28 mar 2025

Erri di Luca: Aquí no, ahora no

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«Entenderemos las vidas, los niños que corretean jugando a crecer, las madres que alargan la ropa, compran zapatos y se quedan mirando el tiempo que corre por los hijos. Luego los hijos se detienen y son las madres las que corren hacia la brusca vejez y que, de tanto subir y bajar habitaciones, ni siquiera están peinadas. Luego hablan poco y comen pausadamente en Navidad. Por lo menos, así eran las madres.»

Novelas de Erri di Luca
Aunque había oído años atrás el nombre de este autor italiano nacido en Nápoles (Italia) hará en mayo 75 años, Aquí no, ahora no es el primer libro suyo que leo. Erri di Luca publicó ésta, su primera novela, cuando ya tenía casi 40 años. Cuenta en ella sus años de infancia en Nápoles. Usa como disculpa el hallazgo de unas fotografías antiguas en las que de niño aparece con su madre. En este tiempo congelado el adulto de casi cuarenta años dialoga con ella que ya es intemporal. Cuenta el proceso de adaptación de la familia, y particularmente el suyo, desde la pobreza y escasez de todo en que quedó sumida Nápoles tras la Segunda Guerra Mundial, a una vida mejor y más confortable según pasaban los años. Pese a la indudable mejora, sin embargo el pequeño Erri no se adapta bien a los nuevos edificios a los que su familia se ha trasladado a vivir; allí convive con otras familias, acomodadas como la suya, y con los nuevos habitantes venidos desde muy lejos que son los norteamericanos.

Tras los diez primeros de su vida años que tanto le marcaron velozmente vemos pasar su adolescencia y primera juventud hasta que a los 31 años se casa y permanece en ese estado hasta los 37. Según dice en la obra fue persona durante los primeros diez años y también durante los siete de su matrimonio. Y es que, afirma: «Ser en el mundo, por lo que he podido entender, es cuando se te confía una persona y tú eres responsable y al mismo tiempo tú eres confiado a esa persona y ella es responsable de ti.». De niño estuvo confiado a sus padres, en especial a su madre; de casado se responsabilizó de su esposa especialmente en los momentos más terribles de la enfermedad que ella sufrió.

En cuanto a la forma, el estilo  de Aquí no, ahora no es muy cuidado, con logradas y hermosas imágenes literarias; podría decirse que en muchas páginas de esta breve obra (a veces más un ensayo por sus reflexiones que una novela) la prosa poética es la tónica de su escritura. Los ejemplos son múltiples en este libro, yo diría que casi, casi, constantes:
  • «El sol se apagaba dentro del mar. A veces el violeta de las nubes lo partía y lo deshacía antes de que tocase el horizonte. Lo mirábamos desde la orilla mientras nos secábamos después del baño, y era nuestro, como la arena que quedaba en los pies, como el aliento.»
  • «Está el olor de la Torreta el domingo: mercado, gentío, frío. Desde el horno irradian aromas y enfrente el carro de los frutos secos tuesta el aire.»
Me ha resultado llamativa y muy significativa la reflexión que realiza Erri di Luca sobre el propio acto de escribir, sobre la literatura, y el nacimiento en él de su afición por la escritura. Sitúa la misma en los años de niñez cuando viviendo en una callejuela pobretona de la ciudad de Nápoles para evadirse miraba fijamente a través del cristal de la cocina el muro desconchado de la casa de enfrente. Al hacerlo descubría en su imaginación cómo el desconchón que veía se expandía en una enorme diversidad de  tonos azulados; al trasladarse la familia en Nápoles a la zona de casas nuevas la mirada  a través del cristal de la cocina ya no se fijaba en desconchón alguno sino que se difuminaba en el exterior en una infinidad de colores que le resultaban desconocidos y poco atractivos. Mientras que en la callejuela las dificultades que le suponían su tartamudez las superaba a través de la escritura («Hablar es recorrer un hilo. Escribir, en cambio, es poseerlo, devanarlo.»), en la casa nueva, ya adolescente, comenzó a descuidarse, a no esforzarse, a sentir que no servía para nada, que todo lo hacía mal. 
«Adopté en aquel tiempo la costumbre de no terminar los ejercicios, de dejar en blanco una parte. También en los exámenes me guardaba una parte de la respuesta que debía al docente. Custodiaba una porción de no plenitud, iba mal, comenzaba a crecer.»
Además, mientras que en la vida real no se podía mentir, la escritura, siempre que permaneciese en el secreto de su lectura en silencio, sí las permitía. Todo cambió cuando un día un maestro, prendado de una redacción de Erri decidió leerla en voz alta; en ese momento el adolescente entendió que también la escritura podía mentir:
«Me juré no escribir más mentiras. Contarlas, no las contaba, y tú en esto eras inflexible. Pero escribirlas no me parecía un pecado, era bonito inventar. Luego llegó ese tema y tuve la prueba de que también la escritura, despojada de su secreto, se convierte en mentira.»
Es una novela en la que el autor habla de la vida, de la suya. En ella el sentimiento más profundo es el del amor, especialmente hacia su madre y su mujer. También, como es propio de la vida, sentirá el descubrimiento terrible de la muerte: la de su amigo Massimo que tanto lo impactó; la de su padre, que no pudo soportar la presión vital; la de su mujer, que lo amó y a la que él tanto quiso; la de su propia madre, inmortalizada en las fotografías que está visualizando y a través de las que dialoga con ella. Amor y muerte, la esencia de la vida.

