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26 nov 2024

"La puerta secreta" de Marlen Haushofer

« El campo del amor es de por sí el más falaz y el más tornadizo de los que existen. En él, uno sólo puede estar seguro de sí mismo, y eso a condición de no ser demasiado joven y tener experiencia. Porque en la juventud uno simplemente está enamorado del amor, no de la pareja; y la mayoría de las personas permanecen estancadas en ese estadio.»

Editorial Siruela,Feminismo,autoras austriacas
Llego hasta La puerta secreta vía la magnífica reseña que en julio de este año Lorena, administradora del blog El pájaro verde, le dedicó. Es Lorena una excelente y muy fiable degustadora de la buena literatura. Le gustan los libros exigentes con el lector, que la remuevan por dentro, que incluso la incomoden y la revuelvan; en definitiva no le agrada la literatura de consumo, la fast food literaria tan abundante hoy en día. Cuando Lorena reseña sus lecturas lo hace con suma belleza, señalando con tal nitidez el cúmulo de evocaciones literarias que, mientras las realiza, le vienen a la mente,  que es un enorme placer perderse en sus estupendas entradas. Así lo hago yo con frecuencia y confieso que leyéndolas disfruto lo indecible. Desde aquí, pues, a quienquiera  que desee conocer buenos libros, buenas novelas, le recomiendo frecuentar El pájaro verde donde Lorena reseña libros de calidad. Pero pasemos ya a la novela de Marlen Haushofer.

La escritora es una austriaca nacida el año 1920 en Frauenstein (Austria) y desaparecida, víctima de cáncer de huesos, en Viena el año 1970. La puerta secreta vio la luz en 1957; antes de ella Marlen Haushofer ya había alcanzado cierta notoriedad literaria gracias a dos libros: la novela corta "El quinto año" (Das fünfte Jahr) que la dio a conocer y "Un puñado de vida" que, según dice Manuela Reichart en el epílogo que sigue al texto de La puerta secreta  publicada por Siruela en 2003, «el libro sale en 1955, recibe críticas benévolas e incluso es traducido, pero no se convierte en un gran éxito». Con estos tres primeros títulos ganó premios en su país, aunque el verdadero éxito le llegaría con El muro novela aparecida en 1963 y distinguida con  el Premio Arthur Schnitzler. Ya en 1968 obtendría el Premio Nacional de Literatura por su colección de relatos "Fidelidad terrible" (Schreckliche  Treue).

Los datos bioliterarios anteriores los tomo del magnífico epílogo que he citado. En él Manuela Reichart muestra, tomando como referencia los tres principales títulos novelescos de Marlen Haushofer, la evolución que en ellos cree observar respecto al asunto mujer que la autora presenta. En Un puñado de vida una mujer regresa sola a su pueblo sin ser reconocida tras haber estado ausente 20 años; deseosa de una nueva vida abandonó a su marido e hijo por un amante tras una una muerte simulada. «Ahora, deprimida, pasa revista a los años y concluye: "La vida, simplemente, era demasiado fuerte para poder sobrellevarla"»

En La puerta secreta vemos cómo Annette, una mujer joven de unos 30 años, se enfrenta a la vida y a su realización como persona. Solitaria e independiente es consciente de que al otro lado, fuera de ella, está la vida normal y su posibilidad de realizarse como mujer. El amor se le aparece de manera un tanto sorpresiva en forma de embarazo no buscado. De resultas de ello se casará y se irá preparando para en el momento en que tenga al bebé abandonar su trabajo de bibliotecaria y centrarse en su función de madre. Manuela Reichardt dice, comparando la Annette de La puerta secreta con la Betty de Un puñado de vida que «Betty recuerda todavía la dicotomía de su vida: "Había elegido, en un momento, la libertad, el frío y la independencia, y había añorado, a lo largo de toda su existencia, el cariño, el calor y la compañía". En La puerta secreta, Annette ya no tiene alternativa»

Annette al principio de la novela está contenta porque Alexander con quien vivía se marcha seis meses a París. Ella dice que ama la soledad, leer un libro al llegar a casa, recibir a lo más a sus vecinos y al tío Eugen con los que habla de arte, de cine, de literatura... Cuando Gregor aparece en su vida ella sufre un terremoto interior. Ve a Gregor, su marido, casi como a un desconocido pues, afirma, que en realidad apenas sabe nada de él, de su interior; sólo conoce su exterioridad, el presente en el que él siempre se mueve. Esto la desazona, aunque al tiempo, y paradójicamente, una mujer antes tan amante de la soledad y de su independencia, sólo se siente bien cuando él aparece y está con ella.

Esta lucha interior que Annette practica con ella misma la lleva a simular ante Gregor, a seguirle en sus actividades de exterior sabedora como es de que su marido no soporta para nada la reflexión y el conocimiento. Ella según progresa su embarazo entiende que Gregor la tenga menos en cuenta y que las reuniones de trabajo nocturnas sean ahora más frecuentes que antes. Los hombres son así, necesitan eso, aliviar sus tensiones, se dice a sí misma como justificándolo, y ella ahora a un mes de dar a luz no puede satisfacérselas. 

El distanciamiento mujer-hombre es progresivo en estos tres títulos. En Un puñado de vida simplemente se produce la escapada de ella de la vida alienada en que se encontraba con él; en La puerta secreta la mujer intenta integrarse en el papel que todos estiman le corresponde por su género aun perdiendo la independencia que tanto le satisfacía; por último en El muro la mujer en un mundo futuro impreciso ha de defenderse del hombre quien con su violencia intenta anularla, despedazarla como ha hecho con la naturaleza. Y es que el asunto del retorno a la naturaleza, a un mundo en el que de niña, según confesión de la autora, fue feliz es recurrente en sus novelas.

La puerta secreta se presenta con partes escritas en forma de diario y otras narradas en tercera persona. En ambas es la perspectiva de Annette la que se muestra. En las entradas del diario es evidente, pues es ella misma quien las escribe;  en las partes narradas en tercera persona se habla sobre Annette. El estilo indirecto libre sirve en estas partes para mostrar la voz del personaje
«Sacó el diario del último cajón del escritorio, que siempre cerraba con llave, y fijó la mirada en la última anotación. ¿De veras había sido ella la autora de esas líneas? Le parecían tan extrañas. Sin duda se debía a la imposibilidad de vivenciar y escribir al mismo tiempo, a que toda anotación sobre algo vivido se transformaba inmediatamente en reflexión. Esa dificultad aún no había sido superada por nadie que hubiera escrito un diario.»
Efectivamente, como ella misma -Annette, o sea, parece claro, Marlen Haushofer- dice, hay mucha reflexión en esta novela, tanto en las entradas de diario como en las partes narradas. Reflexiones que tocan muchos aspectos de la realidad en general y de la de la autora en particular. Entre las primeras destacan sobre otras la cuestión mujeres-hombres, la diferencia entre ambos géneros, la maternidad, el mundo interior versus el exterior, la funcionalidad del amor en este mundo, la naturaleza frente al mundo urbano... Entre las segundas son las de naturaleza literaria y metaliteraria como la que aparece en la cita anterior las que más han llamado mi atención.

