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20 jun 2025

Loxandra. Novela de María Iordanidu

La novela de esta griega que es María Iordanidu, mujer que vivió en Estambul, Atenas, Tabumi (Imperio ruso), El Cairo y otras ciudades... da testimonio personal de su vida y la de su familia en la Europa finisecular del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Presenta la convulsa vida de esa parte de Europa (Grecia, Rusia, Turquía) siguiendo la vida de Loxandra, la abuela de la Ana, la narradora y personificación de la propia escritora. En realidad Loxandra relata la vida y comportamiento de la abuela materna de la escritora. La novela es un canto a la vida en el Estambul de la segunda mitad del siglo XIX, ciudad donde convivían griegos, turcos, kurdos, armenios, chipriotas... Era una ciudad multicultural cuya población vivía en barrios diferenciados: el turco, el cristiano ortodoxo, el cristiano católico... Fue una época políticamente convulsa en la que las revueltas, las guerras, los tratados de paz, etc. propiciaron variación en las fronteras de los países y también movimientos de población temerosas de sufrir matanzas, persecuciones, genocidios (armenios y kurdos principalmente, pero también, aunque en esta entrega de María Iordanidu no aparezca, griegos como la familia de Loxandra).

En medio de todo esto Loxandra es una mujer de familia, que vive entregada a sus hijos y a los de su marido, a los familiares de éste y a los hijos de sus hijos. También la vecindad es para ella como parte de la familia. Según la leía me parecía estar leyendo una novela costumbrista, pues la autora se deleita contándonos las comidas, las celebraciones, la manera de cortejar, los partos, el crecimiento de los hijos... Todo ello envuelto en una manera de contar que, en ocasiones, me ha parecido algo antigua, pero muy muy legible. El humor aflora a veces en la personalidad intrépida y echada para adelante de esta mujer que no se para en barras.

La narración está efectuada en primera persona. Esta primera persona, es la de la nieta de Loxandra, Ana, que con su evolución marca un poco el ineludible cambio de la época que representa la abuela, que llega hasta 1914, a la de Ana que comienza a estudiar en un colegio americano y que por su manera de reaccionar y comportarse, es evidente, abandonará la manera de vivir tradicional que tanto gustaba a Loxandra. El inevitable paso del tiempo.

La novela tiene, en mi opinión, aspectos negativos y otros positivos, si bien, quizás sean los primeros los que más abunden. Son éstos una excesiva cantidad de nombres propios de persona y de relaciones familiares que hacen a veces algo ininteligible la narración. De entre toda esta selva nominalista sobresale la figura de la protagonista de manera algo excesiva para el gusto actual: una mujer que hace dádivas a troche y moche, que recibe a quien quiera que llega a casa, que dice siempre lo que piensa sin importarle quien esté delante, que intenta influir en la vida de todos los miembros de su familia... Un lugar principal en este relato lo ocupa la comida, pero los nombres griegos o turcos de las mismas o de sus ingredientes hacen difícil o al menos complican bastante la lectura. Pero, quizás, lo que menos me ha gustado es que las dos líneas, mundo general histórico-político y particular de Loxandra y familia, no se entrelazan debidamente sino que María Iordanidu despacha el contexto y los abundantes sucesos históricos en resúmenes rápidos de uno o dos párrafos breves para de seguido retornar a la peripecia constante y muy repetitiva del personaje que da título a la novela. Según  avanza la narración parece que la novelista, consciente quizás de esta distorsión, la va corrigiendo, de manera que en la última parte, de las tres en que distribuye el relato, el trenzado de ambos mundos -el general y el de Loxandra- está más conseguido.

Griegos t turcos enfrentados en el siglo XX
Pero también hay elementos muy salvables en este relato aparecido por vez primera en 1963.  El primero, quizás sea la verdad del personaje si lo consideramos dentro de su contexto histórico: una sociedad de finales del siglo XIX en la que la responsabilidad y comandancia de la casa estaba siempre en manos de las mujeres, en especial de las mayores. También me ha gustado -casi lo que más- la información que la autora transmite sobre esa Constantinopla multicultural y cosmopolita, habitada por diversas etnias y culturas, que vivían en la misma ciudad pero bien separadas unas de otras; quizás ese  Estambul que hoy ya no existe, una ciudad donde las culturas vivían sin mezclarse pero soportándose, sea de lo mejor de Loxandra. También es destacable el tono de humor que en algunas páginas se entreve: es un humor que nace de la propia narradora, la nieta Ana que está narrando desde su hoy (años 60 del siglo pasado) el mundo extinto de su abuela, el cual en la distancia ciertamente parece digno de risa e incluso algo ridículo. Y es que, creo ya haberlo dicho, la novela viene a mostrar el paso de un mundo viejo y acabado, el de la abuela Loxandra, al mundo nuevo y emergente, el de la joven nieta Ana que abandona Turquía, que se va a estudiar a Norteamérica a pesar de que a su abuela tal deriva le pareciera estúpida e inconveniente.

De Loxandra yo destacaría, para mover a su lectura, el despertar en la mente del lector de un mundo que quizás éste viviera en su niñez. Muchos recordamos alguna abuela, alguna tía, alguna madre... parangonables a esta griega de Constantinopla. La evocación de ese tiempo lejano -el de mi niñez- es lo que me hizo persistir en la lectura y no abandonarla como -lo sé porque así me lo han transmitido amigos lectores- algunos hicieron. Y es que cada lector es un mundo, cada libro nos muestra otro, y que estos dos factores se adecúen y compaginen debidamente con el momento personal de lectura influye decisivamente en la satisfacción o insatisfacción de una concreta experiencia lectora. Naturalmente ayuda mucho la calidad literaria (escritural) de la obra que se tenga entre manos, algo que en esta ocasión, desgraciadamente en mi opinión, no es para nada destacable. De aquí nace el que si hubiera de dar una calificación del 1 al 5 a Loxandra. le daría un 2'5, o sea aprobado justito.

Maria Iordanidu (Constantinopla, 1897 - Atenas, 1989) escribió tras Loxandra otros dos títulos, (Vacaciones en el Cáucaso y Como pájaros atolondrados) aparecidos respectivamente en los años 1965 y 1978. Los tres libros han sido traducidos al español hace relativamente poco tiempo: en 2018, Loxandra; en 2020, Vacaciones en el Cáucaso; y en 2023, Como pájaros atolondrados. Quienes han leído las tres novelas traducidas por Selma Ancira y publicadas por la editorial Acantilado me transmiten su predilección por la aparecida en segundo lugar. 

31 may 2025

Fernando Navarro. "Crisálida"

Libros en tapa dura, Novelas faulknerianas españolas
Crisálida es una novela sorprendente, distinta, de un género que no sabría muy bien delimitar (gótico, terror, aprendizaje...), pues si bien se mira muchos son sus ingredientes: violencia, terror, naturaleza, humor, familia, sociedad, drogas, antisistema...

Todo este conglomerado de cosas va perfectamente engarzado en la historia que se relata, que es la siguiente: 
Una niña llega en un estado penoso de abandono a una aldea próxima a Sierra Nevada y es ingresada en un hospital; en él es interrogada por la policía, cuidada por los sanitarios que le hacen pruebas de todo tipo. Ella vive inmersa en una espiral mental que la lleva a recrear su aventura en medio de una naturaleza dura. Sus padres han querido salir de la sociedad de consumo contra la que desde su juventud han luchado; han querido hacer realidad los eslóganes que coreaban de jóvenes en Granada; han dejado atrás todas las ataduras sociales (trabajo, colegio de los cinco hijos...) y se han metido voluntariamente en las inmensidades de la Sierra donde viven malamente con lo que el Capitán (el padre) roba o caza. 

