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21 mar 2018

21 de marzo. Día Mundial de la Poesía

Marzo es un mes maravilloso. Si, como este año, además viene acompañado de nieve y agua necesarias mucho más. En el orden de las dedicatorias, Marzo contiene algunas hermosísimas. De ellas dos me parecen especialmente importantes e interesantes: El 8 de marzo, Día de la Mujer; y el día de hoy, 21 de marzo, dedicado a la Poesía.


Todos los años intento homenajear al género literario menos consumido con un post en el que dejo algún poema de algún poeta que me es especialmente querido. Anteayer me adelanté al Día Mundial con una entrada dedicada a una jovencísima poeta del Amor, Elvira Sastre [quien quiera leer el post y escuchar los poemas de Elvira que allí aparecen puede hacerlo pinchando aquí]. Hoy quiero festejar a la Lírica dejando aquí un poema de un poeta aragonés muy diferente a Elvira pero con una fuerza que arrastra. Este poeta es Manuel Vilas de quien literariamente estoy prendado desde que he leído hace nada su novela "Ordesa" [leer reseña pinchando en el nombre]. Este libro me ha hecho recalar en su poesía y en ella he encontrado bellos poemas. Hay uno que me parece muy adecuado para este mes de marzo. Es un poema que, pienso, me sirve para mostrar mi respeto y admiración por aquello que se celebra los días 8 y 21 del mes en curso: la Mujer y la Poesía.

El poema, que espero que os agrade, es el siguiente:

MUJERES

No las ves que están agotadas, que no se tienen en pie, que son ellas las que sostienen cualquier ciudad, todas las ciudades. Con el matrimonio, con la maternidad, con la viudedad, con los golpes, ellas cargan con este mundo, con este sábado por la noche donde ríen un poco frente a un vaso de vino blanco y unas olivas. Cargan con maridos infumables, con novios intratables, con padres en coma, con hijos suspendidos. Fuman más que los hombres. Tienen cánceres de pulmón, enferman, y tienen que estar guapas. Se ponen cremas, son una tiranía las cremas. Perfumes y medias y bragas finas y peinados y maquillaje y zapatos que torturan. Pero envejecen. No dejan las mujeres tras de sí nada, hijos, como mucho, hijos que no se acuerdan de sus madres. Nadie se acuerda de las mujeres. La verdad es que no sabemos nada de ellas. Las veo a veces en las calles, en las tiendas, sonriendo. Esperan a sus hijos a la salida del colegio. Trabajan en todas partes. Amas de casa encerradas en cocinas que dan a patios de luces. Sonríen las mujeres, como si la vida fuese buena. En muchos países las lapidan. En otros las violan. En el nuestro las maltratan hasta morir. Trabajan fuera de casa, y trabajan en casa, y trabajan en las pescaderías o en las fábricas o en las panaderías o en los bares o en los bingos. No sabemos en qué piensan cuando mueren a manos de los hombres.


¡¡Os deseo a todos un muy feliz Día Mundial de la Poesía!!

19 mar 2018

Día de la Poesía. Elvira Sastre, una joven poeta.

Dicen que con la edad los lectores, hombres y mujeres, se van decantando cada vez más por las lecturas poéticas. ¿Será verdad? En mi caso he de decir que aunque siempre me he sentido atraído por ella, es ahora cuando más noto su llamada. Quizás sea consecuencia de que la lírica consiste en extraer la quintaesencia de lo que constituye al ser humano dejando de lado cuanto de accesorio y superficial añade el transcurso vital. El tiempo -su paso y el de las personas con él- nos va haciendo ver qué es importante y qué no; y literariamente la poesía lo fija, lo remarca y lo señala.

Poesía lésbica, literatura LGTB, Elvira Sastre

Personalmente desde hace un tiempo quería degustar productos creados por poetas actuales, dejando ya por suficientemente conocidos las enormes y fantásticas producciones de los artistas de la primera mitad del siglo XX e incluso de los que con imponente altura sostuvieron el verso en la segunda. Ahí me encontraba yo, buscando y evaluando nombres, cuando mi amiga Cecilia en la reunión a la que nuestra afición literaria nos convoca mensualmente trajo un poema de una jovencísima poeta segoviana, Elvira Sastre. Su título era "Quiero hacer contigo lo que la Poesía aún no ha escrito". Lo conocí recitado por Cecilia y nada más escucharlo algo en él me atrajo inmediatamente; pero esta primera impresión se quedó corta al oírlo en la viva voz de la escritora, la cual carga el poema de una verdad y una sensualidad que trasciende lo escrito en el papel. 


Elvira Sastre es una segoviana de tan sólo 26 años que en el ámbito poético ya se ha hecho un hueco y que ha publicado cuatro poemarios: «Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo», en diciembre del 2013, con prólogo de Benjamín Prado; en mayo de 2014 ediciones Valparaíso le publica su segundo poemario titulado "Baluarte"; en 2016, con prólogo de Joan Margarit, Visor libros le publica un volumen compuesto por 26 poemas titulado "La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida"; y hace nada, en 2017, también la editorial Vaparaíso le publica otro libro de poemas, "Ya nadie baila". 

Del que le publicó la editorial Visor en 2016, el año pasado esa misma editorial sacó una edición especial en su colección 'De viva voz' con los 26 poemas recitados por la propia poeta. Es precisamente este poemario, en esta presentación, el que yo he leído y escuchado. Si bien me ha gustado el recitado que esta joven escritora hace de sus propias creaciones, no me ha entusiasmado tanto como el que ella misma hace del poema con que yo la conocí. Quizás los años hacen que Elvira sea ahora más reflexiva, menos espontánea.

