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24 ago 2025

David Uclés en "La península de las casas vacías"

«Pensó en cómo aquella guerra había cambiado al pueblo, y en qué poca cosa quedaban los ideales cuando los hombres y las mujeres eran heridos; qué poco importaba la política y la lucha cuando las costuras del cuerpo se soltaban, cuando la nación resultaba diezmada.»

David Uclés, posmodernismo literario
Esta novela en la que su autor, según confesión propia, ha empleado más de quince años en escribirla, abandonándola en ocasiones para retomarla de nuevo más tarde, me ha gustado, a pesar de que del tema de la Guerra Civil estoy ya un poco ahíto. Y me ha gustado porque me ha parecido una manera muy original de presentar la guerra civil española que comenzó en 1936 y acabó en 1939. Dice David Uclés (Úbeda, Jaén, 21 de enero de 1990) que ha escrito esta historia para que las generaciones jóvenes como la suya no olviden lo que aquella lucha fratricida fue, la mucha gente que murió: 
«He escrito esta novela con total libertad, sin ningún reparo ni prejuicio, sólo he intentado honrar a toda la gente que murió.»
Sinopsis (tomada de la página de la editorial Siruela)

UNA NOVELA TOTAL SOBRE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN CLAVE DE REALISMO MÁGICO


Premio Cálamo Libro del Año 2024
Premio Andalucía de la Crítica
Candidato español al Premio Literario de la Unión Europea
Premio Kelvin 505 del Festival Celcius 232 a la mejor novela original en castellano publicada por primera vez en España en 2024
Premio Espartaco en la Semana Negra de Gijón a la mejor novela histórica escrita en español


He aquí la historia de la descomposición total de una familia, de la deshumanización de un pueblo, de la desintegración de un territorio y de una península de casas vacías.

Mi comentario
El autor-narrador se sitúa en la posición de narrador omnisciente, de dios creador, desde la que observa, dispone y enjuicia los acontecimientos. Describe los paisajes, en especial ese territorio cuasi mítico, Jándula (el pueblo jienense de Quesada en la realidad), en el que nace y muere esta novela, donde ocurren muchos episodios, algunos de ellos surreales o por encima de la realidad, siendo aquí donde el concepto de Realismo Mágico aplicado a La península de las casa vacías (editorial Siruela, 2024) encuentra toda su justificación. Parodiando algo al propio Uclés diré que sobre el realismo mágico en esta novela hablaré más tarde. Ahora sigo con ese narrador-dios que todo lo sabe y todo lo domina; naturalmente conoce todo de los personajes que intervienen en el relato, unos históricos y otros intrahistóricos (en definición de Miguel de Unamuno, creador del concepto: la gente común que hace la historia, pero no pasa a la Historia), o sea, reales en tanto en cuanto que él, según confiesa en varias ocasiones, es nieto del último de ellos, Luis, nacido al final de la GC, y que es quien, nos confiesa, le ha relatado la mayor parte de los sucesos narrados. 