Los personajes principales (la pareja formada por Madreselva y Capitán, y los cinco hijos) están perfectamente definidos y tienen personalidad propia: Nada, la niña narradora, es quizá la más consciente del grupo y, quizá también por ello, la que se salve y pueda hacer llegar hasta nosotros esta aventura con ciertos tintes en ocasiones de inverosimilitud dado el lugar y tiempo actuales en que se sitúa: Sierra Nevada con la atracción que para el turismo y excursionistas tiene. Tras Nada, el matrimonio de Madreselva y Capitán está dotado de características peculiares: alcohólicos, amigos de las drogas, personas antisistema..., pero muy coherentes con las ideas socio-económicas que defienden. De Capitán dice la narradora en el relato que hace de la aventura vivida: 
«Como los cristobicas de las funciones del colegio, él nos movía como si fuera un dios porque siempre pensó que era un profeta un santo un elegido y por eso lo llamábamos el Capitán.
Nuestro jefe. Nuestro amo. Papá Ceniza. Papá Niebla. Papá Dios. Papá Abismo, que un día encerró a sus hijos entre secuoyas perdidas y del que nunca se volvió a saber nada [...]»
Luego estarían los cuatro hermanos de Nada: Columbina, una niña dulce, presumida, que sería feliz jugando con las amigas del colegio del que, como el resto de sus hermanos, ha sido arrancada por los padres sin tener en cuenta su opinión; Cuarzo, un chico duro, pero sensible y consciente cuya mente funciona perfectamente y que tras una serie de meses quiere abandonar la locura en la que sus padres los han metido; Rayo, más pequeño que Cuarzo y Nada, se ríe con Columbina de tonterías y en la novela se le ve evolucionar hacia la brutal personalidad de su propio padre, Capitán; en cuanto a Cachorro, el más pequeño, es débil, enfermizo, ingenuo y muy gracioso con su media lengua de trapo («ez-que-no-tenemoz-máz-deberez», «me-han-picado-mozquitoz-he-ezcuchao-un-zapo»); por su parte la madre de todos ellos, Madreselva, es fiel seguidora de la locura marital, si bien demuestra más amor a sus hijos que Capitán como se ve cuando acoge en su furgo y cama a Cachorro que está débil y enfermo. Nada, la narradora protagonista de esta novela, dice de sí misma en un momento dado lo siguiente: 
«Nací con la columna desviada y con vegetaciones y me tuvieron que hacer una operación por la espina bífida y siempre estaba en el médico y me quitaron un lunar grande y sé que todo me pasó porque Madreselva fumaba bebía y se metía de tó cuando me tenía en la barriga, le digo a Brígida, pero creo que no me escucha.». 
Bien podría ser Nada, como así se podría deducir de la lectura de la novela una reencarnación, una digna sucesora, de Madreselva, su madre:
  • «Madreselva, planta trepadora mi madre, venenosa si quiere, decía él, con el pelo rojo parecido al de las moras de Graná, y Madreselva era guapa y pequeña y el Capitán levantó la vista y señaló a Orión y era un buen presagio.»
  • «Brígida sabe que me gusta [un flan que le ofrece como postre] y ella me dice que si la montaña existe dónde está y si el Capitán existe dónde está y yo le digo, Brígida, serás enfermera y te creerás mu guapa y a lo mejor tu madre hace buenos flanes pero no tienes ni idea de lo que dices, y ella se ríe con mi forma de hablar y con mi pelo rojo enredao mal cortado y yo no quiero que se ría de eso [...]»
Y es que Brígida es junto a los Antonios, todos ellos enfermeros en el hospital donde está ingresada Nada, personajes secundarios en esta narración. Ellos cubrirían la parte de realidad y plena racionalidad a la que Nada ha vuelto y de la que sus padres en su locura la sacaron. Ellos pensaban que yendo a vivir en la Naturaleza escaparían de la maldad inherente a la sociedad, pero no parece que lo hayan logrado, más bien ha ocurrido todo lo contrario. En cierta manera Crisálida de Fernando Navarro me ha hecho recordar durante su lectura a El señor de las moscas de William Golding. La evolución de Rayo y la del mismo Capitán, claro, me evocaron esta novela. 

La temática esencial es cruda, dura, muy dura en ocasiones. Tremenda, diría, utilizando el adjetivo que sirvió para calificar la prosa de La familia de Pascual Duarte, novela importantísima de Camilo José Cela. Justamente en Crisálida, no sé si intencionadamente o no, hay una escena en la que igual que, hiciera el celiano Pascual Duarte, una caballería es matada a navajazos. Aquí Nada mata a una mula:
«La mula me miró todo ojos grandes y le pedí perdón, no podía dejar que Rayo me siguiera con la mula porque me encontraría y le clavé la lanza donde había que clavarla para que, con un chorro de sangre saliendo y sin hacer ruido, la mula cayera en peso muerto al suelo, levantando agua y barro.»
Pero toda esta crudeza se ve compensada, atenuada, con un lenguaje y un estilo ciertamente hermosos. 
Hay un fuerte contraste entre lo truculento de lo narrado y la hermosura empleada para ello. Este choque es en mi opinión una de las grandes aportaciones de la novela. 

Además Fernando Navarro tiene clara voluntad de estilo como demuestra el uso particular y libérrimo que hace de los signos de puntuación, así como del polisíndeton. Mientras que en el empleo de este último se adivina una clara y constante finalidad (significar la manera de obrar de la mente de Nada, una niña preadolescente ciertamente algo perturbada) en la presencia o ausencia de signos de puntuación no he podido hallar nada que haga descubrir una secuencia, una pauta. A veces aparecen utilizadas en un orden recto y académico, mientras que en otras desaparecen por completo:
«Nos despertó uno por uno en mitad de una madrugada muy fría. Mis pobres hermanicos príncipes legañosos princesas en pijama no entendían lo que pasaba y la pequeña moqueaba y tosía y el grande siempre callao porque ese es más callao que yo y yo miraba a Madreselva y esperaba un gesto una frase algo y el pequeño al que llamábamos el Cachorro seguía dormido porque era un lirón y el mediano que era mu vivo se había despertado con mucha energía y gritando contento, nos vamos de excursión nos vamos de excursión nos vamos de excursión, que es lo que nos dijo Madreselva después de que el Capitán nos despertara: nos vamos, venga, nos vamos.»
 También me ha gustado mucho estilísticamente la introducción, en medio de párrafos meramente narrativos, de elementos propios del estilo directo eliminando cualquier signo de puntuación que avise de ello:
«No dejo que me toquen, les escupo a los médicos, a las enfermeras. Me pinchan cosas que no me hacen nada porque soy hija de mi padre y no pueden hacerme nada y viene Brígida, a la que han llamado para que venga desde su piso en el pueblo y la han despertado y no entraba hasta mañana a trabajar y, hay que ver la guerra que das.»
Para finalizar diré que la editorial Impedimenta, centrada habitualmente en autores extranjeros, ha apostado por la primera novela de este escritor granadino cosechando un éxito sin precedentes: desde febrero en que apareció hasta hoy mismo ya conoce tres ediciones. Un reconocimiento por parte de los lectores más que merecido.


El autor
Cine y Literatura, Novela gótica española
Fernando Navarro
esencialmente ha sido, o lo es, hasta ahora mismo guionista de películas españolas muy importantes como por ejemplo 'Segundo Premio' nominada a los Oscar de este año en muchas de sus facetas; él mismo fue nominado en 2011 por la película 'Orígenes secretos' al Goya por el mejor guion adaptado.
Desde luego Crisálida contiene muchos elementos propios del cinematógrafo como ese suspense propio del gótico que a veces se resuelve en nada provocando en el lector un mohín humorístico, una sonrisa inevitable; pero que otras veces concluye en un torrente de violencia terrorífica propia del gore. 

El mismo Fernando Navarro en confesiones hechas a una revista afirma que la obra la escribió primero como guion cinematográfico y que, al no ser aceptado el mismo por quien fuera, en dos meses, recluido en una localidad cántabra y trabajando casi de manera febril, lo transformó en la novela que es Crisálida. Como narrador, antes de esta primera novela, publicó también en Impedimenta una colección de relatos titulada "Malaventura" que fue muy bien recibida, según leo por ahí. Un autor a tener muy en cuenta desde luego. Y un título muy recomendable para aquellos que visiten estos días la Feria del Libro de Madrid.
 

25 may 2025

Mario Vargas Llosa (in memoriam). "Elogio de la madrastra"

Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura

Siempre se siente la muerte de un ser humano, mucho más si el mismo es un escritor admirado. Mucho he sentido el fallecimiento de Mario Vargas Llosa (Arequipa, marzo de 1936 - Lima, abril de 2025), autor cuyos libros me han acompañado desde los veinte años. "Los jefes", "Los cachorros", "La ciudad y los perros", "Conversación en la Catedral", "La casa verde",  "Pantaleón y las visitadoras", "La guerra del fin del mundo", "El sueño del celta", "La fiesta del chivo", "La tía Julia y el escribidor"... son, que ahora recuerde, títulos de narraciones suyas que no he podido olvidar pese al tiempo pasado desde que las leyera. También he admirado y he vuelto con frecuencia a algunos de sus ensayos como "La verdad de las mentiras", "Cartas a un joven novelista" (curiosa y paradójicamente el único reseñado en este blog), "García Márquez. Historia de un deicidio", "La civilización del espectáculo" o el siempre profundo y admirado "La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary". De sus obras de teatro ahora mismo sólo recuerdo un título, "La señorita de Tacna" que hace ya más de cuarenta años se representó en el Teatro español de Madrid por la compañía de Aurora Bautista.

