«Soy de la teoría de que el interés malsano por las intimidades del prójimo es algo muy arraigado en todos nosotros. Es completamente falso que sólo las personas de bajo nivel cultural se sienten atraídos por el chismorreo y la curiosidad malsana; todos, sin excepción, somos voyeurs”.» (Pág 126, artículo ”La era voyeur”)
Hace ya tiempo que me he intentado despojar de todos mis impedimentos y rémoras mentales. Me refiero a esos lastres que normalmente vamos echándonos encima y que nos impiden hacer, ver o enjuiciar algunas cosas si es que no se atienen a unos principios inalterables establecidos por no sé quién o quiénes. Sí, lo he intentado, y he fracasado las más de las veces. Pero ha llegado un momento en que ya todo me da igual. Echo mano de la inteligente frase de Groucho Marx cuando en Sopa de ganso dice eso de "estos son mis principios y si no le gustan, tengo otros" que ahora, como tantas cosas, descubro que ni se dice en esa película ni tampoco, claro, la dijo Groucho Marx. Así nos va, repetimos como loros sentencias, frases, dichos de unos y de otros que jamás dijeron ni los unos ni los otros.
Y todo este exordio, ¿para qué? Pues simplemente para justificarme por haber evitado durante años los libros de ciertas personas con proyección pública, periodistas muchas veces. Pero ¿por qué me comportaba así? Pues si soy sincero, ni siquiera yo lo sabría explicar. Mi mejor respuesta sería esa inexorable afirmación que dice "pues porque sí", o sea que "habló Blas y punto y final".
Aclaradas (¿despejadas? No lo tengo yo tan claro) mis ideas, he tomado en mis manos sin ningún problema de conciencia un librito de Carmen Posadas. Sí, ya saben, la misma Carmen Posadas que estuvo casada con el que fuera gobernador del Banco de España, Mariano Rubio. ¡Ah, que no lo sabían! Bueno es que uno ya peina canas en sus sienes y recuerda que hace años la pareja formada por Mariano y Carmen, Carmen y Mariano, aparecía un día sí y el otro también en el papel couché de las revistas del corazón. Que un político y economista se hubiese casado en los años 80 con una guapa uruguaya 22 años más joven que él levantó todo un malsano interés informativo. El trabajo que como escritora de libros y como periodista ella había desarrollado hasta el momento de este casamiento quedaron opacados por el bullicio generado por la actividad de su marido, en especial cuando quedó tocado como figura pública a raíz de un caso de corrupción económica.
Es el segundo libro que he leído de esta autora que se alzó con el Premio Planeta de Novela en 1998, un año antes del fallecimiento de su marido, con la novela titulada 'Pequeñas infamias'. Anteriormente a Por el ojo de la cerradura leí su novela "La cinta roja" (2008) cuyo título alude al distintivo que los jacobinos ponían a quienes iban a ser ajusticiados con la guillotina. El protagonismo recae en Teresa Cabarrús una aristócrata española que durante la revolución francesa hizo lo posible por salvar al mayor número posible de reos. Me agradó esta lectura y ya mis prejuicios sobre la charrúa comenzaron a desvanecerse; por eso cuando estas Navidades pasé por la Biblioteca de mi barrio en busca de lecturas para las vacaciones y me topé con Por el ojo de la cerrradura me dije «¿Por qué no?» y junto a otros dos libros de más enjundia ('La hija del optimista' de Eudora Welty -reseñada no hace mucho en este mismo blog- y 'Del color de la leche' de Nell Leyshon -cuya reseña haré próximamente-) lo saqué y durante estas Navidades lo he leído.
Se trata de una serie de pequeñas reflexiones en las que la autora habla sobre temas de la actualidad más o menos inmediata al momento de escritura. Tener en cuenta este momento es muy importante para valorar el enorme cambio que ha experimentado nuestra sociedad durante los cerca de 25 años que separan la aparición del libro en 2001 y hoy, enero de 2025, cuando lo he leído. Además, al estar el libro escrito en plan crónica de actualidad, paradójicamente la misma se pierde por el paso del tiempo. El librito se publicó en 2001 y hoy muchas de las referencias a personas entonces conocidas ya no sirven, bien por no estar ya entre nosotros, bien por haber perdido aquello que la Posadas predicaba en este o aquel articulo. Y es que ¿qué joven de menos de 25 años reconoce al político laborista inglés que responde al nombre de Tony Blair? o ¿Quién es una tal Cindy Margolis? Es evidente que 24 años después el mundo ya no es el que era. Según leía yo Por el ojo de la cerradura una pregunta se me venía constantemente, una reiterada pregunta que con insistencia me cuestionaba qué coños hacía yo leyendo ese libro ahora. Y la respuesta no podía ser otra que la siguiente: Pasar (quizá, perder) el tiempo, estaba claro.
Pero no quisiera ser tajante, dictaminar desde una supuesta posición de superioridad, la bondad o ausencia de la misma en esta obra. Simplemente diré que me ha entretenido de la misma manera que me entretiene ojear y hojear una revista en la sala de espera del dentista, sin más pretensión que hacer más amable la espera. Y en esta espera observo que Carmen Posadas en esta especie de colección de artículos periodísticos o crónicas de sociedad se confiesa como feminista aunque no radical («Yo no soy ni he sido nunca una feminista enragée»). También yo diría que dirige sus escritos a un público eminentemente femenino y lo digo porque para mí nombres como Goldie Hawn o Dyan Cannon, por ejemplo, nada me dicen. ¿Defecto mío? Puede ser, pero lo que sí es verdad es que he llegado hasta aquí, vamos hasta la edad que tengo -la misma que Carmen Posadas- sin necesitar identificarlos. ¿Les ocurre lo mismo a mis amigas? Sería bueno saberlo.
