«El río y la acequia tenían un agua terrosa, sucia, marrón, embarrada, y esto contribuía a la sensación de Ganges purificador…Porque la otra purificación, la de la iglesia y la confesión, ya había descubierto yo que era también más física que espiritual... En las aguas oscuras de la iglesia había que bañarse con unas cuantas viejas que habían ido a confesarse, mientras en las aguas de la acequia se bañaba uno solo, rodeado de mujeres tersas e imaginarias, esas mujeres únicas que entrevé uno ya sin deseo, y que son las más frescas y puras»
Entre los varios Retos literarios a los que me he apuntado a lo largo de la existencia de El blog de Juan Carlos había -o hay, no lo sé con certeza- uno que consiste en leer unos cuantos libros de esos que llevan aparcados en nuestra biblioteca un largo número de años. Las ninfas de Francisco Umbral era, sin duda alguna en mi caso, uno de ellos. No lo tenía en mi residencia habitual, sino en otra a la que acudo con frecuencia. Siempre parecía que, debidamente alineado junto a otros de igual suerte, me miraba desde su posición vertical, e igualmente yo, sin oírme ni el cuello de mi camisa, me decía eso tan frecuente en los lectores de "a ver si un día de estos lo leo". Y por fin ese día llegó. El acicate para sacarlo de su encierro no ha sido otro que el Reto de Serendipia recomienda, un reto que me encanta realizar y que consiste en elegir unas lecturas de entre las que otros lectores por alguna razón han destacado. De las tres que hay que hacer para superarlo una de las elegidas por mí este año ha sido la de esta novela de Francisco Umbral señalada por Mar, del blog Leyendo con Mar.
No sé qué adjetivo ponderativo elegir para transmitir la satisfacción que su lectura me ha producido. Quizás el mejor, aunque suene algo cursi o relamido, sea el de 'preciosa'. Sí, me quedo con él. Su lectura ha sido más que satisfactoria para mí, me ha producido inmenso placer entrar en la prosa cargada de lirismo de este enorme escritor que por culpa de la estúpida simplificación que adorna nuestra época se le tiene ubicado dentro de una localidad titulada 'es que yo he venido a hablar de mi libro y veo, Mercedes, que aquí no se habla de mi libro', frase que comunicadores que poco o nada han leído de Umbral, repiten hasta el aburrimiento. Y la gente ríe, pero la gente, quizás por esto, no acude a su rica literatura, a los buenos libros de este magnífico escritor castellano que yo he disfrutado mucho. El lirismo contenido en Las ninfas me ha retrotraído al existente en otra de sus novelas memorialistas, quizás la mejor y más sentida de todas ellas, el diario escrito durante la mortal enfermedad padecida por su hijo Pincho, Mortal y rosa, aparecida en 1975, un año antes de la que acabo de leer [en la reseña que hace unos años hice de La hora violeta de Sergio del Molino hablé del mágico lirismo contenido en Mortal y rosa].
Las ninfas es, como digo, una novela lírica, una novela memorialista en la que el autor relata su adolescencia en una ciudad de provincias que no es otra que el Valladolid de donde era su madre, si bien ella se desplazó a Madrid -según algunos biógrafos- para dar a luz y así evitar habladurías, ya que era madre soltera. Pero se puede decir sin temor a decir mentira que Francisco Umbral es vallisoletano, pues su nacimiento madrileño fue algo meramente accidental. En biografías escritas sobre el escritor se desvela el nombre del padre, Alejandro Urrutia, un abogado cordobés padre del poeta Leopoldo de Luis; también el de la madre, Ana María Pérez Martínez, secretaria de éste. De lo sucedido a su madre, de la reacción de la familia ante la preñez sobrevenida, de qué hacer para evitar murmuraciones, en Las ninfas nada se dice; es otra novela anterior (Los males sagrados, 1973) la que se centra en ese momento y primerísima niñez del escritor.
