Sólo cuatro días ha estado en cartel en el teatro Valle Inclán de Madrid, la magnífica adaptación a las tablas que Calixto Bieito ha hecho de la novela de Bernardo Atxaga “Obabakoak”, considerada como la obra culmen de la actual narrativa vasca. Conseguí verla hace unos días en un horario imposible –domingo a las doce de la mañana- y pese a esto la impresión de su contemplación aún no me ha abandonado, y creo que me acompañará un tiempo porque lo excelente no se olvida.
La novela
Bernardo Atxaga, seudónimo de José Irazu Garmendia, escribió en 1988 “Obabakoak”, la novela vasca más reconocida de las últimas décadas. En ella nos sumerge en el territorio mítico y literario de OBABA, un espacio semejante al Macondo de García Márquez, el condado de Yoknapatawpha de Faulkner, la Región de Juan Benet o incluso la Comala de Juan Rulfo. Es un territorio imaginativo y poético pues las historias que personajes como el profesor de geografía que recuerda su historia de amor epistolar, la joven maestra que tiene que aprender a combatir la soledad, la relación de un canónigo con un niño perdido en el bosque, o el escritor que descubre un detalle asombroso en la ampliación de una vieja foto de la escuela… se ubican siempre en esa zona intangible donde habita el recuerdo evocador.
Con esta novela, tercera en su producción que por ahora va sólo en Narrativa -Atxaga cultiva también la Poesía, el Ensayo, el Teatro, y es un autor fundamental dentro de la Literatura infantil y juvenil- por los once títulos, ganó muchos premios: el Premio Euskadi en 1988, el Premio Nacional de Narrativa de las Letras Españolas y Premio de la Crítica en 1989, y en ese mismo año de 1989 en tierras francesas fue distinguido por esta novela con el Prix Millepages. La novela ha sido traducida a una veintena de idiomas obteniendo en todos los países éxito entre el público y la crítica.
El director de cine navarro Montxo Armendáriz realizó en 2006 la versión fílmica de la novela.
Con esta novela, tercera en su producción que por ahora va sólo en Narrativa -Atxaga cultiva también la Poesía, el Ensayo, el Teatro, y es un autor fundamental dentro de la Literatura infantil y juvenil- por los once títulos, ganó muchos premios: el Premio Euskadi en 1988, el Premio Nacional de Narrativa de las Letras Españolas y Premio de la Crítica en 1989, y en ese mismo año de 1989 en tierras francesas fue distinguido por esta novela con el Prix Millepages. La novela ha sido traducida a una veintena de idiomas obteniendo en todos los países éxito entre el público y la crítica.
El director de cine navarro Montxo Armendáriz realizó en 2006 la versión fílmica de la novela.
Dice Calixto Bieito, actual responsable artístico del teatro Arriaga de Bilbao, que la realización de esta adaptación se le ocurrió paseando por Asteasu (localidad natal del autor de la novela) con Bernardo Atxaga. Desde el principio -prosigue- se planteó realizar una versión libre de la novela pero siempre con la intención de llevar a escena el aliento poético que en la novela existe. Y lo logra, vaya si lo logra. Las distintas historias que aparecen suponen todas ellas un retorno a la niñez, ese territorio paradisíaco, lejano y primitivo. Con sorna e ironía comenta el director y adaptador que en ese mundo infantil el nombre de Freud no pertenecía a nuestro vocabulario. Simplemente la infancia era, y es, un universo de fantasías, de visiones, de imágenes en la noche de la memoria ocultos en los rincones más recónditos de nuestro ser.
Subir este universo a un escenario y no fracasar en el intento está al alcance de muy pocos. Pero Bieito no es cualquiera, tras él hay una larga y exitosa experiencia teatral fabricada y curtida a lomos de innumerables empresas y proyectos escénicos a lo largo y ancho de este mundo: director artístico durante nueve años (1999-2008) del Teatro Romea de Barcelona; creador de versiones arriesgadas y atrevidas de óperas, la última, "Die Soldaten" de B. A. Zimmermann, fue muy polémica y no sólo en nuestro país; director durante dos años (2010-2012) del Festival Internacional de las Artes de Castilla y León; en 2013 fue nombrado Director Residente del Teatro de Basilea, ciudad donde actualmente reside.
