.header .widget { text-align:center;} .header img {margin:0 auto;}

28 abr 2024

Plegarias atendidas de Truman Capote

«Debo al bar del Pont Royal haber hecho muchas amistades incluyendo a la primera expatriada norteamericana, Miss Natalia Barney […] Miss Barney vivió en el mismo piso durante todas esas décadas, una suite con habitaciones sorprendentes que daban a un patio de la rué de l'Université. Vidrieras de colores en las ventanas y vidrieras de colores en los tragaluces, un tributo al Art Nouveau que habría conducido al pequeño Boaty a un estado delirante como de perro loco: lámparas Lauque esculpidas como ramilletes de rosas lácteas, mesas medievales abarrotadas de fotografías de amigos enmarcados en oro y carey: Apollinaire, Proust, Gide, Picasso, Cocteau, Radiguet, Colette, Sarah Bernahrdt, Stein y Toklas, Stravinsky, las reinas de España y Bélgica, Nadia Boulanger, la Garbo bien arrimadita a su vieja amigocha Mercedes D'Acosta, y Djuna Barnes, esta última una apetitosa pelirroja con labios de pimiento difícilmente reconocible como la áspera autora de El bosque de la noche (y como la heroína ermitaña en versión moderna de Patchin Place). Cualquiera que fuese su edad real, que debía de ser de ochenta o más años, Miss Barney, normalmente ataviada con viril franela gris, tenía aspecto de anacarada cincuentona. Disfrutaba conduciendo, e iba por todas partes en su Bugatti esmeralda descapotable, daba vueltas por el Bois o se iba a Versalles las tardes agradables. De vez en cuando, me pedía que fuese con ella, ya que Miss Barney disfrutaba echando sermones, y su impresión era que yo tenía aún mucho que aprender.»"

Santa Teresa de Jesús, Nuevo Periodismo, Jet-set neoyorquina

Había leído este libro hace ya muchos años; apenas si recordaba su contenido. El caso es que en algún sitio, ahora mismo no sabría decir si en un libro o en algún artículo sobre literatura leído recientemente, alguien consideraba Plegarias atendidas la mejor novela de Truman Capote. Siendo así, me dije, y dado que apenas si recuerdo nada de ella, he de volver a leerla. De este modo he vuelto a leer algo del creador del Nuevo Periodismo. 

En 1987, tres años después de su fallecimiento, se publicó la esperada novela Plegarias atendidas que Truman Capote llevaba prometiendo a su editor desde el espectacular éxito que supuso A sangre fría, aparecida en 1966. La novela deseada por todos, que se demoraba más y más, era calificada por su autor, en palabras dirigidas a su editor, como excelente. Pero Plegarias atendidas jamás vio la luz en forma de tal. Lo que sí hizo el escritor entre 1975 y 1976 fue publicar en la revista Esquire, de manera separada, los tres capítulos que conforman el libro que acabo de leer: "Monstruos perfectos", "Kate McCloud" y "La Côte Basque". Tras la aparición de estas tres separatas, en especial la titulada "La Côte Basque", el autor perdió completamente el favor de la alta sociedad neoyorquina con la que hasta ese momento se había codeado. El motivo no fue otro que la presentación clara y sin tapujos de la manera de vivir de sus integrantes: su afición al alcohol, al sexo, la  homosexualidad masculina y femenina de no pocos de sus miembros, el consumo inmoderado de drogas... Ponerles al desnudo ante los demás fue algo que no sentó nada bien al mundo del cine, del teatro, de la literatura, de la política... Integrantes de estos córculos se vieron reflejados en esta narración a veces con sus nombres auténticos y otras con denominaciones que claramente revelaban a quienes estaban tras ellas.

En mi opinión, la novela parece un ¡Hola! (la revista española del corazón), pero sin cortarse ni un pelo. A mí me ha recordado mucho a, entre nosotros, Terenci Moix y su novela "Garras de astracán". Lo mejor de estos tres relatos para mí es encontrarme directamente con mitos del mundo de la política (el entorno del presidente Kennedy, sobre todo), de la literatura (Samuel Bekett, JD Salinger, etc.), de la industria, de los negocios y sobre todo del Cine y el Teatro (Montgomery Cliff, Orson Welles, y muchos otros), asistir a sus devaneos, sus caídas en dependencias diversas, sus inseguridades...