Mujeres versus hombres. Sin duda es cuestión nuclear en la novela. Aparece por todas partes. Un ejemplo es cuando ella, ya embarazada,  reflexiona sobre su futura condición de madre al ver a un joven entrar sigiloso en su casa para no despertar a la madre. Mientras lo observa Annette no puede por menos que reflexionar sobre la mujer siempre al servicio y cuidado del hombre, bien en su condición de hijo (la madre), como en la de marido (la esposa): «La madre se quedaba ante los restos de su desayuno (ha vuelto a embadurnar el mantel de mermelada..., claro, por leer el periódico mientras desayuna), ante sus pantalones arrugados, sus calcetines rotos y la pena lacerante motivada por las huellas de pintalabios en el cuello de su camisa. Y un buen día a la anciana se le vendría el mundo abajo: el día en que el querido hijo preferiría manchar de mermelada el mantel de otra mujer y dejarle a esa otra mujer su ropa sucia.» 

Diferencia hombre y mujer. Fundamental en el relato es cómo Annette reflexiona sobre la distinta manera de amar de los hombres y de las mujeres: «Gregor se figura que debo sufrir enormemente por ciertas privaciones que me impone mi embarazo avanzado. No puede imaginarse que las mujeres amamos de forma diferente a como lo hacen los hombres. Cuando me acaricia la mano siento exactamente lo mismo que si estuviera entre sus brazos.»

La maternidad. Annette duda sobre si estará viviendo adecuadamente el estado de gravidez en el que se encuentra; se preocupa por si no estará sintiendo la felicidad que se supone debe embargar a cualquier mujer que se halle en este estado: «La consabida sensación de felicidad no quiere hacer acto de presencia en mí. Por el momento estoy siempre indispuesta. Me siento intoxicada como cuando se tiene hepatitis y hago esfuerzos desaforados por mantener la cabeza erguida.»

El amor en este mundo. Esencial es este asunto. Quizás sea el que más espacio ocupa en la novela. En la narración se reflexiona sobre él de manera bien profunda. Se percibe con claridad la filosofía existencial que domina en todo el relato. Annette comenta el absurdo que supone amar a alguien sabiendo lo efímero que es el cuerpo; otra cosa sería amar a un alma inmortal, lo que implicaría la seguridad, aunque quizás «la seguridad significaría el final del amor, cuya esencia radica en suspender durante unos minutos la presencia sempiterna de la muerte.». Esta consideración viene a poner sobre el tablero la contradicción interna que Annette vive dado que ella ama las almas inmortales (el arte, la literatura, la filosofía...) aunque sienta la imperiosa necesidad de, como le ocurría a la autora francesa Annie Ernaux en "Pura pasión", libro que tantas veces leyendo a la Haushofer he recordado, estar con Gregor, un ser poco profundo que sólo se mueve por lo inmediato, por lo vital, por lo externo y corporal. 

En la novela la relación hombre-mujer viene marcada por el amor. Annette se pregunta, cuando una hermosísima camarera le sirve la comida y ella siente deseos de acariciarla, por qué tal acto sería improcedente; se da cuenta de que esta consideración marca otra diferencia hombre-mujer importante:
«Como mujer, en cambio, una no podía permitirse gestos de ternura hacia otra mujer sin dar lugar a un grave mal entendido. Era estúpido, fastidioso y propio de mentes masculinas pensar que las caricias tenían que significar indefectiblemente el preámbulo del acto erótico»

Otras muchas consideraciones sobre otros muchos aspectos vitales aparecen en La puerta secreta. Uno de ellos -no puedo dejar de señalarlo- parece escrito hoy mismo cuando sin embargo han pasado ya casi 70 años desde que lo escribiera; ahí se ve la tremenda actualidad de esta escritora. Me refiero a la reflexión que hace sobre la política en general y sobre los hombres y mujeres políticos
«No hay partido político que represente los intereses de las mujeres. Eso es fácil de comprobar a poco que se examinen algunas de nuestras leyes. La tan traída y llevada igualdad de géneros sólo existe sobre el papel. Los cargos que se adjudican a las mujeres, escasos y de nula influencia, no tienen otra razón de ser que la de enmascarar esta realidad y atraer votos. [...] Los hombres, por naturaleza, no son pacifistas, y menos los políticos, porque si lo fuesen no habrían triunfado nunca. Poco sentido tiene rasgarse las vestiduras. Quien ostenta el poder hace todo lo que está a su alcance para no perderlo, y es natural que sea así.»

Por último, y para ir ya cerrando esta reseña, quisiera señalar dos aspectos fundamentales en La puerta cerrada. El primero tiene que ver con ese sueño, ese deseo perdido en el subconsciente de Annette, en definitiva en el de Marlen Haushofer, de retornar a ese paraíso perdido, a esa naturaleza pura, feliz y prístina en la que todo era felicidad. Ese mundo imposible de recuperar es el que, por los datos biográficos que la propia autora dio en las entrevistas que en vida le hicieron y por las investigaciones de unos y de otros sobre ella, vivió durante su primera infancia. En la breve biografía que mi amiga Lorena publicó en Instagram al hilo de la lectura de El muro se pueden leer datos muy interesantes sobre la autora. De ellos rescato los siguientes: «Hija de un guardabosques, vive su primera infancia en contacto con la naturaleza, hecho palpable en alguna de sus narraciones, y estudia más tarde en un internado en Linz.»Annette encuentra el asidero con la naturaleza en su tío Eugen, hermano de la tía Johanna que la había acogido al quedar huérfana. Johanna la educó con rigidez en la simulación y en la ocultación de sentimientos; afortunadamente el tío Eugen acudía a rescatarla de esta severidad y la llevaba a funciones de teatro infantil y a pastelerías. Ahora, transcurridos 20 años de estos recuerdos, también el tío Eugen acude al rescate de Annette y la sitúa en un medio natural cual es una playa italiana a fin de que logre salir del impasse en que la vida y su embarazo la han situado.

escritoras austriacas,existencialismo alemán
Foto de 1935; © Sybille Haushofer
El segundo aspecto al que quiero referirme es al de la intertextualidad literaria. Annette -e igual Marlen Haushofer- vive mas en el mundo de lo que le narran o de lo que lee que en el mundo real. Así el personaje de la novela sabe de Rusia del año 1915 por lo que su tío Eugen le cuenta una y otra vez de cuando estuvo combatiendo allí durante la Gran Guerra. Del mismo modo a la autora se le ven -o al menos así me lo parece a mí- sus lecturas según que se lee La puerta secreta. Cuando Annette piensa que a su futuro hijo no podrá protegerlo de la vulgaridad del mundo porque «un niño no es un objeto que se pueda colocar bajo una campana de cristal» ese último sintagma me ha llevado a Sylvia Plath. La verdad es que esta Annette y Sylvia Plath tienen mucho en común, quizás, coincidan en esa demencia que las hace diferentes al resto de mortales, que las deforma, que las aparta. 
Igualmente, Annette piensa durante su día de descanso semanal cuál sería su papel vital si ella no trabajase: ¿Esperar como un perro a que su marido volviese a casa por la noche? Ella sufre al tener que consumir las horas en acciones inanes, colocando ese adorno, pensando en hacer la cena a Gregor, deseando mostrarse feliz y contenta cuando llegue... Leyendo esta escena y las reflexiones del personaje no he podido por menos que recordar a La señora Dalloway de Virginia Wolf. Todos sabemos cómo acabó Sylvia Plath y cómo transcurre el día de Clarissa, la protagonista de la novela de Virginia Wolf. 
«Decidió dar una última vuelta por la casa, abrigando la secreta esperanza de que algún objeto no estuviera en su lugar para hacer algo que la distrajera un poco. Pero no encontró nada. Pasó la mano por encima de la colcha alisada, movió algún cenicero unos centímetros de donde se encontraba, sopló un rastro de polvo, invisible pero quizá existente, en la lámpara de pie, y corrió el salero hacia el centro de la mesa.
En el cuarto de baño se limpió el carmín que sobresalía de los labios, se empolvó la nariz y se peinó las cejas y las pestañas. Luego, con el corazón palpitante y las corvas desmayadas, se sentó en el borde de la bañera. No debía quedarse sentada, sentarse equivalía a empezar de nuevo a dar vueltas [en su cabeza] a las cosas y tenía que evitarlo.» 

