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8 ago 2016

Yasunari Kawabata: "La casa de las bellas durmientes"

Mishima, Kawabata, novela japonesa
Un día escaso me ha llevado la lectura de esta novela corta del japonés Yasunari Kawabata, premio Nobel de Literatura en 1968. Durante unas cinco o seis horas he disfrutado con la poesía que desprenden sus páginas a pesar de la cierta sordidez de la historia.


El autor
Yasunari Kawabata (1899 – 1972), huérfano desde los cuatro años y sin familia de modo absoluto a partir de los quince, comienza a escribir en la universidad imperial de Tokio, donde se licenció. Su temprana pasión literaria lo llevó a participar en grupos de vanguardia como el de los ‘neosensacionistas’, que oponían el lirismo y el impresionismo al realismo social de los escritores proletarios, y fue un activo impulsor de movimientos y revistas. Su primera publicación es de 1926, “La bailarina de Izu”, aunque su consagración definitiva le vendría diez años más tarde con “País de nieve” (1937), que narra la relación entre una geisha que ha perdido la juventud y un insensible hombre de negocios tokiota.

Sus obras fundamentales (Mil grullas (1951), El sonido de la montaña (1954), El lago (1955), La casa de las bellas durmientes (1961), Kyoto (1962), y Lo bello y lo triste (1965) son novelas breves, casi en miniatura, desgarradas y episódicas. En ellas, además de intentar recuperar parte de los valores desplazados ante la irrupción de la cultura norteamericana, Kawabata, dotado de una enorme sensibilidad, se mete como nadie en la piel de sus personajes femeninos.


“La casa de las bellas durmientes”
 Más que una historia sórdida Kawabata presenta en esta novela publicada en 1961 el sentimiento de la soledad y del paso del tiempo personificado en Eguchi, un viejo de 67 años que viendo, previendo, incluso anhelando, próximo su final visita por consejo de su amigo Kiga una casa en la que los ancianos como él pueden acostarse con jóvenes muchachas completamente dormidas.

Esta situación algo repugnante, al menos en apariencia, sin embargo para un hombre japonés de 67 años que si nos atenemos a la fecha de publicación del relato habrá nacido en la última década del siglo XIX en pleno Japón imperial dentro de una cultura tradicional muy característica, no deja de ser manifestación de ese cuidado reverencial por los mayores.

"La Casa de las bellas durmientes", KawabataDurante la segunda y tercera décadas del siglo XX Japón va a tener que incorporar a su vida cotidiana muchos de los valores occidentales: partidos políticos, pérdida de poder de la aristocracia, activismo estudiantil… Todos estos cambios eclosionaron en 1925 con el establecimiento del sufragio universal masculino que amplió la base electoral a un cuerpo de doce millones de personas. Este hecho –la democratización- y las guerras victoriosas en general habidas hasta 1945 en que abruptamente el orden milenario establecido se rompió en mil pedazos con el bombardeo atómico sobre Hiroshima y Nagasaki por parte de USA provocaron la aparición de un engendro: un Japón occidentalizado, a su pesar. Precisamente son los habitantes mayores de este Japón noqueado, que en las décadas 60 y 70 están alcanzando edades ya venerables, los protagonistas de los  principales relatos de Kawabata; y en esta categoría se encuentran los viejos Kiga, Eguchi y Fukura que visitan en su ancianidad esta Casa de las bellas durmientes.

El asunto principal que se dirime en este hermoso relato es la imposible lucha contra el paso del tiempo. En una sociedad en la que tradicionalmente la sabiduría residía en los ancianos y en la que la juventud era vista por éstos como fuente de vida ("Desde la Antigüedad, los ancianos habían intentado usar la fragancia de las doncellas como un elixir de juventud" [pág. 85]) los cambios sufridos por mor de la occidentalización con la súbita inserción del país en dicha cultura ha trastocado el modo ancestral de vida japonés, generando un alejamiento del sentido de belleza japonesa que fundamentalmente residía en la armónica inserción de la vida humana dentro de la naturaleza.. En palabras del escritor tomadas de su discurso de aceptación del Premio Nobel “el encuentro con la naturaleza  es el encuentro con la belleza misma y tiene por tanto un valor metafísico. En sus múltiples formas, la naturaleza presenta la transición de la vida a la muerte, expresando así la alegría y melancolía que conlleva la vida humana”. Para Yasunari Kawabata la literatura no es ajena en sus representaciones a los conflictos entre el pasado y el presente, entre lo tradicional y lo moderno. Esto es, en definitiva, lo que se plantea en esta novela corta.

