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19 sept 2022

Francisco Coronel Díaz: "Medicina & Rock 'n Roll"

4 comentarios:

«A la espera de que desapareciera la terrible pandemia y de que pudiéramos volver a una actividad normal, me puse a escribir estas líneas de medicina y R & R como una continuación de lo anteriormente escrito, con anécdotas musicales de una época de esplendor del pop-rock en España y de otras de mi profesión médica, que para mí también fue esplendorosa»

Francisco Coronel Díaz, Historia del pop español
Tras la profunda y muy gratificante lectura que me proporcionó 'Noches azules' de Joan Didion  necesitaba algo de más fácil digestión. Recordé que hacía poco más de un año había disfrutado mucho con el primer libro de relatos de Francisco Coronel titulado "Las experiencias de un médico para todo" [mi reseña se puede leer aquí]. Tuve la enorme fortuna de que el autor en conversación telefónica me hablase de la existencia de una especie de segunda parte del mismo y de que me lo hiciese llegar con prontitud. Desde aquí, Francisco, muchas gracias por tu envío y por la referencia que haces a mi blog en el último capítulo.

El volumen que acabo de terminar es, efectivamente, una especie de continuación de la colección de anécdotas que en definitiva es el anterior. La diferencia entre ambos estriba en que este segundo, titulado"Medicina & Rock 'n Roll", especializa sus anécdotas, historias y chascarrillos del lado de la afición del autor -la música- mientras que el anterior las centraba en el ejercicio profesional de la medicina.


Inicia Francisco Coronel el anecdotario relatando cómo anidó en él la afición musical. Cuenta que en el colegio donde estudió el bachillerato fue compañero de Tony Martínez quien contaba a Francisco sus pinitos musicales en los grupos de los que formaba parte: Los Titanes y Los Sonor, apenas hoy recordados, y más tarde nada menos que Los Bravos.  En el caso del autor de este libro habría que decir lo de que "de casta le viene al galgo", pues el padre de nuestro médico nefrólogo «tocaba el trombón muy bien, con el que destacaba como músico profesional y era además un buen ejecutor del bombardino». Vamos, que su infección por 'la dulce filomena' la traía ya de casa el muchacho, quien junto a otros amigos y compañeros del Colegio donde estudiaba formó un grupo al que llamaron Los Vanguards. Con este grupo Coronel cantó en el Festival anual que el Colegio realizaba. Tal fue el éxito cosechado que él y sus amigos Long, Tony Rebelo y Félix decidieron persistir en el cultivo de su afición.

La afección musical la proseguiría el autor durante sus estudios de medicina en los que coincidió con un amigo de colegio, Manolo Moreno. Está claro que un hobby compartido tiene más visos de durabilidad que cuando se practica en solitario. Comenzaron con Los Vanguards a actuar en garitos y pequeños clubs, así como en algunas emisoras de radio en las que nuestros jóvenes y melómanos estudiantes conocieron a otros jóvenes que como ellos acudían a esos lugares. Algunos de estos chicos, desconocidos en ese momento, se llamaban Manuel Alejandro, Alfonso Sainz o un tal Raphael. Durante los estudios de medicina quizás lo más relevante musicalmente hablando fueron las actuaciones que Los Vanguards realizaban en el hall de la Facultad de Medicina, lo que consiguieron gracias a las pillerías,  propias de estudiantes avispados, que se gastaban.

Ya médico hecho y derecho, nuestro escritor hubo de apartarse algo de la práctica musical para lograr situarse debidamente dentro de la profesión médica. Sin embargo, en cuanto tenía ocasión de cantar o actuar en compañía de otros (Los Diablos Rojos fue el nombre que a partir de este momento tomó su agrupación) Coronel lo hacía, tanto si estaba en la mili haciendo las prácticas de las milicias universitarias como si estaba de médico en el Hospital militar o, ya lograda la especialidad de Nefrología, en el Hospital Clínico San Carlos de Madrid en su famoso Clinirock

«Con los Diablos Rojos, o en los últimos años solo con mi presencia, ha sido importante nuestra colaboración con el gran espectáculo que organiza el Hospital Clínico San Carlos de Madrid todas las navidades: el Clinirock»

