25 jul 2025

Manuel Machado, el hermano de Antonio

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Alfonso Guerra, comisario de la exposición Los Machado

Disfruté mucho viendo en la sede de la RAE en Madrid la exposición "Los Machado. Retrato de familia", que se cerró el pasado día 29 de junio. La exposición llegó a la capital tras su paso por Sevilla y Burgos, Concretamente la muestra se inauguró el 21 de octubre de 2024 en la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla y siguió a comienzos ya de este año en la Sala de Exposiciones Pedro de Torrecilla en Burgos (Fundación Círculo Burgos). El motivo de estas dos primeras localizaciones es que los dos poetas Machado, Manuel y Antonio, nacieron en Sevilla en los años 1874, el primero, y 1875, el segundo. Se cumplen, pues, este año 2025 y el anterior, 150 años del nacimiento de uno y otro. En cuanto a Burgos, la razón principal de que la muestra recalara allí antes de su llegada a Madrid no es otro que el que fue en esta ciudad donde definitivamente el destino hizo que los dos hermanos se separaran definitivamente dado que el estallido de la Guerra Civil de 1936 encontró a Manuel en la ciudad burgalesa y a Antonio en Madrid; estas dos ciudades quedaron adscritas respectivamente a uno y otro bando de los dos en liza siendo imposible la comunicación entre ambos hasta 1939, año en que Antonio moriría exiliado en Colliure (Francia). 

La exposición comisariada por Alfonso Guerra me pareció interesante por el buen número de documentos, manuscritos, cartas, primeras ediciones bibliográficas, fotografías, material hemerográfico, obras plásticas y objetos personales que explicaban los orígenes literarios de los hermanos y su recorrido vital y creativo. Se parte del legado familiar: la pasión por lo científico y la naturaleza del abuelo Antonio Machado Núñez, la querencia por los cuentos y romances de la abuela Cipriana Álvarez Durán o el gusto por el folclore o el mundo popular del padre Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Y tras este legado se mostraba la trayectoria en paralelo, muchas veces coincidente, de ambos hermanos, organizada en ocho apartados: 
  1. La infancia (1874-1883), centrada en la vida doméstica, las influencias de los abuelos y el padre en la futura obra de los Machado
  2. La adolescencia (1883-1893), que relata el traslado a Madrid, la formación en la Institución Libre de Enseñanza, y la muerte del padre y del abuelo 
  3. La juventud (1893-1907), marcada por las tabernas y la cultura popular en la que se sumerge Manuel, y la estancia en París de ambos hermanos 
  4. El viaje (1907-1912), que repasa la separación, el inicio de la vida profesional y el periodo en Soria de Antonio
  5. La madurez (1912-1919), en la que se analiza el duelo de Antonio por Leonor y el casamiento de Manuel 
  6. El regreso (1919-1936), con el destino en Segovia, luego en Madrid, de Antonio y la Real Academia Española de fondo. Manuel como funcionario por oposición y periodista de diversos medios.
  7. La guerra (1936-1939), que relata el inicio de la contienda y las repercusiones en la familia, y 
  8. Colliure (1939), fundamentada en la muerte y el exilio.
Como no podía ser de otro modo la figura preeminente de la muestra era la de Antonio. Pero a mí me  resultó más interesante, por menos sabido, la luz que la misma lanzaba sobre Manuel, autor que al haber quedado por azar durante la GC en zona nacional suele ser adscrito a dicha ideología cuando como bien se destaca en la expo y puso de manifiesto el comisario de la misma en cuantas entrevistas le hicieron antes y mientras estuvo abierta no había tal ya que los hermanos eran uña y carne literaria, social y afectivamente. Como muestra, Alfonso Guerra destacaba la anécdota del argentino Jorge Luis Borges cuando, recabada su opinión sobre el poeta Antonio Machado, respondió: "¡Ah, no sabía yo que Manuel tenía un hermano!" con lo que quería destacar la altura e importancia literaria del hermano menos conocido popularmente, Manuel. 

Manuel Machado, Exposición sobre Los Machado
Yo, aunque conocía muchos de los poemas de Manuel que junto a otros de Antonio ilustraban los muros de las dependencias de la RAE donde estaba  ubicada la exposición, llamaron mucho mi atención otros desconocidos para mí. Salí, pues, de la Real Academia con el decidido propósito de penetrar más a fondo en la poesía del primogénito de los Machado. Busqué en librerías títulos suyos y apenas si todo se reducía a las colaboraciones teatrales realizadas en comandita por ambos hermanos y a alguna antología que recogía poemas de uno y otro, con preeminencia siempre del autor de "Campos de Castilla"; sólo un voluminoso libro, las "Poesías Completas", editado por Renacimiento en 2019 aparecía en todas ellas. E igual sucedía en las bibliotecas públicas: apenas nada de Manuel y sí, todo, de Antonio. Yo buscaba una antología de su poesía, y aunque las hay (una publicada por Alianza editorial en 2016, otra por editorial Río Nuevo en 1982, otra más por Edaf en 2003, y quizás la que yo buscaba también publicada por editorial Renacimiento con el título de "Yo, poeta decadente" en 2013) es evidente que los bibliotecarios encargados de las compras no habían sentido la necesidad de adquirir ejemplares de Manuel Machado. Sólo en una biblioteca municipal cercana a mi domicilio pude tomar en préstamo un ejemplar que contiene los tres primeros títulos dados a la imprenta por el poeta. Se trata de sus poemarios "Alma" (1902), "Caprichos" (1905) y "El mal poema" (1909).

Mi gran primera sorpresa al ponerme con el libro fue observar que la nota biográfica realizada por Rafael Alarcón Sierra, encargado de la edición crítica de estas tres publicaciones que en el año 2000 publicó la editorial Castalia, difería muy poco, si es que difería en algo, de lo que el comisario de "Los Machado. Retrato de familia" decía en la página web dedicada a promocionar la muestra. Quizás, pensé, había yo arribado a las fuentes del Nilo que sirvieron al político, entusiasta machadiano, para organizar y dar contenido a esos ocho apartados en que la expo quedó definitivamente conformada. En cualquier caso he de decir que la introducción biográfica y crítica que hace Alarcón Sierra es magnífica. 

Antonio Machado, Modernismo, Simbolismo
He disfrutado mucho leyendo los poemas de cada uno de los poemarios. Los dos primeros, "Alma" y "Caprichos" están claramente alineados con el simbolismo y el modernismo. Los influjos del maestro mágico, liróforo celeste y de quien así lo calificó en el hermoso responso que le dedicó a su muerte en 1896 son más que evidentes. Como le sucediera a Antonio la primera estancia de ambos en París en 1899 poéticamente fue muy fructífera para los dos hermanos y eso se nota en "Alma" (1902) y "Caprichos" (1905). A "Alma" pertenecen esos dos poemas tan sabidos y conocidos de Manuel Machado, Adelfos (Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron) y Castilla (El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas), pero también destacan el que dedicara a Francisco Giner de los Ríos titulado Felipe IV (Nadie más cortesano y pulido / que nuestro rey Felipe, que Dios guarde / siempre de negro hasta los pies vestido) dentro de una sección poética llamada 'Museo' y especialmente para mí el titulado Cantares que figura en tantos libros de texto como ejemplo de lo que en el 98 fue la fusión del simbolismo con la veta popularista al mostrar una Andalucía modernista, íntima y melancólica. La copla, su ritmo y su expresión tan caros al cante hondo, está presente en este poema. 

