Otro año más que pasa y llega el 23 de abril, día en que el mundo literario recuerda a dos grandes autores: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Se dice que ambos murieron el mismo día, aunque tal cosa no es del todo cierta, pero como dijo alguien "que la realidad no te estropee una buena noticia". O sea que dicho y hecho: el 23 de abril de 1616 murieron los dos escritores más estimados y elogiados de las lenguas inglesa y española.
Pages - Menu
21 abr 2025
Día del Libro 2025
Otro año más que pasa y llega el 23 de abril, día en que el mundo literario recuerda a dos grandes autores: Miguel de Cervantes y William Shakespeare. Se dice que ambos murieron el mismo día, aunque tal cosa no es del todo cierta, pero como dijo alguien "que la realidad no te estropee una buena noticia". O sea que dicho y hecho: el 23 de abril de 1616 murieron los dos escritores más estimados y elogiados de las lenguas inglesa y española.
8 abr 2025
Teatro y Novela, "Nada" de Carmen Laforet y "El cuarto de atrás" de Carmen Martín Gaite (A pares XLIV)
«Era la primera vez que viajaba sola, pero no estaba asustada; por el contrario, me parecía una aventura agradable y excitante aquella profunda libertad en la noche. La sangre, después del viaje largo y cansado, me empezaba a circular en las piernas entumecidas y con una sonrisa de asombro miraba la gran Estación de Francia y los grupos que estaban esperando el expreso y los que llegábamos con tres horas de retraso.»
La adaptación de Nada, la novela firmada por una jovencísima Carmen Laforet, ganadora en 1944 con ella del Premio Nadal en su primera convocatoria, me pareció que padecía de un exceso de voz en off para la figura del narrador. El mismo intervenía con inusitada frecuencia en la pieza siendo en ocasiones sus parlamentos de una extensión excesiva. Se convertía así la obra dramática más en una novela leída que en una obra representada. A este, en mi opinión, defecto, habría que añadir la exagerada duración de la representación -nada menos que tres horas con descanso- y la tardía hora de inicio de la sesión, las 20:30 horas de la tarde. Estos tres malos mimbres provocaron en mí que la excelencia de la magnífica puesta en escena de la directora teatral Beatriz Jaén se diluyese y no lograse que yo saliese satisfecho de la función. De los tres defectos señalados el que, en mi opinión, hace más flaco favor a la obra es el de su excesiva duración, lo que revela una adaptación escasa, una insuficiente reducción a lo esencial, un no saber sustituir debidamente los rasgos propios de la narración por otros más característicos de la dramatización. Esta adaptación, en mi opinión poco lograda, corre a cargo de Joan Yago.«Mi casa de Salamanca tenía dos pasillos paralelos, el de delante y el de atrás, que se comunicaban por otro pequeñito y oscuro, en ése no había cuartos, lo llamábamos el trazo de la hache. Las habitaciones del primer pasillo daban a la Plaza de los Bandos, las del otro, a un patio abierto donde estaban los lavaderos de la casa y eran la cocina, la carbonera, el cuarto de las criadas, el baño y el cuarto de atrás. Era muy grande y en él reinaban el desorden y la libertad, se permitía cantar a voz en cuello, cambiar de sitio los muebles, saltar encima de un sofá desvencijado y con los muelles rotos al que llamábamos el pobre sofá, tumbarse en la alfombra, mancharla de tinta, era un reino donde nada estaba prohibido.»
«me gustaba todo el proceso del enamoramiento, los obstáculos, las lágrimas y los malentendidos, los besos a la luz de la luna, pero a partir de la boda, parecía que ya no había nada más que contar. [...]Un día una señora había dicho de mí, moviendo la cabeza con reprobación: "Mujer que sabe latín no puede tener buen fin" [...]Por aquel tiempo, ya tenía yo el criterio suficiente para entender que el "mal fin" contra el que ponía en guardia aquel refrán aludía a la negra amenaza de quedarse soltera.»
