«Con el tiempo me he dado cuenta de que todos los esfuerzos de las criaturas de ficción van encaminados a convertirse en seres de carne y hueso. Los escritores, en cambio, seres de carne y hueso, hacen todo lo posible para convertirse en criaturas de ficción algún día: en estatuas, en billetes de banco, en sellos o en temas de libros escolares.»
Acabo de finalizar Fabulosas narraciones por historias de Antonio Orejudo, novela publicada en 1996 ganadora del Premio Tigre Juan. Es una novela histórica de corte paródico en la que los personajes más reconocidos del momento -los años 20 y 30 del siglo pasado- son puestos en solfa a través de una ficcionalización imaginativa (historias fantásticas) tomando la base nominativa y algunos textos reales de unos y de otros (José Ortega y Gasset, José Moreno Villa, Alberto Jiménez Frau, Juan Ramón Jiménez...) pero de manera histriónica. Los grandes personajes de la historia literaria agrupados en torno a la Residencia de Estudiantes son presentados con nombres populares o coloquiales que bajan a tierra a los seres míticos: Juan Ramón es Juancho; Ortega y Gasset, Pepe Ortega; Moreno Villa, Pepe Moreno o simplemente el Moreno; Ramón Gómez de la Serna es Moncho; etc., etc.
Junto a estos seres reales, pero ficcionalizados de modo muy imaginativo, se mueven los tres grandes protagonistas de la novela (Martiniano, Santos Bueno y Patricio Cordero) que actúan como reventadores de lo considerado más serio de la denominada Edad de Plata literaria y cultural española. El centro de su actividad es la Residencia de Estudiantes que consideran máquina creada por Ortega para instaurar una nueva estética que se lleve por delante el gusto popular por, por ejemplo, la novela realista tipo Galdós. Además de intentar reventar esta valorada institución, este comando de activistas contraculturales centran sus acciones en las tertulias que tanto predicamento tuvieron en España en ese período.
Toda la diversidad sociocultural y política que existía en la España que va de 1923 a 1939 fundamentalmente, si bien en las últimas páginas y en algunos de los fragmentos que sucesivamente vienen a componer la novela las fechas se aproximan a nuestro momento vital (1977, 1986 e incluso 1994), aparece reproducida en la composición de los estudiantes de la Residencia (los Republicanos, los de la Oposición, los Ultraístas, el grupo del Sindicato, los Saharauis...) y en los grupos de intelectuales que acuden a las dos tertulias que compiten entre sí en el Café Jute. Estas tertulias, la del veterinario
Maximiliano Quintana y la del editor Carlos Hernando, representan lo viejo, lo antiguo; es por ello que para revitalizarse quieren llevar a ellas a alguna personalidad de las que agitan el panorama intelectual.
La novela histórica, según la mayoría de sus adeptos refleja la vida real más fidedignamente de lo que jamás puede hacer la Historia. En los libros y tratados históricos el Pueblo, los hacedores de la Historia no aparecen o a lo sumo son sombras formando parte de colectivos como la Nación, la Sociedad, el Ejército, e incluso, en extensísimo sustantivo, la Gente. Por contra es en la novela histórica en la que quienes conforman estas colectividades adquieren consistencia de individuos. Diríase que la Historia (así, con mayúscula) se hace más creíble, mas verdad, en las pequeñas historias personales de los seres particulares. Pero, ¿ocurre tal cosa en la novela de Antonio Orejudo?
Leyendo Fabulosas narraciones por historias topamos con la sorpresa y la incredulidad debidamente trabajadas por el autor. Los personajes históricos que aparecen, la mayoría de ellos literatos y científicos reales de la España de los años 20 y treinta principalmente, nos sorprenden pues, aunque son descritos -¡y con reiteración!- con las frases hechas que estamos acostumbrados a escuchar desde siempre y cuya veracidad jamás hemos cuestionado, sin embargo su comportamiento dista mucho de la dignidad que emana de dichas frases:
«Asistirán a la suso cena: el ilustrísimo catedrático don Miguel de Unamuno, la más fuerte personalidad de la generación del 98; don José Ortega y Gasset, el incansable luchador por la europeización cultural de España; don Santiago Ramón y Cajal, el ilustre neurólogo de fama mundial; don Grehorio Marañón, que junto a una ingente labor científica cultiva los estudios históricos; don Eugenio D'Ors, célebre por su seudónimo "Xenius"; el ingenioso escritor don Ramón Gómez de la Serna; y don Ramón Pérez de Ayala, nacido y educado en Oviedo. Tras los postres, Federico, el mejor intérprete del alma de Andalucía, nos obsequiará con una lectura pública de sus últimos poemas y con un recital de su música.»