Naturaleza, pasión, hombre y mujer
En sus visitas a esta Casa donde los ancianos pueden pasar la noche junto al cálido cuerpo desnudo de una joven mujer, Eguchi siempre habla de lo adecuado de esta práctica para aquellos hombres que han dejado de serlo o que ya no pueden demostrar a una mujer que lo son, categoría en la que él aún no se considera incluído. Sin embargo en los cinco capítulos que conforman el relato vemos cómo el viejo de 67 años está prácticamente ya en esta estadía pues su estancia con estas vírgenes le deparan sólo el placer de recordar pasados encuentros con otras mujeres que marcaron su vida como su madre; sus tres hijas, en especial la pequeña a la que compara con una camelia blanca o roja; la prostituta de 14 años a la él trató como un padre; la prostituta de Kobe que, tras atenderle profesionalmente, entabla una relación afectiva con él fuera de la casa de citas; etc.

Si citamos personajes, naturalmente no podemos olvidar a la dueña de la posada a la que acude a pasar esas noches junto a las muchachas narcotizadas. Este personaje merece una atención especial por ser hilo conductor junto a Eguchi de todo el relato. Es ella quien le marca las líneas rojas en la relación con las chicas: ser un caballero, no maltratarlas, no poder verlas despiertas, no poder tomar el mismo narcótico que ellas, etc. Y tampoco podemos obviar a la esposa de Eguchi quien mantiene una comunicación perfecta con sus tres hijas ya casadas y quien, mientras él se encuentra acostado entre dos muchachas desnudas, ella  ”estaría durmiendo sola en esta fría noche de inviernoyno oiría el sonido las olas, aunque el frío de la noche sería más intenso que aquí” (p- 108)

Premio Nobel de 1968, Literatura japonesa

La relación entre opuestos, vejez – juventud, fealdad – belleza, tradición - modernidad, desilusión – ilusión… es constante en el relato. Kawabata la expresa de manera gradual a través de la simbología con la naturaleza desde el primer capítulo en que junto a la muchacha dormida se oye el mar encrespado y el sonido violento lleva a Eguchi a recordar otras mujeres, en especial una  geisha. Esa pasión simbolizada en ese mar bravío parece ir amainando cuando durante su segunda estancia en el burdel la joven que duerme a su lado, "mucho más experimentada" en palabras de la madame, le hace evocar a sus tres hijas ya casadas, en especial a la más pequeña. La joven dormida sueña en voz alta y reaparece el simbolismo del mar, ahora recibiendo tranquilo la lluvia que cae sobre él. Y así va serenándose la naturaleza en sus siguientes visitas:
" La región era cálida, y las hojas marchitas aún se aferraban a las ramas; pero debido a un viento tan tenue que apenas era viento, podía oír el susurro de las hojas caídas en el jardín. Las olas rompían con suavidad contra el acantilado. El lugar era como una casa encantada en medio del silencio y la soledad" (final del tercer capítulo)
Pese a ello hay momentos en que inexplicablemente hay atisbos de la pasión ya casi olvidada como cuando en el capítulo cuarto en medio de la aguanieve que cae aparece un enjambre de mariposas blancas y él llega a hacer daño al cuerpo de la bella durmiente que tiene a su lado:
  • "Era el cuerpo de la mujer lo que arrastraba el hombre a los círculos inferiores del infierno"
  • "Se le ocurrió una idea: los viejos tienen la muerte, y los jóvenes el amor, y la muerte viene una sola vez y el amor muchas." 
 Y como no podía ser de otra forma, y más tratándose de ancianos, el simulacro de amor por el que Eguchi paga en esa posada se transformará en su opuesto, la muerte. La naturaleza viene a poner todo en su lugar:
"El impulso lo abandonó, y un vacío de profundidades oscuras invadió todo su ser. Las olas potentes estaban cerca y parecían hallarse a una gran distancia, en parte porque aquí en tierra no soplaba el viento. Vio el fondo oscuro de la noche del océano gris
Un símbolo se repite insistentemente a lo largo de la novela: "las olas invernales", uniendo con maestría la fuerza de la naturaleza con la debilidad y palidez de los impulsos pasionales de la vejez que rompen sí, pero con una suavidad tan grande que poco tienen ya que ver con lo vivido durante la lejana o 'dormida'  juventud.