«—¿Envidiaba usted a Carmencita Franco? —pregunta, inopinadamente, mi entrevistador.Por primera vez desde que ha entrado, se me ocurre pensar que es un entrevistador y le miro con una especie de asombro mezclado de simpatía. [...]—Pues sí, la envidiaba un poco por el pelo —digo— como a Diana Durbin. Para la moda de entonces, lo ideal era el pelo ondulado y yo lo tenía muy liso.»
- «—¿Se acuerda usted de los bombardeos de la guerra? —Miro al hombre de negro sin comprender, al principio, a qué guerra se refiere, si a la de Sucesión o a la del año treinta y seis.
—¿De los bombardeos? Sí, sí que me acuerdo. Un día cayó una bomba en una churrería de la calle Pérez Pujol, cerca de casa, mató a toda la familia del churrero; la niña era muy simpática, jugaba con nosotros en la plazuela, al padre no le gustaba ir al refugio, decía que prefería morirse en casa, que lo que está de Dios, está de Dios.» (sobre la Guerra Civil en Salamanca)
- «Las "costureras de toda la vida", vivían en pisos bajos y modestos, sin rótulo en la puerta, y solían tener en la alcoba oscura donde nos tomaban las medidas y nos probaban, una cama con almohadones de muchos colores entre los que yacía una muñeca de China con peluca empolvada y zapatitos de raso. Cuando venían a coser a las casas, traían dulces o caramelos para los niños, les contaban historias y les regalaban carretes vacíos y recortes de la labor [...]
«Las modistas propiamente dichas, es decir, las que habían tenido la suerte de afianzarse en su nombre de tales, no venían nunca a las casas, y eran apreciadas a tenor del lujo con que se hubieran montado y de la lentitud con que llevaran a cabo los trabajos. A mí siempre me extrañó el hecho de que su prestigio estuviera en razón inversa con la prontitud en terminarlos y nunca en razón directa. «Es buenísima, pero tarda mucho, hasta después de Navidad no te lo tiene», se solía decir, como una recomendación infalible.»
(costureras y modistas)
- «"Eso, cuando vayamos a Madrid; mejor en Madrid" Todo se dejaba para comprarlo, verlo o consultarlo en el próximo viaje, que ya faltaba poco, vivíamos de aquella experiencia fraudulenta. A Madrid se venía, en primer lugar, de modistas [...] Otro de los objetivos fundamentales del viaje a Madrid era asistir a los estrenos de cine o de teatro que no hubieran llegado a provincias.» (de la diferencia existente entre las provincias y la capital)
«Hay un punto en que la literatura de misterio franquea el umbral de lo maravilloso, y a partir de ahí, todo es posible y verosímil; vamos por el aire como en una ficción de Lewis Carroll, planeando sobre los tejados de una ciudad, es de noche y ella se agarra fuerte de mi mano y se ríe con el pelo alborotado, porque hace mucho aire»
«Introducción a la literatura fantástica de Todorov, vaya, a buenas horas, lo estuve buscando antes no sé cuánto rato, habla de los desdoblamientos de personalidad, de la ruptura de límites entre tiempo y espacio, de la ambigüedad y la incertidumbre; es de esos libros que te espabilan y te disparan a tomar notas, cuando lo acabé, escribí en un cuaderno: "Palabra que voy a escribir una novela fantástica"»
Y esa novela fantástica que piensa escribir, que está escribiendo, que ha escrito y descubrimos al final de la novela, no es otra que la que tenemos en nuestras manos. Esta manera de proceder literariamente es muy propio del momento en que Carmen Martín Gaite está escribiendo esta narración, en pleno posmodernismo literario.
28 mar 2025
Erri di Luca: Aquí no, ahora no
«Entenderemos las vidas, los niños que corretean jugando a crecer, las madres que alargan la ropa, compran zapatos y se quedan mirando el tiempo que corre por los hijos. Luego los hijos se detienen y son las madres las que corren hacia la brusca vejez y que, de tanto subir y bajar habitaciones, ni siquiera están peinadas. Luego hablan poco y comen pausadamente en Navidad. Por lo menos, así eran las madres.»