Lo más impactante de todo el enunciado anterior es que, además, quien repetitivamente lo escribe y fija en la convocatoria de actos de la Residencia de Estudiantes es el conserje bedel de la misma, el señor Iglesias, representante cualificado del español de a pie que quiere elevarse a través de la cultura. ¿Impactante que un bedel construya textos tan relamidos que parecen epitafios de futuro? Algo sí, desde luego; pero mucho más impactante es comprobar que los grandes cerebros que así son presentados, para algunos estudiantes residentes y narradores anónimos o conocidos de alguna de las partes en que se distribuye la novela no son más que Juancho (Juan Ramón Jiménez), Pepe Ortega (Ortega y Gasset), Pepe Moreno o simplemente el Moreno (José Moreno Villa), etc. En ocasiones incluso, en un claro anacronismo que nos acerca a nuestro hoy, estos prohombres se reducen a siglas RGDLS (Ramón Gómez de la Serna, JR (Juan Ramón), JOYG (José Ortega y Gasset), JMV (José Moreno Villa), y así otros más.
Por si lo anterior no fuera suficiente, las descripciones y acciones que acompañan a estos seres que, pensamos, profesan el amor al arte, se afanan por el desarrollo del país y cultivan constantemente el intelecto, nos los muestran:
- rebajados a su condición de humanos mezquinos y avaros en algunos casos (JRJ está en la Residencia porque se la dan gratis o acude a la tertulia del Jute porque le pagan por ir)
«Dos años atrás, la última vez que Juan Ramón Jiménez se había alojado gratis en la Residencia, ésta debía de estar atravesando también un momento de crisis.»
- se mueven por instintos nacidos en su bajo vientre (Ortega y Gasset se ha acostado con todas las mujeres posibles, incluso con las que son tenidas por muy respetables)
«Yo no creo que un incansable luchador por la europeización cultural de España como don José ni que una dama tan respetable, como la baronesa María Luisa Babenberg, cometan adulterio»
- son sexualmente acosadores (Moreno Villa, jefe de estudios de la Residencia aprovecha su cargo para abusar de algunos colegiales)
«—Dicen que el Cantos y don José Moreno han llegado a un acuerdo —anunció el Guanchi.
—No sólo han llegado a un acuerdo, sino que me parece que están saliendo —respondió sin inmutrase el Amancio.
—¿Qué me dices? ¿Saliendo? ¿Pero no estaba don José tan quedado con el Migue?»
- manipulan las corrientes y/o tendencias artísticas exclusivamente por razones dinerarias (el arte puro, la deshumanización del arte defendida por Ortega y discípulos sólo busca hacerse con el imperio de la industria editorial en España)
«La Generación del 27 fue una buena idea de Pepe Ortega y de Leo, un negocio redondo.»«Se ve a la legua que Babenberg es un mecenas; pero en realidad es un comerciante que ha encargado a Ortega la creación de una generación literaria rentable a medio plazo, que dé dinero, lo único que le interesa.»
- Etc.
Pero ¿es verdad todo lo que vamos leyendo? Esta es la pregunta que según avanzamos en la lectura nos corroe. Estructuralmente el libro es fragmentario y, aunque lineal, el resultado de la unión de fragmentos variopintos reales y ficticios, un auténtico collage [Aviso: los epígrafes de los apartados que forman dicha estructura los tomo del estudio que la profesora Pilar Lozano Mijares dedica a esta novela en su libro de 2007, La novela española posmoderna]:
- La historia ficticia de los tres amigos: Martiniano, Patricio y Santos. Su peripecia al discurrir junto a seres históricos constituye el meollo de la Novela histórica que puede considerarse Fabulosas narraciones por historias.
- Cartas que van apareciendo según discurre el relato anterior y que con firma ilegible se datan desde 1986, las primeras, hasta 1994, la última. Precisamente esta última, ya muy próxima la fecha al momento de escritura de la novela, es la que en cierto modo revela muchos de los extremos que el lector ha tenido en suspenso durante el proceso de lectura. Otras cartas son del personaje Santos a su familia.
- Artículos periodísticos reales. Especialmente los tomados del diario El Sol donde publicaba Ortega y Gasset ensayos filosóficos que luego conformarían volúmenes como La España invertebrada o La deshumanización del arte.
- Artículos periodísticos seguramente ficticios procedentes de una publicación pornográfica, La Pasión; de una revista femenina, Mujer de hoy; y de un diario, La libertad. Están firmados por seres ficticios. Junto a estos artículos, al estilo de lo que el norteamericano John Dos Passos comenzase a hacer en su novela Manhattan Transfer, se introducen anuncios publicitarios de la época.
