La novela forma parte de la autobiografía novelada que
recorre la vida del autor y que tiene otros dos títulos que anteceden al
presente: “Infancia” (1998) y “Juventud”
(2002). “Verano” es de 2009.
En esta entrega presenta al personaje –él mismo- de un modo
atípico: a través de tan sólo cinco entrevistas, las cuales dan título a las 5
partes de la novela: Julia, Margot, Adriana, Martín y Sophie. Estas cinco
perspectivas del personaje “biografiado” se completan con otros dos apartados
titulados “Cuadernos de Notas” que abren y cierran respectivamente el relato.
Precisamente el procedimiento utilizado, sólo cinco entrevistados dejando
aparte la obra del escritor, es visto con prevención por Martin por obviar este
sistema nada menos que toda la obra del escritor y entrar peligrosamente en el
terreno de la pura chismografía. A esto el biógrafo dice que al no ser posible
relatar una etapa de su vida en un único relato, entonces ha optado por varios
relatos desde varias perspectivas.
En los cinco relatos lo que queda claro es que Coetzee es un
personaje extraño (raro) que viene
mediatizado por varios factores: uno es sin duda la relación con su padre, un
alcohólico; y el otro la peculiaridad sudafricana y el hecho de ser blanco en
un país de negros que luchan contra el apartheid. Él es un blanco que viviendo esta cultura
afrikáner en la que fue educado, sin embargo intelectualmente no la acepta
aunque tampoco lucha frontalmente contra ella. Y lo que es más grave, su
actitud, un tanto pusilánime, hace que quede siempre en un territorio de nadie:
blanco para los negros y antibóer para los blancos.
Los entrevistados son personas dispares. Así Julia es una
mujer que, en conflicto con su marido Mark que la engaña, usa a John como
instrumento en su venganza personal de pareja. Ambos, ella y Coetzee, son muy
diferentes pues él todo lo vive en clave artística (?) como se demuestra en el
episodio de querer hacer el amor al ritmo del quinteto de Shubert para violín,
algo que a Julia le parece un total despropósito. Y esta disparidad se percibe
también en el concepto que uno y otra tienen de para qué sirva la literatura:
para Coetzee sólo es una manera de intentar vencer la mortalidad, mientras que
para ella es un instrumento (un hacha, dice) para romper el mar helado de
nuestro interior.
Margot, por su parte, es la prima que de pequeña estuvo
enamorada del primo listo, pero que jamás se sintió apreciada debidamente por
éste. En este relato es en el que más se ve la dificultad de adaptarse al
cambiante mundo de Sudáfrica por parte de los blancos. Y es esta inadaptación
la que desencanta a Margot que ve que Coetzee es incapaz de enfrentarse con
valentía a los negros que ya no tratan a los blancos como antes. Pero, sin
embargo y pese a todo, los negros y los blancos siguen comportándose en
ocasiones fieles al más puro apartheid como se ve cuando dos negros (chófer y
enfermero) llevan a la madre de Margot al hospital y ella se ve incapaz de
invitarles a tomar un café (tal es el peso de la educación recibida).
La tercera historia es la de Adriana, una brasileña que
entra en la vida de Coetzee al entender ella que su hija Mª Regina, que viene a
casa hablando maravillas de su profesor de inglés, merece un profesor más
cualificado que no pierda el tiempo en enseñar a los estudiantes cosas que no
les van a servir para nada (tal es el caso, en la mente de Adriana, de todos
los poemas de Keats y otros poetas que Coetzee quiere que Regina aprenda).
Adriana quiere creer que Coetzee pretende abusar de su hija y se da la paradoja
de que para evitarlo ella misma se lo arrebatará a su hija. Esta Adriana está
en la génesis de la heroína de la novela “F.O.E.” de Coetzee. [esta imbricación
vida-literatura es muy interesante y me trae a la mente lo que Philip Roth y
Milan Kundera conversan sobre cómo los creadores sacan sus productos en gran
medida de la experiencia vivida aunque con transformaciones].
Por su parte la entrevista a Martin, profesor con quien
Coetzee compitió por una plaza universitaria que ganó el primero, es muy
instructiva y toca aspectos referidos a la propia esencia de la enseñanza: “John sabía un poco de muchas cosas. No sé
qué provecho sacarían los alumnos. Según mi experiencia, los alumnos pronto
descubren si lo que estás enseñando te importa. En caso afirmativo, están
dispuestos a considerar la posibilidad de que también les importe a ellos. Pero
si llegan a la conclusión, acertada o no, de que no te importa, no hay nada que
hacer, sería mejor que te fueras a casa.”. Este Martin es el profesor
típico y por eso critica que Coetzee dedicase mucho tiempo a corregir la
gramática de sus alumnos y a asistir a absurdas reuniones porque de no haberlo
hecho habría podido escribir mucho más. ¡Qué pensamiento tan habitual entre muchos
“esforzados” profesores!.
Además de las alusiones a la enseñanza el apartado de Martín
es muy interesante –como ya dije antes- al cuestionar el procedimiento elegido
por Vincent, el biógrafo. Así a la manifestada duda de la fiabilidad de una
biografía hecha con tan sólo cinco entrevistas, se añade el hecho de que casi
todas ellas lo sean a mujeres que tuvieron relación amorosa con Coetzee: “Porque la naturaleza de las relaciones
amorosas es tal que los amantes no pueden verse tal como en realidad son”
(pág. 210).
Y la última entrevistada es Sophie, una compañera diez años
menor que él que asistió al curso que sobre literatura negra africana impartió
Coetzee. Sophie le dice al biógrafo que
por qué no presta más atención a los diarios del biografiado o a sus cuadernos
de notas. Vincent le responde que Coetzee en sus cartas se crea un personaje
prácticamente ficticio. Y a esto Sophie arguye algo muy interesante para
entender esta autobiografía novelada: “Pero
¿y si todos somos creadores de ficciones, como llama usted a Coetzee? ¿Y si
todos nos inventamos continuamente la historia de nuestra vida? ¿Por qué lo que
yo le cuente de Coetzee ha de ser más
digno de crédito que lo que él mismo le cuente?” (pág. 217). [Sí, ¿por
qué?]
También muy interesante en esta entrevista es la queja que
manifiesta Sophie al recordar que
durante su relación íntima con Coetzee ella quedase excluida del universo
imaginativo del autor como se demuestra en su total falta de aparición en la
obra que estaba escribiendo entonces “En medio de ninguna parte”.
Y también muy interesante es la reflexión que cierra este
quinto relato y viene a explicar por qué la relación fue abandonada: “porque entre un hombre y una mujer no puede darse la inmovilidad. O vas hacia
arriba o hacia abajo.” (pág. 230).
Procedimiento
constructor del relato: La
revisión de lo escrito en unas ocasiones; la dramatización del escrito, en
otras; el puro comentario sobre la propia biografía... Es por lo tanto un libro
de metaliteratura: reflexión sobre la propia literatura llena, además, de
intertextos por todas partes.
Qué gran verdad las opiniones juiciosas y bien fundamentadas de mi amiga Cecilia cuando habla de la importancia de Cervantes ("El Quijote", sobre todo) en esta novela: el procedimiento de relato citado que difumina la figura del narrador, el pluriperspectivismo que de lo anterior se deriva, la disolución de la frontera existente entre realidad y ficción... Sí, en efecto, también para mí Coetzee es una de las grandes cimas de la literatura actual.