Ha sido siempre tal mi aprecio por la figura y obra del escritor peruano que a lo largo de los años he ido adquiriendo libros suyos siempre que los veía dentro de promociones periodísticas en los kioscos o también cuando caían en mis manos libros suyos en librerías de lance que me gusta visitar. Así adquirí la "Historia de Mayta", "Lituma en los Andes" o "Elogio de la madrastra" en momentos diversos y los fui depositando sin haberlos leído en los anaqueles donde reposaban las otras obras de Vargas Llosa. Alguno como "Lituma en los Andes" comencé a leerlo y no sé hoy por qué razón en concreto, seguramente por motivos de trabajo, al cabo de 70 u 80 páginas lo abandoné sin por ahora haber regresado a él. Esta reflexión, ante estos títulos, me surgió cuando el pasado día 13 de abril conocí la muerte del escritor. Recordando la complicada vida amorosa de Mario Vargas Llosa y su relación con las mujeres tanto de su familia como ajenas a ésta, al toparme con "Elogio de la madrastra" decidí hacer mi pequeño homenaje al gran escritor leyendo esta novela corta publicada en 1988.

Elogio de la madrastra, Mario Vargas Llosa
Ciertamente, en comparación con el resto de su obra, podría considerarse como una novela menor. Así, siempre la había considerado yo; por ello no me atraía especialmente y la he tenido durante muchos años sin leer al entender que sería más un ejercicio de escritura erótica que otra cosa. Que hay erotismo en esta narración es cierto, por lo que, en efecto, así podría calificarse la novela. Pero, como en todo, hay clases y el escritor peruano demuestra que se mueve como pez en el agua en cualquier género narrativo por menor que éste pueda considerarse. Con gracia y haciendo gala de su  enorme poso cultural asistimos a las fantasías eróticas de don Rigoberto con su mujer Lucrecia; dichas fantasías parten o se inspiran en cuadros pintados por importantes artistas pasados y actuales. Al tiempo que don Rigoberto y su esposa Lucrecia reproducen en sus encuentros amatorios lo representado por artistas pictóricos, Fonchito, un muy inteligente niño de apenas 13 años, maniobra de manera procaz y falaz respecto a su madrastra. 

El novelista alterna los capítulos que describen los asuntos representados en los cuadros con el discurrir lineal de la historia del niño Alfonso, su madrastra, la criada Justiniana y el papá don Rigoberto. Respecto a don Rigoberto, la lectura de esta novelita ha despertado en mí la curiosidad por ver cómo es presentado o evoluciona este personaje en la titulada "Los cuadernos de don Rigoberto". La dejaré para un momento en que desee leer algo liviano, pero de calidad. 

Lo que he sacado en claro de esta novela -me lo ha reafirmado más bien- es la enorme cultura que este peruano nacionalizado español y miembro hasta su muerte de la Real Academia española de la lengua albergó siempre en su interior. Los cuadros que inspiran la rijosidad de don Rigoberto y la disposición a la coyunda de su esposa Lucrecia son los siguientes: 
  1. Candaudes, rey de Lidia, muestra su mujer al primer ministro Giges (1648) de Jacob Jordaens, Mº Nacional de Estocolmo
  2. Diana después de su baño (1742) de François Bouchet, Mº del Louvre, París
  3. Venus con el Amor y la Música (c 1555) de Tiziano Vecellio,  Mº del Prado, Madrid
  4. Cabeza I (1948) de Francis Bacon, colección Richard S. Zeisler, Nueva York
  5. Camino a Mendieta 10 (1977) de Fernando Szyszlo, colección particular
  6. La Anunciación (c. 1437) de Fra Angelico, Monasterio de San Marco, Florencia

Este recorrido por la historia del arte, compilada en seis piezas maestras, me ha evocado o más bien me ha hecho recordar un libro de José Ovejero titulado Nueva guía del Museo del Prado en el que el autor elige veintidós cuadros más dos o tres esculturas de este museo y ante cada uno de ellos presenta un poema suyo sugerido por lo que está contemplando. Por otra parte, el despertar sexual del chiquillo en brazos de Lucrecia, su madrastra, sí que me ha llevado mentalmente al húngaro Stephen Vicinczey y su novela "En brazos de la mujer madura" que cuenta cómo András Vajda, alter ego del autor, en una Hungría ocupada por unos y por otros tras la segunda guerra mundial se inicia en el sexo con una mujer mayor y experimentada. La diferencia entre Fonchito y András radica, además de en la diferencia de edad, en que el segundo sólo busca la satisfacción sexual mientras que el inteligente Alfonsito no sólo busca disfrutar, también persigue otros fines.

Como conclusión diré que la novela calificada de erótica cuando apareció en 1988, hoy quizás no recibiría dicho adjetivo. Cualquier serie televisiva actual contiene más erotismo y procacidades que las quasi inocentes contemplaciones del cuerpo desnudo de la hermosa Lucrecia por parte del niño Fonchito. La criada Justiniana advierte a su ama de estas miradas pero ella al saberse observada en secreto se erotiza aún más. Es aquí, como en otros momentos de la novela que los personajes -en este caso Lucrecia y su criada- se sienten como si de Diana y de su criada se tratasen
«Ésa, la de la izquierda, soy yo, Diana Lucrecia […] A mi derecha, inclinada, mirándome el pie, está Justiniana, mi favorita. Acabamos de bañarnos y vamos a hacer el amor. […] El personaje principal no está en el cuadro. Mejor dicho no se le ve. Anda por allí detrás, oculto en la arboleda, espiándonos […]. Lo llaman Foncín.» 
Mitología, pintura y literatura. Mario Vargas Llosa

Este procedimiento literario de describir una obra artística [écfrasis] -en la cita anterior el cuadro de la imagen- lo realiza el autor identificando los dinámicos personajes literarios con los estáticos de la pintura. Atribuir a los personajes del cuadro, describiéndolos en movimiento, unos actos posteriores al que se contempla, provoca erotismo a través de lo que se comenta o se adivina. Esta pulsión erótica es de alta naturaleza artística, en nada parecida a la que nace de esas series televisivas (también las hay literarias de idéntico valor) que antes he mencionado.

Sirva esta breve reseña, de esta breve y poco comentada novela, de homenaje al autor arequipeño desaparecido hace poco más de un mes a los 89 años de edad. ¡Descanse en paz, Mario Vargas Llosa!

16 may 2025

María Oruña, Pere Cervantes y Pedro Simón (A pares XLIV)


 ¿Un "A pares" de número impar? Ja, ja, ja, sí, ¿por qué no? En el reino de la escritura todo es posible. Podría haber abierto una nueva sección para acoger reseñas colectivas de número no par como la presente; podría haber hecho tres reseñas cortas, una por libro, lo que quizás habría sido lo más lógico; podría... Sin embargo como estamos en plena festividad de San Isidro he optado por recurrir al milagro, a sacar agua de la peña, a labrar los campos con el menor esfuerzo posible, a comer callos, gallinejas y entresijos y... ¡voilá! a sacarme de la manga un 'A pares' impar o un 'No a pares' como gustéis. 

Hecha la justificación del dislate, paso a nombrar los tres libros que muy brevemente voy a reseñar en esta entrada atípica. Hay ocasiones en que las lecturas avanzan más rápido que las escrituras y lo leído se va acumulando fuera del blog. No reseño toco cuanto leo por esta razón, pero en esta ocasión no quiero dejar en la estacada a los tres autores citados en el título de esta entrada, tres escritores españoles actuales que me agradan por ya haber leído más de ellos (María Oruña y Pedro Simón) o, en el caso de Pere Cervantes, que acabo de descubrir con satisfacción.





"Donde fuimos invencibles" María Oruña.
 
María Oruña


Es la tercera entrega de la serie Puerto escondido que María Oruña inició en 2015 con la publicación del que ha dado nombre a toda la serie formada por ahora por seis entregas, la ultima aparecida en 2023 y titulada "Los inocentes". Donde fuimos invencibles se publicó en 2018 y es, como las otras cinco, una novela entretenida de corte policial, un auténtico thriller. De nuevo tenemos a la teniente Valentina Redondo de la Comandancia de la Guardia Civil de Cantabria investigando unas muertes. En este caso las mismas se han producido en una hermosa casa, una Torre o Palacio, de Suances (Cantabria) que recibe el nombre de Quinta del Amo. Los personajes de la Comandancia con destino en Suances tienen papel activo en la resolución de las misteriosas muertes producidas en ese hermoso lugar. Junto a los luctuosos sucesos en dicho edificio se producen fenómenos paranormales como visiones fantasmagóricas, luces que se encienden o apagan solas, aparatos de música que se ponen en marcha sin intervención humana, etc. A estas dos tramas se viene a añadir la particular del actual propietario de la Quinta que años atrás, de adolescente, pasó algunos veranos en la casa  junto a su abuela recientemente fallecida. Durante esos veranos conoció a algunos de los chicos y chicas que como él veraneaban en Suances. Algunas de esas amistades aún se mantienen a pesar de haber transcurrido ya cerca de 20 años.