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Nota.- Con esta novela cumplimento la letra H del Reto "Autores de la A a la Z" y añado un título más a la relación de clásicos leídos en el Reto "Nos gustan los clásicos" 

     

19 nov 2024

Cristina Sánchez-Andrade: "Alguien bajo los párpados"

«Llegar a la rúa del Vilar no era sólo un cambio de espacio sino también y, sobre todo, de estado de ánimo. Olvido empezaba a sentirse mejor nada más pasar por debajo de los primeros soportales, de las platerías y las boticas, con sus grandes frascos en el escaparate, con sus olores penetrantes y ricos, atenta a las miradas buscadoras y simulando huir de aproximaciones y roces, ajena al siseo de las gabardinas y al crujir de la espuma de las alcantarillas. A la altura del Casino, la tarde olía a lluvia y a castañas asadas.»

Alguien bajo los párpados. Cristina Sánchez-Andrade
La escritora gallega Cristina Sánchez-Andrade, (Santiago de Compostela, La Coruña, 5 de abril de 1968), según leo en su biografía literaria, comenzó en la narrativa, tanto en la dirigida a todos los públicos como en la enfocada especialmente a niños y jóvenes, pronto, concretamente lo hizo escribiendo relatos con los que ganó varios premios. Su primera novela suficientemente conocida es del año 1999 (Las lagartijas huelen a hierbas). A partir de esa fecha sus libros se verán reconocidos con premios variados. Entre sus novelas destaca "Las inviernas" que, publicada en 2014, quedó finalista en el Premio Herralde de novela de ese año y fue distinguida con dos PEN Award, uno para la traducción y otro para la promoción de la misma. Antes, en 2003, había ganado el Premio Sor Juana Inés de la Cruz en la Feria de Guadalajara (Mexico) con su novela "Ya no pisa la tierra tu rey".
Será en 2017 cuando vea la luz Alguien bajo los párpados, la novela que acabo de leer. Es una historia situada en la zona de Santiago de Compostela donde dos ancianas (Olvido y su criada Bruna) deciden iniciar un definitivo y final viaje en coche. La acción se sitúa el año, día y mes en que Álvaro Cunqueiro dejó este mundo, o sea, el 28 de febrero de 1981. Mientras viajan, ambas mujeres recuerdan, evocan y hablan sobre sus vidas en el pasado situado durante los años de la Segunda República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura franquista. Los dos momentos narrativos -el hoy del viaje y el ayer de la vida de ambas- discurren en contrapunto uno con otro a lo largo de toda la novela.
 
Estamos ante una historia sorprendente que situada en Galicia parece rendir homenaje a los esperpentos de Valle Inclán. Hay muchas situaciones surrealistas y dentro de este marco surreal parece que los personajes disfrutan con lo raro, lo extraño, lo casi mágico, y también con lo escatológico. Los personajes y las relaciones entre ellos, si bien al inicio parecen algo inexplicables, con el paso de las páginas van adquiriendo sentido y desvelando a los lectores aquellos puntos oscuros que durante todo el relato e intencionadamente la escritora mantiene en suspenso.

La historia y la manera de desenvolverse de los personajes me ha hecho recordar un poco algunas películas de Álex de la Iglesia como 'El día de la bestia' o 'La comunidad'. En ocasiones me parecía estar asistiendo a escenas propias del film de José Luis Cuerda "Amanece que no es poco" y también, y casi más, a momentos propios de "El bosque animado" del novelista y periodista también gallego Wenceslao Fernández Flórez.

La novela está considerada como de humor, si bien yo la incluiría en la subcategoría de humor negro. Dos ancianas que deciden liarse la manta a la cabeza y salir por ahí siempre producen risa, no es nuevo. Ya don Quijote de la Mancha, que frisaba la edad de los cincuenta años, produjo hilaridad entre sus contemporáneos cuando en pleno uso de su libertad optó por la extravagancia de ir a desfacer entuertos a esa avanzada edad. A los ancianos -más aún si cabe cuando se trata de mujeres- no se les toma en serio. Por eso que Bruna, el ama de cría de la casa de los Gondollín, vaya vestida de novia a su provecta edad no resulta llamativo para nadie, a lo más es una manifestación de la pérdida de capacidad mental atribuida a los mayores. Es verdad que las explicaciones que Olvido, viuda esposa de Benigno Gondollín, da a quienquiera que habla con ella sobre lo temprano que adquirió el carnet de conducir  («Querían entrevistarme por tener el carnet femenino de conducir más antiguo de España. ¿Qué le parece? ¡Y sigo conduciendo a la perfección!») no propician que los interlocutores abandonen la convicción de que estas dos mujeres que circulan en un Volkswagen escarabajo están chifladas. 

Olvido y Bruna, que parecen haber perdido el oremus, son el medio que Cristina Sánchez-Andrade utiliza para que, con las remembranzas de ambas sobre el pasado, conozcamos la historia de Galicia en esos años conflictivos de la República, la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura. Vemos cómo los personajes, en especial Benigno, el marido de Olvido, irán adaptándose a las circunstancias. Don Benigno es hijo de doña Pelagia y hermano de Conchita y Cristino. Es de toda la familia el más cuerdo y el que, cuando llega la Guerra Civil y tras ella la victoria franquista, deberá reposicionarse ideológicamente, transitando del galleguismo estatutario que defendía durante los años de la República al falangismo que desde hacía tiempo lo tenía entre ojo y ojo. Esta aparente cordura, si bien carente del todo de sentido ético, cede unos cuantos grados si consideramos el aprecio desorbitado que siente por la gata Larpeira. Benigno tiene 25 años más que Olvido, que contaba sólo con 19 cuando se casaron. La llegada de Olvido a la casa familiar de Santiago de Compostela no es muy bien vista por Pelagia, Conchita y Cristino. Cada uno de ellos esconde un secreto, algo muy oculto que el lector deberá de ir descubriendo según va pasando las páginas. El más chocante es el caso de Cristino, hermano menor de Benigno y de Conchita que, aficionado a las muñecas y a pintarse las uñas, cada cierto tiempo deberá de visitar París. 
«Decía que tenía que regresar: Fíjate tú qué bobo, mamá —y en ese momento se golpeaba la frente dos veces con la palma haciendo que el moco verde saliera y volviera a entrar—; porque se había olvidado del paraguas y del cepillo de dientes en París.»
En la cita anterior se observa de manera magnífica una de las características presentes en Alguien bajo los párpados: el buen estilo literario de Cristina Sánchez-Andrade. Es una perfecta muestra de la imbricación de distintos estilos narrativos de los que se sirve la autora en la novela. Un estilo, el de la novelista gallega, en el que hay mucha presencia de la naturaleza gallega, tanto urbana como propia de la fraga. Son frecuentes las ocasiones en que la fraga (el casi impenetrable bosque atlántico) aparece. Se diría que Sánchez-Andrade evoca con cierta nostalgia una seña identitaria gallega hoy prácticamente desaparecida. Eran precisamente estos bosques gallegos los que dieron lugar a diversas leyendas propias de estas tierras, entre ellas y fundamentalmente, el de las meigas (brujas) y los meigallos (hechizos o embrujamientos). Es aquí, en este contexto fragoso, que acontece la acción de Serafina, la costurera que iba al pazo a departir con Bruna y ayudar a la confección de vestidos. Su función en el relato es el de servir de comunicadora respecto a los acontecimientos que suceden en la ciudad desde que la familia, con la guerra civil ya iniciada, decidió abandonarla. Su relación con lo mágico y oculto es también importante, así como la sororidad más que afectuosa que muestra con Conchita.