El título lo toma de la frase que tantas veces su padre, que jamás le pegó, le repetía para censurar un gesto, una palabra, una actitud del niño Erri. Afirma que las palabras con frecuencia son más castradoras, anulan más que una torta, que un cachete:
«Mejor los golpes, mejor el derecho arriesgado a meter un poco de ruido cuando un juego me cogía la mano. No las palabras: a ésas no se les podía llorar, no se les podía responder, y yo no era capaz de decir ni una sola cuando tú intervenías, entre la apnea y el tartamudeo. Se aprende tarde a defenderse de las palabras.»
La inseguridad que tales admoniciones paternas le produjeron hicieron que el niño, el adolescente e incluso el adulto joven que fue Erri di Luca constantemente se estuviese disculpando, temiendo equivocarse. También cuando sus padres criticaban su tartamudez él se disculpaba afirmando su involuntariedad. Paradójicamente, cuando conoció a la que sería su esposa esas mismas palabras le sirvieron para conquistarla:
«No he hecho nada.» «No lo he hecho adrede.»
Autores italianos de poesía, prosa y prosa poética
https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0
Para finalizar y aun a riesgo de equivocarme en mi reflexión diré algo acerca de la traducción que firma César Palma. Creo que hace un trabajo aceptable, incluso brillante; sin embargo no puedo dejar de señalar un momento en que su texto me ha sorprendido por demás. Ha sido cuando refiriéndose a Filomena, la sirvienta de origen siciliano que trabajaba en la casa nueva de la familia en Nápoles, dice que hablaba utilizando asonancias y en la traducción no quedan clara las mismas. Al actuar así, entiendo que la idea del traductor habrá sido marcar la impericia e incultura de la tal Filomena para conseguirlas más que descuido del propio Palma. De cualquier manera, creo que como poco falta una aclaración explicativa a pie de página.
«Asombraban sus despistes con las palabras, siempre basados en una asonancia. «Esta mañana he salido al balconcillo y hacía un frío de pegarse.» «Qué bonitos estos naranjos rojos sanguinarios.»

Una novela breve, pero profunda. Todas sus páginas esconden informaciones valiosas, que en esta corta reseña seguro que muchas se me habrán pasado. Lo que no quiero que se me pase, por último ultimísimo, es la impronta que la figura paterna  -ausente, pero al tiempo tan presente- tuvo sobre el autor. La prueba de ello es el título que decidió dar a su libro, un homenaje a su persona sin duda alguna.






22 mar 2025

Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)

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Tiempo hacía que no incluía en el blog una entrada de 'A pares'. La perentoriedad de devolver tres breves novelas, llegadas hasta casa gracias a la amistad de tiempo que me/nos une a Lupe y a Justo  hizo que no demorase estas lecturas. A ambas autoras ya las conocía por otros de sus libros ("El quinteto de Nagasaki" o "El corazón de Yamato" de Aki Shimazaki, y "Nada se opone a la noche" de Delphine de Vigan) si bien no guardaba de ambas idéntico y satisfactorio recuerdo, pues mientras que las dos pentalogías de Shimazaki me habían encantado, mi satisfacción no había sido la misma en el caso de la De Vigan como demuestra el que ni siquiera hiciese reseña en El blog de Juan Carlos de dicha lectura. Así que, pensé, hora es de comprobar si la valoración que tengo de ambas autoras se mantiene incólume. 



