«Te conocí hace cuatro décadas. Estás muerta desde hace siete años que van camino de ocho y luego irán camino de nueve y luego de once y de diecisiete y de treinta y ocho y así sin descanso hasta el gran cero final. Cada tecla que pulso te lleva hacia el olvido. Y esa misma tecla, que al ser pulsada también consume una décima de segundo de mi vida, acerca a la vez mi propia muerte.»
«Para entonces yo no bebía hacía años, por tanto tú y yo éramos extoxicómano contra toxicómana, exalcohólico contra alcohólica, esa convivencia criminal a la que nadie sobrevive.»
La novela es magnífica. No sólo por abordar lo duro que es mantener vivo el amor en el seno de una pareja de alcohólicos. Sí, de alcohólicos porque quien estuvo en las garras del alcohol, como el novelista, y pudo escapar de ellas sabe que debe estar siempre alerta porque cualquier recaída es fatal: «Quien recae abandona su destino en manos del azar, esta es una verdad que los bebedores refutan para sentirse a salvo. Si yo hubiera recaído habría muerto antes que tú.». Luego, por lo bien que está escrita, con un lenguaje bellísimo en ocasiones, una estructura adecuada a una novela memorialista como es "Arde este libro" en la que los temas van apareciendo primero de manera sucesiva y luego ya de forma reiterada según que la memoria avanza, vuelve y revuelve el recuerdo de unas cosas y de otras hasta completar el círculo que abre y cierra con ese libro incinerado en manos de ella que alguien colocaría ahí antes de la cremación: «Te incineraron con una novela mía entre las manos. Por eso escribo este libro». Por esta razón, la caprichosa marcha de la memoria, la novela carece de división en capítulos si bien los temas aparecen en cierto modo ordenados según que fue transcurriendo la vida de estos dos seres: el enamoramiento, la ilusión, el alcohol, la caída y recuperación de él, la caída irremediable de ella, el sentimiento de culpa de él, la lucha de ella por salir de la adicción, la muerte, la pobreza... No son sucesivos, se dan en desorden y a veces en coincidencia, pero son, fueron.
Como decía una amiga al finalizar la lectura, todo en este libro merece ser subrayado. Es cierto. Pocas cosas hay prescindibles en el relato, aunque algunas a mí me han impactado más que otras. Quizás la primera, dada la coincidencia en el tiempo con ella y mi vivencia de la misma si bien de manera tangencial, sea el Madrid de la Movida. En los años 80 del siglo pasado yo como tanta otra gente vivimos con euforia la libertad que hacía poco había llegado a España. Como dice el escritor evocando sin citarlo al Gil de Biedma del poema No volveré a ser joven Fernando Marías y Verónica venían como todos los jóvenes a llevarse la vida por delante, a comerse el mundo. Como confiesa el poeta barcelonés en su hermoso poema será cuando el novelista esté situado en la atalaya de los años que sea consciente del fracaso, de que la vida iba en serio. Pero en ese momento y en ese lugar eran jóvenes, perseguían sueños y se sentían héroes. Sucedió en Madrid
«Madrid: nunca te amaré lo suficiente. Cada una de aquellas mañanas, al salir a la calle, arrancaba a caminar sabiéndome señalado por los dioses. Bastaba respirar el aire de aquel Madrid, lo juro. Era mentira, pero fue verdad.»
Los años de la Movida en Madrid fueron años difíciles que a la mayoría nos tocaron tangencialmente y a algunos les dio de pleno y se los llevó en la tremolina del alcohol y las drogas. Afortunadamente los más timoratos nos salvamos por melindrosos, pero conocidos hubo más atrevidos que estuvieron al borde del precipicio, uno o dos se precipitaron por él y algún otro tuvo que huir de la ciudad para evitar ser arrastrado en la caída. Verónica en 2003 intentó huir yendo a Marsella con su madre pero ya lo advirtió el propio Lazarillo de Tormes hace más de cuatrocientos años: «No mejora de condición quien muda sólo de lugar y no de costumbres». Diríase que el autor anónimo estuviese pensando en la pareja de Fernando Marías.
