"Fortún aprovechó intensamente la modernidad desde mediados de los felices veinte, con el florecimiento de la prensa periódica, el arte nuevo y las nuevas formas de entender sexo y género, las cuales convergieron en la identidad de la mujer moderna que con el tiempo adoptaría, como la protagonista de esta novela"
(Nuria Capdevila-Argüelles, Introducción a “Oculto sendero”).
Comencé 2018 con la lectura de
"Celia en la revolución", una de las res novelas que la escritora pidió a su compañera y escritora argentina
Inés Field que destruyese. Como tantas otras veces los lectores hemos de agradecer que la amistad depositada por algunos escritores en personas en quienes confiaban ciegamente fuese traicionada. Tal ocurrió con la novela citada que reseñé en enero [leer la reseña
aquí] y lo mismo le sucedió a la que acabo de leer,
"Oculto sendero". Gracias a esta "traición" y a una serie de vicisitudes que
Nuria Capdevila-Argüelles, editora junto a María Jesús Fraga de la misma, cuenta con todo lujo de detalles en la introducción a este relato podemos hoy disfrutar de esta especie de autobiografía novelada.
La novela es claramente una novela de aprendizaje, un bildungsroman, que muestra el proceso que llevará a su protagonista María Luisa Arroyo a aceptar sin remilgos ni disimulo alguno su identidad personal y sexual. María Luisa es desde el principio una niña diferente a otras. Ella disfruta jugando con otros niños y se aburre soberanamente con la placidez que en general las niñas muestran. Está siempre ideando, pergeñando nuevas aventuras y no se para en barras si algo le disgusta. Discute con Juanita, su madre, constantemente dadas sus maneras de "chicazo". Esta es la palabra que le perseguirá durante toda su niñez y adolescencia: "¡Si no fueras tan chicazo!", "Ha sido un chicazo desde que nació", etc.
A lo diferente que para los demás ella siempre fue, viene a sumarse según pasa el tiempo el de su afición a la lectura, el gusto por los libros y en seguida su deseo de cursar estudios de Bachillerato. Cuando llega a su casa un profesor de dibujo, Jorge Medina, que valora su saber hacer con lápices y pinceles, la rareza de la adolescente crece ante los demás. María Luisa choca por su manera de ser con lo que la sociedad tiene dispuesto en ese momento (estamos en los años veinte) para las mujeres: el matrimonio y lo que ello conlleva, el cuidado de la casa y de los hijos que Dios quiera mandar.
A
María Luisa le horripilan las 'necesidades' que, oye decir, tienen los hombres, y que sus esposas deben de satisfacer debidamente ("
me causó profundo desagrado saber que yo había estado dentro del vientre de mamá, y que mi padre y mi madre tenían a espaldas de todos una vida insospechada y repugnante…", Iª parte, cap. 'El pueblo de papá', pos. 1815). La entrega al marido, '
el sacrificio' conyugal,
María Luisa lo detesta y lo evita siempre que puede. Cuando queda embarazada y nace su hija, se entrega a ella, y la cuida como la que más, pero jamás olvidará que su realización personal no se colma con la maternidad, que ella tiene muchas otras inquietudes que intentará satisfacer debidamente.
A pesar de que
Jorge es un hombre más abierto y consentidor que la mayoría, sin embargo no puede ocultar la concepción machista del mundo y la sociedad que arrastra por educación. En ocasiones prohíbe a
María Luisa seguir teniendo trato con determinadas mujeres de las que se dicen cosas. La excesiva amistad con cierta clase de señoras no es bien vista por la sociedad. Una mujer casada como ella con un profesor de instituto debe de relacionarse con las esposas de sus compañeros de trabajo. Pero a
María Luisa le aburre muchísimo estar hablando todo el día de niños y de trapos; a ella lo que le gusta es cambiar opiniones sobre literatura, actualidad, arte... Y de esto sólo habla un tipo de mujer que empieza a verse en ese momento: mujeres
'modernas', andróginas, que gustan de vestir como el hombre, mujeres tenidas por
'raras' al salirse del carril esposa-madre que se les tiene reservado en esta vida.
