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2 oct 2025

Ezequías Blanco: "Tres muñecos de vudú"

Rafa Martín Martínez, Ezequías Blanco
Tres muñecos de vudú de mi buen amigo Ezequías Blanco (Paladinos del Valle-Zamora, 1952) fue su primera incursión en el campo de la novela. La escribió durante el año 2000, el año del cambio de milenio. Ese mismo año la presentó al Premio Ciudad de Salamanca quedando finalista en dicha convocatoria. Ediciones Del Oeste, editorial radicada en Badajoz, la publicó en 2001. Ahora, en 2025, vuelve a aparecer de la mano de Huerga y Fierro, editorial que cumple ya 50 años de existencia. El tiempo transcurrido desde 2001 hasta este 2025 no ha hecho amarillear el relato para nada. A los buenos libros de los buenos escritores les sucede esto: se mantienen vivos y actuales sin importar para nada los años  transcurridos. 

Tres muñecos de vudú es una historia que parte del reencuentro de antiguos alumnos de un colegio de frailes en Salamanca. Han pasado 20 años desde el final de sus estudios escolares y tras la separación, obligada por estudios y profesiones, cuatro o cinco amigos de cuando eran adolescentes volverán a verse con motivo de esta celebración. Amores que quedaron en suspenso entonces, el  abandono de noviazgos poco entendibles en su momento, el día a día personal e intransferible de cada uno se verán removidos y revividos por este encuentro.

Los ritos de vudú cumplen un importante papel en la novela, de ahí esos tres muñecos que dan título a la obra. Algunos personajes recibirán uno de estos muñecos, lo que en cierto modo -intuye el lector- marcará su próximo futuro. Hay en la novela prácticas mágicas y adivinatorias propias del mundo vudú. Pero el autor también juega al despiste con los lectores como cuando en algún momento uno de los personajes, creo recordar que es Ana, la mujer de Abel, al repasar lo sucedido hasta el momento cae en la cuenta de que la mayoría de personajes masculinos -fundamentalmente los amigos- salvo uno o dos tienen nombre que comienza por la letra A: Abel, Amador, Agustín, Alberto... ¿Destino, adivinación, casualidad, vudú también? Bueno, bueno, hay que leer para saber, claro.

Junto a los personajes nombrados anteriormente hay muchos otros: importantes como MargaSilvia, Susa, Valentín Hornillos...; y menos importantes en el desarrollo de la trama como el misacantano Sebastián, los de mantenimiento en el colegio de frailes (la 'Santísima Trinidad': el Chapuzas, el Rápido, el Voltaire), los curas (el Ninfas, el Fiambre, el Comodín, el Maricón, el Negro...), el bedel don Domingo, etc. Como se ve un amplio abanico de seres habitan esta novela, todos ellos con personalidad e individualidad propias. Quienes lean la novela disfrutarán mucho con cada uno de estos tipos y caracteres. Para mí un mérito más de la novela.

Estamos ante una novela negra en la que hay asesinatos, amenazas, alguna paliza que otra y mucho, mucho, suspense. Ezequías Blanco realiza una parodia de esta tendencia novelesca que en los años en los que él está escribiendo el libro estaba de plena actualidad. Rinde homenaje el escritor a los grandes clásicos del noir y también destaca por su valía literaria a nacionales contemporáneos que cultivaban el género
 [a Valentín] «le sobran lecciones de teoría aprendidas de buen grado en las mejores fuentes de la novela negra, de la de espionaje, de la de intriga... Ha leído entre otras doctas plumas en la materia a John Le Carré, a Graham Greene, a Raymond Chandler, a Dashiell Hammett, a Chester Himes, a Ross McDonald... E incluso a Pérez Reverte, a Eduardo Mendoza, a Vázquez Montalbán, a Juan Madrid y a Lorenzo Silva.» 
La parodia la realiza el escritor mezclando los elementos habituales del noir con el mundo esotérico del vudú, la adivinación, la magia blanca y la magia negra. Pero lo más importante, lo que hace verdaderamente distintiva a esta novela de otras que por ese entonces se publicaban es que, como si de un papel de celofán se tratase, envolviendo y ajustando debidamente en su interior todos los elementos que configuran el relato, está la literatura. Ezequías Blanco, creo que lo he dicho ya en más de una ocasión, habita un lugar llamado «Literatura», y todo el mundo real del que parten sus narraciones está tocado por ella.

Los autores clásicos (Jorge Manrique especialmente y en varias ocasiones, y muchos otros expresamente citados o no: Lope, Quevedo, Góngora...), pero también los contemporáneos (César Vallejo, Unamuno y muy especialmente Federico García Lorca) están muy presentes en Tres muñecos de vudú. Ellos tiñen la historia con el betún que supone utilizarlos sabiamente para ilustrar y mejor entender las evoluciones de los personajes.
«"Hay golpes en la vida tan fuertes... Yo no sé / como de la ira de Dios..." pensaba Ana con César Vallejo y con Abel quien solía musitar estos versos cuando a alguien le ocurría alguna desgracia tremenda, relacionada generalmente con la muerte de niños o de personas jóvenes. "Cuando más ardía el fuego / echaste agua..." se repetía, una y otra vez, Ana con Jorge Manrique y con Abel.»
Personalmente, en Tres muñecos de vudú, además de lo ya dicho, yo destacaría tres aspectos, en mi opinión sobresalientes. El primero es el recorrido que Ezequías realiza en la primera y en la segunda parte de la novela por la ciudad de Salamanca [la tercera parte y la cuarta se desarrollan en Madrid], la ciudad donde él, como su alter ego Abel, estudió, primero en un colegio de frailes y luego ya en su Universidad. La Salamanca real es la que aparece en la novela: sus calles, sus monumentos, los espacios de la Facultad de Letras donde conoció a personas que tanto le influirían en su trayectoria vital y literaria... No pierde la ocasión el novelista de homenajear de esa manera tan suya -de soslayo, que dice Rafa Martín Martínez en el magnífico prólogo que precede a la novela en esta edición de 2025- a personas, algunas como el poeta salmantino Aníbal Núñez o el compañero de estudios universitarios Luis Javier  Moreno Madroño (Javier en la novela) con quienes, mientras estuvieron en este mundo, mantuvo el autor un sincerísimo afecto personal y literario. 

En segundo lugar es impresionante el conocimiento y manejo que el novelista tiene del vocabulario, tanto de un mundo desaparecido o en vías de desaparición («Había allí orzas, ánforas, belezos, cráteras, pipetas, redomas, cazos, zafras, alcuzas y otras muchas de las que desconocía los nombres») cuanto de otro más nuevo, que precisa de nuevas denominaciones, como cuando Abel, con el humor que comparte con el propio autor, se refiere a las dolencias que sufren muchos de sus antiguos compañeros de estudios en sus actuales trabajos:
«cuando se encontraba con ellos, todos, sin excepción, despotricaban amargamente de su curro, quién con más vehemencia, quién con menos, dependiendo del carácter o del estado de ánimo. Además todos estaban aquejados de múltiples enfermedades profesionales que él había bautizado con su humor habitual, bajo nombres como "aulitis fóbica", "fiebres calendarias", "artrosis áulica", "neurastenia magistral"...»
Ezequías Blanco, Novela negra paródica
Y el tercero de los tres aspectos que en esta reseña quiero poner de relieve es, como cualquiera ya habrá descubierto, el humor que a todo lo largo de Tres muñecos de vudú esparce Ezequías Blanco. La ironía, los juegos realizados con las palabras, los vocablos o sintagmas inventados con socarrona intención, el sarcasmo empleado con profusión..., en definitiva, el tratamiento humorístico es el caldo en el que el novelista hornea los elementos que forman el entramado de esta buena novela. Estos elementos son la educación recibida en el colegio de frailes, el enganche amoroso de Abel y sus indecisiones, la voracidad sexual presente en algunos personajes, la manera de hablar de algún compañero, algunos giros propios de la novela negra que no conviene desvelar aquí, las reacciones ante ciertas situaciones de algunos personajes... Sí, decididamente, en Ezequías existe una vena humorística en su variedad irónica que hace que leer sus narraciones, en concreto esta primera novela, sea una completa delicia. 
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Otras entradas en el blog sobre libros y actividades de Ezequías Blanco:





22 sept 2025

"Memorias de Adriano" (A pares XLVI)

Novela y Teatro. Adaptaciones teatrales de novelas


El pasado domingo día 21 de este mes de septiembre tuve la enorme satisfacción de asistir en el teatro Marquina de Madrid a la adaptación escénica de Memorias de Adriano, la novela histórica de Marguerite Yourcenar que tanto éxito tuvo desde que se publicó en París el año 1951. 