La Movida no se entiende sin la efervescencia cultural que anidaba en ella. Sobre todo en forma de música, muy presente en la novela, pero también en las ilusiones, fantasías y ensoñaciones de los jóvenes que como esta pareja querían comerse el mundo. El Cine y la Literatura eran los paraísos donde se refugiaban ambos cuando eran bebedores, y Cine y Literatura fueron la tabla de salvación de Fernando Marías en su etapa de abstinencia. Los cantantes y los grupos nacionales y extranjeros que se citan en este relato son muchos y aún hoy, pasados ya tantos años desde esa época, siguen sonando en emisoras y sobre todo en las cabezas de quienes éramos jóvenes en esos momentos.
Precisamente fue en el campo musical que Fernando Marías hizo realidad su sueño de realizador cinematográfico. Consistió en la filmación de unos segundos de imágenes que sirvieran para anunciar la entrada en el escenario del mítico Rock Ola del grupo Nacha Pop en una de sus primeras actuaciones. Y aquí finalizó todo su sueño de creador cinematográfico que durante años su fantasía alimentó. Sin embargo el Cine marca la entrada y salida de la relación de la pareja. En un cine de Madrid, el cine Avenida, ve Marías simbolizado el nacimiento y la finalización de su relación amorosa que duró algo más de veintidós años:
«toda plenitud humana se desplaza hacia su final en el instante mismo de nacer, y la tarde memorable del cine Avenida echó a caminar de forma inexorable hacia otra tarde del cine Avenida, esta desoladora y ubicada en el futuro.
Veintisiete de enero de 2002: ese día, veintidós años y algunos meses después de mi diáfana felicidad. Se estrenó en la misma sala la versión cinematográfica de la novela que acabaría por arder sobre tu pecho.»
Fue su primera novela, La luz prodigiosa, aparecida en 1992, y por la que tanto habían luchado amorosamente unidos la que los llevó al cénit de su felicidad por lo logrado, si bien a renglón seguido en 1993 llegaría el momento en que sus caminos por culpa del alcohol se bifurcarían, separándose ya definitivamente en ese 2003 en que otro éxito, la versión cinematográfica de esa novela, llegaría a la vida del escritor.
La literatura propia y ajena está muy presente en la novela. Por ella venía un joven Fernando Marías a justificar su afición a la bebida: «De aquella época recuerdo mi fascinación por el alcoholismo que hermanaba a los idolatrados Edgar Allan Poe, Scott Fitzgerald, Fiodor Dostoievski, Jack London o Dylan Thomas, a quien por aquella época no leí y al que por tanto idolatraba porque sí, con la misma fe ciega, justo es admitirlo, que los curas oscuros reclamaban para sus milagros y resurrecciones.» Si estos grandes autores habían sido alcohólicos y él quería ser un gran autor, beber y escribir eran actividades coincidentes y necesarias. Gran error, claro; pero eso, como ocurre con casi todo, se comprueba con el paso del tiempo después de haber caído en el pozo.
Si su papel en el Cine se circunscribiría a la realización del guion de dos de sus novelas (La luz prodigiosa e Invasor) y poco más, en Literatura puede decirse sin temor alguno a equivocarse que Fernando Marías triunfó. Su manera de escribir es muy personal y ha sabido marcarse un estilo propio que lo distingue de otros autores. En esta «historia real de amor, muerte y desarraigo iniciada en el Madrid de los años ochenta y concluida hoy» que él mismo anuncia al inicio del relato asistiremos -al tiempo que conocemos la biografía del escritor, el alcoholismo de la pareja, la felicidad primero y luego incluso la felicidad dentro de la infelicidad- a la producción de este libro en vivo y en directo. Es un caso evidente de metaliteratura que el novelista resalta con frecuencia a lo largo de sus páginas
«La escena de tu partida de 2004, que se encuentra unas páginas más atrás, fue una de las primeras que escribí al comenzar. Sin embargo, no lograba encontrarle ubicación dentro de la estructura del libro a pesar de su importancia»
Para finalizar
No puedo dejar esta reseña sin citar la inesperada muerte de Fernando Marías el pasado día seis de este mes de febrero. Constantemente durante la lectura esta noticia me asaltaba. Muchas páginas, estoy seguro de ello, las habría entendido de manera diferente de haberlas leído desconociendo este dato. Por eso, quizás, han llamado mucho mi atención las constantes referencias a la Muerte. Algo lógico en principio dado que la escritura del libro surge del dolor por la desaparición definitiva de Verónica; sin embargo al referirse a la suya, la cual, mientras escribía el relato, pensaba que sucedería inevitablemente pero en un tiempo aún no determinado, yo no he podido por menos que atisbar avisos, llamadas al lector sobre la misma que quizás en su fuero interno sentía próxima:
Y amante como es de la Literatura al reflexionar y especular sobre su propia muerte, aparte de evocar al Juan Ramón Jiménez del poema El viaje definitivo que se percibe en la última de las citas anteriores, el escritor, él también poeta por el buen trato que da a la lengua, no puede menos que manifestar un convencimiento y un temor.