Quería Capote -así se lo manifestó en multitud de ocasiones a Joseph M. Fox, su editor de Random House, cuando éste le reclamaba muestras de la novela que afirmaba estar escribiendo y por la que Fox le había entregado a cuenta altas sumas de dinero- emular nada menos que a Proust y su "En busca del tiempo perdido"; pero no, no alcanzó ese logro. Lo que sí hizo fue vengarse de aquellos ricachones que, quizás, lo ninguneaban y lo utilizaban como el payasete que daba color a sus fiestas, pero que como los bufones de la Corte quedaba al margen de los tremendos beneficios que ellos se repartían. Capote -su personaje P.B, Jones, auténtico alter ego suyo en la novela- ronda por los palacios, pero se queda sólo con las migajas. El verdadero Jonesy es el que de madrugada se acerca a los cines porno para poder satisfacer su deseo.

El libro que acabo de leer es uno de esos libros inconclusos que se publican tras la muerte del autor. No sabemos en este caso si Truman Capote desearía que se hubiera publicado o no de esta manera; también ignoramos si, como afirmó con reiteración a sus editores, existían otros capítulos y qué fue de ellos dado que, por mucho se ha buscado, nada se ha encontrado. Lo único evidente es la publicación que hizo en vida de estos tres capítulos en la revista Esquire en forma de separatas, pero siempre nos quedará la duda: ¿eran esos textos los que de verdad él quería que formaran su Plegarias atendidas? Sea como fuere, lo único que hoy tenemos es esto: las tres separatas de Esquire publicadas como capítulos de su anunciadísima durante casi veinte años y nunca aparecida fastuosa novela. Lo que yo he visto en ella es sólo una crónica de sociedad mordaz y sin cortapisas que, como es lógico, produjo que el escritor fuera expulsado de la misma como si de un piojoso animal se tratara.
 
En el prólogo que Joseph M. Fox escribe a la novela que su editorial Random House publicó en 1987, tres años después del fallecimiento del escritor, se incluyen fragmentos del prólogo que el propio Capote escribiera para "Música para camaleones", colección de seis cuentos cortos y seis entrevistas aparecida en 1980. Por ese prólogo sabemos que el escritor interrumpió la escritura de Plegarias atendidas en 1977, seguramente, aunque él lo niegue, por la furibunda reacción que ocasionó en la alta sociedad neoyorquina la publicación de esas tres separatas en Esquire:
«…Sí, dejé de trabajar en Plegarias atendidas en septiembre de 1977, un hecho que no tenía nada que ver con las reacciones que algunas partes del libro ya publicadas suscitaron en el público. El alto se produjo porque me encontraba con no pocos problemas: sufría una crisis creativa y personal al mismo tiempo. Como esta última no tenía ninguna relación, o muy poca relación, con la primera, sólo será necesario hacer alusión al caos creativo.»
Evidentemente, caos creativo debía de existir en Capote quien, por su desordenada vida y adicciones diversas, sentía que la facilidad para la la escritura con el nivel que él pretendía estaba en huida libre. Pero que esta falla creativa derivaba de la crisis personal sufrida por el escándalo producido por la publicación de sus relatos en Esquire está fuera de toda duda. 

Comienza el capítulo Monstruos perfectos con el escritor P.B. Jones escribiendo una especie de memorias, autobiografía o crónica en un apartamento de la Y.M.C.A. en Manhattan. Se muestra ciertamente deprimido, al borde del suicidio. Es por eso que decide hablarnos de él: su orfandad, su escapada del orfanato que estaba a orillas del río Mississippi a los 14 años, sus artimañas para poder sobrevivir casi siempre gracias al atractivo que para muchos hombres y mujeres tuvo. Pasa revista a varios de estos seres con los que se relacionó y a los que indefectiblemente él fue abandonando: La hermana Martha del orfanato, el masajista Ned que lo cogió en autostop, le enseñó el oficio y le puso en contacto con hombres y mujeres, algunos con bastante dinero como Agnes Beerbaum con quien acumuló el suficiente dinero como para sin previo aviso abandonarla. Fue así como llegó a Nueva York donde a sus 18 años se casará con Hulga, compañera de estudios en la Universidad de Columbia («Era una retrasada mental. O casi, maldita sea»). Su matrimonio dura poco pues en un arrebato navideño Jones rompe todos los adornos e insulta a su mujer de manera muy hiriente; los padres de Hulga le dieron una buena zurra y ahí acabó su aventura conyugal.

