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27 dic 2023

La señora Harris en Nueva York (Sra. Harris, #2). Paul Gallico

 «—Si de mí dependiera —declaró—, erigiría una estatua en plaza pública a las mujeres como ellas, porque son las verdaderas heroínas de la vida. Cumplen con sus obligaciones día sí y día también, luchan por salir de la pobreza, de la soledad, de las carencias, para sobrevivir y mantener a su familia, pero no pierden la capacidad de reír, de sonreír, de encontrar un rato para entregarse a las ensoñaciones»

La señora Harris en Nueva York, Paul Gallico
La señora Harris en Nueva York es el segundo libro de la serie iniciada por Paul Gallico (Nueva York, 1897 - Mónaco, 1976) en 1958 con Flores para la señora Harris. Ada Harris, el personaje central, es una mujer de la limpieza por horas que atiende en Londres a una variopinta serie de señoras y señores. He de confesar antes de proseguir que busqué este primer título por haberlo visto recomendado en algunos blogs y por parecerme idóneo para dar colofón al Reto 'Autores de la A a la Z' del que sólo me faltaba por rellenar la letra G. Pero su presencia en bibliotecas próximas a mi casa era escasísima, no así el que reseño en esta entrada que aparecía en muchas y además con varios ejemplares en todas ellas. Dada la proximidad del final de año y la necesidad de realizar la lectura y su reseña antes del día de San Silvestre, opté por leer esta segunda entrega de la serie que Paul Gallico publicó en 1960.

 Ya en una nota inicial el editor avisa a los lectores de que La señora Harris en Nueva York es secuela de Flores para la señora Harris. Así que no se puede llamar a engaño el lector cuando se realizan múltiples referencias en el texto al viaje a París que Ada Harris realiza en la primera de la serie para hacer realidad el capricho que tiene de hacerse con un vestido de Christian Dior. Las alusiones, comparaciones y diferencias entre el desplazamiento a uno y otro país son constantes a lo largo de la novela que he leído. 

En esta entrega la protagonista junto a su amiga y vecina Violet Butterfield se desplaza a Nueva York aprovechando la oferta que le hacen los Schreiber a cuya casa acude a limpiar algunos días de la semana. John Schreiber ha sido nombrado director de una importante compañía cinematográfica y es en Nueva York donde debe desarrollar su trabajo. Ada Harris accede a seguirlos siempre que acepten como cocinera a su inseparable vecina londinense. El motivo esencial que impulsa a estas dos maduras mujeres para lanzarse a tal aventura es el deseo que albergan de salvar a un niño, Henry Brown, de las garras de los Gusset, vecinos suyos que quedaron al cuidado del pequeño cuando la madre de éste se lo encomendó; tras dejar de dar la madre de Henry señales de vida y de mandar dinero para la manutención del chico, los Gusset e hijos -nada menos que cinco- lo maltratan y escarnecen de manera habitual. Las señoras Harris y Butterfield sufren por ello, no pueden consentirlo, y urden la manera de salvarlo.

La novela se lee de un tirón, no ofrece dificultad ninguna. Es una obra que yo englobaría dentro de la narrativa feelgood. Efectivamente, todo en ella es amable, los problemas se solucionan estupendamente, el amor desprendido hacia los demás y la amistad están siempre presentes y, naturalmente, el final es feliz. No se puede decir mucho del libro para no desvelar momentos hilarantes sobresalientes. En mi opinión lo que más interés tiene en la novela es la comparativa que Paul Gallico, estadounidense y periodista deportivo hasta que se consagró definitivamente a la creación literaria, realiza entre la manera de vivir y sentir en England y en USA. Esta diferencia (pragmatismo norteamericano vs idealismo británico, finura y delicadeza de los ingleses ves rudeza y zafiedad de los norteamericanos) me ha recordado la que desde siempre muchos autores estadounidenses de los inicios del siglo XX, como por ejemplo Henry James, expresaron en sus libros. Aunque ya no estamos ante la admiración sin reservas por lo culto europeo frente a lo prosaico americano de Las bostonianas o Los embajadores de James, sí que, al menos, lo londinense queda por encima de lo neoyorquino. La velocidad, el individualismo, el tráfago de Nueva York queda opacado en el interior de las dos protagonistas por la tranquilidad, sentido de buena vecindad y amistad existentes en Batersea, su barrio londinense.
«Los rascacielos altos y brillantes de Nueva York invitaban a mirar al cielo; el bullicio, el ajetreo y el estruendo del tráfico incesante, los atestados valles entre los edificios montañosos excitaban y estimulaban los nervios, aceleraban el pulso; las tiendas y los teatros gloriosos, las maravillas de los supermercados, todo aquello procuraba a la señora Harris una emoción sin límites [...] 
pero ellas añoraban el ritmo más pausado y más suave de la gran urbe gris y extensa en la que habían nacido y crecido
Hay en la novela todo lo amable que siempre hay en un producto feelgood: Humor (la señora Butterfield confunde términos de manera graciosísima, se emociona y pone nerviosa por nada..), amor (en especial ese inicio que parece prometer para una tercera entrega de la serie entre John Baiswater, chófer del embajador de Francia en Washington, y la propia señora Harris), el lujo y buen nivel de vida que deja fuera de toda la trama prácticamente cualquier atisbo de injusticia social o cosa parecida. Y digo prácticamente porque, aunque en el maniqueísmo propio de este tipo de narraciones aparecen seres deleznables u odiosos como los Gusset o el cantante de hillbilly, Kentucky Clairbone hombre vanidoso, superficial, egoísta, egocéntrico, vulgar, grosero, aburrido y zafio»), un blanco del sur que odia a los negros y casi más a los extranjeros, principalmente si son ingleses, sin embargo pronto este sinsabor es oscurecido por la bondad e inteligencia del resto de personajes: el niño Henry Brown, los Schreiber, el Marqués Hypolite de Chassagne, embajador francés en USA, su chófer John Bayswater, etc.