Benjamín Prado, Poesía erótica, poesía homosexual, Elvira Sastre Sanz
Siempre que reseño un libro de poemas dudo en cómo hacerlo. No sé si debería presentar los temas fundamentales que toca (el Amor, indubitablemente en el caso de Elvira Sastre); señalar los términos clave sobre los que hace gravitar sus poemas ('hueco': el olvido y la memoria en el amor; 'isla': la soledad; 'espejo' en el sentido de la Alicia de Carroll; el 'abandono'; los 'recuerdos'; el 'ruido'; etc.) que en general todos están en la órbita de la poesía amorosa; empezar a comentar los elementos formales que uno cree avistar en esos poemas (las 'sinestesias' abundantísimas, los lógicos 'oxímoron' en un poemario amoroso; la disposición formal de los versos alineándolos a izquierda o derecha según el asunto que esté tratando; las citas iniciales que muchos de los poemas contienen; los 'paralelismos' que tan bien sirven al ritmo poético; etc., etc.)... Al final siempre vengo a concluir que lo importante, lo interesante, no es tanto explicar la poesía -que siempre será una interpretación muy subjetiva- como sentir la poesía. Y eso es lo que voy a hacer con este poemario de Elvira Sastre. Así cada uno sacará sus propias conclusiones.

En este 21 de marzo, Día Mundial de la Poesía, dejo aquí a modo de ejemplo cuatro poemas de los 26 de este volumen. Creo que quien los lea y escuche se hará con facilidad una idea de por donde camina la poética y los asuntos que esta segoviana maneja en sus textos.

El desierto de mi isla

Soy una isla.

Todos quieren llegar,
traerse un libro,
algo de comida
y un amor.

Imaginan los árboles,
piensan en el mar que no se vacía,
son capaces de tumbarse sobre
mi arena
y dejarse ser por completo
porque es terriblemente sencillo:
en mí no existen los espejos,
cuido con esmero la contracción del paisaje,
acaricio el pasado y los errores ajenos,
marco el camino y no el tesoro
y me mantengo siempre estática,
sin hacer ruido, sin causar peligro,
esperando el golpe con las palmas abiertas.

Es fácil querer llegar.
Querer quedarse es igual de fácil
que ahogarse en una gota
de agua.

Es así: todos quieren llegar
y, sin embargo,
todos quieren irse
en el momento en el que llegan.

Quizá sea por el olor a polvo que me cubre,
por el viento que va dejando partes de mí
en cada trozo de tierra que piso
y me devuelve incompleta a la orilla,
por el cansancio de mis ojos
que siempre están en otra parte
o, quizá, porque nadie quiere vivir
en un lugar deshabitado.

Nadie quiere estar en una isla desierta
cuando se hace de noche.
Estrella fugaz

Hay una tristeza inherente a las cosas
que las hace bellas
y no quiero llegar a comprender nunca.

Hoy he tenido un sueño triste
y he despertado en una cama carente de nada,
en unas sábanas blancas y tristes,
y en el balcón mis plantas me miraban tristes.

He salido a la calle y era pronto.
Los domingos por la mañana
Madrid se pone más bonita que nunca:
pasearla así ha sido como ver una estrella fugaz,
y me ha parecido todo tan triste
que me he puesto la canción más triste de mi cabeza
y he deseado la soledad.

Me he acordado
de todo lo que he olvidado
y he maldecido el paso del tiempo por un momento;
después he leído que la mujer de Cortázar
tenía los ojos azules y apenados,
y el mundo me ha parecido algo más sencillo,
pero también más triste.
Los fantasmas también quieren flores,
pero la gente solo tiene miedo.

He visto a una pareja sentarse separada
en el metro
con los ojos a un centímetro de distancia,
a una niña reírse a carcajadas de una verdad,
dos manos besarse en una terraza,
una tierra abandonada a través de una ventana
y a alguien pensar en otra vida,
y me he puesto triste
al verme en todos ellos.

Después,
he vuelto a casa,
a mi refugio blanco y triste,
a mi paz en calma culpable,
al fin de cada comienzo,
y te he mirado tranquila y bella,
en el sofá y en tu universo
de estrella fugaz,
y he dejado toda la tristeza en la puerta.

Ruido

Si te marchas
hazlo con ruido:
rompe las ventanas,
insulta a mis recuerdos,
tira al suelo todos y cada uno
de mis intentos
de alcanzarte,
convierte en grito a los orgasmos,
golpea con rabia el calor
abandonado, la calma fallecida, el amor
que no resiste,
destroza la casa
que no volverá a ser hogar.
Hazlo como quieras,
pero con ruido.
No me dejes a solas con mi silencio.
Lo imposible

De todas las formas de pedirte que te quedes,
a saber,
con los ojos abiertos, con un ramo
fresco en la mañana, con una frase a destiempo
que te convenza de que puedes sentarte al borde
de mis heridas sin miedo a hacerme daño;
es decir,
con la rodilla sobre el césped, la súplica en el dedo,
con la noche que se termina si no respondes a
mi urgencia, con esta valentía mía que promete
hacerte reina del castillo solo si te quedas,
solo si te pido que te quedes,
con esta soledad que llena de tu nombre y me dibuja
cien pájaros en la espalda del color de tus ojos hierba,
de todas estas formas, amor mío,
de pedirte que te quedes conmigo
escojo el silencio
que es el único que sabe cómo pedirte
lo imposible.
Nota biográfica
Elvira Sastre (junio, 1992), segoviana residente en Madrid, es escritora, traductora literaria y filóloga inglesa.
Elvira Sastre poeta, traductora y filóloga
Además de los libros de poemas señalados al principio de este post ha publicado junto a Adriana Moragues  un volumen autoeditado de ilustropoemasde bajo el título «Tú la Acuarela / Yo la Lírica». Como traductora, ha publicado el poemario «Los hijos de Bob Dylan», del autor norte-americano Gordon E. McNeer, con la editorial Valparaíso Ediciones, y ha traducido al inglés las letras del último disco de Vetusta Morla, «La Deriva».
Ha participado, y participa, en innumerables eventos culturales como la Feria del Libro de Bogotá (FILBO), el Festival Eñe, la Feria del Libro de Madrid y de Soria, el Festival de Narradores Orales de Segovia, el Festival Inverso, el Premio de Poesía de Ciudad de Burgos, el Encuentro Internacional de Poesía Ciudad de México y demás jornadas culturales, así como dado conferencias y lecturas en universidades españolas y de Estados Unidos, como North Georgia University, Emory University o Hofstra University. y demás jornadas culturales.
Administra un blog, "Relocos y recuerdos" que recibe cientos de visitas al día. Es muy activa en las redes sociales donde cuenta con decenas de miles de seguidores de todo el mundo.
En verdad Elvira Sastre es todo un fenómeno en el panorama poético de nuestro país.