De su mujer sólo recordará lo bien que escuchaba los relatos que él escribía y que siempre quiso publicar. Para lograrlo Jones «visitará al director literario de una revista femenina que publicaba novelas de escritores de "calidad"». Gracias a ese hombre, Turner Boatwright 'Boaty', logrará publicar en la revista uno de los muchos relatos que le presentó; y no sólo eso, sino que contactará con muchas personalidades de la literatura, estrellas de cine, pintores... que visitaban su casa neoyorquina
«La verdad es que en casa de Boaty, se encontraban cantidades notables de personajes célebres. Actores tan distintos como Marta Graham y Gypsy Rose Lee, todo género de lentejuelas salpicadas con una colección de pintores (Tchelitchew, Cadmus, Rivers, Warhol, Rauschenberg), compositores (Bernstein, Copland, Britten, Barber, Blitzstein, Diamond, Menotti) y gran abundancia de escritores (Auden, Isherwood, Wescott, Mailer, Williams, Styron, Porter y, en varias ocasiones, cuando se encontraba en Nueva York, Faulkner, a veces buscando Lolitas, pero por lo general serio y cortés bajo el doble peso de una nobleza incierta y una resaca de Jack Daniel's). Y también Alice Lee Langman, considerada por Boaty la primera dama de las letras de América.»
De gigolo con la Langman logrará que Plegarias atendidas se publique, aunque los relatos que contiene reciben fuertes críticas. Como se ve la realidad, como es característico del Nuevo Periodismo y de la autoficción, se cuela en la obra creada confundiéndose con ella: La novela con la que P.B. Jones quiere triunfar es precisamente ésta que nosotros, los lectores, tenemos en las manos. A Jones, igual que a Capote, lo que le importa es ascender, avanzar y contactar con todos aquellos que puedan impulsar su pasión literaria. Lo hace como hemos visto hasta aquí saltando de cama en cama, le da igual el sexo del propietario. Lo definitivo le llegará cuando su protectora logre que la novela pase a la gran pantalla con el título «'La historia de P.B. Jones', una película de Paranoide Films en colaboración con Producciones Príapo». Es evidente el humor que exhibe el novelista en los nombres de las dos  productoras cinematográficas. Esta película y la novela en la que se basaba hizo que Denham Fouts 'Denny'«un hombre bellísimo que básicamente se ganó la vida como chapero y mantenido de lujo, con una completa nómina de amantes millonarios y hasta reales como el príncipe Pablo de Grecia.» (opinión de Sonia Aguirre Duque en la reseña que dedicó en 2013 a esta novela en su blog 'Heroínas díscolas'), contactara con P.B. Jones invitándole a ir a París. Con Denny y sus poco recomendables amistades Jonesy recorre los garitos de París, se enfanga en el consumo de drogas, el sexo duro, y comienza a temer el fracaso literario más que a ninguna otra cosa. Llega así hasta Aces Nelson, otro arribista cuyo oficio es vivir de los ricos, aunque afortunadamente Nelson es un trepa con cabeza
«Aces Nelson no tiene nada especial, salvo que es algo más mono que la mayoría. Está bien, comparativamente hablando. Va a Tánger dos o tres veces al año, siempre en el yate de alguien. El verano se lo pasa de un yate a otro, el Gaviota, el Siesta, el Christina, el Sister Anne, el Creóle, el que quieras. El resto del año está allá arriba en los Alpes, en St. Moritz o en Gstaad. O en las Antillas, Antigua, Lyford Cay. Haciendo altos en París, Nueva York, Beverly Hills, Grosse Pointe. Pero, esté donde esté, siempre está haciendo lo mismo. Ganándose el pan. Jugando desde el almuerzo hasta que se apagan las luces. Al bridge, al gin, al cutthroat, al old maid, al backgammon, resplandeciente, sonriendo con sus dientes con fundas y haciendo felices a los carcamales en sus salones de alta mar. Así es como se saca el dinero para sus viajes. El resto procede de extorsionar a tipas de diferentes edades y pasiones, culos acaudalados con maridos a quienes no les importa un rábano quién se lo haga con tal que no tengan que hacérselo ellos.»
Y gracias a él conocerá a Kate McCloud. Aces le cuenta la historia de esta mujer, que se casó con Harry McCloud de quien Kate, de soltera Mooney, tomó el apellido. Harry era un celoso de libro. La buena de Kate sólo revivió cuando quedó sola tras divorciarse y ser su marido encerrado en un sanatorio. Luego ella se casa con un millonario alemán, Axel Jaeger. Ahora, le dice Nelson, está en una extraña situación  («Está corriendo un gran peligro. Necesita protección. También necesita a un masajista que viaje con ella todo el tiempo. Alguien con educación. Presentable.»). Kate McCloud es el personaje central del segundo capítulo de estas Plegarias atendidas.