Serie de novelas Señora Harris
Por último quisiera destacar el homenaje que hace Paul Gallico en La señora Harris en Nueva York a su ciudad de nacimiento. El recorrido en coche por las calles y avenidas neoyorquinas o el trayecto en barco por Staten Island y la desembocadura del río Hudson, está cargado de orgullo y admiración a la ciudad y estilo de vida de sus habitantes:
«Ella aceptó entusiasmada [la invitación del capitán del barco remolcador a subir en él]; pasó por debajo de los grandes puentes del East River, por delante de los edificios de muros de cristal de las Naciones Unidas, y contempló con asombro el arco triple del puente de Triborongh; de ahí pasaron al Hudson y avanzaron por el lado de Jersey, atravesaron el puente de George Washington y gozaron del privilegio de contemplar la vista insuperable de los rascacielos del centro de la ciudad [...]»
Tras estas gratificantes experiencias el punto de vista de la señora Harris sobre los norteamericanos irá cambiando según pasan las páginas de la novela. Así, tras en muchos momentos haber destacado la zafiedad de los mismos, ahora por contra los ve como «personas cordiales, simpáticas, cariñosas, generosas y hospitalarias [...] en la calle iban con muchísima prisa [...] pero en la casa eran amables, comprensivos y muy desprendidos, y anfitriones especialmente generosos cuando se enteraban de que Ada era extranjera y británica».
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Nota:
La Señora Harris en Nueva York participa en los Retos "Autores de la A a la Z" y en el de "Nos gustan los clásicos"


5 comentarios:

  1. Caramba, me gusta mucho lo que dice sobre la comparativa Inglaterra-EEUU. He leído la formulación que le da James (y que tú oportunamente mencionas), pero creo que será interesante ver el modo en que lo encara Gallico. Millones de gracias por seguir aportando ideas para los lectores. Y feliz 2024, que seguro que viene lleno de aventuras de tinta.

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    1. La diferencia en la manera que tienen Gallico y James de enfocar la comparativa England-USA viene dada por la distancia temporal en que uno y otro la abordan: Henry James en 1886 y Paul Gallico en 1960, o sea, casi 100 años después. ¡Un siglo es mucho tiempo! Y creo que, por lo que recuerdo de James, en beneficio de los americanos.
      Lo mismo te deseo a ti, Rubén: un 2024 feliz y pleno de lecturas interesantes.

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  2. Ya sabes que el feelgood me atrae poco salvo raras excepciones y creo que éstas novelas que comentas podrían pertenecer a esas excepciones. El recuerdo de Henry James y la comparativa que hace en algunas de sus obras entre Estados Unidos y Europa, en especial Reino Unido, me atrae mucho. Tomo nota de estas novelas.
    Un beso.

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    1. Me gustará conocer tu opinión, Rosa. El feelgood a mí no es que me vuelva loco desde luego, pero de vez en cuando una "copita" no viene mal. Pero no hay que excederse, eso desde luego.
      Te deseo una muy feliz salida de año y mejor entrada en 2024. Que venga cargadito de buenas lecturas.
      Besos

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