"Azami, el club de Mitsuko" y "Hôzuki, la librería de Mitsuko" de Aki Shimazaki

 «Me siento a la mesa y ella me sirve un vaso de té de cebada frío. Mientras bebo, mira a mi alrededor. La ventana, el fregadero, la pequeña cocina eléctrica, los utensilios de cocina colgados en la pared, el teléfono. Nada ha cambiado. Simple y minimalista. El aire acondicionado está apagado.» 


Aki Shimazaki, escritoras japonesas actuales
En esta ocasión al tener ante mí estas dos entregas de la pentalogía "La sombra del cardo" en forma de libros independientes no reparé en que uno y otro tenían un orden. Y al no reparar en ello resultó que leí primero la novela que apareció después. Pensé equivocadamente que Hôzuki, la librería de Mitsuko había aparecido como no perteneciente a pentalogía alguna. No era así, lo comprobé después. Pero salvo alguna pequeña sorpresa no pasa nada por no haber respetado el orden de aparición; es más al leer luego Azami, la primera de la serie, el ya conocer ciertos sucesos no interfirió en mi disfrute.

 Pese a lo dicho antes, en esta breve reseña hablaré en el orden debido de estas dos primeras entregas de la pentalogía La sombra del cardo. Y anticipo que seguiré leyendo las entregas que faltan hasta completar las cinco; y daré cuenta debida de las mismas en una futura entrada en este blog.

Azami, el club de Mitsuko de Aki Shimazaki es, como acabo de explicar, la primera entrega de la pentalogía "La sombra del cardo". Pese a conocer ya lo que sucede en Hôzuki, la librería de Mitsuko, me ha gustado muchísimo esta novela corta. En la misma la voz narrativa es la de Mitsuo. Este personaje es redactor en una importante revista y lleva una vida laboral y matrimonial agradables. Su esposa Atsuko desde que tuvo a su segundo hijo no tiene relaciones sexuales con él, algo que ambos han aceptado sin problemas. Cuando Mitsuo se siente apremiado sexualmente acude a los «hoteles rosa» o a salas de video en las que se alivia debidamente. 

La tranquilidad y statu quo anterior se verá modificado cuando Gôro, antiguo compañero de escuela con quien él nunca tuvo relación estrecha, lo encuentra y lo invita a tomar algo en un club de élite. Allí ve a su amor secreto de juventud, Mitsuko, a la que jamás le expresó sus sentimientos. El reencuentro y la actividad laboral de Atsuko fuera de la ciudad varios días a la semana facilitará que Mitsuko y Mitsuo inicien una relación que hará que él se plantee la conveniencia de abandonarla o proseguir en ella pese a los problemas que en su trabajo y matrimonio la misma pudiera producir.

Destaca en esta hermosisima novela todo, pero por destacar algo destacaría los personajes y sus señas de identidad: La dulzura de Mitsuko, la sinceridad y amistad de Mitsuo hacia ella, la maldad de Gôro, el antiguo compañero de escuela, la comprensión de Atsuko, la esposa de Mitsuo, etc. Todo ello contado  con esa magnífica literatura que hace Aki Shimazaki.



Editorial Nórdica Libros,Aki Shimazaki
La segunda novela de la pentalogía "La sombra del cardo" es Hôzuki, la librería de Mitsuko. También me ha encantado. Al haber sido la primera de las dos que leí me fijaba más en aquellos asuntos y tratamientos que ya había disfrutado en las pentalogías anteriores que de la japonesa canadiense había leído. Veía que como en "El quinteto de Nagasaki" estábamos ante una pareja de niños hermanastros que se sienten atraídos como amigos íntimos sin saber ellos que tienen la misma madre; se contraponían y presentaban debidamente los casamientos 'miai' y los casamientos por amor; también la vivencia del sexo visto sin ese sentimiento de culpa o de comportamiento poco aceptable que se impone en occidente; aparecía un país, Japón, a caballo entre la tradición y la modernidad, un país mostrado por ejemplo en cómo las geishas antiguas hoy son mujeres hermosas que hablan y atienden a los hombres de la misma manera, aunque vestidas con trajes y un maquillaje que las hace parecer más unas escorts que otra cosa; etc.