Me doy cuenta ahora de que no he dicho por qué Truman Capote titula así su novela y dentro de la misma también a la ficticia que escribe P.B. Jones. En el primer capítulo, 'Monstruos perfectos', la diva literaria Longman le dice a su protegido Jones«Santa Teresa de Avila dijo una vez: "Se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas." Quizá no sea ésa la cita exacta, pero ya lo miraremos. Lo importante es que a lo largo de tu obra, al menos tal y como yo lo veo, aparecen personas que consiguen alcanzar un objetivo desesperado, mas sólo para que les rebote en contra de ellas mismas, lo cual acentúa y acelera su desesperación.». Esta explicación del título aclara el sentido que Capote quiso transmitir con su obra. En cierta manera, era la situación personal en la que él mismo se encontraba durante los años que estuvo escribiéndola. 

Plegarias atendidas
Artículo de Marina Ortiz Cortés publicado en el diario
El Independiente (06/02/2024)
Toda la novela está escrita desde esa celda -apartamento dije al inicio- de la Y.M.C.A neoyorquina. Con frecuencia interrumpe el relato para volver al momento y lugar de escritura e introducir alguna aclaración de tipo literario: «(¡Atención, estudiantes de literatura! Aquí hay aliteración, ¿lo han notado?, es mi vicio más pequeño.)». Quizás esta ruptura de la ficción sea una muestra más del humor que la novela contiene. En algún lugar he visto que etiquetan la novela como de humor. No lo creo yo así, aunque sí es evidente que en ella hay sarcasmo hacia la jet set, crítica acerada, en especial en el tercer capítulo, responsable de su expulsión del Paraíso social que lo había adoptado.

Los dos capítulos que siguen a Monstruos perfectos, Kate McCloud y La Cöte Basque son mucho más breves que el primero. En Kate McCloud vemos a P.B. Jones enamorado de verdad de esta mujer a la que atiende personal y profesionalmente. La ayuda en su proceso por escapar de su marido Jaeger que quiere quizás matarla y quedarse definitivamente con el pequeño Heinie, de cinco años, hijo de ambos. A HeinieAxel Jaeger lo tiene secuestrado y no se lo deja ver a Kate. Pero un día ella desaparece. Jones ve sus sueños echados por tierra. Soñaba con una vida feliz, normal con ella, él, su hijo Heinie y Chucho, el perro que Kate le pidió para mitigar su soledad. 

Es en La Côte Basque donde Capote rompió con todas sus autocensuras y decidió presentar a los personajes con los nombres reales o inventados, pero muy reconocibles, de aquellos seres en los que se había inspirado. Utiliza para hacer esta crítica de la alta sociedad neoyorquina un ficticio encuentro casual entre Ina Coolbirth (imagen de la real Slim Keith) y P.B. Jones (trasunto, como ya he dicho de Truman Capote). Una tarde, en el local neoyorquino así llamado, La Côte Basque, entre botellas de un champán carísimo Ina le cuenta las intimidades de buena parte del mundo artístico y literario del momento. Destaca entre todas las historias la de Ann Hopkins, quien asesinó de un disparo de escopeta a su marido (o quizás no fue así). La tal Hopkins se inspira en el caso real de Ann Woodward

