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18 jul 2014

"LEONORA" de Elena Poniatowska

Paul Eluard, Leonora Carrington y Max Ernst en
Cornwall, Inglaterra, 1937
Elena Poniatowska, mexicana aunque nacida en Francia en 1932, y premio Cervantes 2013, presenta a través de este relato la vida de Leonora Carrrington, pintora y escritora fundamental del movimiento surrealista.

Leonora nació el 6 de abril de 1917 en Lancashire (Inglaterra) y falleció el 25 de mayo de 2011 en Ciudad de México; vivió, pues, 94 años en una constante actividad vital y creadora. Fue una mujer para la que lo esencial era ser libre, costase lo que costase y le pesase a quien le pesase; en su caso a quien más le pesaban sus actitudes y contra quien se rebeló desde su primera adolescencia fue Harold Carrington, dueño de la importante empresa Imperial Chemical, quien como padre albergaba para su única hija, segunda en el orden de hermanos (Patrick, ella, Gerard y Arthur), expectativas que nunca se realizaron.

Los Carrington era una familia por la que circulaba sangre protestante inglesa por parte de padre y sangre católica irlandesa aportada por Maurie, la madre, con la que Leonora mantuvo siempre una afectiva relación. De sus tres hermanos era Gerard con quien más compartía, momentos de juego fundamentalmente, aunque pronto se dio cuenta Leonora de la incapacidad de su hermano para entender a los animales:

"I am a horse, I am a mare."-decía de sí misma una Leonora niña.

"Tú eres una nightmare, una pesadilla. En la noche oigo tus pezuñas en el piso y te he visto salir al galope por la ventana pero qué bueno que no lo eres de verdad, porque de serlo te irías para siempre"-le contestaba su hermano Gerard. (pág. 22)

Pero resultó que Leonora sí lo fue. "Soy una yegua", repite a lo largo del relato. Y se fue, vaya si se fue. Cambió el hogar paterno en Hazelwood, a donde se había trasladado la familia desde Lancashire, por una vida inestable al lado de un hombre casado que por edad bien podría haber sido su padre. Y es que este hombre, el pintor Max Ernst, no se extrañaba ante sus visiones, ni ante los relatos y cuadros que hacía, y tampoco le chocaban los sueños que le relataba. Ella irá tras él hasta París sin importarle que Max esté o no casado; de hecho la pareja de amantes tendrá sus más y sus menos con Marie Berthe, la mujer del pintor, a la que dejará para vivir con Leonora pero a la que a la postre regresará, incapaz el pintor alemán de abandonarla:



"En 1937, a los veinte años, Leonora sale de su casa para no volver. 《No me fui con Max. Me fui sola, siempre que me he ido, ha sido sola.》" (pág. 82)

Leonora es ante todo una mujer libre, "un animal humano hembra" que decía ella recordando las cariñosas palabras que su madre le dirigía durante su niñez. Es una mujer que goza de la vida y que sobrellevará los contratiempos superando cualesquiera dificultades que ésta le ponga en su camino, ya sean un padre autoritario, las posesivas esposas de sus amantes, un internamiento a traición en un establecimiento psiquiátrico español del que escapará y a cuyos feroces tratamientos a base de cardiazol sobrevivirá, o unos maridos y amantes que jamás fueron posesivos con ella pues comprendieron siempre el tipo de mujer excepcional con la que estaban compartiendo su vida.

La nómina de sus relaciones personales es amplia:

Leonora con Remedios Varo y Meret Oppenheim
De entre las masculinas destacan Max Ernst, el médico santanderino que la sacará del hospital psiquiátrico, Renato Leduc, el fotógrafo húngaro Chiki Weisz con quien tendrá a sus hijos Pablo y Gaby, el cirujano Alvaro Lupi, el librero neoyorkino Carl Hoffmann dueño de la librería Kristine Mann.

De entre las femeninas es obligado citar los nombres del grupo de mujeres surrealistas que se relacionaban en Ciudad de México y que en su opinión eran su auténtica familia: Remedios Varo, Kati Horna, Eva Sulzer y Alice Rahon.

Pero el listado tanto de nombres masculinos como femeninos, aparte de los ya señalados, que se citan en la novela es extensísimo pues Leonora, por su valia artística y su espectacular belleza personal, constantemente era el epicentro de muchas reuniones y actividades. La relación es inacabable:

Breton, Desnos, Delteil, Simonne Breton, Paul y Gala Eluard,
Baron, Ernst.
Marcel Duchamp, Hans Arp, Antonin Artaud, André Breton, Louis Aragon, Lautremont, Benjamin Peret, Diego Rivera, Juan José Gurrola, Juan Luis Buñuel, Alberto Isaac, Paul Eluard, Dali, Picasso, Robert Cappa, Octavio Paz, Carlos Fuentes, etc., etc., entre los hombres.
Y entre las mujeres, además del grupito surrealista mexicano, cabe citar a Frida Kahlo a la que no tenía en mucha estima, a la argentina Leonor Fini, a la fotógrafa Gerda Taro, a la multimillonaria Peggy Guggenheim y algunas pocas más.