Si algo ha hecho la mar de bien este médico amante de la música ha sido introducirla, motu propio o movido por otros, en muchos de los simposios, congresos y reuniones de Nefrología a los que acudía como moderador, ponente o director. En la clausura de los mismos era frecuente que Francisco Coronel se marcase alguna canción propia del lugar, solo o junto a los miembros de su grupo. Ser serio en la práctica médica no es óbice para mostrar el amor por la música

Quien conozca al buen nefrólogo que es el doctor Coronel sabrá de su bonhomía, de su buen carácter y del amable trato con sus pacientes, quienes muchas veces salían del hospital convertidos en amigos suyos. Y es que nuestro autor es muy buen amigo de sus amigos que le recuerdan siempre con cariño, y él a ellos. Cabría decir que a Francisco, además de para contar amables sucedidos que le ocurrieron alrededor de la música y de la medicina, le sirve este libro para homenajear en cierto sentido a sus amigos, tanto médicos

  • «mi compañera la Dra. Ana Sánchez Fructuoso, gran especialista en trasplante renal»
  • «El Dr. Nolph y la Dra. Saphiro»
  • «mi buena amiga y jefa del Servicio de Nefrología del hospital de Almería, la Dra. María Dolores del Pino»
  • «el nefrólogo norteamericano Dr. Twardowski»
  • «el Dr. Fernando Anaya, jefe de sección del Hospital Gregorio Marañón»
  • «mi amigo Pablo Amair, nefrólogo venezolano»
  • y muchos otros más
como del mundo de la música (más abundantes en este libro, claro)
  • «el gran teclista José Luis González, "Joe". Con su piano había formado parte de los formidables Los Pasos»
  • «Joaquín Torres. Joaquín había sido junto con Guillermo Polo componente inicial de Los Diablos Rojos, al que luego se unió Javier Navarro
  • «Recuerdo de forma especial la que nos hizo José Ramón Pardo» [la entrevista]
  • «Adolfo de Los Iberos (y no olvidarse de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán) volvió a hacer actuar al grupo y enroló a Marcos García-Montes, el famoso abogado que había estado en sus comienzos en el grupo Trébol»
  • «mi admiración por un artista tan completo como José Luis Campuzano "Sherpa". A su faceta más popular de cantante de Barón Rojo, añade otras tan importantes como la pintura, la escritura y hace sus pinitos como escritor»
  • «Asociación de Pioneros Madrileños del Pop […] nos juntábamos para hacer actuaciones en plan colaborativo, organizado por Rafael Laviada con su conjunto Los Hook y cantantes como Buddy, Pepe El Stuka, Vicente Figaredo y El Coronel»
  • y otros tantos más
El tiempo no perdona y su inexorable decurso hace que la nómina de amistades vaya en ocasiones acompañada entre paréntesis de las siglas q.e.p.d. Así es la vida.


Para finalizar
José Ramón Pardo, Pop y Rock en España
Personalmente lo que más me ha atraído de este Medicina & Rock 'n Roll de mi amigo Francisco Coronel es que, junto al personal y vital ejercicio memorístico que realiza, da un paseo por lo que fue la música pop en España durante las cuatro últimas décadas del siglo pasado. En cierta manera ha traído a mi memoria la muy buena Historia del Pop español (1958-1986) escrita por José Ramón Pardo y en la que a buen seguro -ahora no puedo asegurarlo- aparecerán citados Los Vanguards y Los Diablos Rojos. Recordar nombres de cantantes y de los grupos musicales que los mismos hacían y deshacían me ha hecho disfrutar mucho. Tanto he disfrutado que no he podido resistir la tentación de buscar en Spotify algunos de los temas citados por el propio escritor en el libro [quizás una de mis quejas al autor sería la de que sólo en dos o tres ocasiones da títulos concretos de canciones]. Esa búsqueda es la que dejo en esta reseña para que la escuchen y se recreen con ella los lectores mientras leen el libro, esta reseña, o los dos prólogos -uno firmado por Marcos García-Montes y otro por Sherpa- que destaca en portada Francisco Coronel

Para saber, pues, cómo un médico esforzado e investigador prestigioso y reconocido ha podido compatibilizar profesión y afición sólo existe una manera: leer este librito con el que seguro seguro que echaréis más de una risa.




