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20 oct 2024

Precioso veneno. Mary Webb

«Era todo un espectáculo. Como toda la granja estaba rodeada de campos sembrados con cereales, parecía un montón de oro entre los oscuros bosques y prados de alrededor. Y los colores brillantes de los vestidos de las mujeres, los blusones color crema y las camisas de colores de los hombres, los caballos relucientes y los bueyes de colores intensos, los pajares amarillos con sombras azules, las imponentes cargas amarillas en las carretas, formaban una imagen que pocas veces puede verse en esta vida, al menos en aquellos tiempos.»

Precioso veneno, Mary Webb, autoras olvidadas

He leído Precioso veneno de Mary Webb por recomendación de algunos magníficos blogs que sigo desde hace mucho tiempo. Concretamente tres han sido las páginas webs que me decidieron a leer esta novela: Cuéntame una historia de Rosa Berros, que fue quien la reseñó en primer lugar; tras ella el tándem que forman Marian del blog Marian lee más libros y Mariana del blog Los libros de Mava, quienes subyugadas por lo que leyeron en la reseña que Rosa le dedicó confiesan en sus respectivas críticas que no pudieron contener su deseo y se precipitaron en la hermosura de este Precioso veneno

Desde aquí, queridas amigas, Rosa, Marian y Mariana, muchas, muchas, muchísimas gracias por vuestro contrastado juicio y  fino olfato literario. Gracias a vosotras, además de disfrutar leyendo, he conocido un sinfín de aspectos relativos a la autora que han enriquecido más aún si cabe la propia lectura de esta delicada y magnífica novela.


La autora 
Mi amiga Marian  dice en su blog sobre Mary Webb lo siguiente: 
«Mary Gladys Webb (1881-1927) fue una novelista y poeta inglesa. Aprendió a leer con su padre y siguió luego en el colegio. A los veinte años empezó a tener síntomas de una enfermedad que le provocó tener ojos saltones y bocio. Se casó en 1912 con un maestro que al principio la apoyó en sus ambiciones literarias. Su falta de salud y belleza la atormentó durante toda su vida.»
 A esta oportuna información cabe añadir lo que Jan Arimany. editor de Trotalibros Editorial responsable de la edición aparecida en 2023 de la novela que he tenido en mis manos, dice sobre la escritora:
«cuando empecé a investigar sobre Mary Meredith, descubrí lo mucho que tiene de autobiográfico "Precioso veneno". Como Prue, Mary era una niña sensible, solitaria y soñadora que creció en la región de Shropshire, su querido hogar y refugio. [...] El fracaso literario se sumó al fracaso matrimonial, y este al sufrimiento y la soledad a la que la condenó la enfermedad autoinmune de Graves-Basedow que padecía y cuyos síntomas incluyen ojos hinchados, insomnio, nerviosismo y temblores.»

La novela
Precioso veneno (Precious Bane) apareció en 1924 en Inglaterra siendo traducido por Pedro Ibarzábal, Editorial Sudamericana, en 1944, con el título Ponzoña Mortal. Desde ese momento la novela cayó en el olvido hasta que Trotalibros con traducción de Carmen Francí la sacó en febrero de 2023. Curiosamente Editorial Libros de Seda, con traducción de Ricardo García Herrero y el título de Perdición la ha publicado este 2024, cuando se cumple un siglo de su aparición primera. Del resto de la Obra de Mary Webb sólo se han vertido al español tres títulos más, todos ellos durante la década de los cuarenta del siglo pasado. Precisamente fue en esa década, concretamente en 1947 cuando falleció Stanley Baldwin, el principal valedor de la novelista,  quien en 1928 había prologado una edición que se hizo de Precious Bane en homenaje y recuerdo de la novelista desaparecida seis meses antes. Gracias a las palabras que dedicó a esta novela en dicho prólogo el por entonces primer ministro británico, Mary Webb no quedó relegada al olvido como tantas y tantos novelistas que «no tuvieron la suerte de llamar la atención de un primer ministro»., dice Jan Arimany en la Nota del editor que aparece al final del libro.  


Sinopsis (tomada de la página de la propia editorial)
En los tiempos de las guerras napoleónicas, la joven Prudence Sarn, rechazada por sus supersticiosos vecinos debido a su labio leporino, halla refugio en la cautivadora naturaleza de Shropshire. En la soledad de la campiña, las lagunas y los bosques de la región, la consume el anhelo de ser amada, pero su maldición hace imposible cualquier esperanza. Solo puede confiar en su hermano, Gideon, cuya avaricia provoca la ira del temible brujo Beguildy y desata terribles consecuencias.

