Estamos ante una corta novela de anticipación en la
que su autor nos presenta un posible mundo situado en una hipotética China del año 2037. En esta
ubicación y tiempo unos robots
fabricados en Japón, los androides Shikuza, han alcanzado un nivel de
autoconsciencia tal que ha llevado a algunos de los 19, que se encuentran en esta situación y que han logrado escapar a
la desprogramacion de diciembre 2036, a
rebelarse frente a los humanos del país en que trabajan. La situación es de tal
gravedad que las autoridades están controlando a todos los androides Shikuza
por ser potenciales enemigos.
Un C3 innominado es el protagonista de esta
historia. Este C3 lleva una existencia fría y rutinaria que ese 7 de noviembre
de 2037 no va a ser diferente a la de
otros días. Pero a partir de ese día el C3 de la historia va a alcanzar un
nivel de autoconsciencia que le deparará un sufrimiento superior al saberse
distinto no sólo a los humanos sino incluso a los otros Shikuza que se han
levantado frente a la opresión y que han logrado escapar de ese mundo que los
esclavizaba. ¿Y él? Sólo al final sabremos que también él ha
sabido escapar de su situación, pero ¿es esa la forma adecuada?, nos
preguntamos cuando acabamos la lectura
del relato. Sinceramente yo pienso que no, y quiero creer que Juan Torregrosa
también piensa así.
Además de este componente ciertamente existencial
la segunda novela de Torregrosa [la primera es de 2012 y lleva por título "Un autorretrato de una mente"] bebe directamente -algo que él declara en varias ocasiones- en la novela
expresionista de Herman Hesse "El lobo estepario" (1927); y
también, y sobre todo, en el cine, especialmente en el film de Ridley Scott
"Blade Runner", adaptación de la novela de
Philip K. Dick "Cuando los androides
sueñan con ovejas eléctricas", película mítica en el género de ciencia
ficción y especialmente inquietante con sus replicantes; asimismo el relato "Yo, robot" de Isaac Asimov, y, casi me atrevo a asegurar, la versión
cinematográfica realizada por Alex Pruyas en 2004, es reconocible en esos
androides que como Espartaco (aludido
a través de la película de Kubrick) no quieren por más tiempo seguir así.
En definitiva, "Ocaso en Shanghai" es la historia de un derrotado que se da
cuenta de que la libertad está dentro de
uno mismo y de que no cabe culpar a otros (gobierno, resto de humanos, etc.) de
no alcanzarla; y menos aún refugiarse en música, alcohol o drogas como manera
de obviar los problemas. Resulta llamativo que el novelista, que a lo largo de
toda la historia alude a la música de Bach, de Mozart, de Allegri e incluso de artistas
contemporáneos –ficticios o reales, da igual- como la tibetana Zhuema Li, equipare esta manifestación cultural con los consumos de drogas o alcohol; sin
duda creo que hay que entender a Torregrosa en el sentido al que se refiere Gabriel
Celaya en su poema La poesía es un arma
cargada de futuro y no en el descalificador de tal actividad cultural.
También tiene interés, aunque en mi opinión es
asunto menor, el contexto político-geográfico, China, en que vive este lobo estepario:
un país supercontaminado, esclavizado, supercontrolado por el Partido único
("prohíben la objetividad",
pág 62), un país en el que "los
sindicatos no paran fábricas y sí
reciclan parados absurdamente" (pág 91).
A mí lo que más me ha gustado de esta novelita de
ciencia ficción es el estilo. Torregrosa deja caer a lo largo de ella, y le surgen de un modo muy natural, una serie
de magníficas frases que bien justificarían
por sí solas la lectura de Ocaso en Shanghai. Por ejemplo:
- "Sentí un sabor ácido recorriendo mis
pensamientos" (pág 27)
- “Las facciones vulgares de un hombre hecho a sí
mismo" (pág 51)
-" Parecía un intelectual jubilado, mezcla de
arte sin alma y profesor sin ilusión" (cap. 3)
Juan Torregrosa Pisonero |
Pero, ya lo he dicho, ese final brutal, en el que el autor nos hace entrega del
nombre del personaje cuando ya nombrarlo no tiene objeto, junto a ciertas reflexiones de este
C3 (sobre el amor del que tanto hablan los poetas: no es más que un
"olvidarse de uno mismo a base de
abrazar"; sobre las relaciones humanas: "siempre la misma conversación [...] para no tener que estar en mi casa
apresado entre las cuatro paredes", etc.), da a la novela un aura
nihilista que anuncia un futurible mundo inquietante en el que las pasiones y
sentimientos no tendrán ya cabida. ¿Sucederá? Ojalá, no.
Como casi siempre que entro en tu blog amigo Juan Carlos, me llevo una buena recomendación para leer!!
ResponderEliminarGracias como siempre!!
Abrazo!!
Graciaas a ti, Walter, por leerme. Por otra parte me encanta serte útil con mis comentarios y reseñas.
EliminarUn abrazo.
a breve nota sobre Hermann Hesse. Este año que recién empieza a batir las alas, no me ha costado mucho decidirme por otro genio, uno de esos que tengo más en alto de mi altar de divinidades paganas, y que comparte con el autor de El lobo estepario esa extraña capacidad de meterse en sus lectores y ca symcdata.info/tupac-amaru-ii-o-jose-gabriel-condorcanqui/
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