En la conversación entre Ina y Jones, a la que se suman otras que el narrador escucha procedentes de mesas vecinas, se cuelan infinidad de cotilleos sobre personajes populares: Salinger y su relación con la que más tarde sería la mujer de Chaplin («Oona tenía un novio misterioso, un chico judío con una madre en Park Avenue, Jerry Salinger. Quería ser escritor, y le escribió a Oona cartas de diez páginas mientras estuvo en el ejército, en ultramar. Eran una especie de cartas de amor, muy tiernas, tiernísimas. Lo cual es demasiada ternura. Oona solía leérmela y cuando me preguntó qué pensaba, le dije que a mí me parecía que debía de ser un chico que lloraba con mucha facilidad.»); la relación adúltera entre un rico empresario y la mujer de un político importante; la rijosidad de los Kennedy («¿Te he hablado alguna vez de cuando me asaltó [Joe Jennedy]? Me invitó a su casa cuando yo tenía dieciocho años, era amiga de su hija Kek... [...] ...el viejo degenerado se coló en mi habitación. Eran alrededor de las seis de la mañana, la hora ideal si quieres coger a alguien fuera de combate, totalmente por sorpresa, y cuando me desperté ya estaba liado en las sábanas con una mano en mi boca y la otra en todas partes.»); las infidelidades hacia su esposa Joanne (en la novela Jane) y el gusto por el alcohol de Bobby Baxter (trasunto del conocido presentador y cómico norteamericano Johnny Carson («Jane dijo: ¿y estás solo? Ya sabes lo sádico que es Bobby detrás de esa sonrisa de frambuesa, y dijo: «No, hay una persona echada aquí a mi lado. Le encantaría hablar contigo.» Y al momento surge una voz de rubia oxigenada diciendo con una risita tonta y atemorizada: «¿De verdad, de verdad que es usted Mrs. Baxter? Ji, ji. Yo pensé que Bobby estaba haciendo una gracia, ji, ji. Acabamos de oír en la radio cómo estaba nevando ahí en Nueva York, o sea, debería estar usted aquí con nosotros, estamos a treinta y cinco grados.» Defraudada Jane dijo: «Me temo que estoy demasiado enferma para viajar.» Y la voz oxigenada, agitada y afligida: «Oh, Dios mío. ¡Cuánto lo lamento! ¿Qué le ocurre, monada?» Jane dijo: «Tengo doble dosis de sífilis y la gonorrea de siempre, una cortesía de ese gran cómico, mi marido, Bobby Baxter, y si no quiere que le ocurra lo mismo, le sugiero que salga de ahí pitando.»); y otros tantos casos más.

Es natural que, con mimbres como los expuestos, los que hasta hacía muy poco fueran íntimos amigos -y de los que Capote vivía, eso no hay que olvidarlo- lo condenaran al ostracismo. Desde este instante (la aparición en Esquire de La Cöte Basque) el escritor entró en barrena. Cayó por la pendiente endiablada del exceso en todo: sexo, drogas, alcohol... Así un día de 1984, a los 59 años, Truman Capote murió según el informe forense de «enfermedad hepática complicada por flebitis e intoxicación por múltiples drogas»

Ha sido casualidad que mi relectura de Plegarias atendidas haya venido a coincidir con el estreno en TV de la serie Feud: Capote vs The Swans. La estoy viendo y me parece fiel por ahora al cuento en que se inspira. Está dirigida por Gus Van Sant, John Robin Baitz y otros, e interpretada por un elenco de alto copete: Tom Hollander, Naomi Watts, Diane Lane, Chloë Sevigny, Calista Flockhart, Demi Moore, Molly Ringwald... Me está gustando. Creo que es una miniserie muy recomendable. Os dejo el trailer


Para concluir
Plegarias atendidas es un libro que como todo en Truman Capote bebe de la propia realidad. Concretamente realiza un ejercicio periodístico sobre sí mismo y su entorno social. Aunque omite en ocasiones los nombres auténticos las más de las veces los seres reales que están bajo los ficticios son muy reconocibles con las consecuencias personales ya comentadas.

Desde lo puramente literario quisiera señalar, además de algunas pinceladas estilísticas ya expuestas como esas interrupciones en el relato para comentar aspectos metaliterarios o simplemente propios de la realidad de quien en ese momento está escribiendo, la manera que tiene de entreverar distintos discursos. En un momento de La Côte Basque, mientras que Jones escucha a la locuaz Ina Coolbirth le vienen a éste pensamientos que Capote introduce sin previo aviso. Esta manera de mezclar dos discursos distintos dentro de otro más amplio me parece un auténtico acierto. 
 