Aunque había oído años atrás el nombre de este autor italiano nacido en Nápoles (Italia) hará en mayo 75 años, Aquí no, ahora no es el primer libro suyo que leo. Erri di Luca publicó ésta, su primera novela, cuando ya tenía casi 40 años. Cuenta en ella sus años de infancia en Nápoles. Usa como disculpa el hallazgo de unas fotografías antiguas en las que de niño aparece con su madre. En este tiempo congelado el adulto de casi cuarenta años dialoga con ella que ya es intemporal. Cuenta el proceso de adaptación de la familia, y particularmente el suyo, desde la pobreza y escasez de todo en que quedó sumida Nápoles tras la Segunda Guerra Mundial, a una vida mejor y más confortable según pasaban los años. Pese a la indudable mejora, sin embargo el pequeño Erri no se adapta bien a los nuevos edificios a los que su familia se ha trasladado a vivir; allí convive con otras familias, acomodadas como la suya, y con los nuevos habitantes venidos desde muy lejos que son los norteamericanos.Tras los diez primeros de su vida años que tanto le marcaron velozmente vemos pasar su adolescencia y primera juventud hasta que a los 31 años se casa y permanece en ese estado hasta los 37. Según dice en la obra fue persona durante los primeros diez años y también durante los siete de su matrimonio. Y es que, afirma: «Ser en el mundo, por lo que he podido entender, es cuando se te confía una persona y tú eres responsable y al mismo tiempo tú eres confiado a esa persona y ella es responsable de ti.». De niño estuvo confiado a sus padres, en especial a su madre; de casado se responsabilizó de su esposa especialmente en los momentos más terribles de la enfermedad que ella sufrió.
En cuanto a la forma, el estilo de Aquí no, ahora no es muy cuidado, con logradas y hermosas imágenes literarias; podría decirse que en muchas páginas de esta breve obra (a veces más un ensayo por sus reflexiones que una novela) la prosa poética es la tónica de su escritura. Los ejemplos son múltiples en este libro, yo diría que casi, casi, constantes:
- «El sol se apagaba dentro del mar. A veces el violeta de las nubes lo partía y lo deshacía antes de que tocase el horizonte. Lo mirábamos desde la orilla mientras nos secábamos después del baño, y era nuestro, como la arena que quedaba en los pies, como el aliento.»
- «Está el olor de la Torreta el domingo: mercado, gentío, frío. Desde el horno irradian aromas y enfrente el carro de los frutos secos tuesta el aire.»
«Adopté en aquel tiempo la costumbre de no terminar los ejercicios, de dejar en blanco una parte. También en los exámenes me guardaba una parte de la respuesta que debía al docente. Custodiaba una porción de no plenitud, iba mal, comenzaba a crecer.»
«Me juré no escribir más mentiras. Contarlas, no las contaba, y tú en esto eras inflexible. Pero escribirlas no me parecía un pecado, era bonito inventar. Luego llegó ese tema y tuve la prueba de que también la escritura, despojada de su secreto, se convierte en mentira.»
«Mejor los golpes, mejor el derecho arriesgado a meter un poco de ruido cuando un juego me cogía la mano. No las palabras: a ésas no se les podía llorar, no se les podía responder, y yo no era capaz de decir ni una sola cuando tú intervenías, entre la apnea y el tartamudeo. Se aprende tarde a defenderse de las palabras.»
«No he hecho nada.» «No lo he hecho adrede.»
![]() |
https://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0 |
«Asombraban sus despistes con las palabras, siempre basados en una asonancia. «Esta mañana he salido al balconcillo y hacía un frío de pegarse.» «Qué bonitos estos naranjos rojos sanguinarios.»
