(Dada la puntual deriva amorosa que este mes de febrero ha tomado el blog, me ha parecido oportuno colocar este artículo que apareció publicado en el número de noviembre de 2014 de la revista emBLOGrium. Espero que os agrade)
Manos del monumento a los Amantes realizado por Juan de Ávalos |
La Historia de los Amantes de Teruel
La historia de amor de Isabel de
Segura y Diego de Marcilla, los Amantes de Teruel, se remonta al
siglo XIII. Él, era el segundo hijo varón de su familia, y por tanto, no tenía
derechos de herencia; mientras que ella, era hija única de una de las casas más
ricas de la ciudad. Bajo estas condiciones, su amor solo podía culminar si el
joven era capaz de lograr las riquezas suficientes como para aportar una dote
acorde a las demandas de la familia de Isabel. Así, el padre de Isabel le
concedió a Diego un plazo de cinco años para tal fin, y éste se unió
como soldado de fortuna a las tropas cristianas que luchaban contra la invasión
musulmana con la promesa de volver rico. Mientras, Isabel aguardaba en Teruel,
rechazando propuestas de matrimonio de muchos de los nobles de la ciudad y
aplacando los deseos de su padre de que contrajera matrimonio cuanto antes.
Pasado el
plazo dado, y sin noticias de Diego, Isabel contrajo matrimonio, sin saber que
Diego llegaría al día siguiente a la ciudad repleto de riquezas. Al saber que
su amada ya había sido desposada por otro, Diego tan sólo se atrevió a entrar
en los aposentos de los recién casados para pedirle a su amada un primer y
último beso. Ella se lo negó, dada su condición de mujer casada, y él, ante tal
desprecio, cayó muerto. Al día siguiente, en los funerales de Diego y
consciente de su desgracia, Isabel se acercó al cuerpo sin vida de su amado y,
como reza la tradición, "le dio
en muerte el beso que le había negado en vida" para,
inmediatamente, morir al lado de su amor. Conocida su historia, los restos de
los amantes fueron enterrados juntos en una de las capillas de la Iglesia
de San Pedro.
Historias de
amores desgraciados entre jóvenes que ven imposible la consumación de su unión
por causas ajenas a ellos llenan la literatura universal. La más famosa, sin
lugar a dudas, es la de Romeo y Julieta que Shakespeare situó en la ciudad
italiana de Verona. Pero antes de ella estaría la de los amores entre Abelardo
y Eloísa presentada en forma de cartas que se cruzarían estos amantes en la
ciudad de París durante la primera mitad del siglo XII; también la historia de
los amores habidos entre la gallega Inés de Castro y el príncipe Pedro de
Portugal, amores prohibidos por el padre de éste, el rey Alfonso IV; al mismo
siglo que la historia de los amores lusitanos, el XIV, pertenece el cuento
octavo de la Jornada IV del “Decamerón” de Boccaccio que narra los amores entre
Girólamo y Salvestra, y cuyo argumento es prácticamente idéntico al de los
amantes turboletas. Y todo esto sin
remontarnos al poeta clásico amoroso por antonomasia, el latino Ovidio del siglo I a. C.
La primera versión
literaria de la leyenda española es del valenciano Rey de Artieda que en 1581
escribió la obra teatral “Los Amantes”.
Está, pues, esta dramatización muy próxima al descubrimiento en 1555, en el
transcurso de unas obras que se llevaron a cabo en la iglesia turolense de San
Pedro, de los cuerpos momificados de un
hombre y una mujer, él amortajado y ella con ropa de calle, que habían sido
enterrados varios siglos antes. Si bien en seguida las gentes de Teruel
relacionan estos restos con los auténticos de los malogrados jóvenes amantes,
D. Diego Marcilla y Dª Isabel Segura, rápidamente se buscan apoyos más fiables;
así en 1619 -¡¡64 años después!!-se levanta acta notarial que asegura
que los susodichos restos lo son en efecto de esos dos mozos como lo
justificaría un “papel antiguo” no datado que contendría esta historia de amor,
pero que había caminado durante los siglos que van de la muerte real de los amantes
en 1217 hasta la fecha del acta notarial -¡nada menos que cuatro siglos!- a
través de papeles intermedios. Por esto los estudiosos de nuestra literatura,
con Emilio Cotarelo y Marcelino Menéndez Pelayo a la
cabeza, restaron credibilidad a esta secuencia escrita del “papel antiguo” y
atribuyeron la paternidad de la historia a Giovanni Boccaccio en el cuento
citado aquí antes.