Por último he de decir que la desnudez con que Capote muestra la vida me ha recordado mucho a Charles Bukowski, a quien dediqué en su día una entrada en este blog; también el tono confesional y en primera persona de quien está escribiendo su vida me ha llevado mentalmente a  El guardián entre el centeno (The catcher in the Rye) de J. D. Salinger; y, naturalmente, la multitud de nombres de autores del momento y anteriores han hecho que la lectura de esta Plegarias atendidas me haya resultado grata, pese a momentos en los que la procacidad, obscenidad y lascivia buscadas y exhibidas a propósito me haya resultado, por excesiva, no muy agradable. Se diría que en el mundo de J.B. Jones (Truman Capote) todo haya sido alcohol, sexo y drogas, siendo todo lo demás (literatura, cine, arte...) meros caminos para conseguirlos. 

Teniendo en cuenta la dedicación profesional de P.B.Jones (chico escort en una agencia dirigida por una tal Miss Self), el ambiente nocturno neoyorquino que, cuando no logra dormirse, visita y describe es indicativo de la realidad en la que Capote, cuando no estaba en algún sarao de la jet-set, vivía y a la que pertenecía:
«De modo que decidí recorrerme la calle Cuarenta y dos oeste, que no cae muy lejos de aquí [la residencia de la Y.M.C.A. donde P. B. Jones reside y escribe estas memorias], y buscar una película en uno de esos palacios del cine abiertos toda la noche y con aroma a amoníaco. Cuando me puse en camino, eran más de la una y el itinerario de mi paseo me llevó por nueve manzanas de la Octava Avenida. Prostitutas, negros, puertorriqueños, unos cuantos blancos y, en realidad, todos los estratos sociales de gente de la calle, los lujuriosos chulos latinos (uno con un sombrero blanco de visón y una pulsera de diamantes), los cabreantes heroinómanos dando cabezadas desde los portales, los chaperos, entre los cuales los más valientes eran los gitanos, puertorriqueños y rudos montañeses fugitivos de no más de catorce o quince años ("Señor, ¡diez dólares! ¡Fólleme toda la noche!") que rondaban por las aceras como un águila ratonera sobrevolando un matadero. Y, de vez en cuando, el coche de la policía patrullando, con sus pasajeros desinteresados y sin ver nada, al haberlo visto todo hasta tener reuma en los ojos de ver el espectáculo.» 


13 comentarios:

  1. Caramba, pues no he leído esa obra de Capote. Y los nombres que invocas a su alrededor (Salinger, Bukowski) siempre han capturado mi atención. Cuántas cosas descubrimos, cada día, en el océano de los libros. Mil gracias por obligarme a recordar todo lo que gozosamente me falta por descubrir.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tu última frase me ha llevado al verso de Neruda 'es tan corto el amor, y es tan largo el olvido'. Y es que es tan abundante lo que a todos nos falta por leer y descubrir, y es tan corto el tiempo que tenemos para hacerlo (ja, ja...). Es a sí, el hombre siempre está en perpetua lucha contra el tiempo, y siempre siempre éste vence. Es así, no cabe lamentarse.
      Capote fustiga en todas direcciones y no se libra nadie, ni las estrellas de Hollywood, ni los grandes de la literatura como Salinger o Bekett. No tiene piedad con nadie.
      Un abrazo, Rubén

      Eliminar
  2. Esta novela la tenía un poco olvidada por pensar que eran relatos independientes en una época en la que los relatos me gustaban mucho menos que ahora, pero tras tu reseña y viendo que los supuestos relatos son más bien capítulos la recupero. Ese mundo que retrata y la forma de hacerlo me resulta de lo más interesante, tal vez por irreverente.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como creo recordar que tienes HBO ahora mismo están pasando la serie Feud en su segunda temporada que está dedicada precisamente al tercer capítulo de este libro. El título para esta segunda temporada es el de 'Capote vs The Swans'. Cisnes era como él mismo llamaba a esas mujeres de la alta sociedad que se deslizaban por ella con elegancia y sin prestar ninguna atención a los demás que pertenecían a otra categoría social, a otro nivel económico...
      La novela (?) es más que nada lo que tú dices, tres relatos que se pueden leer sueltos. Él mismo así lo hizo en esas publicaciones que en 1976 y 1977 hizo en Esquire y que tan mal resultado tuvo para él, en especial la última.
      Besos

      Eliminar
    2. Pues no sabes lo que te agradezco que me hayas recordado la serie porque la tenía apuntada y... olvidada. Y ya tenía necesidad de alguna porque se nos han acabado las que teníamos entre manos.
      Más besos.