- Por último y ya hacia el final una serie de actas de una supuesta sociedad secreta.
¿Miente el novelista cuando escribe tales cosas sobre estos mitos de nuestra cultura? No completamente, porque cierto es que Juan Ramón era un onubense que hablaba de modo muy cerrado, que Ortega disfrutaba recibiendo el afecto femenino, García Lorca actuando... y así todo. Lo que ocurre es que como en toda caricaturización estos rasgos de manera de ser o comportamiento el novelista los exagera, los lleva a un extremo que hace dudar de si estamos en el terreno de la verdad o en el de la pura invención.
Según leía esta novela muchas otras obras escritas por autores de ese período o de otros llegaban hasta mí evocados desde las líneas del relato. Así, por ejemplo, cuando Santos, decidido a tener relaciones sexuales con su tía Carmen, echa mano de la literatura que maneja, la de las revistas pornográficas, y el narrador nos dice: «La evocación de sus héroes de ficción, de sus trabajos y sus días, infundió en su espíritu, de natural poco emprendedor, el coraje necesario», el contraste entre la vulgaridad de los héroes que Santos tiene en su cabeza y la referencia al título del poema de Hesíodo Los trabajos y los días es brutal, destructora total del concepto elevado de cultura mantenido entre nosotros.
Lo mismo sucede con muchas otras referencias que estos personajes, vulgares en su mayoría, realizan de otros de reconocida categoría. Por ejemplo la que en una de esas cartas de firma ilegible quien escribe le dice, a propósito de Santos Bueno, al novelista destinatario (¿quizás el mismo Orejudo, quizás Patricio Cordero u otro que está realizando la novela que estamos leyendo?): «Lo que usted afirma de su padre es mentira. Su padre era un mendrugo; y aunque hubiera sido el monstruo que usted dice, ¿qué? Desde que lo pusiera de moda Kafka —al que usted menciona—, todo el mundo justifica su carácter, cuando no sus atrocidades, echándole la culpa al pobre progenitor.». La evocación de la famosa Carta al padre de Frank Kafka es más que evidente. Y así a lo ancho y largo de toda la novela. No puedo finalizar esta parte sin la evocación que tuve de El castellano viejo de Larra leyendo el comportamiento de la familia de Santos Bueno en Fuentelmonge, su pueblo soriano:
«a continuación los Bueno empezaron a sorber la sopa con gran estrépito. Tal vez lo habían hecho siempre, pero Santos reparaba en ello después de haber visto a Babenberg ingerir líquidos como por arte magia. Cuando la hubo terminado, su padre se frotó las manos, entrechocó los dientes y chasqueó la lengua varias veces para gustar bien su sabor. [...] su abuela cuando terminó comenzó a servir el conejo soltando las tajadas a media distancia y salpicando bastante. Mientras la abuela servía, su padre comía pan a pellizcos, metiendo el dedo entre la miga» [...]
Lo que busca el escritor con estos contrastes, constantes a lo largo de toda la novela, entre lo elevado y lo degradado, lo excelso y lo zafio, lo culto refinado y lo populachero rijoso es la parodia y a su través la desmitificación, volver humano aquello que tenemos sobrevalorado. La mera contraposición de los tres personajes ficticios versus los escritores y artistas del entorno de la Residencia de Estudiantes; la sucesión desordenada de fragmentos de elevada cultura con otros de libidinosa pornografía; la diferente procedencia sociocultural de Santos respecto a los otros dos amigos sirven para marcar esta contraposición:
«Santos no pedía lo imposible: sólo una familia con algo de interés, con un pasado oscuro; qué menos que tener un miembro maldito o por lo menos excéntrico, un abuelo maniático o un tío artista»
Todo lo comentado y resaltado hasta aquí lleva a encuadrar la novela dentro de la tendencia narrativa del posmodernismo. Del posmodernismo sé que se ha asentado en el mundo cultural mediante lo que Mijail Bajtin denominaba la carnavalización, la parodia, la exageración caricaturesca. Son procedimientos que encuentran en la ironía, el humor y lo burlesco la manera de penetrar y cuestionar conceptos o momentos históricos asentados culturalmente. El humor nunca es inane, siempre hace reflexionar; el humor utiliza siempre la exageración para por contraste con el elemento real del que parte intentar acercarse a su auténtica verdad. Y ahí, en estos presupuestos es donde se encuentra esta novela.