Son precisamente esas coplas y esos cantares los que en el poemario "Cante Hondo" publicado en 1912 dignificará reconociendo su importancia y su poeticidad intrínseca emanada del propio pueblo que los hace, los pule, los canta, los hace suyos aunque ellos no sean sus autores tal y como en hermoso poema contenido en ese poemario y titulado La copla expresa el propio poeta: 
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

En el poemario "Caprichos" el poeta prosigue en su línea modernista y simbolista aunque comienzan a aparecer poemas más unidos a la propia experiencia vital del escritor. Era Manuel Machado hombre vividor, asiduo de los tablaos y cliente asiduo de alguna que otra casa de mancebía donde tenía sus preferencias y alguna que otra amante. A ellas, a la mujer en general (Mujeres) y a varias en particular (Mimí, la modelo, Rosa, Ruth...) dedica una buena parte de las coplas, madrigales y cantares que forman el poemario. Un poemario que no fue tan bien recibido como el anterior pues se le achacaba cierto continuismo con éste y un mucho de frivolidad debido a esos Pierrots, Arlequines y Colombinas tan artificiosos que invaden algunos de sus poemas. A mí personalmente el poema Vísperas (Era una tarde quieta / de paz. La plazoleta, / solitaria, / [...]) en el que el poeta introduce en su poesía la cotidianidad es con mucho el que más me ha gustado de este segundo libro, quizás -casi seguro que por ello- por su parecido con Recuerdo infantil de su hermano Antonio (

Manuel Machado, Poesía neopopular, Generación del 98
Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales. [...]).

"El mal poema" aparecido en 1909 representa ya definitivamente el inicio de la ruptura con el modernismo aunque no con el simbolismo de Verlaine de quien, en el fondo, viene a tomar el título del propio libro. Manuel Machado estaba seriamente dolido con las críticas que recibió Caprichos cuyos poemas fueron tildados de malos por los asuntos y también, dijeron algunos comentaristas, por defectos en la medida y ritmo de algunos versos. Se revuelve, pues, el poeta contra sus detractores y se reivindica como creador de una obra original y distinta que nace de la propia vida, de la suya, de sus experiencias, de su verdad. Así lo muestra en varios poemas:

    MI PHRINÉ

No es cinismo. Es la verdad:
yo quiero a una mujer mala,
fuera de la sociedad.
Una déclassée, lo sé;
pero... ¿la conoce usté?
¡No! Pues, bueno;
sea usted bueno y cállese,
que es el saber más profundo,
y nadie diga en el mundo
de este agua no beberé.
[...]

 

YO, POETA DECADENTE...

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.

Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...

Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.

La idea estoica y existencial de la vida como camino, como peregrinaje hacia su final, presente en poemas de Antonio Machado también se ve en "El mal poema". Así, en la poesía titulada El Camino, el estribillo que abre y cierra la canción dice así: Es el camino de la muerte. / Es el camino de la vida...) y el poema enigmáticamente encabezado con un signo de interrogación reza:

                ?

Peregrino, peregrino,
que no sabes el camino,
¿dónde vas?

Soy peregrino de hoy,
no me importa donde voy;
¿mañana?...¡Nunca, quizás!

Admirable peregrino,
todos siguen tu camino.

Por último, señalar que es en este poemario donde Manuel Machado se abre más decididamente a un costumbrismo popularista más ciudadano, más cosmopolita, especialmente en la última sección del libro que titula 'Voces de la ciudad'. En ella aparecen poemas como el titulado A la tarde en el que canta la vida dura y sencilla de las mujeres que se van incorporando al mundo de las fábricas y talleres bajo la, siempre concupiscente, mirada viril (Las chicas son de los talleres / que han terminado la labor... / Dulces capullos de mujeres / a los golosos del amor / [...] Acaso es triste, pero es bello / el verlas siempre sonreír / sin más oro que el del cabello / ni más ventura que vivir / [...]).

Manuel Machado, Verlaine, Rubén Darío
En fin, para concluir declararé mi completa satisfacción con la lectura de estas tres primeras obras del hermano de Antonio, un poeta como la copa de un pino que merece más aprecio y mucho más renombre que el que tiene pues, como bien recordaba Alfonso Guerra en las entrevistas y en la propia muestra "Los Machado. Retrato de familia" pude apreciar, él y su esposa sufrieron hostigamiento, incluso prisión durante unos días, en Burgos por parte de los facciosos que se habían levantado contra el orden constitucional. Fue liberado por los oficios de familiares de su esposa y tuvo que escribir algunos poemas de elogio al levantamiento. Sí, así fue, pero como dice el comisario de la exposición tanto Manuel como Antonio eran partidarios de la libertad y de la libre decisión del pueblo; o sea que si en 1931 los españoles habían elegido República pues bienvenida sea, y si no lo hubieran hecho también habrían respetado su decisión. Sí es verdad que Antonio expresó de viva voz y por escrito su adhesión al nuevo Régimen y Manuel no, si bien este último escribió una letra para el himno republicano y los dos hermanos una obra de teatro, 'La diosa Razón', en la que señalaban los peligros que estaba corriendo la misma. En ambos siempre primó la libertad por encima de cualquier consigna. 

16 jul 2025

Bernhard Schlink e Hisashi Kashiwai (A pares XLV)

12 comentarios:
Durante el verano las lecturas que realizo son más imprevisibles, menos meditadas. Quiero decir con esto que no sigo orden alguno en ellas, sino que salto de unas a otras de modo caprichoso. La ruptura de la rutina provocada por viajes, visitas de familiares, atención a hijos y nietos, etc. hace que me sea difícil seguir debidamente el orden establecido en mi lista de próximas lecturas. El descanso se impone y forma parte también de él esta anarquía. Pese a todo procuro realizar lecturas de calidad, pero que no exijan de mi parte en exceso. Este exordio es la manera que tengo de justificar la unión en este A pares de dos libros bien distintos, bien diferentes; podría decir que sólo tienen en común el fondo amarillo de las respectivas portadas que la editorial Salamandra para el que comento en segundo lugar y Anagrama para el que le precede tienen como seña empresarial. 
 



"La nieta"

« —¿Habrías venido a mi Jugendleite si te hubieran invitado?
Le explicó que era una fiesta para despedirse de la infancia y entrar en la vida adulta para la que se asignaba una tarea; la familia, los amigos y compañeros formaban un gran círculo y se sentaban en alfombras alrededor del fuego. Era una fiesta con canciones y lemas, y, para concluir, una bofetada: despedirse de la infancia duele; en la ceremonia en la que se armaba a los caballeros también se les daba una bofetada.
»


Bernhard Schlink, literatura alemana actual
La primera novela de Bernhard Schlink que leí allá por el año 2009 fue El lector (en 2013 escribí en este blog una reseña sobre ella). Me encantó el libro. Realicé su lectura a raíz de la visualización de la magnífica película que, protagonizada por Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, etc., hizo sobre la misma el director británico Stephen Daldry.  Tras este primer acercamiento a la Obra del escritor y jurista alemán varios años después cayó en mis manos Olga, novela aparecida en 2018 que leí con sumo gusto en 2021 y de la que también dejé reseña escrita en este blog.

La nieta,  como casi todo lo que este buen escritor, además de juez federal en su momento, ha escrito me ha satisfecho plenamente. He comprobado que a 
Bernhard Schlink son los temas relativos a la convivencia entre alemanes, a las relaciones entre alemanes occidentales y orientales, al resurgir con fuerza del nacionalismo de extrema derecha, los que le preocupan y de los que habla fundamentalmente en sus libros. 
En La nieta vemos hecho realidad el dicho español de "los extremos se juntan". Curiosamente los jóvenes educados bajo la férrea mano del socialismo real en la extinta RDA serán fundamentalmente quienes alumbren y sostengan a los nuevos grupos de neonazis que con fuerza progresan y campan a su gusto en la Alemania unificada actual.  Esta es la gran paradoja, que los nietos de los educados en el comunismo de la República democrática alemana vayan con el paso de los años a engrosar grupos neonazis alemanes de la actualidad como  «el Partido Nacionaldemócrata y Alternativa para Alemania, los nacionalistas autónomos, el Movimiento Identitario, la Liga Artaman, los nacionales, sus colonias y las zonas liberadas y también sus organizaciones juveniles y de mujeres». 

