.header .widget { text-align:center;} .header img {margin:0 auto;}

15 may 2014

"LOS MÁCBEZ": Shakespeare a la española

Teatro María Guerrero
Por razones personales no me está siendo posible este año acudir con la frecuencia que querría al teatro. He de aprovechar el momento y la ocasión cuando se me presentan. Y ésta se presentó inopinadamente ayer cuando sin estar previsto fui al teatro María Guerrero de Madrid a ver "Los Macbez".

La obra que vi es una adaptación de la tragedia shakespeariana "Macbeth" realizada por Juan Cavestany. La dirección corre de la mano de Andrés Lima. Ambos -Andrés y Juan-  al igual que algunos de los actores (Jesús Barranco y Javier Gutiérrez) se conocieron a raíz de haber trabajado en algunos montajes del grupo de teatro 'Animalario'. El toque cáustico y crítico característico de Animalario se puede ver en esta versión del Macbeth de Shakespeare en la que la acción se traslada de la mítica Escocia del rey Duncan durante la alta edad media a la no menos mítica Galicia de una imaginada Xunta presidida por un tal Duarte en la actualidad.

Todo en la adaptación de Cavestany se españoliza: el nombre del matrimonio protagonista, Mácbez, con ese sufijo -ez tan nuestro (Sánchez, Gutiérrez, Martínez...),  el de Fleance  que es Florencio, Macduff que pasa a Méndez y así el resto de los personajes. También se adecuan a nuestro país y tiempo los lugares donde se ejerce el poder que, si en el Macbeth  shakespeariano es el castillo de Dusidane, en el de la adaptación es el Palacio de la Xunta en la Plaza del Obradoiro; y si en el original el ejército contra Macbeth viene de Inglaterra, en la de Cavestany la indisciplina partidaria se reprimirá desde Madrid.

El asunto que se dilucida es el del poder y la ambición que naturalmente es trasladable del año 1606 a nuestra época porque los resortes esenciales que mueven al ser humano (sexo, dinero, miedo a la muerte, irracionalidad...) siguen siendo los mismos. Esta permanencia en el tiempo es lo que hace de ésta y otras tragedias de Shakespeare clásicos imperecederos. Cuando Mácbez se muestra vacilante ante la monstruosidad que va a cometer para conquistar por medios arteros el poder, lo que vemos es a cualquier ambicioso y sanguinario ser humano en un pasajero momento de debilidad. Cuando, al final de la obra, aparentemente el bien -Méndez y Marcelina- han triunfado sobre el mal -los Mácbez- y les oímos en ese mitin en el que con suma desvergüenza se reparten prerrogativas y cargos, comprendemos que lo mismo son los unos que los otros y que nuestra desafección hacia ellos se asienta en sólidos argumentos. Y todo lo anterior, desgraciadamente, es intemporal, es eterno. He aquí, pues, la fuerza de los clásicos.

La representación
Macbeth, los Mácbez
atmósfera valleinclanesca
Yendo ya más a la puesta en escena, hay que decir que Andrés Lima ha ideado como escenario un cubo tridimensional al que le falta, como es obvio, la cuarta pared. En él gracias a un juego de luces -en ocasiones estroboscópicas- logra trasladarnos de unos momentos a otros mediante un código establecido de colores: blanco para los sucesos cotidianos, verde para las visiones personales de Mácbez y rojo para las profecías dictadas por las meigas sobre el futuro que le aguarda. Junto a este juego de colores la escenografía se completa con un potentísimo sonido que acompaña los acontecimientos y crea la atmósfera debida: sonido leve de campanillas que interpretan los personajes como la Santa Compaña que está en el exterior, runrún in crescendo para recrear en la mente de los espectadores el avance del ejército de Méndez ocultos los soldados tras ramas de roble, música electrónica estridente para acompañar a los políticos en el puticlub donde fornicando y bebiendo cubatas toman trascendentales decisiones políticas...; y, por último, el micrófono que está siempre en escena como si de un personaje más se tratara y que, en mi opinión, evoca a ese otro micrófono tras el que el gran dictador de Chaplin nos hacía reír trágicamente por las barbaridades que soltaba por su boca. Igual que aquí.

El cubo del escenario -símbolo del poder- al final de la obra, cuando el brutal Mácbez ve acercarse su fin, se descompone como si de un castillo de naipes se tratase, pero vuelve a recomponerse cuando Méndez y Marcelina echan sus mítines y reparten dádivas desde el espacio que acaban de ocupar.

Este "Mácbez" tiene mucho de valleinclanesco. El esperpento del autor galaico planea a lo largo de toda la representación: la propia Galicia, las meigas, la superstición religiosa presente en esa Santa Compaña que se escucha desde antes de comenzar la obra, los instintos más básicos desatados en escena (el sexo, el asesinato, el terror...), etc. También, pero quedando muy lejos de don Ramón, estarían esas acotaciones dichas en alta voz por la presentadora del espectáculo como medio de situar la acción en un espacio concreto dada la permanencia constante del cubo donde se desarrolla la representación.