Una novela de citas
Al ser el posmodernismo en este caso literario, la indagación hacia el pasado se halla en forma de textos ya escritos con anterioridad. Por esto es la citación, a través de la cita literal escueta, la cita intratextual o/y la mera evocación, de lo que fundamentalmente se vale. Fabulosas narraciones por historias de Antonio Orejudo es una obra que bien podría describirse como una novela de citas. Se ve en la estructura señalada más arriba en la que aparecen citas textuales junto a otras ficticias que simulan ser verdaderas, o sea, paródicas, y que por esto mismo el choque entre unas y otras provoca que perdamos la seguridad absoluta de su veracidad dado que el grado de verosimilitud acompaña a todas.
Leyendo la novela no podía por menos que pensar en la anterior novela leída y reseñada por mí en el blog: Montevideo de Enrique Vila-Matas. En ambas es el recurso de la citación lo más característico. Llega la misma al extremo de utilizar la intratextualidad, es decir, el citarse el propio texto a sí mismo, de manera abundante. Es lo que sucede con esas descripciones ya asentadas de las características personales o artísticas de los grandes autores de esta edad de plata que culturalmente fueron los primeros 40 años del siglo XX y los últimos veinte del XIX. En ese medio siglo largo España vio florecer una literatura que albergó autores diversos y hasta opuestos en sus estéticas como Galdós (realista-naturalista); los del 98, que intentaron renovar de alguna manera el realismo narrativo con relativa poca fortuna (Unamuno sería el más innovador, también el primer Azorín); los del 14 se decantaron por la novela poética de escasa receptividad popular (Gabriel Miró) o por la novela vanguardista (Gómez de la Serna, Pérez de Ayala y así); y los del 27, que en gran mayoría y casi definitivamente fueron poetas o vertieron sus deseos de contar en dramas y tragedias (García Lorca es un buen ejemplo en ambos casos).
Lo que, en mi opinión, hay en esta novela de Antonio Orejudo es, junto a una serie de temas menores más (la envidia, la hipocresía, el deseo, la venganza, la amistad...), la reivindicación del género de la novela narrativa que casi casi desaparecerá a partir de la Generación del 27 del panorama literario español considerado culto, quedando reducida a circular por las galerías subterráneas del gusto popular, de donde nunca desapareció, en forma de novela erótica o pornográfica y de otros géneros tenidos por subliterarios como el policíaco, el de aventuras, o la novela criminal. Esta vena oculta no emergería hasta el final de la dictadura franquista en 1975. Y así en el primer capítulo de Fabulosas narraciones por historias se reivindica este hilo de escritores que aunque nada conocidos en su tiempo o tenidos por mediocres, -caso de Patricio Cordero Pereda, el autor de la novela The Beatles que ningún pope literario de su tiempo quiere prologarle- sin embargo con los años serán muy bien considerados:
«Pese a lo que digan los libros, no crea usted que en aquellos años todo el mundo leía a Pepe, a Juan Ramón, o que todos adoraban a Lorca; o que Unamuno era conocido por todos los españoles. Entonces la gente era como ahora. ¿Conoce hoy todo el mundo a García Hortelano a Claudio Rodríguez, a Cela, a Juan Marsé o a ese chico joven, Eduardo Mendoza? No. Pues entonces, lo mismo.»
La lectura de esta primera novela de Antonio Orejudo, el estilo de su prosa, su manera de presentar el mundo en la narración, incluso la época en la que se sitúa la acción, me ha hecho recordar otras lecturas actuales situadas en el mismo tiempo e incluso que tocaban asuntos socio-literarios semejantes. Me refiero en primer lugar a Juan Manuel de Prada en su "Las máscaras del héroe", una primera novela igual que Fabulosas narraciones por historias lo es; también a La novela de un literato de Rafael Cansinos Assens, si bien en Cansinos Assens no hay parodia ni histrionismo sino simplemente memorialismo y anecdotario; incluso el tono utilizado en la serie Episodios de una guerra interminable de Almudena Grandes me lo ha recordado esta novela de Orejudo. Es evidente que estamos ante la novela de un gran lector, de un gran conocedor de la literatura; al respecto no hay que olvidar que el autor (nacido en Madrid en 1963) es profesor titular de Literatura española en la Universidad de Almería.
Para finalizar
Fabulosas narraciones por historias es una obra inagotable por extensa; son tantos sus elementos, sus técnicas (perspectivismo, anticipaciones, diversas figuras del narrador, metaficción, intertextualidad, etc.) que hacen difícil contenerla en una reseña. A mí me basta con manifestar mi personal opinión: me ha gustado, me ha parecido una novela original y arriesgada. Sólo le pondría un mínimo pero: la novela parece desbarrar un poco a partir del final de la guerra civil. La historia se acelera y si bien la exageración paródica y el histrionismo están presentes en el relato desde el principio, al final se precipita por una cuesta en mi opinión demasiado 'gore'.