Personalmente he aprendido mucho leyendo esta novela. Me he enterado de cómo los movimientos de ultraderecha alemanes, como ya he dicho, deben no poco a los años de socialismo real en la extinta RDA, lo que para nada exculpa a la RFA si bien la democracia de ésta abre más los ojos y las mentes de los ciudadanos. En La nieta asistimos al encuentro entre un abuelo (más bien abuelastro) y la nieta (o sea, nietastra para él) de su fallecida mujer. ¿Por qué han estado separados? ¿Cómo lo recibe Ingrun, la nieta? ¿Qué evolución tendrá esta adolescente que ha vivido en el seno de una familia ultranacionalista al topar con la cultura abierta y libre de Occidente? Todo esto es lo que mantiene viva la atención del lector en este buen libro de Bernhard Schlink

Como todo lo suyo está muy bien escrito. Quizás una pega le pondría a la novela: a veces me ha parecido estar leyendo un libro de texto o de autoayuda en el que prima lo políticamente correcto sobre cualquier otra cosa. Pero, también he de decirlo, tal sensación sólo la he tenido en momentos puntuales muy concretos. Al final, el novelista sabe dar un giro narrativo más que interesante al relato que me ha hecho olvidar lo anterior. 

En cuanto a lo puramente formal estamos ante una novela que se está construyendo ante nuestros propios ojos. Kaspar, principal protagonista de la misma encuentra a la muerte de su esposa Birgit fragmentos de la novela que ésta llevaba escribiendo durante los últimos veinte años. Por ella se entera de que Birgit, que con la ayuda de Kaspar escapó de Berlín Oriental en 1965, dejó en la RDA una hija recién nacida. Kaspar decide ir en su búsqueda. La hija se llama Svenja, está casada con Björn y viven dentro de una comunidad rural de ideología derechista ultraconservadora. Cuando va a verlos se entera de que tienen una hija, Sigrun. Esa es la nieta protagonista de la novela. El plan que la propia Birgit había ideado para su novela es la que tiene el libro que tenemos en nuestras manos:
«Así imagino mi novela:

Primera parte: Yo
Infancia y juventud, Leo, Kaspar, el parto, los años de aprendizaje y la librería, la India, orfebre, cocinera, el camino hacia la escritura, la escritura como búsqueda.

Segunda parte: La búsqueda
La búsqueda de Paula, la conversación con ella, los viajes, seguir las pistas, las escalas.

Tercera parte: Ella
»
Y como corresponde el narrador en la primera parte es el 'yo' de la propia Birgit, autora de los fragmentos novelísticos que Kaspar ha hallado a la muerte de ésta. A partir de esta lectura que conforma en esencia la Primera parte de la novela en las otras dos el narrador pasa a una tercera persona objetiva. 

Si Kaspar es personaje esencial en este relato, Sigrun es sin duda alguna el centro de la novela. Asistimos a través de los ojos de su abuelo a la evolución de ella, una niña de trece años cuando la conoce, adolescente de quince cuando comienza a pasar alguna temporada con él y finalmente mujer mayor de edad que toma las riendas de su propia existencia. En este sentido, en definitiva La nieta es un bildungsroman, una novela de iniciación, de aprendizaje en el que una adolescente busca su propio camino entre las más de mil influencias (buenas, malas y regulares) con las que va topando en el mundo que está viviendo. 

Bernhard Schlink, literatura alemana
Subyace en
La nieta una tesis, la de que la cultura (música y literatura fundamentalmente) es la llave para salir del oscurantismo ideológico. El culturalismo es la luz que, como pensaban los ilustrados del siglo dieciocho, abre las mentes y da opciones de elegir; en definitiva está en la base de la democracia auténtica. Esta es la gran tesis, si bien el propio Schlink es consciente de que el disfrute de la belleza también anida en el alma de seres crueles como en algunos ídolos nazis de Sigrun («No hay que preocuparse por nadie que vive la música de esa manera, pensó, hasta que recordó a Hans Frank y luego a Irma Grese»). O sea que Sigrun, pese sus buenas cualidades como pianista y amor por la música en general y también por la buena literatura, aún no estaba a salvo a ojos de Kaspar de la ideología que la tenía subyugada. 

De sumo interés me parece la reflexión que la nieta hace a su abuelo sobre el supremacismo que ella cree ver en Kaspar:
«—Tú nos desprecias. Piensas que somos tontos, que nos equivocamos en todo, que con nosotros es imposible hablar. Te crees mejor que nosotros.
Kaspar quiso contradecirle al instante, pero ¿acaso no tenía razón?
»
Hay quien afirma que en esta sensación y manifestación de la superioridad de unos sobre otros radica el vuelco -inexplicable, se dice muchas veces- producido en el voto popular en algunos países occidentales en los últimos años. Sea lo que fuere, sí que es buen asunto para reflexionar.

Finalmente diré que, como me ocurre con algunos autores (Zweig, Faulkner, Mo Yan, Chirbes, Kawabata, Berlin, Lemaitre y pocos más) esta novela de Bernhard Schlink me ha satisfecho totalmente. Volveré a él sin duda alguna en alguna otra ocasión.  Sus libros son siempre excelentes lecturas.





"Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa"

«En Kioto es costumbre comer sardinas en Setsubun, cuando acaba el invierno y empieza por fin la primavera. La gente las asa el mismo tres de febrero y usa las espinas, ensartadas en ramas de acebo, para fabricar amuletos que se cuelgan en la entrada de las casas. Se supone que ahuyentan a los ogros oni y a los malos espíritus en general.»


Hisashi Kashiwai
Junto a otros, adquirí este libro en mi visita a la Feria del Libro de Madrid del pasado mes de junio. Había oído hablar de su autor, el japonés Hisashi Kashiwai, y la amenidad de la serie protagonizada por  el señor Nagare y su hija Kioshi que había leído en varios blogs hizo que cuando vi un ejemplar en una de las casetas de inmediato decidiese comprarlo. Quizás debería haber iniciado mi lectura de la serie en el orden debido, esto es, comenzando por el primero de la misma titulado "Los misterios de la taberna Kamogawa". Pero no ha sucedido así y ha sido el segundo de la serie el que cayó en mis manos y he leído con agrado y a una velocidad endiablada.

En esta entrega el chef Nagare, padre de Kioshi, la encargada de la agencia de detectives que alberga la taberna Kamogawa, investigarán sobre seis platos que seis personajes desean recuperar para así poder volver a sentir la emoción que recuerdan tuvieron cuando en el pasado los ingirieron. Los datos que dan sobre los mismos son poco precisos y Kioshi les pide en la entrevista inicial que mantiene con cada uno de ellos que le transmitan las sensaciones que experimentaron cuando los tomaron, le informen de la localidad, la calle y el tiempo (estación del año, horario...) en que tuvo lugar la experiencia, etc.  Casi siempre estos clientes buscan platos que por lo que sea los recuerdan con afecto. Llevan años sin robarlos y los lugares donde los consumieron han desaparecido en su mayoría. El sr. Nagare se desplazará hasta el lugar de Japón donde el cliente los consumiera en el pasado e investigará sobre el mismo.