- «Mi muerte ya ha dado señales de vida, por eso admito con naturalidad que habrá para mí un trayecto en metro que será el último, igual que habrá un último paseo ante el mar, una última vez que me sentaré frente a la pantalla de cine, un último orgasmo, un último día de lluvia recia, un último gajo de naranja, un último miércoles, un último whatsapp y, por supuesto, una última novela que comenzaré a leer sin sospechar que después no habrá ninguna otra [...]»
- «Así me pasará a mí también. Un lunes o un jueves, cómo saberlo, cómo saber si será a las dos y veintitrés de la madrugada o a las dieciséis y dieciséis de la tarde, el universo entero fundirá a negro a la vez que yo expiro, mientras en innumerables lugares personas también innumerables comprarán palomitas a la entrada del cine, surcarán los mares, firmarán su ansiado divorcio, se maquillarán a toda prisa para entrar al plató de un informativo que no reseñará mi muerte»
- El convencimiento: «Los demás escritores, junto a nuestros libros, seremos antes o después conjugados en pasado e incluso borrados de la memoria colectiva. No soy ni seré una excepción, lo sé con convicción más sólida y también con tolerancia creciente a medida que corre el tiempo.»
- El temor: «Peor, mucho peor que morir con un libro a medio leer es morir sin concluir el libro que escribes. No llegar a concluir un libro al que llevas años entregado se me antoja una cárcel sin retorno.»
Gran reseña, Juan Carlos, en la que se funden las ahora -por lástima- memorias póstumas de una gran escritor con tus propias reflexiones sobre la Movida, los tiempos del amor o las adicciones que pueden marcar la vida de determinadas personas. Recuerdo con mucho cariño la adaptación cinematográfica de “La luz prodigiosa" por su calidad cinematográfica y por la inteligencia de Marías en saber adaptar un guión al lenguaje del cine sin copiar la novela. Supongo que uno de los objetivos que toda persona desearía alcanzar es dejar un legado en su paso por la vida y desde luego Marías se puede dar por satisfecho.
ResponderEliminarUn gran abrazo.
Hola, Miguel:
EliminarCreo -ahora no lo recuerdo con exactitud- haber visto "La luz prodigiosa" dado los años transcurridos desde su estreno en 2003. Sin embargo nada hasta esta novela autobiográfica había leído de este escritor que me ha sorprendido por la belleza de su literatura y la desnudez con que se muestra en ella.
Él dice que como todos sería olvidado; sin duda alguna así ocurrirá, pero seguro que pervivirá mucho más en la memoria colectiva que otros que, quizás, en vida sonaron más.
Un fuerte abrazo
Cuando yo leí el libro y escribí mi reseña Fernando Marías estaba vivo y nada hacía sospechar, no a mí al menos, su inmediato final.
ResponderEliminarLeer ahora tu entrada, como escuchar la entrevista que se le hizo en el podcast de la editorial Alrevés, en su serie Sin Ficción, ha sido toda una amarga experiencia. Muchos autores se me han muerto, algunos de forma inesperada, pero creo que de ninguno había leído una novela tan reciente que me hubiera impactado tanto. Creo que pocos escritores habrán tenido un canto de cisne más hermoso y estremecedor.
Un beso.
La verdad es que Arde este libro es una especie de epitafio que Marías ha escrito para si. Al saber que murió a pocos meses de publicarse la novela pienso que debía intuir o saber que su final estaba próximo. De aquí la fortísima emotividad que trasluce y desprende. Una experiencia lectora pocas veces vivida.
