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31 ago 2024

El primer caso de Unamuno. Novela de Luis García Jambrina.

«sepa usted que, para mí, los personajes de ficción pueden ser tan reales como sus propios creadores, o más; lo que quiero decir es que están más vivos, son más eternos. Don Quijote, por ejemplo, es más real que Cervantes; Hamlet, que Shakespeare; Sherlock Holmes, que Conan Doyle, y, por supuesto, don Avito Carrascal, que yo mismo —explicó don Miguel—.»

Luis García Jambrina, Novela histórica
Cierro el mes de agosto con este último libro del escritor, zamorano de nacimiento y salmantino por residir en esa ciudad desde hace ya muchos años, Luis García Jambrina (Zamora, 1960). Se ve que su dedicación profesional -profesor titular de Literatura española en la Universidad de Salamanca y director de la revista 'Cuadernos de la cátedra Miguel de Unamuno', así como otros varios cargos y realizaciones literarias y cinematográficas que tienen que ver con el ilustre vasco que fue Rector de la Universidad salmantina- le han proporcionado material más que suficiente para esta nueva aventura narrativa que es convertir al pacífico estudioso escritor y profesor de Griego en arriesgado detective. Confiesa Jambrina al final de esta novela, El primer caso de Unamuno,  aparecida este mismo año que se propone escribir más semejantes. De esta primera incursión creo que autor y personaje han salido indemnes si bien tampoco hablaría yo de sorprendente literatura ni nada parecido. Pero bien, sí, se lee bien.

Personalmente llegué a este autor de 63 años atraído por su vinculación con Salamanca, mi ciudad natal, desde que publicara "El manuscrito de piedra", una novela histórica detectivesca en la que el por entonces estudiante de leyes en la universidad salmantina, Fernando de Rojas, se encarga de desentrañar y encontrar al culpable de los extraños crímenes que estaban sucediendo en la ciudad, concretamente en el espacio que hay entre el convento de los frailes dominicos de San Esteban y la catedral salmantina. Esta novela, que leí al poco de ser publicada en 2008, fue muy de mi agrado. Me gustó ver deambular por las calles de mi ciudad en pleno final del siglo XV a frailes como el protector de Cristóbal Colón Diego de Deza, a prostitutas como las discípulas de la Celestina y a la Celestina misma, a personajes históricos como el escritor Juan de Valdés y su seguramente obra suya El Lazarillo de Tormes, al fallecido Príncipe de Asturias heredero del trono de España Juan de Trastámara, al creador Juan del Enzina, etc. Se mezclan en esta novela histórica seres reales y de ficción siendo la primera de las seis de la serie 'Pesquisidor Fernando de Rojas'  tituladas de manera semejante con la única variación del complemento preposicional del sustantivo 'manuscrito': nieve, fuego, aire, barro y niebla. En todas ellas el protagonista detective es el atribuido autor de La Celestina, Fernando de Rojas.

Abandoné a Jambrina y a sus manuscritos tras la lectura del primero. Había conocido ya su manera de escribir y la ubicación de las otras novelas de la serie (todas ellas en los primeros años del siglo XVI) no me atraía lo suficiente. Sin embargo la figura del novelista afincado en Salamanca volvió a cobrar interés para mí a raíz de la publicación de su libro La doble muerte de Unamuno aparecido en 2021. Se trata de un ensayo en el que el autor indaga en las circunstancias que rodearon la muerte del escritor el día 31 de diciembre de 1936 y la utilización política que de su figura intentaron hacer los sublevados de julio de 1936. Partió Jambrina para este ensayo del documental que en 2020 había realizado el director y guionista cinematográfico Manuel Menchón sobre el escritor bilbaíno, que tituló Palabras para un fin del mundo

Tras ver el documental de Menchón y hojear la ampliación y profundización de Jambrina sobre esos días aciagos para don Miguel era de rigor que leyese esta nueva propuesta literaria, en esta ocasión también detectivesca, que de la interesante figura de don Miguel de Unamuno hacía el profesor salmantino. Así lo he hecho y al finalizar la amena lectura saco conclusiones semejantes a las obtenidas tras la lectura del primero de sus 'manuscritos'. En definitiva diré que me ha gustado deambular por calles, plazas y establecimientos salmantinos archiconocidos y archiapreciados por mí como la plaza Mayor, la calle de la Rúa antigua, la calle Meléndez, el parque de San Francisco, la calle de Miñagustín...; así mismo he disfrutado al entrar en su compañía en el café Novelty, en el hoy desaparecido Figón del Armuñés, en la afamada joyería Cordón, o en la mismísima Universidad de la ciudad y en su rectorado que en la fecha en que transcurre la historia, año de 1905, ostentaba el catedrático de Griego don Miguel de Unamuno.

Salmantino como soy he disfrutado reconociendo apellidos abundantes en mi ciudad que me han acompañado a lo largo de mis años escolares y/o universitarios: Maldonado, Llorente, Zamarreño, Yeltes, Villar... Naturalmente también han sido muy bien recibidas por mí las localizaciones donde se desarrolla la trama que además de en la capital salmantina sucede en Ciudad Rodrigo y sobre todo en la pequeña localidad de Boada. Es precisamente aquí, en Boada, pueblo perteneciente a la comarca del Campo de Yeltes y de la jurisdicción de Ciudad Rodrigo, donde tienen lugar los crímenes que dan pie a que Unamuno comience a investigar. Ver a los protagonistas del relato, el propio Unamuno junto al abogado Manuel Rivera y la anarquista catalana Teresa Maragall López, estos dos últimos seres de ficción, deambular por la comarca salmantina en tren y llegar a pueblos como La Fuente de San Esteban ha sido un placer difícil de describir. 

