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14 feb 2020

Manuel Longares: "Romanticismo"

La novela "Romanticismo" que fue en 2001, año de su publicación, Premio de la Crítica de narrativa en castellano, ha sido la obra que el grupo de lectura en el que desde hace ya diez años participo eligió para febrero. En esta ocasión tuvimos la enorme suerte y oportunidad de contar con la presencia del autor, Manuel Longares, una persona encantadora que escuchó con paciencia infinita nuestras impresiones y respondió a cuantas cuestiones le planteamos sobre su obra. Ha sido una muy grata experiencia que no cuento aquí sino en el blog de idéntico nombre de la Tertulia: "más que palabras...". [pinchar en el nombre para acceder].

"Romanticismo" es la obra cumbre del periodista y novelista Manuel  Longares (Madrid, 1943), licenciado en Derecho, titulado en Periodismo y también con estudios de Filología Hispánica. Profesionalmente ha sido el Periodismo el centro de su actividad realizada en medios importantes: redactor jefe de los suplementos culturales de El Mundo y El Sol, o articulista en El País donde por sus colaboraciones semanales fue distinguido en 2004 con el premio Mesonero Romanos. Haber sido reconocido con galardón tan prestigioso al que da nombre Mesonero Romanos, costumbrista madrileño, es, tras leer su novela, algo que me parece lógico y natural dado que esta narración es en sí misma un homenaje a la ciudad de Madrid, a su manera de vivir y a sus habitantes.

La novela se ha vuelto a reeditar en 2019 quizás al alumbrarse en  nuestro país una circunstancia socio-política semejante a las que se ficcionalizan en el relato. Si allí es el final definitivo de una época, la del franquismo por consunción del dictador y pocos años después, en octubre de 1982, la llegada de la izquierda al poder, ahora en 2019 tras un período de crisis económica e inestabilidad política de nuevo pareciera que se fuera a producir un final de época, la de aquella que algunos denominan 'Régimen del 78'. Yo me preguntaba si no sería que la industria editorial hubiera querido ver una cierta similitud entre los temores existentes en algún sector de la sociedad española ante lo que está por venir y los que en 1975 y en 1982 hubo en grupos sociales que temieron por el cambio de situación. Desde luego es materia opinable y por eso se lo pregunté directamente al novelista quien me dijo que no lo creía en absoluto pues las circunstancias entre el hoy y ese ayer son muy otras.

¿Me convenció Longares con su respuesta anterior? Algo sí, desde luego, pues entiendo que una traslación en estricto sentido no es del todo pertinente dado que el "cogollito" –así se designa en la novela a esa aristocracia burguesa detentadora del poder durante el franquismo- hoy ya no se visualiza sólo en el barrio de Salamanca, centro de la narración, sino que en este momento hay diversos "cogollitos" por muchas partes e incluso me atrevería a decir que algunos de ellos hoy mismo están bien presentes en nuestros gobernantes por muy transversales que ellos se digan de sí mismos.

Ciñéndome ya del todo a la novela, yo destacaría como elemento esencial en ella la anulación del tiempo, el ejercicio de disolución temporal que realiza el autor, y que queda plasmado en esas tres generaciones de una familia de la burguesía alta madrileña habitantes de una casa ducal del barrio de Salamanca desde la época de la guerra civil hasta ese momento ya en la etapa democrática en que los vencidos en la contienda fratricida llegan al poder en 1982, poder del que 14 años después serán desalojados de nuevo. Antes de estas dos fechas -1982 y 1996- el relato, en consonancia con la marcha de la sociedad española, experimenta un giro importante en noviembre de 1975 cuando el Caudillo, por algunos hasta ese momento tenido casi por inmortal, muere y los fantasmas del "qué pasará ahora" se ciernen sobre las aristocracias inoperantes que durante 36 años se habían beneficiado hasta el hastío de su adhesión incondicional al Régimen. Pero pronto las intranquilizadas aguas del estanque inmovilista se aquietaron:
"—Todo sigue igual —le dijo Caty Labaig en su última visita, mientras se retiraba premiosamente del brazo de la enfermera tagala—. Pero nada es como fue."