EliminarUn besazo
No tengo muy claro que presintiera su final. Tampoco lo sé en realidad, pero oyéndole en la entrevista del podcast que te digo se le notaba que pensaba en el futuro, que se planteaba qué significaría Arde este libro y cómo influiría en su futura obra... Esa sensación me dio a mí al menos. Pero la verdad es que no sé en qué circunstancias se produjo si muerte, di se esperaba, si estaba enfermo...
EliminarEsto ya es pura especulación. Viendo lo sucedido con su compañera años atrás y habida cuenta de su adicción antigua pero que duró muchos años, pienso que es fácil que tal idea le rondara por la cabeza de vez en cuando. Lo que sí está claro es que yo al haberlo sabido con antelación he querido o creído ver avisos por doquier. Así sucede con frecuencia, ¿no crees?
Eliminar¡¡¡Qué maravilloso comentario!!! Me encanta, Juan Carlos. Y como este Marías no lo he leído, a por él. Abrazos agradecidos.
ResponderEliminarTe gustará, Rubén. Estoy seguro.
EliminarMuchas gracias por tus palabras.
Un fuerte abrazo
Impresionante y emotiva reseña. Y me da que este va a ser un libro que va a doler, que me va a llevar a muchas reflexiones, de los que te obligan a cerrar el libro y dejar reposar lo que acabas de leer. Desde luego, tarde o temprano, leeré este libro.
ResponderEliminarBesotes!!!
Así es y será contigo cuando lo leas. Pero no te arrepentirás, Margari.
EliminarUn beso
La no-ficción me gusta tanto como la temo, porque sabes que lo que te vas a encontrar es la pura realidad te guste o no y al mismo tiempo echo de menos la imaginación que le puede faltar a ciertos hechos... Y no sé si me explicado correctamente Juan Carlos.
ResponderEliminarBueno, el caso es que me gusta Fernando Marías y tengo varias anécdotas de la movida madrileña, que evidentemente yo no la viví me quedaban unos años de infancia todavía, peeeeero dos de mis tíos más jóvenes fueron uno músico y otro artista entonces, y puedo contar muchas cosas... pero después tendré que mataros a todos 🤣🤣🤣
Besos 💋💋💋
Te explicas divinamente, Yolanda. Así es y va la cosa con la no-ficción, que aveces echas en falta algo de fantasía y otras la realidad te abruma. pero Marías es un artista y sin entrar en fantasías su lenguaje es tan poético en ocasiones que sabe salir airoso.
EliminarY sobre las anécdotas de la Movida que sabes por lo que te han contado, me gustaría que nos dijeses algunas pero sin llegar a matarnos, claro (ja, ja...)
Un beso grande
Me dio mucha tristeza la noticia de su muerte...
ResponderEliminarUna reseña magnífica Juan Carlos, tomo nota, me leeré el libro. Lo pongo en mi lista de pendientes que día a día se me van acumulando.
Un placer siempre leerte.
Un fuerte abrazo.
Cualquier muerte es penosa, pero cuando es la de un autor del que disfrutas su obra aún más; y si además, ya por edad, ves que tus referentes artísticos van desapareciendo, entonces ya es para preocuparse; pero de nada vale tal preocupación: a lo inevitable no se debe dedicar mucha atención precisamente por eso, por ser inevitable, mejor no perder el tiempo.
EliminarUn beso
Habrá que leer esta novela aunque sospecho que dura y con datos de esa movida madrileña que a lo mejor me encuentro que desconocía, de modo que la pongo en la lista de pendientes, que ya es larga siempre para leerla, eso si, cuando mis ánimos estén mejor que llevo una racha que ya me vale.
ResponderEliminarUn abrazo.
El libro te va a gustar. Es dura, pero también es una obra hermosa. Mucho mejor que la comida que hiciste en Albacete (acabo de pasarme por tu última reseña), ja, ja...