El propio autor-narrador David Uclés no escatima el humor en su novela. 
«—Dicen que van a derribar su casa para construir una más moderna.
—¿Quiénes?
—Los herederos, los hijos que tiene repartíos entre Alicante y Mágina. Les trae sin cuidado la costumbre que tenemos de dejar que las casas se caigan solas.
»
Como el maestro Gonzalo Torrente Ballester el autor de La península de las casas vacías concibe la narrativa como un juego y en este sentido juega absolutamente con todo: entrando y saliendo del relato a voluntad; también juega con los lectores, con los personajes, con las creencias, con los contendientes..., en suma con la propia literatura. Construye un relato en el que las reflexiones metaliterarias abundan, especialmente dirigidas a los propios lectores quienes, el mismísimo Uclés reconoce, deben/mos estar perplejos ante esta lectura
  • «No sé si os habréis percatado, en las reacciones de varios personajes, de cierta dicotomía existencialista: los íberos no sabían si creer en Dios o en el narrador. Desconocían si eran lo mismo o no, y si alguno de los dos existía. Por regla general, la idea de ser un producto narrativo les angustiaba más que la de ser criaturas de un ente celestial.»
  • [sobre dos personajes que va a eliminar del relato] «En cuanto a si me arrepentiré y los traeré de vuelta, no puedo saberlo. Quizás más adelante los reviva narrativamente o los retome al final para cerrar la historia; o quizás mueran y cuando quiera echar mano de ellos, ya no estén, y serán ellos los que me habrán abandonado. No puedo saberlo. Vosotros sí, si hojeáis el final del libro. Es curioso. Podéis adelantaros a lo que yo mismo desconozco todavía que ocurrirá. En ese sentido, os envidio. Adiós, Manolo. Adiós, Pura.»
Son numerosas las confesiones del propio autor sobre decisiones escriturales tomadas en una novela que tiene mucho de histórica y en la que por eso mismo conviene ser cuidadoso. Así, por ejemplo, al hablar del personaje de Fuensanta y atribuírsela como hija al pintor Rafael Zabaleta, el autor de la portada, el novelista se ve en la necesidad de aclarar en el característico tono distendido predominante en la mayor parte del relato lo siguiente:
«Fuensanta. Esta era hija del pintor del pueblo, el cubista Zabaleta. En realidad, el artista nunca tuvo descendencia; pero, en el reino maleable de la literatura, he querido darle una hija.»
Y en cuanto a la interesante y llamativa portada, en un momento de la narración David Uclés informa de que es precisamente el padre de Fuensanta el autor de la misma, y que fue a él a quien acudió Ángela Ardolento para que le predijese más o menos la fecha de nacimiento del hijo que llevaba en sus entrañas:
«Una vez terminó de pintarla, Zabaleta se retiró a continuar con otro trabajo que llevaba a medias —un encargo realizado por el narrador de esta historia, quien quería que la portada llevara los rostros de los personajes principales del libro, acompañados por dos militares—»
Cualquiera que lea la cita anterior se dará cuenta de cómo el novelista hace uso de la maleabilidad que dice es consustancial a la literatura. Es a en efecto, mucho más en una novela que se siente más que a gusto dentro de la tendencia del posmodernismo literario como se observa en el texto anterior: metaliteratura, parodia de la propia escritura e introducción del libro real dentro de la propia ficción.
Si bien en la novela el narrador afirma que los personajes pintados son las personas de su familia y otras del pueblo, la portada en realidad no es más que un fragmento del cuadro 'La romería' que el pintor Zabaleta pintó en 1959. El autor disfruta jugando con los elementos reales e inventados más que un chiquillo.