En el Cuaderno de notas, que la autora añadió a la edición de 1974, ella misma explica el proceso de creación de la novela: cómo muy pronto, entre los 20 y 25 años de edad (1924 a 1929), concibió el libro, si bien en 1929 decidió quemar todo lo escrito. Durante años tuvo el proyecto en el olvido, aunque lo recuperó y abandonó varias veces entre 1934 y 1937 («En todo caso, yo era demasiado joven. Hay libros a los que no hay que atreverse hasta no haber cumplido los cuarenta años»), y se puso definitivamente con él en 1948. Durante estos años 'en blancoMarguerite Yourcenar  se documentó exhaustivamente. Fue en 1948, como digo, que decidió abordarlo con pasión, publicando el libro tres años más tarde.  

Novela histórica,
Yo leí la novela, ejemplo de la renovación de la novela histórica en el siglo XX, hará cosa de cuarenta años, en 1984 o así. Su recuerdo me ha acompañado siempre y mi afición a la novela histórica durante bastantes años debe no poco a la escritora francesa, nacida en Bélgica y luego nacionalizada estadounidense. Por eso, cuando el pasado mes de julio vi anunciada la puesta en escena de una adaptación de la novela, supe que la tendría que ver. Me llevaba al teatro el recuerdo de la novela, pero también la personalidad y buen hacer del actor que da cuerpo a Adriano, el barcelonés Lluis Homar. Desconocía cuando compré las entradas que la directora de la obra era Beatriz Jaén, persona que había también llevado a las tablas la novela "Nada" de Carmen Laforet, adaptación y puesta en escena que me había gustado muy poquito [leer reseña aquí] cuando la vi en diciembre de 2024. 

Qué bien que no siempre tengamos todos los datos en nuestro poder. Afortunadamente, estuve ayer en el Marquina y fui testigo de un grandísimo espectáculo. El texto es de una enorme calidad, eso lo sabía desde que leí la novela de la Yourcenar . Pero oír hablar al emperador Adriano por boca de Lluis Homar me llenó por completo. Lluis Homar no sólo dice el texto, Lluis Homar siente el texto, se emociona y transmite dicha emoción al patio de butacas. Un patio de butacas que finalizada la representación prorrumpió en aplausos sonoros y muy duraderos, que hicieron salir a saludar varias veces al actor y a los otros cinco que, admirablemente y como auténticos mimos, siempre en silencio, grácilmente evolucionan por la escena secundando sus acciones.  Los cinco (Cris Martinez, Álvar Nahuel, Marc Domingo, Xavi Casan y Ricard Boyle) estuvieron magníficos. De ellos quisiera destacar a Álvar Nahuel que representó al personaje de Antinoo con una estética, ritmo, belleza y agilidad tales que en mi opinión rompe la distancia que hay con el público al que magníficamente transmite la emotividad y sentimientos que requiere el momento de la definitiva separación de los amantes.

Imagen tomada del blog literario Lluvia en el mar

Quienes fuimos testigos del excelente espectáculo teatral aplaudimos, además de la labor actoral, la estupenda puesta en escena de Beatriz Jaén. Ideó la directora una escenografía en la que  la música, los efectos sonoros, un decorado minimalista en el que las imágenes videográficas replican, duplican e incluso triplican, lo que en persona y sobre el escenario realizan los actores. Una cámara de video en manos de unos u otros actores es testigo mudo de las confesiones de Adriano, hombre poderoso donde los hubiera, pero en definitiva, y de ahí la intemporalidad del mismo, un hombre. Juega la puesta en escena con la trasposición del emperador romano desde su mundo antiguo al nuestro actual en forma de presidente de una nación. Durante los 90 minutos de la representación se presenta en escena la idea de la comunicación a la Nación por parte de su Presidente de algo trascendental: su renuncia al cargo y el designio de su sucesor. Los focos, los micrófonos, los maquilladores, los asesores políticos, la cámara de video o televisión... constantemente están evolucionando alrededor de este hombre que en medio de esta vorágine recuerda su vida ahora que se siente al final de la misma.

Naturalmente la excelencia de la representación habría quedado reducida a mero trampantojo sin la solidez del texto de Marguerite Yourcenar. Lo que en el teatro es una próxima declaración televisiva es en la novela la escritura de una carta a quien pronto será su sucesor en el cargo: Marco Aurelio. Y mientras la escribe Adriano recuerda su vida y hazañas. Las partes del texto de la novela elegidas por la dramaturga Brenda Escobedo y la directora Beatriz Jaén sirven a las mil maravillas para sin traicionar en nada a la novela, entender la tragedia humana del personaje, su conflicto emocional, la profundidad filosófica de su pensamiento y su quehacer como emperador romano en busca de la paz. Si como he dicho antes sus conflictos íntimos, sus debilidades físicas, sus problemas familiares y sus ansías de poder trascienden al personaje y lo acercan hasta nosotros de manera increíble, la alusión que en un momento se hace (¡y también en la novela, no se vea en esto oportunismo alguno!) del papel que Adriano tuvo en su tiempo en la creación de una entidad política nueva a la que llamó Palestina sobre otra anterior y milenaria de nombre Judea, hace que la obra teatral penetre con fuerza inusitada en la rabiosa y terrible actualidad que todos los días contemplamos en las noticias. 

Imagen tomada del blog literario Lluvia en el mar

Tras ver a Lluis Homar en la figura de Adriano, nada más volver a casa, busqué la novela de Marguerite Yourcenar. La he hojeado y he repasado algunos fragmentos, algunas frases que subrayé en los lejanos días en que la leí. Esto daría pie para otra entrada en el blog. Me refiero al cambio que nuestro ser experimenta de un tiempo a otro. Me explico: al leer alguno de mis subrayados recordé la falta de información que entonces tenía sobre tantas cosas; si no ¿por qué habría yo resaltado ciertas frases? El tiempo, como decía el gran Quevedo, todo lo cambia y lo bazuca (siempre me gustó esta palabra contenida en su escatológico y metafísico poema La vida comienza en lágrimas y caca...). Lo que ha quedado como entonces es la enorme satisfacción que he experimentado al escuchar en el teatro y leer en la novela las reflexiones filosóficas, epicúreas unas y estoicas otras, de un hombre de 62 años que se ve ya al borde de la muerte («Empiezo a percibir el perfil de mi muerte»), que la sabe próxima aunque no inminente. Estoicamente va a afrontarla y ante la idea del suicidio para evitarse dolores decide no adelantarse a su destino: «Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos...»

He aquí algunas frases que se me quedaron clavadas tras oírselas en la representación al emperador Adriano, redivivo en la figura de Lluis Homar. Mi mala memoria me ha obligado a buscarlas en su literalidad en la novela de la Yourcenar :
  • «Te ahorro detalles que serían tan desagradables para ti como para mí, la
    Memorias de Adriano
    descripción del cuerpo de un hombre que está envejeciendo y está a punto de morir de un corazón hidrópico
    » 
  • «He formado un proyecto para contarte sobre mi vida. Por supuesto, el año pasado compuse un resumen oficial de mi carrera, al que mi secretario Flegón le dio su nombre. Conté tan pocas mentiras como fue posible; el respeto por el interés público y la decencia, sin embargo, me obligaron a modificar ciertos hechos.»
  • «Lo esencial es que el hombre investido de poder debe haber demostrado posteriormente que merece ejercerlo.»
  • «Humanitas, Libertas, Felicitas: esas nobles palabras que adornan las monedas de mi reinado no fueron de mi invención.»
  • «He sido dueño absoluto solo una vez en mi vida, y sobre un solo ser.»
  • «Aquiles a veces me parece el más grande de los hombres en su valentía, su fortaleza, su aprendizaje e inteligencia acompañados de habilidad corporal, y su ardiente amor por su joven compañero.»
  • «Me he dado cuenta de que el suicidio podría aparecer como un signo de indiferencia, o quizás de ingratitud, hacia el pequeño grupo de amigos devotos que me rodean; no deseo legarles la horrible imagen de un hombre atormentado por el dolor que no puede soportar una tortura más.»
Finalizo señalando la enorme trascendencia que en el mundo literario tiene la novela histórica de Marguerite Yourcenar, verdadera constructora de la misma en el sentido moderno. En el Cuaderno de Notas, al que me he referido al inicio, además de contar las vicisitudes que corrieron estas Memorias hasta que vieron la luz, reflexiona sobre lo que para ella es el género de la novela histórica:
  • «Reconstruir desde dentro lo que los arqueólogos del siglo XIX han hecho desde fuera»
  • «Retrato de una voz. Si decidí escribir estas Memorias de Adriano en primera persona, fue para evitar en lo posible cualquier intermediario, inclusive yo misma. Adriano podía hablar de su vida con más firmeza y más sutileza que yo.»
  • «En nuestra época, la novela histórica, o la que, por comodidad puede denominarse así debe desarrollarse en un tiempo recobrado, animado por la presencia de un mundo interior.» 
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Nota histórica:
Adriano fue emperador romano del 117 al 138 d.C. y es conocido como el tercero de los cinco buenos emperadores (Nerva, Trajano, Adriano, Antonino Pío y Marco Aurelio) que gobernaron con justicia.