La novela que se inicia en los inicios de la década de los años veinte o incluso algo antes en Madrid viene a finalizar en 1933 o 1934 con cierta seguridad dado que la pareja se plantea la disolución del matrimonio según establecía la Ley de Divorcio aprobada durante la IIª República española en 1932. Esta decisión partirá de
María Luisa confirmando pues que su proceso de aceptación de su auténtica identidad ha culminado. Hasta este momento
María Luisa fingía, se doblegaba, mentía para satisfacer a
Jorge y evitar escenas, asumía ante la sociedad puritana y tradicional el rol de esposa amante y respetuosa con su marido.
Elena Fortún distribuye la historia en cuatro apartados titulados
Primavera,
Verano,
Otoño, y
Fin del Otoño. Cada uno de ellos finaliza con una pérdida. En el primero es la del padre a quien la niña
María Luisa veneraba por ser quien la defendía de los embates educativos y castigos de la madre siempre pendiente de corregir sus comportamientos de
'chicazo'. El
'Verano' acaba con la desaparición de la propia madre que, en estos años durante los que
María Luisa ha tenido una niña y vivido con
Jorge, ha suavizado sus críticas hacia ella que la ha cuidado durante el tiempo en que las enfermedades la acosaron. En el
'Otoño' la madurez maternal y filial de la parte anterior da paso a otra más centrada en la propia protagonista que ya no se esconde ni de ella, ni de Jorge, ni de nadie. A ella misma no esconde que su atracción por las mujeres es algo más en muchas ocasiones que la búsqueda de amigas con quien charlar; a
Jorge ya no le esconde sus grandes deseos de pintar y el éxito que en ciertos círculos le proporciona su trabajo que ahora realiza en un estudio preparado al efecto; y a la sociedad en general no le oculta su gran personalidad, sus conocimientos artísticos y literarios, su 'modernidad', su "safismo" visible en su frecuentar círculos en los que se mueven mujeres artistas independientes de los hombres. En esta tercera parte la pérdida es la de un gran Amor. La cuarta parte, '
Fin del Otoño', marca la llegada a la meta, la asunción de la personalidad tantas veces escondida, y con ella la toma de decisiones que, vistos los tiempos convulsos que vive España, la llevarán a romper -una pérdida más, en cierto modo- con la vida llevada hasta ahora en Madrid e iniciar una nueva vida ya de artista plena al otro lado del Océano.
Estos cuatro apartados se desarrollan en 38 capítulos, exactamente la edad que la autora tenía en 1924, momento en que triunfaba ya decididamente en la escritura con colaboraciones asiduas en periódicos y cuando ya la idea de divorciarse de su marido
Eusebio de Gorbea se le había pasado por la cabeza. Treinta y ocho son los capítulos que componen la novela: 16,
'Primavera'; 10,
'Verano'; 9,
'Otoño'; y 3, '
Fin del Otoño'. Del valor simbólico dado a los títulos de los apartados no hay duda alguna. Los tres capítulos del cuarto apartado suponen el salto decisorio a una nueva vida que deje atrás la tristeza vivida hasta ese momento, tristeza que viene asociándose a esa estación. Por otra parte, los dieciséis capítulos que forman
'Primavera', la primera parte, son clara demostración de que
Encarnación Aragoneses es
Elena Fortún la exitosa autora de los libros de
Celia que por entonces, cuando la autora esté escribiendo esta confesión ficcionalizada, van ya por la decimosexta o decimoséptima entrega. Las historietas vividas por la niña
María Luisa en esta primera parte recuerdan muchísimo a otras semejantes protagonizadas en algunas novelas por
Celia.
El interés de esta novela es múltiple. En mi humilde opinión más que valores literarios lo que en ella hay son
valores sociológicos. El primero y más importante está en ver cómo era la vida de la clase media o media-alta en la España de los años veinte y treinta del siglo pasado. Son familias tradicionales que pese a no tener medios económicos de sobra quieren darse tono y dentro del mundo de apariencia en que se mueven tienen servicio doméstico, el hombre es quien se encarga de llevar el dinero a la casa, la mujer no trabaja sino que se encarga de dirigir el hogar y de la educación de los muchos hijos que tiene... Frente a esta idea que la mayoría de las familias intenta alcanzar aunque para ello haya de pluriemplearse el cabeza de familia, está la imagen de la mujer '
moderna', de la mujer liberada que busca estar al mismo nivel que el hombre y que desea trabajar. Esta mujer es la que representa
María Luisa.