10 mar 2018

Manuel Vilas. Ordesa

Hay libros que te impactan desde su primera página. Es lo que me ha ocurrido con "Ordesa" de Manuel Vilas. Confieso que he llegado a Vilas a través de los suplementos culturales que los periódicos que habitualmente leo ('El Pais' y 'El Mundo', sobre todo) sacan un día a la semana. Las opiniones que Santos Sanz Villanueva, Juan Cruz, Antonio Muñoz Molina y otros muchos escritores y críticos a quienes respeto vierten allí sobre esta obra me han conducido irremisiblemente a ella. No he parado hasta poder leerla. La he despachado en tan sólo tres tardes, desde luego no porque sea una lectura facilona y vana como otras, sino porque la profundidad humana y la verdad que transmite Vilas envueltas en un maravilloso lenguaje lindante con la poesía, si no poesía auténtica, no me permitían dejar de lado tan estupenda experiencia literaria.

Manuel Vilas Vidal, Novela memorialista

Antes de dar cima a sus cerca de 400 páginas era tal el placer que me estaba produciendo su lectura que no pude por menos que buscar alguno de los poemarios que hasta el momento este barbastrense ha publicado: El Cielo (2000), Resurrección (2005), XV Premio de Poesía Jaime Gil de Biedma,  Calor (2008), VI Premio Fray Luis de León... Al final opté por sacar de la biblioteca "Amor" (año 2010), compendio de su poesía desde 1988 a 2010 reunida por él mismo. No estaba en los anaqueles de la sección de Poesía Gran Vilas, el libro de poemas que sacó en 2012 con el que consiguió el XXXIII Premio internacional de poesías Ciudad de Melilla; y menos aún, claro es,  El hundimiento, que en 2014 ganó en Málaga el Premio Generación del 27.

Para finalizar esta especie de recorrido por su bibliografía diré que, además de libros de poemas, Manuel Vilas es autor de otras novelas: España (DVD Ediciones, 2008; Punto de Lectura, 2012), que fue elegida por la revista Quimera como una de las diez novelas más importantes en español de la primera década del siglo XXI, 'Aire nuestro' (Alfaguara, 2009), que obtuvo el Premio de la Librería Cálamo, 'Los inmortales' (Alfaguara, 2012) y 'El luminoso regalo' (Alfaguara, 2013).

En "Ordesa" se muestra la disolución del hombre en ese continuum que es el tiempo y el intento de cómo vanamente éste siempre ha pretendido, detenerlo, pausarlo, fijarlo como sea, en su caso a través de la escritura, a través de la memoria plasmada sobre el papel. En esta obra, una novela porque como declaraba el escritor a un periódico de su región la novela es un género proteico en el que todo cabe y todo abarca ("Entiendo por novela una narración más o menos extensa de la vida. A partir de allí, y desde Cervantes, cada uno que haga lo que pueda. La gracia de la novela está en que cabe de todo, siempre y cuando se narre la vida."), Manuel Vilas homenajea a sus progenitores.  La chispa que despertó en él este proyecto fue la muerte de su madre en 2014, nueve años después de acaecida la de su padre. Con su desaparición el narrador, o sea, él, ha penetrado en la región de la soledad, pues poco antes de que su madre muriera Vilas, además, se había divorciado. Es, pues, esta obra también una muestra de cómo vive el presente un ser humano que se ve más como depositario del pasado que vehículo de un presente y menos aún  proyección de un futuro.

Tras la lectura me he quedado sin aliento. Es una de esas pocas obras que te impresionan de tal manera que no logras dejar de pensar en ella. Es un libro al que no consigo poner límites, es un libro imposible de medir, un libro inconmensurable. Muchísimos son los temas, asuntos y reflexiones que están en él. Por ello también muchísimas son las notas tomadas y los subrayados que he hecho. Ahora los miro y no sé cómo hacer para que esta reseña tenga cierto orden y no se convierta en un imposible. 

¡Vamos allá!
El hundimiento, Poesía, Amor
Fotografía:BEGOÑA RIVAS
Manuel Vilas Vidal al morir su madre y acudir a Barbastro, su pueblo, donde él nació en 1962, rememora en desorden momentos de su vida: su niñez feliz junto a ella y junto a su padre, muerto diez años antes; su adolescencia cuando egoísta como lo son los chicos de 17 años evitaba hablar con su padre, lo que ahora bien lamenta; su marcha a Zaragoza para estudiar en la Universidad; recuerdos de cuando en esa ciudad lo visitaba su padre que era viajante de comercio; etc. Junto a estas idas al pasado recordado, su presente de hombre de cincuenta y tres años divorciado recientemente aparece entreverado de manera natural: su divorcio que tanto le pesa; las visitas de sus dos hijos a su apartamento, siempre visitas cortas y como obligadas; su caída a los infiernos y su recuperación; su soledad; y así.