Del autor y en este mismo blog:




"Las experiencias de un médico para todo"









12 sept 2022

"Noches azules" de Joan Didion

13 comentarios:

«Cuando empecé a escribir estas páginas, yo creía que iban a tratar de los hijos, de los que tenemos y de los que desearíamos tener, de las formas en que dependemos del hecho de que nuestros hijos dependan de nosotros, de las formas en que los animamos a que sigan siendo niños, de las formas en que ellos siempre nos resultan más desconocidos para nosotros que para sus conocidos más casuales.»

No Ficción, Ensayo, literatura norteamericana
En varios de los comentarios que me dejaron en la reseña que hace nada hiciera de El año del pensamiento mágico amablemente algunos visitantes a mi blog me recomendaban vivamente la lectura de este otro libro de la Didion. Dado que la lectura del ensayo que la autora norteamericana escribiera a raíz de la muerte de su marido John Gregory Dunne fue para mí una experiencia literaria gozosa, decidí seguir los consejos de mis lectores y sin demora me hice con las Noches azules, el libro en el que Joan Didion rememoró la vida de su hija Quintana fallecida unos años antes. 

El título
El libro que distribuye su contenido en 35 capítulos o apartados dedica el primero de ellos a justificar el título, a explicar qué son, y por qué ella lo titula así, las "noches azules". En mi opinión ya el mero sintagma destila belleza. Pero, ¿qué son las noches azules? Resulta que en ciertas latitudes y en ciertos momentos del año, concretamente al aproximarse el verano, es cuando los crepúsculos se vuelven largos y azules. «Las noches azules son lo contrario de la muerte de la luz, pero al mismo tiempo son su premonición».
«Este libro se titula "Noches azules" porque en la época en que lo empecé a escribir sorprendí a mi mente volviéndose cada vez  más hacia la enfermedad, hacia la muerte de las promesas, el acortamiento de los días, lo inevitable del apagamiento, la muerte de la luz.»
Como se ve, pues, ya desde el inicio, la obra que tenemos en nuestras manos avisa de lo que va a hablar: de final, de acabamiento, de la inevitabilidad de la muerte; pero también de esperanza, de negación de lo evidente, de promesa de sanar. En esta dicotomía, absurda e infranqueable, nos debatimos todos cuando la noche definitiva se acerca, se intuye, o siquiera se percibe en su lejanía. Las noches azules son luz que declina, oscuridad que se quiere retardar, esperanza de lo imposible, fe irracional en las posibilidades humanas.


Mi impresión
En el apunte realizado a vuela pluma en Facebook nada más finalizar la lectura de la obra, como tenía en mi cabeza tan vívida la favorable impresión que me había producido El año del pensamiento mágico, escribí textualmente lo siguiente: «Si comparo ambas obras, a pesar de la semejanza en el asunto, gana por goleada en mi consideración "El año del pensamiento mágico". No sé si haré comentario más extenso que éste, pero si lo hago ahí explicaré los motivos de mi favoritismo.». A ver si logro hacerlo.

Lo primero es que el asunto y tono de la obra que dedica a su hija Quintana ya no sorprende dado que cinco años antes de que las Noches azules apareciesen, es decir, en 2005 Joan Didion sorprendió a la lomunidad literaria universal con El año del pensamiento mágico del que hace apenas diez días di mi opinión aquí, en este mismo blog. Ambos libros parten de un hecho luctuoso, una muerte. El año..., de la del marido y la necesidad de la viuda de retornar a la senda de la vida, de proseguir en el camino; la segunda, de la de la hija, si bien es mucho más el lapso de tiempo que Didion dejó pasar entre el fallecimiento y la escritura. Si en el que dedicó a John Dunne sólo habían pasado unos meses (diez cuando comenzó a escribirlo, doce cuando lo finalizó), en el dedicado a rememorar a Quintana Roo son seis los años transcurridos desde la desaparición de ésta en agosto de 2005. Por otra parte, en El año... tocaba vivamente la enfermedad, entonces activa, de la hija al tiempo que intentaba superar el dolor y la pena por la muerte de su marido; en Noches azules ya no hay tanto dolor por la pérdida concreta sino más bien por lo que simboliza de pérdida universal. 

