✔«Hay kulaks de sobra, así que nadie va a echar de menos a los que has perdido. Trabajarán la tierra y sembrarán trigo: medios de producción no les van a faltar, como puedes ver-añade señalando a la larga hilera de soldados que avanzan por el muelle llevando cajas llenas a rebosar de instrumentos, así como palas, sierras y hachas envueltas en trapos-. Y pronto estarán reproduciéndose como conejos.» (pág. 224)
✔«La lista de Leningrado: Algunos maestros o profesores universitarios; un obrero tipográfico; un empleado de banca; dos ingenieros, o talvez mecánicos, de una fábrica; una ama de casa; dos personas sin ocupación conocida (estos parásitos son la verdadera úlcera en el cuerpo social); y hasta una modista, que se coló quién sabe cómo en esta compañía. En definitiva, vejestorios, ancianos apolillados, polvo de la historia.» (pág 261)
Zuleijá abre los ojos
Así, con esta frase, abre la novela.
Zuleijá acaba de despertarse y con sumo cuidado, para no romper el sueño de su marido
Murtazá que duerme en la zona de hombres de la isba, coge dos láminas de manzana para ir a ofrecérselas a los espíritus del bosque (
basu kapka iyase) a fin de que cuiden a sus cuatro hijas fallecidas al nacer o con escasísimos días de vida. Zuleijá tiene en el momento de iniciarse la novela los mismos años que el siglo XX, treinta. Es en 1930 cuando el padrecito
Stalin ordenó la campaña de deskulaskización. "
Kulaks" era el término despectivo con el que los bolcheviques designaban a los terratenientes y campesinos con propiedades. Zuleijá y su marido Murtazá pertenecen a esta clase y ven año tras año cómo la "
Horda Roja" -término con que se referían a las misiones confiscatorias que, a fin de abastecer a las ciudades donde se estaban instalando industrias, regularmente visitaban sus territorios para incautarles grano o animales. Para evitar ser esquilmados los campesinos como
Murtazá y
Zuleijá escondían sacos de grano o conservas de carne y fruta en el bosque. Es precisamente al retornar de uno de estos ocultamientos cuando se ven sorprendidos por una expedición requisitoria bolchevique comandada por
Vania Ignatov. Tras este azaroso encuentro en el bosque la vida para Zuleijá ya no volverá a ser la misma.
Zuleijá, su marido y la suegra que ella denomina la Vampira viven en Yulbash, pequeña localidad de la República Socialista Soviética Autónoma Tártara, dependiente de Kazán, ciudad que Murtazá visitaba a veces pero que Zuleijá no conoce. Y es que Zuelijá, como buena esposa musulmana, no hace más que trabajar en todo aquello que su marido le demanda tanto de índole laboral (ordeñar, acarrear leña, hacer el fuego, la comida, servir los desayunos, bañar a la suegra...) como de débito conyugal siempre a capricho del marido. Ambos, Murtazá y la Vampira, la tienen sometida. Ella no se queja pues en realidad nunca ha conocido otra cosa.
La novela distribuye su contenido en cuatro partes con títulos muy clarificadores cada una:
I. «Pollo mojado». Así llamaba la suegra a Zuleijá al considerar que no servía para nada pues ni siquiera había sido capaz de darle un hijo varón a su marido. En esta primera parte se nos muestra la dureza de la vida de estos campesinos tártaros en medio de una naturaleza inhóspita contra la que deben de luchar constantemente para a duras penas sobrevivir. Es el apartado en el que vemos a la protagonista del relato más inmersa en la religiosidad musulmana y en un sinfín de supersticiones que rigen su existencia.
