Es el verano época propicia para la lectura desordenada, sin guía firme que asegure una dirección previamente determinada. Es grato que así sea, pues así el descanso llega también a los centros mentales de decisión (ja, ja...). Estando por ahí, en la playa, fuera de casa y de viaje, dos libros cortos han caído recientemente en mis manos: uno, el de una pareja de suecos, todo un clásico del género negro nórdico; el otro, aunque publicado en USA en los 80 del siglo pasado, entre nosotros es novedad y entra de lleno en el campo narrativo del terror que personalmente frecuento poco. A lecturas breves corresponden también reseñas breves. He aquí la primera. Dejo para la 2ª 1/2 de este 'A pares XLIII' mi comentario sobre la novela de los suecos Maj Sjöwall y Per Wahlöö. ¡Atenta la Compañía!
Michael McDowell: Blackwater I: "La riada"
«La mañana del domingo de Pascua de 1919, el pueblo de Perdido, en Alabama, amaneció con un cielo despejado, de un rosa pálido y translúcido que no se reflejaba en las aguas negras que desde hacía una semana anegaban por completo el pueblo. El sol, inmenso y anaranjado, apenas asomaba por encima del pinar que había más allá de lo que en su día había sido Baptist Bottom, el barrio más bajo de Perdido. Aquel lugar, donde los negros emancipados se habían instalado hacinados en 1865, y donde seguían haciéndolo sus hijos y nietos»
Como digo, comienzo este 'A pares', ya número XLIII, por el último libro citado. Se trata de
"La riada", primera entrega de la saga
Blackwater, que en 1983
Michael McDowell (Alabama, 1950-1999) publicó de una curiosa manera: exigió a su editor que la diese a la luz en seis entregas, a razón de una por mes. El motivo que adujo fue el de querer hacer un homenaje real al folletín, a la novela por entregas decimonónica (Balzac, Alejandro Dumas, etc.) que él tanto admiraba. Los títulos de cada una de las entregas son los siguientes:
La riada, El dique, La casa, La guerra, La fortuna, y
Lluvia. Las seis constituyen la novela
Blackwater, una saga familiar que se mueve entre lo real y lo fantástico mezclándolos con tino y acierto .
En Blackwater I. La riada encontramos al pueblo de Perdido en Alabama inundado por una enorme y no infrecuente riada de los ríos Perdido y Blackwater. Anegada completamente la localidad, Oscar Caskey surca en barca la laguna en que ha quedado convertido Perdido. Lo acompaña a los remos Bray Sapp, fuerte criado negro que trabaja de jardinero en su propiedad. En una ventana del hotel de la localidad creen ver una figura humana; se acercan y logran salvar a Elinor Dammert, enigmática mujer que nadie conoce. Ella les dice que ha acudido a Perdido para cubrir la plaza vacante de maestra; pero nadie sabía que la maestra que la ocupaba iba a abandonarla, ¿por qué Elinor sí? Todo lo que rodea a esta mujer es misterioso, en especial su afinidad y comunión con el agua. Así, mientras que la confluencia de los ríos Perdido y Blackwater es siempre evitada por los lugareños debido a los ahogamientos que ocasionan los remolinos que allí se forman, ella acude hasta su puesto de trabajo docente siempre en barca sin problema alguno; donde otros mueren ahogados, ella navega y se baña de madrugada a plena satisfacción.
Los hombres de la familia Caskey, industriales madereros de la localidad junto a los Turk y los Bordenave, se sienten atraídos por Elinor. También les sucede a las mujeres, si bien, la matriarca de los Caskey, Mary-Love manifiesta su resquemor hacia ella. Pero Mary-Love tiene todo en contra, pues su cuñado James Caskey, sus sobrinos Grace y Óscar, e incluso su propia hija, Síster, adoptan rápidamente como amiga a Elinor. Incluso su sobrino Óscar la pedirá en matrimonio a las pocas semanas de su aparición.
Elinor es un ser que se sale de lo normal: mantiene una relación especial con el agua, se baña en ella a primera hora de la madrugada cuando todos duermen y aunque algunos como Annie Bell Driver, la predicadora de la iglesia baptista donde las tres familias más ricas de Perdido se han refugiado de la riada, la ven bañarse no saben si la transformación que perciben en ella es cierta o fruto de su imaginación:
«Elinor salió del agua. Los efectos de la transformación que había experimentado al sumergirse seguían presentes, y la señora Driver vio ante sí una criatura inmensa y deforme, de color verde grisáceo, con el cuerpo blando, una cabeza enorme y dos ojos fríos e inmóviles. Las pupilas eran verticales y delgadas, como dos líneas hechas a lápiz. Entonces el agua se deslizó por su cuerpo, de vuelta al arroyo, y la predicadora vio ante ella a Elinor Dammert, sonrojada y sonriendo con timidez, pudorosa ante aquella mujer que la había descubierto sin ropa.