Los dos libros pertenecen al género de la no-ficción. Si el primero lo hizo motu propio casi como terapia para poder salir del abatimiento personal en que la había confinado la pena y el dolor causados por la inesperada muerte del marido, las Noches azules fueron más una apuesta, un reto al que la sometió su editor y que ella rehuyó largo tiempo. Pero en un momento, cuando ya no se esperaba, se presentó con el manuscrito ante él y se lo entregó. Así al menos es como ella misma lo cuenta en la película documental que sobre su figura dirigió su sobrino Griffin Dunne en 2017. Este documental es muy interesante pues en él es la misma escritora quien responde a las preguntas del sobrino. Los dos libros de no ficción que aquí comentamos son el vórtice sobre el que gira el film. En el mismo se ve a una Joan Didion algo ajada por la esclerosis múltiple que desde 1970 arrastraba, pero sobre todo por la enfermedad de Parkinson que al fin y a la postre será la que causará su muerte en noviembre del pasado año 2021. Este interesante documental se puede ver actualmente en la plataforma Netflix y no sé si también en otras.

Muchos aspectos de la enfermedad de Quintana, como he dicho, ya los trató la escritora en El año del pensamiento mágico. En él nos cuenta sus airadas reacciones ante las explicaciones que los médicos le daban sobre el desarrollo de la enfermedad de Quintana, enfermedad que la había llevado a la UCI de varios hospitales. En el fondo la escritora contraponía la muerte sorpresiva de John que ella no pudo predecir y por lo tanto evitar con la enfermedad de Quintana en la que ella quería involucrarse activamente a fin de evitar la fatalidad. No pudo ser y quizás por ello dejó pasar Joan Didion varios años hasta que decidió volver a Quintana, a hablar de ella, a rememorarla, a reivindicarla, a festejarla.

El libro sobre su hija no es un libro centrado en su muerte, en la pena y dolor que esto le causó. No, no sólo es esto; el libro, como acabo de decir, es un recordatorio de lo hermoso que fue pasar esos 39 años junto a Quintana, los momentos de felicidad que desde su adopción la niña y luego la mujer proporcionó a ambos, a John y a ella, Joan. Naturalmente este viaje por los años de convivencia vividos juntos lleva inevitablemente a Didion a consideraciones genéricas sobre el envejecimiento, las enfermedades y la muerte
«Pero a medida que las páginas avanzaban se me ocurrió que su tema real no era para nada los hijos, o por lo menos no los hijos en sí, por lo menos no los hijos en tanto que hijos: su tema real era esta negativa a abordar dicha consideración, la negativa a afrontar las certidumbres del envejecimiento, la enfermedad y la muerte.»
Esa adversativa con la que se abre la cita anterior enlaza con otra proposición -precisamente la que encabeza esta reseña- en la que expone su intención inicial. Está claro que, como tantas veces dicen muchos escritores, los libros tienen vida propia y es durante el mismo proceso de escritura que van diseñando su propio camino.

Noches azules es, en mi opinión, una obra menos profunda que El año... Esto no debe de entenderse necesariamente como peor. No, para nada. Simplemente es un libro distinto, diferente. Si algo me atrae de Joan Didion y en mi consideración la convierte en escritora imprescindible es su saber abordar asuntos diversos y cuando, como en este caso, son similares hacerlo con perspectivas diferentes. A eso llamo yo tener cintura, ser una cualificada artista, una escritora merecedora de todos los reconocimientos. 

El libro me ha parecido menos oscuro que el dedicado al marido. Quiero decir que no se ceba, si bien tampoco los elude, en los aspectos terribles de la enfermedad y fallecimiento de Quintana, sino que dedica buen número de páginas a la rememoración más o menos gozosa de su vida. Así ocupa un lugar destacado en la novela la adopción de la niña, sin duda alguna un episodio de vital importancia para el matrimonio. También son importantes las relaciones de la familia Dunne Didion con actores, directores, guionistas, productores y demás componentes del mundo cinematográfico en el que ellos dos participaron como guionistas de no pocos filmes. Nombres como Martin Scorsesse, Warren Betty, Steven Spielberg... aparecen en su vida cotidiana, en fiestas celebradas en su casa californiana, en viajes promocionales de películas por todo el país y también por Europa, etc.