Todo el relato de su vida discurre de manera armónicamente desordenada a lo largo de las 157 secuencias en que lo estructura. La música es un ingrediente esencial en esta obra. Es una música presente en la forma y en el contenido. Formalmente, el lenguaje que utiliza tiene ritmos y compases propios de la poesía. Es más, como luego he podido comprobar leyendo "Amor", el compendio de toda su poesía escrita hasta 2010, hay versos, estrofas, poemas enteros, que casi transitan de sus poemarios antes citados a la prosa -poética, naturalmente- que conforma este relato. Tan es así, que el escritor finalizada la narración en sí añade un Epílogo titulado 'La Familia y la Historia' en el que incluye once poemas que hablan de lo mismo del libro pero enfocado desde un punto de vista distinto. De ellos, él mismo dice que "son como el 'making-off' de la novela".

Que la música está presente asimismo en el contenido lo pone de manifiesto que a los personajes -todos ellos reales, por supuesto- los cita alegóricamente a través de nombres de compositores importantes: Wagner es su madre; Juan Sebastián Bach, el padre; Monteverdi, el tío materno Alberto; Händel, su tío Mauricio, hermano de Alberto; Rachmaninov, el hermano de su padre, viajante de textiles catalanes como él; Vivaldi y Brahms, sus dos hijos; y así sucesivamente. Con estos apelativos lo que Manuel Vilas pretende es simbolizar el salto del contexto rural oscense del que procede a ese otro en el que él se haya instalado ahora. Cuando vuelve la vista atrás y hace memoria del pasado lo que busca es que éste resuene, que no se olvide:
"Venimos de los árboles, de los ríos, de los campos, de los barrancos.
Lo nuestro fue siempre el establo, la pobreza, el hedor, la alienación, la enfermedad y la catástrofe.
Somos compositores de la música del olvido.
Nos da igual que exista Dios como que no exista." (sec. 126)
Así como los nombres de músicos tienen valor simbólico, también los colores son usados en este relato con sentido trasladado. De ellos, dos son los que prevalecen: el azul y el amarillo. El segundo es alegoría de la decadencia, de la derrota, de la vejez, de la soledad. Por contra el azul es la pujanza, la luz, el cielo abierto, todo el futuro por el delante:
"Fuimos azules muchos años. Hasta los dieciocho años, los hijos son azules. Con el tiempo, todo, sin embargo, se vuelve amarillo.
Los hijos azules se vuelven hijos amarillos.
"
  (sec. 123)
Y en un relato tan duro, un relato que araña el fondo de la singularidad del ser humano con todo lo que ello comporta, resuena un tono quevedesco crítico, hondo, apesadumbrado, afilado, reflexivo, filosófico, irónico, sarcástico, humorístico:
  • Me ha parecido escuchar el famoso soneto de Quevedo ‘Ayer se fue, mañana no ha llegado’ mientras leía:
    Todo era futuro entonces, cuando ocurrió el pinchazo. Todo es pasado ahora, cuando busco el pinchazo, la búsqueda más ilusoria o absurda de la tierra. Pero la vida es absurda, por eso es tan bella.
    El valle de Ordesa sigue allí, no cambia, no ha cambiado en estos últimos cincuenta millones de años. Sigue igual, tal como se creó en la era terciaria.
    ” (sec. 142)
  • Lo escatológico, la unión de los 'pañales y mortaja' del poeta barroco, podría decirse que llena todo el texto iniciado a raíz de la muerte de sus padres, el avistamiento o el temor a la enfermedad suyo propio y que concluye con el producto del amor de esos dos seres ya muertos. Pues bien, como el conceptista poeta madrileño solía hacer, Manuel Vilas adoba lo feo de la extinción con el aliño del humor. Así, a propósito del diente de oro de su padre y de lo que el forense que le quitó el marcapasos antes de proceder a la incineración pudiera haber hecho con él, Vilas acaba concluyendo tras una serie de frases en las que juega con la expresión 'oro' que "Mi padre tenía un corazón de oro"      
  • Del mismo modo se percibe un enorme sentido del humor cuando, hablando de la materialidad de la escritura en contraposición a lo puramente espiritual, cita a Sta Teresa con frases como que “Moisés escribió diez mandamientos porque se cansó de cincelar la piedra” (sec. 21)
Cines desaparecidos, Barbastro, Huesca, Pobreza, Manuel Vilas
Y para acabar ya este apartado que sin habérmelo propuesto me ha salido sobre aspectos formales añadiré la importancia que el escritor-narrador-personaje (que todo esto junto es Manuel Vilas en esta novela) da a los paralelismos, a las correspondencias, entre él y sus padres:
    • Mi madre perseguía la estimación social, que se evaporó, y yo persigo la estimación literaria, que también se está evaporando” (sec. 140)
    • "Mi padre era viajante, viajante de comercio. Yo, más o menos, también. Yo escribo, él escribía. Da igual lo que escribiéramos. Estamos haciendo lo mismo. Él llamaba a sus obras literarias ‘pedidos y duplicados’" (sec. 102)
O también el paralelismo existente entre sus hijos y él del que le advierte Wagner, su propia madre, cuando vista la relación que tiene con sus dos hijos, que apenas le hacen caso, que lo rehúyen, ella le dice que ya va siendo hora de que hable a Bra y Valdi del camino, esto es, de que con sus desapegos y faltas de atención hacia él están cimentando el camino de lo que les ocurrirá a ellos con sus propios hijos durante su vejez. O sea, que están irremediablemente destinados a la soledad, la misma que él ahora padece por culpa de ellos.
"Wagner dice: están construyendo el camino, es un ancho y florido camino por el que tú volverás a estar con ellos siempre, como tú lo frecuentabas cada vez que no me besabas ni me cogías la mano ni venías a verme, es el mismo camino, el mismo regreso.” (sec. 134)
Formalmente hay muchísima literatura contenida en esta narración. Es una literatura integrada en el buen hacer del novelista, una literatura perfectamente digerida que no es postizo o adorno extraño sino constituyente intrínseco del estilo Vilas. Con todo y buscando con ahínco me ha parecido ver cómo por doquier resuena Quevedo, pero también Charles Baudelaire en los simbolismos y las correspondencias existentes entre el mundo material y el espiritual. También en una elegía póstuma como cabría calificar este escrito las Coplas del poeta palentino Jorge Manrique parece que resuenan en no pocos momentos; en especial, me ha parecido oírlas en las preguntas que lanza al abuelo desaparecido y jamás conocido (“¿Qué pensaría mi abuelo de sus hijos? ¿Estaba orgulloso de ellos ¿Los besaba? ¿Le ensanchaban el corazón como a mí me lo ensanchan Bra y Valdi? ¿Se perderá mi amor a Bra y Valdi de la misma forma que se perdió el amor de mi abuelo hacia Bach y Rachma? […] ¿ Quién era? ¿Me hubiera querido ¿Me habría cogido de la mano cuando yo era pequeño?”, sec. 148). Y sin poder hacer cita concreta por estar absolutamente diluido en la obra la poesía de Antonio Machado, no en balde el poeta de la palabra en el tiempo, embebe todo el poemario que en definitiva esta narración es.


