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22 ene 2014

Emily Dickinson, Walt Whitman: Transcendentalismo norteamericano

Por profesión y gusto hacia la poesía, muchas veces he tenido ocasión de leer los poemas de "Hojas de hierba" de Walt Whitman en la traducción de J. L. Borges. Sin embargo de los poemas de Emily Dickinson apenas si sabía algo más de lo que le dedican los libros de texto al abordar la poesía norteamericana del siglo XIX. Afortunadamente, desde hace no muchos años y merced a muchos y buenos lectores -ahora recuerdo a Manuel Hidalgo o a Muñoz Molina- su figura literaria ha ido alzándose entre quienes, al menos un poco, amamos la poesía. A la labor divulgativa de los lectores hay que sumar la proliferación de traducciones de los poemas de la norteamericana -citaré dos de ellas, ediciones bilingües además: "Poesías completas" en traducción de José Luis Rey , y "Emily Dickinson (poemas 1-600)" en traducción de Ana Mañeru Méndez y María-Milagros Rivera Garretas (estas dos traductoras tienen previsto presentar este año otro volumen con los 600 poemas siguientes, para completar la obra de la Dickinson en 2015 con la publicación del resto de su poemario en un volumen más)-.


Ambos escritores, Walt Whitman (1819-1892) y Emily Dickinson (1830-1886), abren la puerta a la contemporaneidad poética. El primero influirá mucho en poetas del siglo XX tanto americanos (Neruda es un buen ejemplo) como europeos (en España, en concreto, es fácil ver su sombra detrás de algunos poemas del Blas de Otero de Ancia). De Emily Dickinson cabe decir otro tanto (Juan Ramón Jiménez la admiraba y tradujo algunos de sus poemas) si bien su poesía nace más de su cotidianidad femenina y no alcanza jamás -más bien huye de ello intencionadamente-  el tono épico en que Whitman diluye su individualidad.
Pero creo que no es este el lugar ni el momento de hacer disquisiciones o embrolladas exégesis sobre este o aquel poema, la idea que subyace aquí o allá, si es mejor Emily que Walt...   Pienso que lo importante es presentar  algunos poemas de uno y otro que me gustan por algún motivo y compartirlos con quienes ya son degustadores antiguos de estos poetas incluidos en el movimiento del transcendentalismo americano; y si a otros resultan desconocidos, dárselos a conocer y así que estos grandes creadores ganen nuevos lectores.


Emily Dickinson


De ella siempre se ha resaltado el hecho de que en vida sólo publicó cinco poemas, y éstos sin su nombre. Además los últimos años de su vida los vivió recluida en su habitación. De su vida amorosa se le han señalado tanto atracciones masculinas como femeninas. Las primeras no llegaron a más por intervención paterna (su padre siempre estimó que sus pretendientes eran poca cosa para ella), razón por la que Emily se refugiaría en el mundo femenino que le rodeaba en su propia casa, en especial en su cuñada Susan Huntington de quien, se deduce al leer sus poemas, estuvo muy enamorada. Por último hay que reseñar que la sociedad en la que vive esta mujer es una sociedad rural, machista, de una religiosidad protestante muy acentuada en una Norteamérica que está unificándose (Guerra de Secesión) y preparándose para ser el Imperio que aún hoy es:


Poema 36:
Si yo muriera -
Y tú vivieras -
Y el tiempo siguiera fluyendo -
Y la mañana brillara -
Y el mediodía ardiera -
Como ha hecho habitualmente -
Si los Pájaros construyeran como antes
Y las Abejas fueran tan activas -
¡Una podría partir cuando quisiera
De la empresa de aquí abajo!
Es dulce saber que quedarán provisiones
Cuando yazgamos con las Margaritas -
Que el Comercio continuará -
Y los Negocios volarán igual de rápido -
¡Tranquiliza la marcha
Y mantiene el alma serena -
Que caballeros tan animados
Dirijan la agradable escena!

Poema 112:
[Enviado a Susan Huntington Dickinson]
El Triunfo lo consideran dulcísimo
Quienes nunca triunfaron.
Comprender un néctar
Requiere la necesidad más acuciante -
Ni uno de entre toda la Hueste púrpura
Que tomó hoy la bandera
Puede dar una definición tan Clara de la Victoria -
Como el derrotado - moribundo -
En cuyo Oído prohibido
Los lejanos compases del triunfo
Estallan agónicos y Claros -

Poema 197:
¡Jesús! ¡Que tu crucifijo                                   ¡Jesús! ¡Que tu segunda cara
Te permita calibrar                                           Te advierta en el Paraíso
El tamaño más pequeño!                                   De las nuestras! 

Poema 206:
Los más pequeños Ríos - dóciles a algún mar.
Mi Caspio - a ti.

Poema 389
¡Yo - Ir! Mi rostro deslumbrado
¡En lugar tan resplandeciente!                     Mi Fiesta, será
Yo - oír! Mi Oído extranjero                      Que Ella y Él - me recuerden -
¡Los sonidos de Bienvenida - ahí!               Mi Paraíso - la fama
Las y los Santos olvidan                             De que Ella y Él - pronuncien mi nombre -
Nuestros tímidos pies -



Walt Whitman


Frente al apocamiento y recogimiento interior que se percibe en Emily Dickinson su compatriota coetáneo, Walt Whitman, se presenta como un poeta vitalista, pleno de optimismo y fe en su Nación que en esos momentos está librando una importante guerra civil y abolicionista de la esclavitud; hombre cosmopolita que observa el inicial capitalismo rampante; y esencialmente un demócrata convencido del igualitarismo entre todos los seres humanos. "Hojas de hierba" es un entusiasta, sensual  y hasta brutal en ocasiones, canto a la alegría de vivir y sentirse henchido de vida que él disfruta sintiéndola y gozando de todo lo que el Mundo ofrece.
De los seis apartados -todos excelentes- que forman esta edición escojo algunos versos de la parte segunda, Canto de mí mismo:

Ser en cualquier forma, ¿qué es eso?
(Giramos y giramos para volver al mismo punto, todos nosotros, sin fin),
Si no hubiera nada más evolucionado que la almeja en su insensible valva, eso bastaría.
Mi valva no es insensible,
Tengo instantáneos conductores que recorren mi cuerpo, en el movimiento o en la inquietud,
Se apoderan de cada cosa y hacen que sin dolor entren en mí.
Me basta remover, apretar , sentir con los dedos para ser feliz.
Apenas puedo resistir el roce de mi cuerpo o el de otro.
[27 de Canto de mí mismo]

Creo que podría vivir con los animales, son tan secretos y tan plácidos,
Me detengo y me demoro mirándolos.
No se atormentan ni se quejan de su condición,
No se quedan despiertos toda la noche ni lamentan sus culpas,
No me abruman con discusiones de sus deberes para con Dios,
Ni uno solo está descontento, ni uno solo está dominado por la locura de tener cosas,
Ni uno solo se arrodilla ante otro, así fuera de su especie que vivió hace miles de años,
Ni uno solo es decente o desdichado en toda la faz de la tierra.
[32 de Canto de mí mismo]
[...]
Soy un aventurero, acampo junto a las fogatas en las avanzadas,
Echo al novio de la cama y me quedo con la novia,
La estrecho toda la noche contra mis muslos y mis labios.
[...]
Comprendo el ancho corazón de los héroes,
El coraje de hoy y de todos los tiempos,
Comprendo cómo el capitán vio los restos del vapor sin timón y la Muerte persiguiéndolos a través de la tormenta,
Cómo se afirmó y no retrocedió una pulgada, y cómo fue leal día y noche,
Y con grandes letras de tiza escribió en una tabla:
No se desalienten, no hemos de abandonarlos.
[...]
Todas estas cosas absorbo, me saben bien, me gustan y son mías,
Yo soy el hombre, yo padecí, yo estaba allí.
[33 de Canto de mí mismo]

[...]
Exijo aún más para el que maneja el mazo y el cincel con la camisa arremangada,
No me opongo a las revelaciones divinas; pienso que una voluta de humo o el vello de una mano son tan prodigiosas como ellas;
Los muchachos sobre los carros de incendio, con sus escaleras de cuerdas, no valen menos para mí que los dioses de las antiguas guerras,
[...]
Nadie ha soñado lo admirables que son la bosta y la inmundicia,
Lo sobrenatural no vale nada, con el tiempo yo también seré sobrenatural,
[...]
[41 de Canto de mí mismo]

[...]
Esta es la ciudad y yo soy uno de los cidadanos,
Todo lo que interesa a los demás, me interesa a mí: la política, las guerras, los mercados, los diarios, las escuelas,
El intendente y el concejo, los bancos, las tarifas, los vapores, las fábricas, los títulos, los fondos, los bienes inmuebles y muebles.
[...]
Conozco perfectamente bien mi egoísmo,
Sé que mis versos son omnívoros, pero he de seguir escribiéndolos,
Y te llevaré, quienquiera que seas, a mi nivel.
Este canto mío no es una rutina,
Está hecho de bruscas preguntas que llegan lejos y todo lo acercan;
Este libro impreso y encuadernado -¿y qué hay del impresor y del muchacho de la imprenta?
[42 de Canto de mí mismo]

Ha llegado la hora de explicarme, pongámonos de pie
Me despojo de lo conocido,
Lanzo conmigo a todos los hombres y a todas las mujeres a lo Desconocido.
El reloj indica el momento -¿pero qué indica la eternidad?
[...]
Antes de que yo naciera de mi madre, las generaciones me guiaron,
Mi embrión no durmió nunca, nada pudo oprimirlo.
[...]
Todas las fuerzas trabajaron  sin cesar para modelarme y deleitarme,
Y ahora estoy aquí, en este lugar,
Con mi alma robusta
[44 de Canto de mí mismo]

Me ha tocado en suerte, lo sé, lo mejor del tiempo y del espacio; nunca he sido medido y no seré medido jamás.
El viaje que emprendo es eterno (¡que todos me oigan!)
[...]
No tengo cátedra ni iglesia ni filosofía,
No llevo a ningún hombre a una mesa puesta, a la biblioteca, a la bolsa,
Pero a cada uno de vosotros, hombre o mujer. lo llevo a una cumbre,
Mi brazo izquierdo ciñe tu cintura, Mi derecha señala los continentes y el gran camino.
Ni yo ni ningún otro puede andar por ti ese camino,
Eres tú quien debe andarlo.
[46 de Canto de mí mismo]

Dije que el alma no es más que el cuerpo,
Y dije que el cuerpo no es más que el alma,
Y que nada, ni Dios, es más que uno mismo
[48 de Canto de mí mismo

El pasado y el presente se borran, los he colmado, los he agotado,
 Ahora me dispongo a colmar mi parte del futuro.
¡Tú, que me escuchas allá arriba! ¿Qué tienes que confiarme?
Mira mi cara mientras aspiro el olor de la tarde,
(Habla sinceramente, nadie nos oye, sólo nos queda un minuto.)
¿Me contradigo?
Muy bien, me contradigo,
(Soy amplio, contengo multitudes.)
Me dirijo a los que están cerca y espero en el umbral.
¿Quién ha concluido su tarea? ¿Quién concluirá más pronto la cena?
¿Quién quiere salir a pasear conmigo?
¿Hablarás antes que me vaya? ¿Y estás fallándome?
[51 de Canto de mí mismo]

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