Una novela de personajes
El 20 de noviembre de 1975, es el gozne sobre el que Manuel Longares hace pivotar la narración, hacia atrás y hacia adelante, presentándonos los acontecimientos de la vida de los miembros de la familia Arce Matesanz, tanto de los padres de José Luis Arce como de Pia Matesanz; en especial de ésta dado que las vivencias de Hortensia, la madre, son de especial relevancia en el devenir de Pia e incluso de Virucha, hija y nieta respectivamente. Alrededor de este matrimonio orbita todo un universo de personajes:
  • Los que habitan en el barrio: Caty Labaig, la periodista de revistas papel couché; Lalo Pipaón y Luismo Fonseca, los socios de la tienda de electrodomésticos; Javo Chicheri, el falangista camisa vieja; Moncha Gabarrón, la cuñada roja de Javo Chicheri; el doctor Lapayese, asiduo del Café Balmoral; Máxima Dolz, amiga íntima de Hortensia y profesora de guitarra de Virucha; Izaskun Damborenea, etc.
    Loquillo, Coctelerías madrileñas, Manuel Longares, "Romanticismo"
  • Los profesionales que viven cerca del barrio, pero ya no forman parte del cogollito: el pintor Villasevil al que se homenajea en un momento del relato; el juez Monjardín, represaliado tras la guerra civil por sus ideas republicanas; Teosifonte Monjardín, hijo del anterior; Marcos Panizo, administrador del edificio de la calle Goya; etc.
  • Por último lo que podríamos denominar 'tercer estado', los auténticos humildes, los trabajadores que sirven a los dos anteriores estados y sobre todo al primero: Domi, Wences y Bea, las tres criadas en la casa de los Arce-Matesanz que, respectivamente y en este orden, al igual que el resto de la sociedad española simbolizan la evolución liberalizadora del propio país reflejada en esas tres generaciones mostradas en la novela; el sacristán Mamerto Bustinzapedorras, pareja de Wences; Marta Pombo, la militante de base socialista, esposa del administrador Panizo, que sirve de enlace entre todos los estamentos que se muestran en el relato.
Los personajes de este universo de seres aparecen y desaparecen de manera que, como ya he dicho antes, queda anulada la dimensión temporal, y la vida de unos y otros parece prolongación natural de la de los antecesores. E igual sucede con los cambios sociopolíticos que se producen a partir de esa fecha del otoño de 1975.

Lo que es evidente es que estamos ante una novela de personajes cuyo conjunto sirve, cual si de "La colmena" de Camilo José Cela se tratase, para mostrar Madrid, en verdad el personaje principal de este relato.
El título
Cabe preguntarse -y yo me lo he preguntado varias veces a lo largo de la lectura- ¿por qué el título "Romanticismo"? La verdad es que hasta muy mediada la narración no aparece alusión alguna al término en ninguna de sus posibles acepciones. Allá por la mitad de la novela cuando en los años de la transición salen a la calle manifestaciones que encogen un poco el corazón de algunos vecinos del barrio de Salamanca leemos:
"Y esa impresión de que en el último segundo del último minuto se retenía lo que se escapaba de las manos —agarrando la oportunidad por los rabos, como diría Izaskun— se imbuía del romanticismo otoñal y del morboso desorden."
A partir de este momento el vocablo y los de la familia léxica a la que pertenece se prodigan en la novela. El sentido completo del porqué del titulo creo que puede extraerse con suma claridad de la siguiente exclamación que profiere Teosifonte Monjardin, en llamada anónima al programa que en la emisora de Chema Bacigalupe conduce en las madrugadas con enorme éxito de audiencia Virucha Arce Matesanz:
"—Soy romántico —afirmó la voz ondulada— porque creo en la capacidad del hombre para vencer su destino."
Esta es en mi opinión la intención perseguida por el novelista con esta novela, presentarnos el cambio de dirección de una serie de seres que predestinados por su origen a un papel en la vida, sin embargo quebrarán ese destino adoptando otro que por el cambio de circunstancias políticas les es más conveniente.

El humor, un elemento fundamental
Las razones que en la novela algún personaje esgrime para justificar el fichaje para la causa democrática en su línea socialdemócrata ("socialismo fabiano") de elementos pertenecientes a la alta burguesía -"al cogollito"- son variopintas por demás: ir a hacer catequesis a barrios marginales, haber recibido en depósito unos libros 'peligrosos' como eran consideradas las "Memorias de Casanova" en la época franquista, las murmuraciones sobre si el padre o el abuelo de unos u otros habían simpatizado con los "rogelios", etc.