Distribuye los artículos en seis apartados cuyos epígrafes en mi opinión identifican con claridad el público lector en quien la Posadas estaba pensando mientras escribía su libro, o sea, ellas, las mujeres: Nosotras, Ellos, Los elegidos de los dioses, Víctimas del look, Dime cómo te vistes y te diré cómo eres, y Reglas de la buena (y la mala) educación. La mayoría de los escritos reflexionan sobre lo inane de la moda, el voyeurismo social, la tiranía del aspecto físico, la fama... La autora es bastante transparente a la hora de manifestar sus fobias y filias hacia algunos personajes de la sociedad.
«el caso de Ana Obregón, en cambio, me chifla: parece como si tuviera una necesidad compulsiva de ir siempre enseñando sus “lolas” de plástico. Bueno, hasta ahí lo entiendo: si la pobre chica ha sido como una tabla de planchar toda la vida, ahora querrá mostrarnos sus protuberancias, vale, elemental querido Freud, pero ¿y las piernas? Teniendo en cuenta que son como dos palillos, me pregunto yo que afán la empuja a enseñarlas a todas horas»
En el apartado titulado Dime cómo vistes y te diré como eres pasa revista al look de las mujeres en traje de baño y también al de muchos hombres. De nuevo diré que el tiempo no perdona y estoy convencido de que muchos jovencitos y jovencitas de hoy difícilmente reconocerán los referentes reales de algunos de estos nombres propios, algo que si ella misma lo declara, referido a cuando ella estaba haciendo el libro en 2001, ¿qué no ocurrirá hoy, 25 años después?
- «Son mujeres que muchos jóvenes se hoy apenas sabrían decir quienes son: Esther Williams con sus púdicos trajes de baño con faldita “acorta piernas”, Raquel Wetch y su bikini saliendo del mar para fundirse con Bond, James Bond, Marilyn Monroe y su estomaguito retenido bien a la fuerza, y luego estaría la mujer de hoy sin miedo, esa gordita que se coloca un bikini porque quiere tomar el sol y bañarse, una mujer que no tiene miedo a nada ni a nadie, que no es prisionera de nadie ni de nada, no siquiera de la moda.»
- «los calzones de Fraga en Palomares, el look de José Mari, el de Felipe González, el de Narcis Serra…»
De Por el ojo de la cerradura lo que más me ha agradado es volver a recordar lo mucho que disfruté durante mis años universitarios con la semiología del francés Roland Barthes. El recorrido que Carmen Posadas hace por el mito moderno, la fama, la popularidad, las revistas del corazón, la publicidad y tal me han hecho recordar las indagaciones semiológicas que a rebufo del estructuralismo sesentero hiciera el estructuralista francés en libros que yo durante mis años universitarios disfruté muchísimo; me refiero concretamente a “Mitologías” y “Elementos de semiología”. Pero, amigos míos, Barthes murió en 1980, hace ya 45 años, y me temo que la Posadas, de mi misma edad, se ha quedado un poquito allí varada.
En conjunto el libro que tenemos en las manos, en especial el último apartado, “Reglas de la buena (y de la mala) educación”, está cercano al ensayo de costumbres. La Posadas se muestra contraria a la desaparición de la gentileza masculina no por culpa siempre de éste, sino con frecuencia por culpa de las propias mujeres que se niegan a ser tratadas como seres frágiles o diferentes al varón. Habla aquí también de estas costumbres, hoy tan extendidas, de besuquear o tutear a diestro y siniestro. Con gracia expone las distintas maneras de besar a los amigos, a los ex, a los desconocidos que nos son presentados… e incluso alude a ese hábito novedoso de besar no con dos, menos con uno, sino nada menos que ¡con tres! Y sobre el tuteo hoy tan habitual defiende el ustedes frente al tú y se critica a a sí misma por haber caído en él a veces por no sabe bien por qué.
Para finalizar
Leyendo esta colección de reflexiones o pensamientos sobre la actualidad redactados hace casi 25 años a mí vez vengo yo a reflexionar sobre el cambio que en este cuarto de siglo se ha producido en lo que a voyeurismo se refiere. Carmen Posadas realiza su crónica voyeur, o sea, mira Por el ojo de la cerradura, tomando nombres de personajes públicos del corazón, de la música, del cine, del artisteo… Hoy, veintitantos años después este cotilleo, este voyeurismo vergonzante y muchas veces vergonzoso tiene otros protagonistas: los políticos. Son ellos quienes ahora se esfuerzan por ocupar esos programas televisivos que antes eran territorio exclusivo de las intimidades de los famosos. Se han erigido en famosos y hacen lo posible por permanecer allí semana tras semana, mes tras mes, año tras año, hasta obtener su ansiado botín, el voto del espectador anónimo que les haga repetir en el puesto para durante otro cuatrienio volver a machacar con sus veleidades, traiciones, astucias y añagazas.Por el ojo de la cerradura se cierra con un artículo titulado 'Si yo fuera rica'. En él declara Carmen Posadas con claridad la intención de su libro, entretener y comprenderse a sí misma
«Ser un Voyeur tampoco da la felicidad, naturalmente, pero ayuda a pasar el rato y también a comprender al prójimo, así como entender a ese prójimo tan cercano y a veces tan desconocido que es uno mismo.»