En Hôzuki, la librería de Mitsuko es Mitsuko quien lleva la voz narrativa. La encontramos varios años después de Azami regentando una librería y completando sus ingresos con su trabajo los viernes por la tarde-noche en el club donde la descubriera Mitsuo en la novela anterior. Si en Azami el mundo era visto desde la perspectiva masculina de Mitsuo, aquí está presentado desde los ojos y manera de pensar de una mujer. Estamos ante un mundo de mujeres que es el que preferentemente, y no sólo en esta novela,  muestra la escritora. El ocultamiento de la identidad o de la vida vivida (es el caso de Mitsuko respecto a su hijo Tarô, el de la señora Sato respecto al hijo que tuvo y abandonó al poco de nacer, y el de la madre de Mitsuko sobre su breve estancia en la cárcel por un asunto de violencia con arma blanca) es una constante en esta historia. 

Es una novela en la que, como es habitual en la literatura de Aki Shimazaki, la identidad japonesa se expone y se recrea. Destaca la misma en la presentación de la maravillosa naturaleza mostrada en forma de nieve, animales, flores, paisajes...; también es importante la escritura: las grafías japonesas en los dos tipos de caligrafías (hiragana y kanji); y me ha parecido de sumo interés aquí, pero más aún en Azami, la tradición e identidad nipona marcada por los temas musicales que cantaban los abuelas y que recurrentemente vuelven a la cabeza de Tarô o de Mitsuo, quien en esta novela siempre aparece evocado por Mitsuko como su amor verdadero.

El mundo es convulso y muy distinto al que inspira esa naturaleza tranquila y serena antes destacada. El lenguaje e idioma utilizados son exquisitos. Hay avances y retrocesos en la linealidad temporal, si bien ésta es la predominante. Es un estilo minimalista como se ve en la cita que precede al comentario de estas dos novelas. Ha vuelto a llamar mucho mi atención que a la hora de las evocaciones la autora (o el traductor Íñigo Jáuregui) utilice formas como «nos imagino» o «nos veo» con ese pronombre átono de 1ª persona de plural ante una forma verbal en primera de singular; es correcto, pero no es habitual usarla así entre nosotros.

Como en general en toda su obra, Aki Shimazaki  muestra en estas dos novelas el difícil equilibrio entre tradición y modernidad, entre Oriente y Occidente, entre empresa y familia; también el azar, el amor y la identidad en la sociedad japonesa. 
«Dibujo en mi mente una cadena, cada uno de cuyos eslabones lleva un nombre:Shôji - yo - mi último amante Mitsuo - el periodista de su revista Azami - el hombre que le dio la revista al diplomático - la mujer del diplomático que vino a la librería - su hija Hanako - Tarô. Todos están relacionados, directa o indirectamente. Si no hubiese conocido a Shôji, probablemente no habría tenido a Tarô, aunque Shôji no sea su padre.»



"LAS GRATITUDES" de Delphine de Vigan

«Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.
»

Delphine de Vigan, Novelistas francesas actuales

Este libro es de la francesa Delphine de Vigan. Entré en él con prevención y expectativas algo negativas. ¿Motivo? Pues simplemente que "Nada se opone a la noche" no me llenó lo mucho, y ni siquiera lo mínimo, de lo que esperaba de ella dada la magnífica acogida que estaba teniendo -y tiene- entre los lectores. No sé, pero no me gustó demasiado. Sin embargo, ésta, Las gratitudes, me ha llegado bastante adentro, me ha conmovido, me ha parecido bien escrita, una historia además de realista muy, muy, verosímil.

Me ha valido la reconciliación con esta escritora francesa y ya sólo por ello salgo reconfortado a la par que emocionado de esta novela corta, que presenta el asunto de la vejez de una manera real. Estamos ante una mujer anciana, Michka Seld, que un día pide ayuda a Marie, una mujer joven a la que le une una relación casi familiar. Resultado de los achaques propios de su edad se le presenta la necesidad de ingresar en una residencia de ancianos. Michka padece afasia, dolencia neurológica que le hace difícil encontrar los términos correctos del lenguaje.

