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3 oct 2024

Abraham B. Yehoshúa: "Una mujer en Jerusalén"

«Recuerda que días atrás se había fijado para ese día una reunión extraordinaria para valorar un incremento de la producción debido al cierre de los territorios, ya que esa medida había aumentado la demanda de pan en las zonas palestinas, y mucho más cuando algunas pequeñas panificadoras palestinas habían sido destruidas por ser sospechosas de fabricar también explosivos.»

Literatura hebrea, Pacifistas judíos, Israel
Mi excelente amiga Rosa, del blog Cuéntame una historia, reseñó hará poco más de una semana, Una mujer en Jerusalén de Abraham B. Yehoshúa. Como hago habitualmente, leí su crítica de la novela que como siempre me satisfizo plenamente. Es Rosa mujer de muchas lecturas y posee un olfato literario fantástico que le sirve para distinguir lo bueno de lo malo, la buena literatura de la otra, abundante y mediocre. Confiesa en su reseña que buscando un autor cuyo apellido comenzase por Y a fin de cumplimentar esa letra en el Reto del blog Lecturápolis al que está apuntada este año 2024, recordó o se topó con esta novela de Yehoshúa que tenía apuntada, nada menos que desde 2013, en su lista de lecturas pendientes. Y decidió leerla. Afirma textualmente, como cierre del buen comentario que hace del libro, lo siguiente: «Trataré de encontrar más libros de este autor israelí, de origen sefardí; pacifista y luchador por un tratado de paz entre israelíes y palestinos; licenciado en Literatura y profesor en la Universidad de Haifa, y que murió en 2022».  A esto añado yo que Abraham B. Yehoshúa nació en Jerusalén el año 1936 muriendo en Tel Aviv en la fecha que dice Rosa en su blog. 


Una mujer en Jerusalén
Quedé yo tan satisfecho con la lectura de la entrada sobre la novela que hacía Rosa en su blog que me dije: ¿por qué no hacer yo lo mismo que ella, o sea, elegir a A. B. Yehoshúa para rellenar esa letra Y del Reto "Autores de la A a la Z" en el que también participo con sumo agrado desde hace ya unos cuantos años? Pues dicho y hecho, busqué el título y en pocos días lo he leído y lo he disfrutado. Desde luego este israelita escribe como los propios dioses. Yo, como mi amiga, finalizada la lectura de la novela también me propongo en un futuro próximo leer más cosas suyas.

Nada hasta ahora había leído de este israelí sefardíta. Me ha gustado su manera de escribir: amena, directa, con notas de humor, con claros mensajes de actualidad sobre su país contenidos entre líneas. La novela la escribe en 2004 y aparece publicada en España en 2008 por la editorial Anagrama. Su título original traducido al español era 'La misión del director de recursos humanos'. Ya sabemos que en España gustamos mucho de cambiar, en libros y películas especialmente, los títulos originales por otros que se nos antojan más entendibles para el público. La verdad es que el que el propio escritor puso es más acorde con el protagonismo central de uno de los personajes, mientras que el de 'Una mujer en Jerusalén' en mi opinión resulta como más desvaído, demasiado genérico; de hecho se fija más en la anécdota que motiva la acción que en el protagonismo de la susodicha mujer. 
Una mujer en Jerusalén lleva un subtítulo: Una pasión en tres actos. Y esos tres actos se corresponden con los tres capítulos que constituyen la novela: El director, La misión y El viaje.

Todo comienza con la llamada telefónica de un periodista local al anciano dueño de una prestigiosa panificadora de Jerusalén comunicándole que en el depósito de cadáveres yace desde hace ya siete días el cuerpo de una mujer muerta en el último atentado suicida ocurrido en el mercado central. La tal mujer no llevaba sobre sí más papeles que una nómina sin nombre de trabajador expedida por esa panificadora jerosolimitana. Le avisa el periodista de que el próximo fin de semana sacará en el diario un artículo comentando la dejadez de la empresa que no ha sabido dar datos de la tal mujer, así como la falta de caridad y empatía al no haberse interesado por la trabajadora al ver que no se presentaba en su puesto de trabajo.

