«Llegar a la rúa del Vilar no era sólo un cambio de espacio sino también y, sobre todo, de estado de ánimo. Olvido empezaba a sentirse mejor nada más pasar por debajo de los primeros soportales, de las platerías y las boticas, con sus grandes frascos en el escaparate, con sus olores penetrantes y ricos, atenta a las miradas buscadoras y simulando huir de aproximaciones y roces, ajena al siseo de las gabardinas y al crujir de la espuma de las alcantarillas. A la altura del Casino, la tarde olía a lluvia y a castañas asadas.»
La escritora gallega Cristina Sánchez-Andrade, (Santiago de Compostela, La Coruña, 5 de abril de 1968), según leo en su biografía literaria, comenzó en la narrativa, tanto en la dirigida a todos los públicos como en la enfocada especialmente a niños y jóvenes, pronto, concretamente lo hizo escribiendo relatos con los que ganó varios premios. Su primera novela suficientemente conocida es del año 1999 (Las lagartijas huelen a hierbas). A partir de esa fecha sus libros se verán reconocidos con premios variados. Entre sus novelas destaca "Las inviernas" que, publicada en 2014, quedó finalista en el Premio Herralde de novela de ese año y fue distinguida con dos PEN Award, uno para la traducción y otro para la promoción de la misma. Antes, en 2003, había ganado el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria de Guadalajara (Mexico) con su novela "Ya no pisa la tierra tu rey".Será en 2017 cuando vea la luz Alguien bajo los párpados, la novela que acabo de leer. Es una historia situada en la zona de Santiago de Compostela donde dos ancianas (Olvido y su criada Bruna) deciden iniciar un definitivo y final viaje en coche. La acción se sitúa el año, día y mes en que Álvaro Cunqueiro dejó este mundo, o sea, el 28 de febrero de 1981. Mientras viajan, ambas mujeres recuerdan, evocan y hablan sobre sus vidas en el pasado situado durante los años de la Segunda República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura franquista. Los dos momentos narrativos -el hoy del viaje y el ayer de la vida de ambas- discurren en contrapunto uno con otro a lo largo de toda la novela.
Estamos ante una historia sorprendente que situada en Galicia parece rendir homenaje a los esperpentos de Valle Inclán. Hay muchas situaciones surrealistas y dentro de este marco surreal parece que los personajes disfrutan con lo raro, lo extraño, lo casi mágico, y también con lo escatológico. Los personajes y las relaciones entre ellos, si bien al inicio parecen algo inexplicables, con el paso de las páginas van adquiriendo sentido y desvelando a los lectores aquellos puntos oscuros que durante todo el relato e intencionadamente la escritora mantiene en suspenso.
La historia y la manera de desenvolverse de los personajes me ha hecho recordar un poco algunas películas de Álex de la Iglesia como 'El día de la bestia' o 'La comunidad'. En ocasiones me parecía estar asistiendo a escenas propias del film de José Luis Cuerda "Amanece que no es poco" y también, y casi más, a momentos propios de "El bosque animado" del novelista y periodista también gallego Wenceslao Fernández Flórez.
La novela está considerada como de humor, si bien yo la incluiría en la subcategoría de humor negro. Dos ancianas que deciden liarse la manta a la cabeza y salir por ahí siempre producen risa, no es nuevo. Ya don Quijote de la Mancha, que frisaba la edad de los cincuenta años, produjo hilaridad entre sus contemporáneos cuando en pleno uso de su libertad optó por la extravagancia de ir a desfacer entuertos a esa avanzada edad. A los ancianos -más aún si cabe cuando se trata de mujeres- no se les toma en serio. Por eso que Bruna, el ama de cría de la casa de los Gondollín, vaya vestida de novia a su provecta edad no resulta llamativo para nadie, a lo más es una manifestación de la pérdida de capacidad mental atribuida a los mayores. Es verdad que las explicaciones que Olvido, viuda esposa de Benigno Gondollín, da a quienquiera que habla con ella sobre lo temprano que adquirió el carnet de conducir («Querían entrevistarme por tener el carnet femenino de conducir más antiguo de España. ¿Qué le parece? ¡Y sigo conduciendo a la perfección!») no propician que los interlocutores abandonen la convicción de que estas dos mujeres que circulan en un Volkswagen escarabajo están chifladas.