Es Las ninfas una novela perteneciente a la serie Francesillo (alter ego de Umbral), grupo de ocho novelas en las que el autor ficcionaliza su propia biografía. De las ocho yo había leído antes de Las ninfas y ya hace tiempo dos: Los helechos arborescentes (1980) y Leyenda del César visionario (1991); guardo más recuerdos de la segunda, en la que el autor pone su mirada en las contradicciones de los intelectuales falangistas respecto al general Franco, que de la primera, más centrada en las vivencias duplicadas y algo irracionales de un niño durante la guerra civil; pero la sensación que me devuelve mi memoria es la de también plena satisfacción y disfrute con la prosa desplegada en ellas.
En la novela que nos ocupa el adolescente narrador siente la llegada del ardor y la llamada y/o necesidad de mujer para aplacarlo. El chico, antes de descubrirlas a ellas, inalcanzables, misteriosas, mágicas y sensuales ninfas, se apaña consigo mismo anticipando en él los futuros placeres que encontrará en ellas
- «La insinuación, el deseo, la progresión erótica, el hastío, la depresión, todo eso lo vive el adolescente en su cuerpo, como reflejo que le viene del futuro, de lo que luego va a sentir con las mujeres»
- «Los poetas hablan de crisálida, cuando se refieren a la adolescencia. Yo prefiero hablar de retrete.»
El descubrimiento de las ninfas lo realizará Francesillo en la plaza de San Miguel, donde corren chicos y chicas, cuando, jugando a las prendas, María Antonieta, la hija de la pescadera, cumple el mandado de besar al chico que le guste acercándose a él para besarlo en la frente. Desde ese momento el futuro entrevisto en su solitario erotismo se hace patente. Junto a su amigo Miguel San Julián, que va para obrero manual y que es pareja de Jesusita la vinatera, explorarán el amor, se divertirán con ellas, se enamorarán de ellas. La otra ninfa es Tati, tenida por la chica más fácil de la plazuela; el otro amigo es Cristo-Teodorito, niño muy religioso con el que Francisco conoce la Congregación, donde los frailes tenían un espacio para que los adolescentes jugasen a los juegos que había en la ciudad pero sin los peligros que los acompañaban (apuestas y otros riesgos). En esta congregación está el padre Tagoro que dirige unos Ejercicios Espirituales a los que Cristo-Teodorito intenta atraer a su amigo al verlo perdido en las redes de la sensual pescaderita. Pero Cristo-Teodorito también es humano y se siente muy atraído por Tati, la ninfa más sensual de las tres. Francisco se da cuenta de que no hay seguridades ni valores seguros en este mundo, que todo es mudable, que la religión no aísla de nada ni protege de nada.
«Tati era otra devoradora de hombres -como mi María Antonieta, como Jesusita, las tres ninfas malas del barrio-, y Cristo-Teodorito lo sabía. Tati se había enamorado o se había encaprichado de Cristo-Teodorito como María Antonieta de mí, como Jesuita de Miguel San Julián.»
Su adolescencia, como se ve, gira en torno a la búsqueda de la mujer, al deseo de estar con ellas, de hacerles el amor. Pero en Paco hay otra muy fuerte atracción, que es la que siente hacia la literatura. Desde siempre, en especial desde que la tisis lo alejara por un tiempo de su amigo Miguel San Julián, la literatura (su lectura y escritura) lo tienen cautivo. A esta captación ha contribuido muy mucho uno de los primos con los que vive en esa «habitación azul» que es la España de sus años adolescentes
«Nuestras almas nadaban como barbos líricos en las aguas azules y mediocres de la habitación, porque al otro extremo de la misma, junto a la ventana enrejada, estaba mi primo, alguno de mis primos, con su laúd, sus versos, su bigote temprano y sus amores, haciendo música, haciendo poesía, haciendo romanticismo, sentimentalismo, erotismo blanco y sonetos malos»
Y fuera de la casa, en el barrio, en la ciudad, su introductor al mundo literario es el poeta de su misma edad, Darío Álvarez Alonso, a quien él tiene en un pedestal cuando le escucha recitar versos en el Círculo Académico a donde lo lleva. Como espíritu en formación, en esos recitales Francisco no sabe si lo que oye, los versos que los rapsodas declaman son buenos o son malos («"Tanta soledad me inclina a abandonarme en el viento"... ¿Era aquello bueno o malo? Todavía hoy no lo sé»). Qué enorme sinceridad hay en esta frase.