Nota práctica:
Memorias de Adriano se representa en el Teatro Marquina de Madrid desde el día 19 de este mes de septiembre y estará en cartel hasta el próximo día 10 de octubre. Si podéis, no os la perdáis.
Antes de llegar a Madrid se estrenó en el Festival de Teatro Clásico de Mérida de este año. Y tras Madrid, creo que giran por varias ciudades españolas.


18 sept 2025

Aleksandra Lun: "Química para mosquitos"

«Los insectos entienden el tiempo porque tienen muy poco. Su vida es corta. Un mosquito vive una semana. Una mosca, un mes. Una luciérnaga, dos meses. Cuanto más larga la vida, más se pierde uno en el tiempo y menos lo entiende.
En la nave era fácil entender el tiempo porque todo sucedía en el mismo instante.»

Aleksandra Lun
La ficción que se cuenta en Química para mosquitos de Aleksandra Lun se inicia en 1977. Ese año nace la niña que está narrando en 2ª persona su propia historia. Lo que se nos relata sucede en un país indeterminado de la Europa del este que va a pasar en 1989, como sucedió a todos los que estaban al otro lado del telón de acero, a la órbita de las democracias occidentales. En este país escuchamos hablar a una niña que se siente como extraña a sí misma. La extrañeza se marca estilísticamente en el uso de la segunda persona como si ella misma estuviese dirigiéndose a su segundo yo. La sorpresa no queda sólo aquí; mucho más sorpresivo es escucharla hablar de su pseudopadre y de su pseudamadre. Esta denominación es una incógnita en la cabeza del lector que se ve agigantada cuando la madre comienza a cuestionarse si no le cambiarían a la niña en el hospital donde dio a luz. Por si esto fuera poco la niña, de la que no sabemos su nombre tiene una constitución física algo extraña: un brazo demasiado largo y un omóplato del que parece estarle creciendo una especie de miembro alado. Además es una niña enfermiza que se pasa varios meses en un hospital y en una especie de residencia para enfermos con enfermedades raras.
Si la constitución física de la niña ya es extraña, más lo es aún la percepción que ella confiesa tener de lo que comunican con sus cantos pájaros e insectos. 
«Los pájaros cantan historias. Los insectos también, pero mejor, más profundas, más lejanas, [...] El tacto de las patas de las abejas es familiar. Las picaduras son repentinas, arrítmicas. Las abejas cantan sobre el pseudoabuelo, el marido fallecido de Helena, [...]»
Es la narradora una niña distinta, diferente. Del resto de los personajes destaca Helena, la abuela de la narradora, la única persona que entiende que la niña no es como el resto de seres humanos. Quizás sea por eso que su nieta no la considera 'falsa' como a sus ojos lo son propios padres y el abuelo a los que jamás da nombre sino que los despacha con el prefijo 'pseudo' antepuesto a su rango familiar (madre, padre, abuelo).

Helena, la abuela, representa el mundo tradicional en vías de extinción tanto bajo el régimen comunista de economía planificada cuanto ahora en el capitalista. Motyl, un vecino relojero por afición que se emborracha con frecuencia, salvó una vez a la niña de una posible muerte. La madre, química de profesión, viaja a Corea del Norte y recibe al director coreano cuando éste devuelve la visita. Este coreano parece tener una gran preocupación por una central nuclear que hay al borde del mar Báltico. El padre de la niña, trabajador en la empresa química como la mayoría de los que viven en la ciudad es ingeniero en la misma. El trabajo principal de esta industria química es la fabricación de planchas de plástico para las exhibiciones patrióticas de exaltación al líder en Corea del Norte.

Junto a los anteriores personajes están los mosquitos, seres antiquísimos, que al igual que los niños son muy poco tenidos en cuenta a pesar de que en sí mismos alberguen una importante información. La principal de estas informaciones es la consideración de lo que en verdad es el tiempo. Las piezas de ámbar que encierran en su interior a mosquitos paralizados en el tiempo desde hace millones de años y que acompañan a varios de los personajes tienen peso evidente en la historia. El tiempo en el interior de estos dados de resina de ámbar parece haberse detenido, no tener principio ni fin. En el mundo actual la resina es de polímero plástico en cuya superficie también de vez en cuando quedan pegados insectos. Los seres humanos consideramos fallidos las planchas en las que aparecen insectos, no comprendemos la información que estos seres venidos de la noche de los tiempos nos están transmitiendo:
«El tiempo no se puede medir -le decía la niña-, sólo se puede observar. El único instrumento capaz de reflejar el tiempo es un reloj de arena. Un reloj de arena no muestra un momento del tiempo, como los demás relojes. Sólo muestra el flujo del tiempo»
Lo anterior se lo decía la niña a su pseudopadre a propósito de los relojes sin manecillas de Motyl, el vecino relojero. La niña, como Motyl, como el jefe norcoreano, como el padre de acogida francés Luc, como la propia Helena, tienen una concepción del tiempo y de ellos mismos distinta al resto de personas que viven abismadas en el fárrago de las ocupaciones diarias. Frente al tiempo medible  (sistema comunista, luego capitalista; minutos, horas, días, semanas, ....; paso de la agricultura tradicional a la moderna; etc.) está el tiempo continuo, imposible de medir, el tiempo que sólo fluye, en el que todo sucede al mismo tiempo, nada muere porque antes de hacerlo ya está siendo sustituido por otra cosa semejante en todo a la anterior... Este tiempo, que podríamos denominar "eterno", se identifica o se sitúa metafóricamente en la expresión «Nave» a la que la niña alude con frecuencia. («En la nave todo sucedía a la vez, todo estaba unido. Todas las vidas posibles avanzaban simultáneamente en todas las direcciones»). Nave porque en expresión de Helena venimos de las estrellas. 
«Helena sigue mirando el cielo. Vive inmersa en el tiempo de las estrellas, de las plantas, de los animales. Sabe que el tiempo tiene que retraerse para volverse a expandir, como las plantas tienen que marchitarse para volver a crecer y las válvulas del corazón tienen que cerrarse para volverse a abrir. Los átomos se separan, pero siempre se vuelven a unir. El mundo desaparece, pero siempre vuelve a aparecer. Toda vida se expande y se retrae. Helena sabe que está llegando la hora de la retracción.»
Parece mentira que en una novela breve de tan sólo 149 páginas la escritora haya logrado introducir tantísimos asuntos: 
  • Clara crítica al sistema comunista presente en los países de la antigua URSS y sus satélites como su Polonia natal. Nada funcionaba como era debido: «Vivís en una economía planificada; las chaquetas de invierno no se venden en invierno, se venden cuando se fabrican. No se sabe cuándo se fabrican.»
  • Crítica a la transición nada pensada ni meditada del sistema comunista al capitalista que se llevó por delante un mundo como el de Helena, menos productivo pero mucho más humano.
  • Crítica a las energías fósiles que poco a poco van hundiendo el país.
  • Crítica al elevadísimo consumo de alcohol presente en los países de Europa Oriental.
Pero lo mejor sin duda alguna es, desde un punto de vista estilístico, en primer lugar, la manera como la autora sabe utilizar la 2ª persona narrativa prácticamente durante toda la narración. Sólo hay un momento en que la abandona; nos dice el porqué, pero no es una reseña el lugar para desvelarlo. El lector disfrutará descubriéndolo por sí mismo. Y en segundo lugar, cómo mezcla sabiamente el mensaje que pretende transmitir con la forma empleada para ello. Me refiero concretamente a cómo para explicar ese 'continuum temporal', ese tiempo no medible, al que antes he hecho referencia lo ejemplifica ante nuestros propios ojos sin avisarnos de ello, claro:
«La pseudomadre viene a buscarte a finales de agosto. En todo el verano no has tenido anginas. Por la ventanilla del tren ves alejarse los campos. Luego empiezan a aparecer los castilletes mineros. Los vagones pasan a unos pocos centímetros de los edificios de las acerías. En casa, la pseudomadre te mete en la bañera. El cuarto de baño no tiene ventana; al encender la luz, tres arañas patilargas escapan detrás de la lavadora. Te sumerges en el agua caliente. Desde detrás de la lavadora, las arañas patilargas cantan sobre los pseudopadres. La pseudomadre está sentada en un aula de la politécnica. Se abre la puerta, un estudiante llega tarde. El profesor le riñe, le manda sentarse. El estudiante se sienta al lado de la pseudomadre. La pseudomadre se ruboriza.»