Casa ducal de la calle Goya, Franquismo, "Romanticismo"
Como se puede deducir de lo anterior el humor tiene en este relato un importante papel. Es un humor de variados tonos que el novelista aplica a unos y otros según qué casos y quiénes sean. Así por ejemplo lo hay de tono crítico y algo áspero cuando presenta las prácticas sexuales del matrimonio Arce Matesanz por considerarlas no acordes con la ideología que les es propia; y sin embargo esas mismas o parecidas prácticas eróticas cuando las desarrolla el matrimonio Panizo Pombo, pertenecientes al grupo social de los denominados 'humildes' son aplaudidas y envueltas en un humor abierto, sano y lúdico. En este sentido detecto en el relato un cierto maniqueísmo.

Pero por lo demás hay muchos momentos de sano humor. Muchísima gracia me ha hecho leer lo que decían algunos en los círculos franquistas cuando la enfermedad del Caudillo no presagiaba nada bueno:
"—Ayer se les quedó fiambre —contó Luismi Fonseca en Balmoral— y le resucitó el himno del Tercio.
—Pronto nos fallará la música —replicó el doctor Lapayèse— y habrá que encomendarse a Dios."
E igualmente me ha hecho reír la crítica que hace de Pía, quien estaba segura de sacar más partido a la lencería de Asensio que a la Bicha de Balazote, cuando sobre las Memorias del veneciano dieciochesco leemos:
"—No sé quién es Casanova —confesó la licenciada en Románicas por la Universidad Complutense."
Una novela llena de evocaciones
También durante la lectura muchas veces resonaba en mi cabeza la literatura española de la que Manuel Longares demuestra un enorme y bien asimilado conocimiento. La impronta de "La colmena" celiana es más que evidente, pero también ¿no está latiendo Pío Baroja en la frase 'la propuesta que le lanzó en el extrarradio de la aurora roja', o el Cervantes del soneto con estrambote en esa enumeración de acciones realizadas por Fela del Monte, la sexualmente liberada amiga de Pía, cuando le recomienda una sauna que, la verdad sea dicha, no era otra cosa que un puticlub?:
[Fela]"cuando iba a introducirse en el coche y nadie esperaba otro gesto que el rutinario de la mano agitándose desde la ventanilla en el adiós, se escoró con picardía de tanguista, asió la pamela, elevó las cejas, flexionó las rodillas, botó su grupa, y proyectando el índice de su mano derecha a quienes observaban extasiados su cadencia socarrona, destinó a Pía la frase que antecedió a su mutis:
—Leña al pompis."
Pero intertextos no sólo los hay literarios; sin duda alguna en los nombres dados a las monjas del colegio al que Pía y su amiga Goretti asistían de adolescentes subyace el sarcasmo, la parodia y en definitiva el humor presente en algunas de las primeras creaciones cinematográficas de Pedro Almodóvar. La frase que cito a continuación me lleva mentalmente a "Entre tinieblas", película de 1983 del realizador manchego
"La madre Santa Faz achacó la disconformidad de Pía a un quid pro quo, eso dijo mientras convocaba de un timbrazo a la madre Pesebre"
Y es que en definitiva, en esta novela de Manuel Longares hay mucha cultura, mucha literatura, mucha crítica sarcástica, mucha parodia, mucho humor en ocasiones un tanto ácido y, ya lo he dicho antes, algo maniqueo a veces. Pero lo que es algo indistinguible  y seña de identidad del estilo Longares es su construcción sintáctica llena de períodos largos, extensos, algo barrocos en mi opinión que parecen no concluir jamás y que como lector me hacían disfrutar en su belleza aunque me dejsean sin resuello en ocasiones. He aquí una muestra de su manera de escribir:
"Al fin suspiró, desplazó los ojos del imán que los retenía, y con un blando giro de la mano enguantada presionó el pomo de la puerta del local que, como otros de la zona, destilaba al abrirse el campanilleo de una bienvenida que desde ese momento alertaba al empleado a suscribir con el cliente esa ley secreta por la que no sólo le cede en todo y para siempre la razón sino que aparenta menor clase, dócil a una actuación reglada que le hará desenvolverse en el acotado margen de su negocio sin renunciar a un estilo que dejaría en mantillas al más sutil diplomático si por una apuesta se arriesgase a practicar el comercio a la manera relajada y sabia de estos dependientes que están siempre por encima de lo que venden, ya sea bisutería, muebles, automóviles o alimentación, porque nacieron entre el género, hacen su carrera en el mostrador y aspiran a irse de este mundo con las botas puestas, como aquel que dice, mientras exhiben el catálogo de Givenchy, la consola Imperio, el diseño Pininfarina o los nicanores de Boñar."
Un escritor costumbrista
Este estilo algo barroco y recargado en algunos momentos, sin embargo se aligera en los diálogos entre personajes que son vivos y con chispa. En este aspecto de los personajes, de su vida en un Madrid reconocible y el gracejo de los intercambios verbales habidos entre ellos, Manuel Longares recuerda mucho a Benito Pérez Galdós del que sin duda alguna es meritorio epígono. Esta novela, "Romanticismo", bien podría codearse con aquellas galdosianas denominadas 'contemporáneas' en las que el escritor canario presentaba el devenir de unos personajes a lo largo de dos o tres generaciones en una España real que vivía escindida en sus estamentos sociales poco comunicativos entre sí, aunque en algún momento se diese el contacto tangencial que es en definitiva lo que mueve también este relato. Y si don Benito portaba con gallardía el marbete de escritor costumbrista por la plasmación que de la vida real de Madrid hacía, otro tanto cabe decir de Longares, quien como digo al principio de esta entrada por algo fue distinguido justamente con el premio Mesonero Romanos, autor de "Escenas matritenses".