El dueño de la panificadora, que ya tiene 87 años, no desea que sus últimos años de vida se vean empañados por un suceso tan penoso; es por ello que encarga al director de recursos humanos que le dé  a la mayor brevedad información cierta sobre quién pueda ser esta trabajadora para ponerse en contacto con sus familiares y proceder al entierro de sus restos. Es viernes y el director, que está divorciado, debe de ocuparse de su hija con la que ha quedado a la salida de su instituto. El empresario no admite excusas y le dice que sea su secretaria personal la que se ocupe de atender a la chiquilla. Así comienza la investigación que el director de RRHH hace sobre una trabajadora que él debió de entrevistar en la correspondiente selección de personal, pero de la que no guarda el más remoto recuerdo. Es ahora su propia  secretaria la que al saber que en la nómina ponía que era trabajadora de la limpieza de la panificadora en el turno de noche busca el expediente y encuentra que se trata de una tal Julia Ragayev que llevaba sin aparecer por su puesto de trabajo desde hacía un mes. Pero si no iba a trabajar ¿por qué se le seguía pagando el sueldo? 

Comienza así la investigación del director de personal que poco a poco se va interesando cada vez más por el caso. Sus pesquisas le llevan a contactar con el periodista ('la víbora', lo llama él) que amenaza con un  duro artículo por la dejadez mostrada por la empresa; habla con las vecinas de la casa -una barraca o chabola, más bien- donde se alojaba Julia; dialoga con el supervisor de la Ragayev en la panificadora, quien le habla de la belleza de la fallecida... Una vez localizada e identificada, el director de RRHH cree que su función ya ha finalizado y que podrá regresar a su casa para ocuparse de su propia hija. pero de eso nada, pues el dueño de la empresa le dice que estaría bien que, una vez encontrada, entregasen a la familia de la fallecida, -extranjera ella, sin que en ningún momento se diga exactamente de donde era-, una compensación económica por el despiste que con ella han tenido. De esto también será el director de personal el encargado. Y es tanto el frenesí que pone en esta misión que cuando en vez de enterrarla en la capital de su país, un familiar proponga hacerlo en su pueblo natal el protagonista se ofrecerá él mismo a acompañarlos. 

La historia es francamente entretenida y la manera que tiene Abraham B. Yehoshúa de presentarla es ciertamente curiosa y original: en tercera persona cuando el narrador es un ser que todo lo conoce, y en primera cuando son los propios personajes colaterales del relato (compañeros de trabajo de la fallecida, los camareros de la cafetería donde dialogan el Director de RRHH y el Supervisor, las chicas ortodoxas vecinas de la chabola donde ella vivía, los habitantes de la localidad donde ¿finalmente? darán tierra a Julia Ragayev...) quienes desde su posición observan la actuación de este Director de Recursos Humanos. Además, presenta los dos diferentes tipos de narrador con distinta tipografía: en versalitas las partes del narrador omnisciente y en cursivas las relatadas en primera persona.

Escritores judíos, Conflicto árabe-israelí
(foto extraída de Biografías y Vidas)
Es Abraham B. Yehoshúa un israelita comprometido con la paz. Abogó por el entendimiento de las dos partes en conflicto. Esto no empece que fuese, durante el tiempo correspondiente y obligatorio para cualquier israelita, soldado del ejército de su país. Pero cuando se licenció participó en movimientos izquierdistas que buscaban la solución. Es paradójico que cuando estoy escribiendo esto Israel esté bombardeando el Líbano tras haber destrozado y reducido a cascotes y miles de muertos la franja de Gaza. Y lo más grave es que, vista la respuesta que Irán ha realizado esta pasada noche, la guerra no tiene visos de acabar pronto. Cuarenta y tantos mil muertos dicen los informativos hay por ahora. ¡Terrible! 