Nuevo periodismo, Noches azules
Al ser ambos cónyuges periodistas, los asuntos de actualidad más importantes entraban a formar parte de la cotidianidad familiar. El mundo hippy, la música y los músicos, las drogas, el alcohol... Todo esto aparece en Noches azules a veces con pesar por parte de la madre escritora al culpabilizarse en cierta manera de la caída en las drogas y el alcohol de Quintana Visto desde la distancia, todos bebíamos más de la cuenta, pero en 1966 esto no se nos ocurría a ninguno. Solo cuando leí mis primeras novelas, en las que siempre había alguien abajo preparando una copa y cantando «Big Noise blew in from Winnetka», me di cuenta»). Analizando el decurso de la vida de su hija, la madre contrapone el miedo y la enorme preocupación que tuvo por ella desde el mismo momento que la tomó en sus brazos con la 'sana' despreocupación de sus propios padres. Este hecho paradójicamente, reflexiona la autora, introduce miedos y/o irresponsabilidad en los hijos. El miedo paterno los niños lo ven y lo absorben como propio, y cuando no sucede así, la irresponsabilidad más absoluta los envuelve sabedores de la superprotección paterna en la que viven. Por otra parte, Quintana siempre tuvo un miedo propio, distinto al de otros niños: el miedo al abandono que es frecuente en aquellos que saben que son niños adoptados.
«Tengo entendido que todos los hijos adoptados temen que sus padres adoptivos los vayan a abandonar igual que los abandonaron sus padres naturales. Por culpa de las circunstancias extraordinarias en que fueron introducidos en la estructura familiar, están programados para ver el abandono como su rol, su destino, el futuro que les aguarda a menos que ellos lo puedan dejar atrás.»
Todas estas reflexiones sobre su hija desaparecida y sobre la existencia en general se le suscitan a Joan Didion en Noches azules revisando pertenencias de Quintana, en especial fotografías de la niña sola o en compañía de amigas o de ellos mismos, sus padres Joan y John. Al observarlas desde el presente es consciente la autora de la fugacidad de la vida, del paso del tiempo. En definitiva, del envejecimiento que se ha adueñado de ella sin haber sido consciente del mismo a pesar de que «El envejecimiento y sus evidencias constituyen los acontecimientos más previsibles de la vida, y sin embargo siguen siendo asuntos que preferimos dejar sin mencionar, sin explorar». Joan Didion se da cuenta de que ha perdido «empuje» que es lo que mantiene a uno vivo; ella es consciente de su deterioro físico y cognitivo;  además la ausencia de Quintana («Ayer mismo Quintana estaba viva») le hace recalar en otras ausencias presentes en su propia persona
«Fue ayer mismo cuando todavía sabía hacer cuentas, me acordaba de los números de teléfono, alquilaba un coche en el aeropuerto y lo sacaba del aparcamiento sin quedarme paralizada en el momento crucial, con los pies ya en los pedales pero inmovilizada por la pregunta de cuál era el acelerador y cuál el freno.»
Por último y a modo de colofón de esta especie de análisis comparado realizado entre estos dos libros de No-ficción tan íntimos y personales, sólo añadiré que he detectado más presencia de la música y de referencias literarias en Noches azules que en El año del pensamiento mágico. Quizás, ya lo he señalado antes, la razón se deba a que El año... nace estando ella muy tocada por el duelo, el dolor y la pena de la muerte de John Dunne; algo que en Noches azules, al existir mayor distanciamiento y asimilación de lo inevitable dada la duración de la enfermedad durante meses, no se da. Esto hace que se pueda explayar en detalles aparentemente más nimios e insignificantes como aquellos temas musicales que escuchaba Quintana y que le sirven a ella para evocarla. Esencialmente son cuatro: 


En una familia de escritores es normal que cuando uno de ellos crea una obra la literatura de otros ocupe lugar preferente. Así ocurría en vida de ellos y así Quintana fue despedida por su madre y por su marido Gerry, con la lectura de poemas de autores que a ella en vida le gustaban 
«Gerry leyó un poema de Galway Kinnell que a ella le gustaba, Patti Smith le cantó una nana que había escrito para su propio hijo. Yo leí los poemas de Wallace Stevens y de T.S. Eñiot "Dominio del negro" y "New Hampsfire", con los cuales la solía poner a dormir cuando era un bebé
Hay alusiones a autores como Pablo Neruda, Karl Shapiro y otros que gustaban a la hija fallecida. Pero de cara a la personalidad de Quintana la principal referencia es a un verso del poema Endimion de Keats que dice «Adentrarse en la nada». Para la madre ese verso y la importancia que en su diario le daba Quintana tenía un gran significado.


