"Claro que aquella democracia no era ni mucho menos perfecta, y que al final había poca gente que creía en ella y que respetaba las reglas, pero seguía siendo una democracia; así que la razón política la tenían los republicanos. Y punto. Pero también me irrita mucho la interpretación sectaria o religiosa o infantil de la guerra, según la cual la República era el paraíso terrenal y todos los republicanos fueron ángeles que no mataron a nadie y todos los franquistas demonios que no paraban de matar; es otra mentira…" (J. Cercas, "El monarca de las sombras")
Es curioso pero, desde que hace unos días manifesté que el tema de la Guerra Civil me había abrumado tanto durante una época que decidí abandonarlo, no hago más que leer novelas y ver obras de teatro centradas en esa época. Lo anterior me confirma en algo que en la vida diaria he comprobado cantidad de veces: basta que creas haber hecho, dicho o descubierto algo novedoso (por ejemplo esa calle que nadie conoce por la que evitas el habitual terible atasco) para que al poco sea conocido y practicado por todos. Así veo que está ocurriendo con la contextualización de creaciones literarias en la época 1936-1939, seguramente por haberse cumplido el año pasado el 80º aniversario de su estallido y ser todos conscientes de que en breve no quedarán supervivientes de la misma.
Las creaciones literarias siituadas en época guerracivilista y que he degustado con gran satisfacción han sido: la novela "Falcó" de Arturo Pérez-Reverte , la obra de teatro "La quinta del biberón" de Lluis Pasqual, y "El monarca de las sombras" de Javier Cercas. De las dos primeras he hablado ya: de la obra de teatro, en este blog (leer reseña aquí) y de la novela en la Revista MoonMagazine (leer reseña aquí). De la última obra de Javier Cercas aún no he dicho nada y a ella dedico esta entrada.
Javier Cercas no había regresado al tema de la Guerra Civil española desde que publicara "Soldados de Salamina" el año 2001, una ficción en la que imaginaba la salvación del líder falangista Rafael Sánchez Mazas en un momento del final de la contienda gracias a que un soldado republicano decidió en uso de su libérrima voluntad no acabar con la vida del buscado falangista. La novela fue muy bien recibida y el cineasta David Trueba la llevó a la pantalla en 2002 con gran éxito de crítica y público. A raíz de este rodaje la amistad entre Cercas y Trueba se afianzó. También la propia escritura de la novela hizo que al escritor extremeño residente en Barcelona se le removiesen en su interior fantasmas domésticos que tenía agazapados allí desde hacía años. El principal de ellos, la existencia en la historia familiar de un héroe franquista, su tío abuelo Manuel Mena, muerto en la batalla del Ebro en septiembre de 1938.
Confiesa Javier Cercas Mena en este relato de no ficción que llevaba mucho tiempo dudando si escribir o no sobre esta "vergonzosa" historia familiar. Precisamente la consideración de deshonrosa y el miedo al qué dirán y a si la imagen pública que él tiene se vería afectada, le hacía demorar lanzarse a la piscina de la redacción de esta historia. Pese a ello no había dejado de investigar sobre la figura de este lejano familiar natural de Ibahernando (Cáceres) de donde proceden sus dos ramas familiares. La primera fuente histórica de la que el novelista se sirvió en su investigación fue, naturalmente, su madre, si bien la mitificación del personaje que Blanca Mena tenía en su cabeza -Manuel Mena murió cuando Blanca, la madre de Cercas, era una niña de sólo 5 años- no le parecía muy de fiar; es por ello que decidió indagar en bibliotecas, archivos y hemerotecas buscando los restos documentales que del tío abuelo hubiesen quedado esparcidos por ahí en expedientes, actas y legajos civiles y militares.
De la investigación da cuenta el libro que tenemos en nuestras manos utilizando una 3ª persona que objetiva de tal manera lo alcanzado en el curso de la indagación que el propio escritor queda incluído en ella como una fuente externa más. Luego hay otra parte en estas averiguaciones más viva, participada y narrada en primera persona por el propio novelista, en la que éste dialoga con testigos directos e indirectos del personaje. Es, precisamente, en el curso de las entrevistas que mantiene con estas personas en Ibahernando fundamentalmente, pero también en otras localidades de la geografía española donde el "yo" de Javier Cercas reflexiona y va tomando la decisión de escribir la verdadera historia de Manuel Mena, no la que otras personas querrían escuchar. Pretende ser objetivo; por eso insiste en varias ocasiones en que este relato no lo hace desde la posición de literato como sí hiciera 15 años antes en "Soldados de Salamina".