La estructura es siempre la misma en las seis historias: el cliente busca la taberna y entra en ella; el señor Nagare le ofrece comida; tras ella expone su caso a KioshiNagare Kioshi no le cobran la comida y le dicen que ya lo hará cuando dentro de dos semanas -¡siempre son dos semanas!- vuelva al restaurante para ver la resolución de su caso gastronómico; y también siempre tras resolverlo el señor Nagare les dice a sus clientes que ingresen en la cuenta corriente cuyos datos les da la cantidad que estimen merece el asunto investigado.

literatura feelgood japonesa
Es esta novela -e imagino que toda la serie- una lectura agradable, sencilla, sin ninguna dificultad, muy apta para aquellos lectores que gusten de la comida nipona y deseen enterarse un poco más de sus ingredientes.  También la lectura me parece recomendable para aquellos que vayan a visitar Japón y deseen contactar previamente con la cultura del país. Hay toques de humor que facilitan aún más si cabe esta lectura de 'cozy crime', expresión que bien podría traducirse por "misterio acogedor" o "amable". Se trataría esta tendencia literaria de un subgénero de la novela policíaca centrada en la resolución de misterios siempre de manera amable y sin las truculencias o violencias que caracterizan otras novelas de misterio. A mí, según avanzaba en la lectura de Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa la novela me recordaba mucho a otras de la tendencia feelgood de la que en este blog he reseñado algunos títulos de Mónica Gutiérrez Artero (La librería del señor LivingstoneEl noviembre de Kate, y otras), de David Foenkinos, de Paul Gallico, de Mayte Esteban, de Hiromi Kawakami, etc. 

Para finalizar sólo decir que en Japón se ha hecho serie de TV sobre estas novelas. Creo que la misma no se puede ver aún en España, pero lo digo sin haberlo comprobado debidamente.

26 jun 2025

Jens Peter Jacobsen. "Niels Lyhne"

14 comentarios:
Feminismo avant la lettre, novela nórdica del XIX
Esta novela danesa de finales del siglo XIX, Niels Lyhne,  me ha recordado mucho a autores postrománticos y también a algunos realistas y naturalistas. Alguien -no lo creo, pero quizás, alguno haya- podría ver una contradicción en esta sensación, pero diré que en mi opinión la mentalidad positivista y cientificista del autor, un intelectual naturalista, y la vivencia más íntima y subjetiva del sentimiento amoroso hacen que en la época de publicación de la novela (1880) la convivencia de ambas en el alma de la persona hagan nacer sentimientos contradictorios: por un lado decae la trascendencia religiosa bajo la fuerza del razonamiento científico, pero al tiempo la emotividad amorosa parece exigir una especie de superación de la inmediatez de la pura realidad. En esta contradicción se mueve Niels Lyhne un poeta amante de la naturaleza al que las personas sobre las que deposita su amor irremediablemente lo desilusionan: unos, -su tía Edele, su amigo Erik, la señora Boye, su amor Fennimore...-, porque lo abandonan físicamente; otros, es el caso de su esposa Gerda, porque al enfrentarse a la enfermedad y sus consecuencias le pide auxilio espiritual, algo en lo que él, aunque se lo concede, no cree en absoluto.

A mí el tratamiento que hace Jens Peter Jacobsen (1847-1885) del sentimiento amoroso con sus habituales dudas y contradicciones, su quiero y no quiero, me amas y no me amas, el sacrificio por amor versus la comodidad burguesa, etc., etc. unido a la belleza contenida en no pocas de las páginas de la novela me han hecho recordar al Bécquer de las Rimas y quizás, incluso, un poquito a ese otro Bécquer de las Leyendas en las que asoma el tratamiento del miedo y del terror, especialmente ante la muerte, por esa enfermedad que diezmaba las sociedades del momento: la tuberculosis. Es este momento literario, un tiempo de cambios, de transformación, de inseguridades, de probaturas. Y el autor danés lo plasma en Niels Lyhne

Muchos son los temas que se tocan en esta narración de Jens Peter Jacobsen: la creación artística, la inspiración del artista, el artista como un dios creador; el amor, casi el asunto esencial y central en el relato; las creencias religiosas, en especial, el ateísmo, convertido casi, casi, en otra nueva religión; pero para mí, sin duda alguna, es la mujer el asunto que más interés tiene en este relato.

He dicho que en la vivencia por parte de Niels Lyhne del amor hay algo de romanticismo, un romanticismo típicamente masculino (el mismo que se percibe en el preceptor Bigum, por ejemplo), que consiste en entronizar la figura femenina cual si de una diosa o una virgen se tratase. Esto era lo normal; lo que ya no lo era es que las propias mujeres renegasen de esta concepción. En la novela -recuérdese, publicada en 1880- Edele cuando se ve pretendida por el preceptor, al rechazarlo razona de la siguiente manera: 
«No puedo ayudarle, Sr. Bigum, para mí, usted no es nada de lo que le gustaría ser. Si eso le hace desdichado, si sufre, pues sufra, siempre tiene que haber alguien que sufra. Si uno ha convertido a un ser humano en su dios y su amo, tendrá que someterse a la voluntad de la divinidad, pero nunca es prudente crearse dioses y entregar el alma a otro, pues hay dioses que no quieren bajar de su pedestal. Sea sensato, Sr. Bigum, su dios es tan insignificante y tan poco digno de su adoración. Dele la espalda y sea feliz con una de las hijas del pueblo.» (pág. 51).
Otro tanto le dice Fennimore a Niels cuando ambos amantes hablan sobre la condición femenina y la idea de pureza y delicadeza que los hombres vertían sobre ellas y que éstas debían de mantener viva para seguirles el juego: 
«Las mujeres no somos seres tan etéreos como más de un muchacho sueña. Realmente [ellas] no son más delicadas que los hombres. y no son en absoluto distintas al hombre. Créeme, sin duda la arcilla de la que ambos están hechos debió estar un poco sucia.» (pág. 204)
Como se ve, es una clara manifestación de empoderamiento femenino, de sentido igualitario entre sexos. El escritor danés se confiesa a través de sus personajes como contrario al machismo rampante de la sociedad de su tiempo. Es una ruptura clara con el romanticismo, demodé por viejo y falso. pero que sin embargo estaba vivo en el interior del hombre, del propio Niels. Peter Jacobsen pensando en la vida amorosa y también en la vida literaria del personaje (auténtico alter ego suyo) lanza la siguiente reflexión: 
«A veces le parecía que había nacido medio siglo demasiado tarde, otras veces que había llegado demasiado temprano»
En mi opinión aquí reside la auténtica ubicación de esta novela: Romántica al estilo del Werther de Goethe, publicado en 1774, por lo que Niels Lyhne sería una novela romántica tardía; y novela de nuevo cuño (naturalista, impresionista, simbolista...), un tipo de narrativa que ahora se inicia y que se confirmaría en el siglo XX con autores tan definitivos como Thomas Mann, Marcel Proust y otros. Quizás sea la atadura religiosa, -tan cara al Romanticismo y de la que el naturalismo, simbolismo, impresionismo... lograrán finalmente desembarazarse-, lo que marque este estar a medias, este no haber dejado del todo lo anterior y haber internalizado definitivamente lo nuevo. . 

Efectivamente es la religión, la creencia en una existencia más allá de la muerte, el pensamiento en un Dios hacedor y todopoderoso, lo que marca la diferencia entre personajes en este relato. Niels Lyhne es ateo, pero un ateo comprensivo con los creyentes que lo rodean. Curiosamente algunos convertidos al ateísmo como su esposa Gerda, muy intransigente con los que, como ella antes, son creyentes, a la hora de la verdad pedirá auxilio espiritual. ¿Y Niels? ¿También Niels recurrirá a Dios como hace cuando algunas de las personas que ama o ha amado están al borde de la muerte? ¡Ay, amigos! Eso es uno de los suspenses de esta novela, un verdadero acicate para proseguir en su lectura. Una lectura que a veces se hace algo dura por estar poco habituados nosotros, en estos años de lecturas en diagonal, al estilo de este escritor danés.