Una novela breve, pero profunda. Todas sus páginas esconden informaciones valiosas, que en esta corta reseña seguro que muchas se me habrán pasado. Lo que no quiero que se me pase, por último ultimísimo, es la impronta que la figura paterna -ausente, pero al tiempo tan presente- tuvo sobre el autor. La prueba de ello es el título que decidió dar a su libro, un homenaje a su persona sin duda alguna.
22 mar 2025
Aki Shimazaki y Delphine de Vigan. (A pares XLIII)
«Me siento a la mesa y ella me sirve un vaso de té de cebada frío. Mientras bebo, mira a mi alrededor. La ventana, el fregadero, la pequeña cocina eléctrica, los utensilios de cocina colgados en la pared, el teléfono. Nada ha cambiado. Simple y minimalista. El aire acondicionado está apagado.»
La segunda novela de la pentalogía "La sombra del cardo" es Hôzuki, la librería de Mitsuko. También me ha encantado. Al haber sido la primera de las dos que leí me fijaba más en aquellos asuntos y tratamientos que ya había disfrutado en las pentalogías anteriores que de la japonesa canadiense había leído. Veía que como en "El quinteto de Nagasaki" estábamos ante una pareja de niños hermanastros que se sienten atraídos como amigos íntimos sin saber ellos que tienen la misma madre; se contraponían y presentaban debidamente los casamientos 'miai' y los casamientos por amor; también la vivencia del sexo visto sin ese sentimiento de culpa o de comportamiento poco aceptable que se impone en occidente; aparecía un país, Japón, a caballo entre la tradición y la modernidad, un país mostrado por ejemplo en cómo las geishas antiguas hoy son mujeres hermosas que hablan y atienden a los hombres de la misma manera, aunque vestidas con trajes y un maquillaje que las hace parecer más unas escorts que otra cosa; etc.
«Dibujo en mi mente una cadena, cada uno de cuyos eslabones lleva un nombre:Shôji - yo - mi último amante Mitsuo - el periodista de su revista Azami - el hombre que le dio la revista al diplomático - la mujer del diplomático que vino a la librería - su hija Hanako - Tarô. Todos están relacionados, directa o indirectamente. Si no hubiese conocido a Shôji, probablemente no habría tenido a Tarô, aunque Shôji no sea su padre.»
«Envejecer es aprender a perder.
Asumir, todas o casi todas las semanas, un nuevo déficit, una nueva degradación, un nuevo deterioro. Así es como yo lo veo.
Y ya no hay nada en la columna de las ganancias.
Un día ya no puedes correr, ni caminar, ni inclinarte, ni agacharte, ni levantarte, ni estirarte, ni encorvarte, ni darte la vuelta de un lado, ni del otro, ni hacia adelante, ni hacia atrás, ni por la mañana, ni por la noche, ni nada de nada. Solo puedes conformarte, una y otra vez.»
Este libro es de la francesa Delphine de Vigan. Entré en él con prevención y expectativas algo negativas. ¿Motivo? Pues simplemente que "Nada se opone a la noche" no me llenó lo mucho, y ni siquiera lo mínimo, de lo que esperaba de ella dada la magnífica acogida que estaba teniendo -y tiene- entre los lectores. No sé, pero no me gustó demasiado. Sin embargo, ésta, Las gratitudes, me ha llegado bastante adentro, me ha conmovido, me ha parecido bien escrita, una historia además de realista muy, muy, verosímil.
Me ha valido la reconciliación con esta escritora francesa y ya sólo por ello salgo reconfortado a la par que emocionado de esta novela corta, que presenta el asunto de la vejez de una manera real. Estamos ante una mujer anciana, Michka Seld, que un día pide ayuda a Marie, una mujer joven a la que le une una relación casi familiar. Resultado de los achaques propios de su edad se le presenta la necesidad de ingresar en una residencia de ancianos. Michka padece afasia, dolencia neurológica que le hace difícil encontrar los términos correctos del lenguaje.
