Durante el verano las lecturas que realizo son más imprevisibles, menos meditadas. Quiero decir con esto que no sigo orden alguno en ellas, sino que salto de unas a otras de modo caprichoso. La ruptura de la rutina provocada por viajes, visitas de familiares, atención a hijos y nietos, etc. hace que me sea difícil seguir debidamente el orden establecido en mi lista de próximas lecturas. El descanso se impone y forma parte también de él esta anarquía. Pese a todo procuro realizar lecturas de calidad, pero que no exijan de mi parte en exceso. Este exordio es la manera que tengo de justificar la unión en este A pares de dos libros bien distintos, bien diferentes; podría decir que sólo tienen en común el fondo amarillo de las respectivas portadas que la editorial Salamandra para el que comento en segundo lugar y Anagrama para el que le precede tienen como seña empresarial.
"La nieta"
« —¿Habrías venido a mi Jugendleite si te hubieran invitado?
Le explicó que era una fiesta para despedirse de la infancia y entrar en la vida adulta para la que se asignaba una tarea; la familia, los amigos y compañeros formaban un gran círculo y se sentaban en alfombras alrededor del fuego. Era una fiesta con canciones y lemas, y, para concluir, una bofetada: despedirse de la infancia duele; en la ceremonia en la que se armaba a los caballeros también se les daba una bofetada.»
La primera novela de Bernhard Schlink que leí allá por el año 2009 fue El lector (en 2013 escribí en este blog una reseña sobre ella). Me encantó el libro. Realicé su lectura a raíz de la visualización de la magnífica película que, protagonizada por Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, etc., hizo sobre la misma el director británico Stephen Daldry. Tras este primer acercamiento a la Obra del escritor y jurista alemán varios años después cayó en mis manos Olga, novela aparecida en 2018 que leí con sumo gusto en 2021 y de la que también dejé reseña escrita en este blog.
La nieta, como casi todo lo que este buen escritor, además de juez federal en su momento, ha escrito me ha satisfecho plenamente. He comprobado que a Bernhard Schlink son los temas relativos a la convivencia entre alemanes, a las relaciones entre alemanes occidentales y orientales, al resurgir con fuerza del nacionalismo de extrema derecha, los que le preocupan y de los que habla fundamentalmente en sus libros. En La nieta vemos hecho realidad el dicho español de "los extremos se juntan". Curiosamente los jóvenes educados bajo la férrea mano del socialismo real en la extinta RDA serán fundamentalmente quienes alumbren y sostengan a los nuevos grupos de neonazis que con fuerza progresan y campan a su gusto en la Alemania unificada actual. Esta es la gran paradoja, que los nietos de los educados en el comunismo de la República democrática alemana vayan con el paso de los años a engrosar grupos neonazis alemanes de la actualidad como «el Partido Nacionaldemócrata y Alternativa para Alemania, los nacionalistas autónomos, el Movimiento Identitario, la Liga Artaman, los nacionales, sus colonias y las zonas liberadas y también sus organizaciones juveniles y de mujeres».
Personalmente he aprendido mucho leyendo esta novela. Me he enterado de cómo los movimientos de ultraderecha alemanes, como ya he dicho, deben no poco a los años de socialismo real en la extinta RDA, lo que para nada exculpa a la RFA si bien la democracia de ésta abre más los ojos y las mentes de los ciudadanos. En La nieta asistimos al encuentro entre un abuelo (más bien abuelastro) y la nieta (o sea, nietastra para él) de su fallecida mujer. ¿Por qué han estado separados? ¿Cómo lo recibe Ingrun, la nieta? ¿Qué evolución tendrá esta adolescente que ha vivido en el seno de una familia ultranacionalista al topar con la cultura abierta y libre de Occidente? Todo esto es lo que mantiene viva la atención del lector en este buen libro de Bernhard Schlink.