Final
En algunos blogs al finalizar la reseña del libro, el comentarista da una calificación sobre el mismo. Es una costumbre que yo no practico, pero en este caso no resisto la tentación de otorgar una valoración numérica a esta hermosa novela. Sin lugar a dudas le doy la calificación máxima: un 10, las cinco estrellas o aquello que signifique la excelencia. Eso le doy a esta belleza y eso que la leemos en una traducción -excelente, por otra parte, la traducción de la edición de Emecé que he leído- que en el idioma del autor debe ser claramente una obra excelsa.

Nota:
"La casa de las bellas durmientes" es la novela que durante este mes de agosto estamos comentando en la tertulia online de "El club de los 1001 lectores". 
 

21 comentarios:

  1. Con esta reseña y puntuación, habrá que apuntarla. Un beso ;)

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    1. Los clásicos japoneses como Kawabata son un tanto enigmáticos, pero por eso y la belleza de sus textos se hacen atractivos. Prueba a leer esta novela, a ver qué te parece.
      Besos

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  2. Hola!

    Me suelen llamar mucho los escritores asiáticos pero a este no lo conocía. Lo apuntaré a la espera de poder hacerle un hueco.

    Un beso

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    1. Desde luego es una literatura muy diferente la que leemos habitualmente. Hazle un hueco, no te decepcionará.
      Un beso

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  3. Muy buena reseña, Juan Carlos. Incides en algún detalle en el que yo no había reparado. Desde luego, es una pequeña gran novela que nunca hubiera leído de no haber sido propuesta en "El Club de los 1001 lectores".
    Un beso.

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    1. Lo interesante de estas lecturas en grupo (tertulias) es precisamente eso, que lo que no había visto yo lo señalas tú y viceversa. Es una práctica muy enriquecedora. Lástima que en "El club..." la participación en forma de comentarios no sea más abundante, ¿no te parece?
      Besos

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  4. Hola Juan Carlos. Se dice que este libro inspiró la novela "Memoria de mis putas tristes" de Gabriel García Márquez, en la cual se cita el comienzo de esta: «No debía hacer nada de mal gusto, advirtió al anciano Eguchi la mujer de la posada. No debía poner el dedo en la boca de la mujer dormida ni intentar nada parecido». Lei ambos libros hace años, tras la publicación de "Memorias...", y me quedo, sin lugar a dudas, con el de Yasunari Kawabata.

    Un saludo,

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    1. No leí en su momento "Memoria de mis putas tristes". Sí, he leído por ahí que la novela de Kawabata influyó en Garcia Marquez; lo que desconocía es que hubiese en ella una cita textual de ésta. A lo mejor no me vendría mal leer la de GGM por eso de buscar influencias (literatura comparada, ja ja...) que quienes amamos la literatura buscamos constantemente.
      Un fuerte abrazo, amigo

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  5. Apenas conozco a este autor, del que sólo he leído "País de nieve". Como me ocurre con gran parte de la literatura oriental, no sé si estoy leyendo una historia o, como bien dices, un sentimiento. Mejor aún: una pléyade de sentimientos, estados de ánimos y el devenir de la vida, inexorable. No es nada recomendable para esos lectores rápidos y epidérmicos, pero sí para los que gustan de la Literatura, así, con mayúscula. Intentaré leer también éste: al final, dejamos tantas lecturas para el verano que tampoco nos da el tiempo. Y dejas de disfrutar leyendo, eso sí que no.