Hay mucho de magia en este relato, casi yo diría de realismo mágico. La propia historia, los personajes, muy peculiares cada uno de ellos, la niña Candela que sólo mamará de Bruna y no de su madre, el ambiente telúrico y fantástico que rodea las acciones de los personajes, la suciedad de los mismos, especialmente de Serafina y también de Bruna 
«La Larpeira, que dormitaba en una esquina, al verla se erizó, soltó un bufido y salió a toda velocidad por la puerta con el rabo enhiesto. Serafina soltó una risotada y, mientras esperaba, comenzó a airearse las faldas, propagando por la estancia un hedor concentrado, como de sardinas enlatadas.»
En Bruna la suciedad y casi yo diría que el gusto en rebozarse en la misma mierda constituye una de sus señas de identidad:
«Mierda. Mierda de Bruna trepando la pared, por el váter, por el suelo. Mierda de Bruna por la cara y los brazos de Bruna, por la ropa, por el papel higiénico que sostenía mientras se afanaba en limpiar el inodoro de rodillas. El ventanuco que daba al exterior también tenía pegotes de mierda, ¿cómo habría llegado hasta ahí? Doña Olvido se llevó la mano a la nariz y ahogó un grito.»
En todo el relato parece existir una cierta tendencia por lo escatológico, referido fundamentalmente a la suciedad corporal. Estas referencias a la suciedad en Bruna recalan a veces en lo humorístico como cuando preguntada por Olvido sobre cuánto tiempo hace que no se lava, Bruna le responde que 42. ¿Días?, inquiere Olvido. Años, concluye la criada.  

Hay en todo lo anteriormente referido una clara inclinación hacia la exageración, hacia lo hiperbólico, en definitiva, hacia lo esperpéntico. Lo fantástico junto a lo hiperbólico son características propias de lo gallego. En la novela se cita a Álvaro Cunqueiro y se sitúa la acción precisamente el día de su muerte. Es Álvaro Cunqueiro, autor que cultivó con excelencia la literatura fantástica. Muchos autores gallegos han transitado por esa senda de la fantasía, de la exageración, especialmente Valle Inclán, el creador del esperpento. Pero desde él hasta Cristina Sánchez-Andrade muchos otros nombres cultivaron en mayor o menor medida esta tendencia: Eduardo Blanco Amor, Torrente Ballester.., y más próximos a la autora de Alguien bajo los párpados yo incluiría a Laura Gallego o a Ledicia Costas. 

escritores gallegos actuales
Dentro de la galleguidad o del galleguismo que emana de este relato no se puede dejar de citar la pulsión sexual, esa fuerza a veces incontrolable que trasciende lo puramente humano de manera irracional. En los esperpentos y en el teatro mítico de Valle Inclán el sexo era importante y en esta «novela chiflada con toques macabros mezcla de esperpento y road movie senil», tal y como se la define en el prólogo de la historia, el mismo está latente y/o presente por doquier. Se percibe con claridad en las relaciones de Bruna con el afilador (otro arquetipo gallego) o con el carnicero, en el miedo que la propia Olvido le tuvo desde que de niña lo percibió en dos de sus tías, en los acercamientos de ella a su amigo médico don Ángelo de la Pena a raíz del tratamiento que éste le prescribió para que pudiera dar de mamar a su hija Candela, en la persecución a las criadas del 'niño' Cristino...

También aparece con claridad el poder de la iglesia en las zonas rurales de Galicia durante los años posteriores a la Guerra Civil. Así se observa en la comida que Benigno da en el pazo a las fuerzas vivas entre las que se encuentra naturalmente el párroco de Sobrado, localidad próxima, y el arzobispo de Santiago. Si ya la misma cena ofrecida por los Gondellín a falangistas y eclesiásticos es de por sí esperpéntica, no lo son menos las monjas morfinómanas del convento que atiende don Ángelo, unas monjas más almodovarianas que otra cosa.

Por último me gustaría cerrar esta reseña con algunos fragmentos de Alguien bajo los párpados que sirvan de muestra de la manera que Cristina Sánchez-Andrade tiene de escribir:
  • «Le odiaba por su tibieza y su debilidad. Por la falta de compromiso consigo mismo y con sus compañeros de partido. Por la cobardía. Por el miedo que le había empujado a abandonar sus ideales (sí, a ella siempre le habían gustado las ideas de su marido) y a decir que nunca había estado metido en política. Por el miedo que le había llevado a sentar a su mesa a la Iglesia y a dos falangistas y a reír la mojigatería con ellos. Su marido era peor que ellos, ¡sí! Porque ellos al menos tenían ideales...» (Olvido sobre su marido Benigno)
  • «La madre de Bruna siguió limpiando el pescado. Introducía la uña en las agallas de la faneca, arrancaba la cabeza de cuajo y la lanzaba al suelo. De vez en cuando removía un poco el trasero, se sorbía groseramente los mocos, lanzaba un escupitajo al montón de vísceras y se limpiaba la boca con la manga.» (gusto por lo escatológico)
  • «—Y su amiga Pura..., ¿dice que la palmó? No lo sabía.
    —La palmó. Estuvo en el asilo hasta convertirse en cadáver. María Jesús, ¿te acuerdas?, la que venía a merendar los jueves y siempre traía los polvorones mohosos que le habían sobrado de la Navidad, se ha quedado prácticamente ciega. Remedios no puede andar. Cuca, ¿te acuerdas de Cuca?, la pobre está chocha. Pepita de los Santos ni siquiera me reconoció cuando la llamé el otro día por teléfono, ¿Olvido?, ¿qué Olvido? Más nos vale que sigamos adelante con nuestro plan, Bruna.
    »
    (un plan para evitar las sevicias propias del envejecimiento).

Una novela diferente, fresca, novedosa, de una autora que no conocía y que de ahora en adelante tendré  muy en cuenta.


13 nov 2024

Opiniones y reflexiones (Rimas para conciliar). Francisco Coronel

Los asiduos a este blog saben que Francisco Coronel es buen amigo mío al que he dedicado siempre desde aquí unas palabras para cada uno de los libros salidos de su mano. Con éste ya son cuatro los escritos que el nefrólogo doctor Coronel ha dado a la imprenta. Si los tres anteriores fueron en prosa, ahora, en esta cuarta entrega, descubrimos que también Francisco Coronel siente de vez en cuando la llamada de Calíope y de Erató. De las dos musas de la poesía en esta ocasión yo me inclino más por Calíope, musa de la poesía épica, que por Erató, que lo es de la poesía lírica; mi inclinación obedece a que en el poemario que acabo de leer, además de poemas que hablan de sentimientos, hay varios que cuentan, que relatan, sucedidos o experiencias del propio autor. 