En la Residencia la atiende individualmente Jerôme, un logopeda que intenta ayudarla. La relación de la señora Seld con Marie y con Jerôme llenan las páginas de esta novela corta. Ambos jóvenes pretenden ayudar a Michka, pero en verdad ellos también se benefician de esta relación, pues la anciana se interesa mucho por sus problemas: la relación de Jerôme con su padre o el embarazo por el que está pasando Marie.
«¿Sabes? Yo no quería tener hijos. Por nada del mundo. Ni familia, ni hijos. Nada de nada. Si no hubieseis vivido en el piso de arriba, me habría quedado tan pancha. No era más que una bacina... una vecina, tranquilita en sus roscón. La primera vez que viniste, no sé si te acuerdas, llevabas no sé cuánto tiempo sola en casa, uno o dos días, no quisiste decírmelo, esa vez yo también me pegué un buen gusto. Comiste y te fuiste. Me pasé la noche en veda. Luego volviste por segunda vez, con esos ojos, con esos ojazos tuyos que me empeoraban, y te abrí las puertas de mi casa. A partir de entonces volviste una y otra vez, y cada vez que venías yo te recogía, pasabas tardes enteras, y acabé comprando rotuladores, y papeles de colores, y tijeras, y los almirantes del zoo, no sé si te acuerdas, las cebritas de plástico eran tus favoritas, y la plastilina, y luego los polos de Coca-Loca, que metíamos en él c... consolador.»
«— Debería estar prohibido envejecer. Pero, bueno, ya que estás aquí, aprovecho para decirte algo: me gustaría que me abreviaran.
— ¿Cómo?
-Para mi falaral. Una abreviación..., unos canapés y se acabó. Como la señora Crespin, parece que estuvo muy bien la cosa.»
17 mar 2025
"La vida un camino". Presentación. Celebración de la Poesía (21 de marzo)
![]() |
De izda a dcha: Paloma Celada, Paco y Juan Carlos Galán (yo mismo) |
Le dices ¿Le dices a la noche que me encuentro a la vuelta de la esquina? ¿Y al día, le dirás que ya llevo esperándote un buen rato con la ilusión en la mano y mirando a tu horizonte? Es sábado, recuerda, ponte los vaqueros que te gustan, la blusa más bonita que tú tengas canta cuando ya vayas llegando. Se despertarán todas las mariposas que aún andan dormitando a causa de la lluvia. Pídeme silencio
Pídeme silencio Y no tendré alma para dártelo Reclámame un suspiro Y pondré tu oído cerca de mi pecho Di que te cuente un cuento Y abriré el libro de las mil noches Llámame en la mañana Y sonarán para ti mil sinfonías Pon a una caracola mi nombre Y edificaré la rosa de los vientos Búscame en el horizonte Y te traeré el sol y el arcoiris Móntate en el columpio de la luna Y te arroparé mirando a sus colores Mírame despacio Y tu cara brillará en el salón de los [espejos Tráeme la aventura de la vida Y compraré todos los números del [sorteo |
Por mi parte, y a falta de una lectura mucho más reposada de este hermoso, sincero y emotivo poemario, de los 69 poemas que lo componen, destacaría como mi favorito el siguiente, quizás, no lo oculto, porque su lectura me ha llevado a evocar a Pedro Salinas, poeta del amor:
Para que pueda volver a amarPara que pueda volver a amar,tendré que borrar hasta tu nombre,la forma de tus labios y tu boca,´el color suave de tu pelo,cómo te acercabas a míbuscando mil caricias.Para que pueda volver a amar,tendré que olvidarel color del sol cuando se pone,el deseo de escribircien versos en tu espalda,saber que no es ahora primavera.Para que pueda volver a amar,tendré que trepar por mis abetos,cerrar los ojos desde el cielo,soñar que tu miradano está besando a mi sonrisay que ya no es tiempo de cosecha.