Como el resto de las novelas de la serie se puede leer esta historia sin haber realizado la de las dos novelas que la preceden, si bien hay personajes como por ejemplo Pilar Álvarez que tuvieron papel importante en las entregas anteriores y que reaparecen. en ésta. De otra parte prosigue la historia personal de la teniente Redondo y su noviazgo con Oliver Gordon, relación iniciada en las entregas anteriores. En esta entrega los encontramos viviendo en pareja y Oliver cobra un mayor protagonismo. Como en las dos novelas previas, la música tiene un papel significativo: Nat King Cole, Patti Page, Billie Holiday y otros músicos y cantantes de jazz son escuchados y admirados por los personajes de esta historia. 

La novela tiene la peculiaridad de utilizar un poco, al menos así lo declaran los propios investigadores policiales, la técnica del huis-clos típico en la novelística de la dama del crimen, la británica Agatha Christie. En este caso se cita muchas veces a "Diez negritos" (hay reseña hecha de esta novela AQUÍ) haciendo parangón con la misma habida cuenta de que la sospecha del asesino de las dos muertes producidas en el Palacio del Amo recae en el reducido círculo de los componentes de la tertulia literaria, que la directora de la biblioteca de la localidad realiza periódicamente.

Por último hay que señalar que en este relato María Oruña da entrada a los fenómenos paranormales en clara competencia con la ciencia que podría explicarlos. Sin embargo y como se afirma en la página oficial de la propia escritora todo se resuelve con premisas realistas: 
«Cada novela ensaya un estilo narrativo distinto, homenajeando desde la novela gótica hasta los clásicos misterios habitación cerrada, pasando incluso por el thriller científico e histórico. Un punto común de todos los libros de la saga es que ninguno de los misterios, a pesar de su sorprendente e inusual planteamiento inicial, se resuelve con premisas que no sean realistas.»
Libros de María Oruña reseñados en El blog de Juan Carlos




 

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Pere Cervantes  (Tres minutos de color)

Pere Cervantes, novela negra

Como me ocurre con muchas otras de mis lecturas he llegado a ésta y a este escritor a través de Rosa Berros y su blog Cuéntame una historia. A ella, Pere Cervantes le encanta; por ello lleva leídas muchos de sus títulos. Como yo nada conocía de este autor nacido en Barcelona en 1971, decidí acercarme a él. Lo he hecho con Tres minutos de color y he salido bastante satisfecho de la lectura de este noir, de esta novela de serie B que roza el pulp fiction más auténtico.

El protagonista de esta historia es Coque Brox, un policía de mediana edad quien, además de haber sufrido una pérdida irreparable, es acromatópsico. o sea, no ve más que en blanco y negro, no distingue los colores. Su problema en lo personal viene dado por la separación de su esposa Marga, una suicida potencial, y el subsiguiente distanciamiento respecto a su hija María; las noticias respecto a ambas le llegan vía el Aspas, su padre y abuelo por tanto de María. En lo profesional la cuestión es el futuro traspaso de las competencias policiales del grupo de desaparecidos en el que trabaja a los Mossos d'esquadra. Su jefe inmediato es Palomares quien tiene que mediar en la difícil relación que Coque mantiene con Valcárcel, a quien nuestro protagonista le robó la novia. Por último en el grupo de desaparecidos tiene un papel importante el Palmicas, un poli metido en asuntos no muy claros.

Importantísimo en esta novela es el asunto de la muerte. Precisamente es ella el eje sobre el que pivota la historia. Una historia iniciada con la desaparición de Palma (el Palmicas), amigo y compañero en la policía. Luego está la ECM (experiencia cercana a la muerte) a la que asiste la neuróloga Nadia Blasi en ele ejercicio de su profesión quedando vivamente impresionada por ello:
«Aquella mañana víspera de su descanso estival, Nadia fue testigo, por primera vez en su carrera médica, de la muerte cerebral durante tres minutos de Antonio Carrascosa, un paciente de cincuenta y cinco años, fumador, bebedor y socio del Espanyol.»
Esta experiencia vivida por el paciente impresionará a Nadia al escucharle relatar la experiencia vivida. Y a esta experiencia, que roza lo sobrenatural, deberá acercarse Coque para ir desentrañando todo el asunto de la desaparición del Palmicas. En medio de todo esto está la ciudad de Barcelona, su sociedad, la política, los inmigrantes, la corrupción policial y todo lo que conforma una novela negra que se precie. Y esta lo es.
«Los inmigrantes jamás olvidan su origen y el hecho de que la muerte estuviera diseñada por la memoria emotiva reducía de manera considerable el maquillaje social de un barrio que, lejos de haber engordado su cultura, había terminado disolviendo su esencia.»
Debo señalar asimismo que hay momentos en que Pere Cervantes utiliza un lenguaje de elegante altura literaria que me ha gustado:
«Con la instantánea en el bolsillo, alzó el mentón y dejó que la lluvia le desmaquillara todas las capas de dolor que había acumulado. La muerte transcurría en un eterno viernes lluvioso.»
Y como he podido leer por ahí, la música es elemento importante en las historias que construye Pere Cervantes. Desde luego en Tres minutos de color ocupa un lugar importante
 



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"Los incomprendidos" de Pedro Simón

«Los hijos crecen y tú le sigues mintiendo. La única novedad es que cambias el tipo de mentiras. Si antes era que había un ratoncito llamado Pérez o que los Reyes Magos entraban por la ventana, ahora la gran mentira es que tú te esforzabas mucho estudiando a su edad, que tú no andabas a por uvas con sus años, que si te lo curras mucho en el instituto tendrás una recompensa en la vida, que a los 16 no te habías emborrachado.»

Pedro Simón
Los incomprendidos
es la segunda entrega de lo que podríamos llamar -la denominación me la acabo de inventar- edades del hombre o quizás mejor, edades o fases de la familia. Y es que en verdad tanto la anterior; Los ingratos, que reseñé no hace mucho en este blog como, imagino, Los siguientes, que aún no he leído, hablan de la familia: De estar en el grupo familiar durante la niñez (Los ingratos), en la adolescencia (Los incomprendidos) y ¿la vejez? (Los siguientes, algo que afirmaré con rotundidad cuando la lea).

Como la anterior, Los incomprendidos es una novela que se lee con muchísima facilidad. La estructura que tiene es prácticamente la misma que Los ingratos: trece capítulos más un 14º, titulado en esta ocasión 'A modo de epilogo: Clara'. Los 13 capítulos están escritos en primera persona protagonizados de modo alterno por Inés (la hija adolescente) y por Javier (el padre). Son ellos los narradores de la historia de esta familia formada por, además de ellos, otros personajes importantes:
  • Celia, la madre, es médico cirujano en un hospital madrileño. Muchos días vuelve a casa arrastrando los problemas, alegrías y/o desilusiones de la la jornada laboral. 
  • La tía Clara: Es la hermana de Javier. Está soltera y es con quien Inés mejor se comunica.
  • Ambrosio: Es el padre de Javier. Ya no está en el mundo, pero es la referencia paternal que tiene Javier cuando reflexiona sobre los problemas que él y Celia están teniendo con Inés, la hija adolescente.
  • Paco: es el hermano de Clara y de Javier. Padecía de esquizofrenia.
  • Diana: es la psicóloga a la que acuden los tres (Inés, Celia y Javier) para intentar superar los problemas propios de la edad de Inés y los derivados del fallecimiento de Roberto, el hijo y hermano que murió con sólo ocho años.
Hay otros personajes como los amigos y las amigas adolescentes de Inés, que tienen papel importante en las experiencias que ella vive. 

Javier es editor y su trabajo consiste en leer infinidad de textos que llegan a la editorial. Además escribe, y en la novela, por consejo de Diana escribe  a su hija Inés lo que no se atreve decirle directamente, aunque no se lo da a leer; también escribe las reflexiones que a raíz del comportamiento de Inés vienen a su cabeza sobre él de adolescente, sus padres, cuando conoció a Celia, los problemas de Paco, la libertad y alegría de Clara, la fuerza con que su padre, Ambrosio, sacó adelante a la familia en unos años mucho más difíciles que los actuales... En la novela los textos que escribe Javier se destacan al utilizar la letra cursiva en ellos. 