Es Coronel (no es la primera vez que lo digo) un relator, un contador, un juglar, una persona que, como dijera José Luis Garci en el prólogo que escribió para el primero de sus libros, Las experiencias de un médico para todo, cuenta muy bien («Cuentas muy bien, Francisco, con amenidad de la buena [...] escribes con sencillez, ligereza y esa melancolía leve que no se nota.»). Estas mismas palabras son aplicables a los 32 poemas que incluye en este su último libro. Si hubiera que señalar un tema esencial para todo el poemario yo diría que éste es el del amor. El amor a la mujer, inspirador fundamental para el hombre («Si tienes suerte y encuentras / a la mujer de tu vida / o si eres mujer y encuentras / al hombre que tú querías, / no habrá deleite mayor / ni más alta complacencia / [...]»); también la amistad, que  no es otra cosa que una clase de amor y que como el anterior a veces, claro, produce desengaños (soneto titulado 'A alguien que te importa'; asimismo se ve con claridad en el poema que lleva por título 'La amistad y la poesía'); y también el amor a muchas otras cosas como el Cine, el mar, la música... y hasta el mus.

Aunque no se puede decir que la mirada que Francisco echa hacia atrás en algunos de sus poemas sea amor sensu stricto, yo lo incluyo en ello, pues la nostalgia no es otra cosa que el amor que permanece fijado en el recuerdo. El autor se contempla a la altura de sus años y no puede por menos que evocar momentos dichosos del pasado, de su pasado ('Dulce Navidad', 'El amor desde niño'). También reflexiona -y así lo señala en 'Loas a la amistad', el poema que abre el libro- sobre cómo con el paso de los años llega la jubilación, la vejez, y el olvido se cierne sobre la persona; el poeta se pregunta entonces: ¿Quiénes son los de verdad amigos?
«Luego llega la verdad
y, cuando estás más dolido,
las loas a la amistad
sólo son loas de olvido»

Opiniones y reflexiones contiene 32 poemas cuyos títulos llevan a modo de subtítulo la sinopsis explicativa de lo que viene a continuación. Algunas de estas sinopsis adoptan la forma de frase proverbial, como por ejemplo cuando bajo el título del poema 18, 'Ser reflexivo', leemos: «No hay que precipitarse en lo que se dice y en lo que se hace, es mejor pensar primero.»

Francisco Coronel, tal como él mismo cuenta en la solapa y en la contraportada del libro, siempre ha dedicado una parte de su actividad de ocio a la escritura poética, escribiendo en su juventud letras de canciones para el repertorio musical de una banda de rock. Tenía facilidad para rimar palabras que  acababan en composiciones musicales. Durante los dos últimos años confiesa que ha estado escribiendo de esta manera sus impresiones de la vida en sus momentos más creativos.
 
Estos 32 poemas confirman su afición. Sus composiciones, efectivamente, parecen canciones, que surgen con enorme libertad creativa y buscan el ritmo, en versos principalmente de arte menor, a través de rimas en general asonantadas. No se atiene con rigidez al canon, si bien hay algún poema como el nº 29. 'Amor de familia', en el que un correcto soneto muestra su habilidad y conocimientos estróficos. La mayoría de sus poemas tienen un adecuado y eficaz tono juglaresco propio de la poesía popularista. Predominan, como es natural en las coplas, las cuartetas de romance, que es la estructura estrófica en la que mejor se desenvuelve;  a veces las combina con quintillas o sextinas, algo que, en mi opinión y sólo en alguno de los poemas, hace que el mismo pierda algo de potencial y eficacia  comunicativas. Ese neopopularismo que cito muchas veces me ha llevado mentalmente a evocar o recordar el tono de los versos que Muñoz Seca escribiera para su archifamosa "La venganza de don Mendo".

Como ocurre en cualquier poemario hay poesías que me han gustado más y otras que me han gustado menos. Elegir siempre es difícil, pero personalmente, de entre todas ellas, yo destacaría sin duda alguna como mis favoritas las siguientes composiciones: el poema 26. 'Y van pasando los años' y el poema 16. 'La diferencia de géneros'. El primero es el que más me ha agradado tanto por contenido como por continente; del segundo destacaría el puntito de humor con el que Coronel sabe tratar un tema hoy tan controvertido. 

Para cerrar quiero señalar que entre los asuntos que el autor trata en este libro aparecen con fuerza, además de los ya señalados, dos que no quiero dejar de mencionar: su preocupación social y política (poemas 'Saludando a España' o 'La gracia de Madrid'); y la religiosidad, ayer y hoy (poemas 'Dulce Navidad' o '¿En qué creer?').

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Del autor y en este mismo blog:




"Las experiencias de un médico para todo"






elblogdejcgc, El blog de Juan Carlos


 
"Medicina & Rock 'n Roll"                      

                


"La historia que había que  contar"        








8 nov 2024

"El gran teatro del mundo" de Calderón de la Barca

«En la representación / igualmente satisface / el que bien al pobre hace / con afecto, alma y acción / como el que hace al rey, y son / iguales este y aquel / en acabando el papel. / Haz tú bien el tuyo y piensa / que para la recompensa / yo te igualaré con él. / No porque pena te sobre, / siendo pobre, es en mi ley / mejor papel el del rey / si hace bien el suyo el pobre; / uno y otro de mí cobre / todo el salario después / que haya merecido, pues / con cualquier papel se gana, / que toda la vida humana / representaciones es. / Y la comedia acabada / ha de cenar a mi lado / el que haya representado, / sin haber errado en nada, / su parte más acertada; / allí igualaré a los dos.» (personaje de El Autor)

Tenía muy buen recuerdo de cuando allá en mi lejana juventud vi una representación en mi ciudad natal de El gran teatro del mundo. Todos estos años he guardado en mi interior la profundidad filosófica, existencial, político-social, y, naturalmente, también teológica que Pedro Calderón de la Barca encerró en este auto sacramental. 

¡Ah!, exclamaréis algunos, ¡un Auto Sacramental! Vamos, un coñazo. Y no, os tengo que decir que no, que no es un peñazo, que es teatro en grado puro. A cualquiera de vosotros que agrade el arte de Talía conocer mejor a Calderón es esencial. Fijaos que fue un gran renovador del Teatro: introdujo la música, partes cantadas (es el creador de la zarzuela), efectos de magia sorpresivos, dio un papel esencial a la escenografía... Todo esto referido a aspectos propios del montaje y de la puesta en escena. Pero no quedó aquí su contribución, sino que en la órbita de las grandes celebraciones teológicas que se celebraban durante la festividad del Corpus Christi puso en pie como nadie ideas y conceptos difíciles de aprehender. Y lo hizo a través de figuras alegóricas. o sea, seres reconocibles: un Rey, un mendigo, un hombre rico, un labrador, una mujer bella... que le sirven para mostrar a través de ellos conceptos como la dominación, la pobreza, la riqueza, el duro trabajo, la hermosura... 

En El gran teatro del mundo nada más correrse el telón aparecen dos ideas primeras, constructoras de la representación a la que vamos a asistir: una es la del artífice máximo, la del creador, que en la obra se plasma en la figura del Autor, y la otra es la del Mundo, o sea, la propia existencia, en esta representación el Teatro. El actor Antonio Comas hace el papel de Autor-Dios y está sobresaliente en él. El Autor es afable, inmisericorde por momentos, pero clemente siempre. La actriz Carlota Gaviño representa al Mundo (el Teatro) y es quien reparte los papeles a cada uno de los siete actores. Estos papeles (la discreción, la riqueza, el poder, la pobreza, etc.) no son elegibles sino que es la vida la que nos los da. A nosotros sólo compete actuar con ellos en este Mundo, en este Teatro, de la mejor manera posible. El Autor no da indicación alguna de cómo llevarlo a efecto; cada ser humano haciendo uso de su albedrío lo ejecutará. Tan sólo hay un precepto que repite a cada uno de los actuantes un personaje llamado Ley de Gracia: «Obrar bien, que Dios es Dios»

Establecidos estos principios el Autor, o sea Dios, se retira del escenario del teatro, o sea del Mundo, para asistir como espectador desde un palco de la sala a la representación que harán sus criaturas. Cuando éstos demandan una indicación sobre qué hacer, cómo proceder, el Autor les remite a la Ley de Gracia que, contumaz, repite una y otra vez el precepto señalado. Según que cada una de las figuras habla y expone sus quebrantos y sus deseos, la Voz de Dios, en esta ocasión invisible, decide indicarle la salida de la representación. Unos la reciben antes y otros después, pero a todos llega y todos han de acatarla de manera inexorable. Casi todos aceptan la orden con resignación. Este comportamiento y lo hecho en vida les será tenido en cuenta por el Autor en el último instante del Auto. 