Entre estas dos aguas, María Antonieta y la Literatura, navega el alma y el cuerpo del adolescente. Ella le atrae mucho, pero ve que quedarse con ella equivale a convertirse en mero contable del negocio de la pescadería, actividad que lo alejará de su verdadero amor que no es otro que la Literatura. Una literatura que a nivel provinciano representa Darío Álvarez Alonso a quien él tiene en muy alta consideración y estima. Pero no existen tales alturas inaccesibles, todos somos humanos, incluso el amigo hacedor de versos a quien un día se encuentra en la carbonería a donde sus padres lo han enviado, igual que le sucede a él, a buscar «cisco picón de encina para alimentar el brasero». El divino, el ejemplo literario al que él quiere emular, se viene abajo igual que la ninfa María Antonieta se cae de su hornacina cuando le propone una relación más estable, con una proyección de futuro nada sublime.
Francisco conoce los entresijos literarios de la mano de Álvarez Alonso quien lo acerca al periódico donde Darío escribe alguna vez, aunque nunca le paguen. Los talleres, la maquinaria, el olor de la tinta, todo lo enamora y despierta en él una vertiente de su insobornable vocación literaria, el periodismo. También con Darío acude al café cantante donde actúa Carmencita María, y donde toca el violín Empédocles, un viejo bujarrón que hace sus intentos con Francesillo. Empédocles toca al violín piezas de Mozart o Beethoven y al ser preguntado por si con el stradivarius que dice tener en casa toca a Chopin responde que «Chopin es una máquina de coser», frase que al narrador le maravilla aunque no llega a comprender del todo su alcance.
En este limbo provinciano de amor a las mujeres y a la literatura vive Francisco, el narrador y autor de este libro. Podría haberse eternizado en esa situación común a muchos seres humanos. Pero hay factores, sucesos que propiciarán su evolución. En el terreno de los misterios femeninos descubrir un día a dos devoradoras de hombres (Tati y María Antonieta) devorándose mutuamente; en el de la literatura la pérdida de la sublimidad que creía haber encontrado en su faro literario, el poeta Darío Álvarez Alonso, y no sólo por el caso de la carbonería sino por otras cuestiones que no es el caso desvelar aquí. También en su toma de decisión los consejos desinteresados de unos y de otros (de Carmencita María, de Empédocles, de la misma María Antonieta) tendrán peso definitivo.
Para finalizar
Auténtica novela de iniciación que marca el final de la adolescencia, con sus anclajes familiares, y la entrada en la edad adulta, con la ruptura de estos amarres y la toma de decisiones personales. La principal de ellas es la de triunfar en la literatura. Cuando finaliza la narración el narrador aún no ha triunfado pero ya se deja ver que gracias a las experiencias vividas y a los consejos recibidos por parte de unos y de otros los cimientos del éxito ya están echados. La novela, que se abre bajo el epígrafe de Baudelaire «Hay que ser sublime sin interrupción», cierra con la confirmación de dicho lema al verlo plasmado, en su carencia, en las carnes de su amigo Álvarez Alonso:
«Tampoco la cultura era verdad. La cultura podía ser el trámite hacia una pescadería. El propio Darío me había descubierto recientemente, por fin, las palabras de Baudelaire: Hay que ser sublime sin interrupción.»
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Nota
Esta novela de Francisco Umbral, ganadora del Premio Nadal 1975 fue publicada el año siguiente. Al haber aparecido, pues, antes de 1980 la incluyo dentro de los clásicos que he leído dentro del Reto Nos gustan los clásicos.
Asimismo Las ninfas viene a engrosar el cupo de los libros escritos en español (Reto 25 españoles).
La verdad es que las personas no eligen la situación por la que pasarán a la posteridad y de manera lamentable, Umbral, es más recordado por su alegato sobre su libro, que por su rica literatura y su alto nivel en el artículo periodístico. Es cierto que ambientes literatos y culturales tiene un reconocimiento muy merecido. La novela que reseñas debe ser encantadora e identificadora. Esa parte del final de la adolescencia siempre es recordada por las personas y por lo que señalas el escritor da con la tecla y nunca mejor dicho.