En la Residencia la atiende individualmente Jerôme, un logopeda que intenta ayudarla. La relación de la señora Seld con Marie y con Jerôme llenan las páginas de esta novela corta. Ambos jóvenes pretenden ayudar a Michka, pero en verdad ellos también se benefician de esta relación, pues la anciana se interesa mucho por sus problemas: la relación de Jerôme con su padre o el embarazo por el que está pasando Marie.
«¿Sabes? Yo no quería tener hijos. Por nada del mundo. Ni familia, ni hijos. Nada de nada. Si no hubieseis vivido en el piso de arriba, me habría quedado tan pancha. No era más que una bacina... una vecina, tranquilita en sus roscón. La primera vez que viniste, no sé si te acuerdas, llevabas no sé cuánto tiempo sola en casa, uno o dos días, no quisiste decírmelo, esa vez yo también me pegué un buen gusto. Comiste y te fuiste. Me pasé la noche en veda. Luego volviste por segunda vez, con esos ojos, con esos ojazos tuyos que me empeoraban, y te abrí las puertas de mi casa. A partir de entonces volviste una y otra vez, y cada vez que venías yo te recogía, pasabas tardes enteras, y acabé comprando rotuladores, y papeles de colores, y tijeras, y los almirantes del zoo, no sé si te acuerdas, las cebritas de plástico eran tus favoritas, y la plastilina, y luego los polos de Coca-Loca, que metíamos en él c... consolador.»

 

«— Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
— ¿Cómo?
-Para mi falaral. Una abreviación..., unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa

17 mar 2025

"La vida un camino". Presentación. Celebración de la Poesía (21 de marzo)

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El pasado viernes 14 de marzo tuve la satisfacción de asistir en el Centro Riojano de Madrid (C/ Serrano, 25) a la presentación de La vida un camino, libro de poemas de Francisco José Sánchez Muniz

Francisco José Sánchez Muniz, Farmacéuticos poetas
Pablo Méndez
, de la editorial Vitruvio que publica la obra, fue el introductor del acto. Habló de su relación con Francisco José Sánchez Muniz (Paco) de quien no hacía mucho su editorial había publicado el libro de relatos titulado Cuentos del espejo del agua (leer reseña de este libro aquí); resaltó su sorpresa al conocer la faceta poética de Paco y su satisfacción ante este libro de poemas, especie de antología realizada por el propio autor de la poesía escrita por él durante los últimos 50 años.

Tras Pablo Méndez tomó la palabra José Félix Olalla, quien tras señalar la coincidencia profesional con Paco, poetas y farmacéuticos ambos, procedió a reseñar lo en su opinión más destacable de La vida un camino, el poemario que se presentaba. Se fijó José Félix Olalla en los doce apartados en los que distribuye Paco los 69 poemas que componen su libro. Habló del contenido de los mismos (amor, sensualidad, amistad, mujer, mar, viaje, paternidad, la muerte que camina...), de la forma que el autor utiliza (sin atenerse siempre al canon, creando incluso un canon personal, poemas libres, heterogéneos...), y de otros muchos aspectos, interesantísimos todos ellos, que fue ilustrando con la lectura de poemas del  escritor. 

Ya por último, Paco (Francisco José Sánchez Muniz) tomó la palabra. Agradeció a todos los que allí estábamos el que hubiéramos acudido a la presentación a pesar de la invernal tarde que ese viernes marceño se nos había echado encima. Explicó que el poemario reúne versos fechados entre 1975 y 2023; que, como ya dijeran los anteriores intervinientes, él escribe casi a diario de manera un tanto febril; que le encanta hacerlo y que siempre busca mejorar en el empeño; agradeció a compañeros y amigos que nunca le pusieran mala cara cuando él les mostraba sus poemas, que lo animaran a seguir escribiendo; finalmente citó por su nombre a algunos (Juan Ramón, Agustín...) fijándose especialmente en José Félix, presentador del libro en este mismo acto, de quien textualmente apuntó que le decía: «¡Selecciona, edita, léelas en voz alta, escúchate y sin miedo, quita!»

Tras estas palabras, y correspondiendo a la petición que le efectuaran José Félix y Pablo Méndez en sus respectivas intervenciones, Paco leyó algunas de las poesías contenidas en el libro. Hizo una especie de recorrido por esos doce estadios en que distribuye sus poemas. De todos los que leyó yo destacaría los que hizo a propósito del nacimiento de cada uno de sus dos hijos (Lo más hermoso y Por segunda vez); el titulado El mar de medianoche que lleva un epígrafe que reza «A Yolanda que sueña con el mar de medianoche»; algunos en los que la naturaleza ocupa lugar preferente (He viajado [ahora charro, luego campesino], varios de los que localiza en El Portil (especialmente me ha gustado, sobre todo por el quiebro contenido en su verso final, el titulado Primer deseo, aunque ahora mismo no sé si fue de los que Paco leyó en el Círculo); del apartado "Encuentros" me impactó el titulado Tan importante, especialmente al ver que Paco lo escribió en 1975 con sólo 25 años; y me golpearon emocionalmente varios en los que el inevitable final del camino que es la vida se impone ya de hecho (A Fernando) o se anticipa y se imagina el efecto producido en quien queda con vida (He muerto).