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    1. Sí leíste "Paide nieve" ya conoces el estilo: moroso, delicado, muy simbólico... Desde luego muy distinto al de los japoneses modernos de hoy, me refiero a Murakami que también me gusta pero que no difiere mucho de otros buenos escritores occidentales.
      Espero que las lecturas no te agobies. Hay que leer, sí, pero no entrar en estrés.
      Un fuerte abrazo

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  6. La verdad que apenas he leído nada de literatura japonesa, un libro una vez para un club de lectura pero no me terminó de gustar su estilo. Asi, por norma general, no soy de cerrarme en bandas en lo que a lecturas se refiere, por lo que si me topo con esta novela por ahí quizás me acuerde de tu reseña y me de por darle una oportunidad. Un saludo!

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    1. Siempre hay que dar segundas oportunidades a todo, Alejandra. En literatura el estado de ánimo temporal incide mucho en la valoración de una lectura y el paso del tiempo nos sorprende a veces (habló por experiencia) con que algo que nos gustó mucho, vuelto a leer ya no nos parece tan excepcional, y al revés, algo que no nos agradó con el tiempo al volverlo a leer descubrimos en él valores antes escondidos. Creo que con Kawabata, cuando te topes con él por ahí te va a pasar lo segundo.
      Un beso

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  7. Leídas varias reseñas, compruebo que es una novela que siendo corta, contiene entre sus páginas enseñanzas y reflexiones- Habrá que hacerla un hueco.
    Un abrazo.

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    1. Si no hubiera tanto que leer, ¿verdad? Pero sí hazle un hueco, Francisco.
      Saludos

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  8. No conozco nada del autor, pero hace tiempo vengo escuchando más y más cosas positivas de japoneses, ya con la calificación que le diste me terminó de convencer. Primero pensé que había leído mal cuando leí que ancianos se acostaban con vírgenes completamente dormidas pero luego leí la palabra "repugnante" y todo cuadró de inmediato.

    Excelente reseña-

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    1. Antes de haber leído a Kawabata de literatura japonesa, digamos clásica, sólo conocía a Kenzaburo Oé y algo a Mishima (muy amigo de Kawabata y que se suicidó poco antes que él) y te diré que en general todos ellos tienen una manera de escribir llena de ritmo y de armónica unión con la naturaleza muy desconocida en Occidente.
      Un beso

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  9. Bella reseña, Juan Carlos. En el club de los 1001 lectores había comentado que al leer esta novela me sentía como si estuviera en una estampa. Después de leerte pienso con el contraste con los mangas.
    Los mangas, en general, no me gustan. Y comparto tu interés para Murakami.
    Un saludo.

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  10. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  11. Catherine:
    Me perdonarás si no he leído y contestado antes tu comentario. La razón está en que estoy fuera de casa y sólo entró en Internet una vez al día, y a veces cada dos días. Muchas gracias por tu comentario. Acabo de leer también el que has dejado en "El club...". Estoy contigo en el aspecto de estampa japonesa que asemeja este relato. No acabo de entender bien el contraste que, tras leer mi reseña, dices ver entre la novela y los mangas. Acabo de levantarme y estoy algo espeso (ja, ja...).
    Un abrazo

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  12. Hola, estupenda reseña Juan Carlos, comparto contigo en que es una excelente novela, de la que podríamos hablar horas y horas a pesar de su brevedad. Agradezco la elección de esta novela que sé que de otro modo quizás no hubiese caído en mis manos.
    Un abrazo, espero compartir más lecturas.

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  13. Seré yo la espesa, en vez de contestarte he duplicado mi comentario en vez de esclarecerlo.
    Quería decir que la cultura japonesa pasó de la estampa al manga, del clascismo a la occidentalización, muy rápido.
    Y no digo más cosas forzadas. Con todo lo que duermo no tengo excusas.
    Buen fin de verano, Juan Carlos.

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