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27 ene 2013

Ya lo dijo Plinio

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Uno de los blogs que habitualmente sigo, El lamento de Portnoy, asegura lo que ya dijera Plinio el Joven recordando a su tío Plinio el Viejo, que “No hay libro tan malo que no tenga algo bueno”. Y es verdad, siempre hay algún valor en cualquiera de ellos.

Guardia civil, Sargento ChamorroLa reflexión anterior me ha venido a la memoria durante la lectura de La marca del meridiano de Lorenzo Silva. La novela, premio Planeta 2012, vuelve a poner en el tajo a la pareja de picoletos: el brigada Bevilacqua y la sargento Chamorro. En esta ocasión han de descubrir a los autores del asesinato de un antiguo compañero de Bevilacqua ya retirado, Rafael Robles. La novela, como es propio del género policiaco, permite a su autor navegar por los entresijos de la sociedad española en su más amplio sentido. Y digo esto porque Silva sitúa a su pareja de investigadores en Madrid, el crimen en la Rioja, la residencia del fallecido en Cataluña, y ciertas detenciones de policías malos en Cantabria. Este deambular por el Estado permite al autor, a través de la primera persona de Rubén Bevilacqua, cavilar sobre el estado de las autonomías, las relaciones entre las diversas comunidades, las dificultades de las policías para ocuparse de asuntos “transfronterizos”, la convivencia entre castellano-parlantes y catalano-parlantes, las banderas…, y así.
Lo anterior viene a demostrar, en mi humilde opinión, el carácter de novela encargada que tiene esta La marca del meridiano. Efectivamente, la vida en la España de las autonomías, y en especial en Cataluña, está marcada por un delicado equilibrio entre lo que significa la corrección para unos y otros, por una invisible línea que separa sutilmente las actuaciones de estos y aquellos. Es una situación difícil y que inevitablemente se precipitará en un sentido no deseado si, como ocurre, no nos conocemos y nos abrimos los tirios y los troyanos. La novela, bajo la metáfora del Bevilacqua que trabajó en Barcelona y ahora lo hace en Madrid; que cruzó alguna línea roja en el ejercicio de su trabajo pero supo volver al lado bueno, no como hizo el asesinado Robles; que se interesa por el hacer de los otros, en este caso los ‘mossos’; que habla catalán y castellano; que con las mujeres sabe separar el lado profesional del personal; que desde la experiencia que dan los años sabe escuchar y soportar las impertinencias de los jóvenes jefes que le van tocando…; en definitiva, bajo el enfoque de la estricta racionalidad humana, la novela presenta una posibilidad de entendimiento, una posibilidad de seguir caminando juntos en el proyecto común que por ahora es España. Esto es lo que pienso que Lorenzo Silva viene a exponer en este relato.

Y justamente todo ese catecismo que he expuesto en el párrafo anterior es el que, entiendo, perjudica al relato al convertir a Silva en un pelele, en la voz de su amo (¿de Lara?), provocando que la anécdota policiaca se pierda en ese mar de sentidos políticos actuales. Y no hay que olvidar que estos alegatos, totalmente habituales en el género, deben de caminar al paso de la historia y no provocando trompicones en la lectura con cuñas digresivas que dificulten el seguimiento de la intriga. Si además ésta en un momento dado da un giro copernicano sacando del baúl de los recuerdos a un antiguo delincuente encerrado por la pareja Robles-Bevilacqua en el ‘pleistoceno’ entonces ya la sensación de tomadura de pelo y de utilizar el texto como pretexto nos invade y desarma. Y esto es, en mi humilde sentir, lo que ha hecho Lorenzo Silva con esta novela premiada: poner la literatura al servicio de una causa, lo que aunque le ha proporcionado buenos réditos monetarios creo que no le ha hecho crecer en la estima de los lectores.