Privatización de la tierra
El primer caso de Unamuno
, como casi todas las novelas que han salido de la pluma de Luis García Jambrina, es una novela histórica, es decir, que mezcla de manera atinada seres reales con otros de ficción en un marco espacio temporal de naturaleza histórica. En este caso el marco y el motivo histórico es el de la polémica desatada en 1905 a raíz de la carta enviada por los boadenses al presidente de Argentina, Manuel Quintana, solicitándole permiso para emigrar todos los habitantes del pueblo al país sudamericano. El motivo de dicha petición era el de haber sido desposeídos de las tierras comunales que desde tiempo inmemorial venían trabajando y cultivando. Esta privatización de la tierra para entregársela a grandes propietarios ganaderos fue un hecho muy controvertido que dio lugar a un cruce real de artículos entre Ramiro de Maeztu, defensor de la medida, y Miguel de Unamuno, detractor de la misma. Los boadenses fueron acusados de antipatriotas por el vitoriano y defendidos y apoyados en su decisión de emigrar por el bilbaíno.

En medio de esta discusión periodística e intelectual sucede el asesinato de Enrique Maldonado, ganadero beneficiado por la privatización. El pueblo de Boada es acusado de ser el autor colectivo de esta muerte. Estamos ante una nueva Fuenteovejuna. La cosa se ve complicada con otras muertes de personas relacionadas con el tal Maldonado: la de Amalia Yeltes, amante de Enrique, y el de otros cuyo nombre no desvelaré para no destrozar la lectura. Junto a los fallecidos tienen papel relevante en la trama personajes como Daniel Llorente, amigo de Enrique Maldonado; Pedro Villar, capataz de Daniel Llorente; Ana Juanes, esposa de Enrique Maldonado y madre del hijo de ambos, Juan Maldonado; y otros más. 

Los tres investigadores, en especial Unamuno, se conjuran para resolver los crímenes lo antes posible dado que el gobernador salmantino, Pablo Aparicio (otro apellido muy de mi ciudad)- tiene prisa por cerrar el asunto. La resolución, como no podía ser de otro modo, tiene mucho que ver con la actividad profesional de don Miguel. Quiero decir que sus conocimientos filológicos así como su quehacer literario (autor de novelas, ensayos y poemas) son de la mayor relevancia a la hora de resolver el caso. Quizás la resolución ya la viene anticipando el lector desde algunas páginas atrás, pero la justificación del hallazgo de la misma sí que es algo sorpresiva y, en mi opinión, quizás venga algo traída por los pelos. Pero como digo en el cierre del primer párrafo de esta reseña, El primer caso de Unamuno de Luis García Jambrina es una novela entretenida que se lee bien y con agrado.

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Nota: Con este título cumplimento la letra J del reto Autores  de la A a la Z.



4 comentarios:

  1. Como tú, leí con mucho asombro y agrado la primera entrega del Rojas investigador... pero cuando me adentré en la segunda me di cuenta de que Jambrina (en mi opinión) abusaba de los datos históricos, arquitectónicos, etc, incorporados EN BOCA DE LOS PERSONAJES (hacerlo como narrador omnisciente no me hubiera rechinado tanto). Ahora conozco por ti que utiliza a Unamuno como investigador. Y aunque la figura del bilbaíno me atrae como lector ignoro si me adentraré en esta primera aventura. El tiempo lo dirá. Espléndido análisis el tuyo, por cierto. Siempre agradecido, Juan Carlos.

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    1. De manera idéntica pienso yo, Rubén, ver cuestiones históricas puestas en boca de algunos personajes como si salieran de ellos no resulta demasiado bien. En esta novela no lo he percibido tanto, aunque sí que Jambrina lo sigue haciendo.
      Un abrazo fuerte

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  2. No me atraen mucho las novelas en las que un personaje histórico se utiliza como investigador de un caso criminal. Las protagonizadas por Fernando de Rojas (había visto en su día alguna reseña, pero no las había relacionado con el autor de El primer caso de Unamuno) no me atraen por la época en la que se ambientan. Veo que a ti te pasa un poco lo mismo. La época de Unamuno me atrae mucho más, pero verlo convertido en detective me resulta bastante antinatural, aunque todo eso de la privatización y los hechos históricos en Boada tiene muy buena pinta. Lo que sí me atrae muchísimo es el ensayo sobre Unamuno que mencionas y el documental de Manuel Menchón. La figura de Unamuno, no como detective sino como ser humano con sus contradicciones, me fascina.
    Un beso.

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    1. Yo tampoco soy mucho de ver a personajes históricos transmutados en sabuesos detectives. Y menos cuando para aplicarle características asociadas a los mismos los vemos comportarse de manera no muy acorde con lo que realmente fueron o hicieron. Ahí patinan un poco estas novelas. Pero como digo en la reseña creo que Jambrina hace equilibrios en el alambre y sale con buen pie de la apuesta.
      Besos

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