II. «¿Adónde?» Los kulaks de Yulbash -prácticamente todos lo eran salvo uno, Mansurka, el ahora presidente del Soviet rural y antaño trabajador contratado por sus vecinos- son deportados a la taiga siberiana como método de reeducación. El viaje hasta el río Angará donde se establecerá el Campo de Trabajo es toda una aventura: primero en un tren para transportar ganado; luego en una barcaza para remontar los ríos Yeniséi y Angará. Este viaje que dura más de seis meses me ha hecho recordar otras lecturas y narraciones vistas en cine: el largo viaje en tren me ha recordado "Doctor Zhivago" -tanto la novela de Pasternak como la película de David Lean- y el ascenso por el río en la barcaza mentalmente me llevaba a "El corazón en las tinieblas" de Conrad.
En esta segunda parte de la novela la autora demuestra un buen manejo de las técnicas de la novela clásica de aventuras: fugas de prisioneros, naufragios, salvamentos, etc. Además en este apartado al grupo de campesinos se unirán otra serie de "peligrosos" kulaks procedentes de la antigua ciudad de San Petersburgo, ahora Leningrado. Son nuevos personajes que se unen al grupo de los campesinos musulmanes procedentes de Tartaria. Entre otros se trata de Gorelov, expresidiario, el 'truhán honesto' que lidera el vagón de tren donde van Wolf Kárlovich Liebe, el médico trastornado, y Zuleijá; Iliá Petróvich Ikónikov, borracho pintor que molesta a Gorelov con sus preguntas; Konstantin Arnoldovich y su esposa Isabella, cultos representantes del viejo orden en Leningrado e instruido él en agronomía (en 1896 hizo su «tesis doctoral sobre la teoría de la alimentación con gramíneas» Uno de los nuevos personajes, perteneciente en este caso al grupo de los bolcheviques opresores y que a partir de este momento tendrá un muy importante papel en el relato es Kuznets, jefe de misiones espaciales de la GPU en Krasnoyarsk, que responsabilizará a Ignatov de la expedición.
III. «
Vivir». Es el nombre que recibe esta parte. Estamos en los confines del mundo y los fríos están a punto de llegar. Hay que sobrevivir como sea. Los pocos que han logrado remontar con vida el Angará lucharán por construir un refugio, aprovisionarse de leña para el invierno y distribuirse tareas para procurarse alimento. Cobran importancia en esta parte
Luka, un avezado pescador, y el doctor
Leibe que parece haber superado su locura. Este momento que durará varios años -desde la llegada al lugar en 1930 hasta 1941 o 1942 en que se sitúa ya la cuarta parte- tiene un momento esencial en el nacimiento de
Yuzuf, el hijo que
Zuleija sin saberlo ella ya llevaba en su vientre cuando los bolcheviques los hicieron salir de sus casas en Yulbash y los condujeron hasta Kazán donde iniciarían el larguísimo viaje hasta el río Angará. Este niño será la razón de vivir de su madre. Por él llegará a renunciar en un momento dado del relato al amor de un hombre.
IV. «El regreso». Han pasado ya más de diez años desde que la colonia de trabajo Semruk -este es el nombre que decidieron sus habitantes ponerle- fue fundada. Ahora es una aldea de más de ochocientos habitantes pues a ella han ido llegando contingentes diversos de deportados. En un momento dado se dice que conviven en ella personas de más de diez u once procedencias étnicas (griegos, tártaros, armenios, uzbekos, chechenos, etc.). Cuando esta parte se inicia se está produciendo la Segunda Guerra Mundial y la dureza del gulag parece relajarse un poco pues con muchas precauciones se empieza a consentir que quien quiera pueda alistarse para servir en el campo de batalla a la URSS. Así lo hace el pintor artista de la colonia, Ikónikov, siempre deseoso de volver a ver su San Petersburgo y de conocer París, y también Gorelov quien así hará méritos ante sus superiores y volverá a la aldea en 1946 con el encargo de asumir nuevas responsabilidades.