11 mar 2025
Colson Whitehead. "El ritmo de Harlem"
«Harlem. Error, una vez más: una jaula para impedir que la turba de locos que consideraban aquellas calles su casa pudieran escapar al mundo de más allá. A saber qué caos no sembrarían, qué perdición, si los soltaban entre la población decente. Mejor tenerlos a todos aquí encerrados, en esta isla comprada a los indios por veintisiete pavos, según cuentan por ahí.»
Una novela que contiene mucho humor sarcástico, mucha crítica social, mucha denuncia de los abusos policiales sobre la población negra. Precisamente la muerte de un chico de color por un policía es el fondo social de la novela, un abuso que se repite con una constante que es de preocupar y que viene a demostrar que el choque entre negros y blancos estaba muy vivo en gran parte de la población estadounidense de ayer (la novela transcurre durante la década de los 60 del siglo pasado), pero también en la de hoy como lo demuestran revueltas sociales sucedidas en ese país de manera periódica.
Me gusta la literatura que despliega Colson Whitehead en sus libros. Me agrada sobremanera el culturalismo que muestra el autor en El ritmo de Harlem. Especialmente destaca la música (el blues y el bebop, sobre todo) que nombres como los de Charles Mingus, Ornette Coleman o Lena Horne, y títulos emblemáticos de temas clásicos de estos ritmos tan caros a los afroamericanos como "Ebony", "Lonely woman" o temas de godspell como "My Heart is a Pasture" entonados en iglesias episcopalianas que tanto abundan en Harlem y que tan frecuentadas son por los habitantes del barrio. En una magnífica pirueta musical Colson Whitehead titula la novela, al menos en la edición americana, como "Harlem Shuffle", tema del año 1963 del dúo Bob & Earl que los Rolling Stone recogieron e interpretaron con enorme el año 1986. El novelista confiesa en entrevista publicada por el diario The Objective al poco de publicarse en España la novela en 2023 que tomó el título de esa canción para su novela porque representa muy bien la dualidad del personaje y en general de toda la sociedad tanto la delincuencial como la aparentemente honesta.
«La letra es muy ligera. Como una canción de baile: te mueves a la izquierda, te mueves a la derecha. Es el ritmo de Harlem. Pero, parte de la melodía es un poco siniestra. Se oyen muchos cuernos, que dan ese toque maligno a la canción. Creo que eso está en mi libro. Hay mucho humor, pero también mucha gente que es asesinada todo el tiempo. Así que esa canción capta las dos caras de la historia»
«Se sentó en el sofá. A juzgar por su expresión, le sorprendía lo cómodo que era el Argent. Carney tuvo que aguantarse las ganas de cantarle las alabanzas de la espuma Airform» (cuando el Carney comerciante debe morderse la lengua para no contar, cuando no es el momento, las excelencias de ese sofá que ansía vender)
«Munson le reconoció a Carney que Cheap Brucie tenía a un contacto en la comisaría que velaba por él, y que Munson odiaba a ese tipo porque una vez le abrió la nevera y le birló el almuerzo» (la bobería que muestran incluso los delincuentes sanguinarios)
«Quiero que telefonees a Pepper a Donegal’s, es donde pide que le dejen los mensajes. Que le llames y le digas que tienes información sobre mí, que venga cagando leches, ipso flauto» (la incultura del gánster que habla se evidencia con este latinismo mal expresado)
«Yo estudié en la… —UCLA —añadió Carney. —Exacto. ¡La Universidad del Chaflán de Lenox Avenue! —Un viejo chiste privado.» (el acrónimo famoso vulgarizado para mofarse de esa cultura elevada).
«Meter en la cárcel a un poli blanco por matar a un chico negro? —dijo—. Ahora dime que el Ratoncito Pérez existe.»