He encontrado muchas alusiones a la realidad que vive este país incrustado en medio de otros que se han mostrado en tiempos como enemigos suyos y otros que se siguen manifestando de este modo. Delicadamente, como si nada, formando parte de la naturalidad y del día a día de Israel, Yehoshúa desliza frases sencillas, como la cita que abre esta reseña, que sirven para contextualizar la historia que se relata, una historia que sucede en un país atravesado por la neurosis social, la disociación, la pura esquizofrenia:
  • «¡Oh!, buenas gentes, decidnos qué está ocurriendo en Tierra Santa. ¿Quiénes son estos muertos que nos mandáis sin cesar? ¿Es que hay alguien que se beneficia de todo esto?»
  • «Al calor de la calefacción del coche, que se desliza por las carreteras mojadas y desiertas de Jerusalén este, peor iluminada que la parte occidental de la ciudad»
  • «Al árabe [un trabajador árabe de la panificadora] le agrada tener la oportunidad de quedarse solo en su lugar de trabajo, como dueño y señor, y así poder levantarse más tarde y ahorrarse la humillación de tener que pasar por tres puestos de control.»
Y finalizo ya señalando los finos rasgos de humor que este escritor muestra, como al descuido, en Una mujer en Jerusalén. Vemos al Director de personal separado de su mujer que ha vuelto a casa de su madre y que, claro, hay días en que, si él no avisa, la mujer cierra la puerta con llave con lo que él se queda en la calle («se olvidaba de que cuando él no duerme en casa su madre echa la cadena, por lo que ahora le es imposible entrar»). O cómo lo pasan los soldados del país natal de la mujer fallecida en un búnker construido durante la guerra fría y dedicado ahora al turismo («la camarera se queda ociosa y el oficial se ve obligado a distraerla en la cama.»). Por esta frase del búnker más otras como la que afirma que el soldado que vigila en el búnker es «un soldado cosaco», o que el trayecto en avión desde Jerusalén ha sido de cuatro horas, además del apellido Ragayev de la mujer jerosolimitana, mi cabeza me dice que el país a donde se dirigen para darle sepultura -cristiana sepultura, además- bien pudiera ser ¿Ucrania? ¿Kazajistán? Por último el tremendo jetómetro (permítaseme el barbarismo, pero no encuentro mejor término para describir a este personaje) que tiene la Víbora, el periodista que desata todo el asunto, que no se corta un pelo para aprovecharse del teléfono móvil vía satélite que porta el Director de RRHH a pesar del enorme coste de esas llamadas; o la foto que maquinan hacer él y su fotógrafo del momento del sepelio
«está seguro de que el fotógrafo sabrá aprovechar un momento de distracción y hacer, sin necesidad de flash, una fotografía apropiada para incluirla en su periódico junto a la sección de los anuncios de casas y coches en venta.»
Como se ve en la cita que cierra esta reseña, el capitalismo de la sociedad de consumo en que vivimos no se arredra ante nada, ni siquiera ante la muerte de una inocente caída por culpa de un conflicto político que dura años -siglos pudiera decirse también- y cuya resolución no parece cercana.

 

16 comentarios:

  1. Pues busqué, también por la reseña de Rosa, este libro en la biblioteca pero no lo encontré. Pero sí me topé con otros y me llevé La novia liberada, que aún no lo he empezado pero que tiene un argumento la mar de interesante. Pero este libro lo tengo bien apuntado y ahora me lo subrayo, que es de esas lecturas que no hay que dejar pasar.
    Besotes!!!

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    1. Te diré, Margari, que yo es lo primero que leo de Yehoshúa y lo escogí fundamentalmente por la reseña de Rosa y luego por su número de páginas pues vi que otros suyos eran más voluminosos. Pero ahora, tras haber comprobado que me gusta, leeré más cosas suyas. La actualidad de este escritor dado el tremendo conflicto de Oriente Próximo que está ahora en efervescencia es total. Acercarse al mismo de manera amable, pero contundente, es algo que me ha atraído mucho en Una mujer en Jerusalén.
      Besos

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  2. Yo le comentaba a Rosa en su reseña que "Hace unos días volvía a ver 'El buen patrón' y pensaba yo para mis adentros que el mundo de las relaciones laborales tiene aún un largo recorrido en cine y en literatura. Y qué bueno que la obra hoy reseñada tenga esas miguitas de humor que seguro mitigan una trama que al final nos habla de una muerte medio olvidada".
    Se podría decir también que el capitalismo ni tiene sentimientos y quizás de ahí que funcione como un reloj bien engrasado.
    Un abrazo, Juan Carlos.