EliminarBesos
Tal vez como tú, tras conocer la muerte de Fernando Marías, decidí leer algo suyo y dudé si entre este o La isla del padre y elegí este último. Me sorprendió por el grado de autenticidad de su literatura, claramente autoficción, y lo bien escrito que estaba en su recreación de la relación con su padre. Es un libro de 2013 y él especulaba a sus cincuenta y tantos años sobre veinte años después algo que no ha podido ser. No descarto leer este libro que reseñas. Dentro de su modestia es un autor nada desdeñable. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, Joselu:
EliminarTomo nota de "La isla del padre". Veo que el escritor se debe de mover siempre por los terrenos de lo biográfico o de la autoficción. Desde luego en "Arde este libro" no hay ficción y sí mucha verdad, aunque magníficamente bien contada.
Desde luego es un escritor que no ha sido suficientemente difundido por los medios que dominan el cotarro literario.
Un abrazo
A mí esta novela me dejó en shock cuando la leí, me pareció tan desgarradora como valiente. Y la muerte del autor al poco tiempo de haberla leído... brutal, es de esas cosas que dices ¿en serio?.
ResponderEliminarBesos.
Sensaciones coincidentes con las tuyas, Manuela. Dura novela y dura la realidad al saber de la muerte del escritor. Siempre la muerte nos sorprende y si por edad o cercanía, aunque sea literaria, es , pues muchísimo más.
EliminarUn beso, Manuela
He leído de Fernando Marías La isla del padre, un libro también de duelo pero en este caso por la pérdida del padre. Un libro precioso y que toca la fibra. Veo que Arde este libro también lo es. Tiene además el añadido de retratar esa época de la movida madrileña y especialmente la relación con el alcohol tanto del autor como de Veronique. También debe de ser una lectura dolorosa tanto por la parte del duelo como por esa sensación de culpa. Supongo que el hecho de haberlo leído tras la muerte tan reciente de Fernando Marías te ha hecho su lectura aún más especial.
ResponderEliminarYa me había fijado en este libro pero tomo ahora buena nota de él tras leer tu reseña.
Besos
Veo que a muchos (Rosa, Joselu, tú misma...) os impactó "La isla del padre". Se me impone, pues, la necesidad de leerlo; más ahora que estoy bajo la impresión del fallecimiento de Marías. Espero que no quede empachado de tanto duelo, pena y dolor.
ResponderEliminarUn beso
Gran reseña y gran recuerdo, me llevo este título para acercarme a Marías. Besos
ResponderEliminarLa novela te gustará, Rocío. Es ideal para saber más de este buen autor.
EliminarMuchas gracias por tus palabras, Rocío.
Un beso
Buenos días. Permíteme pasar hoy por aquí de puntillas y sin hacer mucho ruido. Tan solo para saludar y poco más; pues este libro lo tengo para leer próximamente y me basta saber que es muy recomendable. Con lo cuál, me reservo la sorpresa personal de lo que me encuentre en sus páginas. Pero volveré, para contrastar mis opiniones con las tuyas; faltaría más.
ResponderEliminarUn abrazo, amigo.
Perfectamente, Javier. Estás autorizado (ja, ja...) completamente a realizar este silencioso paso por el blog.
EliminarEspero que te guste. Creo que te va a gustar. Me gustará mucho contrastar opiniones.
Un abrazo
Había oído hablar mucho de este afamado autor, pero no he leído nada de su obra. Arde este libro me ha llamado la atención por las muchas opiniones favorables que últimamente he leído por parte de nuestras compañeras blogueras comunes. Tengo intención de leerlo y más ahora por la carga sentimental que lleva consigo. Y no solo me refiero a que desee leer el libro debido al repentino fallecimiento de este autor, sino que cuando digo carga emocional me refiero también al tema que trata esta novela autobiográfica. Es curioso que cuando un drama relatado en una novela, o en la gran pantalla, está basado en hechos reales, generalmente nos llama mucho más la atención. Parece que ello nos acerca más al protagonista (y en este caso al autor) de la historia, y sentimos los que nos cuenta de forma más natural y creíble, e incluso podemos llegar a hacer propias algunas de sus vivencias.
ResponderEliminarSi ya tenía intención de leerla, tras esta magnífica reseña, se me han acentuado las ganas.
Un abrazo.