Frases relevantes en el texto
Además de las citas que incluyo en la reseña me parecen relevantes frases como las siguientes:
  • «El padre de la novia muerto mientras cenaba. La novia en un coma inducido, viva únicamente gracias a la respiración asistida y con los médicos de la unidad de cuidados intensivos convencidos de que no sobreviviría a la noche. La primera de una cascada de crisis médicas que terminaría con su muerte veinte meses más tarde.»
  • «Seguíamos pensando que la felicidad y la salud y el amor y la suerte y los hijos hermosos son "bendiciones comunes y corrientes"
  • «Un día estamos mirando la fotografía de Magnum en que aparece Sophia Loren en el desfile de Christian Dior en París en 1968 y pensando que sí, que podría ser yo, yo podría llevar ese vestido, yo estaba en París aquel año; y un instante minúsculo más tarde estamos en la consulta de algún médico que nos está contando lo que ya ha fallado y por qué nunca volveremos a llevar las sandalias de ante rojo con tacones de diez centímetros»

4 sept 2022

“Roseanna” de Maj Sjöwall y Per Wahlöö

18 comentarios:

«Ella volvió a su estado normal. El momento pasó. Algunas frases desgastadas y la conversación acabó. Todavía distraído, se quedó con el auricular del teléfono pegado al oído hasta que la escuchó colgar. Un clic y un silencio vacío. Era como si ella se encontrara a miles de kilómetros. Hacía años que no hablaban.»

Maj Sjöwall y Per Wahlöö, novela negra nórdica
Gracias a los blogs literarios amigos que frecuento he conocido la existencia de esta pareja de suecos, Maj Sjöwall y Per Wahlöö, que en 1965 dieron a la imprenta esta entretenidísima novela. Roseanna fue -y lo sigue siendo, claro- la primera de una serie de diez conocida como Serie Martín Beck por el nombre del policía protagonista de la misma.



Los autores
Maj Sjöwall y Per Wahlöö fueron pareja desde 1962 hasta 1975, año en que, con sólo 48 años, murió Per de cáncer de pancreas. Maj le sobrevivió  45 años muriendo en 2020 a la edad de 85. Mientras estuvieron juntos tuvieron dos hijos y escribieron las diez novelas protagonizadas por el inspector de la Brigada Criminal Central Martin Beck. Con la muerte de Per la serie se interrumpió y Maj no la continuó, dedicándose ella desde ese momento fundamentalmente a la traducción al sueco de obras escritas en danés, inglés y noruego. También es autora de algunos relatos y de una exitosa novela negra que publicó en 1990 titulada La mujer que se parecía a Greta Garbo inédita aún en español.




Roseanna

Sinopsis (proporcionada por la propia editorial)
Una tarde de julio aparece el cuerpo de una joven en el lago Vattern, en Suecia. Tres meses después, todo lo que sabe el inspector de policía Martin Beck es que el nombre de la chica es Roseanna, que vino de Lincoln, Nebraska, y que pudo ser estrangulada por cualquiera de las ochenta y cinco personas que viajaban con ella en una excursión en barco.


En la novela se trata de resolver un complicado asesinato sucedido en el lago Boren en un barco de pasajeros que pasea turistas por esa zona de lagos suecos gracias al amplio sistema de esclusas que permiten navegar pese a la distinta altitud existente entre unos y otros. La novela es claramente de corte psicológico e inaugura la que décadas más tarde será la exitosa novela criminal escandinava con autores tan conocidos y leídos hoy como Henning Mankell, Stieg Larsson, Jö Nesbo, Asa Larsson, Arnaldur Indridason, y otros tantos más. 

Que el criminal y principal sospechoso posea una mente fuerte que ponga difícil a los policías que lo investigan hacerle confesar no es algo excesivamente novedoso respecto a la novela negra anterior encuadrada en el 'hard boiled' norteamericano fundamentalmente [sobre el hard boiled tengo escritas cosas en este blog: aquí, aquí y aquí]. Con Maj Sjöwall y Per Wahlöö la novela negra europea dio un salto cualitativo importante al incorporar a sus tramas, profundizando lo que se intuía ya en Chandler o en Hammett,  el cuestionamiento de la sociedad -o al menos de algunos estamentos de la misma- en la que el crimen se ha `roducido. Este hecho es de grandísima importancia en el momento en que la serie Martin Beck aparece en Suecia, un país que en 1965 estaba considerado como un auténtico paraíso en la tierra en el que las diferencias sociales eran mínimas, la igualdad entre los sexos óptima y el socialismo sueco digno de ser imitado. 

