Esta novela de Isaac Rosa ha protagonizado dos tertulias literarias en las que participo desde hace tiempo. En “El Club de los 1001 lectores”, grupo de lectura online, debatimos sobre ella en mayo; en “Más que palabras…”, tertulia presencial, el debate se ha producido hoy mismo, 21 de junio. Esta reseña la publiqué el pasado día 1 de mayo en la página web de "El club de los 1001 lectores".
Título: La habitación oscura
Autor: Isaac Rosa
Editorial: SEIX BARRAL
ISBN: 9788432215728
Páginas: 256
|
Así, a vuela pluma, nada más concluir la lectura de “La habitación oscura” de Isaac Rosa mis impresiones sobre la misma son extrañas:
¿Ante qué estamos?
¿Qué es lo que acabo de leer: un ensayo novelado sobre crisis de todo tipo?
¿Un conjunto de artículos periodísticos a propósito de la crisis económica engarzados unos con otros aprovechando una leve trama argumental?
¿Qué intención tiene el autor, qué intenta transmitirnos?
¿Qué es lo que acabo de leer: un ensayo novelado sobre crisis de todo tipo?
¿Un conjunto de artículos periodísticos a propósito de la crisis económica engarzados unos con otros aprovechando una leve trama argumental?
¿Qué intención tiene el autor, qué intenta transmitirnos?
A ver si escribiendo saco algo en claro.
Sinopsis:
Un grupo de amigos jóvenes deciden, por un hecho casual (un apagón), dedicar una sala del sótano de la casa que tienen alquilada a habitación oscura en la que el silencio y la falta de luz tamizarán los encuentros que entre ellos pueda haber, realizados siempre en un clima de alegría, absoluta libertad y ninguna coacción. Durante 15 años mantendrán esta pieza acondicionada, y a cuya función primera de puro divertimento y desahogo sexual, se irán añadiendo otras: la principal, servir de refugio de las insatisfacciones diarias, escapar del tiempo. Ya no sólo será el sábado, "el día en que casi nadie faltaba a la cita", sino que, individualmente o no, otros días de la semana la sala servirá a los partícipes de cobijo de sus fracasos, sus esfuerzos, los desencuentros personales con sus parejas, hijos o padres. Las nuevas funcionalidades de la habitación oscura vienen dadas en gran medida por la transformación en las condiciones socio-económicas que la estable vida de estos jóvenes conoce a lo largo de unos años durante los cuales cambiará radicalmente su percepción sobre el mundo, sobre los otros y sobre ellos mismos.
Durante el período de funcionamiento de la habitación oscura habrá emparejamientos, separaciones, relaciones en conflicto, soledades elegidas…, en fin, todo lo que suele acaecer en la vida normal de cualquier grupo humano. Todo se sostendrá hasta que de fuera vengan elementos a perturbar la tranquilidad del grupo.
Comentario:
La novela se estructura en 8 capítulos entre los cuales se sitúan 7 breves secuencias de dos o tres páginas con el orientativo título cada una de ellas de “REC”. Estas breves secuencias ponen de manifiesto desde el primer momento la importancia que el mundo de la tecnología informática tiene en el relato general.
Toda la acción sucede durante una tarde de sábado, la última de existencia de esta habitación. Vemos al grupo de jóvenes aguardando la llegada de alguien; es una espera tranquila y al mismo tiempo temerosa. El narrador interno deja manifiesta su impersonalidad o dilución en el grupo a través del empleo de la primera persona del plural que alterna con la segunda del singular, ambas con un claro sentido generalizador. Abunda en este sentido impersonal el empleo indistinto del femenino o masculino con lo que el autor nos hace dudar constantemente sobre la identidad de quien está relatando. Yo creo que Isaac Rosa quiere expresar a través de este juego con la figura del narrador que quienes hablan son todos ellos, cualquiera de ellos, en definitiva, los jóvenes que han sufrido en propia carne los cambios producidos durante esos quince años de habitación oscura.