Aunque he señalado la existencia de dos narradores, hay un tercer narrador que viene a ser un alter ego del propio novelista. Es el narrador de la novela que está leyendo Javier y que tiene por protagonista a Clarence. La editorial quiere descubrir un éxito para la novela negra española y quizás la historia de asesinato de Clarence sea la que lo consiga. Luego -¿quién? ¿el propio escritor?- en un capítulo que lleva por título "Los incomprendidos" afirma que no hay que ir muy lejos para contar cosas:
«aprendí que a veces buscamos argumentos de ficción y los argumentos los tenemos en casa, historias que merecen la pena ser escritas y compartidas, pero que callamos para protegernos, historias anodinas vistas desde fuera, pero que, una vez leídas con detenimiento, que interpelan como un tan tan antiguo, historias nuestras secretas que creemos únicas y que tienen mucho más que ver con los otros de lo que imaginamos»
Y yo creo que eso es lo que Pedro Simón hace y ha hecho en esta novela: contar cosas que conoce de primera mano. No necesariamente han de ser autobiográficas, claro, pero es evidente que su conocimiento es directo. de ahí la sensación de veracidad que transmite el relato

 Si comparo la satisfacción que tuve leyendo "Los ingratos" con la experimentada con esta segunda entrega, he de confesar que me satisfizo más la primera de la serie. Busco el motivo y lo encuentro en que, quizá, la adolescencia la tengo y la he tenido a lo largo de mi vida siempre muy cerca por mi profesión, de manera que nada de lo que se cuenta en la novela me ha sorprendido. A lo profesional uno lo personal, claro, vivido en casa, y encuentro ciertas importantes similitudes. O sea que el asunto me es sobradamente conocido. Nada nuevo bajo el sol.

¿Quiere lo anterior decir que minusvaloro o quito importancia a esta novela de Pedro Simón? Para nada. Es más creo que la novela puede ser una buena guía informativa y de comportamiento para aquellos padres que tienen hijos adolescentes o que siendo éstos aún niños verán crecer de manera imparable e inexorable mucho antes de lo que ahora mismo suponen. La novela ofrece un espejo en el que mirarse y con el que compararse. Se deduce de su lectura que aun en los momentos de mayor desánimo, nada está perdido del todo, Calma, calma, siempre mucha calma, sobre todo calma.
«Leer que te odian y que al rato ya no, leer que no te cuentan algo porque sospechan que no les vas a entender, leer que por nada del mundo quieren que te mueras, aunque escuches ojalá te mueras, leer que les parece ese alguien ridículo e injusto y muy poco ejemplar y al rato que se sienten orgullosos de ti, aunque jamás te lo vayan a decir» 

9 may 2025

Los nombres de Feliza. Juan Gabriel Vásquez

«Y entonces se terminó ese año y empezó el siguiente, y de verdad creíamos que todo empezaba de nuevo. […] Y me acuerdo de que Feliza sonrió apenas, pero sonrió, y contestó: “Sí, sí. Eso es definitivamente lo que voy a pedir”. Nos pusimos los abrigos y salimos. Viernes 8 de enero, con un frío de espanto, casi nadie en las calles. Y de esto me acuerdo: los periódicos habían dicho que esa noche iba a nevar.»

Juan Gabriel Vásquez, Los nombres de Feliza
Creo haberlo escrito ya más de una vez en este blog: el azar, la casualidad, la pertinente alineación de los astros, un sinfín de concatenaciones se producen para llegar hasta o alejarse de una lectura. Digo esto porque de Los nombres de Feliza de Juan Gabriel Vásquez me alejé voluntariamente en una ocasión cambiando en mi librería de cabecera un ejemplar del libro que con afecto me acababan de regalar por otro de la nobel surcoreana Han Kang de quien hasta ese momento nada había leído. Pero ¿por qué decidiste no leer la última de Juan Gabriel Vásquezdiréis, cuando venía avalada por un alto número de críticas elogiosas? Precisamente fue una de esas críticas, la firmada por Santos Sanz Villanueva en El Cultural del día 31 de enero de este año, lo que me empujó a hacer uso del cheque-regalo que acompañaba a la novela y cambiarla por Imposible decir adiós de la  Premio Nobel de Literatura 2024. ¿Tan fuerte, pues, era lo que afirmaba Sanz Villanueva?  A mí, desde luego, en una primera lectura del artículo así me lo pareció; sin embargo cuando degusté satisfactoriamente la novela y volví a leer la susodicha reseña me di cuenta de que en ella abundaban más los elogios que las críticas, aunque los dos "peros" que le ponía al autor colombiano, también yo, ahora, los suscribo plenamente.

Antes de decidirme a leer el libro, en mis paseos por blogs amigos y/o de prestigio leí una o dos reseñas sobre Los nombres de Feliza. La muy elogiosa escrita por mi gran amiga Rosa Berros en su blog Cuéntame una historia me incitó a dejarle un comentario señalándole mis reticencias y temores sobre la novela de Juan Gabriel Vásquez. En amable respuesta ella, para convencerme de las bondades de esa narración, se comprometió a prestarme el libro para que las comprobase por mí mismo. Y su ofrecimiento no era una broma, pues a los pocos días se materializó con la llegada por correo hasta mi casa de la novela Los nombres de Feliza. Muchas gracias, Rosa.

Naturalmente, lo he leído nada más recibirlo suspendiendo el orden de lecturas que tenía programado. Y  he de decir, así ya de entrada, que la novela me ha gustado. Me ha sucedido con ella lo que sólo me ocurre con algunas lecturas y que cuando me pasa íntimamente me viene a certificar la calidad de lo que tengo en las manos. Resulta que desde que en mi primerísima juventud leyera La ciudad y los perros del recientemente fallecido Mario Vargas Llosa, mi listón personal del muy seguro agrado lector viene marcado por el irrefrenable deseo nada más despertar de seguir leyendo el libro que el día anterior tuviera en mis manos. Exactamente esto es lo que me ha ocurrido con Los nombres de Feliza

La novela es ejemplo de la tendencia narrativa de la autoficción, hoy tan en boga. Consiste la misma en que el autor se ficcionaliza y se permea dentro de la narración. Aquí, él se transmuta en la figura del narrador y construye un relato, la novela que estamos leyendo, en la que cuenta la historia de una compatriota suya, la escultora Feliza Bursztyn. La idea de escribir este relato nació en el novelista a raíz de la lectura que realizó, durante su primera estancia en París el año 1996, de una columna contenida en un libro de García Márquez, Notas de prensa, que recopilaba artículos publicados en prensa por él mismo entre 1980 y 1984. Allí leyó la columna que el 20 de enero de 1982 escribiera Gabriel García Márquez (Gabo) en el diario español El País en la que daba cuenta de la muerte de una escultora colombiana exiliada en Francia por entonces. La escultora, de apellido imposible, era hasta ese preciso momento totalmente desconocida por el jovencísimo periodista. Pero lo que constituyó la espoleta para que el por entonces bisoño escritor Juan Gabriel Vásquez comenzase a pergeñar en su interior la novela que tenemos en las manos es que Gabo colocaba como causa de la muerte, la tristeza:
«La escultora colombiana Feliza Bursztyn, exiliada en Francia, se murió de tristeza a las 10:15 de la noche del pasado viernes 8 de enero, en un restaurante de París.»
¿Por qué esta mujer moriría de tristeza? ¿Por qué murió relativamente joven, con sólo 48 años? ¿Cómo es que nació su dedicación a la escultura? ¿Estuvo casada? ¿Tuvo descendencia? ¿...? Estos interrogantes y muchos otros más se abrirían en la mente de Juan Gabriel quien desde ese momento, unos años más y otros menos, comenzó a documentarse sobre Feliza Bursztyn: la 'escultora de la chatarra', una mujer independiente, liberada, que no admitirá el destino de mujer que le esperaba (dedicarse en exclusiva a la crianza de sus tres hijas), una mujer con inquietudes intelectuales que le llevaron a relacionarse con grandes figuras colombianas del mundo de la pintura (Alejandro Obregón, Jorge Gaitán Durán o Beatriz Daza), con escritores (Santiago García o Gabo), con críticos de arte (Marta Traba o Casimiro Elger)... 