En la época en que Calderón de la Barca escribe El gran teatro del mundo (año 1671), diez años antes de su fallecimiento, estas obras teatrales tenían como finalidad la exaltación del sacramento de la Eucaristía. En la obra original el examen que hace el Creador a sus criaturas se realiza mediante la inclusión o no de las mismas en la Comunión con el Corpus Christi. Las diferencias existentes entre protestantes y católicos sobre qué se producía durante este sacramento es la justificación práctica del para qué de los Autos Sacramentales. Los católicos, de los que Calderón es parte destacada, hablan de verdadero cuerpo de Cristo (transubstanciación) , mientras que los protestantes hablan sólo de simbólico cuerpo de Cristo (consubstanciación). 

En la Obra dirigida por Lluis Homar esta Comunión se representa en forma de invitación a participar en la mesa donde Dios se encuentra. El Autor-Dios va llamando a unos y otros a participar en la celebración. Sólo el rico y el niño nonato quedan excluidos, si bien pronto el no nacido es invitado a acercarse a los elegidos.

Lo importante para los espectadores actuales de esta representación no es el mensaje místico, teológico, que Calderón quería darle, que también para quien así lo quiera, pues la CNTC es muy respetuosa con el mismo. Lo importante en mi opinión es la profundidad filosófica que se encierra en ella. Sin querer ser exagerado yo diría que don Pedro Calderón de la Barca se adelantó bastantes años a la filosofía existencialista. De hecho en la obra cuando el Mundo está repartiendo los papeles a los actores me vino a la mente Seis personajes en busca de autor de Luigi Pirandello y también la novela Niebla de Miguel de Unamuno. Personajes que desean vivir, nacer, y una vez nacidos no quieren ser juguete de su creador, se rebelan ante la idea de encontrar la muerte por el capricho del escritor.

Una obra profunda, con muchos matices, que en apariencia parece simple por eso de que en la Vida sólo hay dos puertas: el nacimiento, por la que se entra; y la de la muerte, por la que se sale. Y ninguna de las dos las elige el ser humano por sí mismo. Quizás se pueda hablar de pesimismo en esta concepción, pero no hay que olvidar que estamos en el Barroco. Bástenos recordar al gran Quevedo en alguno de sus poemas filosóficos. A mi cabeza viene ahora su soneto "¡Ah de la vida!... Nadie me responde" porque en él, como en El gran teatro del mundo, aparece la línea de pesimismo y desengaño propios del Barroco.


La obra cuando acabó recibió varios minutos de aplausos dirigidos a todo el elenco actoral, a la música de percusión en directo ejecutada por Pablo Sánchez, a la luminotecnia..., en definitiva a todos los integrantes de la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Una magnífica representación que puede verse en el Teatro de la Comedia (C/ Príncipe, 14, 28012  Madrid) hasta el próximo día 24 de noviembre. Merece la pena verla, os lo aseguro.

1 nov 2024

Juan Manuel de Prada. "Mil ojos esconde la noche (I. La ciudad sin luz)"

Entrada al parisino Cabaret del Infierno
El libro que acabo de leer es la primera entrega de la novela Mil ojos esconde la noche de Juan Manuel de Prada. Según confiesa el propio autor al final de este volumen la novela tiene una extensión de 1600 páginas; esta primera parte de casi 800 páginas lleva por título 'La ciudad sin luz'.

El libro me ha gustado en un 90% y me ha resultado, quizás, algo tedioso en el 10% restante. A pesar de que me agradan las historias que tienen por actuantes a escritores y a pintores -en esta novela lo son la mayoría de sus personajes-, seres que escaparon de la España de Franco y se refugiaron en París, sin embargo a veces me ha parecido un tanto repetitivo y como que la historia no avanzaba al ritmo que yo creía que debía de avanzar. También es cierto que hoy día la inmediatez de las RRSS nos (me) han acostumbrado a cierta velocidad lectora y un libro de este tamaño no es bien digerido por muchas personas. Yo, lo confieso, sí lo he digerido, y con gusto en muchos momentos, pero puede ser que tanta abundancia de datos y de nombres me haya producido una cierta acidez como si en ocasiones padeciera hernia de hiato y regurgitara parte de lo leído aun en contra de mi voluntad.

Creo que cuando aparezca en las librerías la segunda entrega acudiré a leerla porque deseo saber qué es de Fernando Navales el protagonista de la novela. Advierte Juan Manuel de Prada que Navales ya apareció en el primer libro que hace ya cosa de treinta años él dio a la imprenta, "Las máscaras del héroe", y que si tiene tiempo (ganas dice que no le faltan) tras esta larguísima novela, cuya primera parte acabo de leer, abordará la historia del personaje durante los años que van de 1936 a 1940. Habrá que ver qué ocurre porque el tiempo es mendaz y a veces (muchas veces) echa por tierra los mejores propósitos.


Fernando Navales es un falangista de la primera hora que en 1940, tras el final de la Guerra Civil española en 1939, lo encontramos en la calle Marceau de París donde Falange española tenía su sede para Francia. En este preciso momento Paris aguarda la entrada en la ciudad de los boches (los alemanes), sólo falta que el mariscal Petain firme el armisticio -mejor sería decir la rendición-. Así lo hará y fijará la sede del gobierno francés en Vichy; Paris quedará para los alemanes que poco a poco irán dictando leyes contra los judíos.

La embajada española que dirige Félix Lequerica, un vasco excesivamente equidistante a ojos de Navales, se ha trasladado a Vichy al igual que el resto de legaciones internacionales. Por este motivo es la calle Marceau donde trabaja Navales la que deberá encargarse de controlar como sea la diáspora de artistas e intelectuales republicanos que salieron de España en los primeros meses de 1939 y que han fijado su residencia en París. Perico Urraca, otro falangista que tiene comunicación directa con el cuñado del Caudillo y ministro de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Suñer, le encarga a Navales la misión de lograr que la mayoría de estos emigrados políticos expresen de la manera que sea su adhesión a la Nueva España, o sea, a la España de Franco. 

La sede de Falange española de la calle Marceau está dirigida por Federico Velilla quien junto a su segundo, Luis Felipe Solms, tienen hecho el vacío a Fernando Navales. La verdad es que no lo soportan por lo que le encargan trabajos menores como abrir la correspondencia y poco más. Por eso cuando Urraca, conocedor de estas interioridades, encargó esa misión a Navales sabía que éste la tomaría con gusto y pondría todo de su parte para llevarla a cabo. Y así es.