Final
![]() |
(Tomado de The Objective de 08/03/2023. Colson Whitehead, imagen de archivo, 2022. | Marilla Sicilia / Europa Press) |
«Poco a poco, iba viendo que se estaba convirtiendo en una saga. Decidí que iban a ser dos libros. Y si haces dos, también puedes hacer tres. Sólo es una regla de tres. El lector va a seguir a Ray y a la ciudad en los años 60, 70 y 80. Cada década –cada libro– es un momento muy diferente en su vida. Tiene 30 años en el primer libro y tendrá 50 en el tercero. La ciudad de Nueva York entra en un desastre financiero a mediados de los 70 y sale de él en los 80. En cierto modo, el destino de Ray está escrito en la ciudad»
27 feb 2025
De bestias y aves. Pilar Adón
«En la misma postura, junto al árbol, oyó un zumbido y se pasó una mano por el pelo. De nuevo estaban ahí los reclamos de los gorriones y los cantos agudos de las golondrinas. Esos chi-r-r-r, chi-r-r-r, chi-r-r-r. También el trino de un cuco, aunque quizás se tratase de una tórtola. Y un sonido similar al que emitiría un pato. "Somos los pájaros que se quedan", recordó. Y "La esperanza es esa cosa con plumas". No había silencio en la naturaleza.»
De bestias y aves es una novela de Pilar Adón (Madrid, 1971) publicada en 2022, distinguida con una gran pluralidad de premios: el Premio Nacional de Narrativa, el Premio de la Crítica, el Premio Francisco Umbral al Libro del Año y el Premio Cálamo Otra Mirada. Sin conocer previamente todas estas distinciones he de confesar que varias razones me han empujado a leer De bestias y aves: la primera, como en otras muchas ocasiones, corre de cuenta de blogs literarios que admiro y frecuento, concretamente los de mis amigas Lorena (El pájaro verde) y Marian (MarianLEEmásLIBROS); pero el impulso definitivo me vino dado por la lectura de la entrevista que Nuria Azancot hace a la escritora en la revista El Cultural de la semana 10-16 de enero de este mismo año con motivo de la aparición de su último libro de relatos titulado "Las iras". Los elogios que a la novela que he leído le hacían mis dos compañeras blogueras más la interesantísima entrevista de Nuria Azancot en la que se hablaba mucho de De bestias y aves me decidieron a leer ya la novela. Tantas distinciones, elogios y referencias de unos y otras no podían ser mera casualidad, me dije. Y así es.«No soporto que hagan daño a los seres indefensos, incluiría a los animales o las hectáreas de árboles que se incendian cada año. Es doloroso y absurdo. He formado parte de diversos grupos ecologistas y creo que todas las acciones son necesarias para llamar la atención sobre algo tan primordial como el cuidado del planeta, que, sin embargo, no parece importar demasiado. […] Del ejercicio medioambiental me interesó lo que hacían mis compañeras científicas: salir a la naturaleza y estar en contacto con ella, en vez de metida en un despacho rodeada de directivas europeas, que era lo que me tocaba a mí. El afán de naturaleza, por tanto, ha estado ahí siempre.»
[Un] «grupo robusto que la había protegido y en el que se había mantenido a flote. Compuesto por la familia, los compañeros, los otros creadores con los que había compartido rutinas, métodos, propósitos y vivencias en un espacio trazado y montado para ella y para los que eran como ella. Una manera de actuar y congregarse. Igual que las hormigas. En torno a un trozo de pan. Los restos de un escarabajo. A lo largo de muchos años de servidumbre voluntaria, cuando se encontraba tan afianzada en su burbuja de esclavitud diaria que ni siquiera se percataba de la existencia real de la burbuja real. También ella había sido una hormiga marrón integrando junto a otras hormigas marrones su propia balsa.»