Eric Ambler¿Y cuál es entonces ese valor positivo que he podido encontrar en este libro no tan bueno? Pues sencillamente ha hecho que recuerde algunos excelentes títulos del género de la novela negra o policiaca que no caen en este despeñadero. Son obras con las que la novelita de Lorenzo Silva no resiste la comparación como El tercer hombre de Graham Greene que pese a estar situada en la Viena de la recién finalizada Segunda guerra mundial la situación política no esconde ni obnubila la fuerza del relato cargado de misterio, amor, literatura, suspense. O La máscara de Dimitrios de Eric Ambler, excelente novela de intriga policiaca en la que el espacio geográfico en que se ha roto el imperio otomano y austrohúngaro al finalizar la Primera guerra mundial justifica perfectamente la indagación del protagonista –un escritor de novelas policiacas- sobre la figura del que fuera en vida Dimitrios Makropoulos cuyo cadáver aparece flotando en las aguas del Bósforo. O sin salir del ámbito de nuestra lengua española la magnífica Las muertas de Jorge Ibargüengoitia quien, pese a tratar un asunto terrible como es el de la compra-venta de mujeres y la violencia ejercida contra ellas llegando incluso a la muerte, deja espacio para la irrupción en ocasiones del humor aunque sea crítico. En esta misma línea de Carrión, pero superándolo con creces, está también 2666 del malogrado Roberto Bolaños.

7 ene 2013

MO YAN: “Las baladas del ajo”