Nota
Ayer mismo tuve la oportunidad, junto a mis compañeras de tertulia, de dialogar directamente con Antonio Orejudo Utrilla sobre su novela. Como esta reseña yo la tenía ya prácticamente escrita antes de acudir a la cita, dejo para el blog del grupo de lectura más que palabras... el comentario de lo que supuso para todos este encuentro tan instructivo, agradable e interesante.
Sin duda Antonio Orejudo ha de tener una gran inteligencia y un gran talento para fundir sus conocimientos sobre la época en la que se desarrolla esta novela con lo que parece una gran inventiva y también una buena dosis de parodia y que, además todo ello se sostenga. Conozco a Orejudo de nombre aunque no he leído nada de él. Esta novela parece curiosa y muy original, así como muy atrayente.
ResponderEliminarBesos
Me encantaría conocer tu opinión sobre esta novela, Lorena. Es diferente, atrevida, divertida y con muchísima literatura en su interior. Yo desde luego leeré más cosas suyas porque además, según dijo en la reunión, sus libros no son repetitivos sino que procura que cada uno de ellos sea para él un nuevo reto literario, algo siempre distinto.
EliminarUn beso
Un libro sin duda fascinante. Su particular do de pecho.
ResponderEliminarLibros así, distintos y diferentes, reconcilian a uno con la literatura.
EliminarUn abrazo
Tiene buena pinta. Gracias por la recomendación. Un beso.
ResponderEliminarSi la lees, verás que es algo diferente, que rompe con lo que estamos habituados en narrtiva.
EliminarUn beso, Lady
De Orejudo sólo he leído Reconstrucción en 2005 y casi no recuerdo nada. Esta novela que traes hoy, con mezcla de personajes ficticios y reales, pinta muy bien. La época me atrae mucho y los escritores de los que habla, también. A ver si saco tiempo para ella. Has hecho un análisis profundo y minucioso..
ResponderEliminarUn beso.
Le envié la reseña a Antonio Orejudo y me la agradeció diciendo que más que una reseña parecía una tesis doctoral (ja, ja...). Qué le voy a hacer, me salen así; haber dado clases de literatura durante casi cuarenta años es lo que tiene.
EliminarEs una novela que seguro que te gustará. Yo creo que leeré Ventajas de viajar en tren, su segunda novela, entre otras cosas por ver cómo es de distinta respecto a ésta.
Un beso grande, Rosa
Como siempre tu reseña es maravilloso y lo que compartes destila encanto por todos lados, imposible dejarla pasar.
ResponderEliminarGracias por compartirla, saludosbuhos!!
Gracias a ti, amiga
EliminarHola Juan Carlos, he tenido un resbalón leyendo tu reseña. Veo el nombre del autor y me digo, ah sí, lo conozco y lo he leído, pero al ver la foto me di cuenta que esa persona era otra distinta a la que yo conocía. Y es que he confundido a José Ovejero con Antonio Orejudo, jejeje. Madre mía, que lío de nombres tengo en la cabeza. Bueno, pues a José Ovejero sí lo he leído y lo entrevisté (que por cierto me gustaron mucho sus relatos) pero a Antonio Orejudo no lo he leído nunca. Voy a indagar más sobre su obra porque, esta novela que nos traes, me parece estupenda pero no sé si para estos momentos sería la elección más correcta. Besos
ResponderEliminarCasualidad de casualidades, Marisa. El mes pasado, cuando estábamos eligiendo novela para la tertulia de marzo y hablaban de esta novela a mí me pasó igual que a ti, constantemente decía "Sí, porque Ovejero...", "la verdad es que a mí, Ovejero..." (ja, ja...), y mis compañeras que "¡No es Ovejero, que es Orejudo!". O sea, que es una confusión muy común.
EliminarCreo que la novela que hemos leído te gustaría; tiene un humor de lo más interesante, es una novela irreverente que sorprende por su atrevimiento. Como dijo el propio autor en la tertulia, no sé si hoy, en 2023, no habría sido cuestionada por no atenerse a los impuestos principios actuales de lo políticamente correcto. Y es que hace casi 30 años cuando la escribió Orejudo la libertad que existía en el mundo (España incluida, claro) no tenía nada que ver con la de hoy donde todo está protocolizado, señalado, codificado (esto sí, esto no; estos sí, estos no; estas sí, estas no....), ¡Dios, qué hastío! Por eso un poquito de aire fresco y de "¡dejadme en paz, porfi!" nunca viene mal.
Un beso grande