ResponderEliminarUn abrazo, Juan Carlos, y buen día.
Vivimos en la época de la simplificación y las etiquetas. La manipulación de todo tipo (política, comercial, social...) se basa y abusa de ellas. También la cultura entra dentro de esta manipulación; mucho más cuando el denostado, etiquetado, manipulado es poco dócil, nunca se dejó manejar mucho. Francisco Umbral no era fácil para nadie: políticos, directores de periódico y editoriales, periodistas de entretenimiento... Por ello en cuanto se pudo se le aplicó el "pegar al mojo que es de goma". Y esa es la imagen que nuestros hijos tienen de este gran escritor, igual que tienen una imagen que no se corresponde con el individuo del actor Fernando Fernán Gómez. Pero, en fin, es el signo de los tiempos. Ojalá que esto no vaya en aumento, aunque me temo que...
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, Miguel
¡Hola!
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo contigo. Desde que comencé a leerle, empezando por «Mortal y rosa» y siguiendo con «Un ser de lejanías» no entiendo cómo se le ha reducido a aquella frase. Francisco Umbral es muchísimo más y lo sabría quien le diera una oportunidad a sus libros. Muchas gracias por tu reseña y por devolverme las ganas de seguir leyéndolo.
Nos vemos entre páginas
La vida de mi silencio
Hola, Yolanda:
EliminarA ver si entre muchos (no digo 'todos' porque me parece imposible) logramos eliminar de Umbral escritor el baldón que le han colocado de marbete los que -estoy casi convencido- apenas lo han leído.
Sí te fijas es práctica común en nuestros días desprestigiar al personaje (cualquiera, no sólo Umbral) usando una frase suya más o menos desafortunada y elevando esa anécdota a categoría. Ejemplos existen a cientos. Sería bueno hacer una limpia entre tanta hojarasca.
Saludos
Algo similar me sucedió. Ese libro estaba en mi casa, en la que los hijos ya nos estábamos marchando. Yo leo bastante en verano, pero aquel agosto agoté mis provisiones, así que eché un vistazo y allí estaba Umbral, pidiendo que lo leyera. Quedé maravillado: es justamente lo que describes. Después leí "Mortal y rosa" y lo mismo. Por cierto, yo disfrutaba mucho con esas línea que escribía en "El País" y creo recordar que después en "El Mundo": "Spleen de Madrid". Y ahora estoy recordando que de muy joven leí un libro suyo titulado "Diccionario para pobres" (Sedmay ediciones, 1977): descacharrante, estoy viendo que se puede conseguir de segunda mano muy barato.
ResponderEliminarCreo que, esa frase al margen, Umbral hizo de sí mismo un personaje casi barojiano que eclipsó el inmenso literato que era para mucha gente. Por cierto, vi el programa en directo y lo que ocurrió fue que Mercedes Milá estaba dando vueltas a chorraditas y Umbral se enfadó con toda razón ante la entrevistadora-estrella. Fue antológico.
También le vi en una ocasión haciendo de jurado en un festival de Eurovisión, con Ágata Ruiz de la Prada, que iba maquillada muy raramente. Él pidió que le maquillaran igual y así apareció tras las canciones. Recuerdo que dijo que "Eurovisión es un festival decididamente democristiano". Cada vez que aparece algo de Eurovisión pienso que es democristiano...
Bueno, sin bromas, sin anécdotas, es un extraordinario escritor y hay que sacudirse los estereotipos. Sorprenderá a muchos su lirismo, su delicadeza, su dominio del lenguaje.
Vidas paralelas, amigo. Y es que el libro llegó a mi casa de la ciudad donde nací, pero en la que no resido, procedente de la de mis padres. Y prosigue el paralelismo con la animosa lectura que hacía siempre que podía de su "spleen de Madrid", esos artículos que comenzaban con un 'Venia yo de comprar el pan' tan característico suyo.