Los asistentes al acto, colegas, amigos y compañeros de Francisco José Sánchez Muniz aplaudimos con ganas al finalizar las lecturas realizadas por Paco. Como no podía ser de otro modo al encontrarnos en la sede del Círculo Riojano en Madrid, el autor obsequió a quienes allí estábamos con un vino de Rioja que degustamos mientras esperábamos que, con amabilidad, firmase ejemplares de la obra a quien así lo deseó.

Juan Carlos Galán, Paloma Celada, Círculo riojano en Madrid
De izda a dcha: Paloma Celada, Paco y Juan Carlos Galán (yo mismo)


Estamos a pocos días de la celebración del Día mundial de la Poesía, conmemoración a la que este blog todos los años se suma con una entrada centrada en este género literario. Sirva, pues, esta crónica sobre la presentación del poemario de Sánchez Muniz como la aportación de El blog de Juan Carlos este 2025 al homenaje a la Poesía del día 21 de marzo. Y lo hago en esta ocasión con unos poemas de La vida un camino que me han gustado especialmente. El primero es el que el propio editor, Pablo Méndez, ha destacado situándolo en la contraportada del libro; el otro es el que el mismísimo Francisco José Sánchez Muniz seleccionó tras señalar la dificultad de elegir uno entre todos

Le dices


¿Le dices a la noche que me encuentro
a la vuelta de la esquina?
¿Y al día, le dirás que ya llevo
esperándote un buen rato
con la ilusión en la mano
y mirando a tu horizonte?

Es sábado, recuerda,
ponte los vaqueros que te gustan,
la blusa más bonita que tú tengas
canta cuando ya vayas llegando.

Se despertarán todas las mariposas
que aún andan dormitando
a causa de la lluvia.
Pídeme silencio


Pídeme silencio
Y no tendré alma para dártelo

Reclámame un suspiro
Y pondré tu oído cerca de mi pecho

Di que te cuente un cuento
Y abriré el libro de las mil noches

Llámame en la mañana
Y sonarán para ti mil sinfonías

Pon a una caracola mi nombre
Y edificaré la rosa de los vientos

Búscame en el horizonte
Y te traeré el sol y el arcoiris

Móntate en el columpio de la luna
Y te arroparé mirando a sus colores

Mírame despacio
Y tu cara brillará en el salón de los [espejos

Tráeme la aventura de la vida
Y compraré todos los números del [sorteo

A mí, personalmente, los poemas contenidos en La vida un camino me han gustado, me han llegado muy adentro, han conseguido emocionarme. Hace Paco una poesía con elementos sencillos, sin alambiques ni grandes artificios, echando mano de coloquialismos, sirviéndose del lenguaje cotidiano, pero logrando insuflar indudable aire poético con imágenes en ocasiones muy hermosas. El amor, la muerte, el viaje, la amistad, la naturaleza, los hijos... son temas esenciales en este poemario que emociona, que conmueve al lector por su verdad. Es una verdad revelada poéticamente que le sirve a él para mostrar y a nosotros para entrever esos cincuenta años durante los que Francisco José Sánchez Muniz ha ido componiendo los poemas que conforman esta obra, su Obra, es decir, su vida, su verdad, su camino.

Por mi parte, y a falta de una lectura mucho más reposada de este hermoso, sincero y emotivo poemario, de los 69 poemas que lo componen, destacaría como mi favorito el siguiente, quizás, no lo oculto,  porque su lectura me ha llevado a evocar a Pedro Salinas, poeta del amor:

Para que pueda volver a amar


Para que pueda volver a amar,
tendré que borrar hasta tu nombre, 
la forma de tus labios y tu boca,´
el color suave de tu pelo,
cómo te acercabas a mí
buscando mil caricias.

Para que pueda volver a amar, 
tendré que olvidar
el color del sol cuando se pone, 
el deseo de escribir
cien versos en tu espalda,
saber que no es ahora primavera.