Los premios que ha obtenido son numerosísimos: Premio en 2000 al Mejor Director Teatral otorgado por la Asociación de Directores españoles, Premio en 2003 al mejor artista del Festival teatral de Edimburgo, Premio Tendencias 2008 al creador consolidado, Premio de la Crítica barcelonesa 2009 a la mejor adaptación escénica, Premio de la Cultura Europea en 2009, Premio lírico Campoamor 2010 a la mejor dirección lírica por 'Carmen', Premio Franco Abbiati ese mismo año por la misma ópera, Premio Ciutat de Barcelona en 2013, etc., etc.
Los premios que ha obtenido son numerosísimos: Premio en 2000 al Mejor Director Teatral otorgado por la Asociación de Directores españoles, Premio en 2003 al mejor artista del Festival teatral de Edimburgo, Premio Tendencias 2008 al creador consolidado, Premio de la Crítica barcelonesa 2009 a la mejor adaptación escénica, Premio de la Cultura Europea en 2009, Premio lírico Campoamor 2010 a la mejor dirección lírica por 'Carmen', Premio Franco Abbiati ese mismo año por la misma ópera, Premio Ciutat de Barcelona en 2013, etc., etc.
Mi impresión sobre "OBABAKOAK"
Ya he manifestado al principio de este post mi sorpresa al ver que sólo se representaría en Madrid durante cuatro días (del 25 al 28 de octubre), y de éstos, uno lo fue en vasco, lengua original del texto y propia de la comunidad autónoma a la que pertenecen los once actores; los otros tres lo fueron en castellano. Me parece muy bien que el Centro Dramático Nacional (CDN) acoja en su seno obras dichas en las diversas lenguas de España. Sin embargo, preparando esta reseña, me ha llamado muchísimo la atención leer que cuando la obra se representó en el Teatre Lliure de Barcelona entre el 25 y 29 de octubre de 2017 -la semana siguiente a su estreno en Bilbao- las cinco funciones que se ejecutaron lo fueran todas en euskera con subtítulos en catalán. Y yo me digo: si los que estaban sobre las tablas y los que estaban en el patio de butacas conocían todos ellos una lengua común ¿por qué esa manera de actuar? ¿No habría sido más equilibrado para llegar a todos los sectores del público hacerla unos días en vasco y otros en castellano? Y más, pienso yo, cuando la misma Compañía TEATRO ARRIAGA ANTZOKIA ofreció en la ciudad de Bilbao tres días (del 18 al 21 de octubre) la función en euskera y (del 23 al 26 de noviembre) en castellano. En fin, qué le vamos a hacer: "¡España y yo somos así, señora!", que decía en una de sus obras Eduardo Marquina, barcelonés por más señas.
Pero dejemos a un lado estas cuestiones y vayamos a lo que interesa: la literatura. En este terreno he de decir que me parece una obra brillante en todos los sentidos. Si sólo me fijo en el texto la profundidad del mismo y los temas que se abordan (infancia, sexo, amor, pasiones inconfesables, esperanza, muerte, deseo, locura, naturaleza, tierra...) hace que asistamos a los parlamentos de los personajes con atención, emoción y ansia de no perdernos ni una palabra de lo que allí se está diciendo porque todo ello es interesante y profundo. Hay mucho de imbricación del hombre con la tierra en ese retorno a la niñez, a esos doce-trece-catorce años que tienen la mayoría de los personajes cuando refieren su historia. Es ese momento vital en que la fuerza de la naturaleza aflora y se impone al que fuera niño mostrándose implacable en sus diversas y misteriosas atracciones: sexo, deseo, amor, miedos, soledad...
Si lo que hay de seducción irresistible hay que atribuírselo a las mágicas fuerzas que surgen de la tierra (lo telúrico) plasmarlo en escena tenía -pienso yo- no poca dificultad. Y aquí es donde Carlos Bieito demuestra su excepcional buen saber hacer: Dispone a los once personajes montados y desplazándose en bicicleta por el escenario vacío. De fondo hay una serie de paneles que cambian de ubicación desplazándose en altura y sobre los que se realizan proyecciones bien de aspectos referidos en la obra, bien en ocasiones del propio actor que habla y al que otro o él mismo graba enfocando con una pequeña cámara que, oscilante, muestra el físico del personaje. Como para remarcar la narratividad de la obra del techo penden siete u ocho micrófonos que los actores utilizan en ocasiones para transmitir sus parlamentos o para adoptar el papel de narrador en voz en off.
