«Soy un caso documentado, carnaza de rutina para las rotativas de los periódicos. Me han concedido cincuenta segundos en el noticiario de más audiencia y una columna y media en el Time. Y aquí me encuentro, ante vosotros (metafóricamente hablando, otra vez), y os aseguro que estoy totalmente cuerdo.»
Hechos como el antes citado hacen que nos formulemos la misma pregunta que se hacía Iker Jiménez en su programa hace dos meses: ¿Pueden algunas obras literarias tener una maléfica influencia en algunos de sus lectores? No es debate novedoso; ha habido ya otros casos en los que se ha esgrimido el influjo de lecturas como el detonador de tragedias. No sé, siempre será discutible que la literatura de crímenes o de terror pueda propiciar comportamientos malignos como el producido el 25 de mayo pasado. Más bien yo creo que una mente perturbada puede justificarse a sí misma con cualquier excusa, sea esta literaria, musical, cinematográfica, de amistades, etc., etc. Si hubiera una directa relación causa efecto entre lectura de ciertas obras y crimen habría -decía con criterio Soto Ivars en Cuarto Milenio- que prohibir muchísimos libros, los primeros el Corán y la Biblia.
Dejo, pues, a un lado estos daños colaterales en los que sinceramente creo poco y voy a lo que importa, o sea, a la literatura. Diré para empezar que a mí la lectura me ha agradado y me ha evocado las de otros grandes autores como Salinger o Philip Roth que tocaron el tema de la adolescencia y su perturbadora evolución en obras iniciales suyas. Me estoy refiriendo naturalmente a El guardián entre el centeno de J. D. Salinger escrita en 1951 y a El lamento de Portnoy de Philip Roth publicada en 1969. En mi opinión estas dos novelas son precedentes claros que seguramente King tuvo presentes a la hora de diseñar a Richard Decker, el adolescente protagonista de Rabia. Como el Caulfield rebelde de Salinger y el Portnoy de Roth, Richie (Richard Decker) está en la edad difícil, la adolescencia, en la que se desatan en la persona conflictos emocionales, desarrollo de la sexualidad, agresividad hacia los iguales, rebelión frente a la autoridad (padres y maestros), e incluso en algunas personas manifestaciones más o menos fuertes de posibles desarreglos mentales. Esto unido a un lenguaje directo y sin tapujos fue en estos tres títulos motivo de escándalo en una sociedad cuyos adultos se niegan a ver que sus retoños han crecido y ya no son niños, pero tampoco adultos hechos y derechos.
- Utilización de títulos de películas, nombres de actores o actrices de cine (Raquel Welch, Richard Widmark, James Cagney, John Carradine, y otros) como términos reales de algunas imágenes o simplemente como elementos de comparación:
- «No me sentía en absoluto como un hesiano, sino más bien como un Wild Bill Hickok» (Will Bill Hickok fue un pistolero norteamericano real del siglo XIX que dio título a películas muy populares tanto en cine mudo como sonoro rodadas en los años y décadas anteriores al momento en que sucede la narración)
- «Era como ver Bonnie and Clyde, en el cine, salvo que Charlie se había vuelto majara y no había palomitas de maíz» (Bonnie and Clyde es un film de 1967 que tuvo un enorme éxito popular).
- Referencias a la música popular del momento que quienes tienen el libro en sus manos conocen sobradamente: The Beatles, The Rolling Stones, Mungo Jerry, Bobby Sherman, y muchos otros más. Personalmente he disfrutado mucho con las referencias musicales que aparecen en la novela. Las he buscado en Spotify y dejo aquí el enlace a las mismas -trece temas- pues entiendo que a muchos que os pasáis por aquí os gustarán:
- Alusiones literarias. Si en cuanto al culturalismo presente en la novela abunda lo señalado hasta aquí -cultura pop de masas-, es evidente que, tratándose de una obra literaria, las menciones culturales al mundo que le es propio, la literatura, también son profusas. Hay una diferencia importante entre las alusiones que se hacen a libros y/o escritores y las musicales o cinematográficas ya señaladas: las literarias están referidas a obras y autores que, aunque populares, son menos conocidos dado que con ellas viene a significarse el elevado coeficiente intelectual de Charlie, «el hijo psicópata de Carl Decker, el tipo que casi había matado al profesor de física y química», un chico que junto a su antagonista y elemento desencadenante de su violento proceder, Ted Jones, está por encima del común de sus compañeros de clase:
- «yo me encontraba escuchando a la señora Underwood, que repasaba los conceptos fundamentales del álgebra en el día siguiente a un examen terrible que, al parecer, sólo habíamos aprobado Ted Jones y yo»
- «La mayoría de los chicos no concede ningún valor al cerebro; un tipo con un cociente intelectual alto que no sabe jugar al béisbol, o al menos acabar tercero en una paja en grupo, es un cero a la izquierda.»