La novela fue Premio Biblioteca Breve en 2011, el mismo año que la Carrington abandonó este mundo. Hay, pues, que considerarla, como un homenaje más a la autora surrealista, si bien en este caso póstumo,  de los muchos que recibió durante los últimos años de su vida y que ella a veces prefería no tener:

"Ahora sí que en México la pintora es visita obligatoria, como las pirámides y el castillo de Chapultepec. Recibe al aficionado, al galerista, a la crítica de arte, y sonríe cortés a pesar de que ansía que se vayan.
La Universidad Nacional Autónoma de México le rinde un homenaje en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras, llena a reventar. En los pasillos se amontonan jóvenes vestidos de mezclilla y morral que hablan a gritos o se pican las costillas. [...] De pronto, Leonora se ve rodeada de jóvenes a los que les triplica la edad y la tratan como si la conocieran de toda la vida." (pág. 471)

"Dos niños amenazados por un ruiseñor" (Max Ernst)
O sea, esta biografía novelada es el homenaje personal que la mexicana Elena Poniatowska, amiga de Leonora Carrington y organizadora a su vez de otros homenajes en vida de la pintora, le hizo con urgencia. Y esa urgencia, no cabe duda, se percibe en el escrito. Un escrito escindido en dos partes:

1) Europa: la infancia y adolescencia en Inglaterra, la huída a París y la consiguiente estancia en Francia, la experiencia española - en especial el sanatorio psiquiátrico santanderino-, y la estancia en Lisboa esperando el viaje a América.

2) América: Primero Nueva York y el círculo de Peggy Guggenheim y luego ya Ciudad de México a donde llega casada con el periodista y diplomático Renato Leduc. Este país la fijará pues será aquí donde tendrá hijos y donde entrará en contacto con Remedios Varo que la centrará y comprenderá como nadie.

De las dos partes a mí me ha interesado especialmente la primera porque allí aparece todo el interesantísimo mundo de las vanguardias artísticas de entreguerras cuando evolucionan hacia la más duradera de todas ellas: el surrealismo. También me ha resultado de sumo interés, ya en el continente americano, el tiempo vivido en Nueva York, por el velado enfrentamiento entre ella y Peggy Guggenheim a propósito de Max Ernst por el que ambas se sentían muy atraídas

La autora dedica a México prácticamente la mitad del relato demorándose -para
Leonora y Chiki Weisz  en Chapultepec
con sus hijos Gaby y Pablo
mí a veces en exceso- en pormenores propios de la vida y política mexicanas que a la protagonista del relato le tocaron de manera tangencial a través de las experiencias de sus hijos Gaby y Pablo. Pero, claro, no podemos olvidar que la autora es mexicana y se sirve de esta biografía para presentar su opinión sobre esa época convulsa de su patria (años 60, 70 y 80), si bien, al decir de algunos opinadores mexicanos, la premio Cervantes 2013 no quiere hacer sangre y pasa como sobre ascuas por asuntos peliagudos de su país.

La prosa utilizada por la Poniatowska es clara, limpia y fluye con rapidez. No se demora en buscar expresiones literaturizadas pues no quiere restar brillo a la protagonista del relato. En efecto todo lo bello, imaginativo y creativo queda referido a aspectos biográficos de Leonora Carrington, de la que si hubiera que compendiar su vida en algo literario verdaderamente significativo para ella, ello sería el cuento "Alicia en el país de las maravillas" de Lewis Carroll que desde su niñez la atrajo con su magia y su curiosidad. Hasta tal punto esto es así que en uno de los últimos capítulos de este relato biográfico, Leonora, que vuelve a devorar a Lewis Carroll, comenta a su marido Chiki Weisz:

 "- Ningún libro me ha marcado tanto como éste.
 - Tú y él tienen las mismas iniciales: LC -le sonríe Chiki.

- Sí, aunque ése no es su nombre verdadero y el mío sí. Él se llama Dogson. 《No quiero caminar entre locos》, dijo Alicia. 《Oh, no puedes hacer nada al respecto》, le respondió el gato: 《Todos aquí estamos locos》" (pág. 474)
A esta primera llamada por el mundo de la creación artística vino a unirse la dureza educativa impuesta por su padre que la llevó a refugiarse en un mundo interior que expresó especialmente a través de la pintura y que eclosionó en un estilo, ahora si que ya definitivo, al descubrir la obra y persona de Max Ernst.