Prudence Sarn (Prue) tiene 15 años al inicio de la historia. Estamos en 1811. Inglaterra está como de costumbre en plena rivalidad con Francia. En este contexto la novela se centra en la vida campesina de unas cuantas familias de las tierras de Sarn en el condado de Shropshire, las cuales viven con muchos trabajos de los productos que cultivan. Prue Sarn, que es quien cuenta la historia, se centra en lo acontecido dentro de su propia familia: la muerte inopinada del padre a consecuencia de la ira desatada contra Gideon, hermano de Prue, al haber sido engañado por éste cuando le dijo que había ido a misa siendo mentira; cómo Gideon, llevado del sentimiento de culpa, se convierte en comedor de los pecados del padre adoptando el tradicional y legendario papel de 'comedor de pecados' del fallecido a fin de que su espíritu no vague sin encontrar el descanso eterno; la avaricia y el deseo de hacerse rico que Gideon experimenta al convertirse en heredero de las posesiones paternas; la terrible maldición que cayó sobre Prudence antes de ella nacer al haberse cruzado una liebre por delante de la madre durante el embarazo; los enamoramientos entre los jóvenes...
«Y mientras escuchaba el sonido adormecido de los gritos de las cornejas y el aleteo que hacían cuando se posaban, pensé que este era un mundo muy raro, en el que enterrabas a tu padre por la noche y al amanecer te ponías a pensar en desayunos, casas y oro; en el que tenías que cargar con una maldición toda la vida porque una pobre liebre había mirado a tu madre antes de que nacieras; en el que un hijo, al comer el pan y beber el vino que había hecho su madre, cargaba sobre su pobre alma con todos los pecados de su padre.»
Fundamental en el relato es, como digo, el amor, los enamoramientos entre jóvenes. Así vemos cómo Gideon lo hace de Jancis, hija del brujo Beguildy quien dice que sabe curar enfermedades a base de conjuros y encantamientos, amén de poder comunicarse con los espíritus; por su parte Prue, que se cree condenada a no conocerlo por la maldición reflejada en su labio leporino, que a ojos de la comunidad de Sarn la hace ser tenida  por bruja, sabrá o al menos intuirá lo que es cuando en una fiesta -la fiesta del hilado- aparezca el tejedor Kester Woodseaves, hombre del que están prendadas todas las mujeres: la atrevida Felena, esposa del pastor; las mujeres del sacristán y del molinero; Polly, hija del molinero, y Tivvy, hija del sacristán; Moll y Sukey, hijas del boyero... No cabe decir más al respecto pues se destruiría uno de los atractivos de esta novela. Hay que leerla y disfrutarla. 