EliminarPlenamente de acuerdo con que Umbral, aunque no tanto como hiciera Cela, se fabricó un personaje, o al menos poco hizo por evitarlo. La anécdota que cuentas del festival de Eurovisión es para enmarcarla.
Menos mal que ahí quedan sus obras, hoy auténticos clásicos de la literatura en español.
Un abrazo
Hoy has comentado a uno de mis santones literarios. Paco Umbral (Delibes le aconsejaba que no se dejara llamar "Paco", pero a mí me gusta) es un auténtico fuera de serie, del que tengo en casa 62 libros, según mi último recuento. De ellos he leído la mitad, pero terminaré incluyéndolos todos (eso espero) en mi blog. Me quito el cráneo ante él. Y ante ti.
ResponderEliminar¡Madre mía, Rubén, 62 libros! Apenas si te faltará alguno. Sí, estoy contigo, ante Paco Umbral hay que valleinclanescamente descubrirse. Ante Paco, sí; ante mí, no. En todo caso ante el disfrute que a todos los que apreciamos su alta literatura nos procura, ¿no te parece?
EliminarUn fuerte abrazo, amigo
Hola Juan Carlos, esta es la única novela que he leído del autor, creo que influyó que el escritor me caía francamente mal porque siempre daba el cante cuando salía en televisión, aún así me gustó tanto esta historia cuando la releí el año pasado que quiero animarme con alguna más. La que más me llama es Mortal y rosa, aunque tengo apuntada otras. Besos.
ResponderEliminar¡Ay, qué gracia, Mar, no sabía que era la única suya que habías leído! Desde luego no me extraña que la seleccionaras para el Reto de Serendipia porque es fantástica. Y tu caso (me refiero a que no te acercases a su literatura debido al histrionismo que practicaba en TV) demuestra el inmenso mal que hacen algunos periodistas cuando se aferran a una frase para desprestigiar a una persona. A Umbral le sucedió lo mismo que a Fernán Gómez y a tantos otros que por lo que sea son mostrados siempre por el kado de sus meteduras de pata escondiendo sus enormes aciertos.
EliminarMortal y rosa te gustará, pero es dura, nada que ver en el asunto con ésta. Dura, pero muy hermosa.
Un beso
Me sorprendió mucho cuando leí hace unos años Mortal y rosa. Su lirismo, su belleza, la emoción que se refleja en sus palabras... Me apunto éste que nos traes hoy, que me dejas con ganas.
ResponderEliminarBesotes!!!
Hola, Margari:
EliminarSí te gustó Mortal y rosa, te gustará Las ninfas y sufrirás menos; porque Mortal y rosa es hermosa, pero durísima y muy triste, la verdad sea dicha.
Un beso grande
Uf, sí, sufrí mucho con esa novela. No me esperaba tanto sentimiento. Ni una prosa tan bella. Me alegra saber que sufriré menos si me animo a leerla. Vamos, si le encuentro hueco entre tanto pendiente.
EliminarMás besotes!!!
Una obra extraordinaria Las Ninfas, de este genial escritor español Francisco Umbral, el cual deleitó al público con su obra escrita, y acumuló notables premios en base a su calidad literaria.
ResponderEliminarAsí es, así es, J. S. Vila.
EliminarNos leemos
Un saludo
Hola, Juan Carlos. Te confieso que jamás he leído a Umbral. De hecho, no conozco ni un solo título del autor. Bueno, ahora conozco uno gracias a tu reseña. Pero en mi biblioteca no hay ni una sola novela de este autor y eso que no es pequeña. Te parecerá una tontería pero me da hasta un poco de vergüenza. Bueno, he leído tu reseña y el calificativo de "preciosa" no es cursi. Me gusta lo que cuentas de esta novela, que abarca ese momento tan delicado en la existencia del ser humano. Leyéndote, creo que esta lectura me podría gustar. Eso sí te digo, aquella escena de Umbral en la tele, que a todos se nos ha quedado en la retina, tuvo su gracia. Al menos, a mí me la hace jeje. Bueno, un besote.
ResponderEliminarUmbral fue un autor muy prolífico. Como cualquiera que se prodiga mucho, tiene cosas muy buenas, buenas, regulares y menos buenas; malas, malas, alguna habrá, sin duda alguna, pero no las conozco.