Su identificación con los animales también permanecerá en ella hasta el momento de su muerte. En el último capítulo de esta biografía Leonora dialoga con Pepita, personificación de la muerte:
"- A tu lado hay dos grandes caballos negros atados el uno al otro.- No veo nada.- Porque tú misma eres un pequeño caballo blanco que acaba de rodarse y está moribundo.- ¿Me voy a morir?- Vives la muerte de los animales, eres como ellos.- ¿Entonces no voy a morir?- ¡Claro que no! Recuerda la frase que te repetías cuando se llevaron a Max: 《No estoy destinada a morir.》 Vas a entrar a un pasaje oscuro del que saldrás transfigurada." (pág. 496)
Alicia entra en la madriguera.
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Leonora Carrington en su estudio en 1956
Ejemplos de su actividad artística

Leonora Carrington fue esencialmente pintora. En este enlace se pueden ver algunos de sus cuadros. Son cuadros que incitan a seguir buscando otras obras suyas.

También se expresó a través de la literatura. A continuación incorporo uno de sus cuentos, "La debutante", que dice mucho de sí misma y de su constante definirse como "animal humano":

LA DEBUTANTE

En la época que fui debutante, solía ir a menudo al parque zoológico. Iba tan a menudo que conocía más a los animales que a las chicas de mi edad. Era porque quería huir del mundo, por lo que me hallaba a diario en el zoológico. El animal que mejor llegué a conocer fue una hiena joven. Ella me conocía a mí también. Era muy inteligente. Le enseñé a hablar francés y a cambio ella me enseñó su lenguaje. Así pasamos muchas horas agradables.
Mi madre había organizado un baile en mi honor para el primero de mayo. ¡Lo qué sufrí durante noches enteras! Siempre he aborrecido los bailes; sobre todo los que se daban en mi honor.
“Autorretrato” de Leonora Carrington (1936/37)
La mañana del uno de mayo de 1934, fui muy temprano a visitar a la hiena.
-¡Qué asco! -le dije-. Esta noche me toca asistir a mi baile.
-Tienes suerte -dijo ella-; a mí me encantaría ir. No sé bailar, pero en cambio sabría mantener una conversación.
-Habrá muchas cosas de comer -dije-. He visto llegar a casa carros repletos de comida.
-Y aún te quejas -replicó la hiena con desaliento-. Mírame a mí: yo sólo como una vez al día, y me tienen jeringada con tanta bazofia.
Se me ocurrió una idea audaz; estuve a punto de echarme a reír.
-No tienes más que ir en mi lugar.
-No nos parecemos lo bastante; si no, con gusto iría -dijo la hiena un poco triste.
–Escucha -dije-, con las luces de la noche no se ve muy bien. Con que te disfraces un poco, nadie se fijará en ti en medio de la multitud. Además, tenemos casi la misma estatura. Eres mi única amiga; anda, hazlo por mí. Por favor.
Se puso a pensar en esta posibilidad. Comprendí que estaba deseosa de aceptar.
-De acuerdo -dijo de repente.
No había muchos guardianes cerca, dado lo temprano de la hora. Abrí rápidamente la jaula, y en un instante estuvimos en la calle. Llamé un taxi. En casa, todo el mundo estaba aún en la cama. Una vez en mi cuarto, saqué el vestido que debía ponerme por la noche. Era un poco largo, y la hiena andaba con dificultad con mis zapatos de tacón alto. Encontré unos guantes con que ocultarle las manos, demasiado peludas para parecerse a las mías. Cuando el sol iluminó mi habitación, la hiena dio varias vueltas alrededor, andando más o menos derecha. Estábamos tan ocupadas que mi madre, que entró a darme los buenos días, estuvo a punto de abrir la puerta antes de que la hiena se escondiera debajo de la cama.
-Esta habitación huele mal -dijo mi madre, abriendo la ventana-; antes de esta noche date un baño con mis nuevas sales.
-Por supuesto -le dije.
No se entretuvo mucho. Creo que el olor era demasiado fuerte para ella.
-No te retrases para el desayuno -dijo al irse.
Lo más difícil fue encontrar un disfraz para la cara de la hiena. Estuvimos buscando horas y horas: rechazaba todas mis sugerencias. Por fin dijo:
-Creo que he encontrado la solución. ¿Tenéis criada?
-Sí -dije, perpleja.
-Pues verás: vas a llamar a la criada; en cuanto entre, nos lanzamos sobre ella y le arrancamos la cara; llevaré su cara esta noche en lugar de la mía.
-No lo veo muy práctico -dije yo-. Probablemente se morirá en cuanto pierda la cara: alguien encontrará su cadáver, y nos meterán en la cárcel.
-Tengo la suficiente hambre como para comérmela -replicó la hiena.
-¿Y los huesos?
-También -dijo-. ¿Te parece bien?
-Sólo si me prometes matarla antes de arrancarle la cara. Si no, le va a doler demasiado.
-Bueno, eso me da igual.
Llamé a Marie, la criada, no sin cierto nerviosismo. Desde luego, no lo habría hecho si no odiara tanto los bailes. Cuando entró Marie, me volví de cara a la pared para no verlo. Debo reconocer que no tardó nada. Un breve grito, y se acabó. Mientras la hiena comía, estuve mirando por la ventana. Unos minutos después, dijo.
-Ya no puedo más; aún me quedan los pies, pero si tienes una bolsa, me los comeré más tarde, a lo largo del día.
-En el armario encontrarás una bolsa bordada con flores de lis. Saca los pañuelos que tiene y quédatela.
Hizo lo que le había indicado. A continuación, dijo:
-Date la vuelta ahora y mira qué guapa estoy.
Delante del espejo, la hiena se admiraba con el rostro de Marie. Se lo había comido todo cuidadosamente hasta el borde de la cara, de forma que quedaba justo lo que le hacía falta.
-Es verdad -dije-; lo has hecho muy bien.
Hacia el atardecer, cuando la hiena estuvo completamente vestida, declaró:
-Me siento en plena forma. Me da la impresión de que voy a tener un gran éxito esta noche.
Después de oír un rato la música de abajo, le dije:
-Ve ahora, y recuerda que no debes ponerte junto a mi madre: seguramente se daría cuenta de que no soy yo. Aparte de ella, no conozco a nadie. Buena suerte -le di un beso para despedirla, aunque exhalaba un olor muy fuerte.
Se había hecho de noche. Cansada por las emociones del día, cogí un libro y me senté junto a la ventana, entregándome a al paz y el descanso. Recuerdo que estaba leyendo Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift. Al cabo de una hora, quizá, surgió el primer signo de inquietud. Un murciélago entró por la ventana profiriendo grititos. Los murciélagos me dan un miedo espantoso. Me escondí detrás de una silla, castañeteándome los dientes. Apenas me había arrodillado, cuando un gran ruido procedente de la puerta sofocó el batir de alas. Entró mi madre, pálida de furia.

