"¡Pero, hijo, si vamos a buscarle el pelo al huevo…! Tú estás en babia… Te cojo del suelo, y te vuelvo a poner en las pajitas del nido de que acabas de caerte…Sí, porque meterse a indagar de dónde viene la riqueza... es tontería mayúscula. Ven acá... ¿No andan por ahí muchos, que son senadores vitalicios, y hasta marqueses, con cada escudo que mete miedo? ¿Y quién se acuerda de que unos se redondearon vendiendo negros, otros absorbiendo con el chupón de la usura las fortunas desleídas? Tú no vives en la realidad".
Santiago Lorenzo, autor de la exitosa novela "Los asquerosos", preguntado acerca de qué libros tenía en su cabeza mientras escribía su exitosa novela, destacaba entre otros "Torquemada en la cruz", de Benito Pérez Galdós, porque, aseguraba, era la obra que más le había hecho reír en su vida: “carcajadas de las de caerse de la silla y que duran meses enteros”. Esta opinión del autor de "Los asquerosos" ha sido para mí acicate suficiente para leer la novela. Finalizada la misma me cuestiono a mí mismo: ¿Tiene humor, no tiene humor? ¿Hace reír o simplemente sonreír? ¿Qué es mejor la risa a carcajadas o la sonrisa inteligente? Evidentemente en mi opinión la novela contiene su buena dosis de humor, pero discrepo de que sea humor a carcajadas del de caerse de la silla como con rotundidad afirma el escritor vasco afincado en Castilla y León.
La novela leída es la segunda de la tetralogía Torquemada compuesta por I. "Torquemada en la hoguera"; II. "Torquemada en la cruz"; III. "Torquemada en el purgatorio"; y IV. "Torquemada y San Pedro". Dado que la novela gusta auguro a quienes se acerquen a ella o a cualquier otro título de la serie que no podrán detener tan deliciosa lectura en la palabra FIN, teniendo que seguir leyendo por puro placer todas o algunas otras de la susodicha tetralogía.
Tras esta afirmación y comprobación personal del gusto que produce leer a
Galdós hoy, cabe preguntarse el porqué del ostracismo al que el escritor canario ha estado sometido durante muchos años. La verdad es que don Benito tuvo que lidiar en la recta final de su vida con las envidias de los jóvenes autores -
Baroja,
Valle Inclán y demás- que lo tildaron en palabras de
Ramón María del Valle Inclán de
'garbancero'; durante el primer franquismo su ideología republicano-socialista no le sirvió de aval alguno; por otra parte para ciertos sectores de la sociedad española sus
"Episodios nacionales" y la idea de Nación unitaria y centrípeta que transmiten no satisface sus intereses ideológicos; y a todo esto vino a unirse el que los jóvenes esteticistas de los últimos años 60 y primeros 70 con
Juan Benet a la cabeza abjuraran de la naturalidad y frescura de la prosa galdosiana. Afortunadamente hoy, -en verdad desde hace ya unas cuantas décadas-, las aguas han vuelto donde debían y autores tan prestigiosos y prestigiados como
Almudena Grandes,
Antonio Muñoz Molina,
Manuel Longares o
Andrés Trapiello lo han recuperado y valorado en lo que vale su profusa producción: un fresco innegable de la realidad española de su contemporaneidad y de la historia reciente del país que le tocó vivir escrito con una maestría y naturalidad como pocas veces se ha visto entre nosotros. Estos escritores y también los estudiosos de su Obra hablan de él como del Balzac o el Charles Dickens español.
La historia que Galdós presenta en
"Torquemada en la cruz" es en esencia la de un cambio de época, concretamente la decadencia de la vieja aristocracia venida a menos por su desidia y falta de laboriosidad, y el ascenso de una nueva clase que lo cifra todo en el dinero, en su acumulación. A esta clase ascendente pertenece
Francisco de Torquemada un prestamista usurero y tacaño que va quedándose con los bienes y riquezas de aquellos que no son capaces de responder en el tiempo acordado a los intereses pactados. A petición in articulo mortis de
Dª Lupe 'la de los pavos' afloja la soga que a la familia
Del Águila la finada tenía echada al cuello. Y todo ello acaece en el Madrid del momento en que la novela verá la luz, la década de los 90 del siglo XIX, un Madrid cambiante, que ve crecer nuevos barrios donde se asientan trabajadores que llegan a la ciudad desde los pueblos y provincias limítrofes.
Los personajes están fantásticamente dibujados. Sorprende especialmente la manera como el autor sabe transmitir el mundo de la ceguera en que vive
Rafael, el hermano menor; lo bien que muestra la evolución psicológica de
Torquemada que desea ser admitido en el entorno de la sociedad respetable, algo que va a conseguir gracias a su dinero y a los modos lingüísticos que va tomando de aquellos que considera bien hablados pero que él por impericia no sabe colocar debidamente en la frase ni emitir u omitir cuando la ocasión así lo requiere. Las dos hermanas venidas a menos que deberán de
'sacrificarse' para así no alejarse demasiado de lo que ellas entienden es su estatus; El mediador entre ambas esferas sociales, don
José Ruiz Donoso, auténtico celestino; la prestamista
Dª Lupe, 'la de los pavos', fallecida en las primeras páginas de la novela;
Bernardina, la antigua criada de la familia Del Águila; etc., etc. Un abanico de seres perfectamente individualizados magistralmente dibujados y presentados.