La autora
Química para mosquitos
Sobre Aleksandra Lun dice la propia editorial:
Aleksandra Lun (Gliwice, 1979) dejó su Polonia natal a los diecinueve años, se costeó los estudios de Filología Hispánica en España trabajando en un casino y en la actualidad vive en Bruselas. Su primera novela, "Los palimpsestos", escrita en español, se tradujo al inglés, francés y neerlandés, y recibió la prestigiosa beca PEN/Heim del PEN America. "Química para mosquitos" (Galaxia Gutenberg, 2024), LIV Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro, es su segundo libro.
Sólo querría destacar el hecho de que la autora escribe en un idioma que no es el de su Polonia natal. Lo hace en castellano. Escribir en un idioma no materno no es frecuente, aunque sí que hay autores denominados escritores exófonos que lo han hecho:  Vladimir Nabokov (ruso a inglés), Joseph Conrad (polaco a inglés), Jhumpa Lahiri (bengalí y otras a inglés), Samuel Beckett (irlandés a francés), Cioran (rumano a francés), Agota Kristoff (húngaro a francés), Chimamanda Ngozi Adichie​ (igbo a inglés), y tantos y tantos otros. Los motivos de unos y otros para hacerlo son de lo más variado: comodidad, prestigio de la lengua elegida, mejor difusión de sus libros... En el caso de Aleksandra Lun es evidente el amor que siente por España y su cultura, que la llevó a estudiar Filología Hispánica en nuestro país y presentar esta novela, considerada por ella misma como su auténtica primera novela, al Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro con el que se alzó merecidamente en 2024.




8 sept 2025

"Décimas para Sara" de Ezequías Blanco para inaugurar el dígito de los 2.000.000 de visitas. ¡¡Gracias, gracias, y gracias!!

El blog de Juan Carlos, Dos millones de visitas

Aunque el poemario de Ezequías Blanco lo tengo en mi poder desde el 30 de mayo de 2025, día de su presentación en Getafe, y lo disfruto desde entonces, he querido dejar su reseña hasta hoy e inaugurar con ella este dígito, nada menos que los ¡¡2.000.000!! (dos millones) de visitantes que acaba de alcanzar este humilde blog. Si Carlos Gardel cantaba aquello de “que es un soplo la vida, que 20 años no es nada” qué voy yo a decir de este número de visitas a mi blog. Algunos dirán -y con razón- '¡pues no son tantas!'. Cierto es, pero a mí bien que me satisface contemplar la rotundidad del número, mucho más en un blog de lo que se entiende que es cultura algo que en el mundo en que vivimos no parece interesar a demasiada gente. Por todo esto estoy muy contento y quiero compartir mi satisfacción con  mi amigo Quías que en su hermoso y emotivo poemario canta a lo importante de la vida: el amor, la familia, los nietos, la inocencia y la verdad de los mismos...

Antes de comentar "Décimas para Sara" haré, siquiera sea brevemente, un rápido repaso de El blog de Juan Carlos. A fecha de hoy los visitantes del mismo pueden acceder a unas 900 entradas, la mayoría de ellas reseñas de libros, otras de representaciones teatrales y algunas menos de películas visionadas. Este cerca del millar de entradas ha recibido unos 15.000 comentarios repartidos entre intervenciones directas de los  lectores y las respuestas que siempre que puedo procuro darles, por eso de convertir la entrada concreta en motivo de diálogo amable. Muchas gracias a todos los comentaristas, visitantes habituales del blog la mayoría de ellos, aunque también nuevos algunos, lo que cada vez que sucede me produce inmensa alegría. 

No sé cuánto tiempo más seguiré alimentando El blog de Juan Carlos. A veces me siento cansado, pues han pasado ya muchos años desde que decidiera crearlo. En algún sitio, creo que cuando celebré el primer millón de visitas en marzo del año 2021, hace ya cuatro años, escribí lo siguiente:
«Un blog que durante sus algo más de diez años de existencia ha ido in crescendo: de las sólo 4 entradas publicadas en 2010 he pasado a 90 en 2016, 86 en 2015 o en los dos últimos años a 79 en el 19 y a 80 en 2020. Creo que no está nada mal. Yo al menos estoy satisfecho porque en conjunto desde su creación en mayo de 2010 son ya 605 las entradas en él aparecidas. 605 entradas que han merecido casi 8000 comentarios por parte de algunos de la millonada de visitantes que con vuestras opiniones me habéis dado a conocer no pocas cosas y descubierto errores en los que sin saberlo había incurrido.»
Cualquiera observará que el número de entradas desde esas 90 de 2016 o las 80 de 2020 han ido reduciéndose poco a poco. Cansancio, quizás hastío, los años transcurridos... En cualquier caso como todo en la vida, El blog de Juan Carlos durará lo que tenga que durar. Es verdad que ahora mismo, muchos otros blogs de literatura optan por pasarse al formato del videoblog o a colgar las reseñas en Instagram y/o Facebook. Son opciones más rápidas, más cómodas, que exigen menos esfuerzo por parte de los internautas. Yo por ahora soy reacio al cambio, si bien como la mayoría de quienes os pasáis por aquí habréis comprobado sí suelo publicitar mis entradas en Instagram, Facebook y X. Pero de ahí a abandonar el formato de Blogger  por ahora no.

Repito mi agradecimiento: 

¡¡Gracias, gracias, y gracias!!

ooooOoooo
  
Décimas para Sara, Ezequías Blanco
Pienso que más que hacer una reseña al uso, algo que con los libros de poesía no es tarea sencilla, en esta 'reinauguración' del blog, no estaría nada mal para esta entrada trasladar aquí, en la medida de lo posible, la amable sensación que dejó en todos los asistentes la presentación del poemario en Getafe el pasado 30 de mayo. En dicho acto intervinieron, por este orden, el poeta Francisco Caro, que fue quien animó al autor a publicar estos poemas que el propio Quías modesta y equivocadamente tildaba, por el ámbito familiar en que nacieron, de fruslerías; José Cereijo, poeta responsable del prólogo de la obra que atinadamente titula 'La realidad, en fin: La vida'; Eugenio Rivera Claudio, acertado ilustrador de cada uno de los 38 poemas que forman el poemario; y el autor, Ezequías Blanco, quien tras explicar el origen de la estrofa clásica elegida para estos poemas, pasó a hablar de la fuente que los inspiraron: la emoción sentida ante acciones o sucesos de su nieta Sara que luego él plasmaba en versos. 

Cerró el acto de presentación la visualización de un magnífico video (pinchar aquí o en la imagen para visualizarlo) creado por Rufo Pajares en el que distintas personas leen algunos de los poemas contenidos en Décimas para Sara. Es una auténtica gozada escuchar las décimas en boca de declamadores como Matías Muñoz, Ana Rosa Bustamante Morales, Jaime Santos, María de la Vega, Pepe Viyuela, Mariano García, Davina Pazos, o el propio Ezequías Blanco. El fondo musical de la Serenata española de Tárrega que interpreta a la guitarra Jesús Saiz Huedo es un plus añadido a la calidad de los poemas y de las ilustraciones de Eugenio Rivera que en el video acompañan a la letra de los poemas que se recitan.



Dicho y visto lo dicho y visualizado hasta aquí, poco me queda ya por añadir. Quizás sólo reproducir lo que para mí escribí tras una primera lectura:

Un librito delicioso. Ezequías utiliza la estrofa clásica de la décima para celebrar diversos episodios felices o/y sorprendentes sentidos y vividos por él a raíz de convertirse en abuelo. El título viene dado por la estrofa utilizada y por el nombre de Sara, su primera nieta. Sentimos la esperanza ante su próximo nacimiento, sufrimos con su primera fiebre, celebramos sus sucesivos cumpleaños, sus primeras palabras de trapo, sus primeros y vacilantes pasos, su inevitable crecimiento, su cándida crueldad infantil, la llegada de la hermana, etc. En definitiva, Ezequías hace un canto a la vida, a la inocencia infantil, al amor que los mismos inspiran. La estrofa elegida por el autor va como anillo al dedo a los sucesos que suscitan los poemas.

Es un libro ilustrado. Cada poema está acompañado de un dibujo realizado por Eugenio Rivera. Dado la inspiradora de los poemas, la nietita de Quías, Eugenio ha realizado unos dibujos que invitan a que niños de la edad de Sara se sientan atraídos por el volumen. Son dibujos muy simpáticos, muy graciosos, unos dibujos que han sabido captar el sentido de cada una de las décimas; y no sólo el sentido directo que los niños seguro que saben entender, sino también otro más profundo, más adulto: el que quien quiera que sea, padre o abuelo, habrá experimentado en carne propia al tener un bebé en sus brazos; un bebé que va creciendo y pasando por cada una de las fases que leemos en esas estupendas espinelas que Ezequías ha pergeñado como regalo para su querida nieta.

Recomiendo la lectura del poemario por su belleza, por su verdad, y por la emoción que transmiten todas y cada una de sus composiciones. Es vida auténtica.