Sobre el estilo de Jens Peter Jacobsen diría que es muy cuidado, muy poético, quizás  demasiado descriptivo lleno de adjetivos y de un cromatismo tal que llega a ser empalagoso para nuestro gusto actual. Según lo leía me venía a la mente lo que decía Miguel de Unamuno cuando en 1902 y los años siguientes está abordando la renovación de la novela: se quejaba de que las que llegaban a sus manos estaban cargadas de larguísimas y alambicadas descripciones, y que estaban faltas de diálogos... Efectivamente, así es Niels Lyhne: de claro estilo realista-naturalista cuando muestra, por ejemplo, la enfermedad, y de un cromatismo impresionista muy pictórico en las descripciones de la naturaleza que ocupan no pocas páginas de la novela. Lo que, en mi opinión, salva todo esto es la poesía que impregna la prosa en muchos instantes. El autor, conviene saberlo, era poeta; igual que, también conviene recordarlo, era naturalista, y esto se nota en sus descripciones. Disfruta Jens Peter Jacobsen con la enumeración de elementos de la naturaleza: plantas, pájaros, piedras, etc.
«El oro y la incandescencia de la puesta de sol estaban ocultos tras los árboles del jardín, tan sólo en un punto se abría una mancha de color rojo candente entre los troncos que dejaba que un sol de rayos dorados y chispeantes despertar a las tonalidades verdes y las del reverberación bronce en el espeso follaje.
Por encima de las copas, las nubes volaban oscuras sobre un cielo del color de la jadea de grosella y, con las prisas, dejaban atrás pequeños copos de nube, pequeñas y estrechas estrías de nube desprendida que los rayos de sol saturaban de una incandescencia del color del vino.
»
(pág. 117)
No puedo resistirme a colocar otra cita textual para ejemplificar ese estilo colorista, muy pictórico, que recuerda el impresionismo:
«A través de las ramas colgantes de un anciano fresno se filtraban los rayos de sol amarillos que caían sobre la escalera formando en la fresca y diáfana sombra barrotes luminosos que colmaban el aire de un polvo dorado y dibujaban unas manchas claras sobre los peldaños de la escalera, sobre puertas y paredes; una mota de sol junto a otra que parecían resplandecer a través de una sombra agujereada y salían al encuentro de otros resplandores, otros colores: el blanco del vestido blanco de Edele, el púrpura sangriento de unos labios purpúreos y el amarillo como el ámbar de la cabellera marina. Y por doquier, otros cientos de colores: azul y dorado, pardo como el roble, resplandeciente como el cristal de un espejo, rojo y verde.» (pág. 45)
Sólo resta para finalizar esta reseña aludir al culturalismo que está presente en Niels Lyhne. Al ser los dos principales personajes, pintor uno y poeta el otro, es la pintura y la literatura los ámbitos artísticos que más protagonismo tienen en la novela. Erik, el amigo de Niels y marido de Fennimore, es pintor y al hablar el narrador omnisciente de sus gustos pictóricos dice: 
«Nada le agradaba más que Guido Remi, que en aquellos tiempos gozaba de mejor nombre que Rafael y los más grandes [...]. Andrea del Santo, Parmigianino,y Luini, que más tarde, cuando su talento y su persona se hubieran fundido, llegarían a significar tanto para él, le dejaban indiferente, mientras que la prontitud de Tintoretto, la amargura de Salvatore Rosa y de Caravaggio le entusiasmaban» (pág. 65).
Respecto a Niels, el narrador ya desde la niñez de éste habla del influjo que los libros tuvieron sobre él: 
«De la misma manera que las aguas que fluyen se tiñen con cada una de las imágenes que se acercan a su espejo [...] la historia del niño se apoderó de personajes y de sucesos, de vidas y de libros tanto como pudo. [...] Si tomabas uno, llegabas allí, y si tomabas otro, allá; llegabas a Aladino y Robinson Crusoe, a Vaulunder y Henry Maynard, a Niels Klimt y Mungo Park, a Peter Simple y Ulises. Y con sólo desearlo volvías a casa de nuevo.» (pág. 27)
También es rasgo culturalista la utilización de referentes literarios en muchas de las imágenes empleadas a lo largo de la narración. Personajes del Quijote aparecen en algunas:
«Niels acudió, el caballero andante de la amistad en persona, y le fue dispensado, tal como era de esperar, el recibimiento, entre arisco y lastimoso, que siempre les han dispensado a los caballeros andantes aquellos por los que han sacado a Rocinante del acogedor establo.» (pág. 195)
Un 'pero' final
Llego al final de esta reseña con  una pregunta en mi cabeza que se resiste a abandonarme: ¿Qué es lo que ha hecho que a veces avanzar en esta lectura, que esconde tantas cosas buenas, me haya resultado fatigoso o producido disgusto? Creo que esencialmente ello se ha debido a algunos defectos más o menos graves que he percibido en la edición de 2003 cuya traducción firma Ana Sofía Pascual. Señalo algunos de los más llamativos, pero hay bastantes más. Debo advertir que su presencia no es constante; si lo fuera, la lectura sería del todo imposible: 
  • Mala utilización de los signos de puntuación o mala traducción: «Mientras tanto, los otros dos pronto hubieron cargado las embarcaciones de pólvora, en un nido de estopa embreada.» (pág. 70) 
  • Confusiones ortográficas. Una entre varias es la que se produce en la página 93 donde aparece la conjunción consecutiva «conque», en vez de la secuencia preposición «con» más relativo o conjunción «que», que sería lo pertinente en este lugar. 
  • Falta de tildes. En la página 174 el adverbio «» aparece sin tilde con lo que todo el sentido de la frase se viene abajo.
  • Barbarismos. En pág 185 encontramos un extrañísimo verbo ajeno del todo a nuestro idioma: «su alma se hinchió en un (...)»
  • Faltas ortográficas inexcusables. En pág 187:  «aquello había injerido» (?).
  • Excesiva acumulación de signos de puntuación que hace que la lectura de  los periodos oracionales avance como a trompicones: «Fue entonces, cuando Erik y Fennimore, como ya quedó dicho, llevaban dos años casados, en un día de verano, que recibió una carta, medio lastimera, medio presuntuosa, de Erik, en la que se acusaba de haber perdido el tiempo últimamente, pero no sabía por qué, ya no tenía ideas.» (Pág 186)  

Conclusión
Literatura danesa, novela danesa del XIX
El personaje, alter ego del propio autor, es un hombre que cree ciegamente en la ciencia, en el evolucionismo, un positivista de tomo y lomo. Esto es lo que explica que la religión sea puesta en cuestión continuamente al no casar el concepto de trascendencia y la creencia en un Dios hacedor y justiciero con la práctica y videncia científicas, en especial con el darwinismo del que Jens Peter Jacobsen era seguidor absoluto.

La mujer aparece plenamente dignificada en esta novela. La mayoría de ellas son mujeres realizadas,  independientes, que en el aspecto amoroso se entregan o se retraen con bastante libertad y liberalidad teniendo en cuenta, claro, la época que les ha tocado vivir. 

Niels Lyhne fue una obra elogiadísima por los autores del nuevo e incipiente siglo XX, aquellos que renovaron la literatura. En especial, como reza la publicidad de Acantilado en la promoción de la novela, Stephen Zweig o Rainer María Rilke, quedaron prendados de la misma. 
  • «La primera vez que leí Niels Lyhne me propuse encontrar al autor y hacer lo posible para convertirme en su amigo. Es un libro inolvidable». (Rainer Maria Rilke, Carta a Rodin)
  • «Niels Lyhne fue el Werther de nuestra generación… Y cuando todavía hoy hojeo algunos de sus pasajes, podría transcribir de memoria palabra por palabra, con tanta frecuencia y con tanta pasión incorporamos entonces aquellas escenas a nuestra vida… Niels Lyhne, ese medio Werther, ese medio Hamlet, ese medio Peer Gynt rebosante de pasión y sin fuerza alguna, con una inmensa voluntad de vivir y que se ve asfixiado por sus sueños y vencido por un pesado cansancio. Ese Niels Lyhne es un hombre con todas las posibilidades, de las que sin embargo ninguna se realiza, siendo por lo mismo su vida un ala irisada en perpetua vibración, pero que nunca se precipita impetuosa sobre la realidad vital». (Stefan Zweig, El legado de Europa)
 

20 jun 2025

Loxandra. Novela de María Iordanidu

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La novela de esta griega que es María Iordanidu, mujer que vivió en Estambul, Atenas, Tabumi (Imperio ruso), El Cairo y otras ciudades... da testimonio personal de su vida y la de su familia en la Europa finisecular del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Presenta la convulsa vida de esa parte de Europa (Grecia, Rusia, Turquía) siguiendo la vida de Loxandra, la abuela de la Ana, la narradora y personificación de la propia escritora. En realidad Loxandra relata la vida y comportamiento de la abuela materna de la escritora. La novela es un canto a la vida en el Estambul de la segunda mitad del siglo XIX, ciudad donde convivían griegos, turcos, kurdos, armenios, chipriotas... Era una ciudad multicultural cuya población vivía en barrios diferenciados: el turco, el cristiano ortodoxo, el cristiano católico... Fue una época políticamente convulsa en la que las revueltas, las guerras, los tratados de paz, etc. propiciaron variación en las fronteras de los países y también movimientos de población temerosas de sufrir matanzas, persecuciones, genocidios (armenios y kurdos principalmente, pero también, aunque en esta entrega de María Iordanidu no aparezca, griegos como la familia de Loxandra).