«Las mujeres llevamos una carga que los hombres no han sufrido jamás: esas normas de conducta que primero nos dieron ellos y que ahora, en una especie de giro perverso, nos imponemos nosotras mismas. Los hombres han escrito sobre nosotras desde su atalaya y han establecido sus patrones ideales de cómo debía ser nuestro comportamiento: pulcras, castas, buenas esposas, buenas madres, y, por supuesto, nada rebeldes ni imaginativas. De alguna manera, en una trampa increíble, ahora somos nosotras las que nos decimos cómo ser estupendas en la cama, con las parejas, las mejores hijas, las mejores amigas… Cayendo una y otra vez en unos tópicos que, aunque parezca que sí, no han cambiado mucho» (entrevista en El Cultural, enero de 2025)
«Coro ya no se resistía. Se había creado un nuevo refugio mental. Un espacio al que acudir para mantenerse en la realidad y, a la vez, al margen. Próxima a Louise Bourgeois. A Seraphine Louis, a Cornelia Parker o a la santa Casilda de Zurbarán. Reuniendo y reorganizando las piezas que habían quedado dispersas durante aquellos días. La herencia que le había dejado su hermana. Reconquistando la luz y el fervor de la Gran mata de hierba de Durero. Las flores de Adolphe Millot. Las metamorfosis de los insectos de María Sibylla Merian. Preguntándose dónde estaba la vida. ¿En su trabajo? ¿En el mundo al que tanto había querido regresar? ¿En sus cuadros? ¿O en el espacio real pero balsámico de la poza, donde residía y no residía su hermana?»
(del Museo Albertina de Viena)
«Dio unos pasos hacia la puerta, pero no volvió a oír nada. Miró en el cabecero de la cama. Luego se dirigió a la estantería. Había un Manual de la buena esposa encuadernado en piel de color granate. Un Manual de plantas de interior. Un Anna Karenina, un Rebecca y varios tomos de Poesía completa con los lomos agrietados. Cavafis. Viaje a los confines de la tierra. En los mares del Sur. Y libros en francés.»
«Nunca había sabido disfrutar del riesgo. Y ahí estaba, asumiendo el riesgo máximo, sumida en un fluido que parecía respirar para ella. Como La joven mártir. Como Antinoo. Como los hermanos al final de El molino del Floss o la Chica ahogándose de Lichtenstein. "Cuando la Taciturna llegue y decapite los tulipanes". La piel azulada alrededor de los labios. Como Ofelia. Como Shelley. Como la madre de Magritte en el río Sambre cuando él tenía 13 años y la descubrió ahogada con la cara cubierta por su propia ropa empapada que se transformaría en los velos de sus cuadros. Como el capitán Ahab. Como Mungo Park en el río Níger. El estado de apnea e hipotermia. Abogados azules con agua en los pulmones o ahogados blancos sin absorción de agua.»
«La mujer fue hacia la cama y extendió sobre la colcha un vestido idéntico al que ella llevaba puesto. Idéntico también al de Catina. [...]
—Sí. Les agradezco que me hayan alojado en su casa. Pero tengo que irme.
—De momento le traigo uno. Ya habrá más para que pueda cambiarse. Pruébeselo Le quedará bien. Si necesita cualquier otra cosa, dígamelo.
—Gasolina. Necesito gasolina para el coche. Ya se lo he dicho unas cuantas veces. Me he quedado sin gasolina y tengo que irme.
—Los coso yo, ¿sabe? No imagina la cantidad de horas que empleo en llevar esta casa. El mantenimiento. La limpieza. [...]
—¿Por qué no me escucha?
—Claro que la escucho. Pero tiene que relajarse. Nada más que eso. Sólo relajarse
—Me iré andando. Saldré de aquí aunque tenga que escalar la verja.
Tresa la oyó, pero no la oyó.
—Debemos desprendernos de lo que no nos es útil. Renunciar a ello. De lo contrario, terminaríamos todas a empujones y codazos. Nos odiaríamos. [...]
—¿Por qué no me lo dice de una vez? No pensarán que voy a quedarme aquí… En esta casa.»
![]() |
(Foto aparecida en El Cultural del 10-16/1/2025) |
«También ella era fruto de la tierra. Un elemento más del universo. Guiándose por una norma que consistía básicamente en no tratar a los demás como no querría que la trataran a ella. O al revés: tratar a los demás como querría que la trataran a ella. ¿Qué buscaban todas las criaturas del mundo, al fin y al cabo? Alimento. Espacio. Compañía.»