De la literatura que últimamente ha caído en mis
manos, esta obra de W. G. Sebald nacido en Wertach, provincia de Allgäu, al sur
de Alemania, el 18 de mayo de 1944, es la lectura que me ha resultado más
dificultosa y al tiempo, una vez vencida ésta, más interesante. Es evidente que
no me habría acercado a esta ¿novela? de no haber mediado mi pertenencia a la
tertulia literaria "Más que palabras" pues fue allí donde se puso
sobre la mesa este título como propuesta de lectura veraniega. Y como es de
bien nacidos ser agradecidos, desde aquí mi agradecimiento por procurarme -y procurarnos- este
descubrimiento.
La novela es la narración de la indagación de los
orígenes del personaje Austerlitz que da título al relato, contada esta
investigación por él mismo en conversación con un narrador que nos la transmite
a su vez, con lo que todo el texto es
una auténtica 'mise en abyme' en la que las diversas voces narrativas surgen
unas de otras al estilo del juego de las cajas chinas:
- "A veces, dijo Lemoine, dijo Austerlitz, le parecía sentir allí arriba la corriente del tiempo en torno a su frente y sus sienes, pero probablemente, añadió, sólo era un reflejo de la conciencia que se ha formado en mi cabeza de las diversas capas que ahí abajo, sobre el suelo de la ciudad, se han ido superponiendo." (pág. 196)
- "Lo que nos molestó especialmente, eso, dijo Austerlitz, observó Véra, fue el inmediato cambio a la conducción por la derecha." (pág. 123)
Junto a este continuado recurso, Sebald utiliza
otros:
a)
Estructura formal, sin división en capítulos. Le sirve para remarcar su
idea -fundamental en esta obra- de la inexistencia del tiempo: "para
Austerlitz había momentos sin comienzo ni fin y que, por otra parte, toda su
vida le parecía un punto ciego sin duración" (pág. 83). Y esto pese a que
los encuentros entre el narrador-personaje (con casi total certeza el propio autor)
y el protagonista (Austerlitz) se producen durante el espacio temporal de al
menos 30 años (1967 - 1997). Que estos encuentros tengan lugar en
localizaciones diferentes (la ciudad de Amberes, Londres, o Paris) poco importa
dado que los espacios donde acaecen los sucesos entran a formar parte de ese
continuum espacio-temporal:
"siento casi físicamente cómo la corriente del tiempo se desacelera en el campo de gravitación de las cosas olvidadas. Todos los momentos de mi vida me parecen entonces reunidos en un solo espacio, como si los acontecimientos futuros existieran ya y sólo aguardaran a que nos presentáramos de una vez en ellos" (pág. 178).
b) Detallismo descriptivo exacerbado. Si algo hay
que vencer en esta novela son las páginas iniciales del relato en las que Sebald realiza prolijas
descripciones de los distintos elementos arquitectónicos que conforman la
fortaleza belga de Breendonk. Es tal el grado de detalle alcanzado que el
lector -me refiero, naturalmente, a mi experiencia- entra en estado de
incomprensión y sorpresa al no entender el porqué de tal procedimiento. Como es
evidente, varias decenas de páginas después iremos desentrañando el propósito
autoral que no es otro que profundizar en su idea de disolución temporal pues
aquello que en el siglo XVIII fue creado como instrumento de defensa va a
alcanzar otra utilidad en los años de la ocupación nazi, la de sede de las
torturas del invasor; al tiempo este recurso también le sirve para expresar que nada ni nadie está íntegro
si prescinde de -o ignora- alguno de los elementos que lo
conforman.
c) Utilización de fotografías como un elemento
narrativo más incorporado al relato.
Se trata de fotografías antiguas, borrosas, o tomadas al azar de elementos perdurables como el empedrado de una calle. Con ellas Sebald pretende -esta es su obsesión- recuperar el pasado incorporándolo al presente del que, en su ideal de tiempo, sin lugar a dudas forma parte. Estas fotos, junto a otros elementos que aparecen en su literatura, llevan a algunos de sus estudiosos a clasificar este y otros relatos del escritor alemán dentro de la categoría de la "non-fiction novel".
Se trata de fotografías antiguas, borrosas, o tomadas al azar de elementos perdurables como el empedrado de una calle. Con ellas Sebald pretende -esta es su obsesión- recuperar el pasado incorporándolo al presente del que, en su ideal de tiempo, sin lugar a dudas forma parte. Estas fotos, junto a otros elementos que aparecen en su literatura, llevan a algunos de sus estudiosos a clasificar este y otros relatos del escritor alemán dentro de la categoría de la "non-fiction novel".
d) Introducción de citas en el idioma del texto
citado. Así sucede con algunos versos de poemas especialmente queridos para
Austerlitz como estos de Thomas Merton: "And so I long for snow to sweep
across the low heights of London" / "London a lichen mapped on mild
clays and its rough circle without purpose…"(pág. 26). También cuando con
Marie visita el zoo en París: "No era raro oír gritar en nuestros paseos a
alguno de los niños, que los adultos siguen llevando al zoo: Mais il est oú?