El propio Manuel Longares en entrevista realizada por la propia Biblioteca Nacional con motivo de la exposición "Benito Pérez Galdós, La verdad humana" reflexiona sobre el apelativo de galdosiano con el que de le suele calificar


Nota: De la agradable Tertulia que tuvimos con Manuel Longares escribió Juan Cruz un muy bello artículo el lunes 17 de febrero de 2020 en el Diario 'El País' con el título "Desinencia rubia del barrio del Retiro" [pincha en el título anterior para acceder al mismo].

14 comentarios:

  1. ¡Hola! No es un libro que yo vaya a elegir como lectura, pero la verdad es que por todo lo que cuentas me parece interesante y curioso. Es curiosa esa manera de ir presentando personajes que luego desaparecerán y serán sustituidos por otros nuevos (¿es algo así lo que has querido explicar, verdad?, en plan, unos entran y otros salen...) y esas parrafadas que como dices te dejan sin respiración (¡madre mía! diez renglones sin una coma).
    También por los párrafos que has elegido se va claramente que el autor tiene un gran dominio del lenguaje. Me atrae mucho que esté ambientado en el barrio de Salamanca de Madrid (el barrio donde me crié y que conozco al dedillo). En fin, en cuanto a animarme a leerlo, en principio creo que no (creo que se me haría un poco espeso), pero nunca se sabe...
    Un beso!!

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    1. Hola, Marian:
      Te recomiendo que leas la crónica de la tertulia que tuvimos el pasado jueves con el escritor. La publico en el blog del grupo de lectura, "más que palabras...". Ahora mismo la estoy redactando. Te recomiendo su lectura porque en ella leerás que en el grupo hay personas que como tú vivieron en ese mismo barrio e incluso en esa misma época y que dijeron lo grato que les fue revivir una época y unas calles. Sobre ese tiempo que se deshace hasta prácticamente desaparecer y ser siempre un continuum en el que viven personajes de sucesivas generaciones que en el fondo son siempre el mismo con cambios pequeños es algo que conviene comprobar. A mí es lo que más me ha gustado de toda la novela, además del humor que es muy inteligente.
      Besos

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  2. Leí la novela en 2002, a poco de ser publicada, y creo que no le saqué todo el jugo que tiene. Es posible que, gracias a tu reseña, la vuelva a leer y después iré a ver tu crónica con las opiniones del autor, en el blog de tu tertulia. Leyendo lo que cuentas aquí de la novela, me entran ganas de recordar y entender mejor.
    Un beso.