La Leyenda en la literatura española
Los
ciudadanos de Teruel con su Ayuntamiento a la cabeza se han esforzado –y en el
imaginario popular, creo que lo han conseguido- en fijar la existencia de los
amantes como hecho histórico. Cuando se visita el Mausoleo de los Amantes de la
ciudad abierto al público en 2005 aparte de contemplar el conjunto escultórico realizado
por Juan de Avalos el año 1955 y la magnífica restauración de la iglesia de San
Pedro en cuyo claustro fueron encontradas y luego expuestas las momias de dos
jóvenes, el esfuerzo de la exposición se centra en sostener la veracidad
histórica de lo que luego pasaría a la literatura y a la inmortalidad
legendaria. Tras escuchar las apasionadas explicaciones de los cicerones uno,
que está de visita turística y abierto por lo tanto a todo, sale bastante ‘convencido’
de la veracidad histórica de esos huesos encontrados.
Pero el
asunto no está entre verdad o no-verdad, el verdadero asunto está en cómo un
suceso bastante común en su tiempo pudo impresionar de tal manera las mentes de
quienes lo vivieron y de los que luego a través de la transmisión oral lo escucharon,
hasta el punto de llegar incólume hasta nuestros días.
El camino
artístico no ha sido escaso y los autores que en él han intervenido siempre han
tenido un altísimo nivel. Literariamente, al ya citado Rey de Artieda, seguiría
dentro de España la obra de Tirso de Molina “Los
amantes de Teruel” (1615) que incide más en el aspecto trágico de la trama
y cambia la ubicación temporal del relato que en ésta de Tirso sucede durante
el reinado del emperador Carlos V y no como su predecesor en 1282, reinando
Alfonso X. Coetáneo de Gabriel Téllez es Juan Pérez de Montalbán que en 1635
incluyó dentro de la edición de sus “Comedias” la titulada “Comedia famosa de los Amantes de Teruel”;
como ya avisa el título, en ésta de Pérez de Montalbán el asunto se noveliza un
tanto al aparecer por medio una figura femenina, Elena, que hará cuanto le sea
posible para conseguir el afecto de Diego y su distanciamiento de Isabel.
El asunto no
volverá a tener cultivo literario hasta el Romanticismo en el siglo XIX. Será
en 1837 cuando Juan Eugenio de Hartzembusch dará a la imprenta la obra que
fijará para siempre la leyenda, “Los
Amantes de Teruel”. Fiel a la ideología romántica tradicionalista
Hartzembusch expone en este drama la idea de que el amor perfecto nunca se
logrará en la tierra por muy a punto de realizarse que se
encuentre;
esta situación de felicidad absoluta sólo podrá conseguirse en el otro mundo.
Que la obra del romántico madrileño coincidiese en la época de su publicación
con otras magníficas obras de amores imposibles de realizarse en vida (“Don Juan Tenorio” de José de Zorrilla o
“La Conjuración de Venecia” de
Martínez de la Rosa) no impidió el éxito y aplauso del público. Hartzembusch
introducirá algo más de complicación en la trama en forma de la mora Zulima que
se enamorará perdidamente de Diego y retrasará todo lo posible su regreso a la
ciudad de Teruel para reencontrase con Isabel.