La
opresión sobre las mujeres y la poca implicación por parte de los hombres en los asuntos familiares, considerados puramente femeninos, abocarán a muchas de ellas a establecer fortísimas relaciones personales con otras mujeres. Cuando estas relaciones, de amistad en principio, además de versar sobre la familia (matrimonio, esposo, hijos...) tocan temas más elevados (arte, literatura, filosofía, teatro, música, etc.) quienes tal hacen son consideradas '
raras'. Hombres y mujeres entonces empiezan a verse ya no como personas iguales sino como enemigos dado que los primeros prohíben a sus esposas o hijas visitar o hablar con ciertas personas que tienen por perniciosas dada su 'rareza'. En justa correspondencia, en estos círculos feministas comienza a desarrollarse el odio al macho que impone por la fuerza su voluntad; una voluntad que dentro del matrimonio se manifiesta en forzar a tener sexo quiera o no la esposa, con lo que nace en ellas el "
asco al hombre predador que se cree con derecho a disponer del cuerpo de la mujer a su antojo".
P
aradójicamente, al tiempo que se intenta escapar de la férula del varón, se imitan rasgos y comportamientos tenidos por exclusivos suyos. Así, la vestimenta en forma de trajes sastre de chaqueta y falda estrecha, las blusas camiseras, las corbatas... es preferida por estas mujeres independientes que abominan de los vestidos con puntillas y adornos femeninos que tanto, se supone, atraen al hombre. Si el hombre trabaja, la mujer también quiere hacerlo porque el trabajo da libertad. El fumar cigarrillos no debe de ser exclusivo del varón. Casarse y parir no tiene por qué ser el estado ideal de las mujeres.
"Hice amistad con aquella señora –¡no era un muchacho!– vestida con traje sastre, corbata masculina y pelo cortado y pegado a la redonda cabeza. —Fermina Monroy –me dijo, presentándose con desenvoltura–, treinta y cinco años, soltera, y nacida en la isla..." (IIIª parte, cap. 'Hogares', pos. 4764)
Por último, pero muy importante, en la novela se toca con sutileza y elegancia el asunto del
sexo. Amistad, sexo, amor y género, son cuatro conceptos que se mezclan en la vida real y en los que
Elena Fortún quiere poner algo de orden. Para ella -y para la protagonista, claro- entre un hombre y una mujer puede haber amistad, no es necesario que la relación masculina-femenina conlleve obligatoriamente sexo. Por otra parte el Amor no entiende de géneros de manera que tanto puede surgir entre hombre y mujer como entre personas del mismo sexo. En la novela entendemos que hay sexo entre la protagonista y alguna de sus amigas pero nunca es explícito sino delicadamente sugerido. Es un sexo "casto" que la sociedad del momento -y la de años después también- admitía entre mujeres y no tanto entre hombres. El concepto de la "inversión", de los invertidos, siempre se ha focalizado más en los hombres que en las mujeres a las que las demostraciones públicas de cariño se les consentían más que a los varones.
