Aunque un poco tarde por razones totalmente explicables y que el editor aclara en la "Carta al lector" con la que se abre este número de mayo de "emBLOGrium", aparece un artículo mío titulado
que viene piripintado para un mes eminentemente lector cual es éste de mayo que acabará en un plis plás. Es por esto que no me resisto a no publicarlo también aquí, en mi blog, pues creo que ahora mismo es el momento de hacerlo y, si es de vuestro agrado, leerlo y opinar sobre él. Aquí lo dejo:
Acaba
abril, mes que el pasado día 23 celebró por todo lo alto al Libro. Se abre paso mayo, cuando hace la calor y las
Ferias del Libro florecen por doquier, en especial la de aquí, Madrid, donde resido que desde el 29 de dicho mes y
hasta el 14 de junio inundará de volúmenes los paseos del Parque del Retiro.
Estos dos acontecimientos, dicen los expertos del sector, suponen cerca del 70% de ventas de las
editoriales españolas. Todo esto de los dineros está muy bien, aunque para mí
lo esencial es la especie de locura, de afán por adquirir provisión suficiente
de lecturas que se adueña de los lectores para el período de mayor luz, calor y
tiempo vacacional que los mayos anuncian.
¿Por
qué se desata esta fiebre, qué tiene la lectura para atraer a tantas personas?
Mucho se ha reflexionado y escrito sobre el asunto desde siempre, aunque quizás
sea ahora cuando la reflexión cobre más sentido, ahora que la proliferación de
"pantallas" de las que avisaba Ray
Bradbury ha pasado de amenaza virtual a real, y cuando los lectores, cual
si fueran el personaje Guy Montag del
film de Truffaut, son vistos poco
menos que como apestados antisistema capaces
con su "vicio" de subvertir el orden icónico establecido.
El
mundo hipócrita en que vivimos no deja de hablar con impostada voz de la
importancia que tiene la lectura, aunque al tiempo presenta como lo más de lo
más la hiperconectividad tecnológica que evitará por siempre jamás el
aislamiento y aburrimiento humanos. Todo como si el solitario placer lector
fuese exclusivamente un modo de escapar del tedio. ¡Bendito aburrimiento -si así fuera- que
propicia la reflexión al encontrarnos con nosotros mismos! ¿No será una falacia
este mundo hiperconectado? Hoy es normal ver en una reunión de amigos o en el
seno de una familia a la mayoría de sus
miembros conectados a la máquina diabólica del smart phone. ¿Quién está más
solo: el lector o el que junto a otros se aísla embebido en su artilugio?
Angel Gabilondo tiene un ensayo divulgativo
en que reflexiona sobre la lectura. Lo titula sintomáticamente "Darse
a la lectura" como si entrar en ella fuese un 'vicio', una
adicción como la de darse a la bebida, que abocase al incauto lector a precisar
cada vez más y más dosis a fin de satisfacer sus ansias. ¿Ansias de qué?, se
pregunta este profesor de filosofía.