En medio de todo esto Loxandra es una mujer de familia, que vive entregada a sus hijos y a los de su marido, a los familiares de éste y a los hijos de sus hijos. También la vecindad es para ella como parte de la familia. Según la leía me parecía estar leyendo una novela costumbrista, pues la autora se deleita contándonos las comidas, las celebraciones, la manera de cortejar, los partos, el crecimiento de los hijos... Todo ello envuelto en una manera de contar que, en ocasiones, me ha parecido algo antigua, pero muy muy legible. El humor aflora a veces en la personalidad intrépida y echada para adelante de esta mujer que no se para en barras.

La narración está efectuada en primera persona. Esta primera persona, es la de la nieta de Loxandra, Ana, que con su evolución marca un poco el ineludible cambio de la época que representa la abuela, que llega hasta 1914, a la de Ana que comienza a estudiar en un colegio americano y que por su manera de reaccionar y comportarse, es evidente, abandonará la manera de vivir tradicional que tanto gustaba a Loxandra. El inevitable paso del tiempo.

La novela tiene, en mi opinión, aspectos negativos y otros positivos, si bien, quizás sean los primeros los que más abunden. Son éstos una excesiva cantidad de nombres propios de persona y de relaciones familiares que hacen a veces algo ininteligible la narración. De entre toda esta selva nominalista sobresale la figura de la protagonista de manera algo excesiva para el gusto actual: una mujer que hace dádivas a troche y moche, que recibe a quien quiera que llega a casa, que dice siempre lo que piensa sin importarle quien esté delante, que intenta influir en la vida de todos los miembros de su familia... Un lugar principal en este relato lo ocupa la comida, pero los nombres griegos o turcos de las mismas o de sus ingredientes hacen difícil o al menos complican bastante la lectura. Pero, quizás, lo que menos me ha gustado es que las dos líneas, mundo general histórico-político y particular de Loxandra y familia, no se entrelazan debidamente sino que María Iordanidu despacha el contexto y los abundantes sucesos históricos en resúmenes rápidos de uno o dos párrafos breves para de seguido retornar a la peripecia constante y muy repetitiva del personaje que da título a la novela. Según  avanza la narración parece que la novelista, consciente quizás de esta distorsión, la va corrigiendo, de manera que en la última parte, de las tres en que distribuye el relato, el trenzado de ambos mundos -el general y el de Loxandra- está más conseguido.

Griegos t turcos enfrentados en el siglo XX
Pero también hay elementos muy salvables en este relato aparecido por vez primera en 1963.  El primero, quizás sea la verdad del personaje si lo consideramos dentro de su contexto histórico: una sociedad de finales del siglo XIX en la que la responsabilidad y comandancia de la casa estaba siempre en manos de las mujeres, en especial de las mayores. También me ha gustado -casi lo que más- la información que la autora transmite sobre esa Constantinopla multicultural y cosmopolita, habitada por diversas etnias y culturas, que vivían en la misma ciudad pero bien separadas unas de otras; quizás ese  Estambul que hoy ya no existe, una ciudad donde las culturas vivían sin mezclarse pero soportándose, sea de lo mejor de Loxandra. También es destacable el tono de humor que en algunas páginas se entreve: es un humor que nace de la propia narradora, la nieta Ana que está narrando desde su hoy (años 60 del siglo pasado) el mundo extinto de su abuela, el cual en la distancia ciertamente parece digno de risa e incluso algo ridículo. Y es que, creo ya haberlo dicho, la novela viene a mostrar el paso de un mundo viejo y acabado, el de la abuela Loxandra, al mundo nuevo y emergente, el de la joven nieta Ana que abandona Turquía, que se va a estudiar a Norteamérica a pesar de que a su abuela tal deriva le pareciera estúpida e inconveniente.

De Loxandra yo destacaría, para mover a su lectura, el despertar en la mente del lector de un mundo que quizás éste viviera en su niñez. Muchos recordamos alguna abuela, alguna tía, alguna madre... parangonables a esta griega de Constantinopla. La evocación de ese tiempo lejano -el de mi niñez- es lo que me hizo persistir en la lectura y no abandonarla como -lo sé porque así me lo han transmitido amigos lectores- algunos hicieron. Y es que cada lector es un mundo, cada libro nos muestra otro, y que estos dos factores se adecúen y compaginen debidamente con el momento personal de lectura influye decisivamente en la satisfacción o insatisfacción de una concreta experiencia lectora. Naturalmente ayuda mucho la calidad literaria (escritural) de la obra que se tenga entre manos, algo que en esta ocasión, desgraciadamente en mi opinión, no es para nada destacable. De aquí nace el que si hubiera de dar una calificación del 1 al 5 a Loxandra. le daría un 2'5, o sea aprobado justito.

Maria Iordanidu (Constantinopla, 1897 - Atenas, 1989) escribió tras Loxandra otros dos títulos, (Vacaciones en el Cáucaso y Como pájaros atolondrados) aparecidos respectivamente en los años 1965 y 1978. Los tres libros han sido traducidos al español hace relativamente poco tiempo: en 2018, Loxandra; en 2020, Vacaciones en el Cáucaso; y en 2023, Como pájaros atolondrados. Quienes han leído las tres novelas traducidas por Selma Ancira y publicadas por la editorial Acantilado me transmiten su predilección por la aparecida en segundo lugar. 

31 may 2025

Fernando Navarro. "Crisálida"

12 comentarios:
Libros en tapa dura, Novelas faulknerianas españolas
Crisálida es una novela sorprendente, distinta, de un género que no sabría muy bien delimitar (gótico, terror, aprendizaje...), pues si bien se mira muchos son sus ingredientes: violencia, terror, naturaleza, humor, familia, sociedad, drogas, antisistema...

Todo este conglomerado de cosas va perfectamente engarzado en la historia que se relata, que es la siguiente: 
Una niña llega en un estado penoso de abandono a una aldea próxima a Sierra Nevada y es ingresada en un hospital; en él es interrogada por la policía, cuidada por los sanitarios que le hacen pruebas de todo tipo. Ella vive inmersa en una espiral mental que la lleva a recrear su aventura en medio de una naturaleza dura. Sus padres han querido salir de la sociedad de consumo contra la que desde su juventud han luchado; han querido hacer realidad los eslóganes que coreaban de jóvenes en Granada; han dejado atrás todas las ataduras sociales (trabajo, colegio de los cinco hijos...) y se han metido voluntariamente en las inmensidades de la Sierra donde viven malamente con lo que el Capitán (el padre) roba o caza. 