Prácticamente todo en la novela de esta autora tártara, Guzel Yajiná, nacida en Kazán en 1977, me ha gustado. No es una narración difícil pues es de tipo lineal con algunos excursos en general breves para poner al lector en antecedentes de las circunstancias de alguno de los personajes. Tal es el caso de la actividad que el profesor, cirujano y ginecólogo Wolf Kárlovich Liebe ejercía en la Universidad de Kazán cuando se produjo la revolución de octubre de 1917 y la posterior guerra civil; también por uno de estos excursos nos enteramos de la amistad del propio Vania Ignatov con Mishka Bakíyev quien le encomendará la misión de transportar a los deportados hasta la localidad de Sverdlovsk. Pero salvo estos contados abandonos de la línea principal del relato, éste discurre cronológica y ordenadamente a lo largo de los dieciséis años que van de 1930 a 1946.
Me ha gustado el modo como fluye el relato, sosegadamente, con naturalidad, sin retorcimientos formales. Es una narración en tercera persona que en ocasiones cambia a la segunda especialmente en soliloquios de Zuleijá:
«¡Andando, Zuleijá, pollo mojado! Sabes bien que como te apartes del trineo y te quedes atrás estarás pérdida, porque allá delante, Murtazá no se percatará de ello. Y acabarás helándote en el bosque,» (p. 26).
Muchas veces esta 2ª persona tiene la finalidad de mostrar, introduciendo el narrador el estilo indirecto libre, la afectividad del sujeto:
«Zuleijá mira disimuladamente a Murtazá, que está reparando la collera sentado en el siak. [...] Acaba de llegar de la ciudad y ya lo tienes trabajando de nuevo. Un buen marido, la verdad.» (p. 46).
La emotividad conferida por esta persona narrativa se ve aumentada con la inclusión del dativo ético o de interés ( [Yuzuf] «lo mismo te cortaba la leña, que te enderezaba una Tapia o te reparaba el tejado»), que dice con sentido generalizador un narrador externo, o en el ofrecimiento envenenado que Kuznets hace a Vania Ignatov en un momento dado del relato: «En medio año te me convertirás en teniente».
Así mismo en el terreno formal me ha gustado mucho el manejo que la autora hace de los tiempos verbales, variándolos con maestría para así provocar un interesante efecto de proximidad o de inmersión del lector en la narración:
«Sus charlas en torno a la mesa solían ser cordiales y hasta profundas. Ignatov era consciente de que Kuznets retenía [...] todo lo que hablaban estando sobrios [...]. Pero no le importaba, porque no tenía nada que ocultar [...]. Allá Kuznets si se mantenía en tensión. si se contenía, si se cuidaba de lo que decía, si temía irse de la lengua. Él, Ignatov, se sienta a la mesa a gusto y lleno de alegría, como quien muestra su alma desnuda.» p. 391)
Y como digo, sin abusar nunca, Guzel Yajiná emplea procedimientos narrativos como el contrapunto o el perspectivismo sin jamás percibir el lector violencia estilística alguna. Hay contrapunto en la conversación mantenida por Ignatov con un marinero según remonta la barcaza el río Angará. Mientras el marinero le habla, él está en conversación consigo mismo (capítulo 'La barcaza', pp 236-237). El perspectivismo es técnica utilizada en varias ocasiones. Una de las que han llamado mi atención ha sido el relato del mismo hecho (la enfermedad de los deportados tras el Año Nuevo) desde el punto de vista de Ignatov y el de Zuleijá.
En un impresionante homenaje a la lengua de los tártaros, Guzel Yájina introduce en la novela muchos vocablos de esa lengua distinta a la rusa y que alberga una cultura que los soviéticos intentaron hacer desaparecer. Son términos como los siguientes: urmán, abystái, zhebeguian tavyk (pollo mojado), Ubyrly karcyk (Vampira), basu kapka iyase (el espíritu de la la linde), bichura, zirat iyase (espíritu del cementerio), shuralé, kosh-telé (nueces en miel), taban, siak, kyzylyk (embutido de caballo), albasty, dev y yalmavyz (demonios), Alá saklasyn, liaujé (tapiz con frases del Corán. La que tenían Zuleijá y Murtazá decía: «Nadie puede morir sino con la venia de Alá y en el momento que Él lo haya dispuesto», p. 91), charshau (cortina o manta colgada que separa en la isba las partes que corresponden al hombre y la mujer), urmanes (bosques en Siberia), kulmek (prenda de abrigo: vestido, camisa), argamak (caballo de raza), fejishé (puta), y otros cuantos más.