Los personajes son cerca de una docena y están perfectamente delineados, si bien responden a arquetipos. Como dice el narrador
“como toda buena comedia de situación en la nuestra no faltaba nadie: el gracioso, la intelectual, el guaperas, la tontita, el mentiroso compulsivo, el inocente, la víbora, el seductor, el raro, la enamoradiza, el cabrón”.Estos tipos humanos tienen nombre. Son:
- María y Raúl, “que entonces eran pareja aunque hoy habrán llegado por separado” (p. 34)
- Sergio y Olga, ”seguramente sentados uno al lado del otro, las manos enlazadas, ellos sí” (p. 36)
- Jesús y Pablo, “Al principio, en la habitación oscura, los hombres nos rehuíamos” (p. 38)
- Víctor y Susana, “protagonizaron uno de los capítulos que más risas enlatadas merecieron.” (p. 42)
- Silvia, la activista, “para ella la habitación oscura era todo lo contrario: un escondrijo, una forma de cobardía, de ponerte a salvo unas horas” (p. 101)
- Andrés, separado de su mujer y padre de un hijo al que apenas le dejaban ver, y “que en aquel tiempo era visitante diario” (p. 56)
- Sonia , que pierde su puesto de trabajo en los servicios culturales del ayuntamiento y ha de buscarse la vida con sustituciones en cafeterías o sirviendo bodas.
- Eva, que finalmente no pudo superar el “chasquido” que le provocaba su trabajo en el centro comercial y “que se curaba aquí al final de la jornada, se restregaba las piernas hinchadas y las cervicales cargadas y se le desprendía así la piel inútil como escamas transparentes” (p. 64)
- Lola, la chica enterrada en vida por culpa de su padre que padece alzhéimer...
En general todos ellos eran algo así como “turistas” [“Qué lejos aquellos días en que nos creíamos inmortales, en que paseábamos por la ruina como turistas.”, pág. 165], o sea, vivían sin implicarse socialmente, sin preocuparse por los cambios en las condiciones sociales, políticas, laborales, etc., que la crisis económica estaba ocasionando a su alrededor; pero, aunque les costará nada menos que esos quince años, acabarán tomando conciencia de su situación: seres manipulados por todo y por todos, incluso por ellos mismos.
"La habitación oscura" es una novela social, política. |
El nexo de unión entre todos ellos, aparte de la primera amistad, es la situación de peleles en que se encuentran, una situación que al principio ignoran y que a lo largo del relato irán reconociendo. Estos amigos esconden sus frustraciones diarias, laborales y personales, en esa habitación oscura que les dará el plus de emoción que falta a sus vidas. Para ellos, en un principio, la asistencia semanal a esa habitación es pura diversión, -el sábado es “el día de la risa”-, pues los intercambios que realizan en ese sótano a espaldas de la luz, del ruido y del tiempo les gratifica de la rutina diaria en la que están inmersos. De ellos sólo Silvia, la ácrata, la activista vecinal, parece ser consciente de lo que en realidad representa la susodicha habitación e intenta despertarlos, sacudirles la modorra hedonista en la que se refugian
La idea del paso del tiempo, su inexorable fugacidad, es uno de los aspectos más relevantes de la novela. Aparece expresado a través de "ese efecto que llaman ‘time-lapse’", esa moviola a cámara rápida que en la cabeza de cada uno de los miembros del grupo se está realizando esa última tarde de sábado. Esta común pérdida temporal la enlaza el autor con la pérdida de tiempo típica de la clase media acomodada que asiste como mero espectador a los acontecimientos críticos que se producen a su alrededor:
“El mundo se desmoronaba mientras nosotros follábamos felices, la gente desgraciada era lanzada por los balcones con todos sus muebles y recuerdos mientras nosotros follábamos felices, los enfermos se morían en los pasillos de los hospitales esperando una prueba diagnóstica mientras nosotros follábamos felices, los padres de familia hacían cola con sus hijos en los comedores sociales mientras nosotros follábamos felices, los banqueros y sus políticos robaban a manos llenas mientras nosotros follábamos felices, ella misma no podía pagar el alquiler de la habitación ese mes porque le habían embargado la mitad del paro para abonar una multa mientras nosotros follábamos felices;” (pág. 114)
A través de repeticiones léxicas o fraseológicas Isaac Rosa incide en la necesidad por parte de esta juventud de tomar conciencia de lo acaecido y asumir el derrumbe o arrumbamiento de los viejos valores de progreso constante e imparable en que fueron educados:
“Si pensamos hoy en aquel tiempo lo vemos como un enorme desguace, un vertedero por cuya ladera rodó todo lo acumulado, todo lo adquirido y luego desechado, sustituido por nuevas adquisiciones que no tardarían en rodar ladera abajo: ahí, en la fosa, está el amasijo de hierros del viejo utilitario de los primeros sueldos reemplazado por un deportivo o un monovolumen a plazos; ahí también, despanzurrados, los muebles de aglomerado y automontaje que cumplían su ciclo y dejaban sitio a nuevos muebles que a menudo seguían siendo de aglomerado y automontaje pero más caros; ahí electrodomésticos, televisores, ordenadores, teléfonos condenados a la obsolescencia programada o desplazados por nuevas necesidades; ahí montañas de ropa prematuramente envejecida, pasada de moda, aburrida, arrojada a contenedores solidarios para que la acabasen vistiendo ancianos africanos; ahí restos de comida precocinada, comida a domicilio, comida” (pág. 50)
También con esas repeticiones Isaac Rosa dota a la narración de un cierto sentido poético muy interesante que contrasta con la sequedad de puro y largo informe periodístico sobre indeseables consecuencias de la crisis económica con que se despacha en otros momentos. Esta dualidad hace que la novela no me haya parecido del todo ‘redonda’.
