"Ninguno recordaba cuál había sido el principio del disturbio. Una noche de esas en que los dos se dejaban estar hasta el amanecer en un bar, se habían desconocido."
[los dos son Òscar Tamai y Elvio Miranda, padres respectivos de Pajarito y Marciano] .
"En una de esas tardes calurosas, con el cuerpo veteado por los surcos que deja el sudor en el polvo adherido a las pieles, disfrutando del botín de una pila de naranjas amargas robadas de alguna quinta, Marciano y Pajarito se habrán hecho amigos."
Esta novela corta ha sido para mí toda una sorpresa. De mano, de ella sólo sabía que había sido publicada en 2013 y que era argentina o uruguaya, esto lo tenía claro. De su autor o autora lo desconocía todo. En principio penséa que sería hombre pese a que el nombre era
Selva, pero ¡hay tantos seudónimos en los que quienes gustan de escribir se ocultan cambiando de género! Según fui leyendo me fui más y más convenciendo de que quien había creado esta historia no podía más que ser varón, pero cuál no sería mi sorpresa cuando acabada la lectura consulto en Internet y me devuelve la imagen de una agradable mujer de 47 años, argentina, nacida en la provincia de Entre Ríos que ha tocado varios géneros en el mundo de la Literatura: cuento, ensayo, poesía... "
Ladrilleros" sería la tercera de sus novelas. La identidad de
Selva Almada, es la última de las sorpresas que
"Ladrilleros" me ha dado.
Entré en la novela bajo de expectativas pues personas próximas me habían hablado en negativo de la dificultad del léxico utilizado por la autora. "
¡Es imposible leer esta novela de seguido. Cada poco hay que pararse a buscar significados!" En efecto el vocabulario utilizado en la narración es extraño para un español si bien al haberlo leído en mi kindle pudiendo consultar rápido los sentidos correctos de las expresiones en ningún momento vi interrumpido mi disfrute lector. Tan sólo alguna expresión como la de "
chaque" se me quedaba en el limbo de los justos durante la lectura; no ha sido hasta ahorita mismo o recién -que diría algún paisano de la escritora- que he podido dilucidar el sentido de la expresión: modismo regional derivado del idioma guaraní propio del nordeste Argentino con el sentido de ¡
cuidado! o ¡
precaución!. En el fondo esta expresión es una más del grueso de vocablos del mismo origen guaraní presentes en la novela y cuyo uso es muy frecuente entre la población de la provincia de Corrientes en el nordeste de Argentina, zona limítrofe con Paraguay y Brasil, donde suceden los hechos relatados. Así pues vencer y disfrutar de la inmensidad de la lengua viva popular argentina sin perturbar excesivamente mi lectura fue la primera grata sorpresa. Algunos ejemplos del vocabulario:
‘Yuyos’: malas hierbas, ‘pispear’: indagar; ‘culear’: realizar el coito; ‘berretín’: deseo, ilusión; ‘chicote’: látigo, trabilla; ‘rebenque’: látigo; ‘afanar mamones. Mantener a raya a los cuzcos’: robar [perrillos] recién nacidos. Controlar a los perros pequeños; ‘carayá’: mono aullador; ‘changas’: chaperones; ‘lauchas’: ratones; ‘gausca’: pene; ‘paspado’: agrietado; ‘chirle‘: blanduzca; ‘percudida’: ensuciada; ‘guacho’: huérfano; ‘atado’: paquete de cigarrillos; ‘potrero’: Terreno inculto y sin edificar donde suelen jugar los muchachos; ‘buchaca’: Bolsa de la tronera de la mesa de billar; etc.
Las siguientes sorpresas vinieron ya todas juntas y solidarias formando la perfecta novela que
"Ladrilleros" es. Me refiero especialmente a la estructura que
Selva da a esta historia de la amistad y enemistad habida entre dos chicos ('
changos') que nacen prácticamente al mismo tiempo, crecen y se educan juntos, pierden su amistad por resquemores típicos de muchachos, y se sienten herederos de la tremenda inquina que en vida existió entre sus padres, aversión que ambos practicarán con resultado tremendo.