Juan Manuel de Prada, como ya he dicho, había sacado a pasear al personaje de Fernando Navales en "Las máscaras del héroe", donde narraba las existencias atormentadas y noctámbulas de sus múltiples personajes, entre los que destacaba Navales, la mayoría de ellos fracasados de la literatura. En esta novela junto a Navales, periodista y escritor nihilista, aparece su 'alter ego' Pedro Luis Gálvez,  bohemio que «prefirió enmascarar su heroísmo con los disfraces del desgarro y la truhanería, antes de habitar el cielo de las mitologías» (dice la editora en la sinopsis de la obra).  Ahora encontramos a Fernando Navales obsesionado con Gálvez por haber estado a punto de morir a sus manos. Es una escena pareja a la que Javier Cercas relató en Soldados se Salamina con la diferencia de que aquí sí hay ejecución, aunque milagrosamente el ajusticiado, se nos dice ya en las primeras páginas, salvó su vida. Tanto Sánchez Mazas, en Cercas, como Navales, en De Prada, eran falangistas y tuvieron su vida en manos de republicanos.  

Erotismo en las novelas de Juan Manuel de Prada
Por la novela desfila la flor y nata de la intelectualidad española de la primera mitad del siglo XX. Escritores como Gregorio Marañón, César González Ruano, Sebastián Gash, y otros muchos tienen papel muy relevante en la narración, especialmente el primero. Pero es en el campo de la pintura donde la nómina de artistas es más amplia yendo desde Picasso (curiosa y sospechosamente respetado por los alemanes a pesar de practicar lo que aquellos denominaban arte degenerado), a Federico Beltrán Masses, Óscar Domínguez, Emilio Grau Sala, Fabián de Castro, Manuel Viola, Carles Fontseré... Lugar relevante en la historia ocupa el arquitecto bejarano Mateo Hernández al ser éste el autor de la escultura La Bañista para la que posó la escritora catalana Ana María Martínez Sagi, mujer de la que Juan Manuel de Prada venía de escribir en 2022 una extensa biografía de 1700 páginas titulada El derecho a soñar que precedió a la salida de Mil ojos esconde la noche

Es alrededor de esta mujer, Ana María Martínez Sagi,  al igual que de Fernando Navales, que gravita la novela. Otras mujeres importantes e interesantes que ocupan lugar relevante en la historia que se narra son la bailarina Ana de Pombo, la peruana también bailarina, o mejor 'bailaora', Nana de Herrera, la actriz María Casares... Las mujeres tienen papel  importante en esta historia protagonizada especialmente por hombres con comportamientos muy machistas tal y como corresponde al momento histórico.

La novela me ha recordado la de Rafael Cansinos Assens, Memorias de un literato, la cual reconstruye la vida intelectual y bohemia de Madrid entre el final del siglo xix y el estallido de la Guerra Civil, si bien la de De Prada muestra a los personajes en el París de 1940 y 1941. Vemos en la ciudad de la luz -ahora sin ella, y de ahí el título de esta primera parte- a personajes sobresalientes del mundillo del arte y de la intelectualidad durante la República, intentando sobrevivir en condiciones muy difíciles. Algunos como César González Ruano se nos presentan como viciosillos en su vida personal así como proclives al fraude, al engaño y al aprovecharse de los demás. Observamos también cómo estos hombres y mujeres antifranquistas deberán de realizar textos, discursos, pinturas, que ensalzan la Nueva España, a fin de poder recuperar la condición funcionarial que tenían antes de la guerra (Marañón, por ejemplo); así mismo muchos de los pintores exiliados colaborarán en exposiciones promovidas por la embajada franquista para así poder recibir un dinero que les permita cubrir míseramente sus necesidades vitales básicas. En otros casos hay artistas como el escultor Mateo Hernández que se verá extorsionado por los fascistas de Falange por eso de haber vendido obras suyas a judíos como los Rothchild; a otros como Óscar Domínguez no les queda más opción para sobrevivir que realizar falsificaciones de obras de otros pintores, en su caso de Giorgio de Chirico e incluso del propio Picasso, en este caso con la aquiescencia del mismo.
 
Estamos ante una novela histórica con predominio de personajes reales a los que vemos actuar de manera esperpéntica, grotesca. Sigue Juan Manuel de Prada el dictado del personaje valleinclanesco Max Estrella de Luces de bohemia cuando éste decía que «el sentido trágico de la vida española solo puede darse con una estética sistemáticamente deformada». Y eso es lo que hace el novelista baracaldés de ascendencia zamorana: deformar, exagerar, caricaturizar... sirviéndose de esa estética para presentar de manera crítica la realidad española durante los años iniciales del franquismo. La manera de tratar literariamente a estos nombres encumbrados de la cultura española de la primera mitad del siglo XX me ha recordado mucho a Antonio Orejudo, especialmente en su novela Fabulosas narraciones por historias [tengo reseña hecha en este blog] en la que parodia y caricaturiza comportamientos de estas personas tan prestigiosas. Al hacerlo las baja de su pedestal y las reduce a su condición básica de seres humanos. Es lo mismo que hace con intencionalidad perversa el tal Navales, narrador de la novela. 

1940 y 1941 son unos años en los que las fuerzas de la Falange están echando un silencioso pulso con el dictador, quien a la postre se los llevará al huerto y los anulará dejando todo sometido a sus dictados. Es en ese contexto político (unido, claro, a la IIª guerra mundial en Europa) que se desarrolla la actividad del tal Fernando Navales, un escritor fracasado antes de la guerra civil española que se servirá de la ideología, como tantos otros en tantas épocas diversas, para justificar el odio y el resentimiento que siente hacia todos aquellos que en el pasado él considera que lo ningunearon. Precisamente, el asunto del resentimiento es central en la novela; Navales conoce al dedillo el ensayo Tiberio. Historia de un resentimiento de Gregorio Marañón y lo utiliza en multitud de ocasiones para justificar su perversa personalidad. 
«Afirma Marañón en su Tiberio que el resentimiento es una pasión impersonal, a diferencia del odio y de la envidia, que suponen siempre un duelo entre quien odia o envidia y quien es odiado o envidiado. La envidia y el odio tienen un sitio concreto dentro del alma y, si se extirpan, el alma puede quedar intacta. En cambio, el resentimiento anega el alma entera, gangrenándola por completo. Además el odio y la envidia casi siempre tienen una respuesta rápida ante la ofensa; el resentimiento, por el contrario, es pasión de larga incubación y reacciones tardías, que se puede disfrazar de resignación, hasta que llegue el momento oportuno de descargar el golpe. Así hacia yo con Velilla.» (y podría decirse -añado yo- que prácticamente éste es el comportamiento habitual de este ser frío y sin alma)

Desde el punto de vista literario la novela me ha agradado mucho. Está llena de intertextos, unos explícitos y otros no tanto. Esta gran cantidad de referencias literarias muestran el enorme conocimiento que el autor tiene de la misma. Da gusto estar leyendo las andanzas del cínico Navales y toparse con frases entresacadas o evocadas con acierto de Quevedo («Yo untaré con tocino todos los momios que nos caigan para que no me los muerda ese rabino de vía estrecha.», dice Mariano Daranas, corresponsal de ABC en París, hablando de Luis Felipe Solms al que Navales tilda de judío), de Garcilaso de la Vega («no hallaba cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la judía», dice el narrador al ver cómo Sebastián Gash se lamenta por los devaneos y coqueteos con otros de su pareja, la joven y hermosa pintora Lotty -Charlotte Calmis-), de Cervantes («el gabacho es por naturaleza pinturero e inoperante como el valentón de Cervantes, muy amigo de calarse el chapeo, requerir la espada y mirar al soslayo, antes de bañarse en un agua de borrajas», comenta el narrador Navales sobre los franceses), de San Juan de la Cruz, de Shakespeare («Como el judío Shylock», comenta el narrador a propósito de la contestación que Nana de Herrera le da -Todos se lo cobran en carne- en justa correspondencia al favor que éste le pide que le haga. El personaje Shylock pertenece a 'El mercader de Venecia'), del Romancero... Y también de Machado («Le revocaron el permiso injustamente. Algún judas debió de maniobrar por detrás. Mala gente que camina y va apestando la tierra...», le dice Martínez Sagi a Navales a propósito del cura nacionalista catalán Tarregó), de Lorca, de Ortega y Gasset, de Rubén Darío («Ah, padre y maestro mágico!», ¡Qué solo te han dejado los hombres», exclama González Ruano en el Cementerio de Montparnasse ante la tumba de Baudelaire)... En ocasiones la intertextualidad invade todo el texto en una amalgama literaria en mi opinión hermosa por demás:
«—¿Siempre dices lo que sientes? —le pregunté, en un aparte.
Me miró con sus ojos de cierva vulnerada:
—Casi siempre. Pero yo sólo digo mi canción a quien conmigo va.
»
(Martínez Sagi en conversación con Navales)