Algunas páginas del poemario:

Décimas para Sara

Décimas para Sara

Décimas para Sara, Ezequías Blanco

Décimas para Sara, Ezequías Blanco


Para adquirir este hermoso libro editado por Mahalta ediciones basta con pinchar en la imagen que aparece a continuación:


29 ago 2025

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? de Jeanette Winterson

«En febrero de 2008 intenté terminar con mi vida. [...] Yo ya había nacido dos veces, ¿o no?; mi madre perdida y mi nueva madre, la señora Winterson. Esa doble identidad, en sí misma es una especie de esquizofrenia; la sensación de ser una chica que es un chico que es un chico que es una chica. Un desdoblamiento en el corazón de las cosas.»

literatura gay, feminismo, lesbianismo
¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal? se trata de una autobiografía personal en la que Jeanette Winterson (Manchester, 1959), como es habitual y rasgo de estilo en ella, mezcla lo real con algo de ficción. Estamos ante una autobiografía novelada. La autora muestra especialmente la búsqueda de su identidad, tanto de sus orígenes biológicos al haber sido una niña adoptada cuanto de la personal en lo que respecta a su sexualidad.
 
Jeanette Winterson achaca sus problemas de identidad a su madre adoptiva muy mediatizada ésta por su pertenencia a la iglesia pentecostal. Para la señora Winterson todo es pecado, todo ha de ser renuncia, sacrificio, expiación. La señora Winterson considera que su hija es una cruz que ella arrastra por haber nacido la niña en «la cuna equivocada». Esta insistencia de la madre adoptiva crea serios problemas a Jeanette quien en su cabeza, sin conocerla siquiera, no deja  de achacar a su madre biológica un sinfín de defectos, vicios y cuantas culpas pueda alguien atribuir a quien sin más ni más la abandonó a las seis semanas de haber nacido.

La otra parte de esta autobiografía, perfectamente entrelazada con la de la adopción se refiere al lesbianismo de Jeanette. Su madre adoptiva no lo admite y por ello ella abandonará la casa familiar con tan solo 16 años. Este rasgo identitario la acompañará siempre, con mayor o menor fortuna respecto a las parejas tenidas a lo largo de su vida.

El libro me ha parecido tener en muchos momentos el formato de libro de autoayuda, algo que en mi opinión le resta atractivo. Sin embargo, junto a esto  hay que destacar en lo positivo el poder salvador de la literatura cuya lectura y escritura hizo que Jeanette pudiese sobrellevar situaciones vitales muy complicadas. La autora utiliza la literatura como patrón de medida para cuanto hace o vive. Dato fundamental en su biografía, que explica su dedicación absoluta a la escritura, es el tremendo éxito que en su país, Inglaterra, tuvo su primera novela, "Las naranjas no son la única fruta" (en España se tituló "Fruta prohibida"), que publicó con solo 24 años. Esta novela fue adaptada por la BBC en 1990 creando una serie televisiva de enorme popularidad. 

La novela que he leído, ¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?, se inscribe en la tendencia narrativa posmoderna: mezcla de géneros, de personas narrativas, de asuntos, de citaciones literarias, de humor por momentos... La propia escritora confiesa en muchas ocasiones que ella no sabe escribir de otra manera 
«Nunca podría escribir una historia con un principio, una mitad y un final al modo habitual porque me resultaría falsa. Eso explica por qué escribo como escribo y cómo escribo como escribo. No es un método; soy yo»
Estamos, como ya he dicho, ante una autobiografía que incide en la búsqueda de la identidad personal en dos sentidos muy claros: el sentimiento de abandono de la autora por haber sido una niña adoptada y la reivindicación de su opción sexual que rompe o choca con la normalmente admitida para las mujeres. La autora sola o con ayuda de alguna de sus parejas realiza la búsqueda de su madre biológica. Es claro que ella se siente incompleta, a falta de algo y piensa que quizás si conociera a quien le dio la vida se entendería mejor a sí misma. Pero no será así. Lo que sí logrará cuando la encuentre será dar sentido a lo que es la adopción («Sea lo que sea la adopción, no es una familia inmediata, no con los padres adoptivos, ni con los padres redescubiertos»). Es evidente que para Jeanette Winterson haber sido niña adoptada equivale a haber sido abandonada, a no ser aceptada. Y esto ha marcado su existencia.

¿Influiría este sentimiento de orfandad en su orientación sexual? Pienso que no, si bien es algo que no se explicita en el libro ni en un sentido ni en otro. Sí aparecen ciertos datos que ¿podrían ser pistas? El principal es el peso que en ella pudo tener la religiosidad excesiva y mal entendida de su madre, la señora Winterson. La iglesia pentecostal a la que pertenecían ambas no hacía más que hablar de amor. La tía Nellie, dice en el libro la autora, pobre de solemnidad, daba amor a los niños pobres los martes y jueves con la sopa que hacía para ellos; ella misma, Jeanette, conoció el amor en Helen, de su misma edad y misma iglesia. Serían descubiertas por sus respectivas madres. Helen renunció al amor y ella no, razón por la que sufrió un exorcismo y a partir de ese momento decidió dormir en el jardín fuera de casa de sus padres. Enamorada más tarde de una compañera de curso y descubierta de nuevo por su madre ambas hablarán sobre el tema, sobre cómo para ella ser feliz equivalía a amar a personas como Janey Helen. Es en ese momento cuando la señora Winterson le lanzó la pregunta que da título al libro: «¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?»

También su amor temprano por la literatura y la sororidad despertada en ella hacia las autoras que la historia de la literatura siempre tuvo en un segundo plano respecto a los hombres la inclinará  decisivamente hacia las personas de su mismo sexo, o quizás el proceso haya sido a la inversa: que su orientación sexual la llevará a fijarse en la literatura escrita por mujeres. Sobre ellas y la literatura dice Jeanette Winterson:
«Henry James nos hizo un flaco favor cuando dijo que Jane Austen escribía sobre cuatro pulgadas de Marfil, en otras palabras, minucias sin importancia. Algo parecido se decía de Emily Dickinson y de Virginia Woolf»
Son precisamente las escritoras quienes le marcan el camino literario a seguir. Autoras como Woolf ('Orlando'), Stein ('Autobiografia de Alice B. Toklas'), Charlotte Bronté ('Jane Eyre') o Jane Austen ('Mansfield Park') le gustan porque construyen sus obras derribando el espacio entre realidad y ficción:
«Para alguien como yo, fascinada con la identidad y con cómo te defines, esos libros resultaron cruciales. Leerse a uno mismo como ficción y realidad al mismo tiempo es el único modo de mantener la narración abierta, el único modo de evitar que la historia se escape por su propia inercia, con frecuencia hacia un final que nadie quiere»
Una chica como ella, de una localidad pequeña, Accrington, al norte de la industrial Manchester, que vive su adolescencia durante los primeros años setenta del siglo pasado me ha recordado mucho a la irlandesa Edna O'Brien y sus "chicas de campo" reseñada por mí en este blog hace ya años: puro costumbrismo, puro tipismo de una época pasada que como se dice en el libro está muy lejos del hoy. Quizás por ello en ocasiones esa parte del contenido del libro me haya resultado algo anacrónica, vieja, pesada por sabida. 

¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?
La pequeña ciudad de Accrington creció gracias al algodón y la industria de los telares. La cultura familiar de la autora es obrera, la que se vivía en su casa, en su barrio, en su ciudad. Esto unido a su acendrado feminismo hizo que el ascenso de Margaret Thacher, hija de un panadero, hasta el puesto de Primer Ministro la sedujera. Confiesa que votó por ella, aunque posteriormente abominase de ella por la excesiva privatización. Sobre la historia de su ciudad y sobre la idea de progreso que impuso la Primera Ministra durante los años que dirigió el país leemos:
«El dinero que salía de los telares y la industria del algodón sirvió para construir el mercado y el Ayuntamiento, el hospital Victoria, el instituto de mecánica y más tarde, en parte, la biblioteca pública. Hoy en día parece muy sencillo destruir las bibliotecas sobre todo llevándose todos los libros y decir que los libros y las biblioteca no son relevantes en la vida de las personas. Se habla mucho de la desestructuración y la alienación de la sociedad, pero ¿qué otra cosa podemos esperar cuando nuestra idea de progreso elimina los centros que tanto hicieron por mantener unida a la gente?»

Evidentemente Jeanette Winterson tiene claras ideas políticas. Pero que arremeta contra el exceso de liberalismo no equivale a aprobar cuanto proceda de la izquierda. A ésta le echa en cara su discurso ramplón sobre la mujer y el no haber considerado hasta ya muy avanzado el siglo XX que el feminismo no es una broma, no es humor de mujer con el rodillo esperando al marido tras la puerta de casa cuando éste llega borracho, sino política. Así lo siente ella y por eso, confiesa, quiso hacerse escritora porque la literatura está llena de nombres de hombres y pocos de mujeres.

La escritora vive inmersa en la literatura. Ella se salvó gracias a ella y, creo ya haberlo destacado, la vida real la ve siempre a su través:

«Si la poesía era una cuerda, los libros fueron botes salvavidas. En mis momentos más inestables buscaba el equilibrio en un libro, y los libros me llevaban sobre las mareas de sentimientos que me dejaban empapada y hecha añicos.»

24 ago 2025

David Uclés en "La península de las casas vacías"

«Pensó en cómo aquella guerra había cambiado al pueblo, y en qué poca cosa quedaban los ideales cuando los hombres y las mujeres eran heridos; qué poco importaba la política y la lucha cuando las costuras del cuerpo se soltaban, cuando la nación resultaba diezmada.»