"A veces no hablábamos. Pasaba mi brazo en torno de su cintura, y ella echaba el suyo por mi cuello, muy juntas en el sofá, y dejábamos pasar las horas con un dulce sentimiento de abandono, de comprensión mutua, de cordial sinceridad" (IIª parte, cap. 'Jorge Medina', pos. 3757)
"¡Hermosa mía… Eres morena como la Sulamita! –y el Cantar de los Cantares acude a mis labios como una oración fervorosa." (IIIª parte, cap. 'Ella', pos. 5894)
Encarnación Aragoneses (
Elena Fortún)
cuando se adentra en los terrenos de la realización amorosa cita varias veces el '
Cantar de los Cantares'. También
echa mano de los místicos españoles. Lo hace con
San Juan de la Cruz y
Santa Teresa, ésta especialmente cuando ella,
Maria Luisa, era niña y se sentía atraída por la señorita
Clara. Pero también cuando ya casada y acompañando a su esposo en su destino tinerfeño decide dejar la isla tras otro desengaño amoroso
"Traté de tranquilizarme... Nadie lo sabría nunca... Me iría de allí, me volvería a la Península, a Madrid, donde la vida es sobria, el clima es duro, y la meseta de Castilla ascética y casta... Como yo lo había sido siempre. ¡Yo, que era un pedazo de la tierra castellana llevada al suelo volcánico y lujurioso de esta isla de África!" (IIIª parte, cap. 'El baile del club Náutico', pos. 5415)
Como se ve en los fragmentos citados hasta aquí, la novela está contada en primera persona. Es una
novela autobiográfica, la confesión íntima que realiza la autora real con la única modificación de ciertos pormenores:
Elena Fortún estaba casada con
Eusebio de Gorbea Lemmi, militar republicano, escritor y amante del teatro que alcanzó cierto renombre a través de algunos dramas y que escribió una novela, "
Los mil años de Elena Fortún", de donde
Encarnación sacaría el seudónimo que tanta fama le proporcionó. Igual que ella pero en el campo de la pintura, María Luisa Arroyo está casada con un hombre de veleidades artísticas que triunfó con alguna de sus obras pictóricas y animó en principio a su mujer a la práctica artística para luego, cuando fue consciente de su inmensa valía, desdeñarla y minusvalorarla. Como
María Luisa al pintar,
Elena Fortún debía de esconderse para escribir. También las diversas ciudades que aparecen en el relato (Bilbao, Santa Cruz de Tenerife, Madrid, Buenos Aires...) son espacios por donde discurrió la vida de la escritora.
Para finalizar
La novela que se publicó por vez primera a finales del año 2016 en mi opinión -y por favor que no se me entienda mal- se ve un poco rancia. Digo tal cosa porque, creo, que el tema del feminismo y sus derivaciones (safismo, lesbianismo, falofobia...) hoy día está ya muy integrado dentro de nuestra sociedad. Es verdad -y aquí radica en mi opinión el interés máximo de esta novela- que en los años 30, 40 o 50 del siglo pasado (Elena Fortún nos dejó en 1952) este asunto era ingrediente sólo de lo que se consideraba una "novela fuerte", o mejor, "muy fuerte". Pero hoy, afortunadamente, ha perdido fuerza y ha pasado a la categoría de simplemente asunto. Que durante 2017 y 2018 haya sido especialmente leída creo que se debe al aprovechamiento editorial del movimiento #Metoo y al innegable empoderamiento de la mujer en la sociedad. Todo esto le ha hecho mucho bien a esta novela y ha provocado que haya sido muy leída.
Me parece mucho más interesante como confesión íntima de la escritora
Encarnación Aragoneses conocida en España como
Elena Fortún, que no se atrevió siquiera a firmarla con su nombre auténtico o con su conocido seudónimo literario sino que lo hizo bajo el falso nombre de
Rosa María Castaños y además redujo el asunto de la homosexualidad femenina al único admitido en su tiempo, el de la 'inversión' que lo consideraba tema propio de la psiquiatría,
"Un caso típico de inversión del instinto en persona honrada, exactamente de lo que hablamos el otro día. Creo que te interesará. [escribe el médico al que acude María Luisa a un colega amigo a quien se la remite]
Es decir que me mandaba al psiquiatra como un conejo de indias a un laboratorio..." (IIIª parte, cap. 'Otoño', pos. 5477)
si bien en la propia novela uno de los personajes con ideas más avanzadas, Rosarito, la abogada amiga que le informa sobre la Ley de Divorcio aprobada por el Gobierno de la República expresa otras opiniones bien distintas sobre el 'caso' que le expone María Luisa, opiniones "que no son enteramente las mías pero que no se las discuto":
"Realmente eres tú un 'caso'… Porque siendo hijos de un hombre y una mujer… aunque unas veces funcione mejor la parte del cerebro que nos legó nuestro padre… hay otras que es toda la feminidad de nuestra madre quien manda…" (IVª parte, cap. 'Octubre', pos. 6065)
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Nota final.-
La introducción que Nuria Capdevilla-Argüelles realiza de esta novela es de lo más interesante, en especial para todo aquel que quiera conocer bibliografía sobre el feminismo durante la primera mitad del siglo XX. Contiene revelaciones relevantes sobre autores y escritores de esa época de ambos géneros, la autoría de sus obras, las relaciones entre ellos, y los círculos y tertulias existentes en Madrid y otras capitales españolas donde se reunían y se estaba gestando un nuevo tipo de sociedad por entonces muy chocante.