Para que pueda volver a amar,
tendré que trepar por mis abetos, 
cerrar los ojos desde el cielo,
soñar que tu mirada
no está besando a mi sonrisa
y que ya no es tiempo de cosecha.
Día de la Poesía, 21 de marzo



Si queréis celebrar la Poesía como se merece no dejéis de leerla, de escribirla, de hacerla, de vivirla...

  ¡¡Feliz Día de la Poesía para todos!!



11 mar 2025

Colson Whitehead. "El ritmo de Harlem"

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El ritmo de Harlem por Colson Whitehead

«Harlem. Error, una vez más: una jaula para impedir que la turba de locos que consideraban aquellas calles su casa pudieran escapar al mundo de más allá. A saber qué caos no sembrarían, qué perdición, si los soltaban entre la población decente. Mejor tenerlos a todos aquí encerrados, en esta isla comprada a los indios por veintisiete pavos, según cuentan por ahí.»

Novela que denuncia la discriminación de la población de color en USA
Tras haber leído hace ya casi cinco años dos duras novelas de Colson Whitehead ('El ferrocarril subterráneo' y 'Los chicos de la Níckel') que tocaban el tema de la persecución a los negros americanos durante la época en que la esclavitud y segregación racial estaban más que vivas en el Sur de los EEUU, el autor aborda ahora una temática histórica y terrible con la que inicia una saga novelística protagonizada por Ray Carney, un americano de color, pequeño empresario de una tienda de muebles en el Harlem. Carney está casado con Elizabeth con quien tiene dos hijos, May y John. Sus suegros lo desprecian porque lo consideran un mindundi; él se esfuerza por estar a la altura, pero recibe desprecios y abusos no sólo por parte de los elementos corruptos de la sociedad neoyorquina de su barrio harlemitano (especialmente policías y mafiosos negros que lo utilizan de perista para sus robos pequeños y no tan pequeños). Ray Carney tiene una doble cara, practica lo que él denomina «dorvey», añagaza que crea ante su mujer Elizabeth y que consiste en dividir el sueño en dos etapas, una primera desde que anochece hasta la medianoche y otra posterior tras un periodo de vigilia. Este periodo es lo que denomina "dorvey" (término contracto proveniente del francés 'dormir' y 'veiller', en español sería algo así como 'duermevela').

Ray Carney se mueve entre dos fuegos siempre: los mafiosos malotes y los delincuentes menores como su primo Freddie y el compañero de éste Pepper; entre la legalidad de su tienda y la ilegalidad de su tráfico de piezas robadas; entre los pagos a los policías corruptos como el inspector Munson y los mismos pagos realizados a Miami Joe y otros jefes mafiosos; entre los engaños y chivatazos a unos y otros, y de los otros a los unos. Carney es experto en sobrevivir y moverse entre dos aguas.

Una novela que contiene mucho humor sarcástico, mucha crítica social, mucha denuncia de los abusos policiales sobre la población negra. Precisamente la muerte de un chico de color por un policía es el fondo social de la novela, un abuso que se repite con una constante que es de preocupar y que viene a demostrar que el choque entre negros y blancos estaba muy vivo en gran parte de la población estadounidense de ayer (la novela transcurre durante la década de los 60 del siglo pasado), pero también  en la de hoy como lo demuestran revueltas sociales sucedidas en ese país de manera periódica.

Me gusta la literatura que despliega Colson Whitehead en sus libros. Me agrada sobremanera el culturalismo que muestra el autor en El ritmo de Harlem. Especialmente destaca la música (el blues y el bebop, sobre todo) que nombres como los de Charles Mingus, Ornette Coleman o Lena Horne, y títulos emblemáticos de temas clásicos de estos ritmos tan caros a los afroamericanos como "Ebony", "Lonely woman" o temas de godspell como "My Heart is a Pasture" entonados en iglesias episcopalianas que tanto abundan en Harlem y que tan frecuentadas son por los habitantes del barrio. En una magnífica pirueta musical Colson Whitehead titula la novela, al menos en la edición americana, como "Harlem Shuffle", tema del año 1963 del dúo Bob & Earl que los Rolling Stone recogieron e interpretaron con enorme el año 1986. El novelista confiesa en entrevista publicada por el diario The Objective al poco de publicarse en España la novela en 2023 que tomó el título de esa canción para su novela porque representa muy bien la dualidad del personaje y en general de toda la sociedad tanto la delincuencial como la aparentemente honesta. 
«La letra es muy ligera. Como una canción de baile: te mueves a la izquierda, te mueves a la derecha. Es el ritmo de Harlem. Pero, parte de la melodía es un poco siniestra. Se oyen muchos cuernos, que dan ese toque maligno a la canción. Creo que eso está en mi libro. Hay mucho humor, pero también mucha gente que es asesinada todo el tiempo. Así que esa canción capta las dos caras de la historia»