[...] Si la señora Driver no hubiera seguido tan mareada, habría jurado que, cuando la señorita Elinor sacó el otro pie del arroyo, este no era blanco y delgado, como el que ya estaba en la arena, sino que tenía un aspecto totalmente diferente: ancho y plano, verdoso y palmeado.»
Las mujeres son las que en el fondo mandan en la pequeña localidad de Perdido. Con la llegada de Elinor, la matriarca de los Caskey verá comprometida su autoridad. Poco a poco da la sensación de que Elinor va haciéndose con el poder. El proyecto de dique que los tres madereros proponen hacer en la confluencia de los ríos a fin de evitar futuras inundaciones como la sufrida no es bien visto por Elinor cuya relación y/u origen acuático se hace evidente en el curso de la narración. Precisamente el segundo volumen de la saga se titula 'El dique', algo que ya por sí solo incita a proseguir la lectura de la historia.
Yo he llegado a Blackwater movido por la imparable corriente que desde su nueva publicación en España este febrero pasado (la anterior tuvo lugar en 2008) ha llenado periódicos, blogs y redes sociales culturales. En nuestro país su última aparición no ha sido a razón de una entrega por mes, como hizo el autor en 1983, sino quincenalmente quedando de esta manera: La riada (7 de febrero), El dique (21 de febrero), La casa (6 de marzo), La guerra (20 de marzo), La fortuna (3 de abril) y Lluvia (17 de abril). No sólo de esta serie sino referido a toda su obra Stephen King, maestro del terror, ha dicho que Michael McDowell es el mejor de todos sus cultivadores.
Personalmente confieso que leyendo esta primera entrega (es posible que siga con la siguiente y quizá con alguna más) he sentido en mis manos la vibración sostenida de la literatura norteamericana del sur. Sin afán alguno de compararlos (toda comparación es odiosa y más en este caso) he querido ver un territorio tipo Faulkner (calor, sudor, segregación racial, pulsión sexual, violencia, machismo...) en ese Perdido que, aunque realmente existe, con el agua impenitente y esa Elinor alcanza la condición de mítico.
«Perdido es un pueblo de Alabama que existe de verdad y que se encuentra en el mismo liugar que ocupa en estas páginas. En cambio ni tiene ni tuvo nunca los edificios, la geografía o los habitantes que le atribuyo. Además, los ríos Perdido y Blackwater no tienen confluencia alguna. Y, aun así, me atrevo a decir que las personas y los paisajes que describo no son completamente imaginarios.» (dice el propio McDowell en la Nota del autor que precede al relato)
Michael McDowell quería ser autor leído. Sobre las críticas que le llovían por escribir bestsellers decía que estaba encantado de ser un escritor comercial. Y añadía no sin razón:
«Yo escribo para la gente que va ahora a las librerías. Pero si te leen ahora te van a leer dentro de cien años. Si gustas, gustas». 'Verdad verdadera', que decía un niño repipi de nombre Eduardo en un anuncio televisivo de hace ya algunos años. Sí, parece ser que veinticinco años después de su fallecimiento la obra de
McDowell sigue acaparando los primeros puestos de las listas de libros más vendidos. Y es que, la verdad sea dicha, sus libros son muy entretenidos y maneja como nadie los denominados
cliffhanger (finales en suspenso) que hacen que quieras seguir leyendo para despejar esa duda que el autor con maestría te acaba de inocular. ¿Es esto señal de populismo literario o falta de maestría? Pues, como sucede con todo lo artístico, depende de muchos factores, entre otros de las expectativas con que acude a la obra el propio lector. A mí en concreto el
cliffhanger del dique al que
Elinor se opone no me ha despertado la necesidad de ir corriendo a por el segundo volumen. No sé, yo y lo fantástico que roza la inverosimilitud no nos llevamos demasiado bien. ¿Leeré las siguientes entregas? Seguro que alguna sí; pero todas..., esto ya no lo puedo asegurar.
|
En la Lista de libros más vendidos de "El Cultural" de esta semana aparecen dentro de los 15 primeros puestos cinco de las entregas de la saga Blackwater |