EliminarYo te recomendaría esta que he reseñado aquí y también "Mortal y rosa", una terrible y descarnada verdad sobre lo que experimenta un padre cuando su hijo de seis años enferma de manera incurable e irreversible. Deliciosa de leer por su lengua y literatura, pero muy dura por los sentimientos en carne viva que revela.
Lo de la escena de marras, a mí también me hizo gracia. Y es que te diré una cosa, Marisa, los periodistas -en especial los de radio y televisión- parasitan a los personajes que entrevistan para su propio beneficio. Muchas, muchas, veces no saben nada de él o de ella y tiran de tópicos o crónica social aunque el programa tenga aureola de cultural. Cuando esto ocurre y lo percibo me da mucho coraje, me enfado, noto que me están tomando el pelo.
PD.- Otra cosa. No sé por qué tus comentarios no aparecen publicados en mi blog automáticamente.
Un abrazo y un beso
Dice mucho de "Las ninfas" que para ti sea preciosa, dando el gran valor que doy a tus reseñas.
ResponderEliminarTengo de disfrutar de nuevo de la prosa magistral de Umbral en esta novela aún no leída..
Gracias por compartir tus lecturas y tus experiencias con ellas.
Un abrazo, Juan Carlos.
Muchas gracias, Carmen, por lo que dices de mis reseñas. Te diré -tú ya lo sabes- que me encanta tu blog y que no hago más que tomar apuntes para cuando por la edad le llegue el turno a mi nieto (ja, ja...) de aplicar con él tus consejos didácticos.
EliminarUn saludo y muchos abrazos, amiga
Suena todo muy tentador, Juan Carlos, en esta novela memorialista de iniciación. No he leído nada de Francisco Umbral. Alguna vez me he planeado hacerlo, en concreto con Rosa y mortal, pero siempre se ha quedado en eso que tú dices de algún día lo leeré.
ResponderEliminarPor cierto que a mí me encanta su famosa frase de yo he venido a hablar de mi libro, aunque es cierto que es una pena que se le recuerde más por ella que por su trayectoria profesional y literaria.
Besos
Hola, Lorena:
EliminarRespecto a la frase te darás cuenta de que cuando alguna persona destaca por algo o dice algo sumamente interesante, pero doloroso para alguna personalidad o simple mortal con influencias, se desvaloriza todo lo suyo agarrándose como clavo ardiendo a ese desliz, a esa frase poco afortunada que sirve para devaluar toda su obra o todo lo importante que dijo. Es el mundo en el que vivimos, un mundo de eslóganes, de titulares, de medias verdades...
Y sí, Umbral, creo que te gustaría. Quizás, podría ser, no lo sé, te pareciera algo antiguo (no sé, se me acaba de ocurrir ahora, pero no creo); en fin sólo podrás comprobarlo leyéndole. Y sí, me doy cuenta de que en muchos de los comentarios que hago a los libros que lees y que tan bien reseñas me quedo en eso de 'que algún día lo leeré'; luego pasan los días y nada. En fin, si los días tuvieran más horas...
Un beso grande, amiga
He leído dos libros suyos, uno el que has citado, Mortal y rosa, que es profundo y bellísimo. La lectura de este me hizo redescubrirle tras muchos años tras su muerte, ya que tenía esa imagen de escritor histriónico que tanto me llegó a desagradar en vida. En Mortal y rosa se asiste a la sutil y honda sensibilidad del escritor sin máscaras deformantes. El otro que he leído es Memorias de un niño de derechas que también me gustó. No he leído Las ninfas pero sin duda su nombre debe apuntar a su pasión por las adolescentes que reconoce en Mortal y rosa. Sin duda, muchas de las declaraciones de Umbral hoy día serían consideradas como muy peligrosas y machistas, dado el tiempo puritano y mojigato que estamos viviendo. Muchas gracias por la sugerencia.
ResponderEliminarMi nuevo blog, un blog marginal, está en http://olahjl1956.blogspot.com
Se titula Cisne en llamas.
Un abrazo.