Es cierto que cuando una obra se basa en hechos reales nos atrapa más que cuando es pura invención. Y si además el autor confiesa sus problemas de adicción y hace pocos días que murió entonces es evidente que lees ese libro con una predisposición distinto a cuando nada de eso sabes.
EliminarNada había leído de Fernando Marías. Leeré más cosas suyas porque su estilo me ha captado.
Qué bien que mi reseña te haya gustado. Josep. Espero que te guste también el libro.
Un fuerte abrazo
¡Hola Juan Carlos!
ResponderEliminarsi te soy sincera, desconocía el fallecimiento del autor. Tampoco sabía su alcoholismo y todo lo que cuentas en tu reseña y él cuenta en su novela. Es lo que tiene esta adicción (y todas), que destruye la vida de uno. Madre mía!! si ya es un triunfo desengancharse siendo solo uno mismo, imagino la complicación y casi imposibilidad de hacerlo si tu pareja también la padece y no está por la labro de dejarlo (eso es como la pareja de fumadores que uno quiere dejarlo y el otro no, imposible tarea)
No he leído nada de este autor y me parece interesante esta novela suya autobiográfica
Besos
Te gustará leerla, Marian. Es una obra dura, como lo son las adicciones y el intento, exitoso o no, de salir de ellas. Además la literatura que contiene es muy buena, en mi opinión.
EliminarUn beso
Leí este libro hace poco (antes de que falleciera el autor) y la frase que tú desvelas sobre quién le enseñó a beber me impactó muchísimo, me dejó noqueada.
ResponderEliminarA mí me gustó mucho y me impresionó a partes iguales la lectura. No vi ningún epitafio por parte del autor, de hecho desconocía que estuviera enfermo (si es que él sabía que su final estaba cerca), pero también desconocía sus problemas pasados con el alcohol algo que, entre muchos lectores, era vox populi, aunque yo no me entero de la vida personal de los escritores casi nada.
Un libro imprescindible de leer y que ahora, con la desaparición del autor, es casi obligado.
Un beso.
LO del epitafio es una idea que se ha ido haciendo sitio en mi cabeza según leía la novela. Es evidente que sabía que había muerto y eso habrá influido sin duda alguna. El haber sido adicto al alcohol durante muchos años pienso que le hace plantearse la posibilidad de que su muerte como la de Veronique puede asaltarle en cualquier momento. Y he creído ver avisos de ello durante la lectura.
EliminarPero lo importante es lo bien que está escrito y la información que nos da sobre él y sobre los problemas que tiene una persona cuando queda atrapada en el alcoholismo. Como bien dices, Paloma, un libro imprescindible.
Besos
Leí tu entrada hace unos días y pensé que volvería para compartir mi opinión Juan Carlos. La novela que leí por influencia de nuestras compañeras me pareció muy dura, triste y real como la vida misma. Hace ya bastantes años al principio de mi carrera profesional me dediqué al tema de las adicciones y por desgracia las historias eran muy similares y tan duras como las que tan magistralmente escribía el autor.
ResponderEliminarMe preocupaba la dureza de la novela, que lo es, pero está tratada exquisitamente y es un buen homenaje a la pareja desaparecida y al infierno que desata una adicción para la persona, para la pareja, para la familia...
Después de haber leído la novela llegó la noticia de la muerte del escritor que parecía que fue inesperada, realmente una novela que se ha de leer.
Un beso
Hola, Conxita:
EliminarNo sabía que profesionalmente habías estado durante un tiempo dedicada al tema de las adicciones. Ciertamente es un problema brutal. Un amigo mío en Salamanca fue durante unos años Director del departamento que en un Hospital dependiente de la Diputación había para atender adicciones, en especial las alcohólicas. Nos contaba cosas muy duras, muchas de las cuales o muy parecidas he visto en esta novela. La novela me recordó mucho también una película vista durante mi juventud que me impactó muchísimo: "Días de vino y rosas" de Blake Edwards. No la cito en mi reseña aunque sí que he pensado mucho en ella al ser un planteamiento similar al de la novela: matrimonio alcohólico con distinto grado de voluntad de desengañarse.
Lo mejor como bien dices el excelente lenguaje utilizado. Es poesía en muchos sentidos. Una muy buena novela. Y la muerte de Fernando Marías una auténtica pena.
Besos, Conxita