Además del contenido, del realismo que muestra el autor, en especial de ese Madrid magnífico hoy desaparecido por el que gracias a él podemos transitar, podemos vivirlo,
está el lenguaje, la forma.
Pérez Galdós es un maestro manejando el idioma; utiliza un vocabulario hoy en gran parte desaparecido que da gusto leer y recuperar:
refistolear (=entrometerse);
malsín. (= delator, acusador);
cáfila (=conjunto de personas, animales o cosas);
pesquis (= agudeza, cacumen);
Azacán (=aguador);
machuco (=sosegado, entrado en años); y muchísimos otros más.
Del mismo modo es el lenguaje utilizado indicador externo de pertenencia a una u otra clase de cada uno de los personajes.
Francisco Torquemada muestra su baja extracción social en el empleo de un léxico plagado de vulgarismos, etimologías populares, agramaticalidades o barbarismos. Sirvan de ejemplo vocablos como los siguientes:
ibierno,
áccido,
Jacometrenzo,
nepusuntra (por 'Non plus ultra'), etc. La familia vergonzante Del Águila, por su parte, del antiguo esplendor de su estirpe sólo conservan el barniz de la lengua.
Y todo esto lo presenta el escritor con agilidad, soltura, frescura, viveza, autenticidad, naturalidad... que hace que leerle hoy sea una auténtica delicia, una experiencia literaria magnífica y muy recomendable.
Interesantísimo me parece el empleo de recursos propios del teatro que el autor introduce no pocas veces en la novela. Me refiero especialmente a ese alejamiento -desaparición casi-, mediante el uso de acotaciones teatrales, que el propio narrador realiza de aquello que está contando ["
yo quiero matar, Cándido (excitadísimo, levantándose), quiero matar, porque sólo matando puedo realizar la justicia"]. También cuando el autor-narrador se dirige directamente al lector lo hace de manera semejante a como los dramaturgos hacen con el recurso del "aparte". No podemos olvidar que Galdós además de narrador fue autor dramático logrando éxitos sonados con obras como "
Electra" o "
Realidad" y que algunas de sus novelas fueron llevadas a las tablas ("
Marianela") e incluso musicadas como un episodio nacional al que
Ruperto Chapí iba a poner música convirtiéndolo en zarzuela; esta idea se frustró por la muerte del músico. Relaciones profesionales con actrices como
Margarita Xirgú y también sentimentales con otras estrellas de las tablas como
Carmen Morell demuestran la importancia que para el escritor siempre tuvo este género, muchas de cuyas características incorporó a sus novelas denominadas 'dialogadas' no muy bien vistas por críticos del momento como
Alas Clarín.
En Galdós está presente la tradición entera de la literatura española y eso se percibe en esta novela: esas descripciones de suma tacañería parecen sacadas de
Quevedo o
El Lazarillo de Tormes; pero sobre todo -ahora sí que sí-
Cervantes está del todo presente en la narrativa galdosiana: el perspectivismo, los juicios emitidos por el propio autor que se introduce en la narración cuando así lo quiere, la doble o triple atribución de la historia a diversas fuentes cual si de un narrador múltiple se tratase, las historias intercaladas en el curso de la historia principal, etc., etc.
Para finalizar
Ciertamente
"Torquemada en la cruz" no es una novela insigne, no es
"Fortunata y Jacinta" ni
"Misericordia", tenidas por sus mejores novelas, claro es. Pero precisamente por eso es una novela en la que el arte galdosiano se ve con más claridad por ser una escritura más rápida, menos reposada, más propia de él, razón por la que algunos maledicentes -Valle Inclán, Juan Benet...- lo tildaron de literariamente '
basto, grosero, casposo, garbancero, sin mérito alguno". Nada más injusto y fuera de toda razón.
Quisiera cerrar esta reseña con otra cita que viene a completar la primera y que en mi opinión expresa bien a las claras la intención del novelista, o sea, mostrar el cambio de época que la sociedad española estaba experimentando por entonces, 1893, fecha de composición de la novela. Si en la primera es Cruz quien habla con los pies bien asentados en el suelo, en ésta es el idealista, ciego en todos los sentidos y fuera de la realidad, Rafael quien entona estas frases altisonantes e inútiles :
"En los tiempos que vienen, los aristócratas arruinados, desposeídos de su propiedad por los usureros y traficantes de la clase media, se sentirán impulsados a la venganza... querrán destruir esa raza egoísta, esos burgueses groseros y viciosos, que después de absorber los bienes de la Iglesia, se han hecho dueños del Estado, monopolizan el poder, la riqueza, y quieren para sus arcas todo el dinero de pobres y ricos, y para sus tálamos las mujeres de la aristocracia."