Al primero que comunica sus dudas sobre si escribir o no esta historia es a David Trueba con quien desde el rodaje de la novela de 2001 mantiene regular comunicación. Le pide además que le acompañe desde Madrid a Ibahernando para filmar las entrevistas que piensa realizar allí a familiares suyos y al único compañero de escuela vivo de Manuel Mena, Antonio Ruiz Barrado, el 'Pelaor', cuyo padre "al comienzo de la contienda fue sacado a la fuerza de su casa por los franquistas y asesinado en los alrededores del pueblo". Durante el trayecto hasta el pueblo, Trueba le dice que no debe pensar en la recepción que tendrá su obra sino en si él siente la necesidad de escribirla o no. Además el realizador cinematográfico desmonta los miedos vergonzantes del escritor con quien dialoga:
"—¿Tú te sientes culpable por haber tenido un tío facha?
Ahora fui yo el que sonrió.
—Un tío no —puntualicé, un poco ebrio—. La familia al completo.
—No te jode: más o menos como la mitad de este país. ¿Te he contado alguna vez que mi padre también hizo la guerra con Franco? Y bien convencido que la hizo, el tío…" (pág. 33)
David Trueba, que aparte de magnífico cineasta es novelista no menos bueno, le cuenta a Cercas un relato del escritor serbio, Danilo Kiš, titulado «Es glorioso morir por la patria». En él una madre engaña a su hijo, condenado al cadalso, diciéndole que le llegará el indulto, algo que no ocurre. La historia relatada viene a cuento de que el joven tío abuelo de Cercas se alistó voluntariamente cuando podía haber esquivado por motivos familiares el alistamiento. Además pidió ir a primera línea de fuego pues él era un joven idealista, falangista convencido, que soñaba con la gloria romántica del héroe que muere por su patria. Buscaba lo mismo que Aquiles en la "Ilíada", la muerte hermosa ('kalos thanatos'):
"—¿Se puede ser un joven noble y puro y al mismo tiempo luchar por una causa equivocada? [pregunta el escritor al cineasta]
—Se puede —contestó—. ¿Y sabes por qué?
—¿Por qué?—Porque no somos omniscientes. Porque no lo sabemos todo. Hace casi ochenta años de la guerra, y tú y yo tenemos más de cuarenta, así que para nosotros está chupado saber que la causa por la que murió Manuel Mena era injusta." (pág. 97)
La nobleza de Aquiles, la inocencia del chico del cuento de Danilo Kiš son argumentos asumidos por Javier Cercas quien hasta este momento había crecido siempre con los argumentos idealistas y míticos que su madre le había querido imbuir. Este choque de ideas es el que le decide a escribir la historia real sobre el personaje familiar. Desea el novelista presentar a la familia la realidad más o menos entrevista de lo que allí sucedió. Es una pretensión ciertamente difícil; en muchas ocasiones expone tal dificultad, aunque quizás sean los momentos próximos al desenlace de la vida del joven de 19 años que era su tío abuelo al morir los que requieren más esfuerzo:
"No sé cómo fue exactamente el ataque. Nadie lo sabe: no queda de él un solo testimonio escrito ni un solo superviviente capaz de contar lo que ocurrió; así que en este punto debería callarme, dejar de escribir, ceder la palabra al silencio. Claro que si yo fuera un literato y esto fuera una ficción podría fantasear sobre lo ocurrido, estaría autorizado a hacerlo.Todo esto podría imaginarlo. Pero no lo imaginaré o por lo menos fingiré que no lo imagino, porque ni esto es una ficción ni yo soy un literato, así que debo atenerme a la seguridad de los hechos." (pág. 110)
La novela le sirve a Cercas, pues, para reconciliarse con sus propios orígenes gracias a la inestimable ayuda de Trueba. Pero también le sirve para reivindicarse como habitante de Cataluña, comunidad autónoma donde vive desde hace 50 años lejos de Ibahernando (Cáceres, Extremadura), su localidad natal. A Cataluña se trasladaron sus padres en 1966 con sus cinco hijos buscando una vida mejor pues aunque en Ibahernando eran tenidos por acomodados al haber sido sus abuelos primero arredantarios y luego propietarios de las tierras arrendadas, la realidad era que esas tierras por las que en la lejana guerra la gente mató y se llenó de odio, en los años sesenta no daban para nada, y aunque el padre era veterinario el despoblamiento de la zona hizo que la vida allí fuese poco menos que imposible. En este sentido "El monarca de las sombras" le sirve a Javier Cercas para soltar amarras con esta pequeña localidad extremeña, Ibahernando, donde vivió sólo cuatro años, pero a la que su madre como el personaje Drogo de "El desierto de los tártaros", la novela de Dino Buzzati citada con frecuencia por Cercas, sueña todavía hoy con regresar ignorando que es un retorno imposible. A lo largo del relato se percibe de manera palmaria que la casa familiar que mantienen allí lo está sólo por razones sentimentales pues a los hijos de Cercas y al mismo Javier ya nada les ata a ese lugar dado que como se dice en la novela "Uno es de donde da su primer beso y de donde ve su primer western".