Tras estas
plasmaciones teatrales, el asunto de los Amantes verá una nueva puesta en
escena en forma de ópera con libreto y música del compositor salmantino Tomás
Bretón quien para poderla llevar a los escenarios hubo de reescribirla en
italiano con el título de “Gli Amanti di
Teruel”, lo que demoró hasta 1889 su estreno en el Teatro Real de Madrid.
La “vida” de los Amantes de Teruel hoy
En un mundo globalizado
y cada vez más pequeño, los Amantes sobreviven estupendamente dentro de un
proyecto europeo de hermanamiento de ciudades con leyendas de enamorados. El
proyecto se denomina “Europa enamorada”
y nació con el hermanamiento entre Teruel (Diego e Isabel) y Verona
(Romeo y Julieta). Estas dos ciudades famosas por sus amantes son las
iniciadoras de una ruta europea por ciudades de enamorados legendarios.
Rápidamente a la iniciativa se unieron Sulmona (patria de Ovidio) y la
ciudad italiana Montecchio Maggiore en la que hay dos lomas con dos castillos:
uno es de los Capuleto y el otro de los Montesco. Según cuentan los vecinos de
esta localidad, el conde Luigi Da Porto resultó herido en la guerra en el siglo
XVI y se recuperó en su casa de Montecchio Maggiore, desde cuya ventana veía
las dos lomas con los dos castillos enfrentados. Estas vistas le habrían
sugerido un cuento, la historia de dos
enamorados pertenecientes a familias enemigas, que sería el que posteriormente
habría influido en Shakespeare a la hora de escribir Romeo y Julieta. A este
núcleo inicial de ciudades europeas enamoradas han pedido
unirse París (Abelardo y Eloísa), Coimbra (Pedro de Portugal e
Inés de Castro), y seguramente en el
futuro muchas otras localidades más.
Condición ‘sine qua non’ para unirse al Proyecto es
que la leyenda esté “viva” de alguna manera en la localidad. En Teruel desde el
año 1997 el fin de semana más cercano al 14 de febrero se pone en pie en las
calles de la ciudad la última escena de la versión de Hartzembusch de “Los
amantes de Teruel”. La fiesta comienza con la escenificación de la Boda
de Isabel de Segura y Pedro de Azagra, hecho que desencadena la trama que
continúa con la Muerte de Juan Diego de Marcilla, tras
negarle Isabel el beso que ambos tanto ansían. El momento más emotivo de la
fiesta, y el que más espectadores reúne a su alrededor, es el Funeral
de Diego, cuando una enlutada Isabel se acerca hasta el cuerpo yacente para
besar sus labios antes de caer, también ella muerta, a su lado.
Final
Si los
cuerpos que yacen en el Mausoleo de Juan de Ávalos correspondiesen
efectivamente a Diego e Isabel, dada la fecha de su fallecimiento en 1217,
resultaría que los amantes turolenses estarían en la génesis de la historia de
amor boccacciana, que sería a su vez la fuente en la que habría bebido,
directamente o a través de lo escrito por el conde Luigi da Porto, el mismísimo
William Shakespeare para su “Romeo y Julieta”. Ya sólo esto justifica el
orgullo con el que Teruel exhibe a sus dos enamorados y capitanea el proyecto
europeo de ciudades europeas enamoradas. Pero, sinceramente, a mí me da lo
mismo que esas dos momias sean realmente las que acogieron las emociones de
Diego e Isabel; para mí la historia de amor está por encima de los cuerpos que
la albergaron, ésa sí que es real y, además, inmortal. Dos preguntas:
1.- ¿Creéis que es engaño imperdonable que una leyenda literaria no tenga suficiente base histórica?
2.- ¿Conocéis alguna localidad que también represente leyendas literarias?
Interesantísima entrada y además muy instructiva.
ResponderEliminarLas leyendas, me enseñaron, están basadas en un hecho real trasmitido generación tras generación ganando en realce narrativo.
ResponderEliminarComo bien dices verdad o mentira nos es igual cuando se basa en algo tan hermoso como el amor verdadero.
Un abrazo