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20 feb 2014

Andrés Alén: Un sublime anhelo

Pinturas abstractas
Conozco a Andrés desde hace ya más de..., bueno, hace ya muchos años;  baste decir que  los cursos de Bachillerato los cursamos juntos en el Calasanz del Paseo de Canalejas de Salamanca. De entonces viene nuestra ininterrumpida amistad, y también de entonces mi admiración por su buen hacer en el dibujo y la pintura; siempre recordaré esas manos huesudas y estilizadas que dibujaba en el colegio un poco en la estela del Greco, igual que recuerdo su gusto por todo lo que rodeaba a la Semana Santa salmantina: la imaginería religiosa, el vestuario de los cofrades, los caballos que acompañaban a su cofradía de la Virgen de la Esperanza ...

Aunque de formación esencialmente científica (la arquitectura y las matemáticas le ocuparon años de estudio) siempre-siempre, en mi opinión, fueron las Humanidades lo que más le atrajeron. Y esto ya desde los pupitres colegiales cuando discutía con el Profesor de Historia de la Filosofía sobre si el idealismo no era más pertinente que el materialismo, o cuando al profesor de Literatura le recordaba, por ver si le convencía a hacerlo, que en sus años de escuela primaria el Don de turno premiaba a los buenos alumnos con la lectura de un buen libro.
Estas dos inclinaciones  -su atracción por la liturgia religiosa y su afición por lo humanístico- se conjugan con excelencia en su magna obra pictórica. En sus creaciones no hay ninguna beatería ni nada por el estilo, pero toda ella destila religiosidad en su sentido prístino (necesidad de alcanzar algo que está más allá de lo evidente):
"el anhelo de ir más allá de todo conocimiento, a la contemplación directa, eterna, plena, supuestamente inmóvil de ser el que soy" (“Creer y descreer”, Andrés Alén en www.salamancartv.com)
 La implicación de Andrés Alén con su ciudad, Salamanca, es y ha sido total. Andrés ama Salamanca y lo que de ella emana: arte, historia renacentista, religiosidad, manifestaciones populares de la misma, creatividad...; pero no perdona a muchos de sus paisanos que la paralicen, la anclen en un casposo pasado:
Una Salamanca puntillista o así
 "Comprendo la dificultad de estar a la altura que la ciudad exige, que estos nobles edificios que la conforman, no lo son por esa piedra arenisca de color otoñal, sino porque son catedrales culturales que muchas veces cuando nos miran, nos hacen sonrojar. Así y todo, ese respeto debe de distar mucho de esa ideología de los amigos de todo lo inmóvil, que campan revestidos de ovejitas conservadoras, paralizando por aquí y por allá, creyentes de su propio ombligo, replicantes con sordina de sus propios delirios mesiánicos." (“Crear en Salamanca, comentario de Andrés Alén”, el 19/11/2012 en http://www.crearensalamanca.com). 

 
Retablo y Grupo escultórico
Dentro de su ingente obra voy a detenerme un 'attimo' en el Retablo que allá por el año 2010 creó para la iglesia del Carmen de Abajo de Salamanca que desde 2007 acoge al grupo escultórico de la Oración en el Huerto que desfila en procesión por las calles de la ciudad la tarde del Viernes Santo y que no encontraba ya espacio en la que siempre fuera su casa, la iglesia de la Vera Cruz.

Andrés, dado el carácter carmelitano de la sede, se impregnó de San Juan de la Cruz y de Santa Teresa a fin de que el Retablo hecho con la técnica del collage albergase con sentido las cinco figuras dieciochescas que forman dicho grupo.
Detalle del Retablo

 Es el poeta místico quien enmarca el retablo con su "Llama de amor viva", motivo plenamente adecuado al asunto dirimido por las figuras, de las cuales una, el Cristo, recibe la luz que le ayudará a mantener viva la llama y a no desfallecer en el penoso trance que se le viene encima.
Alén hace crecer los olivos del huerto de Getsemaní sobre un cúmulo de podredumbre formado por restos humanos de mártires y santos que a través del sufrimiento han alimentado la llama interior que sin saber cómo les lleva a alcanzar la Luz eterna.




¡O llama de amor viva                                  ¡O lámparas de fuego
que tiernamente hieres                                  en cuyos resplandores
de mi alma en el más profundo centro!         las profundas cavernas del sentido,
Pues ya no eres esquiva                                que estaba oscuro y ciego,
acaba ya si quieres,                                      con extraños primores
¡rompe la tela de este dulce encuentro!        color y luz dan junto a su querido!

¡O cauterio süave!                                        ¡Cuán manso y amoroso
 O regalada llaga!                                         recuerdas en mi seno
¡O mano blanda! ¡O toque delicado             donde secretamente solo moras,
que a vida eterna sabe                                  y en tu aspirar sabroso
y toda deuda paga!                                       de bien y gloria lleno,                                     Matando, muerte en vida has trocado.        cuán delicadamente me enamoras!                   
(San Juan de la Cruz: "Llama del amor viva")

"Friedrich"
 Este afán de espiritualidad, esta búsqueda del 'no sé qué que quedan balbuciendo', este anhelo por lo sublime e inefable es lo que da sentido al quehacer cotidiano de este artista salmantino que ha expuesto en muchos lugares de España y Portugal. Precisamente en una de sus exposiciones más aclamadas, la titulada "Ora-Acción", celebrada en su ciudad en diciembre de 2011 y enero de 2012, él mismo daba una serie de claves que nos permiten entenderle mejor (ver vídeo de esta exposición) y alejar de nosotros la equivocada idea de encontrarnos ante un pintor de asuntos religiosos. No, para nada. Andrés tiene muchísimas facetas que van de la figuración a la abstracción usando técnicas diversas y con temáticas variadas. Eso sí, el afán de búsqueda, su anhelo por lo sublime aparece en todos sus cuadros. Y es que mi amigo Andrés es por encima de todas las cosas un auténtico humanista:


"Espero la luz de una luciérnaga en la noche cerrada para subir al monte donde una brisa suave me conforte otra vez en lo creado, no busco más, no creo en tus certezas más allá del golpe de desánimo que asestan, prefiero abrir los cuatro cuartetos de T.S. Eliot, retomar los versos de San Juan de la Cruz en que se inspiran, disolverme con Mahler o ante un cuadro, de Zurbarán, de Rothko,  contemplar la límpida blancura de una monja arrodillada y quieta en Vera-Cruz…"   (“Creer y descreer”, Andrés Alén en www.salamancartv.com)

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