que vivirán todos en el apartamento de la bisabuela, así como de las propias del momento de nacionalismo egipcio exacerbado de Nasser y la crisis de Suez. A la nacionalización del canal siguió la expulsión de extranjeros europeos, considerados colonialistas, y judíos, considerados enemigos. A la familia de André le venían los ataques por los dos lados. Por ello tras el final de la Guerra de Suez:
«Una semana después, varios miembros de la familia fueron expulsados de Egipto.Tres meses más tarde, otros cuatro se marcharon voluntariamente.Seis más los siguieron casi de inmediato. Todos ellos se establecieron en Francia.Dieciocho meses más tarde, la santa y su marido también partieron en dirección a Francia,Para entonces sólo quedábamos ocho: la tía Elsa, la tía Flora, la princesa, el tío Nessim, mi bisabuela y nosotros.»
Como digo, el nivel de la familia era elevado. En la novela se percibe el "arriba y abajo" vivido en las casas familiares, en especial en la de la 'princesa'. Junto a los miembros de la familia vive el mundo de la servidumbre con la que se establecen fuertes lazos. Estos lazos son especialmente visibles en la relación del narrador con criadas y sirvientes. El sentido elitista de la abuela Esther no aprobaba esta relación con los miembros del servicio. Ella quería que su nieto pasase más tiempo en su casa porque así se puliría y además escaparía de la casa de los padres llena de tullidos, según decía aludiendo con muy mala idea a Gigi, sorda, y a varios de los criados de ésta: Hisham, manco; Abdou, con lepra en la pierna; la planchadora Margherita, algo retrasada; o Fatma, la recadera, coja.
«Cada vez que vengo aquí es como si entrara en un asilo. Siempre me topo con algún deforme. Que esto no es un bestiario, es la casa de mi hijo.»
Igual que existe este "arriba y abajo" que acabo de señalar, también en la novela se percibe un estar en el mundo distinto de los hombres respecto de las mujeres. Los hombres viven sus relaciones con ellas siempre buscando sus satisfacción personal, mientras que las mujeres se comportan con los hombres casi siempre movidas por alguna intención más o menos altruista como la protección, la enseñanza, el mero afecto. Esta distinta actitud es patente en la relación de la tía Flora, hermanastra de Aldo, el marido de la tía Martha. Cuando ella llega a la casa procedente de Francia donde los alemanes los persiguen por judíos, los hombres se sienten atraídos por ella y quien más quien menos echará su cuarto a espadas para conseguir sus favores. Flora, por su parte, lo que quiere es hacerles la vida más agradable a través de la música que toca al piano, aunque luego sea complaciente con ellos sabedora de los intereses masculinos
«no había sido mi abuelo sino mi padre quien había amado a Flora aquellas noches del verano de 1942.—Deberías habernos visto entonces —prosiguió [el tío Vili que habla con André adulto]—, todos le pedíamos que tocara el piano, todos bebíamos más coñac de lo habitual con la esperanza de que los demás se cansaran y se fueran a dormir»
En realidad si consideramos la narración desde el punto de vista del yo narrador estamos ante una novela de iniciación, de paso de la niñez a la madurez del propio escritor-narrador. Y es que además de conocer los hechos más relevantes acaecidos a la familia antes del nacimiento de André, lo nuclear del relato está en lo vivido por el niño narrador hasta su acceso —prematuro, sin duda alguna— a responsabilidades propias de la madurez. Hasta que llegue ese momento, ya hacia el final de la obra, vemos el modo como los mayores le ocultan no pocas situaciones a fin de no traumatizarlo o herirlo. Para André la vida en Alejandría es grata: se baña en la Corniche, come en casa de sus abuelas, habla y juega con la servidumbre, participa en las celebraciones judaicas, va al cine con mucha frecuencia, escucha las conversaciones de los adultos aunque muchas veces no las entienda, y disfruta escuchando a la tía Flora tocar al piano composiciones musicales.
Todo comienza a torcerse para el niño con el antisemitismo e hipernacionalismo instaurado por Nasser. En especial le empieza a ir mal en el colegio que, pese a ser el mismo para extranjeros al que antes asistía, ahora está inmerso en una enseñanza muy ideologizada que se le hace cuesta arriba: aprendizaje obligatorio del árabe, contenidos antijudíos, y castigos físicos, muchos castigos por cualquier cosa. Sólo su madre se opondrá a los mismos e irá al centro a protestar; el padre reconoce que es lo que hay, que en ese momento histórico no hay vuelta de hoja. Para enfrentar el problema los padres le pondrán varios profesores particulares (Monsieur Al-Malek, Madame Nicole, madame Marie, signor Dall’Abaco...) de los que el niño aprenderá no pocas cosas que le servirán en el futuro.
Y así hasta alcanzar la madurez cuando con sólo catorce años su padre que es detenido temporalmente por la policía le encarga una serie de acciones que André ejecutará como el adulto en que prácticamente se ha convertido ya. Estamos en 1965. André con du hermano Robert y su madre salen de Egipto hacia Roma. Su padre se reencontrará más tarde con ellos en París. Egipto ya queda sólo en el recuerdo, está lejos definitivamente.
Para finalizar
Si algo me ha gustado especialmente de Lejos de Egipto es el sabor mediterráneo que desprenden sus páginas. Olores, sabores, colores, tiempo bonancible, noches apacibles, viento agradable, la playa, el sol... Todo esto es lo que más destacaría de la novela. André Aciman logra transmitir al lector este cúmulo de sensaciones que son vida, que animan a vivir, a disfrutar del momento que nos ha tocado vivir por duro que este pueda parecer. Especialmente el colorido, la sensualidad, el amor y la alegría que emana de estas páginas me han hecho evocar el Cuarteto de Alejandría de Lawrence Durrell y la Trilogía de Corfú de su hermano Gerald, que inspiró la serie televisiva Los Durrell que con tanto gusto vi hace unos dos años.
Es un libro del que se aprenden muchas cosas: cómo se vivió el nasserismo en el propio Egipto; la maldición secular que parece perseguir a los judíos desde hace cinco mil años, aunque siempre están dispuestos a levantarse como sea («Al final, también [los alemanes] se llevaron todo lo demás. Y nosotros dejamos que ocurriera, como los judíos siempre han dejado que ocurrieran estas cosas, porque, en el fondo, sabemos que perderemos cuanto poseemos al menos dos veces en la vida.»); la progresiva secularización de no pocos judíos...
Pero sobre todo he disfrutado mucho con toda esa serie de términos que designan prendas de vestir (galabiya), dulces (halawa), vientos (jamsin), cargos políticos (jedive, bajá...), tipos de personas (alborayco, goyim, catamito...), celebraciones hebreas (Séder, Janucá, Pésaj...), arquitectura (hassiras), tipos de lenguas (pidgin, ladino...). Por todas estas cosa Lejos de Egipto es una obra la mar de interesante.
Solo pondría un "pero" a esta novela memorialista de André Aciman: Que es tal el número de nombres propios y de relaciones entre los muchos miembros que componen esta extensa familia que a veces se produce en el lector aturullamiento, incomprensión o equívoco a la hora de adjudicar determinada acción a este o a aquel personaje. Es cierto que en cualquier obra memorialista como ésta suele ocurrir lo mismo, lo que no quita para que el autor se hubiese esforzado un poquito para solucionar esta cuestión.
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