Martin Beck es un esforzado y magnífico policía cuya vida matrimonial transita por zonas pantanosas. Este policía de estómago delicado vive su matrimonio y paternidad de manera peculiar. A lo que parece no se le ve muy satisfecho con su vida privada aunque tampoco da la sensación de que quiera romper con ella. Son muchos los momentos en los que su mujer entra en sospecha por las muchas horas y noches que el policía dedica a su trabajo
«Su mujer no le dijo nada, pero el destello de duda de sus ojos era cada vez más patente cuando él la miraba. Hacía ya mucho tiempo que desconfiaba de esa extraña misión que nunca daba resultado, pero que mantenía alejado a su marido de casa noche tras noche
A él estas sospechas lo tienen hastiado y las mismas vienen a sumarse a actitudes mantenidas por su mujer que nada le satisfacen
«Desde que los niños se habían hecho mayores y no la necesitaban tanto como antes, su esposa, con entusiasmo fervoroso e inoportunidad enfermiza, había asumido el papel de enfermera del hogar y los recurrentes períodos gripales de su marido constituían para ella eventos tan importantes como los cumpleaños y períodos festivos.»
Respecto a las mujeres, cuando se lee la novela, se percibe a veces, en palabras y gestos de algunos personajes masculinos, un cierto machismo presente en esa sociedad sueca que a los de por aquí, quiero decir, a los españolitos de esos y siguientes años, nos parecía tan avanzada en todo. Así se observa, por ejemplo, cuando el detective principal y su jefe hablan sobre quiénes investigarán el caso
«—¿A quien llevarás contigo?
—Sólo hay ocho hombres en comisaría. Contaba con los dedos.
—Bueno, de los cuales una es mujer. Y alguien debe de ocuparse del resto de las tareas.
»
Al igual que con este machismo, existente en las mentes aunque negado habitualmente en las declaraciones, Maj Sjöwall y Per Wahlöö ponen el dedo en la llaga al citar la colaboración con Alemania de la oficialmente Suecia neutral  durante la IIª Guerra Mundial. Así se cita con elogio, por parte de algunos personajes secundarios con los que Martin Beck habla en el curso de la investigación, el papel realizado por la División Azul española en esa contienda
«El comandante Jentsch vio bastante en la guerra. Bastante, bastante. Durante nueve meses, quizá llegaron a once, bueno, de todas maneras fue oficial de enlace en la División Azul, ¿conocen la División Azul? Las tropas españolas de élite que Franco mandó para luchar contra los bolcheviques. Y debo decir que aquí, a menudo, medimos a italianos, griegos, españoles y demás... Bueno, a ver si me entienden, los medimos a todos por el mismo rasero, pero tengo que decir que aquellos chavales, o sea, los de la División Azul, esos sí que sabían...»
Es, pues, una novela en la que vemos comportamientos y conversaciones normales de personajes muy normales. Seres que no se comportan con falsedad y que declaran sin remilgos lo que en verdad piensan; de ahí que no se corten un pelo al elogiar a la División Azul o al opinar sobre hombres y mujeres. Quizás, pienso desde el momento presente, aún en 1965 no se había impuesto el concepto de lo políticamente correcto y menos aún el del pensamiento único; nadie tenía miedo de que sus palabras u opiniones le condenasen al ostracismo de la cancelación en que son alojados aquellas personas que hablan de manera libérrima.

El prólogo a la edición de Roseanna que he leído lo firma Henning Mankell. Magnífico prólogo el que en 2010 escribió el escritor sueco desaparecido en 2017. En él destaca aspectos importantísimos como el de que  Per Wahlöö, militante comunista, antes de estar con Maj Sjöwall hubiese escrito una novela situada en la España de Franco («Antes de 1965, había leído varias novelas de Per Wahlöö. Recuerdo especialmente El camión, que se desarrollaba en la España fascista.»). Pero lo esencial de las palabras de Mankell queda referido a aspectos literarios de la novela: así, señala que «En Roseanna, los investigadores de homicidios emergen como personas normales. No hay nada heroico en ellos» y algo más adelante dice que «es una de las primeras novelas policíacas en las que el tiempo juega claramente un papel principal.». Este uso del tiempo -la acción dura seis meses y medio, pero en los tres primeros la investigación policial apenas avanza- sirve para imprimir un ritmo idóneo de suspense y de tensión al relato.