En la novela, principio y final se unen cerrando un círculo. Son dos momentos separados por apenas unos minutos o quizá segundos, los que van de sentir unos navajazos a la pérdida de la vida. Es en ese interregno de la agonía cuando pensamientos y recuerdos acuden en desorden a la conciencia de los moribundos, que conocemos la vida y los antecedentes familiares de estos dos chicos,
Pajarito y
Marciano, que les han llevado inevitablemente a este final fatal.
El texto, pues, es todo un enorme flash back con avances y retrocesos que nos van dando informaciones debidas sobre los avatares de los
Tamai (la familia de
Pajarito: su padre
Óscar, su madre
Celina, su hermana
Sonia...) y de los
Miranda (la familia de
Marciano: su padre
Elvio, su madre
Estela, su hermano
Ángel, sus hermanas mellizas). Todo lo iremos sabiendo en perfecta y medida dosificación según establece la autora. Esto es magnífico y me ha gustado mucho.
Junto a lo anterior está el ritmo vivo, dinámico, real, costumbrista podría decirse aunque de un costumbrismo no urbano ni rural sino más bien de etapa vivencial, la de estos dos niños, luego adolescentes, luego ya muchachos. Son las maneras de ser típicas de estas fases de desarrollo las que se nos muestran en esta novela. Estamos ante unos chicos que sufren a sus padres, violentos a veces con ellos en grado sumo, sobre todo con
Pajarito; unos chavales que disfrutan infringiendo pequeñas y muchas veces absurdas prohibiciones paternas como la de no ir a la Feria que se está instalando en la localidad; unos muchachos que comienzan a sentir las urgencias del sexo que en un momento dado es el centro de todo. Tener sexo con ésta o con aquélla, beber hasta perder el sentido, utilizar las conquistas como arma con la que violentar al un día amigo y de un tiempo acá ya enemigo eterno, ocultar al otro las apetencias sexuales si éstas no se atienen a lo establecido en un universo de machos, pelear y gallear dentro del grupo a fin de dejar claro quién lleva la voz cantante... Es en este sentido en el que digo que en la novela hay costumbrismo.
A una mentalidad europea como la mía le sorprende la sexualidad constante en que viven estos chicos junto a sus compañeras del otro sexo, quizás ellas más propensas a la sensualidad y más enraizadas con el sentido telúrico que las lleva a la maternidad, su meta vital, donde se cobijan y a la que, de no haberla conseguido aún, ansían llegar. Una vez allí se sienten realizadas; no así sus partenaires masculinos que viven la necesidad del sexo más como caza y prueba de éxito entre sus iguales que por afán de ser padres. Ellos -es el caso de uno de los personajes- pueden dejar mujer e hijos sin sentir gran pena, no se sienten atados a un hogar, su vida está más fuera que dentro: en los boliches, en el juego, en las tabernas, en los quilombos... Es, evidentemente, una sociedad cien por cien machista donde la única función del varón es la de con el sexo procurarse satisfacción y contribuir, aunque eso ya no le importe mucho, a que ellas sean madres. La propiedad del hombre sobre la mujer e hijas es total. Así al padre de
Celina le molesta que ella lleve en su interior un hijo de
Tamai y ejerce su derecho a golpearla por ello, algo que
Celina entiende pues de siempre los hombres han golpeado a sus mujeres.
Los hombres golpean a sus mujeres alguna vez en la vida. A eso también lo había aprendido. ¿Acaso su padre no la había agarrado con el cinto cuando le dijo que esperaba un hijo de Tamai?