David Uclés, posmodernismo literario
Esta novela en la que su autor, según confesión propia, ha empleado más de quince años en escribirla, abandonándola en ocasiones para retomarla de nuevo más tarde, me ha gustado, a pesar de que del tema de la Guerra Civil estoy ya un poco ahíto. Y me ha gustado porque me ha parecido una manera muy original de presentar la guerra civil española que comenzó en 1936 y acabó en 1939. Dice David Uclés (Úbeda, Jaén, 21 de enero de 1990) que ha escrito esta historia para que las generaciones jóvenes como la suya no olviden lo que aquella lucha fratricida fue, la mucha gente que murió: 
«He escrito esta novela con total libertad, sin ningún reparo ni prejuicio, sólo he intentado honrar a toda la gente que murió.»
Sinopsis (tomada de la página de la editorial Siruela)

UNA NOVELA TOTAL SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN CLAVE DE REALISMO MÁGICO


Premio Cálamo Libro del Año 2024
Premio Andalucía de la Crítica
Candidato español al Premio Literario de la Unión Europea
Premio Kelvin 505 del Festival Celcius 232 a la mejor novela original en castellano publicada por primera vez en España en 2024
Premio Espartaco en la Semana Negra de Gijón a la mejor novela histórica escrita en español


He aquí la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.

Mi comentario
El autor-narrador se sitúa en la posición de narrador omnisciente, de dios creador, desde la que observa, dispone y enjuicia los acontecimientos. Describe los paisajes, en especial ese territorio cuasi mítico, Jándula (el pueblo jienense de Quesada en la realidad), en el que nace y muere esta novela, donde ocurren muchos episodios, algunos de ellos surreales o por encima de la realidad, siendo aquí donde el concepto de Realismo Mágico aplicado a La península de las casa vacías (editorial Siruela, 2024) encuentra toda su justificación. Parodiando algo al propio Uclés diré que sobre el realismo mágico en esta novela hablaré más tarde. Ahora sigo con ese narrador-dios que todo lo sabe y todo lo domina; naturalmente conoce todo de los personajes que intervienen en el relato, unos históricos y otros intrahistóricos (en definición de Miguel de Unamuno, creador del concepto: la gente común que hace la historia, pero no pasa a la Historia), o sea, reales en tanto en cuanto que él, según confiesa en varias ocasiones, es nieto del último de ellos, Luis, nacido al final de la GC, y que es quien, nos confiesa, le ha relatado la mayor parte de los sucesos narrados. 

El propio autor-narrador David Uclés no escatima el humor en su novela. 
«—Dicen que van a derribar su casa para construir una más moderna.
—¿Quiénes?
—Los herederos, los hijos que tiene repartíos entre Alicante y Mágina. Les trae sin cuidado la costumbre que tenemos de dejar que las casas se caigan solas.
»
Como el maestro Gonzalo Torrente Ballester el autor de La península de las casas vacías concibe la narrativa como un juego y en este sentido juega absolutamente con todo: entrando y saliendo del relato a voluntad; también juega con los lectores, con los personajes, con las creencias, con los contendientes..., en suma con la propia literatura. Construye un relato en el que las reflexiones metaliterarias abundan, especialmente dirigidas a los propios lectores quienes, el mismísimo Uclés reconoce, deben/mos estar perplejos ante esta lectura
  • «No sé si os habréis percatado, en las reacciones de varios personajes, de cierta dicotomía existencialista: los íberos no sabían si creer en Dios o en el narrador. Desconocían si eran lo mismo o no, y si alguno de los dos existía. Por regla general, la idea de ser un producto narrativo les angustiaba más que la de ser criaturas de un ente celestial.»
  • [sobre dos personajes que va a eliminar del relato] «En cuanto a si me arrepentiré y los traeré de vuelta, no puedo saberlo. Quizás más adelante los reviva narrativamente o los retome al final para cerrar la historia; o quizás mueran y cuando quiera echar mano de ellos, ya no estén, y serán ellos los que me habrán abandonado. No puedo saberlo. Vosotros sí, si hojeáis el final del libro. Es curioso. Podéis adelantaros a lo que yo mismo desconozco todavía que ocurrirá. En ese sentido, os envidio. Adiós, Manolo. Adiós, Pura.»
Son numerosas las confesiones del propio autor sobre decisiones escriturales tomadas en una novela que tiene mucho de histórica y en la que por eso mismo conviene ser cuidadoso. Así, por ejemplo, al hablar del personaje de Fuensanta y atribuírsela como hija al pintor Rafael Zabaleta, el autor de la portada, el novelista se ve en la necesidad de aclarar en el característico tono distendido predominante en la mayor parte del relato lo siguiente:
«Fuensanta. Esta era hija del pintor del pueblo, el cubista Zabaleta. En realidad, el artista nunca tuvo descendencia; pero, en el reino maleable de la literatura, he querido darle una hija.»
Y en cuanto a la interesante y llamativa portada, en un momento de la narración David Uclés informa de que es precisamente el padre de Fuensanta el autor de la misma, y que fue a él a quien acudió Ángela Ardolento para que le predijese más o menos la fecha de nacimiento del hijo que llevaba en sus entrañas:
«Una vez terminó de pintarla, Zabaleta se retiró a continuar con otro trabajo que llevaba a medias —un encargo realizado por el narrador de esta historia, quien quería que la portada llevara los rostros de los personajes principales del libro, acompañados por dos militares—»
Cualquiera que lea la cita anterior se dará cuenta de cómo el novelista hace uso de la maleabilidad que dice es consustancial a la literatura. Es a en efecto, mucho más en una novela que se siente más que a gusto dentro de la tendencia del posmodernismo literario como se observa en el texto anterior: metaliteratura, parodia de la propia escritura e introducción del libro real dentro de la propia ficción.
Si bien en la novela el narrador afirma que los personajes pintados son las personas de su familia y otras del pueblo, la portada en realidad no es más que un fragmento del cuadro 'La romería' que el pintor Zabaleta pintó en 1959. El autor disfruta jugando con los elementos reales e inventados más que un chiquillo.

El realismo mágico es sin duda alguna el estilo narrativo elegido por David Uclés para presentar a esa familia Ardolento transitando por la España de la Guerra Civil. Es la modalidad literaria que, en su opinión, mejor muestra la realidad, brutal en muchas ocasiones, inserta en la cotidianidad y el costumbrismo propios de los pueblos y personas que la tuvieron que vivir y sufrir pese a ellos. Al igual que el colombiano García Márquez con Macondo o el mexicano Juan Rulfo con Comala, Uclés crea un territorio mágico que emana de la propia realidad. Este territorio mítico al que Odisto y todos los Ardolento quieren retornar es Jándula (el pueblo real de Quesada en Jaén) que forma parte de Iberia (España junto a Portugal -Lusitania en la novela-). 
La magia e irrealidad impregnan la existencia de las personas en esta Iberia ficticia:
  • «Al final de las misas de difuntos el miembro más pequeño de la familia del fallecido tocaba un almirez de cobre; debía golpearlo una sola vez y con fuerza. Pensaban que la nota se desplazaría horizontalmente, daría la vuelta a la tierra y volvería meses después al mismo punto del planeta, ascendiendo finalmente hasta el cielo»
  • «Aquel pintor de lutos conocía las tonalidades oscuras mejor que nadie y la duración del pigmento que usaba coincidía con la de la tristeza de los familiares por el fallecido.»
  • [Manola, la sobrina de Odisto que ha salido en busca de su hermana Antonia llega a] «Écija, donde se entretuvo en contar las torres barrocas. Allí, debido a las temperaturas extremas, todos los habitantes sin excepción usaban sombrero para que no se les escapara el alma por la cabeza.»
Pero, advierte el narrador saliéndose del texto que esta técnica del realismo mágico no se aviene siempre bien con lo realmente sucedido, por lo que a veces debe de abandonarla o avisar al lector de que la realidad supera cualquier cosa imaginada, ironizando metaliterariamente con el propio estilo:
  • [las tropas de Yagüe] «llegaron a Badajoz. Lo que ocurrió allí, así como la respuesta republicana en la Cárcel Modelo, bien merece otro capítulo, uno más cercano a la novela histórica que al realismo mágico. No habrá muchos más relatos como el de Badajoz en este libro, pues la sangre no sale bien de este teclado.»
  • «El Caudillo, para destrozar cuantos más mejor, tenía un método: abría las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa para que el nivel del agua en el río ascendiera y lanzaba troncos que flotaban y que cargaban con dinamita, la cual estallaba contra las pasarelas. Parece realismo mágico, pero fue tal que así.»