Se asiste, leyendo la novela, a la vida de esta mujer de origen polaco, perteneciente por ascendencia familiar a la comunidad judía yiddish abundante en ese país a principios del siglo XX. Sus padres en 1930 a la vista de los acontecimientos que en Europa estaban acaeciendo deciden abandonar el continente y toman un barco que por puro azar los dejará en Colombia donde comienzan a hacer su vida. Allí, en Bogotá, nacerán Hela y cuatro años después su hermana Feliza. Es, pues, la protagonista de la novela colombiana de nacimiento, aunque su apellido polaco y sus rompedoras actitudes vitales harán que las fuerzas vivas del país siempre la consideren ajena, extranjera.

escultura colombiana, Vanguardismo escultórico, Escultura y Política

La tremenda personalidad de Feliza choca a la sociedad de su tiempo, incluida su propia familia. A los diecisiete años se casa con el judío norteamericano Larry Fleisher, a quien conoce en Nueva York, y lo hace pese a la oposición de sus padres que la veían demasiado joven para ello. Larry y ella vivirán en Bogotá y allí tendrán tres hijas; sin embargo pronto la afición de Feliza por el arte, por la pintura, por el mundo artístico la llevarán a pasar fuera de casa más tiempo del que Larry considera propio de un hobby. Pero es que el arte no es para Feliza un mero entretenimiento, un pasatiempo; para ella es su razón de vivir. Y eso Larry no lo entenderá. En los círculos de artistas, críticos de arte, poetas, escritores... en los que Feliza se mueve conocerá a Jorge Gaitán, un poeta que la atrae fuertemente. Jorge también está casado y tiene un hijo. La situación para ambos en Bogotá es complicada, asfixiante. El entorno de Feliza no soporta su actitud al abandonar a sus tres hijas y marchar a vivir en la misma ciudad con el amante, un hombre que además es 'goy' (no judío). Es por esto que ambos toman la decisión de abandonar Colombia y marchar a París donde el mundo artístico está en plena ebullición. La ruptura con todo lo anterior es total, tremenda. Su propia familia no logra comprenderlo y Jacobo, su padre, hasta realizará una ceremonia judía en la que simulará que su hija ha muerto para él y para la comunidad.
«Feliza entendió que el dolor de su padre era verdadero, pero le pareció además entrever otros desórdenes: pues un clima envenenado se había instalado en la comunidad por su culpa, y las niñas no eran más que la encarnación en el mundo de esas ideas etéreas. Lentamente se dio cuenta de que unas inercias invisibles y monstruosas, que nadie podía controlar porque no estaban en ninguna parte, unas inercias que salían de los fondos más recónditos de las tradiciones y las memorias y las leyes que nadie había escrito nunca, fueron arrinconando a sus padres, exigiendo la reparación de algo que se había roto, no, exigiendo algo más fuerte todavía que sólo podía llamarse de una forma: expiación.»
La muerte es elemento importante en la novela. SPOILER:Jacobo se la aplicó simbólicamente a Feliza y luego más tarde él la sufriría en la realidad. Feliza, que estaba en Israel, acudirá a su lado y Jorge desde París parte para acompañarla. Pero la mala suerte hará que el avión que lo trasladaba tenga un accidente Fin del SPOILER. Luego vendrían otras muertes de artistas y amigos hasta llegar a la suya propia en París al lado de su último amor, Pablo Leyva

En la construcción de la novela Pablo Leyva será importantísimo para Juan Gabriel Vásquez, pues es él la fuente viva que más cosas le contará de Feliza. Tras su relación con el poeta Jorge Gaitán, un día, habiéndose citado con su amiga y crítica de arte argentina Marta Traba, que estaba pensando abandonar Colombia al sentirse presionada por la policía, Feliza comenzará su relación con Pablo
«Allí, entre poetas inéditos y actores delgados y artistas en busca de un lugar en el mundo, estaba un hombre de barba densa y mirada amable que no dejaba de hablar del Apollo 11 ni de Neil Armstrong, y se preguntaba en voz alta lo que se sentiría en la planta del pie cuando uno pisaba la Luna. Feliza lo reconoció: era Pablo, sí, Pablo Leyva.»
Es con la memoria inestable de Pablo Leyva Franco, de 83 años, al que visitará el autor-narrador en su apartamento bogotano con la que en gran medida organizará el relato de la vida de Feliza Bursztyn. Precisamente es la estructura dada a la narración lo que más me ha agradado de la novela. Hay mucho trasiego temporal en un avanzar y retroceder en el tiempo que parece sorprender, pero que según se lee se da uno cuenta de que es lo propio de la mente del principal relator de la historia de Feliza. 

Todo en el libro sucede en 10 días, los que van de la llegada de Pablo a París para estar con Feliza a la fecha del fallecimiento de ella el viernes 8 de enero de 1982. Y en estos diez días a través de la memoria de Pablo y la mucha documentación recopilada por el novelista a lo largo de los años conocemos la historia de Feliza: la de sus padres judíos polacos, Jacobo y Chaja; la de ella misma y su primer matrimonio con el judío norteamericano Larry Fleisher; la amistad de Feliza con la crítica de arte argentina Marta Traba que la introduce en los círculos artísticos bogotanos; su relación con Jorge Gaitán; la vida de ambos en París; etc, etc. Todo se nos va dando con vueltas atrás y anticipaciones, al tiempo que nos acercamos a esa muerte anunciada desde el principio de la novela -muy García Márquez, desde luego- del viernes 8 de enero de 1982. 

Junto a esta estructura no lineal, que me ha gustado mucho, Juan Gabriel Vásquez  utiliza una manera peculiar de situar en el tiempo los episodios de la vida de Feliza. Lo hace, no dando el desnudo y escueto dato del año en que ocurrió tal o cual cosa, sino aludiendo a sucesos históricos relevantes y seguramente conocidos por todos los lectores: asesinato de Kennedy, Revolución cubana, muerte del Che, guerra en Israel, asesinato del dictador dominicano Rafael Trujillo...

Esta manera de incorporar datos históricos relevantes de dominio del gran público la mayoría, así como las frecuentes referencias a autores, pintores y escultores de relevancia en Colombia y en el mundo son elementos que el novelista maneja con sabiduría y que contribuyen a que la obra se lea con mucho gusto. Este culturalismo presente en Los nombres de Feliza deriva lógicamente de que el personaje novelado es una artista -pintora y escultora- que vive inmersa en el mundo del arte. Como el mundo artístico e intelectual está frecuentemente entreverado con el político, los sucesos de esta índole son también muy importantes en esta narración. Una mujer libre, independiente de todo y de todos, bondadosa, artista y además rompedora (escultora de la chatarra) dentro de una sociedad muy conservadora es desde luego elemento más que llamativo. Es normal que como dice el propio Juan Gabriel Vásquez nada más leer él en 1996 la columna de Gabriel García Márquez sintiera el primer deseo de hacer algo a partir de eso
«Veintiocho años pasaron entre el origen remoto de esta novela -el primer pequeño latido, como diría Nabokov- y su punto final.» 
Muy interesantes son las opiniones que sobre la política se vierten en estas páginas. La actitud independiente de Feliza contribuye a la veracidad de las mismas. No es Feliza Bursztyn militante de nada. En todo caso su militancia estuvo en el campo de la escultura de vanguardia. Así  recordaba Pablo, tras los problemas que tuvo Feliza con la policía, una conversación mantenida con Santiago García, militante comunista, casado con Patricia Ariza, de idéntica militancia que su esposo
«Patricia me lo dijo el otro día: si Feliza pintara eucaliptos en acuarela, nada de esto le habría pasado. Me dijo: “No me persiguen a mí, que soy de las Juventudes, pero sí la persiguen a ella”... No se entiende. Se siente culpable, Pablo».
Los mismísimos periodistas se perdían con Feliza cuando le preguntaban por el sentido de su obra. La artista era tan irónica en sus respuestas, tan independiente, que los dejaba completamente descolocados. Al respecto es muy interesante un momento de la novela en el que un periodista interroga a Feliza. El novelista presenta esta entrevista utilizando el formato Pregunta - Respuesta propio del mundo periodístico. En un momento dado el periodista pregunta a Feliza por lo que ha pretendido transmitir con una escultura suya llamada "Las histéricas", a lo que la escultora algo enfadada le responde: 
«Ay, pero otra vez la misma cosa. Mire, si yo tengo que explicar mis obras se me va a ir la vida en eso y no voy a tener tiempo para hacerlas.
[...]
No me gusta que se obligue al escultor a decir lo que debería decir el crítico. No me gusta que se le pida al escultor explicar lo que debería sentir el espectador.»