Desde el punto de vista estilístico es muy interesante la confesión que realiza el escritor sobre la forma que ha decidido dar a la narración. Durante la lectura de esta novela de no-ficción, el lector mentalmente va interpretando el porqué de los capítulos y secuencias narrados en 3ª persona frente a aquellos otros en los que opta por la 1ª. Pero por si estábamos errados es el propio autor, cerca ya del final del relato, quien lo aclara:
"Pensé que para contar la historia de Manuel Mena debía contar mi propia historia; o, dicho de otro modo, pensé que para escribir un libro sobre Manuel Mena debía desdoblarme: debía contar por un lado una historia, la historia de Manuel Mena, y contarla igual que la contaría un historiador, con el desapego y la distancia y el escrúpulo de veracidad de un historiador, ateniéndome a los hechos estrictos y desdeñando la leyenda y el fantaseo y la libertad del literato, como si yo no fuese quien soy sino otra persona; y, por otro lado, debía contar no una historia sino la historia de una historia, es decir, la historia de cómo y por qué llegué a contar la historia de Manuel Mena a pesar de que no quería contarla ni asumirla ni airearla, a pesar de que durante toda mi vida creí haberme hecho escritor precisamente para no escribir la historia de Manuel Mena."Que el novelista haya optado aquí por la no ficción no hace, para nada, menos literario al texto. "El monarca de las sombras" rezuma literatura por todos sus poros. El mismo título emana de la conversación que en la "Odisea" tiene Ulises con Aquiles cuando el primero lo visita en el reino de las sombras elogiando su comportamiento y Aquiles le responde:
“No pretendas, Ulises preclaro, buscarme consuelosHay, como ya he dicho alusiones y referencias a Danilo Kiš , a la "Ilíada", al novelista Dino Buzzati; pero también sobrevuelan el texto Henry James («Está aquí, todos están aquí, ninguno de los muertos de esta mansión de los muertos murió. Nadie se ha ido. Nadie se va», pág 218), Hannah Arendt ("Hannah Arendt diría que no debería sentirme culpable, pero sí responsable", pág 33), el mismísimo Javier Cercas ("Fue en aquel preciso instante cuando comprendí que las novelas son como sueños o pesadillas que no se acaban nunca, sólo se transforman en otras pesadillas o sueños, y que yo había tenido la fortuna inverosímil de que al menos una de las mías acabara, porque aquél era el verdadero final de Soldados de Salamina.", pág. 78), las tres vidas de las que hablaba Jorge Manrique si bien con 'ciertas' variaciones ("no hay más vida que la vida de los vivos, que la vida precaria de la memoria no es vida inmortal sino apenas una leyenda efímera, un vacío sucedáneo de la vida, y que sólo la muerte es segura.", pág. 203), y hasta el genial y profundo Francisco de Quevedo resuena en la duda poética que surge de la frase que cierra el texto: "ni siquiera la muerte es segura.". Y es que en la vida -y en la muerte, claro, por qué no- todo, todo, es puro azar. Interpretar a posteriori es fácil; elegir, optar en el momento y acertar, es azaroso.
de la muerte, que yo más querría ser siervo en el campo
de cualquier labrador sin caudal y de corta despensa
que reinar sobre todos los muertos que allá fenecieron”