Y digo disfrutarla porque aparte del desarrollo de los amores de unos y de otros la manera como Mary Webb  presenta esta historia es magnífica. En primer lugar es un canto a la naturaleza, a la vida en el campo, a los trabajos que allí se desarrollan, a las leyendas que acompañan la vida en esas zonas brumosas y pantanosas en torno a la laguna de Sarn, a la condición femenina en ese siglo XIX y en esa época (las guerras napoleónicas) que la autora evoca con nostalgia por ver que es una época ya desaparecida, superada por la vida moderna del siglo XX que se la ha llevado por delante. Y todo esto envuelto en un lenguaje literario pertinente que no llega a abrumar con su preciosismo aunque a veces linda con ello. Pero la escritora sabe dosificarlo y logra transmitirnos el inmenso amor que por la naturaleza y todo lo que ésta encierra ella siente. Las descripciones de los paisajes habitados por aves, plantas, leyendas, el folklore, la superstición, la magia... y, claro, los seres humanos, llegan muy adentro del lector.
«Miraras adonde miraras, todo era de oro, excepto hacia Sarn, donde empezaban los bosques y la gran extensión de agua gris que brillaba y se estremecía bajo el sol. Ni los bosques ni el agua tenían un aspecto sombrío en aquel buen tiempo primaveral, cuando las hojas brotaban y las copas de los abedules tenían el color del trigo. Sólo nuestro robledal tenía siempre aire de otoño, ya que las hojas jóvenes eran muy marrones. Así que nuestro mayo siempre tenía un soplo de octubre. Pero era agradable sentarse en los prados y mirar hacia las colinas lejanas. Los alerces alzaban su verde intenso, y el oro de las prímulas parecía meterse en el corazón, e incluso la laguna de Sarn no era más que una neblina azul junto a la neblina amarilla de las copas de los abedules. Y había tal quietud en el lugar que si pasaba una abeja silvestre, por no decir un abejorro, te sobresaltaba como si fuera un grito.»
Consigue Mary Webb lo que pocas veces se logra, que una historia particular y lejana en el tiempo se convierta en reflejo, por persistencia o ausencia, del propio momento en que la misma se está escribiendo. Así en esas mujeres oprimidas, coartadas en su libertad y destinadas única y exclusivamente al matrimonio, subyace la reivindicación por la liberación de aquellas que en este momento tienen o tenían el libro en sus manos. En este sentido tiene mucha razón el juicio del editor Jan Arimany sobre el abundante autobiografismo contenido en este relato. Podría decirse sin temor a exagerar que la novela es una reivindicación de corte feminista. Así vemos cómo en los dos grupos -hombres y mujeres- la escritora se decanta claramente por el suyo, el de las mujeres. Todas ellas, incluso la procaz Felena, tienen elementos positivos. Por contra el grupo de los hombres, excepción hecha del muy agraciado Kester Woodseaves, peca de múltiples defectos: envidia, violencia, avaricia desmedida, maltrato a las mujeres, consumo de alcohol desmedido, brujería, odio... Poco salva de ellos, quizás un atisbo de amor en el frío y avariento Gideón hacia Prue y en otro sentido hacia Jancis; sin embargo yo pienso que esta parte positiva del hermano es más un deseo por parte de la propia narradora que otra cosa.

Por último quisiera destacar la mostración que hace Mary Webb del arte de escribir en alguna que otra reflexión metaliteraria que, oculta tras la narradora en primera persona que es Prudence, realiza:
  • «pero no quiero adelantar ahora lo que todavía no toca contar.»
  • «"Él", digo, como si el lector tuviera que saber, como yo supe en aquel momento, quién era.»

Como se ve el momento de escritura no coincide con el del relato. Prue escribe alejada de estos recuerdos, igual que Mary Webb lo hace evocando el siglo anterior al suyo. Una Mary Webb que, por su manera de contar y sus reivindicaciones o presentación de las problemáticas femeninas, ha sido comparada con Emily Brönte o Thomas Hardy. 

«El tiempo está en calma, como si fuera una tarde tranquila cuando los campos están nevados, el cielo adquiere un tono verdoso y las ovejas balan. Estoy sentada junto al fuego con una Biblia al alcance de la mano, soy una mujer mayor y cansada que tiene que cumplir una tarea antes de dar las buenas noches a este mundo.» (Prue en el capítulo La laguna de Sarn del Libro Primero)

A mí, al igual que a Rosa del blog Cuéntame una historia, Precioso veneno me ha recordado bastante a "Ritos funerarios" de Hannah Kent. Pero también según avanzaba en la lectura resonaba en mi cabeza "Harriet" de Elizabeth Jenkins, si bien el tono que imprime en su novela Mary Webb es menos gótico y terrible que el existente en estos dos títulos. También por las referencias religiosas e insistencia en la propia contingencia del ser humano varias veces me venía a la mente El gran teatro del mundo de nuestro Calderón de la Barca:

«Somos los títeres del Creador. Él nos saca de la caja cuando quiere y dice: «¡Ahora bailad!». O ahora nos toca inclinarnos, agitar una mano y caer desfallecidos. Y luego Él nos mete en la caja y se termina el juego. Puede ser una representación cómica, navideña o una tragedia, según a Él le plazca. La obra la hace Él.»