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    1. No había reparado yo en esa relación patron-subordinado que se da en esa magnífica película que es El buen patrón. Es cierto que la manera amable de tratarla, con toques de humor en ambos productos, es esencial para poder degustarla sin atragantarse con lo despiadado de la misma. Denunciar un estado de cosas, aquí el mundo de una empresa en el contexto de un país neurotizado por una guerra interminable y cotidiana, siempre es mejor si se le ponen unas gotitas de humor.
      Un abrazo, Miguel

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  3. No conocía al autor. Si yo hubiese elegido alguien con esa letra... Bueno, Frank Yerby, Irvin D. Yalom... No se me ocurren más. Eso sí, me has dejado con unas enormes ganas de leerlo. Por lo que dices, me recuerda algo a Amos Oz. Un abrazo.

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    1. Tomo nota de los nombres de esos autores con apellidos en Y para próximas convocatorias del Reto. De Amos Oz conozco por la prensa artículos suyos, pero no he leído ninguno de sus libros. Sí que se parecen ambos escritores en sus propuestas de paz para Israel y Palestina, pero por ahora sus consejos han caído en saco roto.
      Saludos

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  4. No conocía ni la obra ni al autor; así que, gracias por el descubrimiento. Un beso.

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  5. Magnífica novela y magnífica tu reseña. Te has fijado en esas referencias a la situación en Israel que yo pasé un poco por alto para centrarme en la historia del director de recursos humanos. Procuro no alargar en demasía las reseñas y puede que deje elementos importantes sin destacar. Omití detalles de la biografía del autor precisamente para no pasarme en extensión.
    Y por supuesto, muchísimas gracias por todo el espacio que nos dedicas a mí y a mi blog. Me alegro muchísimo de haberte descubierto a este autor que creo que nos puede dar muchas alegrías literarias.
    Un beso.

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    1. Sabes, querida Rosa, que tengo a tu blog entre mis preferidos. Muchas cosas que leo lo hago porque parto de tus reseñas y sé que el producto va a ser bueno. No sabes lo bien que se está en esa seguridad. Todo lo que diga de ti y de tu blog siempre será poco.
      Por otra parte es imposible tocar todos los aspectos que encierra una novela. Es lo fantástico de leer y comentar una misma obra, que cada uno destaca este o aquel aspecto sobre los otros. Eso es muy enriquecedor.
      Besos mil

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  6. Disminuyes mi ignorancia con tus reseñas. De este autor (y fíjate que la editorial es una de mis preferidas) no tenía noticia. ¡¡¡Gracias!!!

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    1. Yo tampoco lo conocía hasta que leí la reseña de Rosa en su blog. Es imposible conocer todos los nombres, son muchísimos.
      Como te dejo dicho en tu blog, tú si que me descubres autores de los que poco o nada sabía. Muchas gracias

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  7. Pues no conocía esta novela, Juan Carlos. Me perdí la reseña de Rosa. No me suena ni el título ni el autor pero tu reseña deja muy clarito qué vamos a encontrar entre estas páginas y, la verdad, me resulta interesante. Me encanta encontrar toquecitos de humor. En fin, que tomo nota. Besos

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    1. Te va a entretener, Marisa, ya lo verás. Interesante novela, sin duda alguna.
      Besos

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  8. He leído muy poca literatura israelí y, como le comenté a Rosa en su reseña, esta novela puede ser una estupenda opción para acercarme un poco más a lo escrito en ese país. Me resulta muy curiosa, muy atractiva. Pienso que toca temas serios y que a la vez sabe aligerárselos al lector por medio del humor, que muchas veces es un canal estupendo para tratar la realidad. Me atrae también esa forma narrativa que mezcla la primera y tercera persona y que puede darle (y seguro que le da) una perspectiva más amplia al relato. Lo dicho, una novela para tener muy en cuenta.
    Besos

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    1. Estoy seguro de que en cuanto la leas te vas a aficionar a la literatura hebrea. Esa manera que tiene Woody Allen en sus películas de decir cosas más o menos serias envueltas en el celofán del toque humorístico me lo ha recordado esta novela de Yehoshúa.
      Un beso

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