.header .widget { text-align:center;} .header img {margin:0 auto;}

20 sept 2024

¿Fue él? de Stefan Zweig

«Jamás, antes de conocer a Limpley, habíamos visto nosotros, gente mayor, que virtudes tan justas como la bondad, la cordialidad, la franqueza y la afectuosidad, por culpa de un estridente exceso, pudieran llevarle a uno a la desesperación.»



perros en la literatura, mascotas y humanos
En su brevedad esta novela corta, más bien un cuento, que Stefan Zweig publicó en 1935 es un claro aviso de lo que el mundo de las mascotas puede llegar a provocar en los seres humanos. En ¿Fue él? nos encontramos con una buena persona, John Charleston Limpley Stoke, casado con Ellen, una hermosa mujer de 28 ó 29 años a la que sin él darse mucha cuenta hace bastante infeliz debido, paradójicamente, al afecto desmedido que él siente por ella; también sus vecinos, Betsy que es quien cuenta la historia y su marido, ambos 25 años mayores que Limpley comienzan a sentir una cierta inquina hacia él por culpa del optimismo y bondad desmesurados que hacia ellos muestra John Charleston.

La pareja de mayores tienen entre ellos sus más y sus menos acerca de la felicidad o no de la joven pareja: «Es un hombre sumamente bueno y ella puede ser feliz con él», sostiene el marido, a lo que Betsy, más perspicaz que él replica diciendo: «¿Es que no ves que él, fanfarroneando de felicidad y con su mortal vitalidad hace sumamente infeliz a esa pobre mujer?». A estas consideraciones viene a sumarse el hecho de no tener hijos los Limpley tras más de siete años de intentarlo infructuosamente. Quizás, piensa Betsy, ahí radicara el estado de indiferencia y cierto abatimiento que creía percibir en su vecina a la que ha tomado verdadero cariño. Por eso cuando una amiga que fue a verla le regaló un bulldog recién nacido pensó que «aquel encantador animal podía ser un compañero de juegos perfecto para la señora Limpley». Pero, contrariamente a lo esperado y deseado por ella, fue el propio Limpley y no Ellen quien volcó todo su inagotable entusiasmo y cariño en el pequeño animal. 

En el exagerado comportamiento que hacia la mascota muestra John Charleston he visto reflejado el mundo actual. En 1935, por lo que Stefan Zweig refleja en ¿Fue él? existía ya en Inglaterra (la acción transcurre muy cerca de Bristol, en la zona del canal de Cardiff)  toda una poderosa industria en torno a las mascotas: «correa, cestitos, bozal, escudillas, juguetes, pelotas y huesitos», le compra Limpley; las visitas que hace al veterinario por cualquier nimiedad son más que frecuentes; le da los mejores productos de alimentación canina aparecidos en el mercado; e incluso llegó a sopesar la posibilidad de comunicarse con el animal estudiando el lenguaje perruno. Desmesura, exageración...
Al tiempo, el perrito se va haciendo dueño de la casa del joven matrimonio en especial del sofá que tienen en el salón donde Ponto, que así llaman al bulldog, holgazanea y utiliza para dormir sustituyendo al cesto que le habían comprado para ello. 

Todo va a cambiar cuando la señora Limpley note que está embarazada, que tras nueve años de matrimonio y perdida ya toda esperanza, iba a tener un hijo. ¿Qué opinará su marido que vive feliz en compañía de Ponto? ¿Y Ponto? ¡Ah!, ¿pero acaso los perros piensan? El bebé que Ellen lleva en su seno y que nacerá a su debido tiempo desplazará a Ponto de los afectos del marido. Pero... Nada más se puede decir de esta breve novela que se va a convertir en una especie de thriller a partir de este momento. Stefan Zweig con la maestría que es habitual en él tensionará el relato y nos hará dudar sobre los sucedidos que acaezcan. El mundo de los humanos y de los perros se cruzan, se alejan, se bifurcan, se acercan... ¿Tratar a las mascotas como si fueran seres humanos, hablar con ellos, demostrarles afecto desmedido, provoca en ellos reacción semejante, aunque inversa? Todo esto es lo que nos hace mantener viva nuestra atención y disfrutar con esta novelita.
«Lo que distingue el entendimiento animal del humano es que se limita exclusivamente al pasado y al presente, y no es capaz de imaginar algo futuro o de contar con ello.»
Cipión y Berganza, novelas cervantinas, siglo de Oro
Leer esta novela en la que los perros -un perro sólo en esta ocasión- tienen papel estelar me ha hecho recordar otros relatos en los que su protagonismo es semejante. El primero, naturalmente, es la cervantina novela ejemplar El coloquio de los perros donde los canes Cipión y Berganza discurren sobre todo lo humano y lo divino; y luego, claro, Los perros duros no bailan de Arturo Pérez Reverte, novela que no hace mucho reseñé en este mismo blog (digo no hace mucho y al ir a por el enlace veo que han transcurrido ya más de seis años desde entonces, ¡tempus fugit!). La idea es la misma en todas estas narraciones: la humanización de estos animales.
 
Este cuento largo o novela corta, como todo lo escrito por Stefan Zweig se lee muy bien y el asunto presentado es hoy de lo más oportuno, hace reflexionar -¡y mucho!- a quienes lo leen. Con todo y con ello no es de lo mejor escrito por este autor, aunque desde luego no desmerece en nada al resto de su enorme y potente Obra.
_________________________
Nota: Relleno con ¿Fue él? la letra Z en el Reto Autores de la A a la Z.y añado un título más en el Reto Nos gustan los clásicos.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas Gracias por dejar tu Comentario.