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Es la primera novela que he leído del premio Nobel 2012, el chino Mo Yan. De ella me ha sorprendido positivamente la poesía que desprenden algunos fragmentos y el fortísimo contraste entre esta poeticidad y la presentación cruda de una realidad vital, ciertamente desconocida su crueldad por nuestros lares. Y también me ha sorprendido, aunque en este caso negativamente, el esquematismo simplificador presente en el relato sin dejar cabo suelto alguno, recurriendo con excesiva frecuencia –pero sobre todo al final- al recurso narrativo del resumen.
Tema: Presentación de la vida cotidiana en la China profunda.
Asunto: Los campesinos de la región en que transcurre el relato han cultivado ajo en sus campos siguiendo los consejos del Comité Central que en su último plan quinquenal estimuló este cultivo bajo la promesa de comprarlo íntegramente y a un precio que convenía a los campesinos.
Con estas gratas perspectivas los habitantes del Condado Paraíso planifican su futuro y plantean matrimonios concertados como el de la joven Jijun con uno de los hijos del Cuarto Tío Fang. Sin embargo Jijun se enamora de Gao Ma quien la dejará preñada por lo que será perseguido por los Fang.
También Gao Yang, padre de una niña ciega Xinghua e hijo de terrateniente, pese a haber llevado una vida penosa por culpa de sus orígenes familiares es optimista ante la buena cosecha de ajo y los beneficios que obtendrá de su venta. Su esposa se encuentra embarazada y ambos desean que sea un niño; sí lo será, pero tiene una cierta deformidad: ha nacido con seis dedos.
Todo se trastocará cuando el gobernador del Condado Paraíso decide cerrar los centros de compra de ajo al encontrase éstos atestados de producto. Gao Ma, la Cuarta Tía y Gao Yang se verán envueltos en el tumulto que esta contingencia provoca en la innumerable reata de campesinos que al verse sin comprador protestan por la promesa incumplida. Gao Ma será de los más levantiscos y la Cuarta Tía tan sólo pedirá explicaciones de por qué en el tumulto fue atropellado su marido por un coche de la nomenclatura local cuyo conductor no quiere admitir su culpa. Gao Yang no participa para nada en los altercados habidos pero al acompañar al padre de Jinju se verá enredado en él.
La cárcel y las inhumanas condiciones de vida de los detenidos ocupan buena parte de los 20 capítulos que componen el relato. Mientras Gao Ma está en prisión Jinju llega al término de su gestación y al verse sin marido y además expulsada de casa por sus padres pondrá fin a sus días ahorcándose. La Cuarta Tía enfermará gravemente durante su detención y puesta en libertad también decidirá poner fin a su penosa existencia haciéndose colgar. Gao Ma, el rompedor de normas absurdas, decidirá escapar del campo de trabajo donde se había ganado la confianza de sus guardianes quienes no tendrán más opción que abatirle por la espalda. Sólo Gao Yang, el hijo de terratenientes y educado en la humillación constante, logrará sobrevivir.
El poeta ciego Zhang Kou recorre todo el relato con sus baladas en las que denuncia los atropellos de la clase dirigente y critica los excesos cometidos con los 93 detenidos por la revuelta del ajo. Su afán crítico le ocasionará asimismo la muerte.
Tiempo: La novela comienza con la detención de Gao Yang en su aldea. El motivo de la detención es haber participado en las revueltas de mayo de 1987. La historia avanzará hasta el año nuevo; en total, pues, el tiempo transcurrido es de unos 8 meses.
Sin embargo el novelista utiliza constantemente la técnica del flash back retrotrayéndonos a la época de la Revolución Cultural iniciada en 1966 llegando incluso, en ocasiones, hasta el año 1960. Todos los personajes realizan estas rememoraciones desde el momento presente con lo que sus acciones y comportamientos quedan perfectamente dibujados y justificados.
Lugar: La China profunda de condiciones de vida miserables y que, paradójicamente, se denomina Condado Paraíso. En este lugar los funcionarios del Partido Comunista Chino se exceden en sus prerrogativas comportándose como auténticos irresponsables señores feudales. Así se observa en el adjunto Yang y sobre todo en el jefe local del partido Wang Jiaxiu quienes abusan desde siempre de aquellos –como Gao Yang- considerados sospechosos por sus orígenes anteriores a la revolución.
Personajes: Los principales ya han sido nombrados. Como se ve es un número escaso y de caracteres muy estereotipados, si bien se percibe en ellos un cierto –aunque escaso- desarrollo caracteriológico. Así, el nombre del personaje principal Gao Yang, único capaz de sobrevivir en esa sociedad anuladora, significa “Oveja” Gao, mientras que el indómito Gao Ma significa “Caballo” Gao; finalmente la bella Fang Jinju significa “Crisantemo Dorado” Fang. El resto de personajes no se apartan un ápice de su estereotipo: Zhang Kou, el poeta denunciador de las injusticias; los hermanos Fang, machistas y tradicionalistas; adjunto Yang, arribista local siempre del lado de los poderosos; secretario Wang, jefe local del partido detentador de prerrogativas inconcebibles en la actualidad por lo que al final del relato será desposeído de su cargo lo que demostrará que el Sistema no es imperfecto pese a ciertos comportamientos desviados (juó, juó…); y algunos más sin importancia.
Quizás sea esta justificación in extremis de la bondad del Sistema lo que haya suscitado protestas en ciertos sectores ante la concesión del Nobel a Mo Yan. Véase si no el siguiente ejemplo:
-¿De verdad odias tanto el socialismo? –preguntó el policía.
-Lo que odio no es el socialismo, sino a vosotros. Para vosotros el socialismo no es más que una etiqueta, pero para mí es una formación social concreta, y no algo abstracto. Está encarnada en la posesión pública de los medios de producción y en un sistema de distribución. Desgraciadamente, también está encarnada en oficiales corruptos como vosotros. ¿Acaso no es cierto? –preguntó Gao Ma.  (pág. 411, cap. 17, I)

Estilo: Sin lugar a dudas lo que más me ha satisfecho de la novela es la libertad con que el autor:
ü  Transita de un tiempo a otro (ruptura de la linealidad discursiva):
-Venga, vamos a ver quién es capaz de beberse su propia orina -anunció Wang Tai, un estudiante de sexto curso de la escuela elemental de la aldea Gaotong, situada  en el municipio Zanja del Árbol, mientras se encontraba en los aseos. Era el verano de 1960 y Wang Tai, cuyo padre era el líder del Equipo de Producción Número 2 de Gaotong, pertenecía a una familia  de pobres campesinos. (pág. 167, cap. 7, II,)