Junto a estos términos provenientes de la lengua tártara el
homenaje a la cultura de este pueblo al que pertenecía la abuela de la escritora, cuya peripecia vital es la que se cuenta en la novela personificada en el personaje de
Zuleijá, se realiza -magníficamente en mi opinión- a través de los relatos maravillosos que ella cuenta a su hijo
Yuzuf. Especialmente es muy simbólico el de
Semrug, animal de leyenda, rey de los 30 pájaros, cuyo nombre mítico está en el origen del topónimo Semruk con que designan a la aldea fundada por, precisamente, treinta supervivientes del azaroso y proceloso viaje desde la lejana Kazán. A través del relato de este cuento mágico la novelista realiza un hermoso canto a la Naturaleza y al ciclo de la vida que paradójicamente encuentra en la Muerte su principio y final. En el
urman, el bosque donde anida
Semrug, nacen y perviven todas las creencias supersticiosas sobre espíritus que conforman el mundo de Zuleijá (los
peri, espíritus con forma de mujer «
tan hermosos como malvados», los
azdhajá «
que escupen fuego» o «
la voraz giganta zhalmavyz».
Lógicamente, al ser rusos los vigilantes del contingente de cautivos, las voces de este idioma también son frecuentes especialmente aquellas referidas al proceso de sovietización dentro del cual se inscribe la historia contada: kulak (propietario agrícola contra quien iban los bolcheviques), koljos (cooperativa agrícola promovida por los soviéticos), budionovka (gorro militar usado por los bolcheviques del Ejército Rojo durante la Guerra Civil Rusa y al concluir esta), isba (típica vivienda campesina rusa), versta (unidad de longitud rusa actualmente en desuso. Equivale a 1066,8 metros), gulag (campo de prisioneros en la URSS) y algunas otras más.
Lo mágico y lo simbólico es uno de los aspectos que más me han atraído durante la lectura. Creo que la autora presenta con acierto el mundo de magia y superstición en el que vive Zuleijá y del que poco a poco a lo largo de esos dieciséis largos años se va a ir desprendiendo. Es frecuente en ella que de pronto se le presenten de manera muy vívida pero plenamente irreal seres desaparecidos. En especial es la Vampira quien más disgustos le da a lo largo de esos terribles años. Es ella la que le echa en cara sus nuevas actitudes que poco a poco la han ido alejando del cumplimiento religioso. Afortunadamente en un momento dado Zuleijá es consciente de que quien la reconviene y contra la que ella se abraza o se abalanza no existe, es el tronco de un árbol.
Y junto al mundo mágico de Zuleijá, del que poco a poco ella irá despertando, está ese otro mundo de locura en el que durante al menos diez años ha vivido el doctor Liebe. Wolf Kárlovich Liebe creía vivir dentro de un huevo y llevar sobre él la cáscara de huevo. Este huevo le hacía pensar y al tiempo vivir en un pasado que no se correspondía con el presente que siguió a 1918 cuando en la universidad de Kazán donde daba clases vio cargas contra personas y sintió que el huevo se extendió sobre su cabeza. El huevo simboliza, pues, el mundo mental en el que vive inmerso Wolf Kárkovich. Es su locura. Ahora, cuando Zuleijá tiene los dolores de parto él ha sacado su cabeza fuera de la cáscara del huevo y ha visto la realidad de la taiga siberiana donde con otros 29 seres humanos se encuentra. A partir de este momento recobra la antigua lucidez. También él como Zuleijá abrirá los ojos y encarará con determinación la nueva realidad.