Los personajes principales (la pareja formada por Madreselva y Capitán, y los cinco hijos) están perfectamente definidos y tienen personalidad propia: Nada, la niña narradora, es quizá la más consciente del grupo y, quizá también por ello, la que se salve y pueda hacer llegar hasta nosotros esta aventura con ciertos tintes en ocasiones de inverosimilitud dado el lugar y tiempo actuales en que se sitúa: Sierra Nevada con la atracción que para el turismo y excursionistas tiene. Tras Nada, el matrimonio de Madreselva y Capitán está dotado de características peculiares: alcohólicos, amigos de las drogas, personas antisistema..., pero muy coherentes con las ideas socio-económicas que defienden. De Capitán dice la narradora en el relato que hace de la aventura vivida: 
«Como los cristobicas de las funciones del colegio, él nos movía como si fuera un dios porque siempre pensó que era un profeta un santo un elegido y por eso lo llamábamos el Capitán.
Nuestro jefe. Nuestro amo. Papá Ceniza. Papá Niebla. Papá Dios. Papá Abismo, que un día encerró a sus hijos entre secuoyas perdidas y del que nunca se volvió a saber nada [...]»
Luego estarían los cuatro hermanos de Nada: Columbina, una niña dulce, presumida, que sería feliz jugando con las amigas del colegio del que, como el resto de sus hermanos, ha sido arrancada por los padres sin tener en cuenta su opinión; Cuarzo, un chico duro, pero sensible y consciente cuya mente funciona perfectamente y que tras una serie de meses quiere abandonar la locura en la que sus padres los han metido; Rayo, más pequeño que Cuarzo y Nada, se ríe con Columbina de tonterías y en la novela se le ve evolucionar hacia la brutal personalidad de su propio padre, Capitán; en cuanto a Cachorro, el más pequeño, es débil, enfermizo, ingenuo y muy gracioso con su media lengua de trapo («ez-que-no-tenemoz-máz-deberez», «me-han-picado-mozquitoz-he-ezcuchao-un-zapo»); por su parte la madre de todos ellos, Madreselva, es fiel seguidora de la locura marital, si bien demuestra más amor a sus hijos que Capitán como se ve cuando acoge en su furgo y cama a Cachorro que está débil y enfermo. Nada, la narradora protagonista de esta novela, dice de sí misma en un momento dado lo siguiente: 
«Nací con la columna desviada y con vegetaciones y me tuvieron que hacer una operación por la espina bífida y siempre estaba en el médico y me quitaron un lunar grande y sé que todo me pasó porque Madreselva fumaba bebía y se metía de tó cuando me tenía en la barriga, le digo a Brígida, pero creo que no me escucha.». 
Bien podría ser Nada, como así se podría deducir de la lectura de la novela una reencarnación, una digna sucesora, de Madreselva, su madre:
  • «Madreselva, planta trepadora mi madre, venenosa si quiere, decía él, con el pelo rojo parecido al de las moras de Graná, y Madreselva era guapa y pequeña y el Capitán levantó la vista y señaló a Orión y era un buen presagio.»
  • «Brígida sabe que me gusta [un flan que le ofrece como postre] y ella me dice que si la montaña existe dónde está y si el Capitán existe dónde está y yo le digo, Brígida, serás enfermera y te creerás mu guapa y a lo mejor tu madre hace buenos flanes pero no tienes ni idea de lo que dices, y ella se ríe con mi forma de hablar y con mi pelo rojo enredao mal cortado y yo no quiero que se ría de eso [...]»
Y es que Brígida es junto a los Antonios, todos ellos enfermeros en el hospital donde está ingresada Nada, personajes secundarios en esta narración. Ellos cubrirían la parte de realidad y plena racionalidad a la que Nada ha vuelto y de la que sus padres en su locura la sacaron. Ellos pensaban que yendo a vivir en la Naturaleza escaparían de la maldad inherente a la sociedad, pero no parece que lo hayan logrado, más bien ha ocurrido todo lo contrario. En cierta manera Crisálida de Fernando Navarro me ha hecho recordar durante su lectura a El señor de las moscas de William Golding. La evolución de Rayo y la del mismo Capitán, claro, me evocaron esta novela. 

La temática esencial es cruda, dura, muy dura en ocasiones. Tremenda, diría, utilizando el adjetivo que sirvió para calificar la prosa de La familia de Pascual Duarte, novela importantísima de Camilo José Cela. Justamente en Crisálida, no sé si intencionadamente o no, hay una escena en la que igual que, hiciera el celiano Pascual Duarte, una caballería es matada a navajazos. Aquí Nada mata a una mula:
«La mula me miró todo ojos grandes y le pedí perdón, no podía dejar que Rayo me siguiera con la mula porque me encontraría y le clavé la lanza donde había que clavarla para que, con un chorro de sangre saliendo y sin hacer ruido, la mula cayera en peso muerto al suelo, levantando agua y barro.»
Pero toda esta crudeza se ve compensada, atenuada, con un lenguaje y un estilo ciertamente hermosos. 
Hay un fuerte contraste entre lo truculento de lo narrado y la hermosura empleada para ello. Este choque es en mi opinión una de las grandes aportaciones de la novela. 

Además Fernando Navarro tiene clara voluntad de estilo como demuestra el uso particular y libérrimo que hace de los signos de puntuación, así como del polisíndeton. Mientras que en el empleo de este último se adivina una clara y constante finalidad (significar la manera de obrar de la mente de Nada, una niña preadolescente ciertamente algo perturbada) en la presencia o ausencia de signos de puntuación no he podido hallar nada que haga descubrir una secuencia, una pauta. A veces aparecen utilizadas en un orden recto y académico, mientras que en otras desaparecen por completo:
«Nos despertó uno por uno en mitad de una madrugada muy fría. Mis pobres hermanicos príncipes legañosos princesas en pijama no entendían lo que pasaba y la pequeña moqueaba y tosía y el grande siempre callao porque ese es más callao que yo y yo miraba a Madreselva y esperaba un gesto una frase algo y el pequeño al que llamábamos el Cachorro seguía dormido porque era un lirón y el mediano que era mu vivo se había despertado con mucha energía y gritando contento, nos vamos de excursión nos vamos de excursión nos vamos de excursión, que es lo que nos dijo Madreselva después de que el Capitán nos despertara: nos vamos, venga, nos vamos.»
 También me ha gustado mucho estilísticamente la introducción, en medio de párrafos meramente narrativos, de elementos propios del estilo directo eliminando cualquier signo de puntuación que avise de ello:
«No dejo que me toquen, les escupo a los médicos, a las enfermeras. Me pinchan cosas que no me hacen nada porque soy hija de mi padre y no pueden hacerme nada y viene Brígida, a la que han llamado para que venga desde su piso en el pueblo y la han despertado y no entraba hasta mañana a trabajar y, hay que ver la guerra que das.»
Para finalizar diré que la editorial Impedimenta, centrada habitualmente en autores extranjeros, ha apostado por la primera novela de este escritor granadino cosechando un éxito sin precedentes: desde febrero en que apareció hasta hoy mismo ya conoce tres ediciones. Un reconocimiento por parte de los lectores más que merecido.


El autor
Cine y Literatura, Novela gótica española
Fernando Navarro
esencialmente ha sido, o lo es, hasta ahora mismo guionista de películas españolas muy importantes como por ejemplo 'Segundo Premio' nominada a los Oscar de este año en muchas de sus facetas; él mismo fue nominado en 2011 por la película 'Orígenes secretos' al Goya por el mejor guion adaptado.
Desde luego Crisálida contiene muchos elementos propios del cinematógrafo como ese suspense propio del gótico que a veces se resuelve en nada provocando en el lector un mohín humorístico, una sonrisa inevitable; pero que otras veces concluye en un torrente de violencia terrorífica propia del gore. 

El mismo Fernando Navarro en confesiones hechas a una revista afirma que la obra la escribió primero como guion cinematográfico y que, al no ser aceptado el mismo por quien fuera, en dos meses, recluido en una localidad cántabra y trabajando casi de manera febril, lo transformó en la novela que es Crisálida. Como narrador, antes de esta primera novela, publicó también en Impedimenta una colección de relatos titulada "Malaventura" que fue muy bien recibida, según leo por ahí. Un autor a tener muy en cuenta desde luego. Y un título muy recomendable para aquellos que visiten estos días la Feria del Libro de Madrid.
 