Como en las otras dos novelas que he leído de  Colson Whitehead el asunto central es la insoportable discriminación racial que los de su raza sufren en los Estados Unidos, bien sea históricamente (El ferrocarril subterráneo) como ya en épocas más próximas a la nuestra como sucede en Los chicos de la Nickel y también en El ritmo de Harlem. La gran diferencia estriba en que en esta última el humor ocupa lugar preferente. No sólo es una novela de gánsteres y policías (novela de atracos la definen algunos), que lo es, también es una denuncia de lo difícil que la población de color lo tiene en ese barrio neoyorquino para mantenerse impoluto sin incurrir en delitos más o menos graves.  El personaje de Ray Carney es perfecto para mostrar esa dificultad, ese querer estar en el lado de los buenos pero llevándose más o menos bien con los malos. La mayoría de los personajes (La novedad es que el novelista echa mano del humor para mostrar esta dualidad. Es un humor sobre todo de dos tipos:

Blanco
«Se sentó en el sofá. A juzgar por su expresión, le sorprendía lo cómodo que era el Argent. Carney tuvo que aguantarse las ganas de cantarle las alabanzas de la espuma Airform»  (cuando el Carney comerciante debe morderse la lengua para no contar, cuando no es el momento, las excelencias de ese sofá que ansía vender) 
«Munson le reconoció a Carney que Cheap Brucie tenía a un contacto en la comisaría que velaba por él, y que Munson odiaba a ese tipo porque una vez le abrió la nevera y le birló el almuerzo» (la bobería que muestran incluso los delincuentes sanguinarios)
Lingüístico 
«Quiero que telefonees a Pepper a Donegal’s, es donde pide que le dejen los mensajes. Que le llames y le digas que tienes información sobre mí, que venga cagando leches, ipso flauto» (la incultura del gánster que habla se evidencia con este latinismo mal expresado)
«Yo estudié en la… —UCLA —añadió Carney. —Exacto. ¡La Universidad del Chaflán de Lenox Avenue! —Un viejo chiste privado.» (el acrónimo famoso vulgarizado para mofarse de esa cultura elevada). 
Es un humor que incluso sirve de aderezo a la fuerte denuncia que el autor hace de la fortísima discriminación racial que existe en su país contra la que él lucha con las armas que mejor maneja: su escritura. El humor sarcástico es evidente en comentarios como el siguiente: 
«Meter en la cárcel a un poli blanco por matar a un chico negro? —dijo—. Ahora dime que el Ratoncito Pérez existe.»


Final

(Tomado de The Objective de 08/03/2023. Colson Whitehead,
imagen de archivo, 2022. | Marilla Sicilia / Europa Press)
 
Diré para cerrar esta breve reseña que El ritmo de Harlem es -así lo declara el mismísimo Colson Whitehead- la primera entrega de una trilogía. En la ya citada entrevista del The Objective afirma que él sólo pensaba haber escrito un atraco en un momento dado, pero que según iba escribiendo se vio en la necesidad de contar tres historias situadas respectivamente en el año 1959, 1961 y 1964; estas tres historias son los tres capítulos que tiene la novela. Y del mismo modo, si esta primera entrega de la saga Ray Carney sucede en los años 60, pensó, según escribía, que el personaje daba para otras dos novelas que se situarán en los años 70 y los años 80 del siglo pasado.
«Poco a poco, iba viendo que se estaba convirtiendo en una saga. Decidí que iban a ser dos libros. Y si haces dos, también puedes hacer tres. Sólo es una regla de tres. El lector va a seguir a Ray y a la ciudad en los años 60, 70 y 80. Cada década –cada libro– es un momento muy diferente en su vida. Tiene 30 años en el primer libro y tendrá 50 en el tercero. La ciudad de Nueva York entra en un desastre financiero a mediados de los 70 y sale de él en los 80. En cierto modo, el destino de Ray está escrito en la ciudad»