Olvido y Bruna, que parecen haber perdido el oremus, son el medio que Cristina Sánchez-Andrade utiliza para que, con las remembranzas de ambas sobre el pasado, conozcamos la historia de Galicia en esos años conflictivos de la República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura. Vemos cómo los personajes, en especial Benigno, el marido de Olvido, irán adaptándose a las circunstancias. Don Benigno es hijo de doña Pelagia y hermano de Conchita y Cristino. Es de toda la familia el más cuerdo y el que, cuando llega la Guerra Civil y tras ella la victoria franquista, deberá reposicionarse ideológicamente, transitando del galleguismo estatutario que defendía durante los años de la República al falangismo que desde hacía tiempo lo tenía entre ojo y ojo. Esta aparente cordura, si bien carente del todo de sentido ético, cede unos cuantos grados si consideramos el aprecio desorbitado que siente por la gata Larpeira. Benigno tiene 25 años más que Olvido, que contaba sólo con 19 cuando se casaron. La llegada de Olvido a la casa familiar de Santiago de Compostela no es muy bien vista por Pelagia, Conchita y Cristino. Cada uno de ellos esconde un secreto, algo muy oculto que el lector deberá de ir descubriendo según va pasando las páginas. El más chocante es el caso de Cristino, hermano menor de Benigno y de Conchita que, aficionado a las muñecas y a pintarse las uñas, cada cierto tiempo deberá de visitar París.
«Decía que tenía que regresar: Fíjate tú qué bobo, mamá —y en ese momento se golpeaba la frente dos veces con la palma haciendo que el moco verde saliera y volviera a entrar—; porque se había olvidado del paraguas y del cepillo de dientes en París.»
En la cita anterior se observa de manera magnífica una de las características presentes en Alguien bajo los párpados: el buen estilo literario de Cristina Sánchez-Andrade. Es una perfecta muestra de la imbricación de distintos estilos narrativos de los que se sirve la autora en la novela. Un estilo, el de la novelista gallega, en el que hay mucha presencia de la naturaleza gallega, tanto urbana como propia de la fraga. Son frecuentes las ocasiones en que la fraga (el casi impenetrable bosque atlántico) aparece. Se diría que Sánchez-Andrade evoca con cierta nostalgia una seña identitaria gallega hoy prácticamente desaparecida. Eran precisamente estos bosques gallegos los que dieron lugar a diversas leyendas propias de estas tierras, entre ellas y fundamentalmente, el de las meigas (brujas) y los meigallos (hechizos o embrujamientos). Es aquí, en este contexto fragoso, que acontece la acción de Serafina, la costurera que iba al pazo a departir con Bruna y ayudar a la confección de vestidos. Su función en el relato es el de servir de comunicadora respecto a los acontecimientos que suceden en la ciudad desde que la familia, con la guerra civil ya iniciada, decidió abandonarla. Su relación con lo mágico y oculto es también importante, así como la sororidad más que afectuosa que muestra con Conchita.
Hay mucho de magia en este relato, casi yo diría de realismo mágico. La propia historia, los personajes, muy peculiares cada uno de ellos, la niña Candela que sólo mamará de Bruna y no de su madre, el ambiente telúrico y fantástico que rodea las acciones de los personajes, la suciedad de los mismos, especialmente de Serafina y también de Bruna
En Bruna la suciedad y casi yo diría que el gusto en rebozarse en la misma mierda constituye una de sus señas de identidad:«La Larpeira, que dormitaba en una esquina, al verla se erizó, soltó un bufido y salió a toda velocidad por la puerta con el rabo enhiesto. Serafina soltó una risotada y, mientras esperaba, comenzó a airearse las faldas, propagando por la estancia un hedor concentrado, como de sardinas enlatadas.»
«Mierda. Mierda de Bruna trepando la pared, por el váter, por el suelo. Mierda de Bruna por la cara y los brazos de Bruna, por la ropa, por el papel higiénico que sostenía mientras se afanaba en limpiar el inodoro de rodillas. El ventanuco que daba al exterior también tenía pegotes de mierda, ¿cómo habría llegado hasta ahí? Doña Olvido se llevó la mano a la nariz y ahogó un grito.»
En todo el relato parece existir una cierta tendencia por lo escatológico, referido fundamentalmente a la suciedad corporal. Estas referencias a la suciedad en Bruna recalan a veces en lo humorístico como cuando preguntada por Olvido sobre cuánto tiempo hace que no se lava, Bruna le responde que 42. ¿Días?, inquiere Olvido. Años, concluye la criada.