Y ya, aunque sin semejanzas en el asunto, hay momentos, mejor  casi sería decir frases, en este libro que me han evocado a autores que nada tienen que ver con esta escritora y poeta inglesa, ¡así de universal es la creación literaria! En la lectura del Prefacio que firma la propia Mary Webb me parecía estar leyendo al mismísimo Francisco de Quevedo («Somos el pasado del mañana. En este mismo momento nos vamos borrando como las imágenes pintadas en las esferas móviles de los relojes antiguos: un barco, una cabaña, el sol y la luna, un ramillete de flores. La esfera gira, el barco asciende y se hunde, el sol pintado de amarillo se pone, y nosotros, que éramos lo nuevo, vamos adquiriendo un carácter mágico.»). También el poema de Juan Ramón 'El viaje definitivo' venía una y otra vez a mí cuando leía lo que escribe en el momento de la muerte del padre (ya citado en esta reseña) o en otro triste instante cuando la narradora reflexiona sobre su desgracia y la del propio Jesucristo crucificado:

«El sol dorado lo envolvía todo, como la miel envuelve a las abejas en los panales, y el aire azul, el agua marrón, el prado verde eran tan hermosos que o podía creer que fuera a derramarse sangre en un día así. A veces me pregunto si hacía buen tiempo y estaba despejado en el Gólgota cuando María miró la cruz, y si cantaba algún pajarillo y las abejas se afanaban en el trébol. ¡Desde luego! Creo que hacía un tiempo claro y luminoso. Para que no faltara amargura en aquel cáliz, ya que, sin duda, hay pocas cosas más amargas que contemplar la crueldad del hombre en una mañana hermosa.»


En conclusión
Una novela que mezcla naturaleza, leyendas, realidad, folklore, ruralismo, destino de la mujer en el siglo XIX... Una novela que aunque evita caer en un maniqueísmo absoluto: buenos muy buenos, y malos muy malos, sin embargo no lo logra de manera absoluta al presentar en posición preeminente a las mujeres frente a los hombres, y salvar de entre éstos sólo a uno, una joyita de ser humano, más un ideal que una realidad, me parece.

autoras inglesas del primer tercio del siglo XX
https://booknode.com/auteur/mary-webb
A mí Precioso veneno me ha gustado a pesar de que reconozco que no es la mejor novela de todos los tiempos (¡eso es difícil y les ocurre a casi todas!). Tiene fuerza, ingenuidad pretendidamente buscada, muestra un gran amor por la literatura, y sobre todo por la naturaleza y todo lo que esta encierra: aves, plantas, leyendas, folklore (canciones populares, juegos infantiles...). También, claro, ese gran amor alcanza a los seres humanos que la habitan, la transforman y que conviven con la infinidad de creaciones fantásticas y relatos mágicos que desde la noche de los tiempos los vienen acompañando. En su estilo y proceder literario enlaza con los cuentos mágicos y maravillosos de los Hermanos Grimm

Nos encontramos, como en esos cuentos, con una lectura de índole moral, que persigue una clara enseñanza que es la siguiente: poner los bienes, el dinero, por encima de todo es un mal negocio, no genera más que desgracias; la vida es mucho más que bienes materiales. Se apoya este mensaje en argumentos que los distintos personajes, tanto en el ámbito de la religión cristiana como en el de la superstición y la magia, dan para una cosa y su contraria. Pero la principal evidencia de que vivir por y para el dinero es nocivo la toma la narradora de El paraíso perdido de John Milton donde se lee, según la traductora dice en una nota al final, lo siguiente: «Nadie debe admirarse de ver tantas riquezas encerradas en el fondo del infierno, pues, precisamente, su suelo es el más a propósito para tan precioso veneno»

Muchas más cosas de índole exclusivamente literaria se podrían decir de esta magnífica novela que encierra una gran modernidad en muchos aspectos: esa casi desaparición de la figura del narrador que pese a serlo en primera persona siempre se asegura de dar verosimilitud a todo lo que narra («Más tarde Jancis nos contó [...]», «Lo sé porque Tim, el del molinero, estaba en el bosque en ese momento y vino corriendo a contármelo, asustado»), y también en que como narradora procura que los juicios que da sobre otros personajes no caigan en lo subjetivo sino que sean opiniones compartidas; luego está el colorismo presente en esas enumeraciones de elementos naturales [un ejemplo claro puede verse en la cita que abre esta reseña]; y también, claro, la plasticidad y sensualidad que logra a través de hermosos símiles, personificaciones, el gusto tan asentado que tiene por las sinestesias...; etc., etc.
«Pero no te gustará cosechar el precioso veneno del que habla el libro que me prestó el vicario. No querrás que crezca lo que crece en el infierno, hermano.»
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Nota:
Precioso veneno de Mary Webb viene a engrosar la lista de clásicos leídos por mí dentro del Reto "Nos gustan los clásicos"

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