Reparto
Chema Adeva, Rebeca Montero, Jesús Barranco, Laura Galán, Rufo Pardo
Los siete actores en escena
Los personajes son representados por unos actores magníficos: Chema Adeva que se desdobla en cuatro o cinco (Duarte, Vázquez, Chófer, Meiga 1...), Jesús Barranco (Banquo), Laura Galán, dueña de una hermosa voz, (Presentadora, Dionisia, Florencio y otros), Javier Gutiérrez (Mácbez), Carmen Machi (Sra. Mácbez), Rebeca Montero (Marcelina, Meiga 3 y otros) y Rufo Pardo (Méndez, Rocha y Meiga 2). En mi opinión no cabe poner ningún pero a ninguno de ellos, si bien la potencia y personalidad de Carmen Machi se come un poco a su marido -Javier Gutiérrez- que estando muy bien sale perdedor dentro del tándem matrimonial.


Shakespeare y la literatura
Es muy importante dejar claro que pese a la adecuación a estos pagos nuestros, Shakespeare sale indemne y no desaparece sino que su enorme literatura es reconocible constantemente. Este respeto al texto original provoca una cierta inverosimilitud (quizás mejor sería hablar de anacronismo) cuando observamos los problemas y terrores que sacuden la mente del sanguinario conselleiro y luego presidente de la Xunta, Mácbez, respecto a la pérdida del poder anunciada por las Meigas; en una sociedad democrática sólo las urnas pueden provocar este cambio y, claro, la sociedad isabelina no lo era precisamente.

Aceptada esta falla propia del mundo real actual, no se debe olvidar que estamos en el mundo de la creación, que Shakespeare está en la base de la obra adaptada y que Cavestany -y yo lo aplaudo- no quiere usarlo sólo como pretexto. Resuelto este 'problemilla' (je, je...) se observa una vez más que en el escritor inglés está si no toda, sí mucha de la literatura actual.  Con elegancia quedan bien a la vista frases que han tenido largo recorrido literario como ese "el ruido y la furia" tras los que se vislumbra lo que es la vida en el monólogo del Mácbez asediado y que tomaría Faulkner como título de una de sus grandes novelas, o el "corazón tan blanco" que le reprocha lady Mácbez a su marido cuando éste se encuentra indeciso ante la tamaña maldad que ella le propone cometer y que Javier Marías tomaría como título de una de sus principales narraciones. Sin lugar a dudas habrá en el "Macbeth" de Shakespeare más nutrientes de la literatura universal pero en esta adaptación a la española yo he percibido al menos estos dos.

Conclusión
Cuando acudí a ver la obra guardaba en mi memoria otras obras de este genial Juan Cavestany
Director y adaptador de la obra
(Alejandro y Ana, Urtain, ...). Creo que al perder concreción crítica -tan presente sobre todo en Alejandro y Ana- la obra gana en alcance estético y literario. Los "Mácbez" será una adaptación 'visionable' dentro de quince o veinte años mientras que las otras una vez que el público haya perdido conciencia de los referentes por ser para ellos inactuales e intrascendentes  precisarán del acompañamiento de un manual explicativo a fin de captar la incisiva crítica contenida en las obras. Creo que, salvando las distancias, Cavestany ha optado aquí por seguir el ejemplo de William Shakespeare que lejos de situar la trama de su obra en la época de la reina Isabel I la ubicó cinco o seis siglos antes para lidiar con unos personajes míticos y universales sin referentes concretos en su actualidad, aunque seguro que los más avisados comprendían lo que se escondía tras esos seres; igual hace Cavestany cuando utiliza nombres que no evocan la actualidad política inmediata o lo hacen sólo vagamente (el más claro es la denominación "Pazo de Raxoi"). Hay críticos que le han afeado esta decisión (vid. Javier Vallejo); a mí, sin embargo, me parece algo sano y oxigenante pues creo que el Teatro no debe convertirse en La Sexta TV. Pero es mi opinión, claro.

2 comentarios:

  1. Para universalizar una obra y asegurar que perdure en el tiempo es aconsejable que se aleje de la realidad más inmediata. Yo, si me permites, también le afeo ese 'Pazo de Raxoi', la verdad. Muchas gracias por acercarnos este clásico modernizado o este moderno clásico...
    Saludos,

    ResponderEliminar
  2. Me alegra que compartas mi opinión al respecto. Muchas gracias por tu comentario, Carmen.
    Un saludo muy cordial.

    ResponderEliminar

Muchas Gracias por dejar tu Comentario.