Pourquoi il se cache? Pourquoi il ne bouge pas. Est ce qu'il est mort"
(pág. 182). Con esto, de nuevo, pretende incorporar al presente narrativo lo
vivido en el pasado recordado.
e) Culturalismo.
Son numerosísimos los escritores, pintores, pensadores..., próximos o
lejanos, cuyos nombres y/ u obras
aparecen citados (H. G. Adler, Balzac, Ibsen, Víctor Hugo, Turner,
Campanella, Dan Jacobson, etc.) y que
contribuyen a esa sensación de totalidad y ruptura de fronteras de todo tipo
[realidad / ficción; pasado / presente / futuro; localismo / universalismo;
etc.] que Sebald logra alcanzar con su literatura.
Todos los procedimientos antes señalados están al
servicio de esa investigación sobre la identidad personal de Austerlitz, que
llegó a England en 1939 en un tren cargado de niños como él era entonces a
quienes sus padres querían salvar de la
guerra que se avecinaba y que ya estaba a las puertas de la ciudad de Praga de
donde partió. Su rastreo toca las penosas consecuencias que tuvo el nazismo
sobre la población -especialmente sobre los judíos- que se vio afectada por el
mismo. El nazismo -piensa Sebald- es el pasado que conviene asumir a los
alemanes; y el momento desde el que lo aborda, el presente.
Este presente recibe también su legión de reproches por parte del novelista:
Este presente recibe también su legión de reproches por parte del novelista:
- El consumo de alcohol: "Con la cabeza apoyada en la pared y respirando hondo y despacio cuando me venían náuseas, llevaba observando un rato ya a los trabajadores de las minas de oro de la City, que a esa hora temprana de la noche acudían a su abrevadero habitual," (pág. 28)
- La manipulación de la historia por parte de los nacionalismos: "Nuestra dedicación a la historia, según la tesis de Hilary, era una dedicación a imágenes prefabricadas, grabadas ya en el interior de nuestras mentes, a las que no hacemos más que mirar mientras la verdad se encuentra en otra parte," (pág. 52)
- El mundo de la educación, en especial el universitario: " en 1991, me jubilé anticipadamente, en parte, dijo Austerlitz, por la estupidez que, como me consta, se extiende cada vez más también por las universidades," (pág. 86)
- La arquitectura sin funcionalidad (el faraonismo): "El nuevo edificio de la biblioteca [se refiere al edificio Mitterand de la Biblioteca Nacional francesa], que, por su trazado, lo mismo que por su reglamentación interna, raya en lo absurdo y trata de excluir al lector, como enemigo potencial, era casi, eso, dijo Austerlitz, dijo Lemoine, la manifestación oficial de la necesidad que se anunciaba cada vez más insistentemente de terminar con todo aquello que tenía aún una vida en el pasado." (pág. 195)
Por último señalaré dos leitmotivs que surcan toda
la obra: el frío y el azar. El primero
aparece reiteradamente como la melodía que acompaña la vida de estos seres que
quieren conocerse verdaderamente a sí mismos. Es un frío que hay que reconocer,
que forma parte de los hombres (en este relato se refiere a los alemanes), y
asumirlo sin pretender equivocadamente ignorarlo porque el pasado no se
volatiliza sino que conforma un todo con el presente:
"Sabía que en el terreno sobre el que se levantaba la estación se extendían en otro tiempo prados pantanosos que llegaban hasta los muros de la ciudad, los cuales durante los fríos inviernos de la llamada pequeña edad glaciar, se helaban durante meses y en los que los londinenses patinaban, con patines de hueso atados bajo las suelas, lo mismo que los habitantes de Amberes sobre el Escalda" (pág. 92)
"Antes, dijo finalmente Austerlitz, había aquí [se refiere ahora a París] grandes pantanos, en los que la gente patinaba en invierno, lo mismo que ante la Bishop's Gate de Londres," (pág. 199).
Y el azar, que está en la base de la vida, es elemento recurrente. En la
novela los encuentros entre los dos personajes protagonistas son siempre
fortuitos y no preparados. Así sucede en la Central Station de Amberes en 1967
al inicio del relato; luego en la cafetería del hotel de Londres 20 años más
tarde; y en general siempre: "nuestros caminos se cruzaron de una forma
para mí incomprensible hasta hoy, en casi todas mis excursiones belgas de
entonces, totalmente sin método." (pág. 19). Pero también toda la
indagación que Austerlitz realiza sobre su identidad está regida por el
principio de la casualidad -que no causalidad-, como puede verse cuando en
1992, casualmente, en la librería de su admirada dueña Penélope Peacefull,
escucha una conversación radiofónica entre dos mujeres maduras que recordaban
su exilio de niñas y este hecho provocó que en Austerlitz se desatase el
pensamiento sobre sí mismo.
Resumiendo: Una literatura novedosa y difícil que
merece una lectura por todo lo que encierra. La pena es que su autor nos
abandonó en 2001, el mismo año en que apareció esta novela, al sufrir un accidente automovilístico consecuencia de la
niebla en que su vehículo se vio inmerso. Paradójicamente W. G. Sebald luchaba
todos los días por que la luz disolviese las zonas neblinosas del hombre. Es lo
que tiene vivir, que es una azarosa sorpresa continua.