El realismo mágico es sin duda alguna el estilo narrativo elegido por David Uclés para presentar a esa familia Ardolento transitando por la España de la Guerra Civil. Es la modalidad literaria que, en su opinión, mejor muestra la realidad, brutal en muchas ocasiones, inserta en la cotidianidad y el costumbrismo propios de los pueblos y personas que la tuvieron que vivir y sufrir pese a ellos. Al igual que el colombiano García Márquez con Macondo o el mexicano Juan Rulfo con Comala, Uclés crea un territorio mágico que emana de la propia realidad. Este territorio mítico al que Odisto y todos los Ardolento quieren retornar es Jándula (el pueblo real de Quesada en Jaén) que forma parte de Iberia (España junto a Portugal -Lusitania en la novela-). 
La magia e irrealidad impregnan la existencia de las personas en esta Iberia ficticia:
  • «Al final de las misas de difuntos el miembro más pequeño de la familia del fallecido tocaba un almirez de cobre; debía golpearlo una sola vez y con fuerza. Pensaban que la nota se desplazaría horizontalmente, daría la vuelta a la tierra y volvería meses después al mismo punto del planeta, ascendiendo finalmente hasta el cielo»
  • «Aquel pintor de lutos conocía las tonalidades oscuras mejor que nadie y la duración del pigmento que usaba coincidía con la de la tristeza de los familiares por el fallecido.»
  • [Manola, la sobrina de Odisto que ha salido en busca de su hermana Antonia llega a] «Écija, donde se entretuvo en contar las torres barrocas. Allí, debido a las temperaturas extremas, todos los habitantes sin excepción usaban sombrero para que no se les escapara el alma por la cabeza.»
Pero, advierte el narrador saliéndose del texto que esta técnica del realismo mágico no se aviene siempre bien con lo realmente sucedido, por lo que a veces debe de abandonarla o avisar al lector de que la realidad supera cualquier cosa imaginada, ironizando metaliterariamente con el propio estilo:
  • [las tropas de Yagüe] «llegaron a Badajoz. Lo que ocurrió allí, así como la respuesta republicana en la Cárcel Modelo, bien merece otro capítulo, uno más cercano a la novela histórica que al realismo mágico. No habrá muchos más relatos como el de Badajoz en este libro, pues la sangre no sale bien de este teclado.»
  • «El Caudillo, para destrozar cuantos más mejor, tenía un método: abría las compuertas de los embalses de Tremp y Camarasa para que el nivel del agua en el río ascendiera y lanzaba troncos que flotaban y que cargaban con dinamita, la cual estallaba contra las pasarelas. Parece realismo mágico, pero fue tal que así.»

Antes de entrar, para cerrar ya esta reseña, en la presentación del propio contenido histórico quisiera destacar el gusto por el vocabulario que demuestra el novelista en La península de las casas vacías. Son innumerables las palabras poco empleadas o al menos poco conocidas por los lectores actuales, habitantes la mayoría de núcleos urbanos que han olvidado por completo las actividades y los objetos empleados para ellas en el medio rural tan habitado en los ya lejanos años de la guerra civil española. Algunos de estos vocablos son por ejemplo: Abuzado: Echado de bruces especialmente para beber; Oblata: Dicho de un niño confiado por sus padres a un monasterio para que allí se eduque y si se aficionase entre en religión;  Barjas: Cestas de madera o esparto utilizadas en el campo para llevar alimentos; Entortar: Hacer tuerto metiéndole algo en el ojo; Orza: Vasija vidriada de barro alta y sin asas que sirve normalmente para conservar alimentos;  Estezonazos: golpes; Tomiza: Cuerda o soguilla de esparto; Jifero: Matarife; Albéitares: Veterinarios; Olíbano: Incienso aromático; Bleda: acelga; etc, etc.

La historia
que nos cuenta David Uclés la distribuye en cuatro apartados. El primero son los antecedentes de la contienda: luego los tres siguientes corresponden, cada uno de ellos, a los años en liza (1936, 1937 y 1938-1939). Finaliza la obra con un Epílogo en el que venimos a comprobar y a reafirmarnos en que es el propio autor quien ha narrado la historia a través del tamiz de su imaginación y la de su abuelo Luis que vino a este mundo en 1940, último vástago de la mítica estirpe de Odisto Ardolento, auténtico protagonista de toda esta historia.