Antes de entrar, para cerrar ya esta reseña, en la presentación del propio contenido histórico quisiera destacar el gusto por el vocabulario que demuestra el novelista en La península de las casas vacías. Son innumerables las palabras poco empleadas o al menos poco conocidas por los lectores actuales, habitantes la mayoría de núcleos urbanos que han olvidado por completo las actividades y los objetos empleados para ellas en el medio rural tan habitado en los ya lejanos años de la guerra civil española. Algunos de estos vocablos son por ejemplo: Abuzado: Echado de bruces especialmente para beber; Oblata: Dicho de un niño confiado por sus padres a un monasterio para que allí se eduque y si se aficionase entre en religión;  Barjas: Cestas de madera o esparto utilizadas en el campo para llevar alimentos; Entortar: Hacer tuerto metiéndole algo en el ojo; Orza: Vasija vidriada de barro alta y sin asas que sirve normalmente para conservar alimentos;  Estezonazos: golpes; Tomiza: Cuerda o soguilla de esparto; Jifero: Matarife; Albéitares: Veterinarios; Olíbano: Incienso aromático; Bleda: acelga; etc, etc.

La historia
que nos cuenta David Uclés la distribuye en cuatro apartados. El primero son los antecedentes de la contienda: luego los tres siguientes corresponden, cada uno de ellos, a los años en liza (1936, 1937 y 1938-1939). Finaliza la obra con un Epílogo en el que venimos a comprobar y a reafirmarnos en que es el propio autor quien ha narrado la historia a través del tamiz de su imaginación y la de su abuelo Luis que vino a este mundo en 1940, último vástago de la mítica estirpe de Odisto Ardolento, auténtico protagonista de toda esta historia.

En cuanto a lo estrictamente histórico el autor es ecléctico, imparcial, a pesar de que para evitar susceptibilidades confiesa su simpatía por el bando republicano, lo que no quita para que exponga de modo neutro las brutalidades cometidas por unos y por otros. Durante la lectura constantemente venía a mi mente la figura del periodista Manuel Chaves Nogales que en su obra "A sangre y fuego", reseñada en este blog hace ya doce años, presenta crónicas periodísticas escritas por él mismo durante la contienda; en ellas asistimos asombrados a bestialidades perpetradas por los 'hunos' y por los 'hotros'. Esta terminología cacográfica la toma deliberadamente el autor de La península de las casas vacías del propio Miguel de Unamuno quien la usó en más de un ensayo para describir lo equivalentes que en brutalidad eran las derechas y las izquierdas, o sea, los unos y los otros.
«—Estamos apañaos con ser de derechas o de izquierdas… ¡Siempre con lo mismo!
—Los políticos no tienen campo. Si no, no tendrían tiempo de inventar tantas cosas.
»
Sobre la GC dice Uclés en entrevistas: 
«Fue tan grotesco, tan irracional, que creo que nadie sabe explicarlo bien del todo. Hay quienes lo explican culpando sólo a una parte de la población, u olvidándose de la otra. Lo que tengo claro es que abrió un pozo de tristeza que no se ha secado. Todo el mundo en este país tiene una historia sobre la Guerra Civil; unas familias las sufrieron más que otras, pero todas la sufrieron.»

Y al inicio del relato de La península de las casas vacías reflexiona el autor-narrador:
«— Lo más peligroso de una guerra muchas veces no es la lucha armada contra el enemigo político, sino el ajuste de cuentas con los que te rodean. ¡Todo está permitido! Y si alguien te descerraja un tiro en mitad de una calle, nadie va a ser juzgado. Ese es el mayor miedo que da una guerra, la sensación total de indefensión. Y con la que se nos viene encima… Pero bueno, no creo que nadie toree a nadie en esta historia; y mucho menos a animales. ¿No ves que el narrador está contra la fiesta?»

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Nota final
No quiero extenderme más en esta reseña. Pero he de advertir que esta buena novela contiene muchas más cosas dignas de ser señaladas. Entre ellas las innumerables, si bien bastante sabidas, alusiones a personajes de la esfera literaria de la época (Alberti, María Moliner, Machado, García Lorca, André Malraux, Saint d'Exupery, Max Aub, Alejandro Casona...) y a otros del futuro que se ocuparían más o menos directamente de la Guerra Civil o de sus consecuencias (Paul Preston, Almudena Grandes,  Pío Moa, Hugh Thomas, Carmen Laforet...). Rompe David Uclés la línea temporal hacia adelante o hacia atrás muchas veces; también, como se ve, con estos protagonistas de la cultura española.








25 jul 2025

Manuel Machado, el hermano de Antonio

Alfonso Guerra, comisario de la exposición Los Machado

Disfruté mucho viendo en la sede de la RAE en Madrid la exposición "Los Machado. Retrato de familia", que se cerró el pasado día 29 de junio. La exposición llegó a la capital tras su paso por Sevilla y Burgos, Concretamente la muestra se inauguró el 21 de octubre de 2024 en la antigua Fábrica de Artillería de Sevilla y siguió a comienzos ya de este año en la Sala de Exposiciones Pedro de Torrecilla en Burgos (Fundación Círculo Burgos). El motivo de estas dos primeras localizaciones es que los dos poetas Machado, Manuel y Antonio, nacieron en Sevilla en los años 1874, el primero, y 1875, el segundo. Se cumplen, pues, este año 2025 y el anterior, 150 años del nacimiento de uno y otro. En cuanto a Burgos, la razón principal de que la muestra recalara allí antes de su llegada a Madrid no es otro que el que fue en esta ciudad donde definitivamente el destino hizo que los dos hermanos se separaran definitivamente dado que el estallido de la Guerra Civil de 1936 encontró a Manuel en la ciudad burgalesa y a Antonio en Madrid; estas dos ciudades quedaron adscritas respectivamente a uno y otro bando de los dos en liza siendo imposible la comunicación entre ambos hasta 1939, año en que Antonio moriría exiliado en Colliure (Francia). 

La exposición comisariada por Alfonso Guerra me pareció interesante por el buen número de documentos, manuscritos, cartas, primeras ediciones bibliográficas, fotografías, material hemerográfico, obras plásticas y objetos personales que explicaban los orígenes literarios de los hermanos y su recorrido vital y creativo. Se parte del legado familiar: la pasión por lo científico y la naturaleza del abuelo Antonio Machado Núñez, la querencia por los cuentos y romances de la abuela Cipriana Álvarez Durán o el gusto por el folclore o el mundo popular del padre Antonio Machado y Álvarez "Demófilo". Y tras este legado se mostraba la trayectoria en paralelo, muchas veces coincidente, de ambos hermanos, organizada en ocho apartados: 
  1. La infancia (1874-1883), centrada en la vida doméstica, las influencias de los abuelos y el padre en la futura obra de los Machado
  2. La adolescencia (1883-1893), que relata el traslado a Madrid, la formación en la Institución Libre de Enseñanza, y la muerte del padre y del abuelo 
  3. La juventud (1893-1907), marcada por las tabernas y la cultura popular en la que se sumerge Manuel, y la estancia en París de ambos hermanos 
  4. El viaje (1907-1912), que repasa la separación, el inicio de la vida profesional y el periodo en Soria de Antonio
  5. La madurez (1912-1919), en la que se analiza el duelo de Antonio por Leonor y el casamiento de Manuel 
  6. El regreso (1919-1936), con el destino en Segovia, luego en Madrid, de Antonio y la Real Academia Española de fondo. Manuel como funcionario por oposición y periodista de diversos medios.
  7. La guerra (1936-1939), que relata el inicio de la contienda y las repercusiones en la familia, y 
  8. Colliure (1939), fundamentada en la muerte y el exilio.
Como no podía ser de otro modo la figura preeminente de la muestra era la de Antonio. Pero a mí me  resultó más interesante, por menos sabido, la luz que la misma lanzaba sobre Manuel, autor que al haber quedado por azar durante la GC en zona nacional suele ser adscrito a dicha ideología cuando como bien se destaca en la expo y puso de manifiesto el comisario de la misma en cuantas entrevistas le hicieron antes y mientras estuvo abierta no había tal ya que los hermanos eran uña y carne literaria, social y afectivamente. Como muestra, Alfonso Guerra destacaba la anécdota del argentino Jorge Luis Borges cuando, recabada su opinión sobre el poeta Antonio Machado, respondió: "¡Ah, no sabía yo que Manuel tenía un hermano!" con lo que quería destacar la altura e importancia literaria del hermano menos conocido popularmente, Manuel. 