¿Qué temas se tocan en esta novela?
Pues prácticamente podría ya concluir diciendo que además del primero de todos que es el Tiempo, todos los que constituyen la vida de cualquier miembro de una familia española de clase media-baja durante la segunda mitad del siglo XX y primeros años de éste. Como esencialmente ante lo que nos encontramos es ante una novela memorialista en busca de ese paraíso perdido que es la niñez hay más momentos recordados referidos a los años sesenta y setenta en que Vilas fue niño que a los siguientes, aunque estos tampoco faltan .

Antes de enumerar aquellos motivos que me ha parecido percibir en el libro, diré que a pesar de ser una novela que transita más por la senda de la realidad que de la ficción, lo magnífico de la misma es que trasciende la mera biografía del sujeto protagonista para, haciendo abstracción del mismo, tocar la universalidad del ser humano. He ahí donde reside la excelencia de esta obra.

Sin duda alguna el asunto esencial, el tema principal, que aquí se muestra no es otro que el del Amor. Ese amor que conforma la relación padres-hijos que muchas veces, vista desde fuera, nos parece, quizás, fría y distante, pero que sus protagonistas viven y la recuerdan -sobre todo la recuerdan- con amorosa emoción.  En esta emoción un año se erige por encima del resto: 1969. Este año es central en su recuerdo y lo remarca en el libro incluyendo una fotografía en la que pasea contento de la mano de su padre:  
Yo sigo en este mundo, pero Bach se marchó. Se estaba marchando ya cuando alguien le hizo esta extraña y a la vez alegre foto. Y alegorizó esa marcha con la supresión visual de medio cuerpo.”
Manuel Vilas en la introducción que hace a "Amor. Poesía reunida 1988-2010" dice que a la edad que ya tiene y ante el mundo que le ha tocado vivir "el amor a todo es la única salida del laberinto"; y añade "tal vez este sentimiento esté emparentado también con la exaltación, con la plenitud, con la euforia, con la libertad"; para concluir diciendo que "el amor es un buen lugar. Parece un sitio universal, cargado de energía, de energía elemental y no moral. No concibo el amor sino como una lucha a muerte contra los hipócritas". 
Poesía de Manuel Vilas, "Amor", poesía de la cotidianeidad, poesía en prosa
La verdad es que el amor en todas sus variantes y manifestaciones centra este relato: el amor a sus padres con todo lo que de tensiones, tiras y aflojas esta relación familiar tiene; el amor fraterno manifestado en el amor alejado entre él y su hermano o entre Bach y Rachmaninov, su padre y su tío paterno; el amor a sus dos hijos, quizás el más fuerte que existe aunque ellos aún no sean conscientes del mismo. Y también nombra de pasada las desviaciones, los disfraces de amor de que se visten algunas acciones, como las caricias no consentidas que algunos mayores realizan a los niños y que a éstos les repelen; y sin demorarse mucho en ello el narrador habla también de sus abundantes infidelidades, en las que el amor si se nombraba era sin duda alguna para disfrazar de algo el mero deseo.
Párrafo aparte merece sin duda el amor a su tierra, a ese paisaje oscense del que como tantos otros hubo de salir para poder sobrevivir pero que lleva siempre en su corazón. De ahí que la novela la haya titulado "Ordesa", el nombre que tiene ese valle del Pirineo de Huesca cuyo pico central es Monte Perdido. Pero el paisanaje que habita esta naturaleza a la que le gusta volver y en la que encuentra su seguridad no es precisamente amable, sino más bien al contrario. Así se percibe cuando habla de la dura relación entre sus dos tíos maternos, Alberto y Mauricio; a este último Vilas reprocha el comportamiento tenido con Alberto a quien por culpa de la tuberculosis le habían serrado un pulmón:
No le conmovía que tuviera un pulmón menos. Había resentimiento y catástrofe en aquellos pueblos de Huesca.
Esos pueblos de los que yo me enamoré.
” (sec.124)
Junto a Ordesa, naturalmente está Barbastro, su localidad natal, su pueblo, su centro vital y sentimental. Allí fue feliz, allí fue niño, y allí, también, regresó para enterrar a sus padres:
[Barbastro] “Era el paraíso. Fue mi paraíso. Fueron ellos mi paraíso, mi padre y mi madre, cuánto los quise, qué felices fuimos y cómo nos derrumbamos. Qué hermosa fue nuestra vida juntos, y ahora todo se ha perdido. Y parece imposible.” (sec. 109)
Otro asunto que aparece en el relato aunque no se detiene mucho en él es el de Profesor de Instituto. Yo que lo he sido hasta hace bien poco y como él de Lengua y Literatura entiendo perfectamente la desilusión que Vilas manifiesta del ejercicio durante veinte años en la profesión; pero no comparto el tono nihilista y ese meter en el mismo saco a todos los miembros de la comunidad educativa. Afortunadamente el autor es consciente de que toda generalización es odiosa y recoge velas en un momento dado. Yo, desde aquí, suscribo gran parte de lo que en la secuencia 48 el hasta hace nada profesor de Lengua dice, en especial el final. Quizás la cita sea algo extensa pero mi profesión de años me obliga. Perdón, por ello:
Mucho tiempo estuve narcotizado por una nómina. Mucho tiempo: más de dos décadas. […] un 10 de septiembre de 2014 dejé de dar clases en la enseñanza media […] Los institutos españoles de enseñanza media eran edificios sin gracia, construcciones deficientes, con pasillos ingrávidos, con aulas frías en los inviernos y tórridas ya incluso en las primaveras. […] Aquellos chicos eran humillados y ofendidos por los profesores, esos mediocres con rencor hacia la vida. No todos eran así. Había profesores que amaban la vida e intentaban transmitir ese amor a los alumnos. Es lo único que debe hacer un profesor: enseñar a sus alumnos a amar la vida y a entenderla. […] Yo no suspendía a nadie. No podía suspender a nadie. Tal vez al principio sí suspendí a algunos de esos críos por no saber analizar frases. […] Practicaba una explicación marxista de la sintaxis. Un marxismo cómico, pero al menos nos moríamos de risa.