Hay en esta narración esperpéntica mucha verdad emanada de la enorme documentación que Juan Manuel de Prada ha manejado, según confiesa el propio escritor en la NOTA DEL AUTOR que coloca al final del volumen: «Aunque Mil ojos esconde la noche sea una novela alucinada y esperpéntica (o precisamente por serlo), guarda en sus entretelas muchas más verdades recónditas y nunca antes alumbradas de las que parece, gracias sobre todo a la documentación (en algunos casos muy íntima o secreta) hallada entre legajos polvorientos». Quizá por ello y con cierta razón el narrador-novelista juega con la palabra 'historia' o la palabra 'humanidad' colocándola en minúscula o mayúscula según que se refiera a la propia trama novelesca (en minúscula) o a la realidad del pasado de la que toma personajes y hechos (en mayúscula). Pide, cuando tal cosa hace, «perdón por la mayúscula» sabedor como es de que debiera de usarla en minúscula, pero él quiere de este modo enfatizar el término:
  • «no sé si para guiar los rumbos de la Humanidad (perdón por la mayúscula)»
  • «divagaciones sobre filosofía de la Historia (perdón por la mayúscula)»
Hay incluso un momento, muy importante en el desarrollo de la trama, en el que el personaje de Daranitas en un instante de exaltación franquista ante lo que sobre los rusos han manifestado Navales y Lequerica exclama:
«¡Muchísimo más! ¡Son asiáticos subhumanos! ¡Son el oprobio de la Humanidad, el estigma de la Civilización!
Empezaba a espumear, como si se hubiera atragantado, así que le di unas palmaditas en la espalda para que se relajara y dejara de hablar en mayúsculas.»
El comentario del narrador en forma de atrevida imagen sinestésica es un claro anacronismo tomado seguramente del mundo actual de Internet donde escribir en mayúsculas es equivalente a gritar en el lenguaje oral. 

La trama se desarrolla de manera lineal con un narrador testigo en primera persona que conoce todos los extremos de lo que cuenta y que en algún momento anticipa algo que sabe que sucederá pero que aún es pronto para exponerlo en el relato. Hay que tener en cuenta que restan otras 800 páginas más que los lectores aún no conocemos por haberlo así dispuesto el propio novelista. El segundo volumen de esta larga historia aparecerá, dice el propio novelista, "antes de un año con el título Cárcel de tinieblas".

La galería de personajes está tomada prácticamente en su totalidad de la realidad histórica. Sin serlo, naturalmente, a veces el escritor utiliza una especie de formulas épicas o sambenitos para definir a ciertos personajes. Así Hitler es un "ángel con gabardina y bigote", Picasso siempre aparece acompañado del adjetivo "garajista", a Óscar Domínguez suele seguirle la frase "el surrealista de recuelo canario", Franco es definido habitualmente como triponcete, y así con varios otros nombres del inmenso universo actoral que es Mil ojos esconde la noche.

Erotismo en la escultura. Escultores salmantinos
Para finalizar quisiera destacar dos aspectos que me parecen dignos de señalar. El primero es el gusto y la facilidad que demuestra para ello Juan Manuel de Prada a la hora de escribir escenas eróticas. No he podido por menos durante la lectura que recordar su libro Coños,[tengo reseña hecha de este libro aquí] primero de los que escribió, en el que en 54 relatos se dice que «Coños constituye un homenaje a la mujer y a la literatura, que aspira a la celebración episódica del cuerpo femenino, a la divinización obsesiva de las mujeres a través de las palabras».  Preguntado sobre la cantidad de referencias eróticas que hay a los muslos femeninos en su última novela De Prada viene, en cierto modo, a reafirmarse en lo que decía para Coños: 
«Yo creo que no tanto. Quizá lo que te impresiona es que mis descripciones son muy vívidas. Cuando describo algo carnal, resulta muy llamativo. Pero no negaré que es una parte del cuerpo femenino que me resulta bonita»

Y la otra cuestión que positivamente ha llamado mucho mi atención en esta novela es el inmenso dominio del vocabulario que tiene su autor. Infinidad de términos precisos, unos hoy desusados, otros poco utilizados, emplea Juan Manuel de Prada. Son palabras como lumias (prostitutas), corzas (muy del tipo de las cabras), adunaban ([se] unir, juntar, congregar), balandrán (Abrigo largo y ancho), mazorral (grosero, rudo, basto), pediluvios (Baño de pies tomado por medicina), balduque (Cinta estrecha, por lo común encarnada, usada en las oficinas para atar legajos), borono ([en Bilbao] Bruto, chapao a la antigua, sin modales. Paleto), eutrapélicamente (desligada de la acción y sin consecuencias reales en el desarrollo de la peripecia), sinsorgada (Insustancial y de poca formalidad), alifafes (Achaque generalmente leve), somormujo (persona sin gracia y con empatía negativa), pitañoso (legañoso), conticinio (Hora de la noche en que todo está en silencio), borborigmos (Ruido abdominal, a veces sordo y prolongado, que se produce en el intestino como consecuencia de la mezcla de gases y líquidos en su interior), gaoneras (Lance que el torero realiza citando al toro de frente mientras se coloca el capote por detrás del cuerpo), ablandabrevas (Persona inútil o de poca valía)... Algunos dirán que esto puede entorpecer la lectura; a mí me ha supuesto un enorme disfrute y aprendizaje.

Se le ha preguntado a De Prada sobre si las opiniones de Fernando Navales, que es asimismo escritor y periodista, coinciden con las suyas. A esta cuestión el autor formado en Zamora y Salamanca ha respondido que diametralmente muchas no son las suyas, aunque hay otras, de naturaleza estética especialmente, que sí. Por ejemplo la valoración que da de Picasso como pintor excesivamente considerado o sobre las vanguardias que vinieron a llevarse por delante todo el arte anterior a su aparición. De hecho afirma que el 90% de  lo que cuenta es veraz, si bien está novelado y pasado en ocasiones por el tamiz de la ficción. 
Sobre su identificación o no con el protagonista preguntado por un entrevistador responde: 
«A un lector rudimentario le puede ocurrir, a un lector inteligente no. Eso nos llevaría a identificar a Camilo José Cela con Pascual Duarte o a Nabokov con Humbert Humbert. Esto es una novela. Este tema me lo planteó la profesora Anna Caballé, y me dijo que hoy en día la gente está tan ofuscada por las ideologías y los esquematismos que ya no tiene la capacidad de discernimiento entre lo que es el autor y lo que es el personaje que narra la historia. Si alguien no tiene esa capacidad de discernimiento, apaga y vámonos. Esto es la clave de la literatura.»