Leo hoy mismo en la prensa escrita un artículo firmado por Paolo Giordano, el autor de la exitosa "La soledad de los números primos" en el que entre otras cosas dice a propósito de una narración que a él le «gustan las historias con personajes que van de A a B, completando un arco de transformación, y que al final saben algo más de sí mismos y de la existencia». Desde luego todos los personajes que aparecen en este relato tanto los campesinos como los presos políticos provenientes de Leningrado sufren o completan el arco evolutivo al que se refiere Giordano. Y de todos ellos, evidentemente, es Zuleijá la que sufre una mayor transformación que la lleva de ser una esposa musulmana sumisa y cumplidora en todo a convertirse en una mujer libre que decide con plena conciencia su propio destino. En este sentido me atrevería a calificar esta novela de bildungsroman, habida cuenta del proceso evolutivo vivido por ella y por otros personajes -incluso los burgueses provenientes de Leningrado- para adaptarse a las nuevas circunstancias, al nuevo orden, a la nueva normalidad.
Hay en esta novela, en algunos de sus personajes, atisbos de esperanza que indican que la opresión del gulag, de los koljoses soviéticos, de la propaganda política, del realismo socialista en arte..., periclitarán en beneficio de la libertad. Especialmente tal expectativa está depositada en el joven Yuzuf del que nada diré para no machacar el interés que tiene la novela a lo largo de sus quinientas cincuentaitantas páginas. Sólo avanzaré que es el amor, la necesidad de amar y la necesidad de creer en algo, de tener proyectos o metas, lo que hará que muchos de estos seres no cedan a la tentación de bajarse del tren de la vida en marcha
Para finalizar
La autora,
Guzel Yájina, es, como ya he dicho en el comentario, nieta de la mujer que sufrió junto a sus vecinos la deportación a un gulag siberiano. Ella, Guzel, nació en Kazán en 1977 y con
"Zuleijá abre los ojos" se ha dado a conocer en el mundo literario ruso. De padre ingeniero y de madre médica estudió Lenguas Extranjeras en la Universidad de Kazán y luego ya en Moscú se graduó en la Escuela de Cine titulándose en escritura de guiones. Su carrera como escritora se inició como guionista y con la publicación de artículos en revistas. Esta, su primera novela, la publicó en 2015. Antes de darla a la imprenta como obra literaria escribió la historia en forma de guion cinematográfico; esto, quizás, contribuyese a que en 2020 la novela fuese convertida en Rusia en una serie televisiva de ocho capítulos.
La novela en sí ha recibido diversos reconocimientos en Rusia como el 'Premio Gran Libro' en 2015 o el 'Yásnaya Poliavna' ese mismo año. Fuera de Rusia, en Francia, fue incluida en 2017 entre los diez premios de la "rentrée litteraire" de la
revista "Transfuge" .
En España la novela la publicó en 2019 la
editorial Acantilado. La traducción, en mi opinión magnífica, ha sido realizada por
Jorge Ferrer.
Nota.
He leído este título motivado por las buenas opiniones vertidas sobre ella por
Rosa del blog "
Cuéntame una historia" y por
Laura del blog "
Niu de mones". Además, esta novela la tengo elegida dentro del trío de libros seleccionados para realizar el Reto 'Serendipia Recomienda 2021'. Y por si esto fuera poco, además he de decir que no conociendo muchos escritores cuyo apellido comience por la letra Y, Guzel Yájina me ha venido de perlas para llenar la casilla correspondiente a esa letra dentro del Reto Autores de la A a la Z en el que este año también estoy participando. ¡Ah! y además en la Tertulia "más que palabras..." la tenemos como lectura del próximo mes de septiembre.
Si, además de todos estos compromisos, la novela ha cubierto con suficiente holgura las expectativas que tenía depositadas en ella, entonces, como bien comprenderéis, miel sobre hojuelas. ¿No os parece?