      Eliminar
  3. Nunca sabremos si hubiera sido de su agrado esta recopilación en forma de novela, pero para los lectores es un lujo contar con 'Plegarias atendidas' en un solo volumen. Es muy interesante asistir a esta crónica social contada por uno de sus protagonistas y mucho más si causó resquemor pues entonces tiene mayor credibilidad. La serie tiene muy buena pinta así que te agradezco la doble recomendación y tu análisis. Un gran abrazo, Juan Carlos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Como amante que eres del buen cine, Miguel, creo que la serie televisiva será de tu agrado. Esa serie "Feud" dedicó la primera temporada (yo no la he visto, te digo) a la inquina desatada entre Bette Davis y Joan Crawford. El mismísimo Truman Capote siempre estuvo muy unido al mundo del Cine como guionista, creo recordar que de Desayunos con diamantes y alguna otra más. De ahí su gran conocimiento del submundo cinematográfico que puso al descubierto en los relatos de Plegarias atendidas.
      Un abrazo

      Eliminar
  4. No conocía este libro. Me atrae lo que cuentas. Esta crónica/crítica social que realiza el autor. Tampoco sabía de la serie, que también me anoto. Ahora, lo que me falta, es encontrar tiempo para todo...
    Besotes!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tiempo, querida Margari, es lo que nos falta a todos. No quiero ponerme tétrico, pero tras conocer ahora mismo que Paul Auster se ha ido, me invade el pesimismo. Sé que hay que vivir de espaldas a esta inexorable realidad, pero...
      Conociéndote como creo conocerte, me da que libro y serie vana a ser de tu agrado.
      Buen puente, amiga
      Un beso

      Eliminar
  5. ¡Hola!
    de Capote no he leído nada, o eso creo (los que llevamos toda una vida con libros entre ceja y ceja a veces no recordamos alguno). Ya sabes que no soy de releer, pero eso no quita para que en muchas ocasiones me lo haya planteado con esas novelas leídas hace siglos y que me gustaron mucho, pero luego sé que no las voy a volver a leer, tengo tanto nuevo e interesante por descubrir...
    He visto que la serie está en HBO así que es muy probable que me anime a verla. Ya te contaré
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola, Marian:
      La más conocida de Capote es "A sangre fría". Seguro que si no la has leído, habrás visto alguna peli o serie que la haya adaptado a la pantalla. La serie de HBO no está mal, aunque, quiz-as, en algún momento resulte algo liosa a nosotros, europeos, que estamos lejos de conocer los intríngulis de la cultura hollywoodense.
      Un beso

      Eliminar
  6. Novela mordaz, esta que nos traes, Juan Carlos. No sé si Capote fue valiente al escribir esos tres relatos o ingenuo, viendo las repercusiones.
    La idea de leer algo de este escritor siempre ha planeado sobre mí, aunque no con este título sino con otros suyos más conocidos como A sangre fría o Desayuno con diamantes. El azar, sin embargo, me llevó a leer un cuento autobiográfico ambientado en la infancia del autor que está incluido en una selección de cuentos navideños de la editorial Alba que leí hace un par de años. Guardo un grato recuerdo de él, que muestra sin duda un Truman Capote muy lejano del sumergido en ese universo de alcohol, drogas y sexo de ese Plegarias atendidas que nos traes.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Precisamente ese universo de sexo, alcohol y drogas es el que le impulsó (o impulsaría) a publicar en Esquire estos capítulos de lo que más tarde sería su novela. Vivía en un mundo de nivel altísimo y él era consciente de la pérdida de muchas de sus facultades como escritor; por esta razón apenas publicaba ya nada, daba largas a sus editores que ya estaban hartos de hacerle adelantos de una novela "fantástica" que nunca llegaba.
      Un beso, Lorena

      Eliminar

Muchas Gracias por dejar tu Comentario.