En cuanto a lo estrictamente histórico el autor es ecléctico, imparcial, a pesar de que para evitar susceptibilidades confiesa su simpatía por el bando republicano, lo que no quita para que exponga de modo neutro las brutalidades cometidas por unos y por otros. Durante la lectura constantemente venía a mi mente la figura del periodista Manuel Chaves Nogales que en su obra "A sangre y fuego", reseñada en este blog hace ya doce años, presenta crónicas periodísticas escritas por él mismo durante la contienda; en ellas asistimos asombrados a bestialidades perpetradas por los 'hunos' y por los 'hotros'. Esta terminología cacográfica la toma deliberadamente el autor de La península de las casas vacías del propio Miguel de Unamuno quien la usó en más de un ensayo para describir lo equivalentes que en brutalidad eran las derechas y las izquierdas, o sea, los unos y los otros.
«—Estamos apañaos con ser de derechas o de izquierdas… ¡Siempre con lo mismo!
—Los políticos no tienen campo. Si no, no tendrían tiempo de inventar tantas cosas.
»
Sobre la GC dice Uclés en entrevistas: 
«Fue tan grotesco, tan irracional, que creo que nadie sabe explicarlo bien del todo. Hay quienes lo explican culpando sólo a una parte de la población, u olvidándose de la otra. Lo que tengo claro es que abrió un pozo de tristeza que no se ha secado. Todo el mundo en este país tiene una historia sobre la Guerra Civil; unas familias las sufrieron más que otras, pero todas la sufrieron.»

Y al inicio del relato de La península de las casas vacías reflexiona el autor-narrador:
«— Lo más peligroso de una guerra muchas veces no es la lucha armada contra el enemigo político, sino el ajuste de cuentas con los que te rodean. ¡Todo está permitido! Y si alguien te descerraja un tiro en mitad de una calle, nadie va a ser juzgado. Ese es el mayor miedo que da una guerra, la sensación total de indefensión. Y con la que se nos viene encima… Pero bueno, no creo que nadie toree a nadie en esta historia; y mucho menos a animales. ¿No ves que el narrador está contra la fiesta?»

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Nota final
No quiero extenderme más en esta reseña. Pero he de advertir que esta buena novela contiene muchas más cosas dignas de ser señaladas. Entre ellas las innumerables, si bien bastante sabidas, alusiones a personajes de la esfera literaria de la época (Alberti, María Moliner, Machado, García Lorca, André Malraux, Saint d'Exupery, Max Aub, Alejandro Casona...) y a otros del futuro que se ocuparían más o menos directamente de la Guerra Civil o de sus consecuencias (Paul Preston, Almudena Grandes,  Pío Moa, Hugh Thomas, Carmen Laforet...). Rompe David Uclés la línea temporal hacia adelante o hacia atrás muchas veces; también, como se ve, con estos protagonistas de la cultura española.








2 comentarios:

  1. Magnífica reseña. Recordarás que cuando leí la novela llegué a abandonarla y gracias a Lorena la retomé. Como ella me dijo, a partir del momento en que comienza la guerra civil me atrapó. Hasta ese momento se me hizo un poco pesada y con una forma de narrar reiterativa y hasta un tanto errática. Tampoco me parece que resista bien la comparación con García Márquez o Rulfo (no necesidad había de comparar).
    No obstante, es cierto que la novela ha ido ganando mucho en el recuerdo. La parte metaliteraria es genial.
    Por cierto, en mi libro la portada es en blanco y negro. ¿Han sacado una edición en color?
    Un beso.

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    1. Sí que recuerdo el comentario que le dejaste a Lorena y también que luego retomaste la novela y la disfrutaste mucho. A mí la parte de la vida en Jándula (me refiero al primer capítulo o apartado) también me agradó aunque es cierto que la novela gana en las partes de los años de la GC. El estilo con ese realismo mágico que despliega Uclés me parece original, muy divertido a veces, y el entrar y salir del narrador en el relato me ha encantado. Hay muchísimas cosas para comentar en esta novela, pero todo es imposible -y hasta poco conveniente- señalarlo en una reseña.
      También mi libro tiene la portada en blanco y negro, pero buscando en internet la foto de la portada y topé con ésta que me encantó. He indagado sobre la existencia del libro de esta guisa y nada he podido hallar; tan sólo -pero no me fío mucho- la IA contesta a mi búsqueda en Google que existe una portada en color de La península de las casas vacías realizada por el pintor Manolo Valdés. Pero como no lo he podido certificar nada de ello he dicho en la reseña.
      Besos

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