Novela negra nórdica, novela criminal escandinava
También, aunque no en exceso, hay humor en el relato. Un humor, todo hay que decirlo, a la sueca, o sea, nada estruendoso, sin carcajadas que rompan el hielo de esa sociedad nórdica: así en la narración del descubrimiento del cadáver leemos que «La mañana del cinco de julio la draga amarró en Borenshult ante la admiración de los niños del pueblo y de un turista vietnamita» ¿Un turista vietnamita en Suecia, en 1965, cuando la Guerra de Vietnam estaba en su apogeo? Evidentemente estamos ante un sarcasmo, humor irónico, una velada crítica por esa guerra inacabable contestada por la izquierda sueca en la que militaban los dos escritores. Más humorístico y literariamente más funcional me parece el uso que hace del mismo para caracterizar personajes: «—Atención a la elección del verbo enrolarse —puntualizó mirando con orgullo a Martin Beck.», le dice el inspector Kollberg a su inmediato superior que poco antes le había corregido una palabra. El mismo Kollberg y su compañero Melander hablando con Martin Beck quedan caracterizados por su vocabulario:
«—¿Y de dónde vas a sacar a una mujer?
—Tiene que haber alguna en el cuerpo.
—Mejor búscala antes.
Diez minutos más tarde, Kollberg preguntó: —¿Y dónde piensas encontrar a una tía?
»
Otros momentos de tono humorístico en mi opinión dignos de ser destacados se ven en frases como las que siguen:
  • «El tradicional asesinato de Nochevieja sucedió en Gotemburgo y se esclareció en menos de veinticuatro horas.»
  • «Doce alemanes, cuatro daneses, cuatro ingleses, un escocés, dos franceses, dos sudafricanos —a éstos habrá que buscarlos con un tam-tam—, cinco holandeses y dos turcos.»
Quizás hoy, esa sarcástica alusión a los sudafricanos sometidos por entonces al cruel apartheid no superaría el listón de lo políticamente correcto. Y quizás hoy, si los vigilantes de la ortodoxia se empeñasen, veríamos desaparecer las novelas de esta pareja de suecos de los anaqueles de las librerías. Corregir el pasado es, como denunciara George Orwell, pretensión de todos los absolutistas. Afortunadamente la pareja formada por Maj Sjöwall y Per Wahlöö no tiene la fama universal alcanzada por la dama de la narrativa detectivesca, Agatha Christie, cuya novela Diez negritos en las últimas ediciones figura ya con el título de Eran diez a fin de evitar la palabra estigmatizada. No se sabe qué opinaría de este cambio la autora británica si estuviera viva.

Para finalizar
Los escenarios en los que se desarrolla la trama novelesca son totalmente reales: «Motala es una ciudad sueca de tamaño medio. Está situada en la provincia de Östergötland, en la parte norte del lago Vättern, y tiene unos 27.000 habitantes.». El lugar donde aparece el cadáver de la mujer asesinada es bien conocido por todos los suecos que hayan pasado por la escuela: «—El lago Boren —dijo—. Boren, Roxen y Glan. Que yo recuerde, eso es más o menos lo único que aprendimos en el colegio».

También, leída desde el siglo XXI, ha llamado mucho mi atención observar la enorme dificultad que habían de tener las pesquisas policiales durante los años del siglo XX en que aún no existían los ordenadores. Repasar la vida y localizar a los 85 pasajeros que viajaban en ese barco donde se cometió el crimen desde luego no debía de ser trabajo fácil de realizar.

Por último, sólo me resta decir que leeré alguna novela más de esta serie al haberme satisfecho mucho "Roseanna" de Maj Sjöwall y Per Wahlöö, un auténtico clásico de este género narrativo. Saber en qué parará la relación del personaje con su mujer es para mí ya un verdadero acicate para buscar el siguiente título de la serie, El hombre que se esfumó, de por sí ya más que intrigante, ¿no os parece? 

Nota:
La novela es un titulo más para incorporarlo al listado de novelas clásicas leídas dentro de la VIª edición del Reto Nos gustan los clásicos