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    1. Hola, Rosa:
      El propio Longares en la tertulia comentó que la novela en su primera edición no fue muy bien entendida y que no fue hasta la segunda o tercera cuando salió ya una versión definitiva. Entre los compañeros de tertulia hubo varios que leyeron la novela dos veces al haberse quedado un poco fríos con la primera, y sería en la segunda cuando apreciaron mucho mejor los valores que sin duda la obra contiene.
      Yo creo que leída con distancia (19 años desde su primera publicación) se entiende mucho mejor porque la perspectiva es más amplia y los árboles no impiden ver el bosque en su conjunto.
      Un abrazo, Rosa. Me voy a tu blog a leer tu reseña sobre "Las hijas de otros hombres".
      Besos

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  3. Hola Juan Carlos le iré a echar un vistazo a la reseña del blog de la tertulia porque me parece difícil creer que te hayas dejado algo por analizar, porque tu entrada es exhaustiva, minuciosa y analiza hasta el último detalle. Me gustan algunas de las frases que has destacado pero no sé si por los comentarios es una lectura que requiere de tiempo, la miraré y si me apunto a leerla ya te comentaré.
    Besos

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    1. Hola, Conxita:
      Pues ya verás cómo sí que hay alguna cosa más (ja, ja...) y es que en una tertulia con trece personas hablando pues sale de todo. Esta Crónica en concreto al estar presente el novelista fue una tertulia de lo más entretenida.
      Bueno, chica, un beso

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    2. No es la 1.ª vez que me pasa y es que se me olvida que estoy con la tablet de mi mujer (Mary Luz). Pues era yo

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    3. Gracias por la aclaración Juan Carlos.
      13 personas hablando, da para mucho.
      Besos

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  4. Hola, Juan Carlos, es estupendo el amplio análisis que haces de la obra de Manuel Longares. Dan ganas de leerla aunque el estilo barroco y recargado no es precisamente de mi agrado.
    Un abrazo y feliz semana.

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    1. Hola, Carmen:
      Si te apetece leerla no lo dudes. Como advierto en la reseña ese estilo algo barroco y recargado queda muy bien neutralizado con la viveza y chispa que hay en los diálogos de los personajes que habitan ese Madrid que casi casi llega hasta hoy día.
      Abrazos

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  5. ¿Sabes que mi abuelo materno llamaba "Cogollos" a los señoritos del pueblo? Nunca oí a nadie que los llamara así. Cogollos los "amos" y "collejas" ellos 😯 me has despertado tantos recuerdos que solo por eso debería leerlo.

    Besitos.

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    1. ¡Qué curioso! No sabía ese sentido de 'Cogollos'; pero me has hecho recordar el apellido de un amigo mío, Cogollos, ¿a ver si sus ancestros eran de los 'amos' y él no lo sabe? Se lo diré cuando lo vea, se llevará una buena sorpresa.
      Besazos

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  6. Qué fortuna poder hablar con el autor para hacer preguntas y resolver inquietudes de lo leído.

    Generalmente, cuando la novela tiene historia, no me importa que sean de otros países. Me ha pasado con los libros de Isabell Allende cuando escribe de la dictadura de Pinochet, con Gabriel García Marquéz, hablando de las guerras civiles colombianas en los que participaba el Coronel Aureliano Buendía y recientemente con Margaret Mitchell con Lo que el viento se llevó, donde retrató la Guerra de Secesión.

    Lo que más bien me intimida es hasta qué grado me permita el estilo barroco apreciar el libro y más aún tomando en cuenta lo nutrida que está la obra de la literatura española. NO me extraña que te haya gustado tanto, de hecho, me contagia su entusiasmo.

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    1. Pues sí, Fany, ha sido todo un lujo el que el pasado jueves tuvimos los amigos de la Tertulia y yo mismo al poder dialogar de tú a tú sin tarima de por medio con un autor contemporáneo reconocido como es Manuel Longares.
      Al eliminar barreras distanciadoras se descubre a seres de carne y hueso -me refiero tanto al escritor de la novela como al periodista del diario El País que hizo posible el encuentro, Juan Cruz- que (ja, ja...) comen cocido igual que cualquiera y que al ser preguntado por alguna cosa confiesan sin falsos pudores su ignorancia de eso en concreto aunque derrochan sabiduría en esto otro.
      La verdad Fany es que la historia es sencilla: el temor de una clase social ante el final del franquismo. En cuanto al estilo, la frase larga en párrafos extensos es menos frecuente que los diálogos chispeantes, vivaces y con humor que recorren todo el relato.
      Y si con mi reseña he logrado transmitir entusiasmo me doy por bien pagado, amiga mía.
      Un abrazo

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