 Afortunadamente, Vilas Vidal cierra esta secuencia en la que reflexiona sobre su dedicación profesional de 23 años diciendo:
Estoy siendo injusto: el único aliado leal de la redención social de los españoles desfavorecidos es el profesorado. Tuve inmejorables amigos allí. Vi profesores excelentes, pero el sistema educativo agoniza, eso es, en realidad, lo que quería decir, que el sistema educativo ya no funciona porque se ha quedado varado en el tiempo.
Quizás esta insatisfacción profesional estuviese en la base del alcoholismo del personaje-narrador y éste de sus infidelidades. No sería la única causa, pero sumada a otras, evidentemente coadyuvaría. El alcoholismo, confiesa con alegría, ha conseguido abandonarlo no sin dificultades:
Llevo mucho tiempo sin beber.
En España, la ayuda que recibe un exalcohólico es facilitarle que vuelva a beber.
Yo creo que en España no existe el perdón de los pecados.
De ahí que al final nadie pueda salir del alcohol en España, de ahí la expectación que despierta un exalcohólico español: a ver cuándo cae, a ver cuándo vuelve a beber
.” (sec. 95)
El trato que España da al alcohólico es un ejemplo más de la crítica social y política que aparece esparcida a  lo largo y ancho de esta estupenda novela. Al alcoholismo y la enseñanza ya comentados hay que añadir otros. En primer lugar esa dependencia de Aragón de la alta burguesía catalana que utilizaba -¡y utiliza!- la mano de obra del campesinado aragonés (oscense en este caso) para enriquecerse y en compensación hacer 'ascender' de la mera pobreza a la considerada clase media-baja, eufemismo acuñado en esos años del desarrollismo sesentero y setentero para esconder a los nuevos pobres. En concreto, el padre y el tío de Vilas eran viajantes e comercio del textil catalán:
Rachmaninov vivió en Galicia. Lo destinaron a Galicia. Trabajó en lo mismo que mi padre, trabajó de viajante. Trabajaron los dos para la misma empresa catalana. […] Ni en Aragón había industria, ni la había en Galicia. La industria estaba en Barcelona.” (sec. 146)
También la pobreza es tema importante en esta narración. Vilas constantemente habla de ella, de cómo la necesidad de huir de ella ha vaciado sus amadas tierras del Somontano, de la alienación que una nómina siempre supone, del extrañamiento, de la mentira que es la clase media-baja -eufemismo de pobre desde el desarrollismo franquista hasta nuestros días- y también de cómo la soledad o el desamparo son formas de pobreza:

Nunca me acostumbraré a ser pobre. Estoy llamando pobreza al desamparo. He confundido pobreza y desamparo: tienen el mismo rostro. Pero la pobreza es un estado moral, un sentido de las cosas, una forma de honestidad innecesaria. Una renuncia a participar en el saqueo del mundo, eso es para mí la pobreza.” (sec. 33)


Esta obra tiene mucho de ensayo filosófico. La verdad es que la muerte con que concluye el tiempo vivido por cada uno de nosotros es el meollo de la filosofía existencial. El escritor escribe sus reflexiones a raíz de la conclusión temporal de sus padres. Esto le lleva a plantearse no pocas cosas como ya hemos ido viendo. Una de ellas, el apresurado estilo de vida actual, lo contrapone al pausado vivir de los años setenta cuando él era feliz junto a su padre (“la vida iba más despacio y podías verla. Los veranos eran eternos, las tardes eran infinitas, y los ríos no estaban contaminados”) mientras que ahora -2005 ó 2014, cuando murieron respectivamente el padre y la madre- el apresuramiento se plasma en todo, incluso en la preferencia cada vez mayor de la incineración frente al enterramiento. Vilas se lamenta de haber llevado a sus padres fallecidos al crematorio en lugar de al cementerio. Los restos materiales que albergaron un ser vivo no son tales si en vez de enterrar se procede a la incineración.  Las cenizas se esparcen, desaparecen; las sepulturas, los nichos, los mausoleos de los cementerios permiten ir a reencontrase con la materialidad de los seres queridos.
La materia aún conserva un espacio, mantiene el tiempo viejo metido en un espacio. De ahí, de nuevo, y por enésima vez, mi error a la hora de incinerar a mis padres. Las tumbas son un lugar donde rememorar lo que ya no tiene tiempo, pero sí espacio, aunque sea un espacio óseo.” (sec. 145)
La paradoja es algo consustancial a la vida. No existe la vida unidimensional, hay cambios, zigzagueos, azares, contradicciones... Es absurdo pretender ser seres de una sola pieza, constantes, rectilíneos. No, así no es la vida real, la vida real es en esencia paradójica. Por eso, aunque hable de muerte y cementerios no hay religiosidad alguna en él. Lo que no quita para que en un momento de su reflexión venga a agradecer a los padres escolapios que le enseñaran a leer:
"Escribo porque me enseñaron a escribir los curas [...] Esa es una gran ironía de la vida de los pobres en España: les debo más a los curas que al Partido Socialista Obrero Español. La ironía en España es una obra de arte siempre" (sec. 85)
lo que no excluye su denuncia de cómo uno de estos padres escolapios siendo él muy niño lo manoseó, sobó y acarició sin poder recordar si es que hubo alguna cosa más.