Manuel Machado, Exposición sobre Los Machado
Yo, aunque conocía muchos de los poemas de Manuel que junto a otros de Antonio ilustraban los muros de las dependencias de la RAE donde estaba  ubicada la exposición, llamaron mucho mi atención otros desconocidos para mí. Salí, pues, de la Real Academia con el decidido propósito de penetrar más a fondo en la poesía del primogénito de los Machado. Busqué en librerías títulos suyos y apenas si todo se reducía a las colaboraciones teatrales realizadas en comandita por ambos hermanos y a alguna antología que recogía poemas de uno y otro, con preeminencia siempre del autor de "Campos de Castilla"; sólo un voluminoso libro, las "Poesías Completas", editado por Renacimiento en 2019 aparecía en todas ellas. E igual sucedía en las bibliotecas públicas: apenas nada de Manuel y sí, todo, de Antonio. Yo buscaba una antología de su poesía, y aunque las hay (una publicada por Alianza editorial en 2016, otra por editorial Río Nuevo en 1982, otra más por Edaf en 2003, y quizás la que yo buscaba también publicada por editorial Renacimiento con el título de "Yo, poeta decadente" en 2013) es evidente que los bibliotecarios encargados de las compras no habían sentido la necesidad de adquirir ejemplares de Manuel Machado. Sólo en una biblioteca municipal cercana a mi domicilio pude tomar en préstamo un ejemplar que contiene los tres primeros títulos dados a la imprenta por el poeta. Se trata de sus poemarios "Alma" (1902), "Caprichos" (1905) y "El mal poema" (1909).

Mi gran primera sorpresa al ponerme con el libro fue observar que la nota biográfica realizada por Rafael Alarcón Sierra, encargado de la edición crítica de estas tres publicaciones que en el año 2000 publicó la editorial Castalia, difería muy poco, si es que difería en algo, de lo que el comisario de "Los Machado. Retrato de familia" decía en la página web dedicada a promocionar la muestra. Quizás, pensé, había yo arribado a las fuentes del Nilo que sirvieron al político, entusiasta machadiano, para organizar y dar contenido a esos ocho apartados en que la expo quedó definitivamente conformada. En cualquier caso he de decir que la introducción biográfica y crítica que hace Alarcón Sierra es magnífica. 

Antonio Machado, Modernismo, Simbolismo
He disfrutado mucho leyendo los poemas de cada uno de los poemarios. Los dos primeros, "Alma" y "Caprichos" están claramente alineados con el simbolismo y el modernismo. Los influjos del maestro mágico, liróforo celeste y de quien así lo calificó en el hermoso responso que le dedicó a su muerte en 1896 son más que evidentes. Como le sucediera a Antonio la primera estancia de ambos en París en 1899 poéticamente fue muy fructífera para los dos hermanos y eso se nota en "Alma" (1902) y "Caprichos" (1905). A "Alma" pertenecen esos dos poemas tan sabidos y conocidos de Manuel Machado, Adelfos (Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron) y Castilla (El ciego sol se estrella / en las duras aristas de las armas), pero también destacan el que dedicara a Francisco Giner de los Ríos titulado Felipe IV (Nadie más cortesano y pulido / que nuestro rey Felipe, que Dios guarde / siempre de negro hasta los pies vestido) dentro de una sección poética llamada 'Museo' y especialmente para mí el titulado Cantares que figura en tantos libros de texto como ejemplo de lo que en el 98 fue la fusión del simbolismo con la veta popularista al mostrar una Andalucía modernista, íntima y melancólica. La copla, su ritmo y su expresión tan caros al cante hondo, está presente en este poema. 

Son precisamente esas coplas y esos cantares los que en el poemario "Cante Hondo" publicado en 1912 dignificará reconociendo su importancia y su poeticidad intrínseca emanada del propio pueblo que los hace, los pule, los canta, los hace suyos aunque ellos no sean sus autores tal y como en hermoso poema contenido en ese poemario y titulado La copla expresa el propio poeta: 
Hasta que el pueblo las canta,
las coplas, coplas no son,
y cuando las canta el pueblo,
ya nadie sabe el autor.

Tal es la gloria, Guillén,
de los que escriben cantares:
oír decir a la gente
que no los ha escrito nadie.

Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.

Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana de eternidad.

En el poemario "Caprichos" el poeta prosigue en su línea modernista y simbolista aunque comienzan a aparecer poemas más unidos a la propia experiencia vital del escritor. Era Manuel Machado hombre vividor, asiduo de los tablaos y cliente asiduo de alguna que otra casa de mancebía donde tenía sus preferencias y alguna que otra amante. A ellas, a la mujer en general (Mujeres) y a varias en particular (Mimí, la modelo, Rosa, Ruth...) dedica una buena parte de las coplas, madrigales y cantares que forman el poemario. Un poemario que no fue tan bien recibido como el anterior pues se le achacaba cierto continuismo con éste y un mucho de frivolidad debido a esos Pierrots, Arlequines y Colombinas tan artificiosos que invaden algunos de sus poemas. A mí personalmente el poema Vísperas (Era una tarde quieta / de paz. La plazoleta, / solitaria, / [...]) en el que el poeta introduce en su poesía la cotidianidad es con mucho el que más me ha gustado de este segundo libro, quizás -casi seguro que por ello- por su parecido con Recuerdo infantil de su hermano Antonio (

Manuel Machado, Poesía neopopular, Generación del 98
Una tarde parda y fría / de invierno. Los colegiales / estudian. Monotonía / de lluvia tras los cristales. [...]).

"El mal poema" aparecido en 1909 representa ya definitivamente el inicio de la ruptura con el modernismo aunque no con el simbolismo de Verlaine de quien, en el fondo, viene a tomar el título del propio libro. Manuel Machado estaba seriamente dolido con las críticas que recibió Caprichos cuyos poemas fueron tildados de malos por los asuntos y también, dijeron algunos comentaristas, por defectos en la medida y ritmo de algunos versos. Se revuelve, pues, el poeta contra sus detractores y se reivindica como creador de una obra original y distinta que nace de la propia vida, de la suya, de sus experiencias, de su verdad. Así lo muestra en varios poemas:

    MI PHRINÉ

No es cinismo. Es la verdad:
yo quiero a una mujer mala,
fuera de la sociedad.
Una déclassée, lo sé;
pero... ¿la conoce usté?
¡No! Pues, bueno;
sea usted bueno y cállese,
que es el saber más profundo,
y nadie diga en el mundo
de este agua no beberé.
[...]

 

YO, POETA DECADENTE...

Yo, poeta decadente,
español del siglo veinte,
que los toros he elogiado,
y cantado
las golfas y el aguardiente...,
y la noche de Madrid,
y los rincones impuros,
y los vicios más oscuros
de estos bisnietos del Cid:
de tanta canallería
harto estar un poco debo;
ya estoy malo, y ya no bebo
lo que han dicho que bebía.

Porque ya
una cosa es la poesía
y otra cosa lo que está
grabado en el alma mía...

Grabado, lugar común.
Alma, palabra gastada.
Mía... No sabemos nada.
Todo es conforme y según.

La idea estoica y existencial de la vida como camino, como peregrinaje hacia su final, presente en poemas de Antonio Machado también se ve en "El mal poema". Así, en la poesía titulada El Camino, el estribillo que abre y cierra la canción dice así: Es el camino de la muerte. / Es el camino de la vida...) y el poema enigmáticamente encabezado con un signo de interrogación reza:

                ?

Peregrino, peregrino,
que no sabes el camino,
¿dónde vas?

Soy peregrino de hoy,
no me importa donde voy;
¿mañana?...¡Nunca, quizás!

Admirable peregrino,
todos siguen tu camino.

Por último, señalar que es en este poemario donde Manuel Machado se abre más decididamente a un costumbrismo popularista más ciudadano, más cosmopolita, especialmente en la última sección del libro que titula 'Voces de la ciudad'. En ella aparecen poemas como el titulado A la tarde en el que canta la vida dura y sencilla de las mujeres que se van incorporando al mundo de las fábricas y talleres bajo la, siempre concupiscente, mirada viril (Las chicas son de los talleres / que han terminado la labor... / Dulces capullos de mujeres / a los golosos del amor / [...] Acaso es triste, pero es bello / el verlas siempre sonreír / sin más oro que el del cabello / ni más ventura que vivir / [...]).

Manuel Machado, Verlaine, Rubén Darío
En fin, para concluir declararé mi completa satisfacción con la lectura de estas tres primeras obras del hermano de Antonio, un poeta como la copa de un pino que merece más aprecio y mucho más renombre que el que tiene pues, como bien recordaba Alfonso Guerra en las entrevistas y en la propia muestra "Los Machado. Retrato de familia" pude apreciar, él y su esposa sufrieron hostigamiento, incluso prisión durante unos días, en Burgos por parte de los facciosos que se habían levantado contra el orden constitucional. Fue liberado por los oficios de familiares de su esposa y tuvo que escribir algunos poemas de elogio al levantamiento. Sí, así fue, pero como dice el comisario de la exposición tanto Manuel como Antonio eran partidarios de la libertad y de la libre decisión del pueblo; o sea que si en 1931 los españoles habían elegido República pues bienvenida sea, y si no lo hubieran hecho también habrían respetado su decisión. Sí es verdad que Antonio expresó de viva voz y por escrito su adhesión al nuevo Régimen y Manuel no, si bien este último escribió una letra para el himno republicano y los dos hermanos una obra de teatro, 'La diosa Razón', en la que señalaban los peligros que estaba corriendo la misma. En ambos siempre primó la libertad por encima de cualquier consigna.