La iluminación del escenario es muy interesante. Son las propias luces de las bicis las que en principio iluminan la escena acompañadas de otra serie de focos cuya ubicación y movilidad provocan que el haz de luz rompa los límites del proscenio saltando al patio de butacas como si los espectadores también formásemos parte de las historias que se nos están contando. Fantástico. Por otra parte la luz contribuye de manera muy lograda a crear esa sensación de irrealidad o de realidad mágica en que se mueve toda la función.
Los efectos dramáticos logrados con las luces se realzan aún más con el sonido y la música utilizados. Hay momentos en que la fuerza del sonido (un tren que se acerca impetuoso y que reconocemos por el aumento del volumen sonoro; ese disparo que sorprende por su fuerza a los espectadores; o esa sabia utilización de la música y voces grabadas que contribuyen a aumentar esa atmósfera de quimera, alucinación o fantasía que rodea a esa tierra de Obaba.
Y todo lo anterior se haría añicos si no estuviera sustentado en un elenco actoral magnífico. De los once actores no podría señalar ninguno cuya actuación me hubiera parecido siquiera una pizca peor que la de los otros. No, sería un vano ejercicio. Los once son: Joseba Apaolaza, Ylenia Baglietto, Gurutze Beitia, Ainhoa Etxebarria, Miren Gaztañaga, Iñake Irastorza, Karmele Larrinaga, Itziar Lazkano, Koldo Olabarri, Lander Otaola, y Eneko Sagardoy / Lucía Astigarraga. Confieso que salvo el nombre de Eneko Sagardoy, protagonista de la película "Handía" del director vasco Jon Garaño, el resto eran nuevos para mí. Tuve la suerte -más que suerte, es que me hacía ilusión, vaya- de que en la función matinal del domingo actuara Eneko en vez de Lucía Astigarraga que visto lo visto en los otros diez su actuación debe de ser fantástica también. Los once actores poseen una dicción perfecta, se mueven por escena con naturalidad, su gesticulación y las figuras que componen son muy convincentes.
Los personajes -cuatro de ellos fundamentalmente: el profesor de historia, el niño escritor, la mujer que imagina la llegada del tren, y el personaje víctima de múltiples personalidades -aunque desarrollan historias distintas, sin embargo todas ellas están unidas por desarrollarse en ese territorio mítico e intangible (Obaba) reconocible en esas canciones tradicionales que las madres cantan a sus hijos; canciones en las que les previenen de los peligros de la vida al tiempo que con esa nana los acunan. Es esta nana que avisa del riesgo que tiene quedarse dormido en el bosque porque puede llegar un lagarto y comer el cerebro del dormido, la que da consistencia a un duodécimo personaje que sólo habita en el imaginario popular: el Lagarto, ese dragón milenario algo repulsivo que atemoriza sobre todo a los niños. Es esta canción popular y el diálogo adulto-niño sobre la prevención a pasar la noche en el bosque un hilo que sirve de engarce a todas las historias.
"-No os quedéis dormidos en el bosque. Porque si no vendrá el lagarto y se meterá en vuestra cabeza
-¿Y cómo entrará?
- Por el oído. Y se comerá vuestros sesos y os quedaréis tontos."
Final
Mucho he disfrutado con esta representación que desde aquí recomiendo a todos. Como habréis deducido no es fácil encontrar la posibilidad de verla pues la gira de la misma desde su estreno hace ya cosa de un año en Bilbao ha sido por localidades muy contadas: Barcelona, Santurce, Vitoria-Gasteiz y San Sebastián en 2017, cuatro días en Madrid en 2018, y por lo que leo por ahí está previsto que en 2019 esta potente producción del Teatro Arriaga tiene prevista una visita a tierras alemanas, concretamente a Stuttgart. Como veis no es fácil atraparla. Le sucede lo que al lagarto que parece impasible pero a la menor, ¡zas!, escapa y se esconde fuera de nuestra vista.