-Acabábamos de sentarnos a la mesa -dijo-, cuando el ser ese que ha ocupado tu sitio se ha levantado gritando: “Con que mi olor es un poco fuerte, ¿eh? Pues no como pasteles.” A continuación se ha arrancado la cara y se la ha comido. Después ha dado un gran salto y ha desaparecido por la ventana.

5 comentarios:

  1. Haces una reseña profunda y muy bien fundamentada... posiblemente me acerque a la vida de esta excepcional mujer¡¡¡ Saludos¡¡¡

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  2. Impresionante esta reseña que nos haces del libro de Poniatowska sobre Leonora, y sí que me tengo que hacer con él, pues como ya te dije en el comentario que te he dejado en tu post de Google+, Leonora Carrington es otra de mis pintoras favoritas (lo mismo que Frida Kahlo, a quien dediqué poema), y aunque sabía de su vida, me interesan los pormenores que pueda descubrir sobre ella y sobre otros miembros del que fuese movimiento surrealista, como su amante más controvertido, Max Erns, que también acabó siendo marido de otra de mis pintoras (también escritora) favoritas, Dorothea Tanning, y de tantos y tantos personajes que se convirtieron en celebridades del munso artístico e intelectual (Bretón, Élouard, Leonor Fini, Duchamp, Buñuel...). Intresantísimo, así que no me lo perderé. Miles de gracias por la recomendación. Besos.

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  3. Muchas gracias, Mayte, por tu amable comentario.
    Es verdad que el movimiento de pintores surrealistas del que Leonora formó parte es muy interesante. El libro de la Poniatowska te descubrirá aspectos de la vida de Leonora y del entorno del movimiento sin lugar a dudas muy curiosos.
    Por otra parte he visitado tu blog "Música y poemas" y he visto el homenaje que haces a Leonora y a Dorotea Tanning -pintora y escritora desconocida para mí- en forma de foto. Es evidente que el movimiento de pintoras surrealistas te interesa, y mucho.
    Todos tus blogs son magníficos
    Un saludo muy cordial

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  4. Hace poco tuvimos la dicha en Veracruz, de que nos visitaran algunas de las esculturas de bronce más famosas de Leonora, simplemente espectacular:

    Mira que bonito:
    https://www.youtube.com/watch?v=KEXsLWOnZX8

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    1. Acabo de ver el vídeo de las esculturas de Leonor a Carrington que recomiendas. Me ha encantado: son bellísimas y muy sorprendentes incluso ahora pasado el momento de su creación. Imagino el choque que ella y todo el grupo generacional debió de provocar en los años en que las realizó. Me encantaría tener la oportunidad de verlas en vivo y en directo. Te envidio, amigo.
      Un cordial saludo

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