Como todo lo suyo está muy bien escrito. Quizás una pega le pondría a la novela: a veces me ha parecido estar leyendo un libro de texto o de autoayuda en el que prima lo políticamente correcto sobre cualquier otra cosa. Pero, también he de decirlo, tal sensación sólo la he tenido en momentos puntuales muy concretos. Al final, el novelista sabe dar un giro narrativo más que interesante al relato que me ha hecho olvidar lo anterior.
En cuanto a lo puramente formal estamos ante una novela que se está construyendo ante nuestros propios ojos. Kaspar, principal protagonista de la misma encuentra a la muerte de su esposa Birgit fragmentos de la novela que ésta llevaba escribiendo durante los últimos veinte años. Por ella se entera de que Birgit, que con la ayuda de Kaspar escapó de Berlín Oriental en 1965, dejó en la RDA una hija recién nacida. Kaspar decide ir en su búsqueda. La hija se llama Svenja, está casada con Björn y viven dentro de una comunidad rural de ideología derechista ultraconservadora. Cuando va a verlos se entera de que tienen una hija, Sigrun. Esa es la nieta protagonista de la novela. El plan que la propia Birgit había ideado para su novela es la que tiene el libro que tenemos en nuestras manos:
«Así imagino mi novela:
Primera parte: Yo
Infancia y juventud, Leo, Kaspar, el parto, los años de aprendizaje y la librería, la India, orfebre, cocinera, el camino hacia la escritura, la escritura como búsqueda.
Segunda parte: La búsqueda
La búsqueda de Paula, la conversación con ella, los viajes, seguir las pistas, las escalas.
Tercera parte: Ella »
Y como corresponde el narrador en la primera parte es el 'yo' de la propia Birgit, autora de los fragmentos novelísticos que Kaspar ha hallado a la muerte de ésta. A partir de esta lectura que conforma en esencia la Primera parte de la novela en las otras dos el narrador pasa a una tercera persona objetiva.
Si Kaspar es personaje esencial en este relato, Sigrun es sin duda alguna el centro de la novela. Asistimos a través de los ojos de su abuelo a la evolución de ella, una niña de trece años cuando la conoce, adolescente de quince cuando comienza a pasar alguna temporada con él y finalmente mujer mayor de edad que toma las riendas de su propia existencia. En este sentido, en definitiva La nieta es un bildungsroman, una novela de iniciación, de aprendizaje en el que una adolescente busca su propio camino entre las más de mil influencias (buenas, malas y regulares) con las que va topando en el mundo que está viviendo.
Subyace en La nieta una tesis, la de que la cultura (música y literatura fundamentalmente) es la llave para salir del oscurantismo ideológico. El culturalismo es la luz que, como pensaban los ilustrados del siglo dieciocho, abre las mentes y da opciones de elegir; en definitiva está en la base de la democracia auténtica. Esta es la gran tesis, si bien el propio Schlink es consciente de que el disfrute de la belleza también anida en el alma de seres crueles como en algunos ídolos nazis de Sigrun («No hay que preocuparse por nadie que vive la música de esa manera, pensó, hasta que recordó a Hans Frank y luego a Irma Grese»). O sea que Sigrun, pese sus buenas cualidades como pianista y amor por la música en general y también por la buena literatura, aún no estaba a salvo a ojos de Kaspar de la ideología que la tenía subyugada.
De sumo interés me parece la reflexión que la nieta hace a su abuelo sobre el supremacismo que ella cree ver en Kaspar:
«—Tú nos desprecias. Piensas que somos tontos, que nos equivocamos en todo, que con nosotros es imposible hablar. Te crees mejor que nosotros.
Kaspar quiso contradecirle al instante, pero ¿acaso no tenía razón?»
Hay quien afirma que en esta sensación y manifestación de la superioridad de unos sobre otros radica el vuelco -inexplicable, se dice muchas veces- producido en el voto popular en algunos países occidentales en los últimos años. Sea lo que fuere, sí que es buen asunto para reflexionar.
Finalmente diré que, como me ocurre con algunos autores (Zweig, Faulkner, Mo Yan, Chirbes, Kawabata, Berlin, Lemaitre y pocos más) esta novela de Bernhard Schlink me ha satisfecho totalmente. Volveré a él sin duda alguna en alguna otra ocasión. Sus libros son siempre excelentes lecturas.
"Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa"
«En Kioto es costumbre comer sardinas en Setsubun, cuando acaba el invierno y empieza por fin la primavera. La gente las asa el mismo tres de febrero y usa las espinas, ensartadas en ramas de acebo, para fabricar amuletos que se cuelgan en la entrada de las casas. Se supone que ahuyentan a los ogros oni y a los malos espíritus en general.»
Junto a otros, adquirí este libro en mi visita a la Feria del Libro de Madrid del pasado mes de junio. Había oído hablar de su autor, el japonés
Hisashi Kashiwai, y la amenidad de la serie protagonizada por el señor
Nagare y su hija
Kioshi que había leído en varios blogs hizo que cuando vi un ejemplar en una de las casetas de inmediato decidiese comprarlo. Quizás debería haber iniciado mi lectura de la serie en el orden debido, esto es, comenzando por el primero de la misma titulado "
Los misterios de la taberna Kamogawa". Pero no ha sucedido así y ha sido el segundo de la serie el que cayó en mis manos y he leído con agrado y a una velocidad endiablada.
En esta entrega el chef Nagare, padre de Kioshi, la encargada de la agencia de detectives que alberga la taberna Kamogawa, investigarán sobre seis platos que seis personajes desean recuperar para así poder volver a sentir la emoción que recuerdan tuvieron cuando en el pasado los ingirieron. Los datos que dan sobre los mismos son poco precisos y Kioshi les pide en la entrevista inicial que mantiene con cada uno de ellos que le transmitan las sensaciones que experimentaron cuando los tomaron, le informen de la localidad, la calle y el tiempo (estación del año, horario...) en que tuvo lugar la experiencia, etc. Casi siempre estos clientes buscan platos que por lo que sea los recuerdan con afecto. Llevan años sin robarlos y los lugares donde los consumieron han desaparecido en su mayoría. El sr. Nagare se desplazará hasta el lugar de Japón donde el cliente los consumiera en el pasado e investigará sobre el mismo.
La estructura es siempre la misma en las seis historias: el cliente busca la taberna y entra en ella; el señor Nagare le ofrece comida; tras ella expone su caso a Kioshi; Nagare y Kioshi no le cobran la comida y le dicen que ya lo hará cuando dentro de dos semanas -¡siempre son dos semanas!- vuelva al restaurante para ver la resolución de su caso gastronómico; y también siempre tras resolverlo el señor Nagare les dice a sus clientes que ingresen en la cuenta corriente cuyos datos les da la cantidad que estimen merece el asunto investigado.
Es esta novela -e imagino que toda la serie- una lectura agradable, sencilla, sin ninguna dificultad, muy apta para aquellos lectores que gusten de la comida nipona y deseen enterarse un poco más de sus ingredientes. También la lectura me parece recomendable para aquellos que vayan a visitar Japón y deseen contactar previamente con la cultura del país. Hay toques de humor que facilitan aún más si cabe esta lectura de '
cozy crime', expresión que bien podría traducirse por "misterio acogedor" o "amable". Se trataría esta tendencia literaria de un subgénero de la novela policíaca centrada en la resolución de misterios siempre de manera amable y sin las truculencias o violencias que caracterizan otras novelas de misterio. A mí, según avanzaba en la lectura de
Las deliciosas historias de la taberna Kamogawa la novela me recordaba mucho a otras de la tendencia
feelgood de la que en este blog he reseñado algunos títulos de
Mónica Gutiérrez Artero (
La librería del señor Livingstone,
El noviembre de Kate, y otras), de
David Foenkinos, de
Paul Gallico, de
Mayte Esteban, de
Hiromi Kawakami, etc.
Para finalizar sólo decir que en Japón se ha hecho serie de TV sobre estas novelas. Creo que la misma no se puede ver aún en España, pero lo digo sin haberlo comprobado debidamente.