25 may 2025

Mario Vargas Llosa (in memoriam). "Elogio de la madrastra"

17 comentarios:
Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura

Siempre se siente la muerte de un ser humano, mucho más si el mismo es un escritor admirado. Mucho he sentido el fallecimiento de Mario Vargas Llosa (Arequipa, marzo de 1936 - Lima, abril de 2025), autor cuyos libros me han acompañado desde los veinte años. "Los jefes", "Los cachorros", "La ciudad y los perros", "Conversación en la Catedral", "La casa verde",  "Pantaleón y las visitadoras", "La guerra del fin del mundo", "El sueño del celta", "La fiesta del chivo", "La tía Julia y el escribidor"... son, que ahora recuerde, títulos de narraciones suyas que no he podido olvidar pese al tiempo pasado desde que las leyera. También he admirado y he vuelto con frecuencia a algunos de sus ensayos como "La verdad de las mentiras", "Cartas a un joven novelista" (curiosa y paradójicamente el único reseñado en este blog), "García Márquez. Historia de un deicidio", "La civilización del espectáculo" o el siempre profundo y admirado "La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary". De sus obras de teatro ahora mismo sólo recuerdo un título, "La señorita de Tacna" que hace ya más de cuarenta años se representó en el Teatro español de Madrid por la compañía de Aurora Bautista.

Ha sido siempre tal mi aprecio por la figura y obra del escritor peruano que a lo largo de los años he ido adquiriendo libros suyos siempre que los veía dentro de promociones periodísticas en los kioscos o también cuando caían en mis manos libros suyos en librerías de lance que me gusta visitar. Así adquirí la "Historia de Mayta", "Lituma en los Andes" o "Elogio de la madrastra" en momentos diversos y los fui depositando sin haberlos leído en los anaqueles donde reposaban las otras obras de Vargas Llosa. Alguno como "Lituma en los Andes" comencé a leerlo y no sé hoy por qué razón en concreto, seguramente por motivos de trabajo, al cabo de 70 u 80 páginas lo abandoné sin por ahora haber regresado a él. Esta reflexión, ante estos títulos, me surgió cuando el pasado día 13 de abril conocí la muerte del escritor. Recordando la complicada vida amorosa de Mario Vargas Llosa y su relación con las mujeres tanto de su familia como ajenas a ésta, al toparme con "Elogio de la madrastra" decidí hacer mi pequeño homenaje al gran escritor leyendo esta novela corta publicada en 1988.

Elogio de la madrastra, Mario Vargas Llosa
Ciertamente, en comparación con el resto de su obra, podría considerarse como una novela menor. Así, siempre la había considerado yo; por ello no me atraía especialmente y la he tenido durante muchos años sin leer al entender que sería más un ejercicio de escritura erótica que otra cosa. Que hay erotismo en esta narración es cierto, por lo que, en efecto, así podría calificarse la novela. Pero, como en todo, hay clases y el escritor peruano demuestra que se mueve como pez en el agua en cualquier género narrativo por menor que éste pueda considerarse. Con gracia y haciendo gala de su  enorme poso cultural asistimos a las fantasías eróticas de don Rigoberto con su mujer Lucrecia; dichas fantasías parten o se inspiran en cuadros pintados por importantes artistas pasados y actuales. Al tiempo que don Rigoberto y su esposa Lucrecia reproducen en sus encuentros amatorios lo representado por artistas pictóricos, Fonchito, un muy inteligente niño de apenas 13 años, maniobra de manera procaz y falaz respecto a su madrastra. 

El novelista alterna los capítulos que describen los asuntos representados en los cuadros con el discurrir lineal de la historia del niño Alfonso, su madrastra, la criada Justiniana y el papá don Rigoberto. Respecto a don Rigoberto, la lectura de esta novelita ha despertado en mí la curiosidad por ver cómo es presentado o evoluciona este personaje en la titulada "Los cuadernos de don Rigoberto". La dejaré para un momento en que desee leer algo liviano, pero de calidad. 

Lo que he sacado en claro de esta novela -me lo ha reafirmado más bien- es la enorme cultura que este peruano nacionalizado español y miembro hasta su muerte de la Real Academia española de la lengua albergó siempre en su interior. Los cuadros que inspiran la rijosidad de don Rigoberto y la disposición a la coyunda de su esposa Lucrecia son los siguientes: 
  1. Candaudes, rey de Lidia, muestra su mujer al primer ministro Giges (1648) de Jacob Jordaens, Mº Nacional de Estocolmo
  2. Diana después de su baño (1742) de François Bouchet, Mº del Louvre, París
  3. Venus con el Amor y la Música (c 1555) de Tiziano Vecellio,  Mº del Prado, Madrid
  4. Cabeza I (1948) de Francis Bacon, colección Richard S. Zeisler, Nueva York
  5. Camino a Mendieta 10 (1977) de Fernando Szyszlo, colección particular
  6. La Anunciación (c. 1437) de Fra Angelico, Monasterio de San Marco, Florencia

Este recorrido por la historia del arte, compilada en seis piezas maestras, me ha evocado o más bien me ha hecho recordar un libro de José Ovejero titulado Nueva guía del Museo del Prado en el que el autor elige veintidós cuadros más dos o tres esculturas de este museo y ante cada uno de ellos presenta un poema suyo sugerido por lo que está contemplando. Por otra parte, el despertar sexual del chiquillo en brazos de Lucrecia, su madrastra, sí que me ha llevado mentalmente al húngaro Stephen Vicinczey y su novela "En brazos de la mujer madura" que cuenta cómo András Vajda, alter ego del autor, en una Hungría ocupada por unos y por otros tras la segunda guerra mundial se inicia en el sexo con una mujer mayor y experimentada. La diferencia entre Fonchito y András radica, además de en la diferencia de edad, en que el segundo sólo busca la satisfacción sexual mientras que el inteligente Alfonsito no sólo busca disfrutar, también persigue otros fines.

Como conclusión diré que la novela calificada de erótica cuando apareció en 1988, hoy quizás no recibiría dicho adjetivo. Cualquier serie televisiva actual contiene más erotismo y procacidades que las quasi inocentes contemplaciones del cuerpo desnudo de la hermosa Lucrecia por parte del niño Fonchito. La criada Justiniana advierte a su ama de estas miradas pero ella al saberse observada en secreto se erotiza aún más. Es aquí, como en otros momentos de la novela que los personajes -en este caso Lucrecia y su criada- se sienten como si de Diana y de su criada se tratasen
«Ésa, la de la izquierda, soy yo, Diana Lucrecia […] A mi derecha, inclinada, mirándome el pie, está Justiniana, mi favorita. Acabamos de bañarnos y vamos a hacer el amor. […] El personaje principal no está en el cuadro. Mejor dicho no se le ve. Anda por allí detrás, oculto en la arboleda, espiándonos […]. Lo llaman Foncín.» 
Mitología, pintura y literatura. Mario Vargas Llosa

Este procedimiento literario de describir una obra artística [écfrasis] -en la cita anterior el cuadro de la imagen- lo realiza el autor identificando los dinámicos personajes literarios con los estáticos de la pintura. Atribuir a los personajes del cuadro, describiéndolos en movimiento, unos actos posteriores al que se contempla, provoca erotismo a través de lo que se comenta o se adivina. Esta pulsión erótica es de alta naturaleza artística, en nada parecida a la que nace de esas series televisivas (también las hay literarias de idéntico valor) que antes he mencionado.

Sirva esta breve reseña, de esta breve y poco comentada novela, de homenaje al autor arequipeño desaparecido hace poco más de un mes a los 89 años de edad. ¡Descanse en paz, Mario Vargas Llosa!