Otra cosa que me ha gustado muchísimo es la manera de utilizar los recursos narrativos: el narrador aparece en forma de variadas personas gramaticales dando viveza y también complejidad al relato; otro tanto sucede con los tiempos verbales, usados en combinaciones temporales a veces sorprendentes pero que contribuyen a que el texto no sea jamás pesado ni repetitivo; me ha parecido curiosa la manera frecuente de utilizar sintácticamente el doble Objeto Indirecto (
Si Tamai le mató a Miranda…) e incluso en ocasiones el doble Objeto Directo (
Se había alejado para no molestarla a Estela con el humo); y desde luego es magistral la manera fluida con que la autora sabe introducir el Estilo Indirecto Libre, el monólogo interior y el soliloquio logrando que el propio lector se vea inmerso en la historia que lee, como si ésta lo hubiese abducido. ¡Fantástico! Por último, a este respecto, hay que destacar muy mucho el lenguaje expresivo, fuerte, sin artificios ñoños, que
Selva Almada utiliza y que vuelca en el papel con gran naturalidad
Agarrar y oler una concha, meterle la lengua hasta el fondo, chuparle todo el jugo a ver si se saca el olor a meo y a mierda del baño de la bailanta, ['bailanta': club donde se escucha normalmente un tipo de música (cumbia, tropical, reguetón...) y que es frecuentado por una clase social baja, de escaso poder instructivo]
Leyendo esta novela he sentido que la escritora 'proviene de' y 'pertenece a' el enorme mar del buen hacer literario hispanoamericano. La gran literatura del subcontinente americano subyace en esta obra, novelita por su tamaño y gran narración por su historia y forma. En especial dos autores constantemente se me venían a la cabeza mientras la leía. Uno era Gabriel García Márquez y su "Crónica de una muerte anunciada" pues de parecida manera a lo acontecido en la historia del colombiano la inevitabilidad del encuentro mortal ronda por nuestras cabezas desde bien temprano. El otro autor que continuamente se me aparecía, sin duda alguna por la historia y sobre todo por las técnicas narrativas empleadas, era el mejicano Carlos Fuentes en su genial novela "La muerte de Artemio Cruz" publicada el año 1962. Ese ir y venir del ámbito de lo real a lo irreal, esas visiones alucinatorias propias del estado agónico de una persona, esa confusión como de duermevela en la que sueño y fantasía onírica invaden y hasta llegan a suplir el orden propio del mundo racional, son el eje formal y estructural del relato de Selva Almada.
Aunque hayan pasado diez años, Elvio Miranda todavía no pudo entrar a la tierra de los finados. Está varado en esos pocos minutos antes de ser asesinado; no se resigna a abandonar el mundo de los vivos.
Este buen hacer procedimental, además de en la genial novela de Carlos Fuentes, últimamente también lo he disfrutado -si bien no es idéntico pero sí semejante- leyendo
"Lincoln en el Bardo", novela del año 2017 escrita por otro americano, aunque en esta ocasión anglo y no hispano, llamado
George Saunders; este relato lo leí hace bien poco y lo tengo reseñado en este blog [
para acceder a la reseña pinchar aquí]
En el capítulo de las evocaciones ha habido también momentos en que frases o situaciones se me hacían como muy lorquianas. En especial he tenido esta sensación al leer cómo ella se quedaba con el corazón en la boca hasta que él volvía, temiendo lo peor. Ella es Celina, la madre de Pajarito, angustiada al ver que su marido Óscar marcha a la taberna y temiendo que cuando se emborrache pueda tirar de navaja. Y es que las navajas en manos de hombres es un elemento frecuente en poemas y tragedias de Federico García Lorca. El momento en que más he sentido la presencia del poeta granadino ha sido en la frase "Los filos hambrientos buscaron la carne enemiga". Poesía total la que derrocha Selva Almada aquí y en muchos otros momentos de esta bella novela.
Para finalizar
En cierto modo esta novela podría encuadrarse dentro de las llamadas novelas de aprendizaje, iniciación o con palabra germánica 'bildungsroman'. Efectivamente en esta narración asistimos al proceso de la educación del carácter de Pajarito Tamai y Marciano Miranda por sus respectivos padres. Ambos niños, amigos en su tierna infancia, se verán conducidos al enfrentamiento inexorable a través de los actos de sus padres, de sus propias madres y también del ambiente de la comunidad en la que viven que casi sin sentirlo los empujará a ello
Antes de concluir quisiera aclarar algo respecto al título que de seguro muchos se estarán preguntando. ¿Por qué "Ladrilleros"? ¿Es que acaso el asunto va sobre industrias cerámicas que fabrican materiales de construcción? Bueno, no exactamente. La razón del título obedece sólo a que los dos personajes centrales y sus familias respectivas trabajan en sendas fábricas de ladrillos. Pero en la historia no hay que buscar asuntos propios de la construcción de casas ni cosas por el estilo. 'Ladrillero' sólo es la profesión que tienen Pajarito y Marciano. Nada más.
Nota:
Esta novela de
Selva Almada ha sido el libro que este mes de julio hemos comentado en la Tertulia
"más que palabras...". Con ella cerramos el año lector. Si queréis leer nuestras divagaciones y las aportaciones que unos y otros hicimos sobre ella no tenéis más que hacer clic
aquí.