Si paradójica fue su relación con la religión, otro tanto puede decirse de la política. En la cita anterior hay una clara crítica al discurso político de muchas -todas o casi todas- formaciones políticas que parece que todo se alumbró con su advenimiento. Evidentemente, viene a decir Manuel Vilas, eso no es así. Y como habla de su propia vida a su aprendizaje lector vino luego a añadirse su marcha a la universidad, algo que le permitió adquirir unos conocimientos y destrezas que le han servido para escribir sobre su tierra pobre:

PN de Ordesa, Monte Perdido, Cascada de Torla, Huesca
"Yo nombró esas tierras (el Somontano) y esos pueblos gracias a que fui a la Universidad, es decir, gracias al dictador Francisco Franco Bahamonde que sentó las bases para que los nietos de Cecilia supiéramos leer y escribir, que sentó las bases de la clase media española aunque retrasara por impericia y simpleza la modernización política de España unas décadas" (sec. 85)
Declarar lo anterior como hace el autor de Barbastro es, en el mundo del pensamiento único y la sociedad de lo políticamente correcto, tomar muchas papeletas en el sorteo del ostracismo político-cultural. A favor del escritor, afortunadamente, cuenta el escaso número de lecturas que la mayoría de nuestros políticos realiza, más atentos a encuestas que a cualquier otra cosa.


Final
Pongo ya punto final a esta reseña no porque se hayan agotado los asuntos que contiene la novela o ya nada más se pueda decir sobre el manejo de la forma. La dejo porque en algún momento hay que detenerse. Creo que con lo dicho ya está bien. Deseo que su lectura sirva para animar a leer este estupendo libro que como digo al inicio de este escrito me ha congraciado completamente con la literatura. "Ordesa" es literatura en sentido amplio, es literatura de alto nivel, de gran calidad. Y Manuel Vilas Vidal un nombre que jamás olvidaré. Leer libros como éste es esencial para saber discernir lo bueno de lo no tan bueno, ya no digo de lo manifiestamente malo.

4 mar 2018

Vivian Gornick: "Apegos feroces"

Acabo de leer "Apegos feroces". Me ha gustado. Veo esta obra en esa línea de libros que nos cuentan relaciones entre madres e hijas; línea que ahora parece estar tan de moda que las editoriales los buscan y publican, aunque algunos como éste o el de Angelika Schrobsdorff, "Tú no eres como otras madres" [leer reseña aquí], sean originales de los años 80.

Vivian Gornick, Literatura feminista, Novela de no-ficción

Considero que "Apegos feroces" es más una biografía de la propia Vivian Gornick que una novela. Creo que la escritora intenta a través de este escrito explicarse a sí misma, encontrarse, y el espejo que tiene no es otro que el de su madre, una mujer con la que riñe, se enfada, dice que no la soporta..., pero a la que una y otra vez regresa pues es el puerto seguro.

En el prólogo, escrito por Jonathan Lethem, que precede al relato en sí, este escritor no considera al libro como novela sino como unas Memorias de la propia escritora, si bien unas memorias centradas especialmente o que pivotan sobre la relación con su madre. Ambas, madre e hija, se necesitan mutuamente. Son una familia, y los integrantes de una familia no se escogen sino que se suelen sobrellevar porque existen ataduras fieras imposibles de quebrar (el título en inglés dice así: "Fierce Atachements. A memoir" que quizás refiera mejor que el término español de 'apegos' la unión, las ataduras feroces que en el seno de cualquier familia se dan). Las familias son así, y las madres con sus hijos son así, y las hijas respecto de sus madres opinan así..., y así son las cosas. Y por eso estas dos mujeres pasean por Nueva York y recuerdan sus vidas pasadas en un desorden que es el propio de la memoria, género literario al que pertenece este libro que no se puede leer como una novela porque no lo es. Son retazos sueltos de la memoria que se quedan ahí, que no presentan evolución, no hay una narración que avance hacia un desenlace. Estas dos mujeres a pesar de sus enfados, hoy seguro -si es que vivieran ambas- que siguen paseando juntas.

Al lado de la anciana con la que pasea y junto a la que recuerda su vida pasada hay otras mujeres (las vecinas del edificio del Bronx donde viven) y los tres hombres importantes en la vida de Vivian (Stefan, Davey Levinson y Joe). Coincido con el prologuista cuando dice que el gran mérito que tiene la autora es que logra que nos identifiquemos o al menos reconozcamos la individualidad propia de cada uno de estos seis o siete personajes. Y es que un ser humano no es unidimensional sino más bien poliédrico. En este sentido me ha gustado esta obra que más que una novela es un ensayo o como mucho una novela de no-ficción (fáctica), y que da mucho tema para hablar a pesar de su brevedad.