Para finalizar
¿Tenía algo de razón Santos Sanz Villanueva en los 'peros' que ponía al libro? Pues en mi opinión, sí. El crítico de la revista El cultural achacaba a Juan Gabriel Vásquez el que, sin necesitarlo, dada su calidad como escritor, hubiese buscado premeditadamente el best seller, el éxito comercial. Y que para ello hubiese exagerado las referencias a Gabo (Gabriel García Márquez), sabedor de que sacarlo, incluso en momentos en que no era necesario, redundaría en que más lectores se acercasen a esta ya de por sí magnífica novela. Y si el nombre de Gabo le servía de aderezo o introductor de múltiples referencias historicistas, pues mejor que mejor. Así lo he podido detectar cuando al referirse a la salida de García Márquez de Colombia por miedo a ser detenido el novelista aprovecha para hablar de varios y diversos aspectos que poco o nada tenían que ver con el autor de Cien años de soledad
«"Pon Caracol, Feliza. Está pasando algo con Gabo". El programa de las mañanas habló del intento de golpe de Estado del 23 de febrero en Madrid, de un terremoto cuyas réplicas todavía se sentían, del traslado de la dictadura de Pinochet al Palacio de la Moneda y de la huelga de hambre de Bobby Sands, un miembro del IRA, y luego la voz del locutor de los cables de última hora, la voz melodramática sobre fondo de falsos ruidos de telégrafo, como de mensajes entrando en clave morse, anunció con el tono de las catástrofes que Gabriel García Márquez, el colombiano más célebre de todos los tiempos, se acababa de ir de Colombia para evitar que lo arrestaran.»
Novelistas colombianos actuales
Y la segunda objeción que el catedrático y crítico exponía en esa reseña que me alejó y me acercó a un mismo tiempo a Los nombres de Feliza era que por mostrar el amor y cariño entre Pablo Leyva y Feliza Bursztyn el autor caía, por exceso, en el ternurismo propio de la novela rosa. Y aquí también he de darle la razón a Sanz Villanueva. Sí, en una mujer tan fuerte, tan feminista, tan echada para adelante, independiente hasta la médula, que por ser ella misma hasta decidió alejarse de sus tres hijas cuando éstas eran pequeñas me sorprendió verla pidiéndole a su pareja matrimonio. Ocurre tal cosa en un viaje a Copenhague de Pablo al que Feliza lo acompañó para así alejarse del asfixiante y rancio ambiente colombiano:
«Se arregló para irse a su encuentro de ambientalistas, y luego, cuando se acercó a Feliza para despedirse, ella lo tomó de la mano y le dijo: “Quiero que nos casemos”. Y luego, sin darle tiempo a responder, añadió: “Si tú quieres también, casémonos aquí. Casémonos ya. Seguro que es muy fácil y la ciudad está linda”.
Pablo dijo: “Sí”.
”¿Verdad que sí?”, dijo Feliza.
“Sí”, dijo Pablo. “Sí, yo también quiero”
».

Pero estas dos reticencias son ciertamente muy menores. En la novela predomina sobre todo lo meritorio. Varios de los aspectos que contribuyen a ello ya los he señalado. Quizás me faltaría por consignar:

  • Un lenguaje plagado de colombianismos (entorchar [retorcer o trenzar varias veces], rumorar [rumorear], solaperos [insignias pegadas a la solapa], chaperona [persona que acompaña, carabina], bogotano [de Bogotá], galpón [cobertizo grande], talanquera [muro, valla], mamar gallo [reírse de], bolillo [instrumento cilíndrico usado por agentes de la autoridad] y muchos otros más que dan colorido y autenticidad a la historia.
  • Un claro estilo personal muy hermoso. Baste sólo una cita para mostrarlo: 
«Marta la citaba en El Cisne para quejarse: la gente no entendía, Feliza, aquí los críticos estaban todavía elogiando a Van Gogh, y eso si hubiera críticos, pero no, Feliza, tampoco hay críticos, porque no vamos a pisarnos las mangueras.»

  •  La estructura dada a la novela, distribuyendo el contenido en cinco capítulos que pivotan todos ellos alrededor de esos diez días del reencuentro en París de Pablo con la exiliada Feliza. De todas estas jornadas destaca  especialmente ese viernes 8 de enero de 1982 en el que literalmente Feliza se desplomó en un restaurante al que había acudido en compañía de Pablo para cenar con otras dos parejas, una de ellas la formada por Gabo y su mujer Mercedes. El mecanismo de la  recursividad, el volver con reiteración a esa noche en Paris con Gabo y Mercedes, es de lo que mas me ha gustado. Es un volver insistente y en desorden propio de la memoria.
  • Y naturalmente, creo ya haberlo escrito, el contenido propiamente dicho. Un recorrido por la biografía vital y artística de la 'escultora de la chatarra' y de paso por el arte del siglo XX, anterior y coincidente con su existencia. También el recorrido por la historia del siglo XX en Colombia y en el mundo, quizás algo excesivo y redundante en algún momento. 
_______________________
Nota
Hoy mismo en la revista El Cultural leo que Juan Gabriel Vásquez en opinión de varios autores y críticos literarios es el sucesor de Vargas Llosa, algo que yo también comparto:
«El boom hispanoamericano tiene un sucesor indiscutible: Juan Gabriel Vásquez. El escritor colombiano ha publicado ya una obra que ha robustecido su figura literaria, hasta el punto de que son muchos los que lo consideran sucesor de Mario Vargas llosa. Y aunque el crítico de El Cultural, Santos Sanz Villanueva, subraya con acierto los fallos de su última novela, Los nombres de Feliza, varias de sus publicaciones, sus colecciones de cuentos y sobre todo la novela Los informantes, sitúan a Juan Gabriel Vásquez en la cumbre literaria.»

29 abr 2025

Lea Ypi en la Albania socialista, una "Alicia en el país de las maravillas"(A pares XLV)

Lewis Carroll. 160 aniversario de la aparición de Alicia en el país de las maravillas
Quizás algunos de quienes frecuentemente pasáis por aquí os preguntéis: «¿Pero cómo es que este JC une en una misma entrada a dos autores tan distintos como Lewis Carroll y Lea Ypi?». Sí, sí, el interrogante me parece de lo más pertinente, y como ocurre tantísimas veces la respuesta es de lo más sencilla y prosaica que pueda existir: "Pues simplemente porque la tertulia 'más que palabras...' de la que formo parte decidió visitar, justo el día que habíamos establecido para comentar el libro de la albanesa Lea Ypi, la exposición que Caixa Forum Madrid dedica actualmente a las dos obras de Lewis Carroll ". Pero, fíjate, todo en este mundo tiene posibilidad de relacionarse y leyendo a ambos autores me di cuenta de que Albania, socialista desde 1946 hasta 1990, no fue menos surrealista en su realidad que en la ficción las aventuras de Alicia. El dicho tantas veces repetido, atribuido a Óscar Wilde, de que la realidad supera a la ficción creo que se convierte en verdad tras la lectura de las aventuras de Lea Ypi en Albania durante esos años y de Alicia en la madriguera del Conejo Blanco. 

Pero vayamos por partes. Comenzaré por Alicia, la creación de Lewis Carroll, y Los mundos de Alicia, la magnífica exposición que Caixa Forum ha traído a Madrid desde Barcelona para celebrar los casi 160 años transcurridos desde la aparición del libro de Alicia en el país de las maravillas

De las dos entregas que de las aventuras de Alicia hizo Lewis Carroll —Alicia en el país de las maravillas y A través del espejo y lo que Alicia encontró allí, su continuación— sorprende comprobar cómo la fantasía ideada por el profesor de matemáticas, fotógrafo, diácono y magnífico cuentacuentos que fue Charles Lutwidge Dodgson ha influido tantísimo en el mundo desde que esas dos obras fueron publicadas. Todos conocemos estos libros por lectura directa de los originales o por versiones abreviadas y/o cinematográficas que sobre ellos se han hecho. En mi caso en esta ocasión he releído la historia de Alicia a través de la edición anotada y comentada que en 1960 publicara el también matemático Martin Gardner. Las explicaciones y aclaraciones que da, a lo largo de ambos libros, de acertijos, temas musicales, poemas o cuestiones matemáticas esparcidas por ambas obras, me han ayudado muchísimo a degustar debidamente la fantasía ideada por Lewis Carroll; además, la excelente traducción que para la edición española hizo Francisco Torres Oliver ayuda no poco a este propósito. 