Mediante las alusiones a libros y escritores, en la novela se viene a marcar la diferencia generacional: padres adocenados y de poco nivel intelectual versus jóvenes más interesados por literatura de mayor calidad:
- «Fui hijo único, pues mi madre no quiso tener más. Es una mujer muy intelectual; lee novelas inglesas de misterio, pero nunca de Agatha Christie —prefiere las de Víctor Canning y Hammond Innes—, además de revistas como The Manchester Guardián, Monocle y The New York Review of Books.»
- «Dana sacó una gran pipa de agua adornada con arabescos de una estantería baja, llena de libros de Hesse y Tolkien, así como ejemplares del Reader’s Digest, que, sospeché, pertenecían a sus padres.»
- La manera de hablar del sexo sin pelos en la lengua:
- («—El tipo no olía muy bien —continuó Sandra—. Pero era fuerte, más corpulento que Ted. Además, no estaba circuncidado. Eso lo recuerdo muy bien. Cuando echó hacia atrás el... el prepucio, ya sabéis, su glande me pareció una ciruela. Pensé que me dolería, aunque ya no era virgen»)
- El empleo de expresiones con sentido ofensivo y discriminatorio hacia colectivos sociales, que hoy no tendrían un pase:
- («En alguna parte había leído que no se precisa haber tenido ninguna experiencia homosexual para ser un afeminado. Uno podía serlo sin tener conciencia de ello, hasta que el marica oculto en el armario se abalanzaba sobre uno como la madre de Norman Bates en Psicosis» o
- «había allí un campamento de auténticos indios de las reservas, la mayoría de los cuales te miraba como preguntándose cuánto pelo te habría salido ya en el culo y si merecería la pena arrancártelo como si de una cabellera se tratara»)
- Mostración sin tapujos de la rebelión adolescente contra la brutalidad y adocenamiento alcohólico y pastillero medicamentoso de muchos padres:
- «—Apestas —repuse—. Has jodido tu matrimonio y también a tu único hijo. Ven e intenta pegarme si te atreves. Me han expulsado de la escuela. Tu esposa está convirtiéndose en una adicta a las pastillas. Y tú no eres más que un bebedor empedernido. —Mi voz era ya un puro grito—. Ven aquí e inténtalo, imbécil de mierda.»
- Tiempo externo: la acción se sitúa en 1976 habida cuenta de los datos que va dando el narrador bien directamente en unas cartas finales que aparecen fechadas en noviembre y diciembre de ese año, bien cuando en alguno de sus flash backs da información suficiente para llegar a esta conclusión:
«Un día de otoño de 1962 se me ocurrió arrojar piedras contra las sobrevidrieras que papá se disponía a colocar.[...] Yo tenía cuatro años. Era un espléndido día de octubre para romper ventanas.»
- Tiempo interno: la historia del secuestro propiamente dicho dura unas tres horas y media, iniciándose poco antes de las 10: «Observé el reloj de la pared. Eran las 9.50. A las 9.05 me hallaba sentado en mi pupitre, junto a la ventana, observando a la ardilla.» y finalizando a la 1 de la tarde con dos menciones a la proximidad de ese momento: «Eché un vistazo al reloj de la pared, Eran las 12.30.» para finalmente cuando el suceso está a punto de concluir: «Faltaban tres minutos para la una.». Este tiempo interno se abre y se dilata hacia el pasado a través de las 'vueltas atrás' o 'flash backs' que tanto el propio narrador como sus compañeros, al contar sus propias historias, realizan. De esta manera, como se ve claramente cuando dice que en otoño de 1962 tenía cuatro años, la historia completa abarcaría desde 1958 hasta 1976.