Novela memorialista, ensayo, Novela fáctica, Vivian Gornick
Las relaciones de la narradora con otras personas están cortadas casi casi por el mismo patrón de necesidad que con su madre: con su marido Stefan,  del que se divorció a los cinco años de matrimonio, un artista egoísta (como ella, por otra parte); con Davey, un rabino algo majara; y con Joe, un hombre casado. Con cada uno de ellos mantiene relaciones largas y no plenamente satisfactorias, aunque ella jamás las suspende sino que le duran hasta que ellos, los hombres, la dejan o le muestran que lo suyo no va más allá del sexo. Para explicarse el porqué mira a su madre, la cual le habla de la importancia del Amor para estar con un hombre; pero ella al ver a su madre, que estuvo enamoradísima de su padre, rehúye imitarla pues no tuvo independencia al no trabajar fuera de casa. La narradora pone el trabajo, su realización personal a través de éste, por encima del amor que tradicionalmente, se dice, une una mujer a un hombre imponiendo un reparto de papeles: él en el trabajo; ella en la casa al cuidado de los niños. La narradora no quiere escuchar frases como las que ha oído en infinidad de ocasiones aplicadas a amigas suyas muy brillantes intelectualmente: " «Pobre Joan. Tiene mucho talento, sí. Por supuesto, cómo no va a casarse con Mark, que al fin y al cabo es brillante y le ofrecerá la única vida digna de ser vivida, pero ¡lo que podría haber conseguido!». Sin embargo al final Vivian se pregunta si las renuncias que ha hecho para evitar lo anterior le han reportado una enorme felicidad. ¿Sí, no, qué hacer?

Yo creo que responder esa pregunta es el problema que nos lanza este libro: las mujeres que se incorporaron a la actividad laboral plena porque no querían ser unas mantenidas por los hombres a cambio de sexo (en el matrimonio como su madre, o esporádico y buscado como Nettie) están en una tesitura vital difícil y complicada.

También la novela me parece un canto a Nueva York. Creo que, además de las tres mujeres y los compañeros de la narradora que aparecen con cierto papel en el relato, la ciudad de Nueva York es protagonista importante en esta historia. La madre y la hija pasean por sus calles citadas con precisión geográfica extrema, por sus parques, entran en cafeterías, cruzan puentes, cambian de barrios, hablan de sus habitantes: los gentiles vs los judíos, los italianos, los irlandeses... Nueva York luce con luz propia en estas memorias.
"Nueva York se recorta en el trasparente sol otoñal, los edificios se dibujan con nitidez contra el cielo despejado, las calles están abarrotadas de pirámides de frutas y verduras, hay flores metidas en jarrones de papel maché dispuestos en círculos sobre la acera, quioscos de prensa con sus vivos blancos y negros." (pág. 92)
La narradora-autora se distinguió desde muy pronto por su facilidad a la hora de escribir. La literatura es, pues, su auténtica vocación, su dedicación profesional, su mayor placer intelectual. Por esto en este escrito son varios los autores cuyos nombres u obras acuden a su memoria: el poema "La reina Hada" que Edmund Spencer dedicó en 1590 a la reina Isabel I; las escritoras Mary McCarthy,  mujer de criterio  independiente: antiestalinista, antimccarthysta y amiga de Hannah Arendt; o Josephine Herbst, escritora y periodista estadounidense, simpatizante del comunismo que incorporó la filosofía socialista a sus obras de ficción. Siempre, pues, son referencias literarias en la órbita del feminismo y del pensamiento de izquierdas.
Emil Nolde, Expresionismo alemán, pintura naif

Junto a la literatura, la pintura practicada por Stefan, su marido durante cinco años, es otro de los referentes artísticos a través de los cuales se viene a definir la propia autora. Dos pintores aparecen citados que yo recuerde ahora:  el expresionista alemán Emil Nolde ("me encuentro dos grandes acuarelas de Nolde, sus famosas flores. He contemplado a menudo las flores de Nolde [...] Ese rectángulo de luz y de aire que hay en mi interior, donde el pensamiento se esclarece, el lenguaje brota y la respuesta se vuelve inteligente, ese famoso espacio rodeado de soledad, ansiedad y auto compasión se abre de par en par mientras contemplo las flores de Nolde.", pág. 92); y la pintura del francés Henri Rousseau es evocada por ella al hilo de la vida libre que lleva su vecina Nettie y piensa en la sensación de libertad y felicidad que recordaba de ir en bici por Bronx Park East durante su infancia en compañía de su amiga Marilyn Kerner   ("Los cuadros de Henri Rousseau me recuerdan a cómo me sentía en el parque.", pág. 84)


Para finalizar
"Apegos feroces" es una obra que nos hace plantearnos infinidad de preguntas, difíciles de responder de manera absoluta. Las relaciones interpersonales que Vivian Gornick presenta en esta biografía suya, memorias, ensayo, novela fáctica o como quiera que queramos calificarla son muy auténticas. Por ello en la tertulia que sobre ella celebramos el pasado mes de enero los amigos de "...más que palabras" y que si queréis podéis leer aquí dio un juego fantástico. Y es que quieras o no ('velis nolis', que decía el clásico) todos los personajes que transitan por el libro son tipos reconocibles con los que incluso en ciertos momentos uno puede sentirse identificado. Creo que es este "reconocimiento de verdad" lo que hace de esta obra una excelente lectura.
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Datos del libro
Autor: VIVIAN GORNICK
Título: “Apegos feroces”
Nº de páginas: 200 págs.
Encuadernación: Papel
Editorial: Editorial Sexto Piso (8 de mayo de 2017)
Lengua: CASTELLANO
ISBN-13: 978-8416677399
Precio:
En papel: 18,90€
Ebook: 11,39€