Este interesante sentido poético, muy literario, también lo acaricia mediante el empleo, por momentos, de una breve serie de metáforas recurrentes y de desigual altura poética esparcidas a lo largo de la narración: el ‘chasquido’, la ‘pella de pelos’ que se atora en la garganta de María, la ’rata callejera’ que ve Sonia en el exterior e intuye María en el interior, la ‘moviola’…
Por último, quisiera señalar en el aspecto formal, que Isaac Rosa en la descripción de los encuentros sexuales parece sentir una cierta preferencia por el uso de términos ‘fuertes’, directos, auténticos, cuya fonética o semántica arrastran connotaciones muy claras: “penetración”, “follar”, “masturbarnos”, etc. Estas descripciones que coquetean claramente con la literatura erótica, según avance la narración y cambien los sujetos que participan en ellas y más cuando algunos de ellos las protagonicen en contra de su voluntad, pasan a ser tratadas por el novelista como meras escenas pornográficas. Me parece un acierto pues la libertad en las relaciones eróticas es condición inexcusable; de no ser así, si hay fuerza, engaño y violencia hacia algún partícipe la belleza y placer consustanciales a las mismas se enfangan de fealdad y dolor.
También, para incrementar el sentido de fealdad, maldad, engaño o manipulación he creído ver una cierta tendencia hacia lo propiamente escatológico en la golosa glotonería solitaria con que alguien extrae, contempla, amasa y come sus propios mocos: “se lo lleva a la boca: lo posa despacio sobre la lengua, cierra los labios y chupa el dedo hasta sacarlo limpio” (pág. 122)
A mí me ha dado la impresión de que el autor pone en valor la concienciación ciudadana que el personaje de Silvia representa en el relato. El movimiento del 15M se intuye detrás de esa plaza a la que acude Silvia; una plaza en la que surgen tiendas de acampada y que conocerá la represión policial para lograr su desalojo; también parece resonar esta movilización juvenil en la importancia dada a la difusión de las consignas, las maledicencias y las denuncias de todo tipo a través de las redes sociales. Todo esto, movilización ciudadana más entronización en el proceso de cambio de las nuevas tecnologías, ha dibujado en mi cabeza el germen de la denominada nueva política. Sí, en muchos momentos de la narración, partidos políticos, asambleas ciudadanas y mareas de todo tipo han surcado mi mente, la cual me decía algo así como estoy leyendo una novela de elogio sobre los nuevos partidos. Sin embargo esta convicción se me enfrió cuando observé con detenimiento la actuación de Jesús, un ser que se mueve por resentimiento y que en su actuación se muestra como alguien de poco fiar. O sea, pienso que Isaac Rosa también lanza un aviso de advertencia, un consejo de no dejarnos llevar por cantos de sirena.
Concretando más, pienso que el novelista sevillano quiere advertir a esa masa indolente de jóvenes de clase media, que se creían a salvo de la quema, que la fiesta se acabó, que estamos ante un momento nuevo e irreversible y que no caben ya vías de escape ni subterfugios. Hay que agarrar al toro por los cuernos: hay que abandonar la "habitación oscura" que quizás, seguramente, como piensa María, desde el principio haya escondido ratas en su interior y ninguno, ocupado cada uno en su distracción, haya / hayamos querido ver.