Alicia en el país de las maravillas. A través del espejo y lo que Alicia encontró allí
Si durante la lectura de las dos obras sobre Alicia muchas cuestiones de tipo existencial, surreal, onírico, social, identitario, etc. se agolpan en nuestra mente según vemos a la niña protagonista entrar en, salir de o superar diversas aventuras, visitar la exposición de Caixa Forum es su complemento ideal y perfecto. En la misma podemos comprobar cómo la literatura, el cine, la filosofía, los movimientos artísticos, el teatro, etc. se han visto sacudidos por la enorme fuerza que emana de la historia de fantasía ideada por el fotógrafo y profesor de matemáticas que fue Lewis Carroll. Todo queda debidamente ilustrado y justificado. En la muestra Los mundos de Alicia se pueden contemplar fotografías originales realizadas por el propio escritor, ediciones primeras de los cuentos, versiones cinematográficas (desde las del cine mudo hasta las últimas actuales protagonizadas por Johnny Deep y dirigidas por Tim Burton y James Bobin pasando, naturalmente, por el mundo Disney y su conocidísima película de animación); se puede comprobar la impronta dejada por el cuento en el surrealismo (Louis Aragon, André Breton, Salvador Dali...); la utilización del cuento para cuestiones tan variopintas y aparentemente tan alejadas del mismo como la publicidad, la política real, e incluso la gastronomía; y un largo etcétera que no es el caso enumerar aquí. 
«Lo primero que pensó fue que había estado soñando con el León y el Unicornio, y con aquellos extraños Mensajeros anglosajones. Sin embargo, aún tenía a sus pies la gran fuente sobre la que había tratado de cortar el bizcocho: "Así que, en definitiva, no estaba soñando", se dijo, "a menos…, a menos que todos formemos parte del mismo sueño. ¡Pero espero que sea mi sueño, no el del Rey Rojo! No me hace gracia pertenecer al sueño de otra persona"»
El León y el Unicornio que aparecen en la cita anterior serán figuras utilizadas, a favor y en contra, dentro de la campaña del referéndum por la independencia de Escocia; en la expo se puede visualizar un corto de unos 10 minutos de duración en el que ambos personajes dialogan en clave sobre el futuro de Escocia. También el sueño, la ensoñación, la dependencia o no de un ser superior, la propia identidad... son esenciales en Lewis Carroll

Al final de cada una de las dos entregas de Alicia vemos que la niña despierta en el regazo de una de sus dos hermanas Lidell. En el mundo real el diácono Charles Lutwidge Dodgson entretenía a las tres niñas en sus paseos en barca por el lago o en las calurosas tardes de verano haciéndolas soñar y evadirse de la realidad a través de los cuentos que él inventaba para ellas. Así nació Alicia en el país de las maravillas; su continuación, Alicia a través del espejo, finaliza con la coronación de la niña como reina tal y como les sucede a los peones en el juego de ajedrez. Lewis Carroll adoraba a las niñas -no así a los niños, que le parecían brutos y salvajes- a las que fotografiaba, paseaba, dibujaba y para las que inventaba historias como estas narraciones. En este amor a las niñas se ha querido ver una cierta inclinación pedófila por parte de Charles Dodgson. El comentarista Martin Gardner no ve tal cosa por parte alguna. Hoy quizás la valoración sería muy distinta, pues vemos cómo se producen cancelaciones de personas y obras antiguas por no atenerse a postulados hoy vigentes. Sin embargo creo que a Lewis Carroll le salva de esta injusta criba el surrealismo 'avant la lettre', la cuestión existencial que se muestra en estas aventuras, la crítica social y política a los poderosos (la Reina de corazones, la Reina Blanca, la Reina Roja, el Caballero Blanco, etc.) y la ausencia absoluta de sexo.





"Libre", de la albanesa Lea Ypi
 
Memorias, bildungsroman, libro iniciático de la albanesa Lea Ypi
Digo en el título de esta entrada que Lea Ypi me parece, especialmente durante la primera parte del libro, una pequeña e inocente Alicia. Y lo digo porque Libre, de la albanesa Lea Ypi, es una especie de memorias, de biografía novelada sobre su evolución personal dentro
de la Albania socialista en la que nació en 1979 pasando por la caída del sistema político en 1990, la guerra civil en 1997 hasta llegar a la salida de la joven de Albania para estudiar filosofía en Italia. En la citada primera parte la niña que es Lenuska vive con sincera entrega la vida que le relatan las profesoras de su colegio; ella cree a pies juntillas todo lo que le dicen: la envidia que toda Europa siente hacia Albania, la maldad del capitalismo, la bondad del socialismo, la preeminencia del Partido sobre cualquier otra cosa («Por algún motivo, yo asociaba la sede del Partido con Dios y con la idea del más allá»). La inocente Lea vivía en un mundo muy distinto al real de sus padres que más o menos transigían con sus deseos infantiles para no verse señalados como disidentes del Sistema.

Es Libre un bildungsroman, una novela de iniciación, de crecimiento personal, de evolución de la propia autora. Personalmente a mí la historia que relata no me ha sorprendido para nada. Quienes hemos vivido bajo dictaduras férreas hemos conocido esa manera de sobrevivir en una sociedad represora, esa manera de disimular, esos chistes nerviosos sobre los opresores, ese cinismo cuando oficialmente había que hablar sobre el Partido único, etc., etc. 

En esta novela lmás encantador es ver la inocencia que muestra la niña-narradora que vive 'engañada' por su familia durante el período socialista, el enfado de ella cuando lo descubre, su posicionamiento decidido respecto a su amiga Elona a la que busca sin descanso cuando de la noche a la mañana un día desaparece y el tremendo desencanto que sufre cuando descubre el trabajo que realiza en Italia a donde marchó con el chico que le gustaba... De entre los personajes, además de la autora-narradora, hay que destacar sobre cualquier otro a la abuela Nini sostenedora auténtica de la identidad familiar. La familia sufrió la expropiación de sus bienes a manos del gobierno socialista albanés igual que anteriormente en Tesalónica (Grecia) el padre de Nini y bisabuelo de Lea sufrió la confiscación de muchas de sus propiedades; Nini será quien a la caída del socialismo luchará sin descanso para recuperar lo que les pertenecía y era constitutivo de su razón de ser familiar. 

Respecto a otros personajes llama bastante la atención la  actuación y personalidad de la madre de Lea tanto durante la vigencia del Partido único como a la caída del mismo. Por su parte, la del padre resulta mucho más creíble, si bien no por ello menos sorprendente. Ambos cónyuges a la llegada de la democracia participarán activamente en política, pero el desencanto y la dinámica de la misma se los llevará por delante. 

Al final vemos a Lea estudiando filosofía en Italia y especializándose, curiosamente, en filosofía marxista. Esta deriva profesional no será bien entendida por sus padres: 
«como si estudiar las ideas de un sistema que destruyó tantas vidas en mi familia ya bastara para convertirme en la persona responsable de apretar el gatillo. Yo sabía que eso era lo que mi madre pensaba en el fondo. Siempre quise explicárselo, pero no sabía por dónde empezar.»
Tampoco sus compañeros de estudio, italianos que jamás vivieron bajo el yugo totalitario de un Partido único, aunque defendían y se manifestaban a favor del socialismo no logran comprender a Lea cuando ella les cuenta lo vivido personalmente en su país. El contraste entre el socialismo real -el que ella había vivido en Albania- y el socialismo de los países occidentales -una socialdemocracia en la que la palabra Libertad, el consumo, el libre mercado y tal coexisten dentro de un sistema claramente capitalista- es de lo más interesante en el libro:
«Muchos de mis amigos se declaraban socialistas: es decir, socialistas occidentales. Hablaban de Rosa Luxemburgo, León Trotski, Salvador Allende o Ernesto «Che» Guevara como si fuesen santos laicos. [...] Sus rostros se exhibían en pósteres, camisetas y tazas igual que lo hacían las fotos de Enver Hoxha en el salón de las casas albanesas cuando yo era niña. [...] Que me apropiara de la etiqueta socialista para describir mis experiencias y, al mismo tiempo, asimilarlas a su compromiso político era algo que a veces les parecía una provocación sospechosa a mis amigos universitarios. Solíamos ir a un gran concierto al aire libre en Roma que se celebraba todos los Primeros de Mayo y yo no podía evitar que aquello me recordase a los desfiles del Día de los Trabajadores de mi niñez. "Lo que vosotros teníais no era un verdadero socialismo", me decían casi sin poder disimular su irritación.»
Albania bajo el socialismo
Lea Ypi
al final de Libre muestra y se decanta, igual que hiciera su padre a lo largo de su vida, por una equidistancia mental puramente racional respecto a los dos sistemas políticos que ha vivido. Ambos, en su opinión, contienen aspectos salvables. Nada es malo absolutamente, al igual que nada es bueno siempre totalmente. Esa falta de visceralidad, de encono, de inquina, de crispación entre ideas distintas es, quizá, uno de los principales mensajes de esta obra. Tampoco esta manera de pensar, este comportamiento será muy entendible para muchos de sus amigos y miembros de su familia. Y ello, en palabras de la propia autora-narradora está, en la base del nacimiento de la obra:
«Pensaba que aclararlo me iba a llevar un libro entero. Este es ese libro. Al principio iba a ser un libro filosófico sobre la superposición de las ideas de libertad en las tradiciones liberal y socialista. Pero cuando comencé a escribir, igual que cuando empecé a leer Das Kapital, las ideas se convirtieron en personas; en las personas que me hicieron ser quien soy. Se amaban y se peleaban, tenían diferentes conceptos de sí mismos y de sus obligaciones para con los demás.»