El prisionero anciano recogió el bollo del charco de orina de Gao Yang y lo apretó con las dos manos, emitiendo un sonido burbujeante mientras la pegajosa orina se derramaba a través de sus mugrientos y nudosos dedos. Después de haberlo escurrido para que se secara, se frotó las manos en los pantalones, arrancó un pedazo y se lo introdujo en la boca.  (pág. 170, cap. 7, II)

ü  Pasa de un narrador a otro (perspectivismo):
Siguió dócilmente a Gao Ma mientras ascendía las escaleras y se colocó detrás de él en el mugriento suelo de baldosas, lanzando al final un suspiro de alivio. Los vendedores, que ahora guardaban silencio, empezaban a dormirse. Probablemente no fuera más que mi imaginación, se reconfortó. No veían nada que se saliera de lo ordinario. Pero entonces, una anciana agotada y desaliñada salió del edificio y, con los ojos llenos de odio, miró hacia Jinju, cuyo corazón se estremeció en la cavidad de su pecho. La anciana siguió avanzando, buscó  un rincón apartado, se bajó los pantalones y orinó en el suelo.  (pág. 190, cap. 8, III)

ü  Cambia de un estilo colorista y sensual a otro apagado y escatológico:
Los trinos de los pájaros anunciaron la llegada del amanecer. Las gotas de perla del rocío cuyas verdes hojas del yute que, una vez recuperada toda su energía apuntaban directamente hacia el cielo. Los tallos -de color rojo intenso  que de vez en cuando se tornaba amarillo claro- permanecían erguidos e imponentes. El sol de la mañana enviaba sus rayos rojos hacia la tierra hasta iluminar el rostro de Gao Ma. Era un rostro enjuto, aunque claro y despierto. Un brillo irrefrenable de felicidad centelleaba en sus ojos. En ese momento, supo que Jinju ya no podría apartarse de él ni siquiera un minuto. Su fuerza le atraía hacia él como si fuera un imán, hasta el punto de que los ojos de Jinju  seguían todos sus movimientos. Los recuerdos de la noche que acababan de pasar hacían que su corazón latiera con fuerza y que la sangre se precipitara sobre su rostro. Una vez más, Jinju se arrojó a sus brazos, incapaz de controlar sus emociones, mordisqueándole el cuello. Tragó con avidez su propia saliva, mezclada con la mugre salada y sudorosa de su amado. Cuando le mordió en la arteria carótida  sintió su poderoso palpitar, una sensación que la transportaba a un mundo de encantamiento y de maravillas, donde perdía el control sobre sí misma. Jinju le mordió, le chupó, acarició la piel con sus labios y, mientras lo hacía, sintió cómo sus órganos internos se abrían como si fueran flores nuevas.  (págs. 143-144, cap. 6, IV)

ü  Pasa del tradicionalismo cultural chino representado en ciertas frases proverbiales a la brutalidad provocada por la transculturación a la que China está sometida en la actualidad:
Nunca acabes un buen alimento de un solo bocado, ni cuentes una buena historia de un tirón. (pág. 410, cap. 17, I)

-¿A dónde van las chicas? ¿A la ciudad? Los chicos de la ciudad no están interesados en las chicas del campo. Es todo un dilema. Pensemos en un buey o un caballo: cuando llega el momento de levantar la cola y parir a un joven, si es una hembra todo el mundo salta de alegría; pero si es un macho, no se ven más que caras largas. Sin embargo, con las personas sucede todo lo contrario. La alegría se produce cuando nace un varón, pero el nacimiento de una mujer todo el mundo lo recibe con el gesto torcido. Y luego, cuando el chico crece y no es capaz de encontrar a una esposa, vuelven a aparecer las caras largas.  (pág. 437, cap. 18, III).

Final:  “Las baladas del ajo” fue escrita por Mo Yan el año 1989, si bien en España apareció publicada casi 20 años más tarde, en 2008. Y lo hizo en la editorial Kalias en traducción de Carlos Osses.