Hay en todo lo anteriormente referido una clara inclinación hacia la exageración, hacia lo hiperbólico, en definitiva, hacia lo esperpéntico. Lo fantástico junto a lo hiperbólico son características propias de lo gallego. En la novela se cita a Álvaro Cunqueiro y se sitúa la acción precisamente el día de su muerte. Es Álvaro Cunqueiro, autor que cultivó con excelencia la literatura fantástica. Muchos autores gallegos han transitado por esa senda de la fantasía, de la exageración, especialmente Valle Inclán, el creador del esperpento. Pero desde él hasta Cristina Sánchez-Andrade muchos otros nombres cultivaron en mayor o menor medida esta tendencia: Eduardo Blanco Amor, Torrente Ballester.., y más próximos a la autora de Alguien bajo los párpados yo incluiría a Laura Gallego o a Ledicia Costas.
Dentro de la galleguidad o del galleguismo que emana de este relato no se puede dejar de citar la pulsión sexual, esa fuerza a veces incontrolable que trasciende lo puramente humano de manera irracional. En los esperpentos y en el teatro mítico de Valle Inclán el sexo era importante y en esta «novela chiflada con toques macabros mezcla de esperpento y road movie senil», tal y como se la define en el prólogo de la historia, el mismo está latente y/o presente por doquier. Se percibe con claridad en las relaciones de Bruna con el afilador (otro arquetipo gallego) o con el carnicero, en el miedo que la propia Olvido le tuvo desde que de niña lo percibió en dos de sus tías, en los acercamientos de ella a su amigo médico don Ángelo de la Pena a raíz del tratamiento que éste le prescribió para que pudiera dar de mamar a su hija Candela, en la persecución a las criadas del 'niño' Cristino...
También aparece con claridad el poder de la iglesia en las zonas rurales de Galicia durante los años posteriores a la Guerra Civil. Así se observa en la comida que Benigno da en el pazo a las fuerzas vivas entre las que se encuentra naturalmente el párroco de Sobrado, localidad próxima, y el arzobispo de Santiago. Si ya la misma cena ofrecida por los Gondellín a falangistas y eclesiásticos es de por sí esperpéntica, no lo son menos las monjas morfinómanas del convento que atiende don Ángelo, unas monjas más almodovarianas que otra cosa.
Por último me gustaría cerrar esta reseña con algunos fragmentos de Alguien bajo los párpados que sirvan de muestra de la manera que Cristina Sánchez-Andrade tiene de escribir:
- «Le odiaba por su tibieza y su debilidad. Por la falta de compromiso consigo mismo y con sus compañeros de partido. Por la cobardía. Por el miedo que le había empujado a abandonar sus ideales (sí, a ella siempre le habían gustado las ideas de su marido) y a decir que nunca había estado metido en política. Por el miedo que le había llevado a sentar a su mesa a la Iglesia y a dos falangistas y a reír la mojigatería con ellos. Su marido era peor que ellos, ¡sí! Porque ellos al menos tenían ideales...» (Olvido sobre su marido Benigno)
- «La madre de Bruna siguió limpiando el pescado. Introducía la uña en las agallas de la faneca, arrancaba la cabeza de cuajo y la lanzaba al suelo. De vez en cuando removía un poco el trasero, se sorbía groseramente los mocos, lanzaba un escupitajo al montón de vísceras y se limpiaba la boca con la manga.» (gusto por lo escatológico)
- «—Y su amiga Pura..., ¿dice que la palmó? No lo sabía.
—La palmó. Estuvo en el asilo hasta convertirse en cadáver. María Jesús, ¿te acuerdas?, la que venía a merendar los jueves y siempre traía los polvorones mohosos que le habían sobrado de la Navidad, se ha quedado prácticamente ciega. Remedios no puede andar. Cuca, ¿te acuerdas de Cuca?, la pobre está chocha. Pepita de los Santos ni siquiera me reconoció cuando la llamé el otro día por teléfono, ¿Olvido?, ¿qué Olvido? Más nos vale que sigamos adelante con nuestro plan, Bruna.» (un plan para evitar las sevicias propias del envejecimiento).
Una novela diferente, fresca, novedosa, de una autora que no conocía y que de ahora en adelante tendré muy en cuenta.
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